Capítulo 11

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—¡Jeon JungKook!

El nombrado se sobresaltó ante el grito de su hermano menor llamándolo. Casi se le salía el corazón.

—¿Qué sucede, YeonJun? —preguntó cuando la calma había regresado a su cuerpo y frunció el ceño— ¿Quién te dió el derecho de llamarme por mi nombre, mocoso? ¿Dónde están tus modales?

—Estoy aquí parado hace cinco minutos, hablándote. Es tú culpa si no escuchaste. —le reprochó mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho—. ¿Qué estás haciendo?

El rubio cubrió rápidamente el pedazo de papel sobre su escritorio.

—Tarea.

—Ajá, claro. —rodó los ojos—. No me mientas, ¿qué estás dibujando?

Suspiró, rendido. Realmente, JungKook debía aprender a dejar de ser tan obvio o algún día iba a tener un pase de mala suerte.

—Solo es... Una amiga.

YeonJun se acercó curioso hasta el escritorio de su hermano y admiró el retrato frente a sus ojos. Su hyung siempre había sido un buen dibujante, muy detallado, pero en aquel papel en blanco había plasmado mucho más que el bonito rostro de su "amiga".

—Di lo que quieras, pero ella no es una amiga. —JungKook lo miró con el ceño fruncido—. Cómo sea, es uno de tus mejores trabajos, hyung. ¿Cuál es su nombre?

—Kim TaeRi.

YeonJun asintió.

—Llevamos solo dos semanas en nuestras nuevas escuelas y estás enamorado. —suspiró, logrando así contener una risa al ver cómo subían los colores al rostro de su hermano—. En fin, deberías traerla a casa. De seguro nuestros padres querrán conocer a tu futura novia.

—¡Jeon YeonJun!

El dibujo fue olvidado en el escritorio cuando el rubio salió persiguiendo al rufián de su hermano menor, las risas y el desastre inundando la casa de los Jeon.

Luego de una reprimenda de sus padres por correr dentro de la casa, cada uno volvió a su habitación y JungKook miró el retrato desde la puerta.

Bien, sí, TaeRi era realmente maravillosa en todos los sentidos. Pero él no creía y no podía estar enamorado; primero, solo tenía dieciséis. Segundo, ¿quién se enamora en tan poco tiempo? No estaba tan necesitado de tener una novia a esa edad.

Pero, tal vez, YeonJun tenía razón.

Nunca vio a TaeRi como una amiga.

Luego de un pesado y agotador día jueves de clases, cada uno de los estudiantes se encontraba saliendo con evidente cansancio desbordando por su aura. Todos deseaban que fuera viernes para recibir su merecido descanso, o para salir a divertirse.

TaeRi quería dormir lo que no había dormido durante esos días por estudiar para sus exámenes.

Se despidió con una sonrisa de JungKook, pues sus viviendas estaban en diferentes direcciones, y caminó con tranquilidad el camino de siempre.

No vivía en una zona donde la abundancia de gente fuera presente, era más bien tranquilo y con pocos tumultos de gente. Eso le gustaba.

Estando solo a unas pocas calles de su casa, y con su canción favorita acariciando sus oídos, TaeRi divisó un rostro que le parecía conocido avanzar por la calle del frente.

Se detuvo a observarlo, ¿dónde había visto ese cabello castaño y esos ojos desbordantes de falta de felicidad?

Y entonces, lo recordó.

"—Son tus padres, Hobi. Deberían entenderlo, porque te aman como eres y no por tu género.

—Lo sé, pero sabes lo raro que es mi padre. ¿Cómo sé si no me enviará al ejército por su complejo de masculinidad y su típico "siempre quise tener un varón que pueda manejar la empresa que fundé"?"

No era un chico, esa persona era una chica, igual que ella. Entonces, ¿por qué seguía viéndose como en ese entonces? ¿Por qué no había cambiado? ¿Por qué tenía esa fachada tan masculina?

TaeRi entendía que no era necesario un cambio físico para ser trans, pero, aún así, ¿por qué se veía tan triste?

Su respiración se volvió errática y su pecho se oprimía conforme avanzaban los segundos y aquella persona desaparecía de su vista. Sentía ganas de vomitar, su mirada se nublaba por las lágrimas que empezaban a acumularse.

Se sentía enferma y fuera de sí. Ni siquiera ella misma estaba segura del por qué.

Esa persona siempre tuvo un lugar importante en su memoria, pues gracias a la conversación que escuchó logró comenzar a entender el por qué se sentía tan fuera de sí misma como un chico y por qué ser una niña le parecía tan bonito.

Esa persona le abrió las puertas a un nuevo mundo que pronto le traería la felicidad y estaría eternamente agradecida por ello. Pero, si querían lo mismo, ¿por qué no fue feliz? ¿No pudo decirle a sus padres? ¿O acaso no lo aceptaron? ¿Eran personas demasiado cerradas de mente como para entender?

Sintió sus piernas temblar y apoyó su peso en la pared del minimarket que estaba ahí.

Como pudo, sacó su celular de su mochila y, con las manos temblorosas, marcó a su padre.

—Hola, hija, ¿qué sucede? —escuchó cuando su llamada fue respondida.

—Papá... ¿P-Puedes venir a buscarme? —susurró.

¿TaeRi? ¿Qué sucede? ¿Dónde estás?

E-En el minimarket que está cerca de casa.

—Voy para allá.

La castaña no supo en qué momento se cortó la llamada ni cuánto tiempo tardó su padre en llegar. Solo supo cuando su progenitor estuvo frente a ella y comenzó a llorar desesperada. Dolida. Confundida. Furiosa.

Porque la sociedad era una mierda. Porque las personas no tenían por qué abandonar aquello que las hacía felices si no lastimaban a nadie.

Porque, definitivamente, no era su culpa que la naturaleza biológica les haya brindado un género no se identificaban.

[La vida no es color de rosas, pero que alguien sea infeliz en su propio contenedor de vida... Es una vida monótona, no es una vida de verdad. Es una tortura constante.]

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