Capítulo 25 Dilo

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2005

Ontari no podía estar tanto tiempo en casa de Eliana como a ella le gustaría, cerrar ese episodio de su vida, ¿alguna vez más pensó Lexa en ella? ¿Se hubiera preguntado como era su vida si hubieran acabado juntas? Ella se lo preguntó en un principio. Mucho, cuando tuvo en brazos por primera vez a su hija y vio que tenía más de esa piloto de lo que creía, había heredado sus preciosos ojos verdes:

– ¿qué tal por Ashland Heights?

Quiso saber Murphy en cuanto entró en el piso, era un cabezota negado a la hora de jubilarse, sobre todo si en el puesto de directivo podía controlar lo que hacía "su" niña en Rapid City. La mujer de éste hizo por costumbre ya quitarle la americana y la corbata, no es un gesto que él exigiera, quizás es una parte de su personalidad que más le gustó, incluso que tuviera esa faceta tan comprensivo le hizo dudar de su orientación sexual, pero no:

– Tengo que regresar mañana– Murphy no puso buena cara– Tengo bien vigilada a la niña estos días, no hace falta que llames a tus perros guardianes, así que no pongas esa cara.

Dijo doblando la americana de color ceniza en su brazo y la corbata. Ella regresando al pasado y su marido del presente esperándola. Suspiró y pasó su mano por su pecho, una mujer con suerte pensó, no es el típico hombre con el paso de los años le crece la barriga cervecera. Ya no es que tenga cuerpo esbelto de treintañero, pero mantuvo la figura y las canas le hacían un atractivo a lo Richard Gere. Él tampoco sabía su historia con Lexa, cuando le conoció le contó la misma versión que a su hija, lo contaba tan segura que al final acabó creyéndoselo, hasta que recibió la llamada "eh, una tal Octavia Black vino buscándote" Murphy alzó un poco la mirada de Ontari, que estaba más seria de lo normal:

– Como sigas con esa cara te saldrán más arrugas de las que tientes.

Destilaba romanticismo por todos los poros de su piel... comenta la narradora con tono irónico... Ontari gruñó y se separó de él que curvó la comisura de los labios:

– Váyase a duchar viejo

Pasó por su lado y le dio una palmadita en el trasero. En lo que fue a colgar la americana en el perchero, curvó la comisura de sus labios. Su historia no empezó como el caballero que se enamora de ella y la corteja, para nada Murphy resultó ser un grano en el culo y una de las primeras frases que le dijo cruzándose por el pasillo del hospital fue esa "no vayas con esa cara, que te saldrán arrugas". En lo que su marido fue a ducharse, Ontari sacó su pequeña caja de recuerdos, una que tenía guardada en el fondo del armario, el pequeño rincón de Lexa, tenía suerte de que Murphy no era un fisgón ni tan controlador, no como marido, porque como padrastro era de los que sacaban el rifle rápido, sentada en la cama se preguntó, pudo haber tenido más hijos, sin embargo Ontari no los quiso tener más. Miró las pocas fotos que tenía junto a Lexa y un par de cartas sin remitente en el que le escribía "hola Lexa, tienes una hija" cartas que nunca llegaron a sus manos evidentemente y puede que lleguen tarde, puede que la odie hasta el último día de su vida, si le llegará a Alex:

– ¿qué haces?

Escuchó a Murphy a su espalda, Ontari dio un pequeño brinco, guardó las fotos y las cartas en la caja y dio media vuelta. Había hecho la pregunta como aquel que dice ¿cómo te va colega? Se estaba secando el pelo enfrente del espejo:

– Son unos apuntes de cuando ejercía medicina en Rapid City

Murphy alzó una ceja y miró pícaro a su mujer:

– No creo que le interese a Alex leer como le metías el dedo en el culo a tus pacientes para encontrar la próstata.

– No me enfade Dr. Murphy o me pongo guantes y lubricante.

El hombre se sentó en su lado de la cama con una sonrisa:

– Ya me gustaría jugar cariño, pero mañana madrugo tengo una reunión importante

– Deberías jubilarte ya, tanto trabajo a tu edad no es bueno.

– Deberías quedarte en casa haciendo punto de cruz– dijo imitando su vocecita– mover tu culo arrugado no es conveniente para tu corazón de anciana

Ontari achicó los ojos:

– Madura

Murphy comenzó a ponerse el pijama entre risas:

– Cuando lo hagas tú bonita

– Entonces moriremos como unos viejos inmaduros

El hombre de ojos azules la miró y la encontró sonriendo. ¿Murphy terminó siendo el amor de su vida? No, nunca lo consideró como tal, nunca sintió con él lo que sí con Lexa. También aprendió que el amor no se mide de misma manera con cada persona, ¿se puede querer a dos personas igual? No, al igual que cada persona es única, el amor que se siente por esa persona igual. Nunca le dijo "te amo" pero casi todos los días de su vida "te quiero" lo suficiente para pasar el resto de sus días y no le fue tan mal.

Al día siguiente esperó a Alex en su piso, sabía que libraba ese día y le había pedido que pasara un par de horas con ella. A ver cómo le explicaba, "quien crees que era tu padre en realidad es tu madre, naciste intergénero porque tu madre lo era" se pasó la mano por la cara, se sentía horrible, maldijo a Octavia y por ser tan metiche. Era feliz en la ciudad con su marido y una hija exitosa, ahora Eliana su medio hermana y con el carácter irritable de Clarke, pedía conocer a Alex, había dos opciones, se lo decía la propia Eli o se lo decía la misma Ontari:

– Sé que era mi día libre– Comenzó a explicar Alex acercándose por el pasillo– pero tuve que ir a una urgencia– dibujó una sonrisa, hasta en su sonrisa era igualita a Lexa, ¿Cómo odiar a Lexa? Le había dado lo más bonito que tenía en su vida– Bueno, ya sabes cómo va esto– abrió la puerta de su piso entre risas– a veces se me olvida que soy hija de grandes médicos.

– Es una característica que me encanta de ti hija, que seas tan cabeza loca y despistada...

Alex esperó a que entrara y cerró la puerta tras ella, forzó una sonrisa y ayudó agarrando la caja que trasportaba en las manos su madre, mientras caminaban hasta el salón y se sentaban en el sillón de terciopelo azul marino:

– Lo dices porque él era así ¿verdad?

Ontari puso una expresión divertida:

– Cabeza loca lo era un poco– dio unos golpecitos a la caja que tenía sus manos– sé que te he respondido todos estos años con vacilaciones cariño, por eso hoy te voy a contar la verdadera historia de cómo conocí a tu madre...

Se le escapó una pequeña carcajada y agarró la mano de su madre:

– Dirás mi padre

– Mi vida, espero que pongas atención a lo que te voy a decir, naciste hermafrodita porque tu madre lo era– Alex se puso seria enseguida y frunció el ceño– era piloto en las fuerzas aéreas de Ellsworth y no murió en la guerra de Vietnam como te dije.

7 de Junio de 1969

Puede que sea una obviedad, en mis manos sostenía un gran ramo de flores. No un ramo de rosas rojas. Hasta ese mismo día desconocía que cada flor tenía un tipo de significado, el ramo de claveles rojos, siempre había asociado el rojo al amor y pasión, pues según me contó la florista es que el clavel rojo significaba amistad, en cuanto me dijo eso le dije que quería uno enorme, como si eso justificara mis actos despreciables. Ella me dijo que no, que no la siguiera, que no insistiera y yo insistí la perseguí y no paré hasta enamorarla, le convencí de que siempre la escogería a ella y cualquiera con dos dedos de frentes la escogería a ella. Es decir, si comparo historial, la relación más sana siempre ha sido con ella, pero luego pienso, ella se merece alguien mejor que yo, que la ame y la merezca. Sana o toxica, amo a Clarke.

Me reacomodo en su porche cuando veo su coche acercarse por el camino. A lo mejor los claveles confunden, no caí en la cuenta de que Ontari no es florista, tendría que haber cogido mejor unas margaritas blancas tan simples como eso. Suspiré y esperé a que saliera de su coche:

– ¿Cómo lleva el día doctora?

Después lo pensé, justo en mi despertar confuso así es como la llamaba. Por lo que se ve tampoco prestó mucha atención, parecía estar de mal humor, justo ese carácter fuerte que muchas veces solía tener con contestaciones bordes. Estaba sacando su maletín de la parte trasera del coche y me gritó aun sin verme:

– Nauseabundo, no he parado de tener mareos

Me acerqué a ella preocupada, tampoco quería que se enfermara:

– ¿Estás bien? Deberías ir al médico a lo mejor es grave.

Para en seco y me mira con el ceño fruncido, primero a mi rostro y después al ramo que tengo en la mano. Pues no hubo ni pizca de ilusión ¿qué le pasaba las mujeres de ese pueblo? El día anterior le hice un regalo a Clarke y tampoco le puso buena cara, últimamente andaban muy agresivas:

– Te olvidas de que soy médico Woods, no es nada grave, solo un parasito– Volvió a mirar el ramo de flores– no es mi cumpleaños, en todo caso gracias– señaló el cubo que usaba para tirar la mierda que limpiaba en el porche– déjalo ahí cuando me acuerde lo pongo en un jarrón.

– Te estás pasando un poco ¿No crees?

Había retomado el camino hasta su entrada, cuando volvió a parar:

– Todo el mundo tenemos un mal día, perdona por ser humana– se puso a rebuscar las llaves en el maletín de cuero– de todas formas odio los regalos.

Volví acercarme e interponerme en su camino, miré el colgante que tenía en su cuello y lo toqué, era un atrapa sueños, recuerdo muy bien el día que lo compre y las razones por el que lo hice, tampoco me olvido que ese día la hice mía:

– Ya veo que no te gustan.

Apartó mi mano y se guardó el amuleto:

– ¿Ha qué has venido?

– ¿Podemos hablar dentro?

No era un tema que se pudiera hablar enfrente de su casa:

– Dilo Lexa, tengas lo que tengas que decir, dilo de una vez– bajó la mirada– ¿qué más puedo hacer? Arrodillarme y te imploro, ambas sabemos que a tanto no me humillo ¿te lloro? No lo voy hacer– fijó sus ojos color café en mi mirada– Me quieres Lexa, si te cuesta decirme que la eliges a ella por algo será no.

– Ontari no quiero perderte...

Esto no es nada fácil y el día de mañana, tanto hijos como hijas, a saber los que acabaríamos adoptando, les enseñaré a no empezar una relación si no se están seguros del todo, aunque en su día si creía que estaba segura de Ontari:

– Son tus consecuencias, te pedí que no fueras detrás, te pedí que no jugaras– y de repente fue como un grifo, un grifo de lágrimas que no parecía tener fin, e incluso comenzó a sonarse la nariz– y lo hiciste, pues ¿sabes qué? no puedes pretender tener a Clarke y a mi cerca como último recurso– dio una patada al suelo y elevó la voz– ¡MALDITAS HORMONAS!– me empujó– Mira que me has hecho

Pasó por mi lado para ir hasta la puerta de su casa, ¿qué le hice? Creía que con Ontari se podía hablar sin pataletas, señor bendito, que nunca la había visto llorar así y si algo no puedo soportar en mi vida es a una mujer llorar. Saqué un pañuelo de mi bolsillo y me acerqué hasta ella que intentaba abrir la puerta, pero le temblaba mucho el pulso, desesperada le entregué el pañuelo y me justifiqué, aunque no sé muy bien de qué:

– ¿Hacerte? Solo te dije que quería hablar contigo, la que sacó conclusiones precipitadas eres tú.

Tampoco me salía decirle, escojo a Clarke pero no quiero perderte como amiga ni desaparezcas de mi vida, pues no, no mientras tuviera esa llantera que me partía el alma. Ya tenía suficiente con tener que soportarlo de Clarke, que en los últimos días también ha tenido uno o dos momentos que vaya tela, ¿será que se les ha sincronizado el ciclo menstrual?:

– Por favor no me trates como estúpida

Se quejaba entrando a su casa evitando una parte de su suelo de madera, de mala manera entendí porque lo hizo, ya que yo si pisé de lleno en el pequeño madero suelto, se levantó venciendo el lado donde planté el pie y acabé besando el suelo:

– Mierda

Ella se da media vuelta y me encuentra en el suelo, bueno, pasó de llorar como una magdalena, a llorar, reír, llorar y volver a reír, sí todo muy cuerdo, se acercó y me tendió la mano para ayudarme a levantarme:

– ¿Estás bien?

– Sí– respondí quitándome el polvo de la ropa, e ignoré ya el ramo de claveles, no tuvo éxito para nada y al caer encima, a la mierda claveles– es que, una de las cosas que echaba de menos era caer con fuerza en el suelo de tu casa– forcé una sonrisa– aunque faltó el mirar debajo de tu falda.

Puso los ojos en blanco y señaló la cocina:

– ¿quieres algo de beber?

– Quiero un martillo y un par de clavos– por su expresión no entendía muy bien porque se lo pedí, así que señalé su tablón suelto– Es peligroso que tengas eso así, te puedes hacer mucho daño si se te engancha el pie ahí

– Ya conoces la casa Lexa– dijo con amargor– coge el maldito martillo, los clavos lo arreglas y te marchas– se restregó el tabique nasal– tengo jaqueca y tampoco estoy en condiciones para tener mucho estrés

Fui a por el martillo y los clavos, sí, me conocía muy bien esa casa, había pasado semanas enteras ahí. En el garaje, enfrente de la caja de herramientas, agarré el martillo más a mano e intenté contenerme, pero no pude. Clarke me había presionado para que lo hiciera, no es que lo hiciera con amenazas o comida envenenada con laxantes. Pero parecía un disco rayado.

Arreglé el madero y guardé el material, la escuché hurgar en la cocina, por mi cabeza pasó muchas cosas que decirle y por muy bonito que sonara, ninguna de ellas la convencería que se quedara. La encuentro tomando una pastilla y me preocupa, tanto así que me tomo la libertad de arrebatárselas de las manos y leer la etiqueta:

– ¿Se puede saber qué haces?

Preguntó molesta:

– Son vitaminas

Musito ¿por qué toma vitaminas? ¿Tenía algún tipo de anemia?:

– No me digas y yo pensando que son caramelos– curvo la comisura de los labios, tan borde y contestona, señaló el vaso de zumo que tenía al lado– ando un poco baja de vitaminas, solo es todo– al ver que rápidamente me preocupaba– son solo vitaminas Lexa, ya está, nada importante ni grave– Cerró los ojos y nuevamente acabó repitiendo– Dilo Lexa, haz lo que tengas que hacer y vete

– Ontari, yo...

Me miraba fijamente, enhorabuena, esa era la oportunidad para decir adiós, el problema es que yo no estaba preparada para ese adiós, ella estuvo ahí en todo el tiempo que estuve perdida, puede que no fuera una de las primeras razones de mi felicidad, pero sí que hoy siguiera aquí, me acogió y me cuidó, tampoco estoy preparada para que desaparezca del todo. Me llevará a una discusión con Clarke, pero no pode, di medía vuelta y me dispuse a marcharme:

– Sé clara Lexa– La escucho decir– te lo pondré más fácil– me sigue y me agarra de la muñeca– Me han ofrecido un trabajo en San Francisco y lo he aceptado– la miro con sorpresa esa no me la esperaba ¿la perdía igualmente?– Si el lunes no me has dicho que me quieres o simplemente no hablas, me iré, para siempre

– Por favor– parece mentira, al final fui yo quien suplicó– No te vayas

– ¿por qué?

Intentó que las palabras salgan de mi boca, pero simplemente no salen. Endurece su gesto y se aleja unos pasos:

– Adiós Lexa

– Ontari...

Llego a decir aun suplicante. Pero eleva la voz y señala la entrada:

– FUERA DE MI CASA

Ahora parecía yo la hormonada, lloré todo el trayecto a casa. Solo podía escoger a una ¿escogí a la correcta? Si hablamos de relación sana, no, si hablamos de lo que quiere mi corazón sí, gran parte de mi corazón, porque no niego y creo que nunca negaré que un pedacito siempre será de Ontari. Mi primer instinto nada más llegar a casa es buscar a Clarke, la encuentro en el despacho, nunca lo he usado desde que ella regresó y hasta que no me vio y guardó lo que estaba escribiendo en un cajón bajo llave, ni me percaté de que ese cajón existía, bueno, tampoco tenía humor, ánimos, nada, ese pequeño pedacito dolía:

– ¿Lexa?

Se acerca y posa una mano en mi mejilla:

– Ya está Clarke, lo has conseguido, ella se va el lunes...

– ¿La has dejado?

Un poco de esperanza hubo en esa pregunta:

– No, ha sido ella quien ha tomado una decisión de la que aun yo no estoy preparada 

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