3. Hijos de vuestra cochina madre

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Contemplando las hojas meciéndose sobre su cabeza, Mora pensó en dar una última vuelta por los alrededores antes de que se hiciera de noche, pues su espíritu inquieto se aburría con sus compañeros dormidos. Miró a su fiel Rorro, que estaba echado a su lado y le devolvió la mirada, con esos ojos despiertos, brillantes y melosos.

—¿Vamos? —le dijo.

El perro puso sus orejas de punta y la expresión atenta. Entre ellos hubo un mutuo asentimiento, y se levantaron, todo dispuestos a emprender una pequeña excursión. Era una de las horas favoritas de Mora, además de la del amanecer; cuando el cielo se volvía violeta y los mirlos se movían entre los setos, lanzando sus agudos cantos y llamadas. Respiró ampliamente, llenando sus pulmones de aquel aire puro, impregnándose de ese ambiente especial y pleno.

Sus botas caminaban sobre la hierba verde y fresca, mientras ella iba cada vez más hacia el bosque, y pisaban algunas hojas y ramas caídas. Todo estaba tranquilo y pacífico. Chica y perro pasearon un buen rato, olvidándose de todo y simplemente disfrutando.

De pronto escucharon un ruido, algo que se salía de los normales susurros e idas y venidas de los animalillos. El perro se tensó, puso las orejas alerta y gruñó quedamente, mientras que Mora ponía una mano sobre su arco y aguzaba la vista y el oído.

Entonces, siguiendo el sonido de los gruñidos del perro, apareció un destacamento de oikos. No eran muchos, solo unos cinco o seis, pero aparecieron todos de pronto.

La flecha que había preparado fue disparada hacia el más cercano, al cual le dio en la frente; gracias a los cascos que llevaban no le abrió la cabeza. Mora recargó rápidamente otras dos flechas, que fueron disparadas con mejor acierto, pues se escucharon dos agudos gritos de dolor.

—¡AAAAAAAH!

—¡Ro, quédate quieto! —ordenó la chica al perro. Éste obedeció contra su voluntad, quedándose donde estaba.

—¡A ella! ¡Atrapadla! —gritaron. Y todos a una se lanzaron sobre ella, iniciando el ataque.

—¡HIJOS DE VUESTRA COCHINA MADRE, SOLTADME!

—¡¿Pero te quieres estar quieta, puñetera salvaje?!

Mora pateaba y mordía, causando caos entre los atacantes. Así y todo, la atraparon con una red atada rápidamente con cuerdas.

—¡Me cago en vuestra estampa, pedazo de garrulos! —seguía maldiciendo ella.

Rorro no aguantó más. Se había estado quieto por orden de su ama, viendo cómo la agredían. Saltó gruñendo amenazadoramente, como si en vez de un perro se creyera un león.

—¡Cuidado! —dijo uno de los oikos viendo lo que se les venía encima.

Mora vio en peligro a su compañero.

—¡NOO! ¡Rorro!

El perro ya había mordido con ahínco el trasero de uno, que corría gritando como condenado.

—¡QUITÁRMELO, QUITÁRMELO DE ENCIMA! AAAAHH ¡¡ME HA MORDIDO, ME HA MORDIDO QUE TE PASAS!!

—¡¡Estate quieto Sulfuric, así cómo quieres que lo alcance!!

—¡RORRO, QUIETO!

El perro se paró en seco hacia su ama, obedeciendo a una de las órdenes más importantes que le habían enseñado. Y la miró como diciendo: «¿Qué pasa? Ahora que empezaba a divertirme...»

—¡Rorro, busca a Diano! ¡Vete, vete, a por Diano! ¡Vamos!

Entendía las palabras vete y Diano, así que pareció captar el mensaje. Aún así, no parecía muy dispuesto a abandonar la juerga ni a su chica.

—¡Corre, hostias, corre!

Esta vez sí hizo caso, y salió pitando antes de que pudieran atraparlo. Por suerte los oikos dudaban completamente de la eficacia del perro, así que solo se preocuparon de su prisionera.

—¿Qué mierda queréis de mí? —preguntó ella.

—Lo sabrás cuando lleguemos al campamento. ¡MARCHANDO! —ordenó quien supuestamente era el cabecilla.

Durante todo el camino Mora no paraba de maldecir, con las más exquisitas y refinadas palabrotas que podía rebuscar, entre un coleto de viejas injurias tradicionales y otras de cosecha propia e imaginativa. Sus raptores se dieron cuenta de que deberían haberle amordazado la boca, pero ahora cualquier intento sería inútil; más de uno llevaba la marca de sus dientes.



༄ ༄ ༄

¡Oh no, han raptado a Mora! ... PUAJAJAJAJAJAJ

Y los oikos resultaron no ser yogures, sino unos tipejos mamones, digo- los guerreros a la conquista y... ¿rapto de chavalas silvestres? Ya veremos qué pasa con los hijos de su cochina madre y la puñetera salvaje, ya saben, en el próximo capítulooo. 

Gracias a quienes me leen, aprecio los votitos y comentarios de todos <3

La la la love you

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