┍ Capítulo 7: Cuando no estés┚

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NamJoon partió rumbo a Seúl a aproximadamente las cinco de la mañana. Luego de que él se fuera, y de despedirlo obviamente, SeokJin no pudo seguir durmiendo. Por tanto, no tuvo más remedio que levantarse de la cama e ir a buscar algo con lo que entretenerse hasta que los niños se despertaran.

Salió de su habitación contigua a la de JungKook y decidió checar que tanto JiMin como él estuvieran bien. Así que cruzó el pasillo hasta la habitación de JiMin, tratando en lo posible de que las maderas del piso no crujieran demasiado. 

Abrió la puerta hasta que divisó al azabache profundamente dormido en su cama. Tenía los labios esponjosos entreabiertos y pequeños ronquidos salían de él. 

Tierno.

Volvió a cerrar la puerta, pero dejó una abertura chica entre el marco y la puerta, por si las dudas. Después, se dirigió a la habitación de JungKook. 

Al contrario de la de JiMin, la de él estaba abierta de par en par, por si el bebé empezara a llorar y tuvieran que llegar rápido durante la noche. 

SeokJin asomó su cabeza, y pudo ver al niño durmiendo al igual que su hermano. Se sintió aliviado, pero a la vez sorprendido de que hubiera dormido de un tirón. La noche anterior ni siquiera se había levantado pidiendo por alguno de sus padres. 

Tal vez en verdad se había cansado con el viaje.

Trató de no preocuparse por eso, en vez, notó la cuarta puerta que no se había detenido a abrir cuando estaban decidiendo quien usaría cada habitación. Se acercó y probó el picaporte para abrirla, pero parecía trancada. No le sorprendía; aquella casa era muy antigua, y no se había usado hace más de diez años.

Trató de estirarla con fuerza, pero solo consiguió que la cerradura se desprendiera y terminara entre sus dedos, rota. 

—Mierda.— siseando, solo se dio cuenta luego de lo que había dicho.—...Rayos.

Miró la cerradura en su mano, pasándose una mano por el rostro con exasperación. Era otra cosa más que debían arreglar. 

Soltó aire, y volvió sobre sus pasos, bajando por la escalera aún con el objeto en su mano. Encendió las luces aunque no hubiera tanta necesidad—ya que enseguida iba a amanecer.— y entró en la cocina. Dejó el picaporte roto sobre la mesada con desdén.

Dio una mirada rápida hacia la ventana, y en sus ojos se reflejó la tenue luz del sol que empezaba a alumbrar los árboles y campo, y el color azul profundo que destilaba la madrugada.

Todo era tan silencioso. 

Se volvió hacia la sala, y se resignó a seguir abriendo las cajas amontonadas en ese lugar. 


—¿Entonces cuando va a volver papi, appa?— preguntó por quinta vez JiMin, y SeokJin continuó echándole cereal en su recipiente. 

Papi, papi.—repitió confundido JungKook, moviendo sus brazos arriba y abajo, como haciendo la misma pregunta que JiMin. 

—Papi regresará muy pronto, niños.—Terminó de colocar el cereal dentro de la leche y JiMin lo miró haciendo un puchero. SeokJin se acercó entonces hasta JungKook para colocar un biberón cerca de él. 

JungKook balbuceó, y el rubio miró el reloj. Ya casi eran las diez de la mañana.

Se restregó los ojos con una mano por lo que le parecía la enésima vez, y ahogó un bostezo. 

Mientras tanto, JiMin seguía haciendo un puchero, sin tocar su desayuno.

—¿Mochi? ¿Qué te pasa?

El niño movió sus pies por debajo de la mesa, y miró a su padre suplicante.

—¿Papi va a volver?

SeokJin lo miró confundido, y luego recordó. JiMin había estado en el orfanato poco tiempo antes de que SeokJin y NamJoon lo adoptaran, pero por lo que le habían informado, sus padres simplemente lo habían dejado en aquél lugar sin darle ninguna razón o aviso. 

Tenía miedo de que la historia se repitiera de alguna forma, concluyó SeokJin. Pero él estaba determinado en asegurarle a JiMin que nunca se iría. El tan solo pensamiento de hacerle lo mismo que sus padres biológicos le hacía doler el corazón.

Amaba a JiMin y a JungKook como si fueran suyos; es más, nunca se había puesto realmente a pensar en que fuera de otra manera.

Estiró una mano y le acarició una mejilla regordeta.

—Por supuesto que sí, JiMin. Sólo fue a Seúl por un trabajo.

—¿Y tú no vas a irte, appa? 

—Nunca. No sin ustedes, cariño. Lo prometo.— El rubio bajó la mano de su mejilla a su cuello y le hizo cosquillas, a lo que JiMin se carcajeó.—Ahora, come tu desayuno ¿sí? 

El azabache asintió, ahora más animado. 

Appa, appa.—llamó JungKook, y SeokJin levantó las cejas hacia él. Los grandes y brillantes ojos del bebé le devolvieron la mirada, y Jin le sonrió dulcemente.

—¿Sí, Kookie?

'Eche... quero.— El castaño miró con insistencia el biberón sobre la mesa y SeokJin se apresuró a tomarlo.

—Oh, claro. Lo siento, Kook.— revisó que la leche no estuviera demasiado caliente ni fría, y metió la tetina entre los labios del bebé. Este aplaudió contento, y SeokJin se derritió ante tanta ternura.

Apoyó su mejilla contra el dorso de su mano, y miró afuera. Hacía un excelente clima. Entonces tuvo una idea.

—¿Quieren ayudarme con el jardín?

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