Capítulo 4: Ic'nes.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Hacía tiempo que no dormía sin interrupciones, fue una sensación agradable. Abrí mis ojos, adaptándose a la poca luz que había en mi habitación mientras soltaba un bostezo. Pronto escuché las voces del pasillo. Mis hermanas menores estaban despiertas junto a mis padres.

Me costó levantarme porque le daba vueltas a un sueño inusual. Caía sin parar bajo el sonido de miles de voces que me pedían ayuda. Aterrador, pero no me lograba intimidar.

—Una de las miles de pesadillas que suelo tener —susurré, estirando mis brazos—. Hoy se viene un día movido.

Me senté en el borde de la cama para escuchar como llamaban a la puerta de mi habitación. Mi padre, educado como siempre, me pidió que me vistiera ya porque pronto íbamos a ir a Ic'nes.

Era obligatorio ir con una ropa un poco más decente, o bueno, eso era lo que mi madre repetía. Como de costumbre entró sin permiso y miró mi ropa para elegir una que no me gustaba, ¿quién combina el amarillo con el azul? La respuesta estaba clara cuando la veía con un vestido rojo con cintas de perlas junto a un cabello teñido de color azul.

—Tenemos que ir acordes a la ciudad, no podemos ir con ropa de vagabundo, ¿entiendes? —me preguntó mi madre.

La miraba con cansancio. Ella jamás había visto una ropa de vagabundo, mejor dicho, no sabía ni lo que era porque pisar la ciudad En'rec le era un pecado.

Suspiré y me puse una ropa un poquito más distinta a lo que ella me propuso. Iría con unos tejanos azules con cinturón negro, una camisa blanca de manga corta junto a una chaqueta morada larga. ¿Me gustaba? Sí, menos la chaqueta porque no era la de mi padre.

Antes de ponerme tal prenda, decidí ir al comedor para encontrarme con mis hermanas. La sorpresa me impactó al encontrarme por la mañana a mi hermana de veintitrés años, Tani. Estaba con un pequeño espejo en su mano mientras se maquillaba. Zenda estaba a su lado aprendiendo mientras que Samay comía el desayuno con ansias.

—Cuánto tiempo, Tani —murmuré.

—Hola Nilia, te has levantado muy tarde, por tu culpa tardaremos más

Rodé mis ojos a otro lado, manteniendo la paciencia. Tani para mi era la hermana que más apreciaba, pero no me gustaba que cayera tan bajo para conseguir fama y dinero. Antes no era así, lo sabía muy bien. Antes era tan bella y ahora...

—Nilia, apúrate, termina el desayuno que tenemos poco tiempo —me recordó mi madre.

Respiré hondo mientras me sentaba al lado de Samay en la gran mesa del comedor.

—¿Hermanita estás bien? —preguntó Samay al ver mi cansado rostro.

—Claro, tranquila, he dormido demasiado y aun me cuesta despertarme —respondí.

—Podrías haberte duchado y con ello maquillarte un poco. Las ojeras que tienes son preocupantes —contestó Tani sin mirarme.

—Me duché ayer y no me gusta maquillarme.

Su mirada de desprecio no se hizo esperar. Era como una espada fuera clavada en mi corazón, pero aun así aguante mis ganas de contestar. Desayuné sin decir apenas alguna palabra, recibiendo la mirada preocupada de mi padre.

No iba a ser fácil este largo viaje que nos esperaba.

Al terminar, ayudé a mi padre mientras mis hermanas estaban hablando con mi madre sobre cómo sería vivir en Ic'nes. Aunque mi padre estuviera al lado, sentía la soledad como una oscuridad que me susurraba para mantener la calma.

Por fin tomamos el coche que estaba en el garaje que compartíamos con los demás vecinos. Mi madre hablaba ilusionada con que pronto tendrían una casa sin vecinos la molestaran. Maravilloso, de no ser que Ic'nes es conocida por ser una ciudad donde cada esquina había una cámara.

Dentro del coche, me sentaría en el medio junto a mis hermanas pequeñas. Zenda me miraba con cierto desprecio aunque no por mucho rato al ver los números de su mano. Ayer había llegado al millón de seguidores, pero poco a poco irían bajando.

—Papá, ¿puedes apurarte? —preguntó Zenda.

—Tráfico, hija... Tráfico y vigilancia. Ya sabes que acceder a Ic'nes es muy complejo.

Cierto era. Para ir a Ic'nes, se debía tomar la carretera del norte que requería tener al menos quinientos mil seguidores. Ahí un robot situado en una fila de cabinas anaranjadas de gran altura, examinaría a cada uno. No solo eso, tendríamos que pagar cierta cantidad porque así mantenían las carreteras que llevaban a Ic'nes.

Estaría bien que lo invirtieran a otro lado y no en una ciudad que cada paso era pisar dinero usado por la sangre y sudor de otros.

Cruzado ese lugar, se tendría que ir al oeste para ver los imponentes edificios de doscientos metros de altura, o a lo mejor más. No lo tenía muy claro porque el brillo que emitían me hacía daño a los ojos a la vez que el sonido de mi alrededor empezaba a sacar mi mal humor.

La carretera pronto terminó al encontrarnos en la entrada de Ic'nes. Con los ojos aun cubiertos por mis manos, escuché un robot intentaba examinar a cada uno de mi familia. Se aseguraba de que no tuvieramos armas ni nada similar, que tuvieramos la cantidad de seguidores y que todos fueramos vestidos de una forma que correspondía.

—Por favor, señorita, si puede retirar sus manos de sus ojos y mostrarse frente a al pantalla que tiene enfrente suya —pidió una voz robótica.

Hice caso a desgana, abriendo mis ojos para mostrar el número. El robot afirmó y analizó todo mi cuerpo, en específico mi rostro y vestimenta. La pantalla empezó a cargar, como si estuviera evaluando. Ante el sonido afirmativo, pude escuchar el suspiro de alivio de mi madre, aunque aún estaba en tensión porque Zenda había perdido el millón de seguidores.

Se podía ver como un río de dolor se formaba en sus mejillas, derramando el maquillaje que mi hermana Tani había hecho. El robot denegó su entrada.

—¿No hay forma de que podamos entrar? ¿Ni siquiera comprando bots? —preguntó mi padre, manteniendo la paciencia a diferencia de mi madre.

—Es posible comprar bots, pero cada hora le saldrá muy caro, señor Eran —explicó el robot cuya pantalla flotante miraba hacia mi padre—. No solo eso, debería considerar mejor el maquillaje que tiene su hija, no es que sea conveniente del todo.

—¡¿Perdón?! —preguntó Tani, cabreada—. Nilia no lleva maquillaje alguno, parece chatarra de En'rec, ¿¡y si la deja entrar?!

—Su estilo conocido en el perfil en redes corresponde y puede dar mucho de qué hablar en Ic'nes, mientras que Zenda... no parece tener personalidad alguna —respondió.

Me quedé a cuadros. ¿Había oído bien? ¿Zenda no tenía personalidad? Era cierto que deseaba ser conocida, pero tenía una amable actitud en la que siempre intentaba enseñar a los demás con lo que había aprendido. Maquillaje y moda, aunque también quería ampliar su contenido a retos divertidos.

El problema era que a diferencia de Tani, Samay o yo, no había tenido ninguna controversia. Era una chica muy neutral, y eso a los demás les aburría.

—Me haré cargo del gasto de los bots —habló mi padre, respirando profundamente—. ¿Cuánto sería?

—Diez mil créditos la hora, señor.

Casi me atraganto con mi saliva.

—¿¡Mil?! —chilló Tani—. Solo ha perdido cien seguidores.

—Y más que seguirá perdiendo si no hacen algo para evitar pagar los bots por hora —contestó el robot—. Si van a vivir aquí, es mejor que se pongan las pilas, que todos den un poco de su parte por su hermana.

—Papá, deja, ya lo pago yo —decidió Tani, algo que a mis padres les sorprendió—. Tengo muchísimo dinero, no te preocupes, luego haremos algo al respecto para que Zenda se mantenga.

—Tani no es...

—¡Ay Tani! ¡Tan considerada y buena! ¡No como otras!

Las palabras de mi madre habrían sido discretas si no me mirara como si de un búho se tratara. La ignoré mientras escuchaba el sonido de varias monedas caer al suelo, indicando que mi hermana había pagado.

Entrar y mirar hacia la ventana hizo que mis ojos ardieran, pero esto duró poco cuando Samay me dio unas gafas. Se lo agradecí con una sonrisa, viendo así los colores escandalosos y brillantes de una ciudad que no me transmitía buenas vibraciones.

Nuestro coche flotaba por la única carretera donde los ciudadanos nos grababan sin permiso. Veía a duras penas las vestimentas extravagantes llenas de gemas junto a peinados de colores llamativos.

Las calles dparecían ser como arcoíris que uno en ocasiones se encontraba, solo que ahí eran constantes con miles de partículas que flotaban en el aire. Cada paso que daban dejaban atrás una nota musical de diversos instrumentos. No era armonía, sino el caos donde miles de edificios parecían ser colosos químicos y tecnológicos.

La idea de independizarme se me cruzó en mi cabeza al darme cuenta de lo que me rodeaba.

Pronto nuestro coche sería aparcado cerca de un edificio donde conoceríamos nuestro lujoso apartamento. Mientras salían y miraban a su alrededor, mi ojos se dieron cuenta que era incapaz de ver bien el cielo. ¿Era de día o de noche?

—Nilia, deja de mirar las nubes y vente, tenemos mucho por hacer —reclamó mi madre.

Bajé mi mirada y fui junto a mi padre, manteniendo el silencio. Sabía que este sitio era un lugar de ensueño. Todos los que me rodeaban tenían ese deseo para disfrutar de una vida de lujos y sin apenas preocupaciones porque habían alcanzado una cantidad de seguidores que les daban lo que necesitaban.

Dinero, salud y más tiempo de vida...

¿Eran inmortales al desear vivir tanto tiempo?

Caminaba como si de un robot se tratara, dejando que mis oídos perdieran su capacidad al igual que mi vista. No fue hasta que entramos al apartamento —del cual un teletransportador nos llevó hasta la planta más alta—, donde pude reaccionar. Respiré con cierta dificultad, viendo enfrente mía un pasillo donde al final había un grandioso comedor.

—Esta planta contiene una insonorización completa. Los vecinos no escucharán nada de lo que hacen —informó el vendedor, uno que no había visto hasta ahora. Era un robot que tenía la altura similar a la de Zenda, vestido con un traje que le hacía ver como alguien similar a un Swedel, de no ser que esa parte metálica se hacía presente en su rostro, manos y cuello—. Tenéis un grandioso comedor con tres sofás de terciopelo, dos chimeneas, grandes estanterías con libros, una televisión plasma de última calidad y una grandiosa mesa hecha de roble junto a varias sillas por si queréis invitar a más gente.

» Contáis con una cocina enorme en donde podréis disfrutar de grandes lujos culinarios con la ayuda de un robot que os ayudará. Al estar en Ic'nes, contáis con toda la tecnología más actual.

» Las habitaciones se modificarán a gusto de cada uno. Por ejemplo, me dijisteis que Samay le encanta la música y el baile, por lo que su habitación tendrá una decoración acorde a sus gustos y actividades diarias junto a una gran cama cómoda y un gran armario con su ropa. Así serán también las demás habitaciones.

—Mereció la pena la espera —murmuró Tani, conteniendo sus lágrimas junto a una gran sonrisa.

—Por último, el exterior cuenta con un gran terreno donde tendréis una piscina cubierta con una barbacoa que podréis utilizar junto a varias hamacas y varios complementemos que podéis visitar. Ah, se me olvidaba, también tenéis un jacuzzi.

«Seguro que es super barato», pensé en mis adentros mientras miraba de reojo a mi familia. Era obvio que estaba asombrada ante tales lujos, aunque pronto vi como mi padre miraba discretamente hacia su cartera.

Cerré mis ojos con un suspiro largo para luego mirar los bolsillos de mi chaqueta donde estaba mi cartera. La ansiedad me azotaba mientras escuchaba la ilusión que opacaba la realidad que no iba a ser fácil de esconder.

Cuando el vendedor terminó de hablar, mi padre aceptó las condiciones, aunque no fue agradable ver cómo miraba de reojo al vendedor con una sonrisa intranquila mientras mi madre agarraba su brazo y hablaba de que ahora nuestra vida sería un gran cambio.

Mi corazón se encogió junto al dolor repentino en mi pecho, pero logré contenerme hasta que el vendedor se marchó con mi padre. Una vez solas, mi madre y mi hermana mayor me miraron.

—Ya puedes sacar algo de tu dinero —intervino Tani.

—¿Perdón?

—Ajá, lo que escuchas, en Oic no sacaste ni una sola moneda, no hiciste nada, ahora más te vale hacerlo —exigió.

—¿Tú sacaste alguna moneda cuando vivías en Oic?

—No me hables de esa forma cuando...

—Tani, tu eres la primera en callarte porque cuando tuviste un poco de dinero. Marchaste de casa, te olvidaste de todos, te independizaste y conseguiste tanto dinero que en vez de ayudarnos. Qué casualidad que ahora que nos íbamos a Ic'nes, quieras estar con nosotros y predicar de que tenemos que ayudarnos —contesté.

—Tenle respeto a tu hermana, soy mayor que tú y más famosa que tú. Si sigues así puedo ser capaz de arruinar tu vida y que nadie te conozca, que te odien y que mueras en cuestión de días —respondió, acercándose a mi.

Mi madre cubría los oídos de Samay mientras que Zenda observaba a Tani con admiración. Firme en mi sitio, pude ver los ojos azules y exageradamente maquillados de mi hermana mayor, quien estaba lista para atacarme con las palabras más hirientes.

—En vez de dar dinero a nuestra familia, decides dársela a un profesor loco que cree en idioteces, ¿qué te pasa en la cabeza, Nilia? Te juntas con gente de En'rec que creen que los dioses existen, que un dios similar a un dragón y una diosa similar a una bailarina existen. ¿Cómo los llamaba?

—Sensibilidad e Insensibilidad —murmuré a regañadientes.

—¡Encima me lo confirmas! ¿Es que no te das cuenta, Nilia? —preguntó en un tono despectivo—. Maldita sea, ¿estamos bien de la cabeza?

—Pues prefiero eso a estar cegada con las redes y sobre qué pensarán de mí. Si llevo mucho o poco maquillaje o si me ven las te-

—Oh ahora vas a tener el valor de contestarme de esa forma, ¿verdad? Pues sí. Prefiero eso antes de creer en teorías tan estúpidas sobre la magia, dioses y mil idioteces infantiles —me interrumpió Tani, para al final respirar hondo y hablar de nuevo—: Nilia, por favor te lo pido. Por tu familia te lo pido, deja de ir a ese loco porque tu cabeza se está distanciando de la realidad. Piensas en la magia absurda propia de niños pequeños. ¡Maldita sea, Samay sabe que eso no existe y tiene ocho años!

Con mis manos en mis bolsillos y mis ojos dirigidos a mi hermana, respiré para intentar hablar sin perder los nervios:

—Cuando tenía quince años te defendí.

—No me vengas de heroína con esa historia —me interrumpió, provocando que mis labios empezaran a temblar—. Oh, sí, "cuando yo tenía quince años te hice un gran favor y te salve" "cuando tenía quince años te alejé de esa mala gente" Por favor, Nilia. Sé que me abriste los ojos, pero no por ello justifica que le tiraras el móvil a mi madre tras soltar todas esas locuras. ¿¡Tú estás bien de la cabeza?!

—A nadie le importaba lo que te dijera en ese momento. Era un problema que teníamos tú y yo, quería ayudarte, hacerte ver la verdad —expliqué.

—Bueno, ¡vale! ¿¡Y ahora qué?! Me da asco saber que tu maldita fama se mantiene por gente que está intrigada por tus actos rebeldes que hablan sobre cómo la fama nos hace daño. ¿Es que no te das cuenta que dependemos de ella totalmente? ¡Que literalmente sin ella morimos!

—Lo sé, maldita sea, pero no por ello...

Mis ojos se desviaron y me quedé inmovilizada. Respiré angustiada al ver como algo brillante nos apuntaba bajo la mirada curiosa y ansiosa de una mujer desesperada por atención y fama. Ahora entendía porque mis ojos y mi cabeza me dolían. Mis números crecían al igual que los de mi hermana mayor.

Nunca tuve tantas ganas de huir, nunca tuve tantas ganas de desaparecer.

—Apaga eso —susurré.

—¿Apagar qué?

—¡Mamá, deja de grabar! ¡Maldita sea!

Juro que iba a romper su móvil, pero ver a mis hermanas pequeñas enfrente hizo que frenara mis acciones para al final darme la vuelta e irme de casa.

Me daba igual lo que me dijeran. Quería estar sola... si era posible en Ic'nes.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro