𝐨𝟓𝟔. asuntos muy delicados

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o56. ❝ and you don't want to know me i will just let you down. you don't wanna know me now














































































❝ eran asuntos muy delicados de los que ella quería proteger a pedri ❞

✦•─────• LA NOCHE ANTERIOR HABIA SIDO BASTANTE DIFÍCIL.

Luego de que Natalia cayera completamente dormida, Pedri tuvo que debatir todas sus opciones en ese momento. Trató de buscar sus cosas y se dio cuenta de que ella no había traído las llaves de su casa, por ende, no podía llevarla allí ya que no había nadie más en su departamento. Laura estaba pasando la noche con Vivianne y él no tenía idea dónde vivía aquella mujer.

Como último recurso, tuvo que optar por llevársela a su propia casa.

Sí. Quizás pudo intentar buscarla en redes sociales o ver si podía contactarse con Fabiana —aunque eran como las 2 de la mañana—. Sin embargo, él quería hacerse cargo de ella y cuidarla.

Quiso intentar despertarla, pero su cuerpo estaba lacio y totalmente rendido. No había manera. Además, si volvía a despertar era probable que vomitara o algo parecido. Finalmente terminó cargando a la chica en brazos hasta llegar a su auto. La tarea fue difícil, ya que el lugar seguía lleno de personas por todos lados y un futbolista cargando a una actriz no iba a pasar desapercibido por la gente. No obstante, con la ayuda de un muy preocupado Ferran Torres, lograron escabullirse por una puerta trasera hasta el estacionamiento y su respectivo vehículo.

Le seguía impresionando al canario lo profundamente dormida que ella estaba. La había recostado en el asiento, le había puesto el cinturón y aún así ella no despertaba. La borrachera le había pegado fuerte.

Logró salir del lugar lo más rápido que pudo y, cuando estuvo en la carretera camino a su hogar, no dejó de mirar a la rubia. Sus ojos iban del camino a los espejos retrovisores y de los espejos a la chica, una y otra vez. Verla en ese estado y recordar todo lo que ella le había dicho seguía preocupándolo. Mucho más al pensar lo que pasaría los días siguientes.

Al llegar a su casa tuvo suerte de no despertar a su hermano. Lo último que quería era alertarlo. Aunque la tarea había sido difícil, ya que tuvo que abrir la puerta de su casa y movilizarse a través de ella con la chilena sobre sus brazos.

Tarea compleja pero para él había valido la pena.

Su cuarto fue el destino final y con cuidado dejó el cuerpo de la actriz sobre su cama. Se encargó de quitarle los zapatos y algunas piezas de joyería que pensó le podían incomodar. No le quitó la ropa ya que lo último que quería en ese momento era ser irrespetuoso o entrometido en un momento como ese.

Cuando acabó se encargó de taparla con las sábanas y con las mantas para que no pasara frío o algo parecido. Ella aún tenía sus ojos cerrados e incluso parecía que los parpados le pesaban. Su sueño era profundo y también se notaba que lo necesitaba.

Al finalizar procesó todo lo que había hecho.

Se había encargado de ella de una manera tan...Interesada y real que ni él se lo creía. ¿Qué estaba pasando? Había un nuevo sentimiento instaurado dentro de él después de su charla con la chica: Preocupación.

Sonrió de lado al verla allí, como si estuviera complacido y más tranquilo de que ella estuviera en un lugar más seguro.

Finalmente se levantó de la cama para dejarla sola. Sí, por un momento contempló la opción de acostarse y descansar a su lado. No obstante, sabía que ella necesitaba su espacio, sobre todo al momento en que despertara porque sabía también que no sería fácil. Nuevamente, él no sería un entrometido.

Pedri terminó durmiendo en el sofá de su casa pero casi no pudo pegar un ojo pensando en Natalia y todo lo que había sucedido.

A la mañana siguiente Dietz despertó con el peor dolor de cabeza de su vida.

Sus pesados parpados comenzaron a abrirse poco a poco por la luz que se colaba entre la ventana. El primer intento por abrir los ojos fue un fracaso. Le dolieron inmediatamente por tratar de ajustarse a la luz así que los volvió a cerrar. El segundo intento también fue fallido pero ya el tercero tuvo éxito. Abrió los ojos sintiendo como todo le daba vueltas y el techo blanco sobre ella fue su primer objetivo. Luego, con una borrosa mirada, analizó el resto del lugar.

Esa no era su cama, no eran sus muebles, no eran sus cosas, mucho menos su organización...

Abrió los ojos como platos cuando se dio cuenta que esa no era su habitación.

Y peor, cuando reconoció quién era el verdadero dueño.

Se sentó rápidamente en la cama por el susto pero eso fue una pésima idea ya que se mareó, se quejó y tuvo que volver a recostarse.

Ese era el cuarto de Pedri. Por supuesto que ya le era familiar. Pero de sólo verse ahí, dentro de su cama y con un punzante dolor de angustia en su estómago, ella tembló.

Por un pequeño segundo se aterró al pensar que se había vuelto a acostar con él y no lo recordaba.

Sin embargo, trató de recordar lo que había pasado la noche anterior y en su mente no había nada de sexo. Podría estar cien por ciento ebria pero eso jamás la haría olvidar que se había acostado con alguien.

Entonces meditó. Meditó y meditó tratando de recordar qué la había traído hasta ahí y borrosos fragmentos de una noche en un club buscaron darle respuesta a sus incógnitas. Recordaba la fiesta, el alcohol —mucho, de hecho—, recordaba que se había embriagado...Y recordaba que había dicho muchas cosas...Llorando.

Allí toda la situación comenzaba a cobrar sentido.

No recordaba absolutamente todo pero sí fragmentos. Fragmentos importantes como que le había contado a Pedri su terrible contexto familiar.

Al recordar aquello se dio una palmada en la frente.

—Conche —suspiró—...Tumare.

Entonces la puerta se abrió.

Por instinto y por el susto Natalia se sentó con brusquedad en el colchón pero aquello causó que se volviera a marear y que el dolor de cabeza aumentara.

Ella se quejó y cayó de vuelta a la cama.

—¿Qué carajos crees que haces?

Oh, aquella voz.

No sabía si la había escuchado en serio o había sido producto de su imaginación.

Aún con la vista perdida y pegada en el techo, sintió que el colchón se hundía a su lado.

—Oye, Nat —sintió que la movían ligeramente—. ¿Estás bien? ¿Cómo se te ocurre levantarte de esa manera?

Poco a poco los ojos de la rubia bajaron y enfocaron a la figura que había entrado

—Pedri.

Sólo fue capaz de pronunciar su nombre en su primer intento. Hablar la mareó y tuvo que tomar mucho aire para continuar. Mientras tanto, su mano se movió y trató de llegar hasta el castaño. Su mano finalmente aterrizó sobre su muslo derecho.

—Dime ¿Eres real o sigo borracha y te estoy imaginando?

Al oírla un poco más cuerda y sensata, e incluso con un suave tono de burla, González sonrió y suspiró aliviado.

—Soy yo.

—Entonces dime algo que sólo tú sabrías —su mirada otra vez se perdió en el techo.

Meditó unos segundos—Vinicius Jr está enamorado de ti.

—Ay no —se cubrió el rostro mientras él reía—. No puede ser, qué terrible. No me lo recuerdes —gruñó—. De acuerdo, si eres tú. No estoy loca.

Las risas cesaron y ambos guardaron silencio. Un incómodo silencio en el que realmente ya no sabían qué decir. Sus suaves respiraciones eran lo único palpable en ese momento. Sus pensamientos y sus emociones al ver al otro después de aquella noche no estaban dentro de la ecuación.

Entonces Dietz se volvió a sentar en en cama. Se estaba desesperando.

—Nat, deja de hacer eso —la frenó tomándola por los hombros—. Vienes despertando recién.

Ella quiso decir algo pero estaba lo suficientemente mareada como para no hacerlo. Además, estaba perdida en el suave tacto de las manos del canario que ahora habían subido hasta sus mejillas, en el olor de su perfume y en la calidez de su piel. No se sentía tan mal después de todo. Podría quedarse ahí toda la mañana.

Agotada y aún sin el control total de su anatomía, Natalia dejó caer su cuerpo en el pecho del futbolista. Éste la recibió tratando de que hiciera el menor impacto posible y sus manos se fueron a su espalda.

—Dime algo Nat. No sé, dime que estás bien.

—¿Cómo terminé aquí?

—Es una larga historia —dijo suspirando—. Tomaste mucho anoche y no trajiste las llaves de tu casa. Por eso te traje aquí.

—¿Dormiste conmigo?

No sabría explicar si realmente estaba hablando en serio y por su propia cuenta o aún se debía al mareo que estaba teniendo en ese instante.

—No, dormí en el sillón.

Oh.

Su voz se oyó decepcionada.

Sabía como era Pedri. Sabía que era lo suficientemente responsable como para no invadir su espacio teniéndola en una condición como aquella dentro de su casa y de su cama. No obstante, muy dentro se sí, la chilena hubiera disfrutado saber que lo tuvo a su lado durante su trágica noche.

—Por favor dime que no di mucho jugo.

Soltó una suave risa—Creo que con eso te refieres a que si causaste muchos problemas así que...No. Para mí no fue ningún problema.

Con cuidado comenzó a separarse de él y al notar que esa era su nueva intención, el canario le ayudó a reincorporarse. Estando allí por fin pudo conectar sus ojos con los del hombre.

—¿Te dije muchas weas?

En ese instante González se preguntó preguntó sí mismo si ella recordaría las cosas que había hablado referente a lo que pensaba de él. Estaba tentado a preguntarle pero definitivamente no era el mejor momento.

—Bueno... —rascó su nuca—. Me contaste...De tu familia...De todo lo que te pasó.

Cuando él dijo eso los recuerdos se le vinieron de golpe como una cachetada en plena cara. Se llevó las manos a la cara aterrada y sintió como poco a poco el pánico volvía a apoderarse de ella. ¿Cómo había sido tan estúpida?

—No, no, no, no —se removió en su lugar buscando levantarse—. Perdón, perdón. No tenías porqué oírme decir todo eso.

—No te levantes así —la reprendió sujetándola de las caderas e impidiendo su acción—. No tienes nada por lo que disculparte.

—Sí. Tú no tenías porqué saber todo eso...Yo —se llevó una mano a la frente preocupada—. No debí meterte en ese asunto. Es demasiado delicado.

—Ya lo hiciste.

—No, no, no, no —negaba una y otra vez—. Lo siento, en serio.

—Ya te dije que no tienes porqué disculparte. En serio lo digo.

—Es que no entiendes. No debí meterte en ese asunto —sus palabras sonaron severas. Quería hacerle entender que ella estaba hablando en serio—. No es un asunto tan simple como crees.

—Nat.

—No, no puede ser. Olvida todo lo que te dije. Por favor —finalmente logró ponerse de pie y quiso escapar de él.

—Natalia, ya basta.

Entonces Pedri la atrapó en el acto y la atrajo hacia él, haciendo que cayera sobre su regazo y frente a frente con él. Al encontrarse sentada en esa posición la chilena se sintió ligeramente vulnerable. Ella con sus piernas a cada lado de su cuerpo y él sujetando firmemente sus caderas para impedir que se volviera a ir.

—Pedri, esto ya no es gracioso. Déjame ir.

—No estoy diciendo que sea gracioso —la miró negando con seriedad—. Quiero que te quede claro que estoy hablando en serio. No me molesta que me hayas contado aunque fuera ebria. Ya lo hiciste, según tú ya me metiste en este asunto y está bien —recalcó—. Sea lo que sea está bien.

—No —escondió su cabeza en su cuello—. No está bien.

Ella no dijo nada más seguido a eso ya que otra vez sintió que un nudo se le formaba en su garganta. Había sido capaz de manejar a la perfección todo su tema familiar, hundiéndolo hasta el fondo para que nadie lo tocara; ni siquiera ella. No obstante, los últimos furtivos acercamientos de su madre después de años parecían querer revivir todo el asunto y hacer realidad su pesadilla más grande.

Ella aún no seguía bien.

La mano de González se fue lentamente hasta su espalda y la acarició con suavidad. El delicado gesto rodeó a la actriz con una calidez que en ese momento necesitaba más que nada.

—Este no es el momento para hablarlo —dijo de repente— pero quiero hablarlo contigo.

—Pedri... —quiso detenerlo.

—No digas nada más —sonrió de lado aunque ella no pudiera verle—. Está bien.

Entonces ella le abrazó.

Sus débiles brazos viajaron hasta su cuello y lo atrajeron hacia sí como si en ese momento el canario fuera lo único que la chica tenía a qué aferrarse. El correspondió de inmediato asegurándose de no apretarla tan fuerte y hacerle daño debido al débil estado en que aún estaba.

Estar ahí, sosteniéndolo, la hacía pensar que seguía aferrada al mundo real. Y si se soltaba, caería en un vacío existencial del cual no habría retorno alguno. Tenía miedo. Tenía miedo de todo lo que estaría por venir en su vida. No obstante, estando ahí con él aunque fuera por unos segundos se sintió bien.

—Ha venido tu prima.

Ante la sorpresa de sus repentinas palabras ella se separó para verle con confusión.

—¿Qué?

—No pude contactarla ayer pero la he encontrado en redes sociales esta mañana. Así que le he hablado y ha venido por ti. Incluso ha traído algo de ropa para que te cambies.

—¿En serio hiciste eso? —realmente no se lo podía creer.

Asintió con media sonrisa—¿Le digo que pase?

Por un instante ella estuvo tentada a decirle que no y hacer que el rato que estaba pasando con el canario fuera más longevo. No obstante, trató de portarse un poco más racional y acabó asintiendo y accediendo ante la petición.

—Voy por ella —sonrió.

Con cuidado levantó a la chilena de su regazo y la dejó sentada en el colchón con delicadeza. Le regaló una última sonrisa antes de irse y ella volvió a quedarse sola. No obstante, lo hizo con la amarga sensación de querer haberse quedado más tiempo con el chico.

Pocos segundos después, ella vio a Vivianne aparecer en la habitación cerrando la puerta a sus espaldas. La mayor cargaba una mochila con ropa y en su rostro la más sincera de las sonrisas.

—Ay mi vida —suspiró mirándola—. En qué cagá te metiste.

Natalia había estado lista para responder pero un fuerte retorcijón vino de repente en la zona de su estómago. Aquella incómoda situación comenzó a trasladarse por su garganta y, al saber de qué se trataba, corrió al baño lo antes posible, siendo seguida por su muy preocupada prima.

Sí. En algún momento devolvería todo lo que se había echado la noche anterior.

Después de haber terminado su acción en el baño —con el apoyo físico y moral de su prima— Natalia recibió la ropa que le habían traído, se lavó los dientes y se cambió a solas mientras Vivianne esperaba afuera con el canario. La menor se había rehusado a recibir ayuda en ese instante proclamando que era capaz de hacerlo sola. Sí, pudo, pero se mareó en el proceso.

Cuando acabó se sintió un poco más digna y guardó todas sus otras cosas en la mochila para posteriormente salir del cuarto y bajar las escaleras. Aquello fue todo un desafío, ya que escalón por escalón sentía que el mundo le daba vueltas y que podría volver a vomitar. No obstante, fue capaz de sobrevivir y llegar donde la esperaban.

Ambos sonrieron al verla. Tenerla más estable los hacía sentir mejor.

Sobre todo a cierto español.

Vivianne se le acercó con una sonrisa—¿Te sientes mejor?

Asintió—La verdad sí.

—Bacán ¿Nos vamos entonces?

La pregunta hizo meditar un instante a la menor e inmediatamente sus ojos se fueron hacia el futbolista. Meditó y meditó hasta que se decidió soltando un suave susurro:

—¿Me das un minuto para hablar con él?

Entendiendo a donde apuntaba todo, la petición le sacó media sonrisa a la mayor.

—Te espero en el auto —le susurró suavemente para luego darse la vuelta y alejarse de ella.

Con curiosidad Pedri observó que Vivianne se iba de su casa sin su prima y, para buscar una respuesta, miró a Natalia esperando que ella hiciera o dijera cosa alguna. No obstante, la chilena esperó oír el sonido de la puerta cerrándose con la castaña fuera de la casa para poder reaccionar.

Llenó sus pulmones de aire y cobró valor para acercarse al hombre. Éste la miraba inquisitivo y no dejaba de analizarla. Oh, esa mirada. Cuánto odiaba la chilena que él la mirara con tanto detalle.

Llegó en frente de él—Oye yo... —se rascó la nuca—. En serio gracias por esto.

La sincera respuesta por parte de su tersa y a la vez cansada voz lo hizo sonreír.

—Yo no...No lo digo usualmente pero de verdad te lo agradezco.

Negó con la cabeza—No ha sido nada.

Soltó una risa nasal—Ya, córtala. No juegues conmigo al papel de caballero —frunció el ceño—. Perfectamente pudiste irte y dejarme ahí...Pero no lo hiciste.

—Yo...

—Pudiste dejar que me siguiera ahogando en alcohol o por último haber llamado a alguien más —interrumpió siguiendo con su confundido discurso—. No tiene sentido. No lo entiendo.

—¿Qué tan difícil es de entender el hecho de preocuparse por alguien más?

Porque nadie lo había hecho de esa manera por ella antes.

La rubia hizo una corta pausa y el hombre pudo notar como ella tragaba saliva. No sabía qué responderle y nunca se había detenido a pensar en una contestación para eso ¿Por qué? Porque para ella siempre había existido ese estándar normalizado. Para ella la vida era así y punto.

Hasta que llegó él y sacudió todos sus ideales.

—Porque no tenías porqué hacerlo y ya —contestó en lugar de compartir sus verdaderos pensamientos—. Estuviste ahí en mi ebriedad y en...Todo lo que dije —se removió en su lugar—. Por eso te lo agradezco, en serio.

Sonrió de lado—Nat, yo no podía dejarte ahí sola —negó con la cabeza y la analizó—. No podía.

Él no podía dejarla sola. ¿En qué momento habían pasado de odiarse hasta los dientes a preocuparse profundamente por el otro? Las cosas estaban cambiando demasiado y cambio estaba siendo tan fugaz que no estaban teniendo tiempo de procesarlo completamente. Se les estaba yendo de las manos y terminaría en un caudal que —eventualmente— sería imposible de detener.

Dietz se le acercó un poco más como si tratara de buscar en su mirada respuestas a sus infinitas preguntas. Seguía sin entender como él era real. No tenía ningún sentido en su cabeza. Nadie podía ser tan bueno ni tan perfecto.

Pero ahí estaba, reconociendo una vez más que el hombre la tenía desconcertada.

Terminó soltando un suspiro y dijo:

—Te besaría como agradecimiento pero...Vomité.

Inmediatamente Pedri comenzó a reír llevándose las manos a la boca. Esperaba oír algún comentario o serio o volver a rebatirle que estaba bien lo que él había hecho. No obstante, aquello no lo había visto venir y le causó bastante gracia.

—Oye, no te estoy webeando —se cruzó de brazos un poco molesta—. Dejé todo limpio, por cierto, y me lavé los dientes —alzó un dedo haciendo una mueca.

González —cautivado por las risas— no dijo nada. Sólo asintió. Sin embargo, buscó atraer a la chica hacia sí para besarla de todas maneras.

—No, no, no Pedri, hablo en serio —lo detuvo ella rápidamente haciéndole una cobra. No voy a besarte así.

—A mí me da igual —se encogió de hombros.

—Ya, no te pongas weon —él rió—. Qué asco, Pedri.

—Bien, entonces ven aquí. Con esto me doy por pagado.

Entre risas volvió a atraerla hacia él y la rodeó con sus brazos para abrazarla. Natalia tardó unos segundos en reaccionar por la sorpresa que se había llevado del gesto, pero la calidez y la seguridad que el cuerpo del hombre emanaba era tan grande, que terminó correspondiendo y abrazándolo de igual forma.

Qué bien se sentía estar ahí.

No obstante, ella sabía que el momento era efímero. Sabía que tarde o temprano aquella burbuja de paz se iba a reventar y todo volvería a la normalidad. Esa no era su realidad. Aquello era un área aparte a lo que ella vivía ya que seguía siendo parte del contraro falso. No podía catalogarlo como algo habitual en su existir.

No le correspondía. Por más que lo disfrutara...No podía.

—No quiero meterte en esto, Pedri. No puedo.

El suave susurro sobre su pecho lo tomó por sorpresa, mas ninguno se movió de su posición. La chica seguía aferrada a él mientras expresaba sus pensamientos.

—¿Por qué?

—Sería egoísta de mi parte —negó—. No voy a arruinar tu vida perfecta.

—Mi vida no es perfecta —suspiró negando igualmente y acariciando su espalda—. Todos tenemos aguijones.

—Da igual, no voy a hacerlo —hizo una pausa que pareció una eternidad—. No quieres conocerme.

—Nat...

—No quieres conocerme. No quieres meterte en este asunto...

—¿Y qué pasa si quiero hacerlo realmente?

La sinceridad de sus palabras le removió el estómago y la hizo separarse para poder mirarlo a los ojos. Sus orbes marrones expresaban tranquilidad y seguridad. Mientras que los de ella expresaban temor y angustia. No eran lo mismo.

Preguntas, preguntas, preguntas. Estaba llena de interrogantes sobre él y aún no hallaba respuestas.

—No, Pedri —negó con severidad.

—Nat, está bien —sus manos quisieron irse hacia sus mejillas pero fue demasiado tarde, ya que la chica se alejó de él.

—No lo está, y hablo en serio. Esto es algo que debo enfrentar sola y no es tan simple como crees —cerró los ojos—. No voy a dejar que te involucres.

—Ya lo estoy —se encogió de hombros.

—No lo estás —lo apuntó.

—No creo que sea malo que...Tengas ayuda en esto.

¿Ayuda? —dijo con incredulidad—. ¿Ayuda de un juez? ¿De un terapeuta? ¿De un abogado? ¿De la policía? —soltó una risa nasal—. ¿Eres alguno de ellos?

—Sabes que eso no es a lo que me refiero.

Estoy bien —recalcó cada sílaba con fuerza acercándose a su rostro.

No lo estás —le respondió él en el mismo tono y por fin atrapando su rostro entre sus manos.

—Pedri no voy a meterte en esto. Te lo vuelvo a decir —recalcó—. Sea lo que sea que pase en el futuro con... —hablar de él le causaba hasta mareos—. Mi madre, no es asunto tuyo. No te voy a involucrar. Esas son mis palabras finales.

Dejando firmemente establecida su posición, Natalia se apartó de él dejando su agarre y caminó con decisión hacia la puerta. No obstante, fue rápidamente seguida por el canario a sus espaldas, el cual evitó que ella abriera la puerta.

—Nat, espera.

—Lo que pasó anoche fue un error. Eso no debió suceder —escupió áspera sin siquiera mirarlo.

González suspiró agotado y apoyó su cabeza en la madera. Odiaba que ella estuviera siendo tan dura consigo misma y estuviera echándose encima más peso del que era capaz de cargar. No era justo. A él no le parecía justo. Sin embargo, por el momento no había mucho que él pudiera hacer para cambiarlo.

O eso pensaba él.

—Nat —la llamó con tanta suavidad que ella sintió un escalofrío—. Mírame.

—Pedri, tengo que irme —agotó todos sus medios posibles para evitar hacerlo.

—Por favor —ella se sorprendió al ver que le rogaba—. Sólo mírame.

Ella cerró los ojos con fuerza como si la petición le quemara. Sabía lo que le pasaba cuando sus ojos se conectaban con los del canario. Le temblaban las piernas, se sentía vulnerable y no sabía qué hacer. A veces incluso aquello la hacía sentir como una tonta. Como que si toda su fachada de altivez y frialdad se fuera al suelo cuando sus ojos se unían.

¿Por qué? Porque nadie la miraba como él lo hacía.

Finalmente decidió arriesgar todo y alzó la vista hasta él. Sus orbes se mezclaron en una unidad que no parecía romperse con nada. Con aquello, el canario buscó comunicarle de una u otra manera todo lo que pensaba. Como si eso fuera suficiente.

—No quiero que sientas lástima por mí —dijo ella de repente sin cortar la conexión— o me veas como alguien que está desesperadamente buscando ayuda. Prefiero morirme.

—No lo hago —negó.

La sincera respuesta del canario llegó a aterrarle al darse cuenta de lo en serio que estaba hablando.

—No lo hago, Nat —volvió a decir con una media sonrisa.

Ella tragó saliva y el nudo en su garganta convirtió la acción en algo doloroso. Estaba más sensible que nunca y eso que ella nunca lo había sido. La reaparición de su progenitora había tocado en su aguijón de debilidad y la estaba rompiendo poco a poco. Pedri lo sabía. Lo notaba, y Natalia sabía que él lo hacía.

—No te voy a involucrar —volvió a decir en un susurro casi imperceptible—. Es un asunto muy delicado. No voy a hacerte daño metiéndote en esto

Se le acercó sin cortar la conexión de sus ojos—Eso no lo vas a decidir tú esta vez, preciosa.

Si él la seguía llamando así ella perdería la cabeza.

Cerró los ojos con fuerza y lo odió con cada fibra de su ser. No lo entendía. El tipo no tenía sentido para ella y eso la estaba desesperando. No importaba cuántas barreras ella pusiera, el canario estaba siendo capaz de derribar todas y cada una de ellas con un simple toque de su sinceridad y amabilidad.

Dietz no lo estaba soportando.

Quería alejarlo a toda costa. No porque no le quisiera cerca, sino porque realmente no lo quería meter en el complicado asunto maternal en el que se estaba viendo inmersa después de tantos años. No era han sencillo como él creía, y la poca dimensión que él tenía del asunto le nublaba la vista.

Ahí estaba el problema.

Ella no lo iba a involucrar.

Y él no iba a dejar que lo apartara.

—Ya me voy —fue lo único que ella alcanzó a articular antes de huir como una cobarde.

Entonces ella se marchó.

Se fue dejando tras de sí la esencia de un asunto incompleto y doloroso.

Un asunto que aún no vería su fin.
































































































HOLA, FELIZ 18 DE SEPTIEMBRE PARA MI GENTE CHILENA. UYUIIII, capítulo dieciochero depresivo 😃

cómo están? ya comieron? tomaron? comieron empanadas? mote con huesillo? terremoto? asado? yo sí Jsjdjs

qué les pareció el capitulo de hoy? El día después de una noche dolorosa 🥲 qué opinamos de todo? de cómo pedri la cuida? 🥺 ay les leooo

QUIERO RECORDAR LO MISMO DE LA SEMANA PASADA POR LA POSICIÓN DE NATALIA AL NO INCLUIR A PEDRI, RECUERDEN QUE ES PORQUE NO QUIERE QUE SUFRA, y honestamente lo encuentro muy preocupado en el fondo🥺

copy paste del mensaje del cap anterior jejw:

QUIERO AVISAR ALGO SE ANTEMANO ANTES DE QUE JUZGUEN!!!! de este capítulo en adelante, y por un tiempo, veremos a natalia negada a recibir ayuda de pedri y como "empujándolo" de la situación. no quiero que me la vengan a tratar mal como antes ya que ella lo hará porque tiene miedo de que su mamá le haga daño a pedri o que él sea lastimado por el asunto. POR ESO !!! no porque simplemente lo quiera alejar. piensen, ella conoce a su mamá y no quiere que ella le haga daño a pedri como le hizo a ella.

pero bueno.

triste, y ya vamos adentrándonos en el caos principal de esta historia. no, no tiene que ver con la relación de pedri y Natalia pero, creen que ellos sobrevivirán a esta tormenta?

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LO AVERIGUAREMOS

NOS VEMOS, UYUIIIII

SEE YOU SOON

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