Capitulo veintidós:

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Sonrió con nostalgia al ver la puerta de casa. Bajo mi mirada a Onix.

Nos había seguido desde el momento en el cual pasamos la barrera. No importo cuanto le dijera que no podía seguirnos, lo hizo igual. Las chicas lo tomaron mejor luego de que les explicara a medias que tenia una conexión. Stella con sus poderes lo oculto todo el camino.

—Escóndete—susurro y veo como corre hasta un arbusto para luego esconderse.

Luego le explicaría a mis padres porque ahora tendríamos una nueva mascota.

Tomo la mano de Bloom y nos acercamos a la puerta.

Bloom un poco insegura alza su puño y golpea el vidrio de la puerta con suavidad.

Papa sale y al vernos sonrie para luego abrazarlos con sorpresa y alegría.

—¡Vanessa!— papá llama a mamá con alegría.

Sonrió al ver como mama llegaba y nos abrazaba.

Por Dios, cuanto necesite estos abrazos...

—Lamentamos haber estado ausentes, pero lo explicaremos...— asegura Bloom al separarse de mamá.

—Todo.—termino sonriendo.

—Aunque tenemos una pregunta...—Bloom se gira y grita—¡Chicas!

Stella, Aisha, Terra y Musa se acercan a la puerta junto a sus maletas.

—¿Ellas puedes quedarse este fin de semana?— pregunto con timidez.

Mamá mira a papá sorprendida antes de hablar.

—Claro.— note la pequeña sonrisa que se asomaba por sus labios. Supongo que estaba pasando lo que ella tanto quería.

—Genial. Van a descansar en nuestras habitaciones por un rato, porque.. tenemos que hablar—aprieto la mano de Bloom al sentir como las lagrimas querían empezar a salir de mis ojos.

Creo que esté era el peor reto que tendríamos. Decir la verdad.

Contarle a nuestros padres que sus gemelas fallecieron, contarles que no somos sus hijas fue duro. Ver sus rostros y saber que deben estar sufriendo.

Fue duro.

Mostrarles como a Bloom le salían llamas de las manos. Fue demasiado para mamá.

Mirar la luz azul de mis manos fue como un balde de agua fría para ella.

No somos sus hijas biológicas. Todo lo que creyeron fue derrumbó en cuestión de segundos. Sus bebés, sus hijas por quienes habían llorado de alegría cuando se enteraron del embarazo habían muerto y ellos no lo sabían.

Sentir las manos de mi padre y de mi madre en mi rostro mientras las lagrimas caían con dolor.

Fue duro.

Pero hacerlos vivir en la ignorancia toda una vida hubiera sido tortura.

Nada de lo que quisimos y pensamos pudo cumplirse.

Pero valió la pena.

Valió la pena cuando nos encontrábamos las seis riendo y divirtiéndonos entre nosotras.

Fuí consciente que todo lo que pasó valió la pena, cuando las seis se reunieron a mi al rededor para ayudarme a practicar. Juntas.

Sus sonrisas, comentarios y tan solo su presencia, fui suficiente para hacerme entender que no estaba sola y que si lo estaba no importaba.

Ahora no estábamos solas. No éramos solo Bloom y Eira. Ahora éramos; Stella, Aisha, Musa, Terra, Bloom y Eira.

Si comprensión, su cariño y apoyo me ayudó en el momento en que tuve que sentarme frente a Dowling y hablar de aquello que no me dejaba dormir por las noches.

En su oficina me encontraba yo junto a Bloom mirando a Dowling y a un hombre canoso, con alguna arrugas en su rostro y un traje formal negro.

—Este es Arthur Collins, el antiguo sirviente de la familia real de Arcadia.

Nos acercamos  a el dispuestas a saludarlo de forma formal al estrechar nuestras manos, pero para su sorpresa el se arrodilló frente de nosotras.

—Es un honor conocerlas princesas. Es todo un honor.

Mire a Bloom alarmada antes de tomar al hombre por los hombros y ayudarlo a levantarse.

—No debe hacer eso. — le pedí atónita. No sabía que decirle y aquel título me hizo querer huir del lugar. No estaba lista para asimilarlo.

Me quedé a su lado, notando como sus ojos me miraban llenos de lágrimas y sus manos temblaban ligeramente.

—¿Por qué me llamo princesa? — mire a Bloom por su pregunta, ella miraba al hombre cruzada de brazos— se supone que es Eira la princesa de Arcadia.

Ahí estaba el título otra vez.

—Tomen asiento .— nos pidió Dowling señalando las sillas frente a su escritorio.

Nos sentamos dejándolos a ellos frente de nosotras.

—La razon por la cual Rosalind llegó a ustedes es porque ella fue una de las aliadas de Ingrid, nuestra gloriosa reina — las últimas palabras dichas por el fue como un golpe dado a su corazón. Su ojos se cerraron con fuerza y llevo su mano a su pecho. Le dolía recordar— Nuestra reina confiaba su vida en Rosalind y por eso mismo el día del ataque le rogó que cuidara a su hija y ahijada, o sea ustedes.

Asentí comprensiva y con un gran malestar en mi pecho. Pensar que mi ma... Ingrid confío tanto en alguien y está le apuñaló por la espalda me hace enojar de sobremanera. Lo peor es que nunca pudo enterarse de su traición.

—Eso no explica porque me llamo de esa forma— señalo Bloom mirándolo directamente.

El hombre sonrió.

—Eres igual a tu madre.

Su afirmación nos dejó sorprendidas.

—¿Conoció a mi madre biologica? — pregunto Bloom levantándose de su silla.

—Tu madre Marion e Ingrid crecieron juntas, vivieron su adolescencia y adultez juntas, y el día de tu nacimiento tu madre le pidió a Ingrid que fuera la madrina de su pequeña princesa. Tu Bloom, eres lo único que quedó del reino Domino luego de que este fuera destruido por los quemados. La noche que cayó Arcadia también lo hizo Domino.

Mire a mi hermana abrumada, ella estaba mirando un punto fijo en la habitación sin saber que pensar. Aturdida por todo lo dicho.

—Lamentablemente no quedó nada de Domino, pero aquí están ustedes, pueden volver a la vida sus reinos, pueden salvar a su gente.

Me levanté de mi asiento y cruce mis brazos.

—¿De que habla?

Arthur miro a Dolwing unos segundos antes de vernos.

—Creemos que sería una buena idea que reconstruyan Arcadia y que ambas lo gobiernen, como una fusión de los reinos.

—Pero solo será posible si tú Eira, estás de acuerdo porque como heredera de Arcadia, deberías aceptar a Bloom en tu reino y nombrarla como es debido.

Pase mis manos por mi pelo con frustración.

—Esto es demasiado— solté con nerviosismo— necesito pensar. Necesito salir de aquí.

Casi corriendo me aleje del escritorio y cruce la puerta cerrandola de un portazo.

Me quedé en recepción unos instantes analizando todo lo que había sucedido. Joder, es demasiado.

—Eira...— Bloom atravesó la puerta y se detuvo frente de mi.

—No se que hacer Bloom— confesé frustrada — hace un año solo era una adolescente extraña de pelo blanco, ahora me piden que gobierne a personas y construya un nuevo reino y para ser sincera no se que hacer. Es demasiada responsabilidad. Joder ni siquiera puedo cuidar una plana, ¿Cómo quieren que vele por el bien de todo un pueblo?

Bloom se acercó a mi y me abrazo con fuerza. Hace tiempo no teníamos estos momentos.

—Estoy aquí,  no debes pasar por esto sola. Encontraremos una solución.

Me separé de ella sintiendo un gusto amargo en mi boca.

—Ese es el problema Bloom, que no se si puedo contar contigo.

Ella se alejo de mi dejándome ver el dolor reflejado en sus ojos. No me contuve.

—Bloom, si hay algo de lo que estoy segura es que para ti sería muy difícil adaptarte  a la vida de reina o lo que sea, eres demasiado... Tu, siempre quieres hacer las cosas sola sin importante las consecuencias. ¡Mira lo que pasó con Rosalind! Hiciste las cosas como quisiste y casi nos lleva a la muerte y ahora ¿Se supone que deba darte mi apoyo para que gobiernes a tantas personas? ¿Cómo lo haré? No puedo confiarte algo como eso— sentencie apretando mis puños—¿ Y sabes lo peor de todo? Que gracias a eso no estoy segura de que yo pueda gobernar como es debido Bloom, porque nunca puede decirte que no y detenerte, siempre fui atrás de ti sin importar lo que yo pensara, lo que yo quería. ¿Cómo podría gobernar cuando ni siquiera pude escúcharme a mi misma? Ellos merecen a una buena reina, no a alguien como yo.

Ambas nos quedamos en silencio.

—¿Quién me asegura que si los vas a proteger y no harás las cosas que creas correctas sin pensar en que pasará? — susurre— y ni quiera puedo culparte de mi inseguridad porque se que el problema soy yo. No se que hacer ahora.

Yo ya no tenía nada más que decir, así que salí de recepción y no volví a mirar atrás.

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