𝐨𝟐𝟓. cuando querer más mata

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❝ i could see you throw your jacket on the floor. i could see you make me want you even more❞

















































































cuando querer más mata, dos almas perfectamente pueden perderse en un vacío de perdición del cual no existe retorno alguno ❞

✦•─────• OH, AQUEL BESO. ESE BESO ESTABA SIENDO EL MÁS intenso que jamás se habían dado. Sus bocas jugaban entre sí de manera voraz y para Natalia no hubo ni un gramo de sorpresa al haber sido abordada así tan repentinamente. Se había preparado mentalmente para una reacción así del canario y ahora sólo disfrutaba las consecuencias.

La presión de la mano de Pedri en su cuello estaba siendo la estimulación perfecta. Le encantaba, no lo negaba. Así le gustaba jugar a ella. El beso era voraz, y con el estímulo ella se dio cuenta de que sus palabras habían logrado lo que ella buscaba hacer: Volverlo loco; sacarlo de sus cabales. Ahora estaba en la presencia de ese Pedri, el que estaba por volverse loco.

Y ahí, en medio del beso, no pudo evitar sonreír y dijo de forma socarrona:

—Vaya, te hiciste hombre.

En respuesta, él le soltó el cuello y la volvió a presionarla por las caderas para atraerla hacia sí. El choque de sus cuerpos fue una tortura.

—Ya cállate —casi demandó.

Ella se separó un segundo y se encogió de hombros—Si eso quieres.

Entonces ella le soltó rápidamente para quitarle la chaqueta, lanzarla al suelo sin importancia alguna y, tal como en Año Nuevo, sus manos se colaron debajo de su camiseta para recorrerlo entero.

La sensación invadió completamente al futbolista y le trajo recuerdos de aquella noche, de cómo ella se movía con habilidad y de cómo él lo había disfrutado. Cerró los ojos un segundo ante la estimulación para luego volver a besarla mientras ella trabajaba. No obstante, no duró mucho ya que Dietz se dispuso a hacer otra cosa.

Le quitó la camiseta.

No aguantó más. El hecho de no haber podido llegar a ese punto en Año Nuevo la frustraba y quería cumplir su cometido. Salir de las imaginaciones y poner por obra todas las cosas que había estado viendo en su mente. Tomó la prenda por el borde y la subió, haciendo que él alzara los brazos para ser desvestido por la rubia.

Una vez cumplida su misión, ella se dio unos cortos segundos para analizarlo. Era todo un futbolista. Sutil, pero a la vez trabajado y firme, y esa piel morena tan suave y perfecta hacía que toda la postal fuera un placer de mirar.

Lo miró a los ojos luego de su análisis y lo volvió a atraer hacía ella en un fogoso beso que siguió con las caricias en su abdomen y pecho.

González no quiso quedarse atrás, mucho menos luego de haber oído como ella lo había llamado luego de querer intentar ser racional. Pero ella ya le había dado el permiso —por decirlo de alguna forma. Era más bien como una justificación— así que podía mandar todo a la misma mierda.

Mientras ella le besaba y le tocaba, el mediocampista la alzó un poco por las piernas para acariciarlas y frotarlas a su antojo. El movimiento no solamente le causó a ella placer al sentirlo tocándola, sino que también hizo que sus cuerpos y sus sensibilidades estuvieran en un contacto sumamente estrecho.

Ambos sabían a donde iba a terminar eso.

Siempre lo supieron.

Pero ahora...Ahora de sentía mucho más distinto y fuerte que las otras veces.

Por eso, Pedri dijo:

—Natalia necesito que me digas que tú quieres esto realmente —habló mientras ella seguía buscando sus labios con desesperación—. No voy a hacer nada que tú no quieras que pase. Si tú lo quieres tengo que saberlo.

Ella se separó de él para mirarle y se dio cuenta que estaban compartiendo la misma intensidad de miradas.

La pregunta resonaba en su cabeza una y otra vez. ¿Era eso realmente lo que quería? ¿Lo quería a él de esa...Manera? ¿Era tanta la necesidad? Desde el momento en que se besaron por primera vez supieron que las cosas iban a cambiar. No obstante, lo que estaban a punto de hacer era un nivel superior y desde ahí no habría vuelta atrás.

La chilena tragó saliva y dijo con la respiración agitada:

—¿Lo quieres tú?

Pedri se vio sorprendido cuando recibió su propia pregunta de regreso y estuvo en el mismo vacío mental que ella segundos atrás. Se hizo los mismos cuesrionamientos. ¿Quería eso con ella? ¿Con lo detestable e insoportable que ella le parecía? ¿Realmente iba a hacerlo?

Al final ambos se respondieron sus preguntas al unísono diciendo:

.

Aquello fue una enorme sorpresa.

Su coordinación al escupir juntos la misma sucia y pecaminosa respuesta dejó en evidencia todos sus malos pensamientos y deseos que habían estado tratando de ocultar. Esa era la verdad. Sentían aquella necesidad sexual y lo peor es que solamente era en relación a ellos dos y nadie más.

A la mierda.

Natalia volvió a tomarlo firmemente y se volvieron a besar. Intenso, húmedo, necesitado. Un beso como ningún otro que se habían dado porque ahora las cosas eran completamente diferentes.

Y ellos lo sabían.

—A tu habitación, ahora —exigió ella firmemente entre besos.

Una sonrisa se le coló sobre sus labios—Tú eres mandona en todas partes ¿No es así?

Sonrió de la misma manera—Y aún no has visto nada.

Pedri suspiró pesadamente sobre su boca y finalmente la tomó por los muslos para impulsarla hacia arriba y hacer que ella le rodeara el torso con las piernas. Ya en esa posición, el canario comenzó a caminar hacia las escaleras con los labios de la chilena atacándolo una vez más.

Ambos sentían como la temperatura de sus propios cuerpos iba en aumento. Incluso, ya eran capaces de sentir como la piel del otro estaba más tibia bajo la misma yema de sus dedos. Un tacto peligroso. Un tacto que estaban sintiendo por primera vez y sabían que les iba a terminar gustando.

Y eso era malo.

La agilidad del futbolista los hizo llegar a la segunda planta sin siquiera tropezar por las escaleras o interrumpir los besos para no hacerlo. Aún sosteniendo a la mujer, él le dio una ligera patada a la puerta para abrirla y así ingresar con ella a su habitación.

Posteriormente se inclinó un poco para dejar a la mujer sobre el colchón y luego interrumpir el beso por un instante con el único propósito de subírsele encima. Dietz analizó cada uno de sus movimientos con extremo cuidado y, cuando estuvo posicionado de la forma que a ella le gustaba más, volvieron a besarse con una intensidad que ninguno sabía que tenía.

Tenerlo encima de ella había sido el placer culposo que por semanas Natalia había tratado de ocultar.

Sus bocas seguían moviéndose contra la otra de manera voraz. Era una especie de desesperación que los llevaba hasta la locura de pedir más y más de lo único que estaba siendo capaz de llenar aquel vacío de lo que necesitaban. Las manos de la chilena aprisionaban el cabello del hombre, ya dejándolo completamente despeinado. Mientras tanto, él sujetaba su cintura hasta que sus manos eligieron comenzar un recorrido por su cuerpo y por fin dejar se imaginarse cosas. Era mejor hacerlas realidad.

La actriz le soltó por unos segundos para llevar sus manos al borde de su camiseta y tratar de sacársela a pesar de tener la presión del cuerpo del español sobre ella. Al notar cuales eran sus intenciones, González no quiso dejarla hacer eso por sí misma. Giró sobre el colchón para que ahora ella quedara sobre él y se inclinó hacia adelante para ser él quién le sacara aquel top. Estirando sus brazos hacia arriba, Dietz dejó que él la desvistiera.

La camiseta voló a un lugar sin importancia en la habitación. Lo único que importaba era la forma en que el mediocampista la estaba mirando.

La combinación que hacía su brazier color negro con su terso tono de piel iban a volver a Pedri completamente loco. Ahí estaba ella. Frente a él, en ropa interior. Toda para él y, en ese momento, para absolutamente nadie más.

Al darse cuenta de que aquello estaba tardando un poco más de lo esperado, Natalia rió suavemente.

—Cierra la boca, hay moscas —le dijo llevando su dedo índice a su mentón, alzándolo ligeramente.

Pedri solamente negó con la cabeza y volvió a besarla para girar una vez más y regresar a la posición anterior.

Cada vez había menos ropa, y eso hacía que ya se estuvieran sintiendo piel con piel. Aquella sensación quemaba. Era algo indescriptible, pero a cada roce que sus cuerpos daban sentían que perdían un gramo más de su fuerza de voluntad.

Pero querían más.

Todo seguía siendo insuficiente.

Por eso, Pedri trató de hablar en medio de los besos:

—Nat, si quieres que pare tienes que decírmelo ahora mismo, ya que después... —tomó aire y su mano se fue a su espalda—. No voy a poder.

Al inicio no hubo respuesta por parte de la rubia, ella sólo estaba enfocada en besarle vorazmente.

Su pecho subía y bajaba acelerado—Nat...

Lo tomó firmemente—No quiero que pares.

Una media sonrisa se le coló en el rostro mientras se besaban.

—Bien.

Entonces ella sintió un escalofrío.

Pedri le había desabrochado el sostén.

La acción le revolvió todo el cuerpo y sintió como la mano del canario recorría su ahora completamente desnuda espalda; sin nada de por medio que le interrumpiera y con una libertad que ahora era totalmente suya y no era un producto de su imaginación.

La chilena volvió a besarle para que no se notara cómo aquella acción le había dejado y en el proceso, González aprovechó de quitarle por completo aquella prenda y así dejarle por fin expuesta ante él.

Se separó de ella un instante sólo para admirar su cuerpo y trató de que aquella pausa no fuera tan larga como la anterior o ella volvería a burlarse. Posteriormente —y ya completamente extasiado— se abalanzó hacia su cuello y allí le besó vorazmente. Ella cerró sus ojos y tuvo que tragarse el quejido que había querido subir por su garganta. Sólo estrujó su cabello en sus manos.

Pero aún querían más.

Poco a poco ella empujó delicadamente su cabeza hacia abajo, indicándole donde quería que él fuera. Entendiendo la indicación, Pedri comenzó a descender con su camino de besos por su cuello, deteniéndose un segundo en a cuenca entre su hombro y su cuello. Ella reaccionó inmediatamente a aquel estímulo y él se dio cuenta que aquel rincón era de sus preferidos.

Su trayecto continuó y estaba siendo tortuoso para la rubia. Ella quería que le besara y que le tocara, pero él se estaba empecinando en hacerla esperar y rogar por ello. Eso no le gustaba. Se suponía que era ella la que jugaba esos juegos.

Entonces, la travesía terminó en el centro del valle de sus pechos. Allí, el canario dejó besos que poco a poco iban desacelerando su ritmo, y cuando aquel ritmo se volvió nulo, le echó una rápida mirada a la mujer antes de moverse hacia un lado y llevarse uno de sus senos a la boca.

La mujer se retorció en el colchón.

La sensación pareció enviar corrientes eléctricas por todo su cuerpo y, una vez más, se tuvo que tragar un quejido para evitar que Pedri se llevara aquel galardón de oírla en ese estado y por causa suya. Pero el efecto estaba siendo tan placentero que sabía que podría sucumbir en cualquier momento.

La mano contraria de Pedri comenzó a jugar con su otro pecho mientras su boca y su lengua le daban placer al primero. Luego, cambió de lugar y repitió la acción, asegurándose de que la rubia siguiera hundiéndose más y más en aquel pozo sin salida que sus labios, su lengua, e incluso sus dientes, le estaban causando.

La besaba, su lengua la dibujaba, la mordía y la volvía loca. Eso era lo que ella quería.

Querían más.

Pero el querer más, mataba.

—Te noto muy callada, Dietz.

La rasposa voz de González haciendo contacto contra su piel la estremeció. El mediocampista volvió a subir hasta su cuello y presionó sus labios con fuerza contra él en un pesado beso.

—¿No hay algo que quieras decir? —insistió susurrando en su oreja.

Él realmente estaba llevándole al límite. Al punto en que ella ya no podía no hacerse oír o hacer que el nombre del canario resonara por todo el cuarto. Sus fogosos besos en su cuello, sus manos moviéndose por su cintura, sus caderas, sus piernas, por el interior de sus muslos...Todo la estaba llevando a pronto colapsar.

Finalmente, ella suspiró pesadamente, recordó la frase con la que últimamente lo había estado molestando y acudiendo a su último gramo de cordura dijo:

—Vas a tener que ser un poco más hombre para eso.

González se detuvo.

La analizó unos segundos sintiendo la presencia de su desafío. Su voz con toques de superioridad había regresado. Allí recordó quién era ella y la posición clara en la que se dejaba en cualquier lugar. Si ella quería tomar las riendas iba a tomarlas, y no habría nadie que pudiera evitarlo.

Lentamente, las manos del español volvieron a moverse, pero esta vez, fueron suaves y casi imperceptibles toques por el interior de los muslos de la rubia. Rozó, subió y jugó con el botón de sus pantalones. Todo con un ritmo pausado que parecía ser aún más tortuoso que todo lo anterior.

—Vamos canario, no me hagas esperar.

Su firme voz acarició sus oídos y aumentó las ganas que tenía de seguir con lo que estaba haciendo hasta el final. Ella seguía mirándole desde su poción, con la espalda reposando sobre el colchón y sus ojos oscuros iguales a los suyos. Cegados de placer.

—Soy una mujer de poca paciencia —agregó ante su demora por tentarla con lo que estaba haciendo.

Soltó una risa nasal mientras intensificaba sus caricias—Tú y tus ordenes...

—Mejor acátalas y verás qué bien te va.

Y ahí estaba ella.

Aquella mujer autoritaria ya estaba tomando mayor presencia en el pesado ambiente de la habitación. Una figura de mármol. Fría, dura, inquebrantable. Una especie que, si quería, conseguiría lo que quisiera en cosa de segundos y podría tener al hombre que quisiera suplicando de rodillas.

Pedri sabía que ella era así, pero verla en ese estado en la cama, estaba siendo algo completamente distinto.

Finalmente decidió hacer caso y continuar con lo que había empezado. Sus dedos por fin desabrocharon su pantalón y con ambas manos lo empujó hacia abajo. Le quitó los zapatos y lanzó todas las prendas a otro lado del cuarto, dejándola sólo con su última pieza de ropa interior que parecía gritar por ser arrancada.

Antes de que él pudiera actuar, ella se sentó sobre el colchón con él aún de pie y repitió la acción ahora con sus pantalones. Los desabrochó y los impulsó hacia abajo, quitándolos finalmente con ayuda de sus piernas y dejándolo sólo con ropa interior.

Sus ojos no dejaban de mirar su tren inferior y aquella marcada y pronunciada línea V que destacaba por sobre todo lo demás. Ella sabía lo que eso signifcaba, y estaba ansiosa por averiguarlo de una vez por todas.

Sus labios volvieron a juntarse en esa posición hasta que el español volvió a subirse encima de ella. Recorriendo todo su cuerpo con sus manos mientras ella lo atraía hacia sí con ardiente necesidad.

Natalia alzó sus piernas para poder atraerlo más y él aprovechó la instancia para acariciarlas. Eran tersas, suaves y no podía explicar el dulce olor que tenían.

Toda ella era inexplicable.

La cercanía los hizo soltar un leve suspiro juntos. El roce de sus cuerpos era inminente y la rubia se frotó contra él durante el beso. Ya lo sentía duro debajo de ella y no tenía intenciones de esperar más.

Y al parecer él tampoco.

Alzó su vista ligeramente hacia ella cuando sus dedos comenzaron a dibujar un trayecto por su abdomen y se detuvo para mirarla, buscando la autorización que necesitaba para poder seguir. Ella no tenía ni que pensárselo dos veces. Asintió lentamente dándole al canario el permiso que buscaba.

Los dedos de Pedri se colaron entre sus dos anatomías hasta llegar al borde de sus bragas, buscando el camino hasta donde quería llegar. Encontrarlo fue toda una maravilla, ya que la reacción de Dietz al sentir el contacto de sus dedos contra su centro lo volvió loco.

Su cuerpo se sobresaltó levemente y cerró los ojos mientras se mordía el labio inferior. Sus manos se fueron a su espalda y lo atrajeron hacia sí. Necesitaba tenerlo cerca.

La estaba tocando por primera vez. Aquello no sólo la excitaba a ella, sino a él también.

Su húmeda intimidad se derretía ante el movimiento de sus dedos. Los pasivos toques se transformaban en unos más cortos y más rápidos que brindaban aún más placer, haciendo que una corriente de electricidad se le estuviera subiendo por todo el cuerpo.

La estaba tocando, y quería sentir como lo hacía por el resto de la noche.

Sin embargo, llegó un momento donde él se separó.

Resignada y negada al placer, Natalia lo vio atentamente alejarse de ella. Se sentó en el colchón añorando sus dedos sobre ella una vez más pero sólo pudo observar como entraba al baño y salía luego de unos segundos con un condón en la mano.

Al llegar frente a ella, dejó el envoltorio sobre la cama y, bajo su meticulosa mirada, se quitó la ropa interior, quedando totalmente desnudo ante ella.

Ojalá Dietz hubiera sido capaz de disimular su expresión y sus ojos abiertos cuando vio lo que estaba ante ella.

La longitud del canario finalmente expuesta ante su mirada dio por terminada todas sus imaginaciones para anclarla a lo que ahora era su realidad y sólo pudo pensar en lo bien que iban a pasárselo. Todo siguió ese mismo orden al ver como el español se sentaba sobre él colchón y abría el preservativo. Los verdosos y curiosos ojos de la actriz siguieron cada uno de sus movimientos y, cuando estuvo listo, no aguantó otro segundo y volvió a subirse sobre ella.

Los besos adquirieron su nivel máximo de intensidad. Literalmente se estaban comiendo la boca. No había espacio para la cordura o para tomarse un verdadero momento para meditar en lo que estaban haciendo. Sí, probablemente se arrepentirían más tarde, pero en ese instante cualquier pensamiento racional no tenía cabida alguna y era brutalmente desplazado por el ardor que sentían en sus cuerpos.

Digamos las cosas como son, ambos se deseaban desesperadamente.

Natalia abrió más sus piernas dándole el espacio al canario para acercarse a ella mucho más y quitarle sus bragas rápidamente. Allí, vino el primer roce entre su miembro y su intimidad y eso le sacó un pesado suspiro a ambos. La chilena alzaba sus caderas pidiendo más contacto. Eso seguía sin ser suficiente para ella.

Él fue incapaz de dejar de atacar su boca, así que, a tientas, tomó su miembro y lo alineó con su entrada, siendo ayudado por el movimiento de caderas que ella hacía para atraerlo hacia él. El primer contacto de su punta con su centro la hizo gruñir y le mordisqueó el labio inferior sin importar que eso fuera a dejarle una marca al día siguiente.

No obstante, se detuvieron un instante.

Entre agitadas respiraciones ambos se separaron un segundo para mirarse a los ojos. Sus rostros seguían pegados y ya compartían la misma capa de sudor. No había mucho que encontrar en sus miradas. Ambos tenían los ojos oscuros por el placer y una extrema necesidad de seguir con lo que habían comenzado.

Aquello fue un destello de cordura. Algo que los hizo parar y meditar en sus acciones. Sabían que lo que estaban haciendo era un puto error y que se habían dejado llevar por las emociones que habían mantenido enjauladas dentro de ellos por semanas. Estaban equivocándose terriblemente. Aquello estaba mal...Muy mal.

Pero que fuera algo malo sabía mejor.

Los dos volvieron a besarse con fuerza al mismo tiempo y Natalia acomodó sus caderas para finalmente recibir a Pedri dentro de ella.

Los dos se estremecieron ante el contacto profundo y lento y se apegaron al cuerpo del otro con fuerza. Sus pechos subían y bajaban juntos recibiendo aquella nueva sensación dentro de ellos. Las corrientes eléctricas subían y bajaban por sus cuerpos terminando por sacudirles por completo.

Poco a poco el canario comenzó a moverse y a aumentar el ritmo. Ella no lo pudo evitar y cerró sus ojos al estar acostumbrándose al tamaño. Sentía como si él ya fuera parte de ella. El escalofrío que le recorría el cuerpo al estar llena gracias a él parecía que iba a comérsela viva. Tragaba saliva cada vez que podía para no gritar y literalmente retractarse aquel único nombre que en ese momento podía resonar en el cuarto.

Segundos más tarde, el escozor del inicio poco a poco empezó a transformarse en placer. Una especie de onda se expandió por todo su cuerpo. Desde la punta de sus pies hasta su cabeza, la cuál tuvo que echar para atrás tratando de aferrarse al hombre como si estuviera a punto de caer en un vacío. Las embestidas fueron aumentando a medida que él iba notando que ambos ya estaban acostumbrados al ritmo y eso sólo significó el inicio de la locura.

Ella seguía tragándose sus palabras. Negada a rebajarse y humillarse de tal forma que el futbolista se sintiera el ganador del juego. Pero ese ritmo que estaban llevando...Iba a terminar de volverla loca. Tenía la mente en blanco. No podía pensar en absolutamente nada más. Sólo disfrutar la sensación que el mediocampista le estaba dando.

Según ella podía resistir.

Según ella.

Entonces, Pedri comenzó a declararse ganador del juego.

Se inclinó un poco más alzandola un poco por la parte posterior de sus piernas y Dietz sintió como lograba encontrar su punto dulce.

Pedri...

Trató de buscarlo por la espalda y lo atrajo hacia ella, enterrando incluso sus uñas. La respiración se le descontroló y estaba siendo totalmente irregular. Nada tenía sentido y sus ojos ya habían viajado a la parte trasera de su cabeza. Estaba en blanco. No tenía nada. Solamente podía ser consciente de la oleada de calor que estaba sintiendo gracias a que el hombre había descubierto su punto de máximo placer.

Su frente estaba pegada contra el costado de su cabeza, directamente con su boca en su oído. Lugar perfecto para que él pudiera oír con claridad lo que  había estado esperando. Aquellos gemidos que le pertenecían a él y a nadie más. Buscó besarle el cuello para añadir sobrestimulación pero no pudo evitar reír suavemente. Fue como una suave brisa cosquillosa que le alteró el sistema entero.

Era un maldito hijo de puta, le estaba sonriendo sobre el cuello.

—Pedri... —la oía claramente gritar por él. Era el concierto de su vida—. Pedri...

—De eso estaba hablando, Dietz. De eso estaba hablando —depositó besos por todo su cuello, rostro y boca.

—Pedri... —gruñó. Parecía más molesta—. Hijo de perra...

Rió suavemente besando sus labios—Insúltame todo lo que quieras, me importa una mierda.

Ella le estrujó el pelo con sus manos tratando de sostenerse para no retorcerse como un gusano debajo de él. Había perdido toda capacidad de habla en cosa de segundos. La garganta la tenía seca y apretada, parecía que lo único que sabía decir en ese instante era su nombre.

Pedri.

Pedri, Pedri y sólo Pedri.

Entonces, el cosquilleo en la parte baja de su vientre comenzó a aumentar y esparció la misma sensación por toda su anatomía. Su respiración perdió toda regularidad y estaba siendo cada vez más audible. Ya no tenía raciocinio o autocontrol que le dijera que no podía rebajarse ante él. Estaba perdida y no sabía como escaparse.

—Muévete más —exigió junto a su oído, llegando a morderle el lóbulo de la oreja—. Más...

Entendiendo la acción y a donde apuntaba todo eso, él aumentó el ritmo de las embestidas hacia la misma dirección que a ella le había gustado tanto sintiendo como su cuerpo comenzaba a sacudirse debajo de él. Sus cuerpos parecieron fundirse el uno con el otro mientras que la actriz llegaba a su punto máximo dejándose oír por toda la habitación.

El nombre de Pedri resonó por las paredes una última vez cuando ella finalmente se corrió. El clímax pareció caerle como una bomba y aquel orgasmo que el futbolista le había causado fue simplemente delicioso.

La estaba llevando a la ruina.

Cuando González salió de ella la analizó con cuidado. Su pecho subía y bajaba con fuerza, incluso llegó a preocuparse. Poco a poco volvía a abrir los ojos como si estuviera asegurándose de que estaba en el mundo real y una fina capa de sudor adornaba su rostro. Con su mano libre apartó los enredados cabellos que se le habían ido a la cara para descubrirla en su estado más puro se placer.

Sin embargo, él no sabía lo que había causado.

Si por un segundo había pensado que eso era todo y que ella había perdido el juego estaba muy equivocado.

Muy equivocado.

Sin saber de dónde había sacado la fuerza después de agotar casi todas sus energías luego de esa actuación, Natalia ancló sus piernas en las caderas del futbolista haciéndolo girar hacia a un lado. Él observó el proceso sorprendido mientras cambiaban lugares.

Ahora ella estaba arriba.

El corazón del español comenzó a galopar mucho más fuerte. La imagen que tenía delante de él era simplemente hermosa. Digna de estar en un museo. El cuerpo desnudo de la rubia alzado delante de él con aquella mirada de superioridad tan característica de ella. Todo era simplemente una obra de arte.

—¿Qué pasa? ¿No estás cansada?

La voz de canario salió con un evidente tono de burla. Incluso, alcanzó su mejilla con su mano como si buscarla confortarla sarcásticamente. No obstante, ella lo apartó de un manotazo.

—Vete al infierno.

Entonces él se sentó sobre el colchón rápidamente para quedar en frente de ella.

—¿No estamos en él ya?

Ella soltó una risa nasal y sólo necesitó uno de sus dedos para presionarlo contra su pecho y empujarlo hacia atrás, haciendo que volviera a recostarse entre las sábanas.

—Tengo que ser honesta contigo —comenzó a hablar en un tono de voz profundo y pastoso. Eso le causó un escalofrío al hombre—. Me sorprendiste.

Él no respondió, sólo la miró con una irónica sonrisa.

—Sin embargo... —atentamente vio como tomaba una liga que tenía en su muñeca y con ella se ataba el pelo. La acción fue impresionantemente rápida, cosa que le causó un escalofrío gracias a su habilidad—. No vas a llevarte toda la diversión esta noche.

Con cuidado ella comenzó a inclinarse sobre él. Precavido ante sus movimientos, el futbolista la vio irse hacia su cuello para dejar un camino de fogosos y húmedos besos. Un camino que recorrió desde su oreja a su cuello, y desde la base de este hasta sus labios otra vez. Tratando de distraerlo con aquello, lentamente combinó sus besos con suaves movimientos contra sus caderas. Tan suaves y tan imperceptibles que comenzaron a sonar todas las alarmas en la cabeza del hombre.

—Lo siento canario, pero no te podía ilusionar con que tendrías todo el control —se acercó a su oído para susurrar—. Ahora quiero que veas como es que yo lo tenga.

Era el más grande idiota en la Tierra. Se vio en la obligación de tragar saliva y ella lo notó.

Su manzana de Adán subió y bajó por la presión que se estaba cargando en su garganta y ella depositó una serie de besos en esa área. Luego de haberse dado una cachetada mental que lo obligaba a reaccionar, pudo decir a penas:

—A ver si puedes.

El rostro de la mujer volvió a estar en frente de él y la imagen le causó un cosquilleo en su parte baja. Sus altivos ojos, su orgullosa sonrisa deseada de control y su firme ponencia ante él lo hacían sentir tan insignificante en comparación a lo que ella podía hacerle en ese momento si quisiera.

—Oh, claro que puedo.

Ella podía hacerle lo que deseara y él iba a dejarla.

—Pero quiero que me lo pidas.

La frase de la rubia resonó una y otra vez dentro de su cabeza. Letra por letra. Sílaba por sílaba. Palabra por palabra. La miró a los ojos con una profundidad tan grande que buscó adivinar sus pensamientos. Pero no podía y quizás jamás lo haría. Ella seguía siendo un misterio. Un muro. Un témpano de hielo inquebrantable al que ahora se estaba enfrentando y eso significaría definitivamente una derrota.

Poco a poco ella aumentó el ritmo de sus movimientos sobre él. Apoyó sus manos sobre su pecho como ayuda y le tentó con suaves roces sobre su pelvis, haciéndolo estremecer.

—Pídemelo, Pedri.

La insistencia llegó con más actuar. Se acercó a su boca para besarlo, ahora con ambas manos a sus costados. Sus caderas seguían moviéndose, torturándolo con la fricción de sus pliegues contra su longitud. Era desesperante, y sólo era una prueba de lo que ella quería hacerle.

González estaba desesperado. La forma en que ella se estaba moviendo sobre su anatomía era gloriosa y le estaba causando un cosquilleo en cada rincón de su cuerpo. Ella tenía el control y estaba palpando ahora como se sentía en la cama.

—¿Qué quieres que haga?

Sus labios llegaron a su oreja, mordiendo una vez más el lóbulo de esta y escuchando claramente cómo su corazón latía agalopado y como su respiración se tornaba entrecortada.

Ella sabía perfectamente lo que quería hacer.

Y él también.

De pronto, la tomó del cabello, jalándola ligeramente hacia atrás para poder mirarla y dijo sobre su boca:

—Móntame, preciosa.

Ella sonrió.

Lo había conseguido.

Lo había hecho perder la cabeza.

—Que así sea —susurró sobre sus labios y lo besó una última vez antes de separarse de él.

Ella se acomodó sobre sus caderas y estiró su mano hasta encontrar su miembro. El toque le causó un escalofrío al futbolista, mucho más cuando la vio como lo volvía a alinear contra su entrada. Seguía duro. Perfecto para continuar con su locura un rato más.

Cuando ella finalmente lo introdujo y se sentó sobre él, Pedri se estremeció, cerró los ojos y soltó el nombre de la chilena en un pesado susurro.

Natalia...Joder.

Verlo así podía hacerla correrse en ese mismo momento.

Tuvo que ir a sujetarla por las caderas con el mismo propósito que ella minutos atrás: Tratar de aferrarse a algo para no caer en un vacío que lo hiciera creer que eso no era el mundo real. Sentirla otra vez dentro de él, pero de aquella manera más distinta lo nubló por completo. Sólo quería que ella siguiera y ver de lo que era capaz.

Oh, y lo haría.

A lentos ritmos ella comenzó a moverse sobre él. Se balanceó hacia adelante y hacia atrás, buscando extremo roce contra su pelvis. Él lo sintió y tragó saliva para aliviar su garganta que ya estaba seca debido a sus irregulares respiraciones. La onda de placer comenzó a crecer poco a poco, enviando las señales eléctricas a cada rincón de su cuerpo. Avisándole de que iba a perder la cabeza.

Y lo sabía.

Ella comenzó a aumentar el ritmo y no sólo se movía hacia adelante y hacia atrás, sino que ahora lo hacía en círculos. La nueva sensación lo sacudió de pies a cabeza y estrujó las caderas de la mujer con sus dedos, ya no siendo capaz de contener lo que sentía. Todo parecía darle vueltas y ansiaba que ella siguiera y terminara su trabajo.

Finalmente, ella adquirió un ritmo fijo. Un ritmo rápido que hizo que Pedri fuera oído por ella gracias a sus movimientos. Lo montaba, se movía en círculos y terminaba saltando sobre él causando una embestida que incluso la abatió a ella.

—Qué bien te mueves, Dietz. Que bien te —soltó un suspiro ahogado—...Mueves.

Los gemidos y los suspiros de Pedri estaban siendo música para sus oídos. Eran suaves y tersos; llegaban a acariciarle los oídos. No obstante, de repente tomaban una curva rítmica que la desesperaba, una que rozaba a lo profundo y grueso. Algo que a ella misma la hacía aumentar su temperatura corporal. Ella lo tenía así. Era ella.

Era su nombre en sus labios.

Natalia.

Natalia, Natalia y sólo Natalia.

De pronto, ella comenzó a sentir que sus reacciones debajo de su cuerpo comenzaban a cambiar. Sus suspiros eran más entrecortados al igual que su respiración. Se notaba que estaba a punto de perder el control ya que se removía sobre el colchón y lo único que parecía darle estabilidad en ese instante era sostenerse a su cuerpo. Iba a correrse y nada iba a detenerlo. Ella lo iba a hacer correrse.

Al notar el cambio la rubia se movió mucho más rápido que antes, causando que el latigazo del orgasmo se viniera sobre Pedri de forma casi poética. Arqueó su espalda, gimió su nombre por última vez y dejó que la onda de placer cubriera todo su cuerpo como un bálsamo. Luego de unos segundos de procesar lo que había sentido, se dejó caer sobre la cama con los ojos cerrados y completamente exhausto.

Antes de rendirse de manera definitiva por esa noche, levantó a la mujer por las caderas haciéndola salir de sí y la atrajo a su cuerpo, haciendo que ella cayera sobre su pecho igual de cansada que él y fue recibida por sus brazos rodeando su cintura.

Sus cabellos estaban revueltos entre sí y sus piernas eran un verdadero enredo. Nadie dijo nada durante el primer tramo. Sus respiraciones se mezclaban creando una agitada y pesada atmósfera que aún hacía que todo exclamara que habían tenido la noche más fogosa de sus vidas.

Dios.

El momento de cordura llegó.

Sin siquiera mirarse ambos abrieron los ojos como platos y la dura aguja de la realidad cayó sobre ellos como un balde de agua fría.

Tal como Adán y Eva en el jardín del Edén, que al comer del fruto prohibido y romper la única regla que se les había impuesto se dieron cuenta de la realidad alrededor de ellos, de su desnudez y su insensatez. Así estaban ellos, atacados por su sano juicio que recien allí decidió hacer una aparición luego de perderse dentro de su inconsiente. En ese mismo momento se dieron cuenta de lo que había pasado entre ellos y lo analizaron con la lupa de la verdad.

Habían follado.

Qué va, habían tenido el sexo de sus vidas.

Era un desastre.

—¿Qué mierda acabamos de hacer?

Un susurro casi inaudible se escapó de los labios de la rubia, uno que resonó dentro de sus mentes y los hizo sentir peor que antes.

Ellos lo habían previsto. Si llegaban a ese punto iban a arruinar sus vidas y no habría vuelta atrás.

—No tengo la menor idea... —contestó él en el mismo estado.

El juego se había acabado.

O corrijo, otro muy distinto había empezado.


























































































EH EH EH EH HOLA COMO ESTAMOS. QUE TAL SU REGALO DE SAN VALENTIN???

yo sé, que hemos estado esperando MUCHO por esto y que yo en sí les he hecho esperar jeje pero ha valido la pena. me he mandado EL CAPÍTULO DE MI VIDA.

por fin hacemos justicia al título de la fic !!!!

QUÉ LES PARECIÓ!!!! les preguntaría cuál fue su parte favorita pero...bueno, si quieren la dicen, acá no hay censura JAJAJAJA PERO ESTOS DOS POR FIN FOLLARON Y VA A QUEDAR LA CREMAAAAA

sí, porque se siguen viniendo cositas, porque el caos...recién empieza

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trataré lo mejor posible de tenerlo a tiempo ya que tengo un evento la otra semana. pero les juro que trataré de tenerlo listo.

CHAO COCHINONAS MUAJAJA

SEE YOU SOON

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