Fiesta en el Sanatorio Durán

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Fiesta en el Sanatorio Durán

—¡Nock! ¡Nock! ¡Nock! –

Marta se levantó del sillón de su sala para ver quien llamaba a la puerta, se sorprendió al ver al cartero, el hombre le entrego un sobre, ella agradeció al hombre y regreso a donde estaba sentada, miro el sobre, el cual era negro con letras rojas y olor a azufre, estaba intrigada, ella no tenía familiares, ni amigos que le escribieran, estudio el sobre analíticamente sin encontrar el remitente, ella se encogió de hombros y abrió el sobre para leer su contenido. Era una invitación a una fiesta, una fiesta tenebrosa.

Marta Sánchez, es la santa del pueblo por decirlo de una manera muy respetuosa, ella asistía los sábados y domingos a misa; aparte de rezar el rosario todos los días a las seis de la tarde.

Cuando leyó el contenido del sobre, creyó que era una broma, pero se equivocó.

El contenido de la misiva decía lo siguiente:

<<Señorita Marta Sánchez La junta directiva de la Asociación de Demonios, monstruos y espíritus. Le invitan a la fiesta que se realizará el día treinta y uno de octubre, a la medianoche, en las instalaciones del Sanatorio Durán, en Cartago. No se preocupe por el transporte, la carreta sin bueyes la recogerá a las once en punto.

No hay código de vestimenta. Nota: De no asistir el mismo Pisuicas (el Diablo) irá por usted. Atentamente, El Pisuicas>>

Marta "la Santa" Sánchez tiro a la basura la invitación. Ella consideraba fervientemente que era una broma de muy mal gusto, por cierto, ¡¿A quién se le ocurriría hacer una fiesta en ese lugar?!

Los siguientes días Marta paso un poco intranquila, asistió a su trabajo como todos los días, no le contó a nadie de la extraña invitación que le llegó a su casa, ya que todo el mundo la consideraría loca.

El treinta y uno de octubre, era un sábado y Marta no tenía que trabajar ese día, por lo que no se levantó temprano. En algún momento de la mañana el teléfono de Marta sonó con una notificación de mensaje. Los bellos de su brazos se crisparon al leer el mensaje.

<<Recuerde la carreta sin bueyes irá por usted, de lo contrario iré yo. Atentamente: El pisuicas>>

Marta se estremeció de miedo, hurgaba en su memoria tratando de descubrir quien le estaba jugando esa broma tan pesada. No logró seguir durmiendo, por lo que se puso a hacer aseo en su casa para mantenerse ocupada.

A las diez de la noche se empezó a poner extremadamente nerviosa y sudaba como si fuera el más caliente de los veranos. A las diez y treinta otro mensaje le entro al móvil, con miedo se dispuso a leerlo.

<< En treinta minutos...>>

No terminó de leer el mensaje adivinando quien lo firmaría. Se vistió con el mejor vestido que tenía, lo hizo porque tenía mucho miedo. A las once en punto el sonido de una carreta sonó frente a su casa, alguien toco la puerta. Marta tenía miedo de abrir, sin embargo, se infundo valor y abrió. Frente a ella se encontraba el Padre sin cabeza, quien se hizo a un lado para que saliera de la casa, ese acto le permitió a Marta ver que la Carreta sin bueyes estaba frente a la entrada de su casa. Las piernas le temblaron, bajo todos los santos habidos y por haber.

—Ese es un buen disfraz y la carreta debe tener algún motor escondido —Se dijo mentalmente a sí misma.

La carreta recorrió las calles desiertas de la capital, hasta el sanatorio; al llagar, el lugar era tétrico, frío y desierto. ¿Por qué acepte venir? Me van a matar, no hay ninguna fiesta. La fría mano de Padre sin cabeza la insto a caminar hacia el portón de entrada, mismo que rechinó al abrirse. Marta sudó frío cuando notó que nadie abría el portón, este se abrió solo. En el ambiente solo se escuchaban sus pasos y el del padre.

Ni los grillos se atrevían cantar en el sitio. Las puertas dobles de madera del desierto y arruinado edificio se abrieron, Marta se detuvo con horror, queriendo huir, pero las puertas se cerraron frente a ella en un abrir y cerrar de ojos De pronto tenues luces empezaron a iluminar el pasillo a la izquierda y luego a la derecha hasta llegar al salón principal, lo que vio le puso los pelos de punta.

La segua bailaba con el cadejo, la bruja Zárate con el Mico Malo, el cual babeaba rabioso. El padre sin cabeza se desplazó a su ritmo y bailo con la mujer de blanco. Ella se pegó a la pared con miedo.

—¡Hola, muñeca estaba esperándote! —Le dijo el pisuicas en su oído.

Ella se giró viendo al demonio invadiendo su espacio personal o al menos a alguien disfrazado de demonio, no obstante, no podía negar que el disfraz es muy bueno.

—¡No crees que seamos reales, pues mira bien! – Todos dejaron de bailar, volteándose hacia ella. Martha palideció al comprobar que lo que se mostraba ante sus ojos era tan real como ella, encontró su voz y pudo por fin hablar.

—Yo no debería estar aquí, yo estoy en el camino de Dios —Dijo ella con convicción.

—Tú piensas que yo, el Pisuicas, me invitaría a una persona buena a una de mis fiestas, pues te equivocas, muñeca. Yo solo invito a lo peor de lo peor y tú encabezas mi lista —Ella tragó el nudo que tenía en la garganta y volvió a hablar.

—Yo voy a la iglesia, no robo y sobre todo no daño a nadie —Inquirió ella. —Muéstrale mi señor —Sugirió la llorona a un lado del diablo, ella extrañamente estaba muy callada.

De pronto las luces se encienden, dejando ver un escenario aterrador, Marta se mira en un espejo, ella está toda ensangrentada y en sus manos porta dos cuchillos igualmente ensangrentados, voltea dejando ver a sus compañeros de trabajo muertos, algunos en los pasillos otros en sus escritorios. Ella suelta una carcajada diabólica, recordó que no la habían invitado a la fiesta de la oficina.

Fin

Kattia Palacios Avilés

11/01/23

Derechos Reservados, Reg# 2302183533978

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