EL REPARTIDOR

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— ¡Ya me voy mamá! —se despidió mientras tomaba su mochila.
— Te vas con cuidado —le respondió ésta desde la cocina.

Salió temprano de su casa, saludando a todos los que lo conocían mientras caminaba a paso tranquilo hacia un local donde varios jóvenes se reunían antes de salir a repartir folletos publicitarios de una compañía de telecomunicaciones.

— ¡Hey Sonic! —le saludó Oliver, un perro pastor, supervisor y único mayor de edad de ese grupo, al entrar.

El erizo azul le saludó con la mano antes de dirigirse al baño con la intención de hacer tiempo en lo que los demás se retiraban pues le gustaba  repartir solo, cuando salió del baño ya no había nadie más excepto el supervisor el cuál le entregó un paquete con los folletos.

Tomó el paquete para guardarlo en la mochila, se fijó en el mapa de la ciudad pegado en la pared atrás de Oliver donde estarían los demás repartidores y salió del local despidiéndose del perro.

Una vez en la zona que escogió y disfrutando de lo fresco de la mañana caminaba dejando los folletos puerta por puerta cuando escuchó a sus espaldas:

— Trae acá esa mochila.

¡¡¡MADRES!!!

Empezó a correr sin voltear a ver a quien había dicho eso, acelerando al escuchar que efectivamente le seguían sin fijarse hacia donde iba intentando perder al que lo perseguía.

Después de unos minutos corriendo volteo sin detenerse para comprobar si lo había logrado pero para su mala suerte tropezó dandole oportunidad a sus perseguidores de alcanzarlo.

Tres tejones con los ojos enrojecidos comenzaron a patearlo sin darle chance de levantarse.

— ¡Ahora veras cabron! —vociferó  uno de los tejones intentando quitarle la mochila.

Sonic solo atino a hacerse bolita para aguantar la golpiza cuando escuchó a alguien intervenir:

— ¡Déjenlo bastardos!

Sin atreverse a levantar la vista el azul solo escuchó algunos golpes y quejidos seguido de unos pasos apresurados alejándose.

— ¿Estás bien? —reconoció la voz, era del que lo ayudo.

Por fin levantó la cabeza y se topo con un joven erizo azabache con vetas rojas vestido solo con una camiseta y un pantalón piyama, que le daba la mano para levantarse del suelo mientras que en la otra empuñaba un palo de hockey.

— ¡Demonios! Mira como te dejaron esos idiotas —exclamó molesto el azabache al ver al azul de pie con la ropa sucia y maltratada, despeinado y sus brazos con raspones— ven conmigo.

Con un movimiento de mano el azabache lo invitó a seguirlo antes de dirigirse al otro lado de la calle hacia un gran portón entreabierto sostenido por un gran muro del que colgaban algunas enredaderas frente al sitio donde habían atacado al azul.

Una regla del trabajo en la calle es nunca entres tú solo a una casa desconocida por muy amable que se muestre el sujeto, regla que le valió pepino a Sonic pues aceptó la invitación sin dudar.

Al traspasar el portón se encontró con un jardín bien cuidado pero infestado con figurillas de gnomos y una casa de dos pisos de fachada vetusta.

— Adelante —le indico el azabache al abrir la puerta de la casa cediendo el paso, una vez que ambos estuvieron adentro dejó el palo recargado junto a un perchero.

Por dentro la casa era limpia y ordenada con muebles clásicos del siglo pasado lo que desconcertó al azul al considerar la aparente juventud de su anfitrión.

—Es de mi abuela —contestó como si hubiera leído el pensamiento del azul— mis padres me enviaron a vivir una temporada con ella aunque se pasa todo el día en el club con sus amigas —señaló un sillón de piel antigüo— Por favor ponte cómodo en lo que traigo el botiquín.

— ¿Porqué eres tan amable conmigo sí no me conoces? —el azul, aún de pie, empezaba a desconfiar con tanta amabilidad.

El azabache alzó una ceja— Quería hacerte sentir mejor después del mal rato pasaste sin embargo —señalo la puerta— puedes irte si es lo que quieres.

— Perdona —desvío la mirada avergonzado por su ingratitud— es que es muy raro que alguien te ayude sin conocerte.

— No te preocupes aunque —hizo una pausa viendolo de arriba abajo— con los niveles de delincuencia de este país me sorprende que anduvieras tú solo en la calle.

— Es mi estilo de trabajo, me gusta ir solo.

— ¿Trabajo?

— Si, mira —metió la mano en su maltratada mochila y sacó un folleto— me pagan por repartirlos. Algo que hacer mientras estoy de vacaciones.

El azabache tomó el papel que le mostraba— Ah ya veo emm... —lo volteó hacia el otro lado leyéndolo— ¿Oliver?

— Nop, Oliver es mi supervisor yo soy Sonic.

— Shadow —se presentó con un movimiento de cabeza mientras seguía con la vista en el folleto que al terminar de leer devolvió al azul.

— Conservalo —contestó negándose a recibirlo— además ya tengo que irme sí quiero terminar.

— Entiendo —el azul captó cierto tono de tristeza— pero antes de que te vayas ¿No gustas algo de beber?

— Agua estaría bien por favor.

Mientras el azabache se iba a la cocina Sonic se quedó contemplando el inmobiliario a su alrededor— “Que ambiente tan aburrido” —pensó al ver que nada excepto el palo de hockey en la entrada era de este siglo— “El pobre debe sentirse solo aquí”.

Considerando el buen acto de su anfitrión, Sonic sacó su teléfono para consultar la hora— Tal vez unos minutos haciéndole compañía no me afecten —susurro.

— Oye... el sillón no va a comerte —dijo burlón el azabache al volver con dos vasos de refresco con hielo y encontrar al azul aún de pie.

— Ah... es que me quedé observando eso —señaló el palo de hockey— ¿Es tuyo?

— Si —contestó mientras le entregaba uno de los vasos— lo traje como un recuerdo de cuando era capitán del equipo escolar allá en Canadá.

— ¿Eras? —interesado en la plática dió un sorbo a la bebida antes de tomar asiento.

Shadow suspiró al sentarse junto al azul antes de continuar— tuve un problema con otro compañero del equipo y el Director me expulsó de la escuela, así fue como terminé aquí.

— ¿Tan serio fue el problema?

— Digamos que el asunto se hizo más grande gracias a que el chico es sobrino del Director.

— Se de lo que hablas, apenas voy empezando la prepa y ya varios maestros me odian debido a lo inquieto que soy.

Sonic comenzó a relatarle varias anécdotas de cómo se hizo enemigo de sus maestros, Shadow a su vez le contaba de su vida en Canadá.

Mientras el azabache hablaba, Sonic comenzó a notar lo carnosos y sensuales que eran los labios de éste. Intentando concentrarse en la conversación fijó la mirada en los ojos de Shadow quedando hipnotizado por los rubíes que tenía.

— “¿Qué diablos me pasa?” —pensó acalorado al desviar la mirada hacia el pecho y notar el blanco mechón que lo adornaba, luchando contra el impulso de acariciarlo.

— ¿Te sientes bien? —preguntó el azabache interrumpiendo la conversación para poner el dorso de su mano sobre la frente del otro— estás un poco rojo.

Aquel suave roce fue la chispa detonante, tenía que probar aquellos labios. Se abalanzó sobre el azabache besándolo con desesperación intentando introducir su lengua en la boca del otro y para su sorpresa éste correspondió.

Sin importarles la caída, ambos terminaron en el suelo alfombrado sin romper el beso quedando el azabache sobre el azul mientras las manos de éste masajeaban el firme trasero moreno sobre el pantalón.

Se separaron jadeando para quitarse ambos las prendas de arriba permitiéndole al azul admirar el abdomen bien marcado del azabache y cuando se bajó el pantalón...

Chaos... va a doler”

Trago saliva al ver el gran y grueso miembro moreno ya erecto. Shadow le miró con picardía por un momento antes de comenzar a quitarle el pantalón y el calzoncillo con estampado de rings, los cuales arrojó lejos una vez que logró desnudar al azul.

Con el corazón a mil por hora, vió como el azabache tomaba su miembro semierecto y comenzaba lentamente a masturbarlo aumentando la intensidad poco a poco.

— “¡Carajo!” —pensó el azul recostado en el piso disfrutando de la placentera paja— “ni yo logro que se sienta así de bien.”

Comenzó a arañar la alfombra al sentir el orgasmo cerca y levantando ligeramente la cadera se corrió en la mano del azabache.

Mientras permanecía recostado con los ojos cerrados respirando agitado, Shadow aprovechó los restos de semen en su mano para lubricar la virgen entrada, alineó su miembro y sin avisar le penetró de una estocada.

— ¡Argh! —se quejó ante lo brusco del acto.

— Shhh... —el azabache colocó un dedo sobre los labios duraznos— no voy a moverme hasta que estés listo —retiró su dedo para darle una lamida en los labios y de ahí paso a su cuello donde comenzó a besarlo y darle pequeños mordiscos.

Dándole besos, descendió del cuello hacia el pecho durazno hasta llegar a los pezones los cuales lamió brevemente antes de regresar a atacar los labios del repartidor. Unos minutos más y la sensación dolorosa se desvaneció, Sonic comenzó a mover la cadera por lo que el azabache sin dejar de besarlo sacó un poco su miembro y volvió a meterlo aumentando la velocidad con cada embestida.

El grueso miembro en su interior se sentía tan bien— ¡Ahhh ahí, ahí! — gritó al sentir su próstata ser golpeada.

El azabache se incorporó para tomar ambas piernas azules aumentando la fuerza de sus embestidas mientras Sonic se retorcía y gritaba, jamás pensó que su primera vez sería así de placentera y menos con un chico.

Dejándose llevar por el éxtasis— ¡Oh fuck! —Shadow se olvidó del español— ¡You 're really hot!.

Perdido en el goce sexual el azul miraba el techo, sus pensamientos se volvían incoherentes con cada embestida y al sentir la cálida escencia del azabache llenar su interior, su mente quedó en blanco al alcanzar el climax corriendose por segunda vez salpicando a ambos.

Jadeando, el azabache lentamente sacó su miembro antes de dejarse caer junto a Sonic para descansar.

A pesar de haberse corrido dos veces el azul estaba lejos de sentirse cansado o satisfecho así que aprovechando que el azabache estaba recostado a su lado se montó sobre él buscando más.

— ¿Listo para otra ronda? —preguntó coqueto frotándose con la entrepierna del moreno.

— ¿No tenías que seguir con tu trabajo? —preguntó burlón mientras acariciaba los muslos del azul.

Pensativo, Sonic colocó una mano en su mentón un momento antes de sonreír e inclinarse a besar al azabache....

••••••••••••••••

El antiguo reloj con números romanos en la carátula anunció la hora dando seis campanadas y ellos aún seguían desnudos sobre la alfombra.
Sin importarle lo tarde que era ni que no cumplió con su trabajo o que en cualquier momento su mamá le marcaría al celular preocupada, Sonic descansaba recostado en el suave mechón blanco emitiendo un ronroneo mientras el azabache lo abrazaba.

En aquel ambiente tranquilo iluminado por la luz del atardecer que se filtraba a través de las cortinas de encaje en las ventanas, con el suave tic tac del reloj como único ruido y disfrutando del calor corporal del azul, el adormilado azabache olvidó un pequeño detalle:

-— Aceitunita —una anciana eriza rojo oscuro de impecable peinado acababa de entrar a la casa— ya regre... ¡Por Chaos! ¿Qué es esto?! —exclamó alterada al encontrar a los avergonzados jóvenes de pie cubriéndose con unos cojines en la sala.

— ¡Shadow, esto es el colmo! —dio un taconazo indignada a lo que el azabache rodó los ojos con fastidio— Te doy asilo en mi casa mientras que allá tu padre se rompe la cabeza intentando arreglar tu problema legal con los The Jackal y tú la conviertes en un lupanar, eres un...

Al percatarse de que Sonic, abochornado, estaba escuchando todo la anciana interrumpió el sermón— Voy a retirarme a mi habitación y cuando regrese tú y yo vamos a hablar seriamente.

Dicho esto se dirigió hacia las escaleras para subir a la segunda planta donde dió un portazo.

Repuestos de la sorpresa y del regaño los erizos comenzaron a recoger sus ropas para vestirse pero el azul curioso por lo que acababa de pasar preguntó:

— ¿Problema legal? ¿Pues que hiciste?

El azabache ya con el pantalón puesto resopló y sin mirarlo a los ojos respondió:

— Drogué a mi compañero con una soda para poder cogermelo.

Un fugaz recuerdo pasó por la mente de Sonic— Espera... ¿QUÉ?!!!

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