Capítulo 8

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

La sensación de soledad me abrumaba, percibía mi existencia vacía, como si cayera en un pozo sin fondo. Era un hecho que ella no estaba junto a mí al despertar, pero sentía su calidez completamente vívida. Seguro sus abrazos se impregnaban en mi cuerpo, y sus finos dedos dejaban huellas en mi piel. Los recuerdos eran marcas de lo vivido.

Sus besos de la noche anterior hicieron estragos en todo mi ser. Igualmente, seguía sintiendo el calor de su aliento agitado sobre mis labios. Los deseaba, deseaba esos besos más que nada en este mundo, los necesitaba más de lo imaginado. ¿En qué momento mi felicidad comenzó a depender de alguien más? Tenía que serlo por mi propia cuenta; sin embargo, no podía hallarla con la ausencia de ella.

Observé el cielorraso de mi habitación, mientras sonreía tontamente ante los gratos recuerdos. ¿Así se sentía estar enamorado? Tal vez me enamoré demasiado viejo. Las personas solían caer por amor durante la adolescencia, aunque mi caso fue tardío.

De vez en cuando acariciaba mis labios para evocar la memoria. No era lo mismo, sus dedos eran suaves y pequeños. En cambio, los míos eran más grandes y ásperos. Nunca hice trabajo pesado, pero me agradaba ejercitarme en casa.

—E, ¿estás despierto? —Dan preguntó desde el otro lado de la puerta.

—Ajá —hice un pequeño berrinche silencioso ante la interrupción de mi tranquilidad.

No lo invité a pasar, él mismo lo hizo. Su expresión de seriedad me sorprendió, creí que vendría a fastidiarme como cada mañana.

—Necesito hacerte una pregunta —se sentó en el borde de la cama, no me vio a los ojos y mordió ligeramente su labio inferior.

¡Vaya! Me diría algo serio.

—Claro, te escucho —dejé la comodidad para recostar mi espalda contra el respaldar de la cama.

—¿Cómo te imaginas a Afrodita?

Sentí mi cara transfigurarse ante aquella pregunta que me dejó atónito. Por un instante me imaginé tomándolo del cuello con la clara intención de asfixiarlo. La risa que intentó contener por tanto tiempo se escapó de sus maldosos labios, hasta sentí su saliva salpicar mi cara.

Lo observé asqueado, me limpié el rostro y él cubrió su boca con ambas manos. Caí en su engaño. No entendía cómo lucía tan serio ante una burla. Al mismo tiempo, no era inesperado, de su boca escasamente salían palabras prudentes.

¿Qué tanto escuchó?

—¡Tú, mocoso desagradablemente entrometido! —le di un manotazo en la cabeza, luego tomé una almohada y comencé a pegarle con todas mis fuerzas.

Intentó huir, pero le di una patada en el trasero y lo derribé con otro almohadazo a la altura de su cabeza. Nada lo detuvo, después de eso se animó a continuar con sus majaderías. Había verdad en el refrán: "Árbol que nace torcido, nunca su rama endereza".

—Probablemente como una mujer encantadora, astuta, preciosa, elegante, atrapante... el prototipo de perfección femenina —imitó una voz femenina, aunque era demasiado chillona —. Justamente así eres para mí —lo último lo dijo con voz ronca.

—¿Estás loco? ¿Por qué me espías? ¿Cómo rayos te aprendiste nuestras líneas? —me senté sobre su espalda y rodeé la parte trasera de su cuello con ambas manos para evitar que se levantara.

Se retorció un poco con la única intención de escabullirse. Sus desesperados intentos fueron en vano, no era por vanagloriarme, o tal vez sí, pero mi fuerza era superior.

—Pobre de ti... ¿De verdad tienes que decir todo eso para poder mojar la salchicha?

—¡Qué imbécil! —Incrementé la fuerza de mi agarre y él gritó.

—¡Lo siento, lo siento!

Hice como si fuera a librarlo de mis astutas garras, liberé su cuello e hice como si fuese a levantarme. Ese era el comienzo de mi segundo ataque. Cosquillas. Ese no lo previó, así que, entre quejidos y súplicas, se retorcía como una serpiente.

—Ahora sí, ríete por algo —No tenía compasión alguna.

—¡Me orino! ¡Me orino! —Encogió sus piernas.

—Te fastidiaré cuando tengas novia, es más, te avergonzaré frente ella. Deja de ser tan necio, por ello no has logrado tener una.

—Me has enseñado que no es imposible. Tranquilo, seguramente encontraré pareja antes de llegar a tu edad.

—¿Todavía tienes el descaro de burlarte de mí? Orínate entonces —Para mi desgracia, las cosquillas no duraron tanto como planeaba.

La puerta se abrió, pero esta vez fue mi padre quien apareció. Negó con su cabeza al observar la infantil escena, así que nos levantamos e intentamos mantener la compostura.

—Seguramente querrá conversar en privado con Erik, así que me pondré en marcha —Se encaminó a la puerta. De pronto se giró hacia mí y esbozó una sonrisa maliciosa —. Dentro de poco le dirán suegro, señor Darwin.

Tomé nuevamente la almohada para lanzársela y él se agachó instintivamente; no obstante, mi padre me hizo una seña para dejarla sobre la cama. Suspiré y contemplé al chico abandonar la habitación.

—¿No planeabas decirme que salías con alguien?

—No estamos saliendo exactamente —rasqué mi cuello.

—Si hasta ahora lo escucho y fue por parte de Daniel, tengo la impresión de que has sido prudente para no llamar la atención de los medios. Cuando formalicen, no dudes en traerla, quiero saber con quién está mi hijo, ella debe estar a su altura.

—Papá, dejemos esa conversación de lado. ¿A qué se debe la visita?

Me molestaba cuando intentaba controlar absolutamente todo de mí. Si alguien no cumplía con su expectativa, lo desechaba como basura. No quería que eso sucediera con ella. Además, difería de su ideología.

—No estaré en la empresa, por eso debes ir y completar los encargos que te dejé en la oficina.

Resoplé con molestia. No tenía otra opción, así que asentí.

—Lo haré bien.

—Por supuesto, no podría esperar menos de un Darwin que lleva mi sangre —me dio algunas palmadas sobre el hombro derecho y se marchó.

Debía alistarme pronto para dirigirme a la empresa, pero al menos desayunaría primero. No quería sentirme peor, el simple hecho de estar ahí me causaba náuseas. Desde ya podía sentir todas las miradas curiosas sobre mí, lo cual detestaba. Rumores, todos estarían cuchicheando a mis espaldas, como si no pudiera escucharlos, mientras escupían veneno con sus lenguas serpentinas.

—Buenos días, Margaret —me encaminé a la cafetera.

—Buenos días, joven. Oh, déjeme servirle café —se precipitó a actuar; sin embargo, ya mi taza de estaba llena del líquido.

—No se agite tanto por algo tan banal, mientras tenga ambas manos podré servirme café. Siempre aprecio su ayuda y disposición.

En un abrir y cerrar de ojos, colocó una gran cantidad de comestibles sobre el desayunador.

Esa clase de palabras no solían funcionar en ella, porque era parte de ese grupo de personas que pensaban "Para eso me pagan", aunque yo la veía como un miembro de la familia.

—Por cierto, ¿sabe qué le pasa al joven Daniel? —jugueteó con sus manos.

—¿Dan? —le pregunté extrañado—. Él está bien, hasta me fastidió hace un rato, ¿por qué lo pregunta?

—¿Entonces fue así? Lo vi algo serio y apagado al despertarse, seguro fue imaginación mía o luego tomó alguna pastilla para una posible dolencia.

—Habrá despertado con migraña, generalmente ese malestar lo atormenta. Ah, pero ese mocoso quisquilloso se siente sano cuando se trata de molestarme.

—Es el único enérgico en este lugar, sus ocurrencias hacen reír a cualquiera —sonrió.

—A mí algún día me matará de un infarto, cruza el límite de la necedad.

—Téngale paciencia, sigue siendo un chiquillo —tomó el limpión y continuó limpiando la mesa—. Oh, hace un rato vi al señor Darwin de buen humor, dijo que pronto sería suegro.

—¿En serio lo dijo? Todo es culpa de ese entrometido, no es capaz de guardar los secretos de otros con sensatez.

—Eso explica el motivo de tu distraimiento y buen humor —levantó y bajó sus cejas—. ¿Es bonita?

¿Estaba siendo tan evidente? ¡Rayos!

—¿Insinúa que me comportaba como un ogro? —bromeé—. Por supuesto que lo es, tengo un buen ojo para las chicas —mi tono de orgullo la hizo reír —. Es encantadora, amable, inteligente, tiene una voz suave, sus manos son delicadas, su cabello es largo y sedoso, su piel parece de porcelana y siempre viste preciosos vestidos, posee una elegancia natural.

—¿Qué hay de su rostro?

¿Su rostro? No tenía ni la menor idea.

—Precioso —le di un sorbo al café y sonreí después.

No me enamoré de ella por su rostro, pero tampoco podía ocultar el hecho de que me atraían sus facciones visibles. Tampoco me atreví a idealizarla, sino que, intenté ver la pureza de su alma. Admitía que al inicio me encantó su cuerpo, pero al acercarme a ella y conocerla, la atracción se convirtió en amor y una profunda admiración, lo que no habría sucedido si solamente la hubiese contemplado a la distancia.

—¿Y el fastidioso? —tanta paz era motivo de extrañeza.

Cuando estábamos pequeños, Margaret solía decir que el silencio de un niño era sinónimo de peligro, así que le saltaban todas las alarmas y revisaba hasta el último rincón para cerciorarse de que no hiciéramos travesuras. Para su tranquilidad, éramos mayormente ruidosos, así que no solía preocuparse demasiado.

—Solo me dijo que se reuniría con alguien.

¡Cierto! Por fin. La noche anterior entabló conversación con alguien más, pero reunirse con ella fuera del hotel sería exponerse demasiado, al no ser que la conociera desde antes. Curiosamente, estuvo más animado, a pesar del cansancio. No solo entabló conversación con aquella chica, sino que, lo vi acercarse a otras personas e intentó ser amable. Quizás quería convertir el momento en una despedida, porque mencionó que no volvería nunca más.

¿Y si me entrometía para averiguar más? No era lo correcto, luego podría arruinarlo y hacer que se molestara conmigo.

—Hasta más tarde, Margaret. Mi padre me ordenó ir a la empresa. Si tiene alguna nueva noticia, no dude en contármela.

—¡Éxitos! Y por supuesto —intentó animarme, ella sabía que detestaba ir allí.

***

Cada vez que ingresaba a la empresa me sentía como alguien más. Intentaba lucir serio y conservaba la expresión menos agradable. Me limitaba a saludar a unas cuantas personas, aquellas que lucían sinceras ante mis ojos. Las secretarias y conserjes parecían ser las más entrometidas. Entre los demás trabajadores, algunos me veían de manera fugaz y me saludaban, mientras otros ignoraban mi presencia y continuaban con su trabajo, tal vez era mejor así.

—Señor Darwin, es un gusto tenerlo por acá —la secretaria de mi padre sonrió de oreja a oreja.

¿Cómo no le iba a gustar? Me espiaría a través del vidrio y tendría nuevos chismes para las demás.

—Claro, estaré muy curioso de escuchar sus nuevas historias.

—¿Perdón? —su voz tembló.

—Haga bien su trabajo, esta vez seré yo quien la tenga bajo una lupa. Al menor error, sugeriré una nueva secretaria.

Tragó saliva y corrió a su escritorio. Detestaba a los jefes muy estrictos que intentaban esparcir temor entre sus empleados, pero algunas personas lo merecían.

Antes de entrar a la oficina de mi padre, me di cuenta de que los vidrios fueron cambiados, ahora eran polarizados. ¡Me escuchó! La última vez le dije que no regresaría hasta que lo hiciera.

Antes de revisar los documentos, me dejé caer sobre la silla con rueditas y di algunas vueltas.

Mi mente fue iluminada con una grandiosa idea. Quizás deberíamos comenzar a enviarnos cartas, así no tendríamos que esperar tantos días para conversar. Podríamos obtener algún casillero del correo y utilizar pseudónimos para dirigirnos al otro. Además, sería indispensable proponer un horario y así respetar la privacidad.

En el siguiente encuentro le haría la propuesta, después de todo, necesitaba conocer su opinión al respecto. Pasé algunos minutos en mi ensueño, pero luego abrí el primer fólder y me dispuse a comenzar con mi deber.

***

Estaba muy curioso por la cita de Daniel, hasta me alegré en cuanto lo vi al llegar a casa.

—¡Dan! ¿Cómo te...?

Raramente me dejaba con las palabras en la boca. Su expresión no era una buena señal, así que preferí no seguirlo o presionarlo. Al subir las gradas, rumbo a mi habitación, escuché el portazo que dio al entrar a la suya. No tuvo que articular ninguna palabra para responderme. ¡Qué mal!


*****


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro