Son las 3 AM. Me despierto sobresaltada; con una sensación en el pecho, mezcla entre confusión, angustia y olvidos. Trato de enfocar mi mirada y entender en dónde estoy. Es simple: me encuentro en mi habitación, en mi cama... aún así siento como si estuviese en un mal sueño. Me incorporo rápidamente y me fijo hacia mi lado derecho. Me encuentro con una figura proyectada por la luz de la luna que se cuela por la ventana. Me tiento a tocarla para que despierte y saber quién es... y es ahí cuando vuelvo a la realidad y reconozco con dolor que esa figura es Rafael, aquel amor que pensé que era para toda la vida.
Me quedo observando esa espalda a la que muchas veces me aferré, era el muro de mis lamentos y pasiones; esa nuca que arañé con desesperación en los momentos más eufóricos de nuestras batallas amatorias; ese cabello renegrido y sedoso entrelazado en mis dedos, acariciando sus sienes y sus ternuras... y, ¿en qué momento se volvió un perfecto desconocido? ¿Cómo todo este lugar se tornó una cárcel de la que quiero escapar?
Y los gritos, las miradas iracundas, los silencios asesinos, la rutina mortuoria; todo aquello que llegó de un momento a otro para quedarse y separarnos sin razón alguna... ¿sin razón alguna? Sabemos muy bien cual es el motivo mayor de esta guerra sin tregua: la comunicación que nos prometimos y que jamás cumplimos, las sinceridades que se volvieron sincericidios cuando el volcán de la intolerancia explota... todo al bote de basura... todo lo construido derribado... todo lo amado ahora perdido en la indiferencia.
Con sumo cuidado salgo de su lado y comienzo a armar una pequeña maleta. Allí llevaré los mejores recuerdos de lo que podría haber sido y que nunca tuvimos el valor de emprenderlo y, por última vez, le doy un beso mental a esa figura que creí conocer alguna vez. Cierro tras de mi la puerta del cuarto, dejando al que fue mi esposo por tanto tiempo hundido en su sueño y su ignorancia... mañana a la mañana quizás se dé cuenta que la mujer que vivía con él pueda que quede como recuerdo... o solo haya sido una ilusión mañosa de sus pensamientos gastados.