Capítulo 7Interruptor

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Mayo de 1968

Cuando abrí los ojos descubrí que ella no se había marchado. Se había quedado dormida, justo de cara a mí, estuve por un largo rato contemplándola dormir, tan relajada, sus cabellos morenos estaban revueltos y la hacían más alocada. Es guapa, inteligente, dulce e intento hallar en mi interior lo que describo con tanto ahínco en el diario, esa chispa que me ciega. Las comparo, comparar lo que describe mi diario sobre Clarke con Ontari, no debería hacerlo, pero es superior a mis fuerzas, Clarke no está y Ontari sí. Tengo ganas de abrazarla y me desconcierta, quiero abrazarla ¿por qué siento que necesito abrazarla? O ¿quiero abrazarla porqué aún quedan resquicios de los miedos que sentí anoche? Y llega ese momento, donde su respiración calmada se altera, cambia y se mueve bruscamente, antes de abrir sus ojos y toparse con los míos, lentamente y sin decir nada mira de reojo nuestro entorno, como si intentara ubicarse y caer en la cuenta de que estaba en mi habitación y no en la suya. Ruborizada se incorpora y no dice nada, su quimono cae un poco por su hombro mostrando su piel morena, se pasa la mano por el pelo y le cuesta mirarme. Sonrío se comporta como si hubiéramos hecho algo malo y eso me demuestra lo que ya sé, que es buena:

– Voy, me tengo que...– dijo incomoda– me voy

Dijo sentándose al borde de la cama dándome la espalda:

– Ontari

Me mira por encima del hombro:

– No pasa nada, sé que esto no significa nada para ti, para mí sí – eso la incómoda mucho más– necesitaba el abrazo de una amiga, gracias por no abandonarme y darme tu apoyo.

Asiente con la cabeza, se coloca en kimono de seda y se marcha. Me incorporo y me restriego los ojos. ¿El recuerdo que tuve de Clarke ocurrió de verdad o fue un producto de mi imaginación? ¿La llegué a mentir como ella me pidió? Me costó mirarme en el espejo, lo cierto es que es algo que me cuesta hacer desde que desperté en aquella puñetera cama de hospital. Como si de un día para el otro hubiera despertado en otro mundo alternativo en el cual aún me cuesta encajar.

Salgo del baño dispuesta a comenzar un día más y me la encuentro en la puerta, agachada mientras llena de mimos a Aquiles, le acaricia y no deja de sonreír mientras el perro la come a besos. Se percata de mi presencia y su sonrisa se borra ¿por qué? No quiero que lo haga. Se levanta y quita los pelos de los pantalones:

– Me voy a trabajar.

Dice casi sin mirarme, agarra el maletín y abandona la casa. Necesito descansar un día de mis palabras, de recuerdos que mi cabeza aún se niega recordar y en vez de amar a mi mujer como debería hacerlo, lo único que hace es querer desligarme de ella por completo. En vez de eso comienzo a movilizar todas mis cosas, bueno y las cosas de mi mujer a la casa que permanece vacía y que sinceramente ni siento mía. Es triste, llegar a una casa que debe ser mi hogar y sentir frío. Descargo las primeras cajas llenas de fotos y algunas ropas, también discos de vinilo y un par de peluches. Los dejo todo en el ático y bajo al salón apenas sin amueblar. Me cruzo de brazos y recorro la mirada aquellas tristes paredes sin pintar y encuentro un nuevo entretenimiento. Curvo los labios y hago una lista, mental porque no tengo papel y bolígrafo a mano, no soy muy dada a acercarme a Rapid City, ya que nuevamente tengo que aprender a moverme por ahí. Compro pintura de varios colores, si uno no me convencía evitaba hacer otro viaje. Aún era demasiado temprano para llenarlo de muebles, no los quería manchar, pero vi unas cortinas nuevas y una alfombra que estaban en rebajas, no pude evitar aprovechar esa ganga.

Estaba de regreso al coche, cuando vi un folleto muy seductor, debo decir que en mucho tiempo sentí emoción, ya que era un trabajo que quedaba a pocos kilómetros de donde vivía, necesitaban un piloto para un avión de agricultura, un Grumman AG Cat ni más ni menos. No estaría de más comenzar a trabajar y ya estaba acostumbrada a fumigar con el viejo aeroplano que tenía mi abuelo. Así pues, me animé a acercarme a la finca, antes de bajar del coche me miré en el retrovisor central y me coloqué la gorra, si algo tenía claro es que aceptaban a antes a un hombre que, a una mujer, no me había crecido mucho el pelo, a parte que dos meses atrás me lo volví a cortar. Me acerqué a la casa principal de aquella granja y esperaba que me recibiera un hombre, sin embargo, fue una mujer entrada en edad:

– Hola– sonreí y le enseñé el anuncio– vi este anuncio de trabajo y me preguntaba si sigue necesitando un piloto.

La mujer observó el folleto y asintió con la cabeza:

– ¿tienes licencia?

– Sí, bueno me la saqué en Montana y tenía el de la base aérea del ejército, pero...

La mujer cambió el semblante a una más entristecida:

– ¿El ejercito? ¿Has estado en Vietnam?

Por estar estuve, ahora que lo recuerde pues va a ser que no, entonces a mi forma de verlo, pues no, aun así, le respondí con la verdad y asentí con la cabeza. La mujer se hizo a un lado y me invitó a pasar. Era la típica casa donde el patriotismo se ve hasta en los mangos de las sartenes. Esto es Estados Unidos, ver la bandera en el porche es muy común, pero el salón de esa casa había fotos, medallas. Parece ser que el marido de la mujer y su hijo aún estaban en la guerra o fueron a ella. Me sirvió una limonada que agradecí, estaba sedienta:

– Mi marido murió hace dos años y mi hijo hace cuatro.

– Lo siento.

Guardaba las dos banderas que la llevaron, una bandera por cada soldado caído:

– Solo me queda estas tierras que levantaron con mucho cariño y mis hijas claro. Intento mantenerlo a flote, pero no entiendo mucho– Eso es una ventaja para mí, porque yo sí que se mucho de cómo administrar de una granja– No quiero perderlo.

La mujer parecía que de un momento a otro iba a desmoronarse, me conmovió mucho. Dejé el vaso encima de la mesa, me senté a su lado y le puse una mano en su hombro:

– Si me da la oportunidad, puedo ayudarla.

La mujer se quitó una lagrima del ojo derecho y dibujó una triste sonrisa:

– Claro, has venido buscando trabajo y yo contándote mis penurias

– No debe apenarse mujer, desahogarse está bien

Me miró la mano y vio el anillo de casada, aun me pregunto porque no me lo quito, quizás es que estoy esperando a divorciarme para poder quitármelo:

– Su mujer tiene mucha suerte– me miro la joya antes de cerrar el puño y moverme nerviosa– Aun después de todo este tiempo, aun me cuesta superarlo, toda su vida habían sido unos granjeros y de la noche a la mañana, me los arrebata una guerra que nunca debió de ser nuestra– otra vez, esa puta jaqueca que me desquicia ¿Dónde he escuchado esa frase antes? – No te molesto más, mañana mismo puedes empezar el periodo de prueba.

Sonrío y asiento agradecida. Bueno, al menos era algo. Aún quedaban unas horas para que la noche cayera y Ontari regresara, así pues comencé a pintar el porche, necesitaba no pensar y sin embargo, mi mente se negaba a abandonar lo que viví la noche anterior. Después de un rato tiro la brocha con frustración en un cubo con agua que me salpica y ensucia los vaqueros. Me apoyo en la pared y me dejo caer hasta que me siento en el suelo.

Has tenido la valentía de entrar en un mundo dominado por varones, has sido capaz de correr el riesgo de ir a la cárcel o que te maten, pero eres tan cobarde que te niegas a recordar, lo que debió de ser una de las épocas más felices de tu vida.

Pensé, me reproché a mí misma. Recojo las cosas y regreso a la casa de la doctora, por extraño que parezco ahí encuentro más calidez. Cuando entro el primero en recibirme es Aquiles, me agacho y le pego dos buenos achuchones. La casa huele a comida, al menos huele mejor que la noche pasada. Me asomo en la cocina y me la encuentro concentrada cortando un tomate:

– por lo bien que huele, sé que no va estar dulce

No me mira, aun así se ríe:

– Sí, dejemos que sea yo quien cocine y tú quien ponga la mesa.

– No se diga más, pero antes voy a lavarme las manos estoy muy pringada

Me quito el anillo, me arremango y me quito los resquicios de pintura blanca que usé para pintar la barandilla del porche. Miré un par de veces mi reflejo, joder pues sí que se nota que he envejecido un poco, no quiero ser la típica mujer que se obsesiona con la edad, pero no hacía mucho que yo recordara tenía veinticinco años, ahora tengo veintinueve años, ¡vaya! Veintinueve años y mi vida no es como me la había imaginado cuando estaba en esos veinticinco. Estaba casada sí, mi mujer desaparecida y no tenía hijos, los hubiera tenido, si Clarke no los hubiera perdido y una pequeña punzada me acongojó el corazón. Sí es así sin recordarlo ¿Cómo sería recordándolo? No dejaban de ser míos, mi sangre. Agarré el anillo y salí del baño con el ceño fruncido mientras observaba la inscripción Sñr. Alexander Woods y Sñra. Clarke Griffin mantuvo su apellido de soltera. Entonces afloraron nuevamente, ¿por qué justo ahora? Simplemente me perdí ante las imágenes que vinieron a mi mente.

1964

En un sentimiento agridulce, no es la boda que había deseado, me hubiera gustado que fuera más planeada, ni mi experiencia con el Coronel Griffin fue la mejor, no, es una experiencia que quiero suprimir por el resto de mi vida. En la mañana me miré y remiré en el espejo mientras que mi amigo me llamaba zalamero. Es el día de mi boda, quiera o no así es. En el fondo me llené de esperanzas. Clarke se diera cuenta que pasaría el resto de su vida con la persona que amaba y que a unas malas, se sentiría como yo, se daría cuenta que soy yo quien la espero y soy yo con quien pasaría el resto de su vida. Que nada ya importaba. Puede que sea demasiado romántica, demasiado cabezota o yo que sé. Esas pocas esperanzas, esas migajas de felicidad por desgracia no fueron a más. En cuanto la vi entrar al juzgado, con su traje blanco agarrada al brazo de su padre. Ni si quiera me miró por el amor de dios, entonces lo pensé ¡oh sí! Hasta que la muerte nos separe, me da que ya se estaba muriendo querer llorar en una boda es normal, pero quería llorar de verdad, quería que aquella mierda acabara y gilipollas de mí, porque seguiría dando hasta mi vida aquella mujer.

1968

Sentí rabia, mucha rabia tanto así que acabé lanzando la joya con todas mis fuerzas, justo cuando Ontari estaba saliendo de la cocina, tenía buenos reflejos, ya que se apartó y me miró molesta en un principio, hasta que vio mis ojos brillantes:

– ¿a qué viene esa agresividad gratuita?

Agachó la mirada y voy en busca del anillo, me he acostumbrado a llevarlo y me siento incomoda si no lo siento en el dedo, aunque para nada le veo el significado de matrimonio:

– Lo pregunta la que más de una vez me ha dado un guantazo

Me agacho y comienzo a gatear debajo de la mesa. Miro por encima de los hombros y veo que se pone con los brazos en jarra:

– Bueno, razones me distes para que lo hiciera– Señaló a otro lado con la mano abierta– tu arma arrojadiza está ahí

Puso los ojos y fue ella quien se agachó para recogerlo, estaba debajo de la mesilla de café. Estoy siendo cortés, cumplo con mi palabra ¿Me lo tiene que poner difícil poniendo su precioso culo en pompa? Debo de sonreír como una gilipollas, ya que en cuanto agarra la joya me mira y vocifera:

– LEXA

– ¿Qué? estoy cumpliendo con mi palabra, no te he metido mano ni te he besado– me encojo de hombros– pero que no te mire eso es pedirme mucho preciosa.

Comienza a mascullar entre dientes mientras suelta la joya de mala gana sobre la palma de mi mano. Tardo nada y menos en ponérmela:

– Voy a por la cena– me señaló amenazante con el dedo índice– y tú pon la mesa.

– Como ordene, doctora

Me mira fingiendo molestia, sin embargo tiene ese brillo en los ojos, como cuando ríe o algo le hace gracia. No es que solamos hablar mucho, me hace un breve resumen de cómo le ha ido el día y yo cuento lo que he hecho. Le alegró que encontrar nuevos entretenimientos. Que tuviera un nuevo trabajo y que pensara en largarme ya de su casa, eso último lo dijo riendo. Pero al igual que antes le brillaron los ojos, aquello lo dijo con un toque de tristeza. Creo que ambas nos estamos acostumbrando a hacernos compañía:

– ¿Crees que me seguirá queriendo?– la imagen de la viuda de esta tarde me persigue– ¿Crees por un instante que Clarke me amó de verdad?

Se pone seria y me agarra la mano, es cálida, me quedo mirando su mano y acaricio el reverso con el dedo gordo, pienso ¡Wau! Que suave está concentrada en que decirme, en otro momento ya me hubiera dicho, sí, Clarke te amaba, creo que tiene miedo a que vuelva a reaccionar con rechazo. El problema es que ahora es cuando tengo curiosidad por esa mujer que se supone que es mi esposa. ¿Qué es lo que tenía? para aceptar tanto rechazo, tanto dolor ¿Qué cosas buenas tenía? Para haberme enamorado de ella:

– Ya te lo he dicho Lexa, sí, ella te amaba, mucho– Dibujó una sonrisa entristecida– la de veces que me habrá matado con la mirada, siempre andaba dramando y celándose por cualquier mujer que nos acercábamos a ti.

Quizás en un principio, por lo que ponía en el diario no le diera razones, me dio por pensar que no habría soportado esa situación y hubiera hecho lo impensable, que era darla verdaderas razones y tener amantes:

– ¿Crees que alguna vez yo le fui infiel a Clarke?

– No– retira la mano y extraño su tacto, no de forma sexual, simplemente eso, tacto humano– Lexa te morías por Clarke, dios, cuando la llevaste al hospital cuando tuvo el primer aborto, parecías un fantasma, toda paliducha y desnutrida, apenas comiste nada – retiré la mirada con una mueca, entonces seguía sin darla motivos y seguía celándome – Lexa, a veces un poco de celos no son malos.

– Es un signo de desconfianza – Me apoyé en el respaldo de la silla y sentí como mis ojos se llenaban de lágrimas – hoy he estado en la casa de una viuda, había fotos de su boda, fotos con el hombre que perdió ¿qué tengo yo? Nada, unos vagos recuerdos que vienen y van, apenas me miró un par de veces ¿Cómo quieres que me sienta? No paras de repetirme que ella me quiere y que yo la quiero, pues déjame decirte que o la realidad trata de que lo vea con otros ojos, otros que no son míos, porque todo lo que leo es decepción, es suplicas, a mi suegro infernal y lo poco que me recuerdo, es el día de mi boda siendo el peor día de mi vida.

– Quizás son respuestas que te puede dar ella misma

La miro con enfado y me levanto un poco alterada:

– ¿Y dónde está? ¿Dónde narices está?­– me restriego las manos por las sienes– Otro recuerdo que tengo es de ella, puede que el único cálido en todo este tiempo de oscuridad, es de ella pidiéndome que la mintiera que la dijera que regresaría antes que acabara verano– me pongo con los brazos en jarra y elevo un poco la voz– pues verano va empezar y ella no está, incluso contigo buscándola sigue sin aparecer.

Ontari se levantó y se acercó hasta a mí, sus manos cálidas se posan en mis mejillas y me sosiegan durante los primeros segundos:

– Compréndela, te perdió, sigue creyendo que te ha perdido y perdió a vuestro hij...

– Eres una hipócrita

Ya, no puedo callar más, ¿Clarke perdió a nuestro hijo? Pues era nuestro, recuerde o no soy consciente de que ese pequeño ser tenía mi sangre, también me duele, puede que no tenga ese sentimiento de pérdida que debería tener, puede que sea porque ya no me siento tan conectada a la que iba a ser su madre. Ontari da un paso atrás desconcertada:

– ¿Cómo has dicho?

– Vas de buena amiga– doy un paso hacia ella, volviendo a acortar distancias, no se atreve alejarse de nuevo y lo agradezco– intentas comerme la cabeza con Clarke, cuando en el fondo...

Me desafía con la mirada y se tensa:

– ¿Cuándo en el fondo qué?

– Cuando en el fondo te mueres por besarme

Acto seguido, antes de que su cerebro procese lo que le acabo de decir aferro sus mejillas y la beso. He vuelto a faltar mi puta promesa, pero a la mierda, la última vez pude sentirlo, como me respondió el beso y como durante unos segundos me pegó a ella. Esta vez también peleó, hizo lo imposible por separarse, pero no la dejé, tal como ocurrió la última vez, acabó respondiendo a mis besos, dejó de usar sus manos para apartarme y las sentí en mi espalda. Entreabre sus labios y no dudo en invadir su boca, quiero poseerla en todo momento, la pego más a mí y el calor que desprende su cuerpo me enloquece. No la dejo pensar, la última vez unos segundos bastaron para cruzarme la cara y echarme de su casa. En cuanto acaricio su lengua me gime. Lentamente comienzo a guiarla hasta le sofá y en cuanto caemos trata de hablar:

– Lexa

Si me va a pedir que me separe, si me va a pedir que hablemos, pues va arreglada, ahora mismo mi sangre está quedándose varada en una parte de mi cuerpo y no pienso con claridad, por cómo reacciona cuando la beso en el cuello, noto que ella también está excitada, o al menos eso sabré cuando...:

– Lexa

– Oh vamos– digo recorriendo su cuello a besos– no lo niegues más, tú quieres, yo quiero...

– Soy virgen

Me dice con un hilo de voz, bueno, si hay algo en este mundo que puede frenarme son dos cosas, que me diga que tiene pene y la otra era esa, que era virgen, trago saliva y me digno a mirarla a los ojos, ¿Es qué tengo que toparme con todas las vírgenes de Dakota del sur? Y ¿qué hago yo ahora con la situación que hay entre mis piernas? Me apoyo con ambas manos y hago la pregunta más gilipollas del universo:

– ¿Cuánto de virgen?

– Como el aceite de oliva virgen extra– dijo con ironía, me empuja hasta apartarme del todo – ¿Cómo que cuanto de virgen?

Acabé apartándome del todo y sentándome, eso sí que es cortar el rollo en toda regla, la doctora también se sienta y se recoloca el pelo, está roja y no logro distinguir si es por la vergüenza o por los calores. Besa muy bien y tiene pinta de ser toda una fiera, no logro entender ¿Cómo es que sigue siendo virgen?:

– Disculpa, si lo llego a saber no lo hago

Creo que mis palabras la confunden y la hacen creer algo que no es, en parte. Achica los ojos y me habla molesta:

– ¿Cómo que no lo haces? ¿Eso es lo que quieres de mí? ¿Sexo?

Se levanta molesta dispuesta a marcharse cuando voy detrás y le agarro de la muñeca. Tampoco quiero que se sienta mal, ni como un objeto por el amor de dios:

– Ontari– Me mira fulminante– no es eso, quiero decir que me hubiera comportado de otra manera, menos brusca y más considerada– la acaricio y parece sosegarse– eres muy importante para mi

Eso era cierto. Me aparta la mano y da un paso hacia atrás:

– Lexa, estás casada y yo no soy mujer de una sola noche, no me merezco eso

– No lo eres – no le dejo hablar más, se está volviendo a retractar y sinceramente, no sé lo que siento ahora mismo por ella, ni sé si es amor, lo que sí sé es que no soportaría que se alejara– He aceptado que busques a Clarke, he aceptado que es algo que hay que enfrentar, pero tú también debes aceptar que la gente cambia y que esa Lexa enamorada de Clarke haya muerto en Vietnam. No me– creo que esto último se lo digo casi suplicante– No me rechaces, te respeto y esperaré el tiempo que haga falta, me comprometo contigo si hace falta.

Se sorprende por eso último. Típico comportamiento de mujer independiente:

– Un momento vaquera– me hace la señal de Stop– No quieras correr antes de andar.

– Esta bien– acabo aceptando y lentamente la atraigo pero solo para abrazarla– dejemos que esto fluya, de forma natural, solo te pido que no lo contengas tampoco, eres humana Ontari, somos humanas ¿Debemos hacer lo correcto? Si de algo he aprendido en esta vida es que la gente es desagradecida ¿Por qué tenemos que pensar en ellos? Cuando ellos pocas veces piensan en nosotros, tenemos una oportunidad...

– Lexa...

Y dale con la cantaleta:

– ¿Cuántas veces se gana haciendo lo correcto?

– Me estás pidiendo ser la otra, Lexa, me estás pidiendo ser egoísta– no se aleja, se da por vencida y apoya la cabeza en mi hombro– en mi posición no gano, pierdo.

2005

Leer el diario de Lexa fue un proceso de varios días, no siempre Ontari podía ir y la espera para Eliana era desesperante, habían pasado meses, al final descubre que Ontari si buscaba a su madre, pero también acabó sucumbiendo a los encantos de su madre y con ello, la terrible decepción que sintió hacia Lexa:

– Ontari quiso hacer lo correcto– dijo Eliana poniendo el escucha bebés sobre la mesa, Octavia la muy morbosa repasaba el diario de Clarke, su amiga parecía modosita, pero bien que llevaba una vida de casada muy activa, sobre todo cuando quiso embarazarse, por poco y deja seca a la pobre Lexa– y Lexa la envenenó con sus– puso voz burlona– La gente es egoísta

– La gente es egoísta, no pongas a Clarke en un altar

Dijo la ojiverde cerrando el diario de la rubia y lo tiró en la mesilla junto al escucha bebés:

– Se rieron de ella, Clarke sufriendo la perdida de Lexa y ellas iniciando su puto idilio amoroso.

– Cierto, pero puedes verlo de esta forma, Ontari aun habiendo caído a los encantos de tu madre, acabó haciendo lo que Clarke no hizo

– ¿Y es?

Preguntó la joven rubia con molestia:

– Le dijo a Lexa que Clarke estaba embarazada, creo que tu madre tampoco fue una santa– Clarke era su mejor amiga, eso no iba a cambiar, pero al pan, pan y al vino, vino, las cosas como eran– críticas a Ontari, pero ella te dio a Lexa, cosa que tu hermana nunca tuvo. Así que, contéstame ¿Quién es la buena en esta historia?

Eliana se dejó caer en el sillón y después de unos momentos en silencio:

– Alex es la víctima, yo soy la víctima, sé que Lexa nos hubiera querido a las dos– miró fulminante– no me imaginaba que todos fuerais tan hipócritas, Raven y tú, la enfermiza relación de Clarke y Lexa, para colmo que Ontari fuera la lívido de mi madre, porque sinceramente es lo que leo, que mi madre se ponía cachonda.

– No todo el mundo actúa de igual forma en todas las relaciones, ni siempre se llega a querer a dos personas por igual, cada ser es un mundo diferente, Clarke y Ontari eran la noche y el día, lo que no le ofrecía la una, se lo ofrecía la otra.

– ¿Que la tocaba estar de castidad nuevamente?

– Hasta el momento Ontari no le hizo sentirse rechazada o do...

– No estaba enamorada de Ontari– le cortó la hija de Clarke– Obviamente le dolía más los desplantes de mi madre que los de Ontari– se cruzó de brazos– he echado cuentas ¿sabes? Un mes, eso es lo que nos llevamos Alex y yo, un mes es lo que tardó en acostarse con mi madre y dejarla en estado, tienes razón aquí la mala no es Ontari si no la picha loca de Lexa.

Octavia hizo una mueca:

– Eso sí que ha sonado muy raro

Agosto de 1968

Llegó el verano, por una parte deseaba que no encontraran a Clarke y por otra sí. Había dejado estancado la lectura del diario, justo hizo ya cuatro años, cuando el USS MADDOX fue atacado el dos de agosto de 1964. Leí las semanas siguientes, todo era jolgorio en el aeropuerto en el que me tenían destinada, a mí y a mi suegro. En cuanto tenía oportunidad me jodía viva y me amenazaba con descubrirme.

Por suerte tengo a Ontari, poco a poco me ayudó a trasladarme a mi casa, me ayuda a pinar en los días libres y tampoco me corre prisa por hacerla mía, solo en ocasiones, me gusta pasar el tiempo con ella, me resulta fácil hablar y cuando los terrores nocturnos aparecen, está a mi lado y lo agradezco.

El salón fue lo tercero que pintamos, se quedó mirándolo, porque cuando estuvo seco todo aproveché para poner las cortinas y la alfombra, había hecho unos sándwiches y como no había sillas había que conformarnos con sentarnos en mi maravillosa alfombra, vale es un objeto que se llena de pelusa y polvo, aun así me gustaba. Debe ser que mi sentido de la decoración no es bueno, ya que rápido señala las cortinas:

– Lexa, esas cortinas y esta alfombra no pegan ni con cola.

– No pongas tantas pegas– dijo dando unas palmaditas a mi lado, se sienta y sonrío– son mis cortinas y mi alfombra, estarán hasta que se caigan a cachos.

Dejo mi Sandwich en el plato de plástico y me acerco hasta que nuestros labios se rozan. No es que seamos muy besuconas, porque enseguida me enciendo y eso después de un rato si no explota enseguida duele. Poco a poco se deja vencer y acaba tumbada en la alfombra, respondiendo a cada beso y enredando sus dedos en mis cabellos, seguía manteniendo casi la media melena y aunque Ontari me apoyaba para que me lo dejara crecer, por miedo a perder mi trabajo no lo hacía. Me separo para coger, ambas lo necesitamos, me mira con ojos brillantes y me acaricia la mejilla mientras musita:

– No te merezco.

– Sí que haces– no hace falta que piense en la frase, es como si ya las tuviera grabadas en mi cerebro y le diera a retransmitir nuevamente– existes en mi vida

Mal momento para que aflojaran los recuerdos, justo cuando la beso a ella, cuando recorro su cuello dejando un reguero de besos.

1966

- O VENGA- vocifero Clarke y comenzó a caminar de un lado para el otro- ¿TAN CONFORMISTA ERES? Hay más mujeres en el mundo mejores que yo que te merecen

- Las hay- asentí con la cabeza- y que me merezcan mejor que tú también, pero el amor no es un interruptor, no está en mis manos el apretar ese interruptor y dejar de quererte, estuve 730 días lejos de ti Clarke y en vez de dejar de quererte, fuiste el pensamiento que me mantuvo con vida, así que me merezcas o no, soy capaz construirte esta casa y todo cuanto me pidas, todo menos el dejar de amarte.

1968

Al parecer si hallé ese interruptor un accidente de avión en pleno corazón de Vietnam.

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