𝐨𝟒𝟏. colores y tatuajes

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o41. ❝ no busca una relación, que pa eso no está lista, pero está buscando alguien pa que la desvista






















































❝ entre el colores y tatuajes cualquiera perdería la cabeza ❞

✦•─────• NATALIA Y PEDRI NO PODÍAN PRETENDER que su trabajo con Adidas había terminado. De hecho, parecía que recién iba empezando por todo lo que tenían por hacer, y no sólo me refiero a las peticiones de Elías sobre su falsa relación, sino trabajo real referente a la marca.

Aquel día se habían reunido en el hogar del canario ya que Herrera les había pedido tomar algunas decisiones con respecto a la nueva edición de la campaña Legacy. La primera había tenido tanto éxito que se estaban viendo en la obligación de ya preparar una segunda parte con productos nuevos para el mercado.

Parecía el trabajo soñado, pero al no decidirse por nada, ambos ya estaban cansados de trabajar.

—A este punto vamos a posar en pelota porque no decidimos nada.

La voz de Dietz se oyó en la habitación que se había mantenido en silencio. Ambos estaban sentados en las altas sillas de la isla de la cocina y prácticamente echados sobre la mesa;  encima de infinitas telas, bosquejos, fotos con diseños, combinaciones que debían elegir y etcétera.

González soltó una casada risa—Generaríamos más clientela.

Ante aquella broma ambos rieron.

—Bien —la mujer se reincorporó tratando de sonar más decidida—, en serio hay que elegir algo o nos van a despedir —tomó unas fotos y se las enseñó—. Yo opino que este conjunto se ve muy bien combinado.

Sin muchas ganas, Pedri alzó la vista a lo que ella le mostraba e hizo una pequeña mueca.

—Puede ser pero...El color no me gusta —la mujer analizó lo que él decía—. Además, ya hubo mucho verde en la campaña pasada.

La mujer hizo una mueca estando de acuerdo con sus palabras y silenciosamente lo vio ponerse de pie hasta acercarse a ella, quedando frente a frente donde ella estaba.

—Tienes razón —dejó las fotografías y tomó unos retazos de tela—. Creo que podríamos cambiar la tonalidad del diseño a azul ¿Tú que crees?

El mediocampista esbozó una media sonrisa con ternura al ver como ella tomaba los trozos de tela azul y los ponía cerca de su rostro.

—Me gusta la idea —suspiró—. Además, el azul es mi color favorito.

—Lo sé —asintió ella.

Luego de unos segundos se dio cuenta de la rápida respuesta que había salido de sus labios y cómo aquello la había dejado expuesta.

Aclaró su garganta—Quiero decir...Lo mencionaste hace rato.

Mentira, ella le había puesto atención de hacia ya semanas.

Pedri asintió sin creerle su mentira y sonrió—Bueno, es mi color favorito y...Opino que a ti se te ve muy bien.

La mujer abrió la boca sorprendida al oírle el piropo con tanta normalidad y trató con todas sus fuerzas reprimir la sonrisa que quería escaparse de su control.

—¿Ah sí?

Él se puso un poco nervioso al haber sido descubierto en su honestidad—Bueno, es una observación profesional...

Ella interrumpió riendo—Observación profesional decía él, ajá —rió—. Basta, me acabas de halagar y no había ni un comentario sarcástico o de odio escondido detrás.

Se encogió de hombros—Yo también me puedo moderar a veces.

Rió—Bien, señor profesional —volvió a mostrar las telas—, ya que me veo muy bien en azul según un real experto en colorimetría —él puso los ojos en blanco con gracia— vamos a dejar el color azul como predeterminado para la nueva sección.

—Así es, sigue la opinión profesional —se autoreferenció.

—Pues sí —se encogió de hombros—, uso bastante azul —se examinó—. Creo que traigo puesto algo así...

—Te ves bien de ese color —asintió.

—Bueno, mi lencería azul está de acuerdo contigo.

Ella la verdad no midió bien cuando sus palabras salieron de su boca.

No obstante, su expresión fue relajada. Se dio cuenta de lo que había dicho pero no le dio mayor importancia ni tampoco lo trató como una rareza. Sólo habia dicho algo normal y cierto.

Pedri, por su parte, cerró los ojos al oírla y quiso evitar que cualquier pensamiento que la involucrara a ella y a su ropa interior se cruzara por su mente. No podía, menos en ese instante con ella al frente.

—Perdón.

La suave disculpa de Dietz llegó a sus oídos pero ella sólo estaba reprimiendo sus ganas de reír con su mano disimuladamente sobre su boca.

Pedri abrió los ojos y tuvo que tomar una gran bocanada de aire para hablar sin pelos en la lengua:

Cerró los ojos y negó con la cabeza—Natalia, no hables sobre tu lencería aquí en mi casa.

Inmediatamente la chilena divisó aquel tono de voz. Aquel tono más denso y aquella voz más baja y grave. Maldita sea, lo conocía tan bien que sabía a donde iba a apuntar aquella conversación de ahí en adelante.

—¿Por qué? ¿Te incomoda? —preguntó ella irónicamente y ladeando su cabeza.

—Sabes que no es eso... —negó mirándola directamente a los ojos.

Con cuidado ella lo tomó por el borde inferior de su camiseta y lo acercó a ella, tanto que tuvo que abrir sus piernas para recibirle en medio de ellas.

Este par no va a aprender nunca...

Siempre cayendo en el mismo lugar.

—¿Entonces? —se hizo la desentendida mirándolo hacia arriba.

Él no habló por los primeros segundos, solamente se dedicó a mirarla y a meditar si estaba actuando en su sano juicio o sólo se estaba dejando llevar por sus sentimientos y emociones.

Pero, si se dejara llevar por ellos en ese instante...¿Qué tiene de malo?

Ya lo habían hecho varias veces, las cosas ya no eran una incomodidad. Los asuntos de ese ámbito ya sólo fluían entre ellos y ya habían estipulado que sólo era diversión...Ya no era algo malo.

Entonces, sin saber de dónde había sacado la valentía o los cojones le dijo:

Él suspiró—Es que ahora...Voy a tener que verla con mis propios ojos.

A Dietz le temblaron las rodillas.

—Ya sabes, para... —se encogió de hombros—. Ver si el color queda bien para la colección.

Ella sonrió complacida logrando lo que quería y lo acercó hacia ella rodeando su cuello—No pidas permiso alguno canario, sólo hazlo y ya.

Él sonrió de la misma forma y la atrajo por las caderas hacia sí para besarla con fuerza.

Ya se habían comenzando a echar de menos desde la última vez. Sus labios juntos, sus cuerpos muy cerca del otro, sintiendo como sus intimidades chocaban y como las manos de cada uno se hacían cargo de aprisionar cada parte que tocaban con tan sólo un roce. Desde la segunda vez que los límites ya habían bajado. Lamentablemente ya sus conciencias no catalogaban aquello como un error...Sino como algo que les daba placer.

Les daba un placer que disfrutaban juntos.

Pedri removió el chaleco que la mujer tenía sobre su blusa y lo tiró al sillón de atrás. Sus manos comenzaron a recorrerla con mayor libertad y ya comenzando a colarse por debajo de su ropa, haciendo que la mujer sintiera un escalofrío por el maravilloso toque del hombre sobre su piel.

Él se separó un instante de su espalda para irse a sus caderas. Las masajeó y la atrajo más a él, sintiendo aquel maravilloso roce de sus cuerpos. Luego, sus dedos comenzaron a jugar con el botón del pantalón para desabrocharlo.

Pero entonces la mujer recordó algo.

—Espera, ahí no —se separó y alejó sus manos de su anatomía. El futbolista la miró completamente confundido—. Hoy no.

—¿Qué? —frunció el ceño—. ¿Hay algún problema? ¿Hice algo que te incomodara?

Ella sonrió agradecida de su caballerosidad—No, no, en lo absoluto.

—¿Entonces? —se veía tierno así de confundido.

Ella hizo una mueca, pensando en cómo explicarle la razón—Bueno es que...No te recomiendo llegar allá abajo hoy.

Frunció más el ceño—¿Por qué?

—Pues... —torció los labios—. Me ha venido a visitar mi amigo.

Aquello hizo que Pedri se tensara y la mirara con una seriedad disfrazada curiosidad—¿Qué amigo?

Natalia abrió la boca levemente sorprendida al ver que él no entendía aquella referencia y que en serio pensaba que era un amigo real suyo.

—Mi amigo...Andrés —aclaró esperando que entendiera.

—¿Qué Andrés? —la observó entrecerrando los ojos.

—Ay Pedri, tiene que ser una broma —se cubrió el rostro—. Me llegó la regla.

Pensó que usando otro término —y uno bastante chileno— él entendería pero siguió congelado en su lugar sin comprender ni un poco de lo que ella estaba hablando. Parecía petrificado.

—¿La qué?

Gruñó—Estoy en mis días.

Nop, ni siquiera con una expresión más conocida el logró unir cables. Se notaba que había sido criado rodeado de hombres más que de mujeres.

—Nat, háblame en español.

Gruñó más fuerte y más molesta—¡Qué estoy en mi periodo!

Recién allí, el rostro de González cambió y se iluminó por fin entendiendo a lo que ella se refería.

—Ah —alargó la palabra—, ahora entiendo. ¿Por qué no lo dijiste así de un inicio?

Negó—Cielo, a veces eres tan hombre para tus cosas.

—Perdón —alzó las manos.

Suspiró—Pero bueno, como te decía, no te recomiendo bajar ahí ahora. Si bien es cierto son los últimos días de mi menstruación pero aún así me considero incapacitada para llegar más allá.

Pedri rió con ternura ante su explicación y que se estaba dando el tiempo de dársela y ahí ciertas ideas se cruzaron en su mente. Su risa poco a poco adquirió más gravedad y volvió volvió a atraerla hacia él por las caderas. A la mujer le sorprendió el gesto.

—Ay, Natalia —la analizó—, te entiendo, tranquila.

Ella asintió pero sintió en los huesos que eso no era lo único que iba a decir.

—Tranquila —repitió metiendo sus manos otra vez debajo de su blusa—, hay otras formas.

Natalia se puso nerviosa.

Sí, eso no le pasaba nunca. Era muy raro que un hombre llegara a ponerla nerviosa en el ámbito sexual. Ella siempre estaba en control de la situación y se encargaba de dejar su autoridad marcada en todo. Ella ponía nerviosa a la gente, pero que le pasara al revés...Estaba siendo algo completamente nuevo.

El cuerpo le tembló, tragó saliva y miró al hombre expectante. Sin habla por los primeros instantes.

—¿Ah sí? —susurró a penas.

—Sí, cariño —sonrió de lado.

Entonces, el canario la atrajo hacia él para volver a besarla.

El beso fue lento al inicio; pesado. Un beso que se transformó después en uno lleno de pasión y de deseo por el otro. Las manos de Pedri volvían a recorrer su espalda, ya jugando con el broche de su sostén mientras que las manos de ella se aferraba a su cuello como si pudiera tenerlo más cerca aún.

Pasados unos segundos, el canario no quiso hacerla esperar más y tomó el borde de su blusa para subirla hacia arriba, haciendo que ella levantara sus manos para remover la prenda de ropa, dejándola sólo con el sostén delante de él.

Pedri sonrió.

Ella tenía razón. Era un brasier de encaje azul que se le veía fantástico.

Mientras él la devoraba con la mirada, la chilena sólo pudo pensar en que no debía ponerse nerviosa ante sus ojos.

—¿Ves que tenía razón? —susurró comenzando a dejar unos besos por su cuello—. Qué bien te ves de mi color favorito...

Ladeó la cabeza—Ya viste lo que querías...¿Eso es todo? —le tentó moviendo su cuerpo hacia él.

Sonrió—Por supuesto que no.

Pegándola hacia sí, el futbolista comenzó a besar su cuello de la forma que a ella más le gustaba. Esos besos lentos, no desordenados, sino con un ritmo y una intensidad perfectos que la llevaban al borde de la locura. Él ya sabía como tratarla, ahora ella sólo debía disfrutarlo.

Se aferró a su cabello e iba cerrando los ojos cuando los movimientos alcanzaban aquellos puntos de mayor placer. Los besos iban acompañados de los roces de sus manos contra su piel. La presión sobre su espalda y sus caderas y aquel tentador juego que él estaba jugando con el broche de su sostén.

Maldita sea, Natalia quería más pero no podía.

Quería que la hiciera suya si fuera necesario.

El poder que él estaba generando en ella era indescriptible. Parecía sucumbir a sus besos y a sus toques ya que él había aprendido perfectamente como a ella le gustaba.

No podía tenerlo todo pero a pesar de eso sí quería un poco más.

—He oído que a las mujeres les gusta cuando les besan los tatuajes.

La repentina y profunda voz de la chica lo hizo detener su actuar por un segundo y sonrió sobre la piel de su cuello al notar las segundas intenciones de sus palabras. Volvió a levantar su cabeza y la miró a los ojos.

—¿Ah sí?

Asintió—O eso he oído.

—Vaya, qué conveniente —comenzó a analizarla y sus ojos recorrieron su cuerpo y se toparon con las marcas de tinta sobre su piel.

Lo primero que hizo fue alzar su antebrazo derecho, localizando el primer tatuaje, y sus labios chocaron en su piel.

Natalia sonrió complacida y se mordió el labio inferior mientras lo veía besarla.

Sus besos eran lentos, pausados y húmedos. Se daba su tiempo para acariciar su piel alrededor del tatuaje que era como la forma de una carta de poker. Específicamente un as de picas. No sabía qué quería decir eso, pero estaba seguro de que para ella tenía un significado.

No les podría terminar de explicar lo que esa escena estaba provocando en la mujer. Una escena completamente erótica que causaba un cosquilleo que recorría todo su cuerpo.

Terminó de darle atención a su brazo y se fue a una de las zonas a las que más quería llegar: Debajo de su oreja. Allí, el tatuaje con la letra L descansaba. Era obvio, estaba convencido de que ese tenía que ver con Laura.

El contacto de la boca del canario en aquella área tan sensible de su cuerpo la hizo suspirar pesadamente y echó su cabeza hacia atrás por el placer y para darle más espacio para actuar. Una de las manos del hombre la sostenía por el cuello y la otra no se había separado de su cintura.

Sus labios de movían a la perfección. Presionando, succionando, acariciando y volviéndola loca.

Decidió continuar con su recorrido, pero cuando estaba por moverse hacia el tatuaje que estaba en la parte trasera de su brazo izquierdo fue detenido.

Dietz lo detuvo.

—Espera —se separó de él y puso una de sus manos sobre su pecho—. Ese no.

—¿Por qué? —frunció el ceño confundido.

Titubeó—Porque no y ya.

—No entiendo nada —la analizó en busca de respuestas.

—No hay nada que tengas que entender. Sólo... —cerró los ojos y suspiró— Ignora ese tatuaje y sigue.

Pedri la miró unos segundos pensando que en sus ojos encontraría la respuesta a su nueva interrogante pero sólo halló incertidumbre y un vacío misterioso que parecía no tener salida.

Ella era el misterio.

—Sigue, por favor —rogó llevando una de sus manos a su nuca.

González la analizó una última vez.

—Pedri —se acercó a su boca y dejó cortos pero suaves besos sobre ella. Invitándole a seguir con su cometido y tratando de distraerlo de pensar en ese tatuaje.

Él terminó besándola de vuelta y sus labios regresaron a su posición anterior, dándole un último tiempo de atención al tatuaje debajo de su oreja.

Sin embargo, aprovechó aquella instancia para mirar más abajo. De reojo podía ver el tatuaje que ella le había pedido evitar y —según su vista periférica— era como una rama con flores de cerezo o algo así.

A pesar de aquello, eso no fue lo que más le llamó la atención.

El tatuaje parecía tener un relieve.

El tatuaje parecía haber sido hecho para...Tapar algo.

No pudo pensar en qué había originado eso o el motivo mayor. Además, no tenía mucho tiempo para sacar conclusiones así que, momentáneamente, decidió posponer su investigación.

Por el momento.

Finalmente sus labios se despegaron de aquella zona y comenzaron a bajar la último tatuaje: El que estaba en medio de su abdomen.

El tatuaje era una palabra en otro idioma, la cual era liberté. Dedujo en su poco tiempo de meditación que era francés y que su significado era muy similar al del español.

Otra vez, no tenía idea a qué se debía eso, pero tenía mucho más sentido que lo que había visto anteriormente. Aquella marca escrita con letra larga y cursiva estaba colindando justo con el borde de su brazier; al medio de su abdomen. Debido a la obstrucción de la prenda, sus besos en aquella zona no estaban siendo tan efectivos como hubiera querido.

Y ella lo notó.

—Si te molesta algo, quítalo.

Pedri se detuvo un segundo y volvió a reincorporarse para mirarla a los ojos. Buscaba aprobación, buscaba seguridad de que estaba bien que siguiera, pero la verdad es que a ella le importaba muy poco la aprobación. Quería que lo hiciera y ya.

El futbolista se acercó a su boca y se besaron de manera lenta e intensa. Jugando con sus labios y con sus lenguas en el proceso. Mientras tanto, las manos del hombre se fueron hacia la espalda de la mujer dejando caricias sobre su piel. El contacto de la yema de sus dedos la estremeció.

Hasta que escuchó el característico sonido.

Le había desabrochado el sostén.

Sonrió complacida entre los besos y sintió como el canario deslizaba la prenda sobre sus hombros hasta que estuvo completamente fuera. Una vez que la tuvo en su mano la arrojó lejos, sin importarle donde cayera.

Sus labios se fueron moviendo por la línea de su mandíbula hasta regresar a su cuello. A aquel punto en la curva de su hombro y cuello que ya había detectado que le encantaba a la chilena. Posteriormente, se alejó de ella y no pudo evitar darse unos segundos para admirarla a ella y a su torso desnudo.

Se tuvo que tragar decirle que era hermosa.

Su boca regresó a su objetivo previo y besó el tatuaje de su abdomen. Sus manos seguían en su espalda y con ellas la acercaba más a él, como si fuera posible tenerla más cerca. Ella cerró los ojos y la piel comenzó a ponérsele de gallina. Sus manos se fueron hasta el cabello del contrario y jugaron con él como si fuera una distracción para no caer en el placer.

—Tenías razón —susurró él despacio contra su piel.

—¿Sí? —murmuró.

Sonrió—Sí...Definitivamente a ustedes les gusta esto.

Rió en un suspiro—¿Tan evidente he sido?

La atrajo hacia sí, presionando el beso—Oh, sí que lo has sido.

Gruñó a raíz de su acción y lo tomó por la mandíbula para que estuvieran frente a frente—No tientes a una mujer que está en sus días, González. No sabes lo que estás haciendo.

Él rió suavemente y se fue a besar su boca otra vez, siendo muy bien recibido. Dietz enredó sus brazos alrededor de su cuello y lo atrajo más hacia su cuerpo mientras él hacia lo mismo con sus manos que seguían ancladas a su cintura.

Las hormonas de la chilena estaban hechas un completo caos. Todo se revolvía en su interior y las alarmas parecían sonar en su cabeza porque estaba comenzando a perder la cordura. No podría contenerse mucho más tiempo y trataba de aferrarse del hombre como si eso fuera a impedir que cayera en un limbo sin salida.

Lo necesitaba.

Lo deseaba en ese preciso instante.

Pero no podía.

Al menos en ese momento no.

De pronto, el canario se separó de ella para poder mirarla a los ojos unos segundos. Sus respiraciones seguían agitadas y se mezclaban entre sí. Sus labios estaban a tan sólo centímetros de volver a tocarse y cualquier movimiento terminaría entre besos.

No obstante, Pedri decidió volver a atacar su cuello.

Y comenzó a bajar.

Al ver donde estaba a punto de parar todo aquello, la rubia echó su cabeza para atrás y sus manos cayeron sobre la cabeza del hombre.

Los besos del futbolista dejaban un húmedo rastro de placer y tentación. Bajaron por su cuello, por su punto débil y por su clavícula, todo mientras sus manos seguían repartiendo caricias por su espalda. Caricias que le causaban hasta escalofríos al sentir el cálido y suave toque que el chico siempre sabía darle.

Su boca comenzó a bajar por el centro de su pecho y alzó los ojos un segundo para mirarla y se sacudió al notar que sus ojos se habían conectado. La mirada de la actriz estaba expectante. Deseosa. Ella quería que él siguiera y que la recorriera por completo con sus besos si era necesario.

Entonces, atrapó uno de sus pechos con su boca y ella de estremeció.

Se aferró con fuerza a su cabello al notar el repentino cambio y la sensación de placer que comenzó a invadirla subió la temperatura de todo su cuerpo. Trató de cerrar las piernas inconscientemente el sentir el cosquilleo en su estómago pero González seguía en medio de ellas. Sosteniédola y besándola. Sólo le quedaba resistir. Resistir y disfrutar.

Los labios y la lengua del canario le daban atención a su lado izquierdo mientras que con una de sus manos atendía el lado derecho. No dejaba nada al azar. Si iba a complacerla en aquel momento hormonal lo haría completamente.

Su lengua trazaba círculos alrededor de toda el área del pezón y el suave roce casi le saca un gemido. Besaba, succionaba y cuando en ocasiones mordía ella perdía la cabeza y los audibles quejidos con el nombre del futbolista estampados resonaban por toda la estancia.

Su mano tampoco perdía el tiempo. Mientras su boca hacia el trabajo del otro lado, él masajeaba su otro pecho de manera suave y delicada. Eso era lo peor. El toque terso era aún más tentativo y las corrientes eléctricas que sentía por la acción recorrieron todo su cuerpo. Usaba su mano completa o en ocasiones sólo rozaba la punta de su pezón con su pulgar.

Iba a voltearse loca.

Luego de unos minutos así, él cambió de posición. Su boca atendió el lado derecho y su mano el lado izquierdo. Tocaba repetir el proceso pero la sensación fue la misma: Un placer desenfrenado que en el fondo ella deseaba que fuera interminable.

No entendía cómo era posible que cayera rendida ante el placer que él le daba con tan poco —bueno, también consideramos el ajetreo de sus hormonas pero sigue siendo algo relevante—. La forma en que Pedri la besaba en sus puntos más sensibles hacía que ella se removiera debajo de él. No buscando huir, sólo buscando controlarse.

La manera en que sus labios succionaban, el ritmo con el que su lengua dibujaba e incluso la forma en que, ni siquiera llegando a morder sino que en ocasiones sólo rozando su pezón con el filo de sus dientes, él estaba logrando hacerla perder toda noción de tiempo y espacio.

No quería que eso acabara.

Pero el timbre sonó.

Al sentir aquel sonido la pareja se separó casi de inmediato. Pedri se reincorporó y Natalia —casi por inercia— se aferró a su cuerpo, escondiéndose y cubriéndose con él, como si sintiera que en cualquier momento una persona desconocida fuera a entrar y la fuera a ver desnuda.

—Pedri, hermano, soy yo —se escuchó la voz del otro lado.

Ambos se echaron una mirada rápida e hicieron una mueca al reconocer quién era.

Ferran —se lamentó el canario pasándose una mano por la cara.

—Eh, chaval ¿Estás ahí? —insistió la voz ante el silencio.

—¿Por qué no me avisaste que el vendría? —reclamó la chilena en un susurro.

—Porque se me olvidó —ella puso los ojos en blanco—. Habíamos quedado de ir a ver un partido del Barcelona Basket pero se me ha ido completamente.

Alzó una ceja—Lo olvidaste ¿En serio?

González sólo trataba de ignorar que su torso desnudo seguía apegado a su anatomía.

—Bueno —ladeó la cabeza—, en eso en parte tienes culpa tú.

—¿Disculpa? —sonó ofendida.

Entonces el timbre volvió a sonar y la insistencia continuó. Tendrían que posponer su sesión de besos y actuar rápido para que Torres no los viera. Bueno, a Natalia más que nada.

—¡Ya voy! —exclamó Pedri hacia la puerta ya cabreado—. Ve y ocúltate en mi habitación. No tardo.

Ella asintió eligiendo no protestar y los dos se separaron rápidamente. El futbolista se fue hacia la puerta mientras que la actriz tomaba su camiseta y se la ponía mientras trotaba hacia las escaleras. No obstante, no fue capaz de ocultarse en la habitación del hombre. Su curiosidad fue más fuerte y se quedó en el pasillo del segundo piso para oír la conversación.

Antes de abrir la puerta el mediocampista tomó aire, se arregló el cabello y trató de no verse como una persona que había tenido un momento tan intenso como aquel.

Cuando finalmente vio a su amigo ambos se saludaron calurosamente con un abrazo.

—Venga tío, pensé que ya no me abrirías —el valenciano hizo ingreso a la casa—. Te acordaste de nuestra salida ¿Verdad?

Pedri trató de acercarse a él tratando de sonar tranquilo.

—Claro, solamente tenía unas cosas que hacer —lo siguió.

Cuando su trayecto terminó en el lugar de los recientes hechos, el canario comenzó a tensarse.

—No quiero que lleguemos tarde. Sabes que los jugadores del Barça tenemos asientos de preferencia adelante —lo apuntó.

Luego cada uno se posicionó en un extremo de la isla de la cocina. Pedri eligió quedarse en el lado donde había estado con la rubia, como si pensara que su amigo podría incluso oler lo que había sucedido.

—No, no, no, tranquilo. Yo odio llegar tarde —movió la mano hacia adelante—. Estamos a buena hora aún.

—Y mas te vale que eso siga así —lo volvió a apuntar.

No obstante, poco a poco el tono de la voz de Ferran fue cambiando mientras que sus ojos escudriñaban el lugar. Había notado algo.

González se giró tratando de evitar su mirada—Sí, sí, tranquilo. Iré a cambiarme ropa y estoy listo.

—Ajá —la voz de Ferran sonó un poco dudosa—. Eh tío.

Pedri se volteó ante el llamado.

Se puso pálido.

Torres estaba alzando cierto objeto bastante conocido para el canario que al parecer se había quedado sobre la isla de la cocina y lo hizo abrir los ojos como platos, asustado.

—¿Almorzaste lencería hoy, hermano?

El nuevo 7 del Barcelona alzó y dejó colgando en su dedo índice el sostén de encaje color azul de Natalia, el cual había volado por la casa minutos antes y accidentalmente se le había quedado a la chilena cuando tuvo que correr y esconderse por la llegada del futbolista.

—Yo... —González era incapaz de hablar. La palidez de su rostro ahora se había transformado en un rojo rubor que estaba cubriendo sus mejillas. Estaba avergonzado.

En silencio, Ferran estaba disfrutando molestar a su amigo y ver como aquella humillación lo había puesto demasiado nervioso e incómodo.

—¡Nat! —exclamó Torres—. ¡Ya puedes salir!

Al inicio no hubo respuesta, sólo un embarazoso silencio.

Sin embargo, segundos después se escucharon un par de lentos pasos que finalmente terminaron revelando a la autora de ellos a la entrada de la cocina.

El mayor sonrió y alzó el brasier—¿Se te perdió algo?

Pedri gruñó en silencio y apoyó sus codos sobre la isla de la cocina y con sus manos cubrió sus ojos, frustrado y avergonzado.

Dietz sonrió, pero estaba tan incómoda que lo que resultó fue una mueca. A pasos pesados y azorados caminó hacia el futbolista y le arrebató la prenda de ropa de los dedos mientras él seguía disfrutando molestar a la pareja.

—Gracias Ferran, qué observador —murmuró ella con sarcasmo y fulminándolo con la mirada.

El chico tuvo que aguantarse las ganas de seguir riendo. Se movió y rodeó la isla para poder acercarse a su amigo.

—Te espero afuera —luego le echó una rápida mirada a la chilena y la regresó a González—. No te tardes —aquello lo susurró sólo para el canario dándole un par de golpes en el pecho, burlándose de él. Pedri, estresado por lo enervante que estaba siendo, lo empujó para quitárselo de encima y que finalmente se fuera de ahí.

Cuando la puerta sonó indicando que aquel futbolista ya no estaba con ellos, la pareja comenzó a quejarse.

—¿Por qué no te lo llevaste? —él fue el primero en protestar—. Ahora tendrá algo con qué fastidiarme por el resto de la temporada.

—¡Ay disculpa! —movió las manos en el aire—. ¿Acaso él no tiene sexo que se está riendo como niño de 13 años escuchando una charla sobre reproducción humana en su colegio? —dejó caer sus brazos a sus costados—. Salí muy rápido, no me di cuenta. Además —lo apuntó—, tú fuiste el que lo quitó y lo lanzó a la chucha  —volvió a alzar las manos.

—Ah, ¿Y acaso no te ha gustado? —avanzó un paso más hacia ella haciendo que sus pechos chocaran.

La cercanía y el aún tibio cuerpo de Pedri hicieron que el suyo semi desnudo debajo de la camiseta se estremeciera. El canario sabía lo que estaba provocando en ella y quiso aprovecharse de su situación. Cuánto le gustaba ponerla nerviosa. A ella, una mujer sólida, intransigente, segura de sí misma. Una mujer que ahora solamente encontraba su debilidad cuando el futbolista estaba cerca de ella.

Lo quería a él, lo deseaba, lo necesitaba, y el sentimiento era igual de fuerte para el contrario.

—¿No me vas a responder?

Su suave y tersa voz acarició sus oídos mientras que González buscaba torturarla y tentarla con sus labios a tan sólo milímetros de distancia de los suyos.

No obstante, ella no iba a darle en el gusto.

—Ya tienes que irte —se separó de él y la lejanía repentina lo tomó por sorpresa—, sino él va a volver a entrar.

Tres golpes en la puerta los sacaron de su momento.

—¡Pedri! ¡No tenemos todo el día! —llamó Ferran desde afuera.

La chica apuntó a la puerta—Te lo dije.

Ella retrocedió un par de pasos con el fin de ir por sus cosas pero la voz de González la interrumpió:

—¿Por qué no te quedas aquí?

Natalia se congeló en su posición y lo miró sorprendida. Un escalofrío recorrió su cuerpo de arriba a abajo.

Dudó unos segundos de la veracidad de lo que habían oído y tuvo que girarse para verlo a la cara.

—¿Qué? Pero esta es tu casa.

—Mi hermano no vuelve hasta mañana —se encogió de hombros—. Puedes quedarte. Yo volveré y puedes quedarte a dormir.

Algo se estaba revolviendo dentro de la chilena; algo que no le estaba gustando y era diferente a todo el tumulto de emociones que en el último tiempo había sentido hacia el futbolista. Su preocupación, su diligencia y su cuidado estaban siendo completamente opuestos a todo el odio que por tantas semanas se habían declarado.

Natalia simplemente no sabía qué decirle.

—Pedri, yo... —agachó su cabeza buscando la manera más amable de rechazar su propuesta—. Tengo muchísimas cosas que hacer. De hecho, en este momento debería ordenando mis cosas para el resto de la rueda de prensa antes del estreno de la película. Si falto, me matarán —rió suavemente.

El asintió comprendiendo su respuesta y enseñó las palmas de sus manos hacia adelante—Bien, como tú digas. No digas que no lo intenté.

Ella sonrió nerviosa y suspiró. Luego comenzó a retroceder para irse y esperar hacerlo, ahora sí, definitivamente.

—Me...Me voy a ir a cambiar y pediré un uber. No me tardo.

—Pero nosotros te llevamos —apuntó hacia atrás incluyendo a Ferran en la conversación.

Hizo una mueca—Honestamente prefiero caminar que ir en el mismo auto que Ferran en este momento.

Ambos rieron—Tienes razón. Ve, yo igual debo arreglarme y te espero.

Ella asintió con una media sonrisa—Claro.

Y tomando todas sus cosas, la mujer se fue hacia el baño para poder arreglarse como una persona decente. Sabía que tenía la mirada del canario pegada a su anatomía que él ya conocía completamente y eso la ponía ligeramente nerviosa a cada paso. El estómago le cosquilleaba y se sentía como una niña pequeña.

Efectivamente sí, Pedri la iba mirando hasta que desapareció dentro del baño. Una media sonrisa estaba dibujada en su rostro ya que no podía sacarse ni un centímetro de la rubia de su cabeza. Lo que había pasado había sido distinto. Ambos deseando el contacto físico otra vez pero ahora sucumbiendo inmediatamente. Sin peros, sin excusas, sin reglas, y sin temores. Sólo se querían el uno al otro.

Todo se sentía diferente.

Pero mientras González se mantenía estátic mirando por donde la rubia se había ido, se oyó a sus espaldas:

—¡Esta noche es para amar, todo listo está!

—¡Ferran! ¡Ya cállate!

Sí, todo era diferente.

Espero que nadie lo arruine...








































































































tómense ese "espero que nadie lo arruine" como un spoiler o una amenaza de guerra de mi parte 😃

HOLAAA QUE TAAAAAL. COMO ESTÁN. VOLVIMOS Y CON TODO

qué les pareció el capitulo de hoy? INTENSO, LO SÉ. qué de todo fue lo que más les gustó? SIN MIEDO, LES LEO👀

no pude hacer gif de nuevo pq me compré un computador nuevo y aun no le descargo photoshop djxkd perdón, se ve vacío.

170 votos para actualización ✨

LES CONVIENE VOTAR PQ SE VIENE DE NUEVO CAOS. ADIOS A LA PAZ MUAJAJAJAJAAA

les amo, upsi

HASTA LA OTRA

SEE YOU SOON

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