Ɩą ƈąíɖą ɖɛ Ɩą ɖıơʂą

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Ithaka, 17 de Julio de 2033

Aquel juramento de fidelidad se rompió así que Theresa descubrió el mayor secreto de Casey —que no, no era el nombre de su real planeta de origen, sino algo peor, y tan obvio que debió serle aparente desde la noche en que se besaron por primera vez—. 

Casey...

Joder. Solo pensar en ello hacía a la empresaria reírse de rabia.

Ella era Titanis.

Ella era la superheroína que había salvado a su país centenas de veces y que había conducido a su hermano menor a la locura.

Fantástico.

Realmente eso era... fantástico.

Para empeorar una situación que ya era bien horrible, la ingeniera no descubrió este hecho por la boca de su novia. Lo hizo a través de un desquiciado más, James Hammer. Un fiel apoyador de Otto que quería descubrir la real identidad de Titanis y que, para lograrlo, secuestró a la mismísima mujer que la había salvado de la muerte años atrás; la propia Theresa.

La alienígena voló a su rescate sin pensar demasiado en las consecuencias de su aparición y terminó cayendo en la trampa tendida por Hammer. Ella podía ser muy inteligente en lo que se refería a conocimiento académico, factual, pero la sensatez sin duda no era lo suyo, y aquél día esto se hizo aparente. Viajó sin refuerzos a la guarida de un villano que la quería muerta. Todo porque no quería ver a otro ser querido más morir por su culpa.

Todo porque no quería ver a su novia morir por su culpa.

Al llegar, fue inmovilizada por los hombres de Hammer usando un nuevo elemento radioactivo por él inventado, hecho a base de Uranio, que era letal para apenas para ella: la Uranita.

El metal poseía un color amarillento, casi naranja, y brillaba en la oscuridad. Estar expuesta a la roca le causaba a la superheroína los mismos efectos que el síndrome por radiación aguda le causaría a una persona humana común y corriente, y si su tiempo de exposición era largo lo suficiente, ella podía fácilmente morir.

Apenas pisó en el escondite de Hammer y ya había sido ionizada. Ahora estaba en una carrera contra el reloj para salvarse a sí misma, y a Theresa.

—Ya me tienes a tu merced, James... ahora déjala ir —Titanis le dijo al hombre, que sujetaba en su mano un pequeño trozo de Uranita.

—Pero eso sería muy fácil, ¿no?

—Por favor...

—Ah, ¡llegamos al punto de implorar por su vida! ¡Que interesante!

—¡Titanis! —Theresa gritó, desde la silla donde estaba atada, con uno de los secuaces de Hammer apuntándole una pistola a la cabeza—. ¡Vete de aquí mientras puedes! ¡No vale la pena dar tu vida por la mía!...

—No te voy a dejar atrás, Thea —la entidad la interrumpió, con una expresión agobiada—. James... Solo hazme caso. No es a ella quien quieres matar... Es a mí.

—¿Y quién dijo algo sobre matarla? —El villano se rio—. Tranquila, alien... Tu amiguita estará a salvo pronto. Pero primero, y antes de que ella salga de aquí, hay algo que debes hacer.

—Lo que sea.

Hammer sonrió con crueldad.

—Dinos a todos tu verdadero nombre.

—Yo... —La superheroína intentó dar un paso adelante, pero retrocedió de inmediato, al oír el empleado de James quitarle el seguro a su arma y presionarla aún más contra la cabeza de Theresa—. ¿Si te digo mi verdadero nombre, la dejarás ir? ¿De verdad lo harás?

—Sí —él prometió—. Y después, claro, te mataré. Pero ella vivirá para contarle al mundo la verdad... Vivirá para relatar la caída de la titánide.

La alienígena respiró hondo. Empujó sus emociones garganta abajo. Cerró los ojos y se concentró.

De pronto, sus facciones comenzaron a transformarse. Su largo cabello azulado se volvió castaño. Sus ojos negros, adoptaron una esclerótica blanca e iris clara. Su piel celeste cambió de color. Su estatura elevada descendió en tamaño y sus músculos esculturales, más prominentes que el de una mujer humana común, se aplanaron.

En segundos, la diosa alabada por los periódicos locales había desaparecido. Y en su lugar solo restó Casey Hyperion, vistiendo una armadura muy grande para sí misma, y una capa pesada, que por poco no la tragaba por completo.

Así que su mirada se cruzó con la de Theresa y sus labios modularon la respuesta a la pregunta del villano, supo que su relación había acabado.

Cinco años de amistad y uno de noviazgo, tirados a la basura por sus seis años de mentiras.

Ninguna se dijo una sola palabra después de eso. Pero el dolor, la tristeza, y la rabia que consumieron el rostro traicionado de la ingeniera hablaron más alto que cualquier grito.

—¿Ahora usted entiende mis motivos para no confiar en esta mujer, señorita Schnell? ¡Titanis es su novia! ¡La mujer que la obligó a usted a casi matar a su propio hermano, es su novia! ¡Compartió la misma cama que usted! ¡Fue a los mismos eventos que usted! ¡La juró amar!... ¡Pero todo siempre fue una farsa!

—No —La alienígena sacudió la cabeza—. ¡Eso no es cierto!

—¡Ella solo le quería sacar provecho! ¡Y espiar a sus corporaciones!

—¡NO! ¡Yo siempre te amé, Thea! ¡Siempre! ¡Este maldito no sabe de lo que habla!

—Me mentiste, Casey —la ingeniera respondió, en una voz fría, baja, casi que separada de la realidad—. Por todo este tiempo, tú... tú...

Una explosión en la distancia interrumpió su discurso conmovido. Luego, el sonido de todas las ventanas de la guarida rompiéndose al mismo tiempo.

Un disparo de francotirador mató al hombre que amenazaba a Theresa y Casey aprovechó la conmoción para taclear a Hammer, haciendo con que la piedra de Uranita que sujetaba se cayera al suelo, rebotando bien lejos de él.

Como una colonia de hormigas, el batallón de las fuerzas especiales del DDN invadió el piso donde estaban, armados hasta los dientes.

La empresaria fue rescatada, Casey se transformó de nuevo en Titanis y, antes de huir, intercambió una mirada entristecida con ella.

Theresa, por su parte, no compartió su melancolía. La única emoción que sus ojos transmitieron fue desprecio.

Para la mala suerte de amabas, esta resultó ser la última vez que las se vieron en persona, por años.

Al caer la noche, la alienígena voló a su departamento compartido, esperando encontrar a su novia allí. Lo único que halló fue una carta de Theresa, en la que le ordenaba distancia, y afirmaba jamás ser capaz de perdonarla por sus continuas mentiras y traiciones.

Casey logró llorar más en ese entonces que en la madrugada en la que sus dos padres fueron asesinados.

Pero se juró, por el bienestar de la mujer que amaba, cumplir con sus órdenes y deseos, por más injustos y dolorosos que estos le parecieran.

Por eso mantuvo su distancia y siguió con su vida.

Hasta que la misma terminó.



———


Nerith, 02 de septiembre de 2033

Theresa recogió sus pertenencias a la rápida y huyó hacia la ciudad de Nerith, en el centro del país, bien lejos de la costa. Quería huir de Ithaka y de Casey.

Una de sus amigas de infancia —Hazel Segel— vivía allí, y la ingeniera decidió pasar sus primeros días en la nueva ciudad junto a ella, recuperándose de su corazón partido a su lado.

La mujer le había estado rogando que viniera a visitarla cuando pudiera y su depresión súbita le indicó que era un buen momento para hacerlo. No podía estar sola después de todo lo sucedido. No soportaría hacerlo.

Al llegar al hogar de Hazel, ambas compartieron unas copas de vino antes de comenzar a charlar sobre su repentina mudanza. Y al ser presionada por los detalles de su separación, Theresa decidió hacer lo correcto pese a su rabia; ocultó el real motivo de la misma con una pequeña mentira. Le comentó a Hazel que Casey la había traicionado con otra mujer; Tianna.

Obviamente, esto no era cierto. Pero ella quería desahogarse con alguien sobre lo que le había pasado, pese a no poder desenmascarar a Titanis.

Y una deslealtad seguía siendo una deslealtad, sin importar la narrativa.

—Estoy en shock, lo juro —Hazel sacudió la cabeza y luego le sirvió una copa más de vino blanco—. O sea, ¿te propuso matrimonio y después te hizo esto? ¿Por qué?... ¿Por qué no solo pedirte un tiempo? ¿O que separasen antes?... No entiendo.

—Yo tampoco —Theresa bebió un sorbo de su propia copa—. Pero... estoy destruida. De verdad lo estoy. Me siento pésima.

—Ay, amiga... Te juro que quiero matar a esa perra.

—No la llames así.

—¡Te engañó! ¡Es una perra!

En el fondo, Theresa supuso que su amiga tenía razón. La había traicionado y por eso sí, Casey era una perra. Pero ella todavía la amaba y no podía concordar con aquella aseveración en voz alta. Porque la alienígena, en su corazón, seguía siendo el amor de su vida.

Aun así, dejó que Hazel la siguiera llamando de tal forma por las próximas semanas. Su dramatismo era chistoso y le elevaba los ánimos.

Pero hasta ella detuvo sus chistes de mal gusto en la tarde aquel fatídico día.

02 de septiembre de 2033.

Una fecha que Theresa jamás olvidaría.

Había estado trabajando en su oficina en la sede local de las Industrias ORION, cuando Hazel golpeó su puerta y entró con cierto desespero a su despacho, prendiendo la televisión sin siquiera pedirle permiso.

—¡Thea, tienes que ver esto!

Su amiga aumentó el volumen del canal de noticias que había seleccionado al máximo. La ingeniera se levantó de su asiento y lentamente se movió hacia la pantalla.

El titular heló su sangre y la hizo sentirse mareada.

"¡KRONUS REGRESA, Y ENTABLA PELEA MORTAL CON TITANIS!"

Al terminar de leer, concentrarse en el habla del reportero le costó un poco. Pero luego de unos segundos de pasmo agudo, lo hizo.

—... ¡Sí, Sarah! ¡Cómo puedes ver, el edificio donde opera la sede central de las Industrias ORION fue completamente destrozado por el general Schnell! ¡Cerca de 1500 funcionarios ya han logrado huir del área, pero alrededor de 600 trabajan sobre la línea de impacto del misil y están atascados en los pisos superiores! ¡Los bomberos están intentando subir al piso 86 ahora mismo, para intentar rescatar a las personas que siguen atrapadas, pero todavía no se sabe si será posible o no salvarlas! ¡Se cree que todas las vías de escape fueron destrozadas por la explosión y que las escaleras están inoperables!... —El hombre, temblando tanto por sus nervios que el micrófono que sujetaba llegaba a sacudirse, apuntó hacia la bola de fuego que consumía la parte superior del rascacielos en donde Theresa solía trabajar.

En las ventanas arriba, la empresaria vio a decenas de pañuelos blancos y camisas siendo sacudidas en el aire, por empleados que habían sobrevivido a la explosión inicial y aún resistían a las llamas y al humo de la misma.

—Dios mío, Otto... —Los ojos de Theresa se llenaron de lágrimas.

—Michael, gracias por estar con nosotros y por favor ten cuidado caminando por ahí... —La transmisión volvió a concentrarse en la presentadora del noticiero por unos breves segundos—. Vamos a hablar ahora con Samuel Morales, quien también está en terreno, al norte de Michael... Samuel, ¿cómo ves la situación desde tu punto?

—¡Buenas tardes, Sarah! ¡Desde aquí la pelea entre Kronus y Titanis es muy visible y al parecer, nuestra heroína está teniendo problemas para derrotar al general! ¡El jefe de seguridad nacional, el general Alastor McGregor, ha enviado centenas de batallones del ejército al área, junto con la artillería pesada, pero ¿francamente? No está siendo fácil para ellos ayudar a Titanis... —Un resplandor dorado y un ensordecedor estallido detuvo el habla del reportero. Ambos él y el camarógrafo miraron arriba por instinto y vieron como la punta del rascacielos comenzaba a inclinarse, siendo consumida por una bola de fuego gigantesca—. ¡ES MEJOR SI NOS VAMOS DE AQUÍ!... ¡CORRE JOEL! ¡CORRE!...

En vivo y en directo, Theresa y Hazel observaron la caída del enorme edificio de 95 pisos donde la empresaria habría estado trabajando aquella tarde, si su separación de Casey no hubiera sido llevada a cabo.

Así que la nube de polvo y escombros que prosiguió al derrumbe tragó al periodista, su transmisión fue interrumpida y la pantalla regresó a una toma aérea de la zona, grabada por un helicóptero minutos antes.

El luto y el terror que permeó la oficina de la ingeniera fue palpable. Pero Theresa no logró entrar en pánico. No logró maldecir a nadie. No logró siquiera moverse. Estaba paralizada por su miedo. Y los presentadores del canal también.

Por un sólido minuto, toda la nación se calló.

—Damas y caballeros, la sede central de las Industrias ORION acaba de caer... Como pueden ver, el cielo está cubierto por una enorme nube grisácea, que presumimos, se originó por el humo del incendio y por los escombros pulverizados...

Los presentadores describieron la zona del desmoronamiento por unos cinco minutos, queriendo comprarse tiempo hasta que pudieran reconectarse con sus reporteros en terreno. Eventualmente, Samuel Morales reapareció. Cubierto por un pegajoso y arenoso polvo, parecido a ceniza, con un corte sangriento justo abajo del ojo derecho.

—¡¿Estamos en vivo?!

—¡Sí, Sam! ¡Adelante! —Alguien de su equipo, que también estaba en el área del desastre, le respondió.

—¡Titanis entró al edificio segundos antes de que c-colapsara! ¡Si miran en esa dirección!... —Apuntó a los restos ardientes del rascacielos—, ¡Podrán ver una luz azul y rayos blanquecinos rebotando por doquier! ¡E-Es un campo de fuerza!... ¡Algunas de las p-personas atrapadas adentro d-del edificio se pueden h-haber salvado gracias a Titanis!...

La cámara le hizo zoom al lugar señalado y en efecto, un domo semi-transparente, color cian, estaba protegiendo a un grupo de bomberos, trabajadores de oficina y periodistas del desastre a su alrededor.

Cuando la burbuja se rompió, Titanis colapsó. Dos de los bomberos a su lado la atraparon de inmediato y la levantaron por los brazos, antes que cayera al suelo. Luego, miraron alrededor sin saber hacia dónde huir. A su izquierda, el fuego rugía. A su derecha, había un socavón enorme. Detrás, barras de refuerzo derretidas y una torre de cemento. Su única ruta de escape, por ahora, eran las montañas de escombros a su frente. Eran imponentes e inestables, pero debían intentar cruzarlas o el extenuante sacrificio de la heroína no habría servido de nada en el final.

Un policía que estaba mezclado con la muchedumbre decidió liderar el camino por aquella terrorífica cordillera. Tenía el brazo herido y su uniforme estaba manchado de sangre en varias partes, pero la adrenalina lo empujó a seguir trabajando y protegiendo a los civiles a su espalda. Así que eso hizo. Descendió por la pila de cemento molido, muebles triturados y cuerpos calcinados con cuidado, liderando el grupo hacia un área más segura.

Fue entonces cuando Kronus emergió del suelo donde el pobre hombre pisaba. Él había seguido a Titanis adentro del edificio y sobrevivió al colapso gracias a su armadura.

Sin demostrar emoción alguna, el general se paró sobre sus pies, apuntó sus metralletas a los sobrevivientes, y les dijo a los demás miembros de su raza que se marcharan de ahí de inmediato. Todos podían irse, menos la alienígena que él tanto despreciaba.

Unos pocos lo obedecieron y se fueron, pidiéndole disculpas al huir. La gran mayoría, se quedó firme al lado de la superheroína. Los bomberos en específico, se metieron entre el general y ella, queriendo protegerla de aquel infeliz a toda costa. No solo por la gratitud que le tenían, sino también por lo bien que conocían a la mujer. La habían visto entrar a miles de construcciones en llamas para salvar a sus residentes, sostener a pilares con sus propias manos para evitar derrumbes fatales, e incluso evitar choques automovilísticos con su propio cuerpo. La consideraban un miembro más de su equipo y por eso, no se movieron. Si ella moría, ellos la seguirían a la tumba.

Otto se enfureció aún más por su lealtad y no les tuvo piedad. Con un gruñido le dio una orden a la computadora interna de su armadura, activó sus metralletas, y mató a todos los uniformados con una cruel lluvia de balas.

La única a no ser herida por ellas fue Titanis, a quién él decidió matar de otra forma.

La agarró por el cuello y la levantó en el aire, estrujándola como a un insecto.

Fue entonces cuando la cámara captó algo que desesperó a Theresa al punto de la locura; la armadura de la alienígena, que siempre contaba con un leve brillo azulado, se había vuelto oscura. Esto también había sucedido en el día de su separación. Y según lo que el propio Hammer le había comentado en aquel entonces —minutos antes de que Casey apareciera en su guarida para rescatarla—, esto solo ocurría cuando la superheroína perdía sus poderes por exposición al Uranio. O, en aquel caso, Uranita.

Esto se explicaba por dos factores: el nuevo traje de su hermano contaba con cañones energizados por dicho metal, y su espada también estaba hecha con él.

Oh no.

Su espada.

Theresa se había olvidado de aquella puta espada.

—¡CASEY! —Theresa gritó, al ver su peor pesadilla convertirse en realidad.

Otto había empuñado su arma contra el torso de Titanis y lo había atravesado, de lado a lado.

La empresaria dio un salto asustado y comenzó a sollozar con total descontrol. Recogió su celular, queriendo hacer algo para detener aquel desastre, pero no supo qué. Lloró aún más al percibir que ya era demasiado tarde.

En vivo y en directo, por un canal nacional, la muerte de la protectora de Ithaka había sido transmitida, en alta resolución y con amplios detalles.

La caída de Titanis fue televisada.

Así como la subsecuente muerte de Otto Schnell.

Aprovechando su cercanía al villano, la alienígena sacó a su propia arma del cinturón, a la que usaba apenas en caso de emergencia: una pistola de plasma. Con sus últimas fuerzas, la disparó en contra del estómago del general, dándole en lleno a la batería que energizaba su armadura metálica. Este contacto sobrecalentó la fuente de energía e hizo con que el traje explotara en una enorme y violeta bola de fuego.

La cámara del canal de televisión entonces volvió a enfocarse en el reportero, Samuel, antes de que la grabación fuera cortada y el canal concentrara la atención de sus espectadores de vuelta al estudio.

Theresa aún no podía parar de llorar. Se sentó en el sofá de su despacho y ocultó su rostro entre sus manos, queriendo huir del mundo que la rodeaba.

El amor de su vida había muerto.

Sus empleados habían muerto.

Miembros del servicio de emergencia de su ciudad natal habían muerto.

Su hermano... ese desgraciado... había muerto.

Aparte de Hazel, ella no tenía a nadie más a su lado.

Estaba sola.

—T-Tengo que v-volver a Ithaka... —Se tragó sus lágrimas, sabiendo muy bien que inúmeras más caerían—. Y t-tengo que hacerlo hoy.


..........


¿Me perdonan por el sufrimiento gratuito si les dejo el primer concept que hice de estas dos? xd

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