┍ Capítulo 83: La oscuridad del bosque┚

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SeokJin




La noche se hacía cada vez más fría y dura. Ya casi el sol estaba desaparecido en el horizonte y la luna denotaba que sería su punto más alto en cualquier momento. 

De inmediato después de que YangMi hablara, la brisa se hizo intensa. Removió las hojas caídas de los árboles hacia ellos, y SeokJin entornó los ojos para evitar que le entrara tierra en ellos. 

Sus mejillas se sintieron frías por las lágrimas secas, y aprovechó para limpiarselas con una mano, pero nunca realmente dejando a JiMin descubierto. Lo tenía bien asegurado cerca de su hombro y entre su regazo y vientre.

Ya entre los árboles había una densa oscuridad, y las hojas que revoloteaban se alzaron tan alto como las copas de los árboles más bajos, como una cortina de color pardo. 

JiMin soltó un quejido contra su cuerpo, tensandose. 

Él también lo sentía. 

Estaba cerca. No sabía qué, pero estaba cerca. 

Unas ramas cayeron desde lo alto hacia el medio del claro, unos centímetros cerca de la pierna herida del rubio. Eso lo hizo retroceder un poco, alertando todos sus sentidos al presentir la advertencia de peligro que el ambiente del bosque le estaba mostrando. 

Su tío decía que nunca debía fiarse de un bosque demasiado silencioso. Era antinatural, ya que los bosques siempre estaban llenos de vida, y lo mas probable era que la razón por la que estuviera vacío fuera algo que hiciera huir a los animales. Un incendio, deforestación... O algo. 

No dejó que su respiración se acelerara. JiMin se asustaria más si lo hiciera. 

Tomó una gran bocanada de aire y siguió mirando. 

La cortina de hojas comenzó a caer cuando la brisa también dejó de soplar, como si realmente fuese una especie de telón... Y lo escuchó. 

No eran pasos de una persona haciendo crujir dichas hojas. 

Eran pasos de al menos veinte personas haciéndolo. 

Su lado racional le dijo que saliera de ahí aunque tuviese que aprender a correr con una sola pierna, pero ese lado racional ya no estaba tan intacto gracias a YangMi, y su cuerpo se quedó plantado al suelo mirando el frente desde donde oía los pasos. 

—¿Appa?— preguntó JiMin, tocandole a su padre el cuello para llamar su atención. Jin le tomó la manito, besándola sin despegar su mirada del frente. 

—Mochi, qué-quédate conmigo.— respiró, oyendolos más cerca.—¿Sí? JiMin, no t-te sueltes. 

—Appa...— repitió con miedo el niño, temblando. 

SeokJin no lo reconfortó más. Ellos ya habían llegado. Cada uno parado al lado del otro en una línea, completamente inmoviles a unos metros de ellos. 

Había estado en lo cierto. Eran más o menos veinte. Vestían unas túnicas blancas inmaculadas como la de YangMi que les cubrían todo el cuerpo menos las manos, las cuales las tenían cubiertas por guantes de lo que parecía tela arpillera. Ni siquiera su pelo era visible, ni su rostro, el cual estaba oculto detrás de un velo cuadrangular también blanco, como el de una monja, pero al revés. 

La sangre se le heló, y juró que escuchó retumbar en sus oído sus propios gritos de dolor, atado a un árbol y tragándose una mezcla de sangre, sudor y vísceras de animal. 

Lo recordaba. Eso sí lo hizo.

YangMi se quedó estática, esperando que hasta el último se quedara igual de inmóvil detrás de ella. 

Unos minutos después, el viento volvió. 

El pelo de YangMi se revolvió alrededor de su rostro, como si fueran serpientes negras a punto de atacar. 

SeokJin esperó, y ella ladeó la cabeza sobre su hombro derecho. 

—Quítenselo. 

Tres de las figuras que estaban detrás se adelantaron y SeokJin jadeó desesperado. 

Trató de sostener a JiMin, pero olvidó que su mano estaba rota, y sus dedos le dolieron como mil demonios incapaces de cerrarse. 

—N... No, ¡no!— exclamó, al mismo tiempo en que las figuras extendían las manos para retenerlo a él y a JiMin.

JiMin lloriqueó, aferrándose a la ropa de Jin. 

—¡Appa! ¡No quiero!— chilló, removiendose del agarre, pero sin poder ver nada, no pudo escaparse. 

SeokJin empujó con sus brazos a los dos que lo estaban sujetando de los hombros y antebrazos, demasiado débil como para hacerles algo. Sin embargo, igual intentó alcanzar a su hijo, quien extendía su mano al aire. 

—¡Mochi! 

—¡A-Appa!— sus dedos ni siquiera le tocaron la punta de los suyos, cuando la figura de blanco ya lo estaba arrastrando lejos de él. 

—¡No, no! ¡NO!— se intentó zafar más fuerte, pero solo consiguió que lo taclearan al suelo, pegando su torso a él y doblandole un brazo por detrás de la espalda.—¡JIMIN, NO! 

YangMi miraba la escena con una sonrisa satisfecha, arrastrando el hacha que aún no soltaba hacia él. 

JiMin continuó pataleando en los brazos del que lo había llevado, dejando que grandes lagrimones cayeran de sus ojos heridos, los cuales tenía completamente abiertos.

SeokJin sollozó con fuerza y sin cohibirse, el peso del mundo cayéndole encima una vez más. 

Ya no lo aguantaba, así que dejó de importarle de nuevo. 

—¿Que tan mal te sientes?— YangMi se quedó frente a él, y levantó un pie para pisarle la mano rota en frente de su rostro, ya que la otra la tenían por detrás de la espalda. Aulló de dolor, ante eso.—¿Que tan mal se siente que te arrebaten todo una y otra vez? ¿Uh, SeokJin? Dime ¿cómo se siente? 

SeokJin continuó sollozando. 

—Háblame, Jin. ¿Sigues queriendo que te mate? 

Ella se carcajeó, y el rubio abrió los labios temblorosos, alzando la cabeza y mirándole por entre sus cabellos mojados.

—...Que te den.

YangMi chasqueó la lengua y soltó el hacha para agarrar a Jin del cuello, apretando justo la marca lila que ya se había olvidado estaba allí. 

—Quieres tratar de ocultarlo pero puedo leerlo claramente dentro de ti; ya no tienes ganas de luchar. Sientes que tienes una esperanza tan débil como la llama de un fósforo. Una esperanza tan débil que el viento podría apagarlo, y te arde el alma. No lo escondas, sé cómo se siente.

SeokJin parpadeó las lágrimas y el cansancio, ella apretandole el cuello cada vez más. 

—¿Q-Que... podrías... s-saber tú de emociones? 

Una expresión sombría cayó sobre los rasgos de la mujer. 

—Ya te lo dije. Somos iguales. Tan iguales que ambos pasamos por lo mismo.— YangMi soltó el agarre en su cuello, solo para pasar sus dedos por su nuez de Adán.—Tan iguales que has visto mis recuerdos como si fueran los tuyos. 

SeokJin abrió los ojos desmesuradamente. 

YangMi dirigió sus dedos a su propio cuello y con un movimiento brusco de su muñeca, sacó la piel que tenía allí enterrandose las uñas en el mismo lugar. 

YangMi apretó los dientes mientras se arrancaba parte del cuello como si fuera la cáscara de una naranja, desenvolviendo lo que había debajo. 

Parte de la piel cayó al suelo, dejando al descubierto unas marcas profundas exactamente iguales a las de Jin, sólo que intercaladas con secciones de músculos al aire libre y carne podrida. Podía ver las venas debajo entre lo que quedaba de piel. 

—Verás, Jin. Yo sé lo que es el dolor, porque lo viví en carne propia. 

SeokJin se quedó sin habla, demasiado desconcertado y con su subconsciente repitiendole lo mismo una y otra vez. Ella se irguió ligeramente, soltando un siseo como si el estado de su cuello le fuera incómodo. 

Su subconsciente dejó de hablarle; y de repente pensó que vestido negro le asentaría muy bien a esa mujer... Y un collar de cuerda le daría el toque perfecto. 

No era posible, pero a la vez sí. 

Todo parecía posible de pronto.

—¿C-Cómo...? ¿Tú...? 

YangMi sonrió con algo que espeluznantemente parecía tristeza. 

Bienvenido a Hiseolyl, SeokJinnie. 










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