seis ─── chaos theory

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꒰ ⊹ ☀ 𔓕 𓂃 . . . FRENTE AL MAR  (OCTAVIO PAZ)

¿La ola no tiene forma?
En un instante se esculpe
y en otro se desmorona
en la que emerge, redonda.
Su movimiento es su forma.

Las olas se retiran
¿ancas, espaldas, nucas?
pero vuelven las olas
¿pechos, bocas, espumas?.

Muere de sed el mar.
Se retuerce, sin nadie,
en su lecho de rocas.
Muere de sed de aire.


 El desentendimiento por el mundo real que había alcanzado Lía era increíble. Estaba abstraída en su propia mente, fantaseando con escurrirse a la fiesta a espaldas de sus amigas, en su imaginación, en el escenario creado, todo salía bien. Primero usaría un lindo vestido sencillo que le había visto a su hermana mayor tras su última visita al Centro Comercial. Luego el grupo de Serena iría a buscarlas, todos sus amigos que siempre se ven sacados de un anuncio de ropa. Se encontraría con Oliver en la fiesta, ella le saludaría con naturalidad y luego haría un chiste que le demostraría al rubio cuan graciosa era y de lo que se estaba perdiendo por no haberse enamorado de ella antes.

Pero luego Lía dejó de soñar cuando tres gotitas de agua salpicaron en su pierba.

—Ups. —hizo una mueca secándolas con la manga de su cárdigan de inmediato. Hacía algo de viento en el muelle.

Merlía estaba en su lugar favorito de todo el mundo. Se trataba de una parte abandonada del muelle. Los pescadores habían dejado de usarla y de guardar sus barcos ahí hacía algún tiempo, de modo que ahora solo quedaba un puente solitario y tranquilas aguas.

El atardecer caía sin prisas sobre el horizonte y Merlía, sentada al filo de la madera, lo observaba preguntándose cómo haría para cancelar la salida con Oliver sin quedar como una desinteresada.

Porque, al final de las ensoñaciones y de las fantasías, Lía debía poner los pies en la tierra.

Ella era una sirena. Ir a una fiesta en la piscina era una catástrofe total por donde lo viera.

Estaba irremediablemente triste. Miró al mar, las olas en la lejanía se batían las unas contra las otras. Era hermoso y a la vez aterrador pensar en lo poderoso que era el océano. Suspiró mirándo luego el reflejo de sus pies sobre el agua.

Si faltaba a la fiesta quedaría mal con Serena.

Siempre podía mentirle y decirle que no se encontraba bien o que tenía mucha tarea. Pero ese era el problema, no quería mentirle más de la cuenta.

—Santo Tritón, dame un respiro...

Y si a todos sus problemas le sumaba el hecho de ser la única del grupo sin poderes, su ánimo decaía aún más.

Merlía abrió su mano y la proyectó sobre el agua. Se concentró, intentó hacer algo... cualquier cosa.

—Nada. — renunció sintiéndose más triste. —Creo que mi único talento como sirena es tener la cola de un color diferente. Vaya cosa.

  Se levantó del muelle rumbo a su casa para tumbarse a ver un maratón de caricaturas y a enterrar la cara en una tarrina de helado, ignorar sus problemas siempre era más tentador que devanarse los sesos buscando soluciones. Empezaba a dolerle la consciencia y un poco el corazón, sobre todo el corazón, eso de mentirle a Serena la pudriría por dentro. O tal vez exageraba. Sí, a Merlía a veces se le iba la cabeza.

Sin embargo, mientras se alejaba, su espalda ignoraba la ola peligrosamente enorme que empezaba a formarse en el horizonte.

Antes de dirigirse a casa en su Volkswagen lila  Lía cayó en la inevitable tentación de tomar algo rápido en el Juice Net. A fin de cuentas gracias a la bromita del gracioso de Leo no pudo disfrutar de su batido de fresas.

Repitió su mueca de desagrado cuando entró al local y descubrió que el chico seguía ahí. A ella aún le picaban las paredes internas de los carrillos y el idiota ahí como si nada. También estaban Zane y Nate, pero Leo estaba apartado de ellos. Parecía atender una llamada y no se veía nada contento.

Lía usó sus inexistentes poderes de invisibilidad para que no la notaran (se escabulló y fingió demencia) hasta dar con la barra.

—¿Lo de siempre, Lía? — le preguntó Wilfred.

—Sí, por favor. —la chica ladeó una pequeña sonrisa amable mientras apoyaba los brazos sobre la tabla.

Suspiró mirando con aburrimiento los absorbentes de colores que yacían en un vaso hasta que, un sonido particular empezó a reproducirse en la tele. Los presentes en el restaurante prestaron atención a la pantalla en la esquina del lugar. La inconfundible música de las noticias interrumpió la programación.

Estamos transmitiendo en vivo desde el muelle Sur de Costa Dorada para reportar el avistamiento de una ola gigante. Su aparición ha resultado ser espontánea e inexplicable, constituye un peligro serio para los presentes cercanos y se les pide evacuar la zona. — en la pantalla, la reportera grababa a una distancia prudencial del comienzo del mar. Aún así se entendía que apenas acabara la transmisión tanto ella como las personas que corrían detrás se alejarían cuanto antes de allí. —Los investigadores ya afirmaron que este fenómeno no se debe a ninguna causa natural, el comportamiento del mar siempre será un misterio.

—Aquí tienes. — Merlía pegó un brinquito al sentir la voz de Will. Estaba tan concentrada mirando la ola que causaría destrozos en los barcos en la tele que se olvidó de su batido de fresa.

—Gracias. —forzó una sonrisa.

Lía se sintió tensa. No se encontraba bien. Agarró la pajita y revolvió los hielos que flotaban sobre el líquido rosado. Algo estaba mal.

—¿Has visto eso?

Repito, algo iba mal y no, no tenía nada que ver con Leo intentando mantener uma conversación con ella.

Lía hizo su mueca de desagrado habitual.

—Sí. — sorbió de su batido.

—¿Qué crees que lo causó? —Lía hizo un gesto de alivio cuando la transmisión mostró a los civiles abandonando la zona y la programación de la tarde se restauró. Si seguía viendo la ola le iba a dar un infarto.

—Muchas cosas extrañas han estado sucediendo últimamente en el mar. — la chica solo encogió los hombros. — Es imposible saberlo, Leo, no hagas preguntas estúpidas.

—¿Ah, sí? ¿Cómo qué cosas extrañas?

Lía parpadeó en su dirección dándose cuenta de que la conversación iba a caer por un tono que a ella no le gustaba. Optó por ignorar la pregunta.

—¿Sabes? Pensándolo mejor, una vez leí sobre el efecto mariposa. Tal vez fue eso. Sí.

—¿El qué? —Leo ladeó una sonrisa que pasó inadvertida para Lía. Él ya sabía lo que era el efecto mariposa. Pero conocía a la chica y lo graciosa que se veía cuando intentaba explicar algo complejo.

—Mira, el efecto mariposa es algo que proviene de la teoría del caos y viene de la idea de que pequeñas variaciones pueden tener grandes consecuencias a largo plazo. Por ejemplo, la metáfora, el nombre de esto se basa en la idea de que el aleteo de una mariposa en un lugar puede desencadenar una serie de eventos que, eventualmente, generen un huracán en otro lugar. —tomó aire. —tal vez algo pequeño simplemente ocasionó una anomalía en el mar.

—Que aburrido. —este encogió los hombros. —Suena muy científico, quiero pensar que fue algo más.

Lía sonrió con burla. Leo era un iluso.

—Claro, ¿como qué? ¿Los dioses del Mar? ¿Poseidón se enojó con nosotros? Normal, los olímpicos son bien enojones. —bromeó y ambos rieron. —Crece, Woods.

—¿Y si no quiero qué?

—Por mí puedes seguir creyendo que alguien controla el mar, allá tú cuando te lleven al manicomio creer que los cuentos infantiles son reales.

—Alguien tiene que creer en la magia. —comentó con su típica mirada que parecía nunca tomarse nada en serio. Con él, Lía no sabía cuando hablaba en serio y cuando no. Pero era Leo. Quizá nunca hablaba en serio. Estaba segura que se había caído de niño y que el lado que razonaba de su cerebro no funcionaba desde entonces. —¿Tú no lo haces?

—A veces. No mucho.

—Está bien, amargada, creeré por los dos entonces. —Lía rodó los ojos e hizo un gesto de que iba a dejarlo hablando solo. —¡Pero cuando Poseidón descargue su furia sobre ti por no creer no te voy a defender!

—Lo que tu digas. —rió.

Ella puso el dinero de su bebida en el mostrador y agitando la mano a modo de despedida se fue.

Conforme iban avanzando las horas, las posibilidades de que Lía fuese a la fiesta iban en declive.

Entró en su casa y fue recibida por grititos de alegría.

—¡Por fin llegas! —unas manos cálidas sostuvieron sus hombros. Acto seguido, Serena le pellizcó las mejillas. —Sierra y yo encontramos el vestido perfecto para ti.

En efecto, la chica junto a su hermana no era nadie más que la hermana mayor de Oliver. Su Oliver.

Lía abrió de par en par sus ojos.

Recordaba cuando recién entró a secundaria, todas las niñas de su salón querían ser como ella. Vestir como ella, sacar tan buenas notas como ella... Sierra Hyde parecía sacada de una película de adolescentes, pero ella sería la rubia bonita que emanaba buenas vibras y con quien te apetece pasar una tarde charlando.

—Merlía, ¿cierto? —sembró un sonoro beso en su mejilla y Lía alcanzó a oler una estela frutal proviniente de la rubia. —Tu hermana no ha parado de hablar de ti, tienes una hermana estupenda por cierto. No paró hasta comprarte esto. —le mostró un lindo vestido de color cían que gritaba en todos los sentidos fiesta en la piscina. Era hermoso. —Mi hermano con suerte recuerda mi cumpleños. —rió y, Serena aprovechó para guiñarle un ojo a Lía cuando la chica Hyde se distrajo. —¿Qué esperas, bonita? Hay que cambiarte.

Merlía abrió la boca para decir que no quería/podía ir... pero...

Fue rápido. Muy rápido.

Hablar con Sierra era como un viaje a Nueva York o como un viaje en montaña rusa repleto de nuevas vivencias. Era tan espontánea y cuidadosa con los detalles. Junto con su hermana la maquillaron, pasaron un buen rato riéndo y preparando los deberes que les pidieron tener listos sus padres. Así podrían ir a la fiesta y no tener que correr para preparar la cena cuando regresaran de casa de Miriam.

Una vez terminado todo, Lía se miró al espejo.

No podía creer en su reflejo.

Su cabello castaño caía en ondas, dos trenzitas con cuencas rosadas le añadían un aspecto natural. El vestido combinaba con sus ojos, dos iris ilusionados y llenos de alegría.

Pero tenía que ser honesta.

—Chicas, no creo... —Serena y Sierra dejaron de reírse a causa de las poses graciosas de la primera en el espejo para mirar a Lía.

Pero el teléfono le comenzó a sonar.

»Oh, esperen, es Emma.

—¿También va, no? —sonrió Serena. —Sier, tienes que conocer a las amigas de Lía.

Dime... —Merlía se alejó para atender la llamada.

—¡Merlía, Cleo se ha ido a la fiesta! —tragó en seco. —Vamos para allá, ¿te vemos ahí?

—Bueno...

Así lo quiso Poseidón, pensó

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¡GRACIAS POR LEERME! Y DIGAMOS NO A LOS LECTORES FANTASMA

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