Capítulo 10: Inseparables.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

La vergüenza y la culpa caían como una cascada de agua fría. No me purificaba, me inundaba de los peores sentimientos. Mi mala suerte me lo había pagado bien cuando me encontré con mi padre. Vi su angustia mezclada en lágrimas que fueron desapareciendo en señal de alivio.

Se acercó a con pasos rápidos. Le miré y vi la decepción. Se había dado cuenta de lo que me había pasado.

—Y-Yo lo siento —susurré.

—Con que estés viva me es suficiente, hija mía. ¿Te duele mucho? ¿Puedes aguantar para ir al médico y que te examinen? —preguntó, notándose el temor en sus palabras y en sus labios temblorosos.

Afirmé, yendo directamente al médico donde fui tratada con gran velocidad. Como era de esperar, los hospitales no eran sitios que se visitaran con frecuencia. Solo si había una enfermedad muy grave o heridas por una pelea imprevista.

Les sorprendió mucho ver los cortes que tenía en mi cuerpo y no dudaron en hacerme un análisis inmediato. Detectaron aun el poco líquido que se había adentrado en mi cuerpo al clavarme sin querer esa jeringuilla.

—¿Podría saber qué hacías en En'rec? —me preguntó el médico con una ceja alzada.

—Quería encontrarme con un amigo para pedirle perdón. Creía que moriría al tener pocos números —respondí con honestidad.

Una risa se escapó de sus labios, pero rápidamente se mostró serio.

—Comprendo —respondió, intentando mirarme con seriedad—. Según veo, nunca has tenido incidencias con las drogas ni nada parecido. Esta es la primera vez.

—A-Así es... —respondí, mirando de reojo hacia la puerta.

—¿Quieres que tu padre esté aquí? —preguntó el médico, dándose cuenta que desde que entré, no paraba de mirar la puerta.

—Sí, si es posible.

Dándole un botón, la puerta se abrió, viendo a mi padre de pie dando vueltas de un lado a otro. Al verme, vio cómo hacía un gesto con mi mano para que entrara. Al hacerlo, me abrazó aliviado.

—Buenas, señor Eran. Su hija no tiene graves heridas. Ya han sido tratadas. Lo que me preocupa es el líquido en su cuerpo que puede ser retirado con la medicación necesaria —explicó, sacando unas pastillas que tendría en su cajón. Era impresionante. Estas aparecían según tecleara en su ordenador para que automáticamente aparecieran en el cajón, como si hubiera un teletransportador tras el escritorio—. Lo que sí, me gustaría que dijera la verdad.

Fruncí el ceño ante mis palabras.

—Fui honesta con mis palabras. Visité a un amigo porque pensé que moriría.

—Nadie de Ic'nes hace eso.

—No soy de Ic'nes —respondí, esta vez más irritada.

—Los números de tus ojos me dicen lo contrario —contestó el médico, para luego mirar a mi padre, quien estaba un poco sorprendido por la situación—. ¿Y bien, señor Eran? ¿Sabía que su hija se drogaba?

—Por el amor de...

—No —me interrumpió mi padre—. Mi hija jamás haría algo así. Nunca. No tiene motivo alguno para ello.

—¿Y es la primera vez que va a En'rec? —preguntó el médico.

La respuesta no llegó de inmediato.

—No, no es la primera vez —respondió.

El médico me miró con la ceja arqueada.

—Claro. Ahora espera que crea su versión, ¿no? —preguntó el médico.

—Crea lo que le dé la gana, doctor, pero necesito esa maldita medicación —contesté de mala gana.

—Nilia, cálmate por favor —pidió mi padre con prudencia para luego mirar al médico—. ¿Es posible ver los resultados de lo que tiene?

—Se lo he dicho. Aparte de las heridas, que no son nada graves y ya han sido tratadas, tiene un líquido procedente de una droga común en En'rec. Es una la cual contiene sustancias alucinógenas. Esta se consume con rapidez, pero siempre queda un poco en el cuerpo, la cual se activa de vez en cuando hay situaciones de mucho estrés.

Fruncí un poco el ceño ante esas palabras. ¿Entonces lo que había visto no era real? Aquel sujeto encapuchado, aquel que me habló con gestos, guiándome como hacer frente al hombre, ¿fue una ilusión?

«No. Aquel hombre dijo que había alguien a mi lado. A no ser que estuviera con esa droga encima», recordé, tragando en seco.

—Bien, ¿es posible que pueda asignar esa medicación a mi hija? —preguntó mi padre.

El médico me miró de reojo, con desconfianza.

—Se la asignaría a usted, señor Eran. Para evitar posibles problemas a futuro.

Era el colmo. Se creía que iba a drogarme con las pastillas que me diera. ¡Si me conociera! ¡Si tuviera solo una pizca de conocimiento! Mi mirada llena de odio no se hizo esperar, pero el médico pasó de mí. Mi padre le dio tarjeta sanitaria —de colores azules— para que le pudiera dar la medicación.

Una vez listos, saldríamos de allí, habiendo comprado las pastillas en la farmacia que había justo al lado.

—Recuerda tomarlas cada comida, ¿entendido? Esta vez no hay excusas para no comer —contestó mi padre con seriedad.

Afirmé de mala gana, sin decir nada.

—Nilia, sé que estás molesta, pero créeme que lo que hizo el médico fue correcto —continuó mi padre hablando mientras avanzábamos.

—Yo no soy una drogadicta.

—Pero los jóvenes con demasiada fama acaban, por desgracia, drogándose —respondió mi padre—. Es una realidad que existe. No todos los jóvenes aguantan la presión de ser famosos y muchos acaban con un resultado horrible. Tendrías que haberlo pensado, Nilia, aunque sé que tú no lo hiciste Sé que fue por otro motivo.

Tragué saliva con dificultad, manteniéndome en silencio mientras mi corazón bombeaba con fuerza.

—¿Lo has visto? —pregunté con temor.

—¿Te recuerdo que trabajo en la seguridad en redes sociales? —respondió con una pregunta, riéndose en un tono suave mezclada con alivio—. Algunos detectaron algo inusual en En'rec, vieron a alguien que no correspondía en las calles. Investigando, vimos en las pocas cámaras estables como alguien huía sin parar. Cuando me di cuenta de que fuiste tú...

Frené mis pasos. Apreté mis dientes y dejé que las lágrimas cayeran por mis ojos.

—Si lo sabéis, ¿por qué no hacéis nada para cambiarlo? —pregunté, frustrada—. En'rec es un lugar que ha caído demasiado bajo, pero no siempre fue así, ¿por qué no se puede hacer algo para cambiarlo?

—Hay cosas que no se pueden cambiar por mucho que lo desees, hija mía —explicó—. Siempre estarán los superiores que observan con la sonrisa de la codicia.

—¿Es que acaso nunca fueron como ellos? ¿Es que acaso...?

—Si están en lo alto, es porque a lo mejor conocen cómo funciona todo y han sido los que crearon esos pilares, ¿no crees, pequeña? —preguntó, viendo mi decepción en mis ojos—. Es cierto que no lo sé todo. No sé porque hubo esas divisiones, pero si las hay y nadie se opuso, es porque los superiores son los que impiden que surja esos cambios.

Y ahí fue cuando entendí mejor los motivos de aquellos que vivían en En'rec. ¿Me parecía violento? Claro que lo era, pero querían dejar un mensaje. Dejar en claro que eran humanos, o al menos algunos de ellos lo eran a pesar de haber perdido la cordura por la ciudad.

—¿Por qué fuiste ahí? —me preguntó mi padre, cambiando de tema—. ¿Fue por un reto? ¿Una broma? ¿Miles? ¿Tus amigos?

—Creí haber enfadado sin querer a Zigor... Y cuando se marchó, la angustia me impactó porque no sabía si iba a verle mañana. Tenía menos de sesenta seguidores —expliqué—. Quería disculparme con él antes de que fuera demasiado tarde, no quería esperar a mañana, aunque me lo recomendaran... Me arriesgué a ello.

—¿Eso es todo, Nilia? Sé que tienes algo más, lo veo en tus ojos.

El nudo se me hizo en la garganta, cayendo lágrimas en mis ojos y apretando mis labios para al final hablar:

—He matado a alguien.

Creí que vería la decepción en sus ojos, pero para mi sorpresa, fui arropada por la calidez y el amor de un padre que admiraba.

—Suelta toda la verdad, por favor —pidió.

Me escuchó con atención mientras caminábamos a ritmo lento por Oic, viendo todo con unos ojos más distintos. Ahora tenía unos colores de justa luminosidad que me hacían sentir aliviada y protegida por los robots que cumplían su función.

No me esperaba que mi padre fuera tan paciente conmigo. Me daba tiempo para hablar, analizarme y luego llorar. Al final tuvimos que sentarnos, dejando que mis emociones se volcaran como un vaso derramado.

—Yo también tuve que matar a alguien en En'rec.

Hasta que mis lágrimas fueron interrumpidas cuando escuché aquel susurro de sus labios.

—Era joven y me encontraba con mis amigos haciendo el idiota —explicó—. Habíamos hecho un reto, el que aguantara más tiempo en En'rec, tendría la entrada gratis a las atracciones que hay en Ic'nes. Por lo que, si eras el último, pagabas la entrada de todos.

» Al principio nos pareció una idea genial y entramos como gallinas sin cabeza, sentenciándonos ese día. Vi lo que... posiblemente has visto tú, solo que a lo mejor no era tan horrible como ahora.

» Ese día... conocí el terror, el arrepentimiento y la soledad, pues fui el único de mi grupo de amigos en quedar vivo.

» Cuando supe que estabas ahí, sentí que la vida me estaba haciendo pagar de nuevo el trauma que tuve. Como me arrepentí el hecho de haberlos dejado ahí y ser solo el superviviente. Fue el día en el que me prometí buscar una forma de hacer ese lugar más seguro, pero no tenía nada más que este trabajo, donde intento que las plataformas sean seguras... O al menos casi todas.

—Zigor me dijo que había una plataforma llamada las "profundidades de internet" o "Delweb", ¿qué es? —pregunté.

—Un sitio donde la crueldad humana se ve reflejada en lo peor que puedes imaginarte —respondió, soltando un suspiro largo—. Dónde los videos muestran lo que la locura y el caos hacen en la mente de una persona. Donde no hay moralidad alguna y son pagados por ello. No te voy a describir lo que he visto por qué es lo que intento eliminar cada día en las plataformas.

—Dicen que quieren acabar con Oic e Ic'nes —aseguré.

Eran me miró de reojo con cierta curiosidad.

—Mucho aprendiste en En'rec para ser unas horas —murmuró.

—Zigor me fue muy honesto conmigo.

—Ya veo... —Suspiró—. Sí, claro que sabemos ese mensaje. Claro que sabemos que quieren destrozar los robots de vigilancia de Oic y miles de cosas más. Por ello mismo algunos de los policías y robots avanzados en tecnología están aquí para protegernos.

Miré a mi padre con los ojos bien abiertos, logrando que Eran se riera de mi expresión.

—¿Crees que no nos enteramos? En'rec es la ciudad más peligrosa, ¿no tendría sentido que la vigiláramos como es debido? —preguntó.

—S-Sí... Tiene sentido —murmuré con cierta vergüenza.

—Créeme, Nilia, que muchos tenemos los ojos puestos en lo que hacen e informamos de todo lo que ocurre a los superiores —explicó—. Cierto es que es injusto lo que ocurre en En'rec. Se podría cambiar el rumbo, pero mientras más tardamos, más se pudre, y mientras más se pudre, más irremediable se vuelve el asunto. Así se vuelve inviable el objetivo principal.

—Es... ¿cómo un bucle? —pregunté.

—No tan así, simplemente los que desean hacer algo son opacados por los superiores. Ofrecerán lo que necesitemos, pero no darán nada a los de En'rec porque es perder dinero. No hay más.

—Pero no es justo...

—¿Qué es justo, Nilia? —preguntó mi padre—. ¿Crees que a ese hombre le habría sido justo morir? Tu piensas, a lo mejor, que sí, pero él cree ciegamente que merecía seguir viviendo, aunque no hiciera el bien. Y es cierto, no hacía el bien, pero hay que tener en cuenta una cosa que muchos no quieren ver, el equilibrio.

» Siempre hay una balanza en las acciones que uno ha tomado. Puede que la persona que tú vieras, ha hecho las acciones más horribles, pero a lo mejor era alguien bueno.

—Dudo mucho que lo fuera, papá —murmuré con una ceja arqueada.

—Bueno... Cierto es que a lo mejor no, y más con esas intenciones asquerosas... pero mi punto es que la justicia no funciona como uno debería, ¿entiendes? En este caso, nos queda claro que ese sujeto era malo y se merecía ir con el diablo. —Rio con suavidad, contagiármela—. Pero hay casos donde esa balanza se equilibra con lo que uno ha hecho, pero que jamás vemos.

—¿No hay opción de ver lo que uno ha hecho?

—Solo cuando mueres... y esa tarea es la propia muerte quien se encarga —respondió—. Después de todo es la que decide si tu alma merece seguir viviendo en otra nueva vida o estar condenada. En ese caso, ese hombre está condenado.

Escalofríos me adentraron al recordar las últimas palabras de aquel hombre. Hablaba de la muerte. Hablaba del miedo que le tenía que me tenía mientras me miraba... ¿O acaso lo hacía? ¿O acaso junto a la alucinación junto a sus últimos momentos en vida, había visto a la Muerte?

—¿Estás seguro, papá?

—Sí... Esas intenciones que tenía, es la demostración de un alma que se ha podrido, que no merece ni una sola opción. Al menos es lo que pienso y deseo que sea así. No se merece nada ese hombre, menos al herir a mi hija.

Aquellas palabras me hicieron sentir cálida y acompañada. Me sentía afortunada de tener a un padre como Eran.

—Pero por ahora... es mejor comer algo, sino tu madre y hermanas se van a preocupar —decidió, levantándose del asiento—. Espero que estés lista para aguantar una discusión grande en casa.

Reí con ligereza.

—Sí... Se que no es nada comparado con lo que viví —murmuré.

Tras la comida y un pequeño paseo, llegamos a casa, y la discusión con mi madre había empezado. Ambos mentimos diciendo que había quedado con unos amigos.

Era sorprendente que no se fijara en las cicatrices pequeñas que tenía en mi rostro. Capaz al estar alterada, no se fijó en nada, ni siquiera en la ropa que tenía. Ya asumía que como hija era un desastre cuando iba a En'rec.

—Más te vale preparar la maleta, mañana o pasado tenemos la intención de irnos a Ic'nes —aclaró mi madre mientras se iba a la cocina.

Respiré profundo mientras cerraba mis ojos.

—Quiero independizarme mamá, no quiero vivir en Ic'nes.

—¿Qué?

Andra se giró para analizarme de arriba abajo con una cara que lo decía todo, aunque no era la única, Zenda y Samay también lo hacían. Mantuve mis palabras mientras ponía manos en los bolsillos de la chaqueta que Zigor me había regalado.

—¿Puedes repetirlo? —pidió Andra.

—Quiero independizarme, de hecho, pensaba en vivir aquí y pagarte el alquiler —respondí—. Y lo digo en serio.

Se puso la mano derecha en su cabello mientras abría su boca, intentando pronunciar alguna palabra.

—¿No quieres venir a Ic'nes? —preguntó.

—No —respondí rápido y con seguridad.

—Eres un bicho raro, Nilia. Eres el caso más inusual que he podido ver en mi vida, y lo peor es que te he parido —contestó, mirándome de nuevo de arriba a abajo—. ¿Es por tus amigos o clases? ¿Es por lo que te dijo ese viejo? ¿O acaso...?

—No, mamá, es una decisión que tomé yo sola. Quiero vivir aquí, si no es problema —respondí.

—Ic'nes iba a ser un hogar para ti... De hecho, teníamos una habitación para ti sola —explicó.

—Usarla para sala de estudios, juegos o lo que queráis —sugerí.

—Vaya... Si lo tenías pensado, ¿no? —preguntó—. Bueno, si me pagas el alquiler de aquí, será como si pagaras la casa de Ic'nes entre nosotros, así que me parece bien... Aparte, si te arrepientes de vivir aquí en Oic, siempre puedes venir en Ic'nes.

Siempre vi a mi madre como alguien egoísta y despreocupada por los demás, pero me pareció increíble que me dijera aquellas palabras. Si pudiera me tiraría un cubo de agua fría solo para comprobar que había sido cierto, pero con sentir la mano de mi padre en mi hombro derecho fue suficiente.

—Pensé en ayudarla al principio mientras buscaba algún trabajo o subía videos en su canal —sugirió Eran.

—¿No sería demasiado gasto? Nilia tiene bastante seguidores, y aún sigue creciendo, podría usar los bonos para pagarnos —recordó mi madre.

—Sí, pero ten en cuenta que también está la comida y otros asuntos que no si podrá costearse —explicó mi padre.

—Si le pagó ciertos caprichos a ese profesor loco, podrá pagar el alquiler de 3000 al mes —contestó mi madre, frunciendo el ceño.

Era caro, pero teniendo en cuenta que ayudaba a mi madre para pagarle también el piso, no me parecía tan mal. Eso sí, debía trabajar o hacer videos para conseguir el dinero.

—En fin, ya lo hablaremos eso, por ahora, te parece bien que se quede a vivir aquí, ¿no? —preguntó Eran, queriendo asegurarse de las palabras de mi madre.

—Sí, claro. No veo problema, siempre que me pague.

Sentí alivio cuando aceptó, aunque la cara de mis hermanas mostraba emociones diversas. Esto me hizo sentir mal, en especial por Samay, quien se me acercó y agarró la mano. Con una sonrisa suave, me agaché para acariciar su cabeza.

—Te visitaré cada fin de semana, ¿vale? No te preocupes, hermanita —le prometí, viendo como la ilusión iba apareciendo en sus ojitos.

—Eso espero —contestó con una sonrisa, una que iluminó mi corazón.

Tras eso, miré a Zenda. No decía nada, pero con su rostro ya mostraba su tristeza y preocupación. Traté de acercarme a ella para hablarle:

—Si necesitas algo, intentaré también ayudarte.

—No quiero nada de ti —respondió en un tono borde—. Haz lo que te dé la gana.

—Está bien, Zenda, solo recuerda que, si necesitas algo, estoy aquí.

Vi como sus ojos se abría en demasía al ver como no le había contestado mal. Negó con su cabeza, haciéndose a un lado.

—Me voy a dormir, quiero descansar bien para mañana —se excusó.

—Zenda... —murmuró mi padre, pero de nada sirvieron sus palabras al verla entrar a su habitación y cerrar la puerta.

Suspiré, poniendo las manos en los bolsillos de mi chaqueta para respirar de nuevo con calma.

—Dejarme hablar con ella —pedí.

Eran me observaba con sorpresa y orgullo. Andra, en cambio, estaba confundida ante mi actitud. Si supiera lo que había pasado capaz entendería porque ahora me tomaba las cosas de otra forma, aunque admitía que me dolía la forma en cómo me contestó mi hermana... pero era una cría, comprendía sus emociones y por ello quería hablar con ella para llevarnos un poco bien.

No quería que hiciera el mismo fallo que yo cometí con Tani.

—¿Se puede? —pregunté, llamando antes a la puerta.

—Déjame en paz, Nilia, no quiero hablar ahora contigo —pidió Zenda.

—¿Podría saber por qué? —pregunté, manteniéndome aun detrás de la puerta.

—¡Por qué...! —Frenó sus palabras, siéndole difíciles de pronunciar, soltando un suspiro de frustración—. ¡No sé! Da igual, ¿¡qué te importa?! No es algo que te deba preocupar.

Con cuidado entré a su habitación. Vi los colores violetas y azules llenas de decoraciones de dibujos animados y muchísimos muñecos.

Una vez dentro, vi como Zenda estaba en la cama tumbada a un lado, dándome la espalda. Crucé mis brazos con una ligera sonrisa.

—Eres mi hermana, claro que me preocupo.

—No tanto como Tani, ella se aseguró de que pudiera estar en Ic'nes y me aconsejó muchísimo —me contestó, irritada.

—Cierto es que lo hizo, pero aun así me preocupo por ti Zenda. Se que no me comporté bien, en especial contigo, por eso vine a disculparme y hablar las cosas con calma —expliqué—. No quiero despedirme de ti, como quien dice, estando las dos peleadas.

Zenda me miró por unos segundos para soltar un bufido, mirando a otro lado, cubriéndose con las sábanas.

—¿Cómo lo haces? —preguntó.

—¿El qué?

—Mantener esa fama, ¿cómo lo haces? ¿Acaso tienes un canal oculto? ¿Tienes otras redes? ¿Es eso no?

—No, Zenda, es lo que ves, números que siguen creciendo —expliqué

—¿Qué es lo que le dijiste?

Tragué saliva con cierta dificultad.

—Verdades que a muchos les pareció gracioso. Hablé de cómo dependemos de la fama. De cómo nos cegamos de lo que nos envuelve y como estábamos obsesionados por una fama, olvidándonos sobre cómo vivir nuestro día a día.

—¿De verdad? —preguntó, extrañada.

—Sí, pero dichas en un tono lleno de rabia y en un vocabulario poco amigable —respondí mientras me apoyaba a la pared—. Ese día fue a lo que muchos me dijeron que era un bicho raro.

—¿Por eso te siguen? ¿Por qué tienen curiosidad? —preguntó.

—Y porque cuando aparezco actúo muy distinto a como harían otros, Zenda. Soy un bicho raro, ya lo has oído —respondí.

Zenda miró hacia el suelo con frustración, no sabiendo qué decir en ese momento. Ante esto, expulsé aire de mi boca, mirándola con calma.

—¿Qué es lo que quieres ser? —pregunté, viendo como sus ojos me miraban con curiosidad—. Vi tu canal y subes muchas cosas que no cuadran con tu manera de ser, algunas son muy forzadas... ¿Te hace feliz eso?

—Yo... —Pensó sus palabras, viéndose la duda en sus ojos—. No del todo...

—Tani hace esas cosas porque consigue dinero fácil, pero dudo mucho que sea muy feliz, aunque te diga que sí lo es —respondí—. Yo no quiero que seas como Tani, que solo lo hace por visitas y dinero... Yo quiero que hagas lo que más te hace feliz, ahí es cuando la gente te verá con honestidad y te seguirán.

—No puedes decir mucho eso siendo tú...

—¿Crees que les haría gracia a mis seguidores que subiera videos cada día tras haber desaparecido cinco años? —pregunté—. Saben cómo soy, muchos me llaman como una leyenda oculta. Capaz porque les gusta buscarme en diversos sitios para ver si aparezco. Soy como un misterio que aparece en ocasiones como si para ellos fuera... ¿una profecía? No lo sé, pero supongo que es lo que les mola. Es algo distinto.

» En tu caso no creo que funcione mi estrategia, pero si haces lo que te gusta y le metes tu pasión, tendrás gente que estará a tu lado. ¿Quién sabe si tendrás un "boom" inesperado? El asunto es que no quiero que caigas bajo... y que te hagan daño como le hicieron a Tani.

—¿Daño? —repitió.

—Ayer en la conversación que tuvimos, Tani mencionó que le hicieron daño. La expusieron con algunas cosas delicadas —respondí con seriedad—. La gente no es tan buena cuando haces ciertas cosas que son arriesgadas. Eso es lo que hace Tani a veces, jugar con eso para conseguir dinero —hablé con total sinceridad, viendo el temor en los ojos de mi hermana—. Cuando dije que la gente ahí fuera no es tan buena, fue por algo... y yo no quiero que te ocurra nada malo en internet.

—Lo sé... y lo pensé en parte —murmuró, atemorizada—, pero quiero ese dinero y fama para ir a Ic'nes, ¡me es necesario! Sino... no podré vivir con ellos.

—Aun a malas puedes quedarte conmigo hasta que lo consigas —respondí.

—¿Qué? ¡No! No quiero ser un...

—No me eres un estorbo y no te dejaría en la calle, por favor, eres mi hermana. Aunque estemos peleadas, no se me ocurriría jamás dejarte ahí fuera.

Me apenó ver cómo me miraba con lágrimas en sus ojos, que pensara eso de mí me hacía dar cuenta de que si no tenías fama, no eras nada para algunos.

Zenda se acercó para darme un abrazo, uno que correspondí de inmediato.

—Hermana, escúchame. Si no quieres hacer esto y descansar, está bien, pero creo que deberías mirar más que es lo que te apasiona y no seguir lo que hace Tani. Ella si lo hace es por supervivencia, porque no era así. Nunca lo fue. Se arriesgó tanto para fingir una felicidad que no es.

—¿Y por qué no se lo dices? —me preguntó Zenda, aun sin despegarse del abrazo—. Ella dice que la odias y piensa que eras una persona poco empática, inconsciente de la realidad.

Bajé mi mirada, soltando un suspiro. Era cierto, era una inconsciente, y a cada día que pasaba, más me daba cuenta de las realidades tan duras que había. Me hacían sentir incómoda por todo lo que sabía y no podía hacer nada. Dependientes de algo que nos contamina, aunque por fuera sonreímos como si nada ocurriera.

Como una droga.

—Eso es... algo que hablaré con ella cuando encuentre el momento, Zenda. Quiero disculparme por mi manera de actuar —admití.

Zenda no diría nada, pero seguiría abrazada a mi mientras seguía desahogándose. Me quedé en silencio hasta que pronto escuché la puerta abrirse con cuidado. Samay estaba detrás de esta, curioseando.

Una idea apareció de pronto, una que me hizo sonreír.

—¿Qué os parece hacer una pequeña pijamada en la habitación las tres juntas? —sugerí.

—¡Sí! —gritó Samay, corriendo hacia la cama para saltar encima de esta—. ¡Pijamada! ¡Pijamada! ¡Pijamada!

Mientras Samay gritaba de emoción, Zenda me miró para al final sonreírme, agradeciendo mis palabras. No dije nada, solo acaricié su cabeza con cuidado para al final sonreír.

—¡Pijamada entonces! ¡Noche de chicas!

Una parte de mi brilló en lo más profundo de mi corazón. Escuchaba como las cadenas del pasado iban destrozando poco a poco, aunque aún quedaba una cadena. Una que sería difícil de romper, pero que tendría la paciencia de hacerlo cuando el momento llegara.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro