Capítulo III

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La puerta del despacho fue abierta en un chirrido.

—No debiste salir tan aprisa, Joohyun.

La mujer caminaba en círculos, mordiendo sutilmente la uña de su pulgar perfectamente pintada de un carmín brillante. Bae enarcó una ceja, ordenándole con la mirada a su marido que cerrara la puerta.

—¿Qué dijeron acerca del ridículo de nuestro hijo?

Eunwoo suspiró, cerrando detrás de sí la puerta.

—Nada. Namjoon se encargó de desmentir cualquier rumor que pudo haber surgido cuando tú y Jimin salieron despavoridos del salón —Joohyun asintió, tomando asiento tras el escritorio. Eunwoo la imitó, sentándose en un pequeño sillón frente al objeto de roble—. ¿Dónde está?

Joohyun apretó los labios.

—Donde debe estarlo —gruñó, apoyando sutilmente sus codos sobre la superficie del escritorio—. En el cuarto de castigo.

Eunwoo alzó las cejas, dejando escapar un silbido cargado de asombro. Habían transcurrido años desde que alguno de los dos hizo mención (o uso) de aquel lugar tan lúgubre. Todos sus hijos habían sido castigados allí, algunos permaneciendo más tiempo que otros. El que Jimin se encontrara en dicho cuarto indicaba que había cruzado un límite, realmente agotó la paciencia de su madre.

—¿Por cuánto tiempo planeas dejarlo encerrado?

Joohyun tarareó, jugando con una pluma desinteresadamente.

—Lo dejaría por años si pudiera —exclamó, soltando la pluma—. Por esta humillación, haría que pagase durante toda su vida.

Su marido se carcajeó, aumentando sus niveles de exasperación.

—Ambos sabemos que no lo harías —sonrió con autosuficiencia, de pronto sintiéndose más sensato que su mujer—. Optarías por dispararte en la sien antes que elegir a alguno de nuestros otros hijos como tu sucesor.

Joohyun gruñó, el bueno-para-nada de Eunwoo tenía un punto. Preparar a cualquiera de sus otros hijos podría llevarle años, y no estaba dispuesta a perder tanto tiempo valioso.

Sobre todo porque ninguno de los otros merecía un honor tan grande. Nadie era digno.

Nadie excepto...

—Llama a Yoongi —dijo, sobresaltando a su esposo—. Dile que lo espero aquí y que no se demore tanto.

—Como tú ordenes, mi amor.


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—¿Viste cómo la señora Bae salió casi huyendo del salón? Seguro esa arpía ahora estará escurriendo lava del coraje —exclamó con sorna una señora, tomando champán de su copa de cristal.

—Escuché que el discurso que dio su "preciada joya" fue improvisado y por eso salió pésimo —respondió una mujer rubia—. Pensé que Joohyun era una fanática del control, al parecer su personalidad perfeccionista es solamente una farsa.

—Como toda su familia... —agregó la primera mujer.

El sonido de unas pisadas detrás de ellas fue opacado por sus estruendosas risas repletas de mofa.

—No es de damas estar derrochando veneno.

Ambas señoras se sobresaltaron, de pronto sintiéndose completamente avergonzadas.

J-joven Taehyung... —exclamaron al unísono, sus mejillas estaban completamente sonrojadas.

—Lamento que no hayan disfrutado del discurso de mi pequeño hermano, pero no lo malinterpreten —dijo, mostrando una pequeña sonrisa amigable—. Realmente se esforzó por hacerlo bien, pero fue inevitable no ponerse nervioso ante tanta... belleza.

La mujer rubia sonrió con complicidad, abriendo un abanico de mano para echarse aire.

—Joven Taehyung, pero qué cosas dice...

—Solo digo la verdad —dijo, alzando ambas cejas—. Es imposible no ponerse nervioso con tanta belleza y víboras alrededor. Incluyéndolas a ustedes en el segundo grupo, por supuesto.

La sonrisa coqueta de las mujeres se transformó en una mueca de disgusto e indignación.

—¡¿Quién se cree que es para-?!

—No, quienes se creen ustedes para difamar a MI familia —las mujeres retrocedieron al ver a Taehyung avanzar con una presencia sepulcral. Sus ojos negruzcos se volvieron más sombríos—. Les recomiendo encarecidamente no joder a mi familia. Créanme, señoras, no es un pecado que les gustaría echarse en la espalda.

—Vámonos, hermana —exclamó una de las mujeres—. No perdamos nuestro tiempo.

Con una sonrisa repleta de satisfacción, Taehyung observó cómo las víboras huían despavoridas del lugar.

—¡Eso fue genial, Tae!

El aludido enarcó una ceja, reconociendo aquella voz tan entusiasta.

—¿Dónde carajos estabas, Jungkook? —dijo, encarando al chico—. Llevo buscándote desde que la estúpida ceremonia terminó.

El castaño alzó los hombros, mostrando una sonrisa tímida.

—Esta mansión es enorme, me perdí un poco buscando el baño —admitió con una sonrisa tímida—. Cuando finalmente te encontré ya estabas hablando con esas mujeres tan desagradables.

Taehyung bufó.

—Olvida esa escena, no fue la gran cosa.

El pelirrojo comenzó a caminar rumbo a la salida, siendo perseguido por los pequeños y torpes pasos del chico que le seguía como un perrito a su dueño.

Nada lejos de la realidad.

—Realmente no puedo creer que les dijeras eso —exclamó Jungkook, aún asombrado—. Pensé que odiabas a tu familia.

—Lo hago.

—¡Pero los defendiste! —refutó, apresurando el paso para entrometerse en el camino del mayor—. ¡Jamás te había visto tan furioso!

Taehyung pestañeó.

Y entonces, comenzó a reírse descontroladamente.

—Ya sea que seas increíblemente ingenuo o yo sea un gran actor —prosiguió riendo sin poder contenerse—. Aclaremos algo, Jungkook: nada de lo que dije fue cierto. Personalmente, esas mujeres podrían destrozar la reputación de Joohyun y realmente no me importaría.

—¿Entonces por qué-?

—Es cuestión de conveniencia —dijo encogiéndose de hombros—. Si alguien me escuchó defender a mi querido hermanito y a mi amada familia, ¿qué crees que dirán por ahí? Aunque las opiniones estén divididas, la mayoría hablará en términos que favorecerán mi imagen.

Jungkook suspiró, sintiéndose decepcionado pero, de alguna manera, comprendiendo la situación.

—Realmente pensé que comenzabas a llevarte bien con ellos...

Taehyung sonrió, acariciándole suavemente la cabeza.

—Hay lecciones que aún necesitas aprender. Pero lo harás. Me aseguraré de ello.


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—¿Querías verme?

—Cierra la puerta, Yoongi.

El aludido obedeció en silencio bajo la atenta mirada de su madre quien parecía estar algo inquieta.

—Dime, madre.

Joohyun hizo un gesto con la mano, invitando a su hijo a tomar asiento.

—Necesito que hagas algo por mí —dijo, yendo directo al grano—. Vas a buscar a Jimin y lo llevarás a su habitación.

Yoongi frunció el entrecejo, completamente disgustado.

—¿Hay algún motivo en especial para que tenga que ser precisamente yo? —personalmente, Yoongi detestaba parecer un niño berrinchudo, pero su curiosidad era genuina.

—He estado ausente de nuestro "querido" evento por mucho tiempo y debo regresar —respondió Joohyun como si fuera lo más obvio del mundo—. Namjoon está ocupado ayudando con algunas cosas y nunca puedo contar con Taehyung para nada. ¿Tienes otra pregunta? ¿Alguna inteligente?

Yoongi suspiró.

—¿Dónde está?

Para Yoongi, fue inevitable experimentar un ligero déjà vu. Había pasado un tiempo desde la última vez que escuchó que alguno de sus hermanos terminó en el cuarto de castigo. La peor parte era que su madre no parecía estar afectada en lo más mínimo; pero si era honesto, le resultaría más extraño que si lo estuviera.

Una extraña sensación recorrió su estómago mientras descendía por las escaleras; de pronto, las cicatrices a lo largo de su cuerpo comenzaron a doler, justo como lo hicieron el día en que se grabaron en su piel.

Le tomó unos minutos llegar al final de los escalones y pese a que el sótano se encontraba a oscuras, Yoongi no tuvo ningún problema en encontrar aquella máquina con forma de ropero que se escondía en las sombras.

Avanzó lentamente, iluminando con una pequeña linterna las cadenas que sujetaban algunos candados que mantenían cerrado el artefacto. Yoongi sacó del bolsillo de su pantalón un llavero y comenzó a abrir cada cerrojo, deshaciéndose de las cadenas a la par.

Las puertas fueron abiertas lentamente, Yoongi se encontró con la imagen de su pequeño hermano encogido, con las rodillas pegadas al pecho y el rostro oculto entre ellas. Algunas zonas de su tuxedo estaban rasgadas debido a los clavos que se incrustaron en él cuando fue arrojado al lugar.

Jimin alejó lentamente su rostro de su escondite y pareció murmurar algo que Yoongi no logró entender.

—Oye...

Antes de que pudiera decir algo, Jimin se abalanzó contra él. El impacto logró derribarlo, quedando Yoongi bajo el peso de Jimin, quien estaba encima de él a horcajadas.

—Perdóname, perdóname, mamá...

Yoongi intentó apartarlo, pero Jimin se aferró con fuerza.

—N-no volveré a fallar... lo prometo... —Jimin sollozó, ocultando su rostro repleto de lágrimas en el firme pecho de Yoongi—. S-sé que me dijiste que nunca me mostrara débil, pero...

Yoongi frunció el entrecejo, ¿tanto le había afectado quedarse encerrado durante unas horas? El niño parecía estarlo confundiendo con su madre. Increíble. Aunque le resultara molesto, no intentó apartarlo de encima nuevamente. Lo dejó ser, seguro de que pronto se cansaría.

Dicho y hecho.

—¿Jimin?

Su hermano dejó de moverse, cambiando sus sollozos lastimeros por suaves ronquidos. Tal vez se había desmayado o incluso dormido. Esperaba que fuera lo segundo; no quería tener que cuidarlo.

Dejando escapar un suspiro cargado de irritación, Yoongi logró ponerlos de pie, llevando a su hermano en brazos estilo nupcial. Fue un pequeño desafío el tener que caminar hacia la habitación del menor asegurándose de no ser vistos, pero finalmente logró conseguirlo.

Con un poco de esfuerzo, Yoongi dejó a Jimin sobre su cama. Ni siquiera se molestó en tratar de cubrirlo con las sábanas; ya había cumplido con la tarea que su madre le asignó. Lo demás no era su responsabilidad.

Sin embargo, al intentar dirigirse hacia la salida, un sutil agarre en la manga de su traje lo detuvo. Al echar una mirada por encima del hombro, Yoongi se percató de que Jimin lo estaba deteniendo a pesar de tener los ojos cerrados.

—No te vayas...

Yoongi frunció el entrecejo, ¿por qué tenían que sucederle estas cosas? Anhelaba salir de ese lugar lo más pronto posible, pero su hermano se rehusaba a dejarlo ir.

Hizo un intento por zafarse nuevamente, pero fracasó. Dejando escapar un suspiro, Yoongi decidió sentarse en la cama, a un lado de su testarudo hermano. Podría soportar unos minutos así; pronto, el chico se quedaría dormido y entonces podría escapar.

Pero no contaba con que, en un momento dado, Jimin se acercaría demasiado, lo suficiente como para quedarse dormido encima de su regazo.

—Maldita sea —Yoongi murmuró, pero no hizo un esfuerzo para apartarlo.


━━━━━•◦ ◦•━━━━━

Jimin despertó con un fuerte dolor de cabeza. Parpadeó lentamente, analizando su entorno. No sabía cómo llegó a su habitación, pero se alegraba de no haber pasado toda la noche en el cuarto de castigo.

Sus ojos se abrieron en demasía al darse cuenta de que había dormido con su pijama puesto. ¿En qué momento se había cambiado? Quisiera recordarlo, pero al hacer el más mínimo esfuerzo su cabeza punzaba con una horrible jaqueca.

Jimin se levantó de la cama, tambaleándose cuando un repentino flashback llegó a su mente: estaba en brazos de Yoongi, él fue quien lo sacó de ese horrible lugar para llevarlo a su habitación.

Una sonrisa se curvó en sus labios, no era tan ingenuo como para creer que su hermano decidió liberarlo por su voluntad. Jimin era consciente de que, si lo hizo, fue probablemente por órdenes de su madre.

Sin embargo, dudaba que quedarse con él hasta que se quedó dormido fuera parte de dicha orden. Podría decir que Yoongi lo hizo porque no tuvo otra opción (tal vez), pero eso sería una mentira.

Anteriormente estuvo en una situación similar con el resto de su familia: Namjoon optó por empujarlo de forma cortés, aunque se notaba el desdén y el asco en su mirada. Con Taehyung, ni siquiera se atrevió a cerrar los ojos, temiendo de lo que podría hacerle mientras se encontraba indefenso (probablemente nada, ya que Jimin no era "digno" de hacerle perder el tiempo, según palabras dichas por el pelirrojo).

Su madre nunca tuvo la amabilidad de acompañarlo a la cama para velar su sueño, ni siquiera cuando era más pequeño.

Y su padre... bueno, con suerte recordaba su existencia.

Pero Yoongi se quedó con él hasta Dios sabe cuándo, y no lo apartó. Jimin es consciente de que su hermano lo detesta, igual que los otros, pero ese gesto podría significar una ligera esperanza para su relación de hermandad fallida. Tal vez.

—Debo hablar con él —murmuró para sí, saliendo de su habitación.

Corrió por los enormes pasillos de la mansión, pero no había rastro de Yoongi por ningún lado. Incluso se atrevió a meterse en su habitación, pero tampoco había nada.

¿Dónde pudo haberse metido? ¿Acaso ya se había marchado de Seúl? El corazón de Jimin se encogió ante esa idea. Naturalmente, Yoongi vivía entre giras y reuniones en el extranjero; para volver a verlo tendría que esperar al próximo evento familiar que fuese tan importante como para requerir su presencia, el cual sería hasta quién sabe cuándo.

Jimin suspiró, pero no se rendiría tan fácilmente. Aún quedaban lugares sin revisar, y si acaso no lo encontraba en la mansión, aún quedaba la esperanza de que regresara de alguna salida que tuvo que hacer por la ciudad.

Emprendió su camino hacia su habitación, pero se detuvo al mirar el despacho de sus padres. Una puerta estaba un poco abierta y podía escuchar algunos murmullos. Jimin apretó los labios en una fina línea; era consciente de lo descortés que era espiar conversaciones ajenas, pero su curiosidad le impulsó a esconderse detrás de la puerta entreabierta.

—¿Cuándo se irán? —era la voz de su madre.

—Taehyung probablemente quiera pasar el fin de semana en su natal —se burló su padre—. El muchacho tiene algunos... negocios que atender.

Jimin frunció el entrecejo, ¿qué clase de negocios podría tener su hermano? Odiaba ser tan curioso, pero Taehyung era alguien muy misterioso.

—¿Y Yoongi? ¿Cuándo piensa irse?

—Dentro de una semana debe reunirse con el presidente de una disquera en Estados Unidos. Desconozco si planea quedarse en nuestra casa o si quiere irse a algún otro lugar.

Un sutil jadeo abandonó los labios de Jimin. Ahí estaba su respuesta. Una sonrisa se formó en su rostro, tenía oportunidad para hablar con él antes de que deba irse.

—Creo haberte enseñado que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación, Jimin.

El rostro del menor palideció, ¿cómo pudo su madre saberlo?

—No te quedes ahí afuera. Entra.

Como si su cuerpo hubiera sido programado para seguir las órdenes de su madre, Jimin entró al despacho y cerró la puerta detrás de él.

—Lo siento, madre —exclamó cabizbajo.

—Déjanos solos, Eunwoo —ordenó su madre, observando en silencio cómo su padre abandonaba el lugar—. ¿Qué hacías espiando?

Jimin comenzó a jugar con sus pulgares. No había visto a Joohyun desde el desastre de anoche y su sola presencia le ponía nervioso a niveles extremos.

—E-estaba buscando a Yoongi —dijo, incapaz de mirarla a los ojos—. Pasé por aquí y escuché que estaban hablando acerca de cuándo se iría de Seúl, solo quise asegurarme de que pudiera tener la oportunidad para hablar con él.

Joohyun asintió, luciendo poco convencida.

—Si buscas a Yoongi, él está en el jardín —dijo, parecía aburrida—. Pero no vuelvas a escuchar a escondidas, sabes lo mucho que detesto cuando lo hacen.

Jimin asintió, ¿cómo podría olvidarlo?

—Gracias, madre —hizo una pequeña reverencia, tomando su silencio como una invitación para irse.

Una vez estuvo afuera del despacho, Jimin se percató de que Joohyun no mencionó nada acerca de lo de anoche. No debía extrañarle, así era su madre. Ella preferiría comer una bala antes que disculparse.

O tal vez no había nada que disculpar.


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No le llevó mucho tiempo dar con Yoongi. Este se encontraba regando las rosas, sumido en una calma exquisita que se reflejaba en su rostro.

Jimin se acercó lentamente, siendo testigo de cómo la brisa acariciaba suavemente los pétalos de las flores, llevándose consigo el delicado perfume del jardín. Detuvo sus pasos, de pronto sintiendo que no era una buena idea.

Pero, vamos, ya ha enfrentado situaciones más incómodas que esta. Una más en su lista no le haría daño.

—¿Te gustan las rosas? —dijo, queriéndose dar una palmada en la frente cuando el cuerpo del mayor se tensó. Tal vez no había sido la mejor forma de iniciar una conversación.

Yoongi no respondió.

—Yo... quería hablar contigo.

—¿Sobre qué?

Jimin apretó los puños, reteniendo un suspiro. Aún no se acostumbraba a la voz tan... enigmática de su hermano.

—Lo de anoche... —mordió su mejilla por dentro, ¿por qué estaba tan nervioso?—. Sé que nuestra madre te hizo sacarme del cuarto de castigo, pero te quedaste conmigo cuando... bueno, ya sabes.

Yoongi detuvo el riego de las flores, colocando la regadera en una pequeña mesa. Jimin observó cómo su hermano se giró lentamente para encararlo, y un escalofrío recorrió su cuerpo cuando los ojos grises de Yoongi lo analizaron de arriba hacia abajo, casi con desdén.

—Q-quería disculparme por causarte tantas m-molestias —una gota de sudor frío resbaló por su frente cuando Yoongi empezó a acercársele lentamente, haciéndolo retroceder—. También quiero agradecerte por todo.

—Agradecerme —repitió con extrañeza, casi como si le hubieran dicho algo imposible de creer—. Bien, ahora vete.

Jimin quedó boquiabierto mientras su hermano regresaba a lo que estaba haciendo, ¿así de rápido terminaría su charla?

—Eh... escuché que dentro de una semana viajarás a Estados Unidos —exclamó Jimin en un intento por conseguir su atención—. ¿Qué opinas del país? Nunca he viajado lejos de Corea y-

Jimin cesó sus palabras de golpe al ser bruscamente jaloneado por el cuello de su camisa hacia Yoongi, obligando a sus rostros a permanecer cerca.

—¿Por qué crees que mereces que siquiera te voltee a ver? —bramó, frunciendo el ceño—. ¿Acaso he sido demasiado blando contigo? No tienes idea de lo molesto que es el simple hecho de estar cerca de ti.

Jimin jadeó, haciendo un esfuerzo por apartarse.

—Yo realmente pensé que podíamos-

—¿Tener una sana relación entre hermanos? —dijo, levantando una ceja con expresión estoica—. Imposible, niño.

Jimin se tambaleó al ser liberado de forma abrupta.

—¿Por qué me odias tanto, Yoongi? —frunciendo el ceño, Jimin tomó el brazo de su hermano para llamar su atención—. Tú ni siquiera me conoces, creo que nadie de esta familia lo hace, ¿cómo puedes odiar a alguien así?

—¿Tú por qué te empeñas en acercarte a mí? ¿A alguno de nosotros? —exclamó el mayor, liberando su brazo—. Tampoco me conoces, ¿qué tal si soy una mala persona? Estarías queriendo ser cercano a alguien que podría arruinarte la vida.

Las palabras parecieron tener un efecto en Jimin, quien quedó en silencio unos segundos, buscando qué decir. Sin embargo, nada salió de sus labios.

—Finge que no existo, déjame solo y sigue con tu vida, niño —Yoongi agregó, dándole la espalda.

Pero Jimin se caracterizaba por ser el más testarudo de la familia.

—¡De todas formas quiero conocerte! —exclamó, ignorando el suspiro de su hermano—. Creo que de todos eres con quien mejor podría llevarme, y yo... no sé, pero-

Unas manos lo tomaron por el cuello de su camisa, elevándolo un poco del suelo. Antes de que pudiera siquiera parpadear, Jimin sintió la áspera presión de los labios de Yoongi sobre los suyos, robándole el aliento.

El mundo parecía disolverse a su alrededor. Jimin no tenía fuerzas para hablar o el valor para hacer algún movimiento, solo sentía los fríos labios de su hermano mayor besándole con furia, haciéndole abrir los propios para que Yoongi pudiese meter su lengua, abusando cruelmente de su cavidad bucal.

—¡Mmh! —Jimin gimió, tratando de apartarse.

El mayor, al parecer compadeciéndose de él, cesó los besos. Jimin solo podía percibir la cálida respiración de Yoongi cerca de la suya, ambos sumiéndose en un silencio profundo.

—No soy tan distinto a los demás como imaginas, tal vez sea peor que todos ellos —Yoongi murmuró sobre sus labios, su voz extremadamente ronca—. Robé tu primer beso; no creo que desees descubrir qué más podría arrebatarte si insistes en acercarte a mí.

Y se fue, dejando a Jimin al borde de las lágrimas.

Un hormigueo recorría sus labios, su corazón retumbaba con fuerza y de no ser por la mesa a la que pudo aferrarse, ahora estaría tendido en el suelo.

¿Qué acababa de pasar?

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