cuatro ─── living in a bubble

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I loved you as Icarus loved the Sun
To close, to much

 HABÍAN POMPAS DE JABÓN FLOTANDO POR TODA LA HABITACIÓN.

Lía se dedicó a explotarlas una a una. A fin de cuentas, algo debía hacer mientras esperaba a secarse. Aquella cola no desaparecería hasta dentro de un buen rato.

Sabía que su primer día de clases sería todo un desafío.

Le gustaba decirse a sí misma que tenía dotes de bruja. Y como dicen las malas lenguas ojo de loca no se equivoca. Merlía no necesitaba ser una sirena para tener un día lleno de desastres. Ella era así. Un imán de enredos.

Largó un interminable suspiro intentando salir de la bañera. Era demasiado pesada. Al no estar acostumbrada también resultaba muy incómodo. El resultado final de toda la peripecia, fue su cara dándose de golpe contra el suelo.

Pero bueno, aquello solo era el principio de la tormenta.

Un par de golpes más tarde, Lía había conseguido deshacerse de la cola y fingir que era una adolescente normal que demoraba par de horas usando en lavabo en la mañana. Miró a su madre con una sonrisa llena de mentiras.

—¿Todo bien, tesoro? Escuché ruidos muy feos hace un rato.

Tranqui, má, era mi cara arreglando el suelo del baño.

—Me caí.

—¿Estás bien?

—Sí, tranquila, me dolió. Pero me dolió más que me cancelaran mi serie favorita, no te preocupes.

—Ay, hija, tú y tus cosas. —su madre le acarició la mejilla pensando en cuanto extrañaba escuchar las ocurrencias de su hija.

—¿Trabajan hasta tarde hoy? —Serena miró a su madre de solsayo.

—Sí.

—Mamá...

—Desayunen, chicas, estamos bien. Solo es una etapa dura. Pasará.

Pasará.

—¡Esto es una catástrofe! —estaban en casa de Cleo, Merlía y Rikki acostadas sobre la cama esperando a que la primera terminara su ataque de ansieda. — ¡La crema hidratante está compuesta sobre todo de agua!

—Si los delfines nadan kilómetros, entonces nosotras también. — divagó Rikki sin hablarle a nadie en específico.

—¡Nunca podremos volver a usar crema! —insistió Cleo.

— Que triste. — añadió Lía sintiendo que debía decir algo al respecto.

—Podríamos ir nadando a cualquier parte. — las palabras ajenas de Rikki de repente sonaron más ilusionadas. Una sonrisa brillante se formó en su cara. —¿Os lo imagináis?

— Se nos quedará la piel seca y arrugada. Cuando tengamos veintiuno pareceremos unas viejas.

— Hoy no he ido a entrenar. — las interrumpió Emma.

Merlía sintió que se le rompía el corazón. Para Emma no había nada más importante que nadar. Esto era muy difícil para todas pero, para ella debía serlo aún más.

Se acercó a abrazarla.

»La primera vez en seis años. —añadió.

—¿Lo veis? ¿Veis lo grave que es? Tenemos que contárselo a alguien. A nuestros padres, a un médico o a la policía. —insistió Cleo.

—¿A la policía? —Merlía ensanchó sus ojos.

—¿Y terminar en un manicomio con la piel bien hidratada? — contestó sarcástica Rikki. —Olvídalo.

—Rikki tiene razón Cleo. — Emma intentó hacerla razonar. — No podemos contarlo.

El puchero de Cleo resultó tierno y a la vez dejaba en claro lo mal que le sentaba no poder pedir ayuda.

— ¿Ni a mi madre?

— No. — Negó Em. — Nada de padres.

— Pero yo se lo cuento todo.

— No, esta vez no. Es muy peligroso, la gente no lo entendería. Nos podrían encerrar.

— ¿Por qué nos podrían encerrar?

— Porque somos diferentes. Porque hacemos cosas que nadie más puede hacer. Porque nos tendrán miedo.

Merlía suspiró.

— Vale. — cedió Cleo. — No se lo diré a nadie... Excepto a Lewis.

— No, Cleo. Ni a Lewis ni a nadie.

— Está bien. — asintió. — No os preocupéis. Sé guardar muy bien los secretos.

Lía no estaba del todo convencida pero en esta ocasión debía confiar en su amiga. Era duro tener que ocultar aquel secreto enorme. Odiaba mentirle a Serena, a sus padres... Pero no quedaba de otra. No quería ser encerrada, aunque le preocupaba un poco aquel asunto de la crema hidratante.

Además de su odio irracional por todo lo relacionado con el instituto, el día marchaba bien para Lía. Ningún inconveniente con el agua y por ende, nada de colas de sirena.

Estaba caminando de buen humor hacia su taquilla para guardar algunos libros cuando oyó la voz de Miriam.

De forma inevitable, puso los ojos en blanco.

—Voy a dar una fiesta, chicas, nada de excusas. —la nombrada se acercó por el pasillo repartiendo las invitaciones. —Es en honor de nuestro campeón de surf, el increíble Byron. Por ganar el premio especial.

—¿Qué premio especial? — Cleo enarcó una ceja extrañada de que Miriam se les acercara para darles sus invitaciones.

Merlía recordó lo que le dijo Serena la noche anterior.

—El que den por hacer Surf.

— La Competición de la Costa. — sonrió Emma ignorando que a Miriam le daba igual el premio que fuese. Ella estaba feliz por Byron. — Es el mejor.

—No lo vi porque me estaba bronceando pero seguro que estuvo increíble.

 Merlía miró a su hermana, Serena yacía detrás de Miriam encogiéndose de hombros.

  De nuevo, no entendía porque su hermana insistía en ser amiga de ella.

A ver, Lía no la odiaba porque fuese superficial. Si tuviera el dinero probablemente imitaría a Miriam. No pensaba que las chicas que invirtieran tanto en cuidarse y verse bonitas eran malas o plásticas, pero de ahí, a ser cruel y tan obvia con que le daba igual el verdadero significado del deporte había otro tramo muy diferente.

—Rikki, chicas, si quieren pueden ir.

Merlía se preguntó a sí misma si Miriam las hubiese invitado si Serena no se lo hubiese pedido.

—Lo siento pero tengo que hacerme una limpieza bucal. — se excusó Rikki sin sonar verdaderamente arrepentida.

   Miriam la miró unos breves instantes y luego continuó su camino, chocando a propósito a Lía en su trayecto.

Auch. — protestó tan bajo como pudo, resignándose a ignorar el gesto y el dolor, mejor terminaba lo que fue a hacer en su taquilla.

—Has visto que somos compañeros de mesa en Química. Apuesto a que ya estarás esperando todos mis buenos chistes sobre la buena química que tenemos. —Merlía cerró su casillero y se encontró con Leo haciendo chistes malos.

—Dios, ¿por qué me odias? — se cubrió la cara con las manos hablando en voz alta. La presencia del pelinegro la puso de malas de inmediato.

—Bueno está bien, tengo todo el curso para mejorar ese chiste.

—Y yo tengo todo el curso para decirte que sigue sin darme gracia.

Leo rodó los ojos pero la sonrisa no desapareció de su rostro.

—Público difícil.

—¿Por qué no te pierdes en la basu... — Merlía notó un punto dorado por encima del hombro de Leo, reconocería esa reluciente cabellera rubia en cualquier lugar. Oliver. Casi por reflejo una sonrisa de ilusión creció en ella. Toda su cara en un lienzo de obviedad. Como si dos corazones se trazaran en su mirada. No se perdió ni un segundo de su paso por el pasillo, el chico caminó hasta Miriam y habló con ella durante un momento corto en el que Lía supuso que le estaría pidiendo las invitaciones para él y su hermana para la fiesta de Byron. Suspiró por milécima vez. Para ella, él era y sería siempre perfecto. Había sido así desde la primera vez que lo vió. Pasó de ser un tonto primer enamoramiento a su enamoramiento imposible.

—Tierra llamando a Lía. Oye, Pecas lindas. —Leo chasqueó los dedos enfrente de su cara de estúpida.

—¿Cuántas veces te he dicho que no me digas así? —le agarró la mano antes de que volviera a chasquear. Solo Leo podía hacerla aterrizar de inmediato.

Dios, lo detestaba.

Leo la ignoró y siguió sonriendo. Molestarla era tan fácil.

—Te preguntaba si vas a ir a la fiesta de Miriam.

Oliver apareció en su cabeza. Tenía mil razones para nunca entrar en la casa de Miriam. Pero él bastaba para romperlas todas.

—Por supuesto, Woods, no hagas preguntas tan idiotas, por supuesto...

—No lo olvidéis, chicas. —Miriam alzó la voz para todos en el pasillo. —traeros vuestros mejores bikinis. Será en la piscina. — informó la dueña de la fiesta y la escuela emitió una ovación de entusiasmo.

—Por supuesto que no. — corrigió Lía tragando en seco.

Piscina. Agua. Agua. Cola. Cola... Encerrada en un Circo.

—Bueno. — él se encogió de hombros sin presionar más.

El timbre sonó nuevamente. Lía ahogó su sufrimiento por tener que resistir a Leo durante la siguiente hora. Al menos este se marchó primero, adelantándose al salón.

Tenía unos instantes más de soledad.

Tomó otra respiración y se colgó el bolso.

Su mañana impoluta empezaba a decaer.

— Hola, ¿Merlía, cierto?

Lía levantó la mirada y se detuvo en seco.

Oliver Hyde le estaba hablando.

— Esa soy yo. — usó toda su cordura restante para contestar, la cual tampoco era mucha.

— Quería preguntarte si querías que fuéramos juntos a lo de Miriam.

olA! Me encanta el cliché de esta historia. Chau

▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

¡GRACIAS POR LEERME! Y DIGAMOS NO A LOS LECTORES FANTASMA

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