Veinticinco.

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—Esto se siente como una cita —murmuré para mí mismo mientras veía cómo Thiago pedía la comida.

¿En qué momento pensé que era buena idea esto?

Maldije en voz baja varias veces y no, no me quejaba de la cita, me parecía agradable y me estaba divirtiendo, de lo que me quejaba era de tener que mantener en secreto la estúpida fiesta.

No sabía guardar ese tipo de secretos y todo el mundo lo sabía.

—Después de comer, podríamos ir a una cafetería que es bastante popular por sus postres —sugirió Thiago, quien se encontraba sentado delante de mí.

No me había dado cuenta del momento en el que había llegado. ¿Tan perdido en mis pensamientos había estado?

—Lo que quieras, es tu cumpleaños. —Me encogí de hombros.

—Que sea mi cumpleaños no quita el hecho de que tú también puedas opinar, ¿sabes?

—Ya, ya. —Me peiné el cabello hacia atrás con los dedos.

—Te noto nervioso, ¿ocurre algo?

—No es nada, simplemente la vida —me excusé.

¿Cómo podía ser tan malo mintiendo?

—Es verdad, ¿qué tal el psicólogo? —preguntó.

—Creo que me va... bien —suspiré, más relajado.

Eso, cambia de tema.

—Define "bien".

—No sé, ¿bien? —Vi cómo rodaba los ojos—. Me refiero a que me siento mejor, creo que me está ayudando, no sé, llevo yendo solo una semana.

—Una semana son siete sesiones, Benjamín, algo habrás progresado.

—Ya, ya, aunque siento que ir todos los días me agobia un poco.

—Quizá puedas cambiar un poco el horario y así te manejas mejor, no sé, depende de cada quién. —Tomó una patata frita y la mordisqueó.

—Para hacerle eso a la patata, mejor ni la toques, Thiago —me quejé—. Me estás ofendiendo.

—Oh, perdona mi terrible osadía —rio—. Cuidado, no vaya a ser que le eche mostaza también.

—Por Dios, Thiago, como te atrevas a echarle mostaza a las patatas fritas, ahí se acaba nuestra amistad.

—Ni siquiera me gusta la mostaza. —Sacó la lengua, asqueado.

—Pero eres capaz de hacerlo solo para molestarme, nos conocemos.

—Capaz, pero no me voy a arriesgar. —Se encogió de hombros.

—Incluso puedes llegar a ser inteligente, increíble —bromeé.

La verdad era que no tenía mucha hambre, pero jamás me negaría a unas buenas patatas fritas y mi mejor amigo lo sabía. Estaba seguro de que por eso las había pedido, porque él no era un gran fan de estas y, aunque tampoco las detestaba, no las pediría para comer por gusto propio.

Acabó desenvolviendo su hamburguesa y dándole un gran bocado mientras que yo me comía patata a patata. Después, le seguí, probando la mía, no estaba mala ni buena, pero llenaba, así que no me quejaba.

Charlamos de un par de sinsentidos más y salimos del restaurante para dirigirnos a la cafetería. Anduvimos durante un rato y durante ese recorrido, no pude evitar caer en la tentación de entrelazar nuestras manos.

Él no protestó ni dijo nada al respecto, por lo que lo tomé como una luz verde. A pesar de que le había pedido tiempo a Thiago, a veces pasaban situaciones como esta, en las que nos comportábamos más cariñosos de lo normal. Ambos teníamos claro que, hasta que yo no me encontrara mejor psicológicamente, no saldríamos juntos, pero todo eso no quitaba el hecho de que nos gustábamos y un montón.

Sin embargo, me agradaba mucho la sensación de poder ir con tranquilidad y que ambos nos diésemos nuestro espacio siempre que fuese necesario.

Al llegar a la cafetería, obligué a Thiago a sentarse mientras yo hacía el pedido. Opté por varios trozos de tarta de distinto sabor y un té para acompañar.

—¿Qué has pedido?

—Sorpresa, sorpresa —sonreí y me balanceé de un lado a otro en la silla—. Creo que te va a gustar.

—Cualquier cosa que provenga de ti, me va a gustar, Benjamín, así que agradecería que fueras más explícito —bufó, haciéndome sonrojar.

—Deja de decir bobadas, Thiago. —Abulté el labio inferior.

—¿Acaso miento? Me gusta todo lo que venga de ti, hasta cuando te comportas de forma tan infantil —sonrió.

¿Puedes dejar de ser tan hermoso y romántico? Gracias.

—Eres un cursi, luego te quejas de Zack y Hass.

—Es diferente verlo que serlo —argumentó.

—Verlo da grima y serlo no, supongo que esa es la diferencia —dije con burla.

—Básicamente, pero cuando lo soy, te sueles sonrojar, por eso me gusta tanto molestarte, sobre todo cuando arrugas la nariz sin darte cuenta, me parece adorable.

—Como sigas diciendo esas cosas, me levanto y me voy. —Intenté cubrirme el rostro para evitar que me viera tan avergonzado.

Sabía que lo hacía a propósito, pero mierda, él sabía mis puntos débiles y los aprovechaba bien.

—Vale, vale, era una broma.

De repente, el camarero vino con nuestro pedido.

—Creo que te puede gustar la mezcla de sabores —musité—. El té es para que puedas tener algún líquido acompañando.

Él se relamió los labios y sonrió. Agarró un cubierto y comenzó a partir los pedazos de tarta en trozos aún más pequeños, para después comérselos.

—Vale, esto está muy bueno —dijo, tomando otro bocado.

—¿En serio?

Asintió y también bebió un trago del té.

—Me gusta mucho —expresó.

Yo no pude evitar maravillarme por su expresión genuina de felicidad, que quizá ni siquiera se había dado cuenta de que había hecho, pero que definitivamente había sido un exponencial causante de mi posible infarto.

Antes de que pudiera responderle, unos gritos me interrumpieron.

—¡Por eso nadie te quiere, Airy! —gritó dicha voz.

Me giré, sorprendido por el nombre, viendo que ahí estaba mi salvador. Respiré con lentitud mientras lo observaba reírse de la situación que estaba ocurriendo. No sabía quién era, pero tenía un cabello muy vistoso de color lila y se encontraba cubierto de café o alguna bebida similar.

—¡Airy! —exclamé involuntariamente.

Segundos después, me cubrí la boca, avergonzado y me encogí en mi asiento mientras Thiago se reía silenciosamente.

—Mira, alguien te ha llamado, imbécil —indicó su compañero.

—¿Ben?

Escuché su voz detrás de mí. Me armé de valor para mirarlo y asentí.

—¿Qué tal? —susurré.

—Uh, bien, creo —sonrió—, ¿y tú? ¿Qué tal lo llevas?

—Voy poco a poco, pero mejorando.

—Me alegro —rio—. La verdad es que pensaba que nunca nos volveríamos a ver, pero es una agradable sorpresa.

—Sí. —Un incómodo silencio se instaló entre nosotros—. Por cierto, ¿quién es ese que dice que nadie te quiere?

—Ah, ese, Niss, mi mejor amigo. Está enfadado, ya se le pasará. —Hizo un ademán, restándole importancia al asunto.

—¿Qué le has hecho?

—¿Yo? —cuestionó, ofendido—. Solamente se me ha caído "sin querer" el café sobre su camisa nueva.

—Ah, sí, sin querer. —Solté unas carcajadas—. Bueno, como verás, yo estoy con Thiago. —El mencionado saludó con la mano—. Es su cumpleaños y hemos venido para comer tarta.

—Oh, ¿su cumpleaños? Felicidades. —Thiago le agradeció y siguió con sus asuntos—. La tarta de aquí está buenísima, la verdad, excelente elección...

—Airy, Niss, llegamos tarde, espero que ya tengáis vuestro café —bufó un chico que se encontraba abriendo la puerta mientras miraba su teléfono.

Levantó su mirada, la cual se dirigió directamente hacia Niss, lo miró de arriba a abajo y suspiró, totalmente decepcionado. Aun así, parecía acostumbrado a situaciones parecidas, porque no estaba para nada sorprendido.

—Mya. —Niss hizo un puchero—. Mira lo que me ha hecho tu hermano.

—Deja de llorar y ve a cambiarte, ¿quieres? —resopló el otro.

—¿Con qué? —El teñido frunció el ceño mientras se cruzaba de brazos.

—Vamos al coche, ahí habrá ropa —suspiró y dirigió su mirada hacia nosotros por primera vez—. Airy, date prisa.

—Ya, ya —respondió este—. Mya, mi hermano, del que te enseñé fotos. Suele ser más simpático, pero bueno, como verás, está de mal humor.

Reí y asentí.

—Supongo que necesitas irte, te han llamado varias veces ya.

—Sí, lamentablemente. Me habría gustado hablar más contigo, pero ya será la próxima. Nos vemos —se despidió y con un movimiento de mano, desapareció tras cruzar la puerta, sin siquiera dejarme responder.

—Es un chico simpático —comentó Thiago.

—Sí... Por cierto, ¿qué hora es?

—Las seis, creo, no sé. —Se encogió de hombros.

Mierda, la fiesta era a las 18:15.

—Deberíamos ir yéndonos —reí nerviosamente.

—¿Por? Aún es pronto.

—Porque sí, anda, Thiago, te acompaño a casa, ¿vale?

Él suspiró y aceptó de mala gana irse.

Thiago se tomó con mucha tranquilidad lo de ir de vuelta a su casa, mientras que yo parecía un manojo de nervios. A pesar de que lo quería mucho, sí que lo maldije varias veces por ir demasiado relajado.

Acabé tomándolo por el brazo y andando a paso rápido para que me siguiera el ritmo y que llegáramos a tiempo, cosa que no íbamos a hacer porque quedaban dos minutos para que fueran y cuarto y aún nos quedaba un rato de camino.

Sorpresivamente, conseguimos estar delante de su casa antes de que fueran las seis y media. Suspiré aliviado y comencé a repasar el plan mental que me había hecho de camino.

—Thiago, como sabrás, todos te queremos mucho y...

—¿Me habéis hecho una fiesta sorpresa? —me interrumpió con una sonrisa ladeada.

—¿Qué? ¿Cómo mierda lo has sabido? —cuestioné.

—Tengo dos mejores amigos poco discretos. —Se encogió de hombros—. Por si no sabes a quiénes me refiero, son Zack y Elián.

Abrí la boca, sorprendido.

—¡Me he esforzado tanto para callarme para que vosotros lo destriparais, cabrones! —espeté.

Todos salieron de la casa mirando mal a los dos mencionados.

—¡Fue sin querer! —replicó Elián.

—Quién diría que Thiago sería tan inteligente. —Zack se rascó la nuca mientras desviaba la mirada.

Forcé una sonrisa mientras me crujía los dedos.

—Comenzad a correr —sentencié.

—Oh, oh, esperad, no puedo dejar que nadie muera hoy. —Thiago me atrapó por la cintura y me retuvo—. Si queréis, me puedo hacer el sorprendido y eso.

—Podrías haber hecho desde un principio en vez de estropear la sorpresa —resopló Hass mientras activaba la pistola de confeti y todo este caía sobre nosotros—. ¡Sorpresa, Thiago!

El cumpleañero rio y agradeció.

—Ya no tiene gracia. —Me crucé de brazos.

—Lo valoro igual, Benjamín, os habéis esforzado un montón y os lo agradezco.

—Sí, sí, basta de cursilerías, entremos porque quiero comer tarta —ordenó Tyler, quien fue el primero en entrar a la casa.

El resto le siguió y solo quedamos Thiago y yo fuera.

—Quita esa cara de enfado, anda —rio este, soltándome por fin.

—Era una sorpresa. —Hice un puchero.

—Ya sabes que es difícil sorprenderme.

—Si esos dos no hubieran abierto la boca, te hubieras sorprendido.

—Ya me sorprenderás otro día, quizá lo logres con los regalos, quién sabe. —Chasqueó la lengua y comenzó a caminar.

—Sí, sí, los regalos...

Realmente había querido impresionarlo, pero no por nada, sino porque él había pasado las últimas semanas ayudándome en todo y apenas había tenido tiempo para sí mismo, por lo que seguro que le habría encantado.

—Deshaz ese puchero y sonríe, anda, ese es el mejor regalo de todos.

De repente, una bombilla se me encendió.

—Un momento, Thiago. —Lo agarré para que se detuviera—. Cierra los ojos, ¿va?

—¿Uhm? —Aunque parecía dudoso, me obedeció.

Para asegurarme aún más de que no veía, utilicé mis manos para cubrir sus ojos.

—Es un secreto —susurré.

No sabía si era buena idea hacerlo, pero inspiré profundamente antes de presionar mis labios contra los suyos durante unos instantes.

Me aparté con rapidez y comencé a andar hacia la puerta de su casa para que no viera mi sonrojo. Él abrió y cerró los ojos varias veces y antes de que pudiera entrar, me sostuvo contra el marco.

—¿Eso ha sido un beso?

—¿Y tú qué crees? —tosí, nervioso.

Él volvió a una sonrisa ladeada.

—Hubiera preferido que fuera más largo.

—Pues si no te ha gustado, dámelo tú como quieras —refunfuñé.

Se quedó en silencio unos segundos y suspiró.

—Tú me lo has permitido, Benjamín, después no te quejes.

No pude replicar porque me tomó por la cintura y juntó nuestros labios con suavidad. Definitivamente, no era un beso desesperado ni necesitado, era dulce y agradable y, quizá, parte de la sensación venía por el sabor de los trozos de tarta que había comido con anterioridad.

Me gustaba besar a Thiago (como si lo hubiera hecho muchas veces, estando consciente, claro) porque siempre me daba espacio para dudar y decidir si seguir adelante, profundizar el beso o apartarme.

Mi corazón siempre latía con rapidez y sentía fuertes cosquillas en el abdomen.

Si tuviera que comparar los besos de Thiago con alguna sensación, diría que se parecían a los primeros amores, esos que son intensos, bonitos y de los cuales puedes acabar obsesionándote, además de que jamás te olvidarías de ellos. Sí, exactamente ese era el sentimiento.

Cuando nos separamos, nos miramos fijamente a los ojos hasta que una voz nos interrumpió.

—La idea era que Thiago se comiera la tarta, no a ti, Ben —se quejó Tyler.

No pude evitar sonrojarme y apartarme bruscamente.

—¡Eres un imbécil, Tyler!

Escuché la risa de Thiago y del resto.

Al menos él estaba feliz y eso era lo más importante hoy.

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Atención: el próximo capítulo es el epílogo.

Estado: líquida.

OS JURO QUE NO ESTOY PREPARADA. ES EL CAPÍTULO MÁS CURSI DE TODA LA NOVELA Y CUANDO LO LEO, ME DAN GANAS DE IASJDAKSDASJDASKJDAKSJDAHK. 

LOS AMO TANTO.

Hablando del capítulo, es cierto que Ben y Thiago se iban a dar un tiempo, pero vamos, que ya hemos podido observar que no pueden. Tienen una dinámica rara en la que se comportan como pareja pero no lo son y aunque parezca un poco incongruente, eso es lo que Ben necesita: espacio. No está preparado para tener esa etiqueta de "pareja", pero también le gusta Thiago. 

En fin, la adolescencia.

Y EL BESO, cuando ellos dos se besan, yo dejo de tener problemas os lo juro. Son adorables 😭😭. 

Ah, y no sé cuándo publicaré el epílogo, pero antes de fin de año seguro akjshdasjkd.

Bueno, espero que os haya gustado este capítulo, porque si sí, el siguiente os encantará kasjdasjdasjdajsdaks.

Besitos de media mañana.

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