𝐨𝟑𝟔. no significa nada

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o36. ❝ yeah, i like my bed, but it likes you, too. how am i supposed to leave you now that you're already over? ❞






































































❝ si ellos, tontamente, lo establecían así...entonces no significa nada

✦•─────• CUANDO NATALIA DESPERTÓ ENTRÓ EN PÁNICO.

Se había acostado con Pedri...Otra vez.

Con tan sólo el abrir de sus ojos por la luz matutina fue capaz de recordar todo lo calurosamente vivido la noche anterior. Los besos, los roces, los movimientos, los gemidos, todo. Todo vino a su mente de golpe y las cosas se fueron acrecentando cuando comenzó a darse cuenta de que tenía cierta calidez rodeando su cintura.

Se giró un poco hacia atrás para darse cuenta que el canario seguía abrazándola por la espalda mientras dormía plácidamente. Ella cerró los ojos con fuerza deseando no haber visto aquella postal. Se veía tan sereno y tan calmado. Sus parpados cerrados siendo decorados por sus oscuras pestañas y su cabello aún excesivamente despeinado.

Vaya qué vista.

De esa manera, poco a poco la cabeza comenzó a dolerle con el resto de los recuerdos que caían como una bomba sobre ella. ¿Qué había hecho? ¿En serio? ¿Otra vez? Un sentimiento de culpa comenzó a subir por su estómago hasta llegar a su garganta donde un nudo se le formó. Se sintió como una idiota y no supo que hacer.

Estuvo a punto de huir de nuevo.

Divisó su celular sobre la mesa de noche y con cuidado trató de alcanzarlo realizando la menor cantidad de movimientos posibles a pesar de estar retenida por los brazos del futbolista. Así, evitaría despertarle.

Cuando encendió la pantalla vio la hora y un recordatorio que había puesto en la aplicación del calendario.

Ahogó un suspiro—Conchetumare.

Eran pasadas las 9 de la mañana y había olvidado que tenía una reunión de guión a las 10.

Comenzó a entrar en pánico en ese mismo instante y con suma cautela buscó liberarse del agarre del hombre. Su primer intento fue fallido, ya que lo único que obtuvo fue un gruñido por parte del español y que éste la atrajera más a su cuerpo. Maldijo en su interior y trató de no prestarle mucha atención a lo tierno que había sido aquello. Intentó otra vez quitando las sábanas de encima y moviendo poco a poco cada una de sus manos delicadamente. Finalmente, logró soltarse y salió de la cama lo antes posible para que él no volviera a notar su ausencia.

Suspiró aliviada al notar que él siguió durmiendo como si nada. El problema fue que se le quedó mirando en esa posición más tiempo del debido.

Se dio una cachetada—Concéntrate weona. Estás atrasada más encima.

Comenzó a debatir sus opciones mientras se movía de puntitas por la habitación sintiendo frío por su cuerpo desnudo. Al final, y viendo sus pocas alternativas, eligió por aprovechar el sueño del canario y meterse a tomar una ducha rápida. Se sentía un poco irrespetuosa al hacerlo sin su consentimiento pero no tenía otra cosa que hacer. Era eso o presentarse a la reunión oliendo a sexo.

Recordaba perfectamente donde estaba el baño así que, con lo poco que había, se metió a bañarse sintiendo un gran alivio al tener agua tibia corriendo por su cuerpo.

Aquella agua tibia no la hacía recordar otra cosa mas que a Pedri. ¡Maldita sea! Si tan sólo pudiera olvidar todo aquello las cosas serían mucho más fáciles. Pero ahí estaba una y otra vez. No podía echarse shampoo sin recordar las manos del hombre enredadas en su cabello y mucho menos podía echarse jabón sin imaginar las manos de Pedri otra vez recorriendo su cuerpo.

Se odiaba por eso. Incluso gruñó desesperada y cambió un instante el agua de tibia a fría para reaccionar o lo que fuera. Aquello estaba comenzando a comérsela viva.

No tenía mucho tiempo y lo peor de todo era que su mente seguía jugándole malas pasadas encerrándola en un único pensamiento que ahora estaba causando su retraso.

—¿Nat?

Ella se detuvo.

Su cuerpo quedó paralizado y detuvo toda acción que estaba haciendo.

Todo cuando oyó su voz.

Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza cuando escuchó a Pedri evidentemente desde el otro lado de la puerta del baño. La suavidad de su tono ligeramente preocupado resonó en su cabeza una y otra vez haciéndola perder toda su racionalidad al recordar su presencia en la habitación.

A su mente vino la noche anterior y los recuerdos de como aquella misma voz se sumergía en ella y se impregnaba en su piel de manera fogosa e imposible de detener, diciéndole tantas cosas que la habían vuelto loca. El mismo autor de aquella profunda y desenfrenada voz era el mismo que estaba preocupado detrás de la madera.

Lo reconocía en su interior: Haberse acostado de nuevo con Pedri era un hecho que no la estaba dejando tranquila.

—¿Nat? ¿Estás ahí?

Su insistencia ante la pregunta la hizo regresar los pies a la tierra recordando que debía responderle.

—Eh...Sí.

Vaya qué estúpida. De sólo sentirse en la presencia del canario había olvidado toda habilidad de habla y permaneció estática en su lugar mientras el agua tibia de la ducha seguía cayendo sobre ella.

—Yo...Eh —se tomó la cabeza y trató de formular aunque fuera otra oración más—. Disculpa, necesitaba tomar una ducha. Espero no te haya molestado.

Hubo con corto silencio en el que el único acompañamiento fue el sonido del agua cayendo.

—Claro que no me molesta —contestó con normalidad—. Sólo fue que...Desperté y no te vi.

Silencio.

González apoyó parte de su cuerpo en la madera color blanco y se cegó por los recuerdos de la noche anterior y la constancia de que la mujer que lo había vuelto loco en cuerpo y alma horas atrás estaba del otro lado, en —probablemente— la misma situación emocional y mental que él.

Confirmado: Pedri también estaba confundido.

—Pensé que te habías ido de nuevo.

Casi no fue consciente del momento en que aquellas palabras habían salido de su boca. Sí, realmente lo sentía y en serio fue su primera impresión cuando abrió los ojos y se vio sólo entre las sábanas. Igual que la primera vez. Un silencioso temor comenzó a correr a través de su cuerpo de sólo pensar que había hecho algo mal, detonando la segunda huida de la chica de su cama.

Cuánto alivio sintió al oír la regadera y saber que ella seguía ahí.

Dietz cerró los ojos con fuerza al oírle y apoyó su espalda en la fría baldosa de la pared de la ducha. Desconcertada y con un nudo en el estómago, se llevó una mano a la frente asegurándose de que estaba en el mundo real y no en un sueño que le hacía creer que estaba en una realidad paralela perfecta. ¿Qué le contestaba a eso? Había sido una cobarde la primera vez y había escapado. Ahora, el hecho de que él pensara de que se había ido otra vez la cargó con una gran mochila de culpa.

—No, no, no —fue lo primero que dijo mirando al suelo—. Es que recordé que tengo una reunión en un rato y tuve que levantarme rápido. No...Quería despertarte.

Eso era cierto. Entre tanta pasión y necesidad del día anterior, ella había olvidado completamente sus deberes y que durante esa mañana tenía que asistir a una reunión con el resto de su elenco. Pero también era cierto que que ella no había querido despertarle.

¿Cómo se explicaba a sí misma que haber abierto los ojos encontrándose con el sereno semblante de Pedri en frente suyo, aún sujetándola por la cintura en su dormir, la había dejado así de mal?

Tuvo que sacudir su cabeza, levantarse en silencio e irse a duchar para aclarar su mente.

—Oh —la voz del canario regresó—. Entiendo, no hay problema.

—Y...Perdón por llegar así como si nada y ducharme. Es que en serio olvidé la reunión y me vi muy apurada —sonrió nerviosa—. Además, literal aquí tienes sólo un shampoo y un jabón. Claro, eres hombre. Me sorprende que no uses el detergente de los platos para el cabello.

Dietz había disparado aquella burla en su habitual tono despectivo en busca de quitarle el aire incómodo y tenso a la situación para cambiarla por la conflictiva que siempre mantenían. Desesperadamente buscando que las cosas volvieran a la normalidad y que ambos volvieran a tratarse de manera áspera.

No obstante, González rió.

Su suave risa le causó otro escalofrío y por un instante deseó sentir la ligera respiración de aquella risa sobre su piel.

—Venga, no soy tan ermitaño —rió.

Otra vez el futbolista se quedó meditando en su lugar. Mordiéndose el interior de la mejilla como si eso fuera capaz de frenar sus pensamientos que posteriormente podrían convertirse en palabras que, una vez lanzadas, no podrían ser devueltas.

Tarde.

—Quizás podrías traer algunas de tus cosas para dejarlas aquí.

Natalia sintió que todo le temblaba.

Tuvo que sostenerse de la pared como si aferrarse a aquello significara permanecer en el mundo real. El mediocampista había hablado con tanta suavidad que a la chilena le aterró, ya que eso le daba a indicar que hablaba en serio. El agua seguía cayendo sobre su cabeza pero ni eso fue capaz de hacerla reaccionar. Tuvo que darse unos golpes en las mejillas para obligarse a sí misma a decir algo más y dejar de mantener aquel silencio que los estaba matando.

La idea del canario era algo simple. Trivial, cotidiano, podría decir alguien. No obstante, el trasfondo que eso tenía para cualquier pareja que estaba cayendo lentamente por el agujero en que ellos mismos estaban cayendo...Era diferente.

—Eh... —después de unos eternos segundos ella reaccionó—. Salgo en un segundo ¿Sí? No quiero molestarte más.

Sí, le dolió un poco haber sido ignorado, pero para la actriz esa había sido la mejor elección. Sin embargo, él soltó una suave risa y esbozó media sonrisa aunque ella no pudiera verle.

—Ya te dije...Que no me molestas.

Posteriormente sintió pasos pesados sobre la madera y dedujo que él se había alejado. Dando por finalizada la conversación y dándole su espacio para que acabara de ducharse.

Cuando supo que estuvo sola, la chilena pudo volver a respirar.

Quiso terminar de bañarse con los pocos insumos y el poco tiempo que tenía pero a cada movimiento la tarea parecía más difícil. Si al entrar a la ducha su mente se había concentrado en Pedri, luego de su charla fue mucho más. Sólo él estaba en su cabeza. Sus palabras, su voz, su risa, su respiración, sus gestos, sus manos, sus dedos, su piel, su rostro, su cabello, sus labios...

Tenía que detenerse.

Tenía que hacerlo o aquello iba a terminar de una manera que ella no quería y que desde el día uno se había comprometido a evitar. No quería dejar que el canario ocupara más del espacio que ella le tenía permitido en su mente y en su vida en general. Lamentablemente, haber follado por segunda vez no había sido muy buena ayuda para la situación.

Cuando comenzó a recuperar la conciencia terminó de ducharse y salió del baño envuelta sólo en una toalla blanca que había encontrado en un mueble. Su cabello suelto y empapado caía sobre sus hombros con pequeñas gotas escurriendo de él.

Buscó sus cosas y agradeció al cielo que su mochila con una camiseta, zapatillas y un pantalón seguían ahí ya que era la supuesta ropa de cambio que iba a ponerse después de la fiesta. Ahora, le serviría para usarla en ese instante. No obstante, cuando comenzó a reunir el resto de sus cosas que parcialmente se habían salvado de la noche anterior, hubo una que decidió que no iba a ponerse.

Olvídenlo. No iba a ponerse esas bragas. El resto de su ropa estaba decente y medianamente limpia; podían resistir un poco más. Lo que era aquel pequeño pedazo de tela...No, ese no calzaba en la misma descripción que las otras después de tanta acción con el canario.

¿Qué hacía? ¿Cómo sobrevivía en una casa que no era ni suya?

Obvio tuvo una idea, pero tuvo que meditarlo un par de segundos, por vergüenza, antes de ponerla en práctica.

Era el punto máximo de su humillación.

—¡Pedri!

Al oír el llamado de la chilena, el aludido se levantó rápidamente del sofá en la sala de estar y corrió hasta la puerta de su habitación. Solamente aquella madera los separaba.

—¿Pasa algo? —cuestionó él.

La rubia no contestó al momento. Sentía un revoltijo en el estómago ante semejante vergüenza que estaba a punto de pasar. No obstante, era eso o nada. Literalmente nada.

—¿Te puedo pedir un favor? Es humillante, por cierto —contestó apoyada en la puerta y jugando con el borde de la toalla.

—Venga, sólo dime qué es.

Ella apretó la mandíbula—¿Puedo robarte ropa interior?

Del otro lado de la puerta, la expresión del futbolista comenzó a cambiar de seria a una graciosa. Una sonrisa que evidentemente disfrutaba aquella situación coloreó su rostro y tuvo que tragarse las ganas de reír ante aquella petición tan peculiar.

—¿Es por...?

—No preguntes —interrumpió ella de inmediato.

Pedri suspiró y asintió en su lugar—Déjame buscar...

—No —negó ella de inmediato casi entrando en pánico cuando sintió que él trataba de abrir la puerta. Ejerció presión con su cuerpo para volver a cerrarla y se sintió aliviada—. Dime a mí, yo las busco.

—No las vas a hallar.

—Claro que sí. Yapo, no hagas esto más humillante de lo que ya es —se tapó el rostro.

—Natalia —quiso abrir la puerta otra vez.

Ella lo impidió—Yo busco.

¿Por qué rayos ella no quería dejarle entrar y que la viera sólo con una toalla? ¿Qué carajos le estaba pasando? Se estaba comportando como una niña pequeña ignorando todo lo que ya había pasado entre ellos. ¿Se debía a que ella estaba tratando de ignorarlo a toda costa? Probablemente.

—Natalia.

—Que yo voy a buscar —reiteró—. Sólo dime donde están.

—Natalia.

—¿Qué? —murmuró ya molesta.

—No hay nada ahí que yo ya no haya visto.

Ella casi se desmaya.

El hormigueo regresó a su estómago y cerró los ojos implorándose a sí misma no perder la cordura. Mente fría, mente racional, mente alejada de él.

Los dos guardaron silencio en unos segundos que parecieron una eternidad. ¿A quién ella quería engañar? Tenía razón. Sólo se estaba dejando llevar por su ceguera emocional y el fuerte empeño que estaba poniendo en evitarlo y eso produjo que se comportara de esa manera.

No obstante, el recordatorio le quemaba. Le quemaba de la misma manera en que lo hacían sus manos y sus besos cada vez que estaban contra su piel. Si tan sólo fuese capaz de olvidar todo lo sucedido ella sería una persona más intransigente. Pero no lo estaba siendo.

Corrijo, para ella era mejor haber evitado que todo aquello hubiera sucedido.

Rendida y suspirando con cansancio, Dietz se giró para abrir la puerta con lentitud y quedar expuesta ante el español que la esperaba.

Él la analizó al detalle y con delicadeza en silencio. Su cabello con gotas cayendo de él y la toalla blanca siendo lo único que cubría su cuerpo. No había lujuria o segundas intenciones en su mirada. Sólo la estaba observando a ella como mujer. Tratando de ignorar y a la vez procesar lo nerviosa que ella ahora se estaba poniendo al estar en frente suyo.

Era ridículo. Absolutamente ridículo. Horas antes se morían por desvestir al otro, devorándose mutuamente y perdiendo el control juntos. Ahora, había un aire pesado entre ambos y una pared invisible que parecía separarlos. Como si nada hubiera pasado la noche anterior.

Hizo un gesto con la cabeza indicándole que iba a entrar y ella se hizo a un lado para darle paso. Pedri llegó hasta una cajonera junto a la ventana y sólo se tardó un par de segundos para encontrar lo solicitado. Se volteó y dejó la prenda sobre la cama. Expuesta ante sus ojos.

Ella sonrió evitando mirarle—Te lo agradezco.

Pedri se quedó unos segundos en su posición mirándola hasta que logró desenganchar sus pies del suelo y caminar hacia ella. Al sentir sus pasos y su eventual cercanía, la chilena se tensó y sus sentidos se pusieron en alerta.

El canario terminó en frente de ella. Su hombro levemente rozando el suyo descubierto y frío. Una inevitable guerra de miradas se desató y estaba siendo muy difícil averiguar quién podía ganar y quién podía perder.

Ay la tensión sexual. La maldita tensión sexual estaba tan tensa y era tan fina como cortar un hilo con unas tijeras. Lo podían sentir en el aire, en sus respiraciones, en su piel erizada, en los ojos del otro. En todo. Ellos lo sabían. Intuitivamente se lo comunicaban.

Pero no era el momento.

Con delicadeza González tomó a la chica por el mentón—¿Necesitas algo más?

Ella tragó saliva y a la vez se tragó las ganas de decirle que lo necesitaba a él.

Terminó negando—Todo en orden. Gracias.

Sonrió de lado y apartó algunas mechas húmedas de su cabello, las cuales cubrían parte de su rostro. Al notar aquello agregó—: Hay más toallas en el baño. Cajón junto al lavabo.

Entonces él la soltó, se apartó, y sin agregar otra cosa se fue de su presencia.

El sonido de la puerta cerrándose a sus espaldas la hizo pegar un leve brinco del susto y nuevamente fue incapaz de moverse. Su mente regresó a bombardearla con todo lo que tenía haciéndola sentir confundida. Ella lo odiaba. Odiaba sentirse así y lo peor de todo era porque no sabía la razón y mucho menos explicarlo. Ya no soportaba el hecho de que aquel hombre estuviera causando tanto revuelto en ella. Revuelto que no iba a permitir.

Tenía que detenerlo.

Terminó gruñendo—Uy, me carga cuando usan esa frase.

El suave susurro para sí misma fue cargado de verdad. Aquella frase que el canario había usado para silenciarla y poder entrar al cuarto no había sido algo que ella había disfrutado.

¿O sí?

Casi no fue consciente de lo rápido que se había vestido ya que se encontró a sí misma abriendo la puerta de la habitación de Pedri antes de lo esperado. Cuando lo hizo, se dio cuenta que el canario parecía estar esperándola bajando las escaleras. Estaba de pie, apoyado en la isla de la cocina y con su mirada hacia arriba al percatarse de que la rubia se acercaba.

Fue incómodo al inicio, pero Natalia cobró todas sus fuerzas y su valentía para descender con total normalidad, tratando de evitar el hecho de que los ojos del futbolista seguían analizándola con sumo detalle.

Odiaba cuando hacía eso. Se sentía expuesta. Vulnerable.

Finalmente llegó hasta donde él estaba y esbozó una ligera sonrisa que a los cortos segundos le fue contagiada a él.

—Gracias —dijo con suavidad.

—¿Está todo en orden? —acomodó su brazo sobre la isla y la chilena buscó ignorar la forma en que sus músculos se tensaban cuando hacía eso.

—Sí, sí, todo bien —sujetó la correa de su mochila—. Lo siento pero, tengo que irme. Olvidé la reunión que tenía y si no llego me van a matar.

Asintió—No hay problema.

¿Qué estaba pasándoles últimamente? ¿Y por qué aquellos silencios tan largos y profundos estaban creándose entre ellos? Ya no lo podían tolerar. Aquel vacío en la conversación que sólo era llenado por sus furtivas miradas podía dar lugar a cualquier cosa. Fuera buena o fuera de perdición para ellos.

—Oye —la inquisitiva voz de la chilena fue la que cortó el momento y ante aquel tono de voz González se puso en alerta—. Necesito hablar contigo.

Necesitamos hablar. Oh, maldita frase. Cuánto odiaba el canario esa frase y las infinitas posibilidades que esta siempre acarreaba. Sólo se vio capaz de asentir en silencio y darle el espacio para que ella dijera lo que tuviera que decir.

—Bueno, técnicamente no tengo el tiempo de hablar con tanta profundidad, pero...Sí quiero mencionar algo.

—Sólo dime.

Cerró los ojos y tomó aire. Se había dicho a sí misma que terminaría con todo aquello y debía hacerlo—Esto... —hizo una pausa—. Quizás se nos está saliendo un poco de control.

El hombre inmediatamente entendió a qué se refería y un nudo se le formó en el estómago. Él también era consciente de que todo aquello estaba cruzando límites. Límites que ellos mismos habían impuesto. Sin embargo, él no se había detenido a pensar tanto como ella en la posibilidad de frenar toda la situación.

Se le había cauterizado la mente y se acostumbró.

Al notar su silencio ella eligió continuar—No quiero que se malententienda. La pasamos muy bien —no era mentira. Reconocer aquello le sacó una sonrisa a ambos—. Pero ese no era el acuerdo y mucho menos...Lo que sentimos —sus ojos se unieron por un largo instante—. No quiero que se confundan las cosas y lleguemos a pensar que esto es algo más, porque...

—No hay nada que confundir.

La interrupción del hombre la hizo callar por unos segundos y lo analizó con detenimiento. Su voz decidida, pero a la vez serena, su calmado semblante, su cabeza moviéndose suavemente de forma horizontal y sus marcadas facciones haciendo el resto del trabajo por expresar con su rostro lo que sentía...Lo hacía ver tranquilo. Como si ni siquiera se hubiera inmutado ante las palabras de la mujer o ante las suyas propias.

Hasta ella se sorprendió y el corazón se le aceleró.

—¿Qué?

Volvió a negar con la cabeza—Que no hay nada que tengamos que confundir. Nada pasa entre nosotros mas que este trabajo. No veo esto como algo que vaya a causar algo más. No te preocupes.

Mentiroso.

Suspiró aliviada llevándose una mano al pecho—Oh, gracias al cielo. No sabes lo tranquila que eso me hace sentir. Ya me había asustado —se tomó la frente—. Porque pienso igual...Igual que tú.

Mentirosa.

—Genial —sonrió de lado—. Entonces no hay nada de qué preocuparse.

Negó—Absolutamente nada. Sólo...Fue por diversión.

—Sólo diversión.

Los dos se irían al infierno por mentirosos.

Suspiró esbozando una sonrisa—Ay, me alegra que hayamos podido hablar esto —hizo una pausa—. Ahora, si me disculpas...Tengo que ir a esa reunión.

—Yo te llevo —dijo con total normalidad tomando las llaves de su auto que estaban en la mesa.

Ella de nuevo comenzó a tartamudear y a sentir que la desesperación se apoderaba de ella—No, no es necesario.

—¿Y cómo te vas a ir entonces? —alzó los hombros.

Realmente no lo había meditado—Puedo pedirle a alguien del elenco. No hay problema.

—Sí, no me jodas —soltó una risa nasal y se acercó a ella—. Yo te llevo.

Tenerlo cerca de su cuerpo fue una tortura. Le costó hasta mirarlo—Pedri, no tienes porqué...

—Que yo...Te llevo —su tono de voz sonó más decisivo dando a entender que esas eran sus palabras finales.

Sus ojos se unieron en un largo y doloroso momento. Doloroso porque mantener la mirada entre ellos se les estaba haciendo muy pesado. Ya no se sentía como antes. Ahora había algo que les quemaba por dentro al sumergirse en los ojos del otro. Oscuros por lo que sentían.

De repente, Dietz sintió una calidez en su mano izquierda. Se sorprendió cuando notó que Pedri la había tomado de la mano; entrelazando sus dedos. Ella le observó buscando una respuesta o esperando ver ternura en sus ojos. No obstante, no halló nada de eso. Su mirada estaba neutral, incluso con una ínfima mancha de angustia. Allí la chilena notó que aquella acción había sido sólo seguir una regla más del contrato. No era otra cosa.

Ella entendió la intención sabiendo que quizás en la calle habrían fotógrafos esperándolos y sonrió de lado, dándole un ligero apretón a su mano. El gesto lo contagió y le sonrió igualmente. Sin embargo, sus sonrisas parecieron simples muecas.

No querían seguir arruinando las cosas, pero eran ellos mismos los que seguían causando desastres.

Desastres que, aunque lo dijeran, serían muy difíciles de seguir evitando.






































































































HOLA HOLA, COMO ESTAMOS DESPUÉS DE LAS COCHINADAS DE LA SEMANA PASADAAAAAA JSJDJSJX

bueno, aquí estamos otra vez, mañana post sexo y si se dan cuenta...las cosas van cambiando. qué les pareció??? esta vez Natalia no arrancó como tal jajdjs y las reglas que andan poniendo estos dos no les van a durar nada ☝😃

díganme cuál fue su parte favorita!!!
(y por qué es cuando pedri le dice AHI NO HAY NADA QUE YO NO HAYA VISTO ANTES!!!)

a esta historia aún le queda muuuuucho por delante, así que PREPÁRENSE, que aún queda desmadreeeee

les amo, gracias por todo su apoyo. cada día somos más nedri lovers🥺🤍🤍

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SEE YOU SOON

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