4. Abadía De Muertos

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Nore abrió los ojos.

Su último recuerdo había sido sentir que su pie se hundía y luego todo su cuerpo. Y en ese momento... Carajo.

Se incorporó de golpe. O lo intentó.

Estaba bajo el agua y... Respiraba. Y al mismo tiempo no lo hacía.

Su primera reacción había sido taparse la boca para no dejar salir el aire, pero eso no había sido necesario. No supo dónde dirigirse, todo era agua. No había ni principio ni fin.

Empezó a nadar hacia arriba para buscar una salida en tierra, si es que la encontraba. Subió y subió. Sus brazos y piernas le dolían, pero no tanto como cuando estaba en la superficie y...

Intentó seguir y concentrarse sólo en eso y no en e hilo de sus pensamientos. No importaba cuando subía, no cambiaba nada.

El frío entraba en ella de forma letal. Pinchaba sus pulmones, era como ahogarse y seguía conciente. Sus sentidos apuntaban a cortes finos en su cuerpo, pero no había nada. Ni nadie.

Sus ojos ardieron cuando la angustia empezó a crecer. ¿Y si se quedaba ahí para siempre? ¿Y si no sobrevivía? ¿Y si la olvidaban? ¿Y si ya está muerta y esta buscando el más allá ?

Las preguntas siguieron pasando por su mente a cada minuto seguido de una sensación inquietante. Quería llorar.

Había sentido que sus sentidos estaban a punto de explotar hace quién sabe cuánto tiempo. De seguro y el equipo se había ido o estaban en una situación igual o peor.

Descartó en su idea y se aferró a la esperanza de que estarían bien. Y ella también.

Su vida empezó a pasar en sus ojos. ¿Y si su mamá tenía razón? Siempre la tenía. No puede ser, su madre. Ella debía estar teniendo un ataque y su padre de seguro se estaba culpando a si mismo. Tal vez nunca los volvería a ver.

Tal vez su destino era morirse ahí. Sin nadie. Sola.

Pensó en todos los planes pendientes con Arsène. Todas las tardes con Darius. Todo lo que nunca le dijo a Leanne.

Leanne. Sin Nore Leanne estaría sola. Son la única amiga la una de la otra. ¿Qué harán si no se vuelven a ver?

Arsène se volvería loco si algo le pasara, eso era seguro. Él y Darius pondrían el mundo de cabeza para encontrarla.

Darius de seguro y también estaría teniendo un ataque mientras lucha contra su pared. Lo último que él necesitaba era problemas.

Y sus mascotas. Esos animales bellos que había prometido cuidar. ¿Qué les habrían hecho? ¿Los habrían desechado?

Tal vez si era la decepción del reino. Tal vez nunca debió aspirar a más. Tal vez...

Sus ojos se cerraron y los músculos perdieron su fuerza.

Sus ojos volvieron a abrirse. Esa vez estaba flotando en posición de estrella. Se incorporó de golpe y empezó a toser.

Apreció el ambiente. No era agua, al menos no de la común. Era más densa y de un tono metálico como el cobre y un cielo de tonos pasteles con nubes blancas.

–Nymeria– la llamó una voz suave y susurrante, pero clara, como una caricia para sus oídos. Tan bella cómo lo sería la de una sirena.

Nore se sintió tentada a acurrucarse de la calma que le provocó escucharla. Dirigió su mirada a la mujer arrodillada a su lado de una edad cercana a la de ella, tal vez menor, de piel y ojos oscuros grandes y cálidos.

Nore fue incapaz de pronunciar palabra. Una sensación cálida le recorrió el cuerpo al sentir la mano de la mujer frente a ella y bastó esa sonrisa para que se destensara.

–Lo siento tanto, mi niña– susurró su dulce voz.

Ambas ladearon sus rostros a la misma dirección.

–Aún no es tu momento.

–¿Mo...?

La desconocida puso ambas manos en su rostro y juntó sus frentes y cerró sus ojos oscuros. Empezó a susurrar palabras en una lengua desconocida al tiempo que bajaba y juntaba sus manos con las de Nore.

–¿Qué...?

Sus párpados volvieron a ser pesados cuando la mujer abrió los ojos.

–No vuelvas, cariño. Haz lo que tengas que hacer, pero no vuelvas.

Besó sus manos antes de llevar las suyas a las sienes de Nore. Por alguna razón no protestó cuando la empujó con suavidad, llevó su cabeza al líquido y la hundió.

Mierda.

Se empezó a ahogar. El líquido había vuelto a ser profundo y en ese momento era una corriente lo que arrasaba con Nore.

Con la poca fuerza pero mucha determinación nado hasta la superficie antes de que una ola la hundiera otra vez. Volvió a salir y vió tierra.

Nadó hasta la orilla con toda la fuerza que pudo cobrar. Cómo una avalancha, el agua embistió contra ella, provocó un choque de su pie y unas rocas, nada grave hasta que el agua volvió a embestir y la presión provocó su hundimiento temporal y golpes en las rocas.

Volvió a recobrar su fuerza para subir. Se acercó a una de las rocas que sobresalía en la superficie para aferrarse en caso de otra embestida. No sé equivocó y le llevó raspones en las palmas, la axila y las piernas.

La adrenalina la llevó a escalar la pierna antes de que se pudiera ahogar. Estando ahí fue cuando sintió los latigazos de dolor y miró la sangre y rasgaduras en el cuero. Era raro al ser material hecho con capas de kevlar.

El pie fue su único problema, el resto eran raspones simples, pero su pie tenía una fisura abierta desde el tibial hasta una parte de su gemelo derecho. Carajo.

La orilla estaba solo a dos metros. Miró su pie e intentó ponerlo de puntillas, error. Maldito error. Pero nadar era su única opción.

No era un paisaje común, el cielo y el agua no eran azules, ni la tierra verde. Eran magenta, lila, rosa... Y rojo.

Lo que Nore había creído que era simple agua era un río con la fuerza de un mar furioso de tonos magenta, orceina, púrpura de tiro y fucsia, la tierra de diversas variaciones de violeta  y los árboles eran de rosado pálido. Pero el cielo...

El cielo era rojo escarlata y carmesí. Habían puntos brillantes como si fueran rubíes cubiertos solo por nubes negras que rodeaban una luna color rojo pardo.

Miró la roca en la que estaba, la cual brillaba como si fuera latón.

Inhaló y exhaló. Entrar en pánico lo le iba a ser de ayuda. Volvió a mirar el agua.

Magenta. ¿Desde cuándo el agua era magenta?

Se pusó su bota y se mordió los labios para no gritar de dolor e intentaba ignorar el sonido de las olas. Cerró sus ojos para concentrarse en su respiración. En su mente.

«No tendré miedo» dijo para si misma y miró a la luna. Intentó convencerse de que su "hundimiento" en la caverna había sido un desmayo y tal vez ese era un sueño, una mala broma de su inconsciente.

«No tendré miedo.»

No pudo evitar dejar que un grito saliera de su garganta cuando sintió la presión de unas manos huesudas en su pierna herida. Miró a la criatura, no, cadáver. Era puro hueso y restos de carne, piel y algunos órganos.

Sintió el vómito en su garganta acompañado de palidez un sudor frío. Trató de protestar pateando al resto de viceras y aferrándose a la roca, ganándose raspones en el proceso.

–¡Idiota!– Exclamó, no supo si se dirigía a ella misma o al muerto–. ¡Suéltame! ¡Suéltame! ¡Maldita sea!

Estaba tan cerca de caer al agua. Demasiado cerca de ser ahogada y torturada por un muerto andante.

Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas.

«No más, maldita sea. No más.»

Jaloneó y movió su pierna. Soltó uno de sus brazos y lo dirigió a su espalda, casi gimió de desesperación al no sentir su alma. ¡Maldita sea!

La distracción la hizo caer de la roca. Una ola pasó por encima de ella y provocó más golpes en su cuerpo contra las rocas, pero el muerto viviente había desactivado.

Salió a la superficie. Nada.

Las aguas se habían calmado por algún motivo que no le interesaba si no la mataba. Volteó hacia el otro lado y se encontró al cuerpo podrido con el rostro a centímetros del suyo. La carne podrida dejaba ver algunos de los huesos del rostro, solo poseía un ojo rojo y medio cortado y parte de las entrañas salía por los restos del cuello y dejaban ver los huesos.

«Venganza» escuchó. La palabra sonó chispeante y susurrante pero con diversas voces en ella.

Sintió un escalofrío antes de poder gritar y luego unas manos huesudas en sus hombros la hundieron.

Los pulmones le ardieron y dejó escapar el poco aire acumulado en burbujas del susto. Empezó a protestar, pero más manos sujetaron sus extremidades. Pateó. Se sacudió. Golpeó.

Hacia la nada, con la fuerza invalidada por el agua y su cuerpo siendo agarrado por los... ¿Cadáveres? ¿Difuntos? ¿Muertos en vida?

No importaba. Se sumaban por segundo

Sintió el fondo en su espalda. La vista se había vuelto borrosa y lo único que la mantuvo conciente fue el pavor puro de ver los restos de huesos y carne tocando y reteniendo su cuerpo.

Formaron una oscuridad alrededor de ella. Sus pulmones no aguantaron, ni su cuerpo. Cedió con el desmayo y perdió la conciencia.

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Deseó despertar. Despertar en serio. En su cama, arropada entre sus mantas con una brisa fresca entrando por su ventana y estirarse para levantarse e iniciar un nuevo día o seguir acurrucándose como una bebé. Pero no fue así.

Estaba en una cueva brillante como millones de cuásares. Pero no eran objetos ni nada que se le parezca. Eran ojos.

Ojos vidriosos de todos los colores, pero con tonos de piedras preciosas; rubí, granate, citrino, heliodoro...

Estaban divididos en cuatro y solo los colores más potentes alcanzaban la cima, era como estar dentro de una pirámide cuadrangular. Un lado tenía miradas rojas como una llama salvaje y bestial, a la derecha de esos ojos se encontraba el reflejo del verde de los árboles del bosque y las platas más allá de la zona urbana, al lado de estas estaba un azul tan profundo solo visto en mares y océanos que irradiaban tempestad y finalmente un azul plateado nuboso como el cielo.

Los ojos reflejaban vida y sentimiento sin límites y rabia. Condescendencia.

Hacían que Nore se sintiera desnuda y se encogiera hasta que empezó a temblar.

Una voz, o un conjunto de voces, se infiltró en sus oídos de la misma manera en que la voz de la mujer oscura lo hizo con anterioridad. Las mismas voces que le habían susurrado «venganza» por algún motivo.

El sonido fue convertido en un cántico antiguo y celestial reproducido de forma melódica en su interior con sonidos naturales filtrándose entre las palabras.

El ojo que todo lo ve te hará sanar. Será puro hasta el final. Ensucialo y te asfixiará mientras te envenena.

El sanador que te nutre te cuidará. Brindará por tu vida y salud. Desperdicialo y te mostrará tus propias bestias mientras te ahoga.

La base que pisas que sostendrá. Dará apoyo y te permitirá usarla. Violala y temblará mientras te corrompe.

Y el alma que crees poseer será tu aliada. Te guiará y te calentará. Elige mal y arderas mientras te retuerces en lo que odiaste.

Las palabras se convirtieron en una canción. Una tan antigua que las voces parecían cargadas de conocimiento, si es que eso se entendía.

El diamante abajo de tí va a surgir

Si miras más allá... el infierno te verás cruzar...

El cántico provocó algo en ella. Algo retorcido.

Mira...

Las palabras se deslizaban con un sonido seductor.

Mira...

Tentación.

No seas mala, mira...

Mierda. No.

Cerró los ojos y tapó sus oídos. Sintió a los primeros arder, no con lágrimas. Con algo más, algo que ardía como fuego.

Mira dónde tú ser dice.

Aquel que no te dejará caer...

«Que se calle. Por lo que más quieras. Que se calle.»

Cuando tus ojos empiezan arder.

Un rayo ha de haber.

Tormenta. Tenía los ojos cerrados y veía tormenta. Un cielo de azul rey solo cubierto de nubes y relámpagos ocasionales.

Quién está no lo estará.

Tú paso nos darás.

¿Ella qué?

No llores más.

No sentirás.

Pues vacía quedarás.

Su corazón dió un vuelco de forma literal. Empezó a toser y no pudo evitarlo. Abrió los ojos.

Empieza ya...

Sangre. Tenía sangre en su nariz.

El cambio vendrá.

Y no lo vas a contar...

Las voces tan claras dejaron el tono celestial para sacar uno susurrante y burlón. Uno que la hizo estremecer y mirar el suelo.

Cuando no respires más. Contigo te encontrarás.

Diamante.

La superficie era de diamante. Uno tal reluciente que veía su reflejo.

No es lo que crees. Buena haz de ser y no podrás caer.

Era hermoso. Exquisito.

Lo más brillante que había contemplado sus ojos. Lo necesitaba.

En el abismo de la tentación, no verás dolor.

Piénsalo bien. Pues te servirá.

¿Qué harás?

La melodía terminó en esa pregunta. Y su engañosa mente respondió.

Se lo llevaría. Lo llevaría y haría una fortuna.

La respuesta llegó al instante en forma de advertencia.

No haz escuchado, ¿Verdad?

El centro, su centro, dió vueltas. Los ojos se volvieron tan radiantes que los de ella ardieron junto con su mente. Miró el suelo de diamante y vió que le respondía la mirada.

El diamante era un ojo. Un ojo que la estaba reflejando.

Ladeó su cabeza y su reflejo atacó.

Sus manos habían traspasado la materia para llegar hasta ella. Para aferrarse. Y entró.

En un segundo la estaba jaloneado. En el otro lado había pegado tanto a ella que se metió literalmente en el cuerpo de Nore.

Y no fue la única. Algo más entro en ella.

Algo que retumbó sus adentros.

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–¡Nymeria!

El eco de la voz de Fielle le rebotó en la cabeza juntl con el rocio de la lluvia. Abrió los ojos y su sangre se volvió tan helada cómo el golfo de la Alameda Del Golfo en invierno.

Era el mismo lugar.

Fielle sacudió su hombro un poco.

–¿Qué...?– Su garganta era tan rasposa que él habla se le hizo imposible.

–Te desmayaste. Había algo fangoso en en esa cueva, no era una superficie sostenible y cuando caiste parte de tu pierna se hundió. Y tú te desmayaste. No sabemos cómo... Se detuvo todo.

Cuando escuchó ese «sabemos» miró a la tropa. Se había olvidado de que había público, pero ninguno le prestó atención. Sólo al lugar. A las piedras preciosas que reemplazaban a esos escalofriantes ojos de sus pesadillas.

«Pesadillas» se dijo a su misma«. Solo una pesadilla. Nada más.»

–Sólo sabemos que esas rocas oscuras guiaban a algún lado. Seguimos y encontramos un acuífero. Por eso la humedad de la caverna.

Volcánico. Volcán. Era lo último que quería oír pero se sentía incapaz de interrumpir. O de articular sonido alguno. Por ello sólo dejó que la lluvia se filtrara a través de su cabello y refrescara el sudor frío de su piel.

–Y cerca de ahí encontramos esto.

Nore se tambaleó al levantarse de el piso, no hecho de diamante, pero sí era... Raro. Una especie de piedra ligeramente azulada y fría. Aún con sus botas puestas podía sentir el frío.

Sus botas.

–Esquisto– dijo alguien. Una de las chicas cuyo aparato no funcionaba–. Es una roca metamórfica con...

Pero Nore ya no le prestaba atención. Miró sus botas y cuero intacto, lo máximo era la humedad y el frío que se colaba por todos lados, pero fuera de eso no había nada.

Se llamó ridícula a si misma. Había dicho mentalmente que había sido sólo una pesadilla.

Miró a la chica que seguía explicando las mayorías de la roca a Fielle y a resto de la tropa dispersa que apreciaba las piedras a su alrededor. Aunque fueran minerales inmóviles, había algo que le aterraba.

Era como... Como si le respondiera la mirada.

–Fielle... ¿Qué dijiste hace un rato?

–¿Sobre qué?

–Mencionaste un acuífero.

Intentó evaluar los niveles piezométricos en su mente mientras veía a Fielle dudar hasta que su mirada se iluminó con la idea de a qué se refería su compañera.

–Ah, eso. Es hermoso.

–No hemos evaluado la tierra, estamos aquí sólo viendo piedritas.

–Relajate, Nymeria.

–No sabemos si ese acuífero es propenso a fluctuaciones, su compresión oscilatoria, la difusividad hidráulica... Se supone que hacemos parte de la Hidrografía Naval De La Marina Coatzacoalcos. Muchos de aquí graduados de la CC⁵ ¿Qué...?

–La marina no se va a destruir por unos momentos de apreciación...

–¿Qué probabilidad hay de que ese acuífero sea costero?

Fielle guardó silencio.

–La marea va subir– le dice la comandante–. En cualquier momento. Estamos adentro de un volcán que perfectamente se puede llenar con esta lluvia, que no se le olvide sin contar la subida de la marea.

–Nymeria. Mira a tu alrededor. Estamos en el otro lado del acuífero.

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Frase:

“Si no dejan a nadie con vida, ¿Quién demonios cuenta estas historias?”

—Piratas Del Caribe

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Espacio de interpretación:

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