Capitulo 7

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Valentina levantó la vista cuando vio a Juliana acercándose. La nadadora había estado en el gimnasio de la universidad. Drake le había contado que esos días habían hecho un plan de entrenamiento bastante suave por el hombro, que ya se estaba recuperando y parecía que llegaría en óptimas condiciones a Arizona. Notaba un cambio en la morena. Parecía no estar cómoda con los entrenamientos suaves, y de hecho, parecía algo estresada. Por su puesto que este estrés, cuando alguna chica se le acercaba a hablar, desaparecía.

Ahora estaba duchada y vestía con unos vaqueros rotos, una camiseta blanca amplia y en su muñeca tenía una correa de cuero. Su pelo largo estaba algo húmedo y le estaba sonriendo.

Valentina tragó hondo.

—A veces me pregunto si no te aburres de mirarme, luego recuerdo que si fuese por mí... podría mirarme todo el día.

Valentina puso una mueca de desagrado.

—¿Hemos terminado? —Le preguntó poniéndose de pie.

—Bueno, mi día aún no termina—Ladeó la cabeza—¿Quieres acompañarme a un lugar?

Valentina la miró desconfiada.

—¿Qué lugar?

—Ya lo verás cuando lleguemos—Respondió sosteniendo su bolso en su hombro, caminando hacia la puerta.

Valentina fue tras ella un poco en contra de su voluntad. Odiaba sentirse como una de esas chicas que perseguían a Juliana por todas partes, pero la realidad era que estar con ella en su día a día era parte del proyecto.

Caminaron hasta el auto de Juliana, Valentina no tenía ni idea de que marca era, pero era muy bonito y olía a ella. Un olor al que la rubia se estaba comenzando a acostumbrar y que tenía que aceptar que le gustaba mucho y no tenía idea de porqué.

La vio colocándose las gafas de sol mientras se miraba en el espejo retrovisor y sonrió.

—En promedio... ¿Cuántas horas al día te miras al espejo?

Juliana encendió el auto y la miró divertida.

—Dímelo tú. Has estado mirándome por más de una semana.

Valentina se sonrojó un poco ante esa declaración.

—Porque es necesario, no porque quiera—Le aclaró y Juliana sonrió ampliamente mirando hacia atrás para poner el auto en marcha de retroceso.

Valentina se dio cuenta de lo bonita que era su sonrisa de verdad.

—No he dicho lo contrario, rubia—Movió la palanca para ponerse en marcha—Pero se supone que los psicólogos son muy observadores y todo eso.

—Te gusta que te miren ¿verdad?

—¿A ti no?

—La verdad es que no. Me pone nerviosa.

—Bueno, eso depende también de quien te mire.

—A ti te da igual, te gusta que todos te miren.

—Por supuesto.

—Voy a terminar colocando en los resultados que eres una narcisista sin remedio.

Juliana puso un poco de música y siguió sonriendo.

—¿Solo porque tengo una autoestima adecuada soy narcisista?

Valentina rio irónica.

—¿Adecuada? Perdona, pero la tuya está por encima de eso.

—Pues mejor ¿no? —Se encogió de hombros—No es mi culpa haber nacido con esta cara. Además, es lo que atrae a las chicas.

—¿Tu cara? —Juliana negó.

—La actitud—Valentina se fijó en su brazo mientras Juliana ponía los cambios. No era un brazo grueso, sino más bien definido y en forma. Y era sexy. ¿Por qué demonios estaba pensando en que los brazos de Juliana eran sexys?, no tenía ni idea—Verás. La gente piensa que hay que ser guapa para ligar, pero en realidad no es así.

—Y lo dices tú ¿no? —Volvió a reír Valentina—Que eres muy fea...—Juliana sonrió mirándola de reojo.

—Entonces sí que piensas que soy guapa...—Valentina apartó la vista.

—Bueno, obviamente no eres fea.

Juliana rio divertida.

—Creo que es la primera vez que me dicen algo así.

—Porque estás acostumbrada a que te alaben. Pero conmigo ni lo sueñes.

—¿Y a ti, Valentina? ¿Te alaban?

—No tengo groupies como tú.

—No me refiero a eso—Volvió a cambiar la velocidad—Me refiero a que a todas las chicas les gusta que le digan lo guapas y fantásticas que son. Créeme, lo sé.

—¿Me estás contando una de tus técnicas para ligar?

—Depende—La miró de forma significativa—¿Estas interesada en ligar con chicas?

—La verdad es que no.

—¿Prefieres ligar con niñatos como el de la otra noche?

—¿Lucho?

—No recuerdo su nombre.

—No estaba ligando con él. La verdad es que ahora mismo no me interesa ligar con nadie.

—¿Por qué?

—Porque no....—La miró—¿A ti que es lo que te gusta de ligar con todas?

Juliana sonrió a medias. Las gafas la hacían ver interesante.

—No lo sé. El reto supongo...

Valentina rio.

—¿Cuál reto? Si las miras y ya caen rendidas. Pobres idiotas.

—Tienes razón, en realidad lo hago por el sexo—Admitió—Me encanta el sexo, eso es todo—Se detuvo y la miró—¿A ti no? —Valentina se sonrojó mucho—¿Te has sonrojado? —Rio.

—Mi vida sexual no te incumbe, Juliana.

Juliana no pudo evitar mirar su cuello mientras Valentina miraba por la ventanilla. Estaba teniendo cada vez más problemas para poder controlar sus pensamientos. Y cuando se sonrojaba y su piel tomaba ese torno carmesí, ella casi podía imaginarse pasando su nariz por esa blanca piel. Probablemente Valentina contendría la respiración y luego dejaría escapar un suave gemido cuando ella sacara su lengua y saboreara su piel...

¿Qué le estaba pasando? Se suponía que Valentina no le atraía, la verdad es que era demasiado inocente y virginal para su gusto... pero con cada día que pasaba junto a ella, sentía que no había sabido apreciar la belleza de la rubia antes. La verdad era una chica preciosa... y muy sexy.

—¿Juliana? —La morena agradeció tener las gafas de sol puestas. Ya que sus ojos se habían ido a su escote sin disimulo.

Estaba comenzando a pensar que Valentina había comenzado a usar esas camisetas a propósito. Pero claro, estaban en verano, tampoco podía culparla por querer ir fresca.

Ella podía pensar una forma en la que podría ir aún más fresca... y era estando sin ropa.

—¡Juliana!

—¿Qué?

—Te he preguntado si hemos llegado.

—Sí, hemos llegado. No tienes que gritar—Se bajó del auto y Valentina frunció el ceño.

—¿Qué hacemos aquí?

—¿Tu qué crees?

Valentina la siguió hasta el interior de la tienda de tatuajes. Siempre había querido entrar en una. En realidad, uno de sus deseos secretos era tatuarse. Pero era demasiado cobarde para si quiera atreverse a pisar un lugar así.

Sin embargo, allí estaba.

—Juliana, cariño—La saludó una chica que tenía tatuados ambos brazos por completo y Valentina no pudo evitar admirar las figuras—Pensé que te habías arrepentido.

Juliana le dio un abrazo amistoso.

—No me arrepiento nunca de las decisiones que tomo, Nora. Excepto porque aquella noche en Omaha. De eso me arrepentiré toda la vida—Rio. La chica miró a la rubia que estaba allí de pie y se veía algo perdida.

—¿Tu chica? —Le susurró y Juliana rio.

—¿Desde cuándo tengo una chica, Nora?—Respondió la morena y Nora le dio la razón—Valentina, esta es Nora, la mejor artista de San Diego.

—Ah venga, me sonrojas—Valentina la saludó amablemente.

—Bueno, comencemos...

—¿Juliana? —La aludida se giró y vio a una chica alta mirándola con asombro y molestia a la vez.

—Oh mierda—Murmuró para sí misma—¿Cuál era su nombre? —Sonrió forzadamente—Hola...—La chica se acercó enseguida a ella y sin medir fuerza le dio una fuerte cachetada.

Valentina abrió la boca sorprendida, pero terminó riendo.

—Así que ibas a llamarme ¿no? Mentirosa—Le pegó en el pecho y Juliana la cogió de los brazos para que se calmara.

—Oye, bonita, cálmate...—Miró alrededor. La tienda no estaba llena, pero había un par de personas mirando con curiosidad. Juliana solo esperaba que nadie la reconociera.

—¿Qué me calme? ¡¿Qué me calme?! ¿Cómo pudiste hacerme eso, Juliana? Luego de las noches que pasamos, de las promesas que hiciste...

—Eh, eh. Yo no le hago promesas a nadie.

—¿Te acuerdas al menos de mi nombre?

—Por supuesto—La chica alzó una ceja esperando a que lo dijera—¿Mayra? ¿Alice?

La chica gruñó frustrada y le pegó en el brazo.

—¡Soy Gina! —Bramó—Eres lo peor que me ha pasado en la vida—Juliana se paralizó cuando vio que había empezado a llorar—Entraste a mi vida y me desbastaste, Juliana Valdés...

—Oh no, no llores... nunca sé qué hacer cuando las mujeres lloran—Se mordió el labio y se acercó de forma incomoda rodeándola con sus brazos—Hey, oye... la pasamos bien ¿no?. Si no te llamé es porque he estado muy ocupada... entrenando para el mundial y todo eso...

—Es que... yo solo quería estar contigo... yo... nadie me ha tocado como tú lo hiciste...

—No pasa nada. Ya está—Juliana la atrajo más a su cuerpo—Siento no haberte llamado, pero ya sabes que yo no estoy en relaciones, cariño. No me gustan. Y te lo dije en todo momento.

—Yo no quería una relación, solo te quería a ti—Siguió llorando.

—Oye...—Se separó y la cogió suavemente de los hombros—¿Has venido a tatuarte?

La chica asintió secándose las lágrimas.

—Había venido a tatuarme "Juliana Valdés, Jódete"—Juliana tragó hondo.

—Creo que es mejor si escogemos algo mejor—Gina rio entre lágrimas—Venga, escoge y sale a mi cuenta.

—¿De verdad?

—De verdad. Tómalo como un regalo de despedida.

—¿Despedida?

—Lo siento, bonita. Pero ya te lo he dicho... no me gustan las relaciones.

Gina parecía abatida pero finalmente se calmó.

Cuando se giró notó que Valentina estaba llorando, pero de la risa.

—¿Qué tal la mejilla? —Le preguntó la rubia y Juliana la miró furibunda.

—Me alegra que te diviertas a mi costa, Carvajal.

—Lo siento, pero por un momento pensé que estaba viendo un capítulo de "The L Word".

Juliana la miró con interés.

—¿Has visto "The L Word"?

—Puede...

—Vaya, vaya...

Se miraron divertidas y Juliana por fin se sentó para hacerse su tatuaje. Valentina notó que de vez en cuando ponía alguna mueca de molestia, pero no parecía estarle doliendo demasiado. Eran unos símbolos separados por un pequeño espacio.

—¿Duele? —Le preguntó mientras la tatuadora hacía su trabajo?

—¿Me darías la mano si te digo que sí? —Preguntó picara—Porque en ese caso duele horrores—Nora rio por lo bajo.

—No cuela—Le respondió la rubia.

—Había que intentarlo—Valentina se dio la vuelta e intentó que Juliana no la viera sonriendo.

—¿Quién es? —Preguntó Nora en un susurro.

—Es... mi psicóloga personal.

—¿No es un poco joven? —Juliana rio.

—Sí, lo es.

—Es guapa.

—No es lo que piensas, Nora.

—Oh, venga. ¿Juliana Valdés no está interesada en una adorable y sexy rubia? No me lo creo.

—Valentina es diferente—Murmuró mirándola merodear por la tienda.

Nora se detuvo.

—¿Qué has dicho?

—Que no es...—Era verdad... ¿Qué coño estaba diciendo? —Olvídalo—Se miró el brazo distraída.

—Ay Juliana... creo que alguien ha captado por fin toda tu atención.

—No digas tonterías.

—Bueno...—Regresó a su labor—Algún día tenía que suceder—La miró a los ojos—El amor siempre llega, Julia.

—Deja de alucinar y termina con mi dolor—Le respondió Juliana furibunda.

Valentina por su parte estaba mirando algunos dibujos que estaban en la pared.

—¿Buscas algo especial? —Preguntó un chico que estaba quitándose unos guantes azules.

—No, yo no...

El chico sonrió.

—Déjame adivinar... solo miras por curiosidad—Valentina se encogió de hombros—¿No hay ninguno que te guste?

Valentina se fijó en un símbolo celta que estaba mezclado con una rosa. Le parecía tan bonito...

—Quizás otro día—Le dijo al chico y regresó con Juliana que ya tenía su nuevo y flamante tatuaje.

—¿Y? —Preguntó la morena.

La verdad era que le quedaba muy bien. ¿Y que no quedaría bien sobre esos definidos brazos?

—Está bien—Dijo Valentina sin demasiada emoción.

Salieron de allí, Juliana con una sonrisa de oreja a oreja y Valentina aun divertida por lo ocurrido con la chica.

—¡Juliana! —Justamente Gina salió y la morena se giró justo a tiempo para recibir un beso en los labios—Adiós—Le dijo luego.

Y cuando estuvieron en el auto Valentina no pudo evitar preguntar:

—Enserio, ¿Qué coño les haces?

Juliana la miró.

—Cuando quieras averiguarlo solo dímelo y te lo mostraré—Le guiñó un ojo y Valentina se estremeció por el sonido de sus palabras.

Por un momento la imagen de Juliana cerca de su rostro, sonriéndole seductoramente y acercando sus labios a los suyos la hizo tragar hondo.

—¿Valentina?

—¿Ah?

—Te he preguntado si te apetece comer algo—Puso el auto en marcha—Hoy me siento generosa.

Finalmente terminaron comiendo en un sitio de moda en San Diego en donde servían comida un tanto exótica. Aunque por suerte también servían una hamburguesa común y corriente y unas papas.

Juliana miraba orgullosa su tatuaje mientras que las miradas femeninas y masculinas ibas siempre sobre ella. Valentina se dijo que estaba claro que eso no le afectaba. Pero se preguntaba si todas esas miradas sobre ella, no incrementarían la presión con la que tenía que vivir a veces.

—Espera a que Renata lo vea—Rio Juliana dándole un sorbo a su té helado a través de la pajita, mientras esperaban la comida—Se va a morir—Pasó los dedos por el papel film que debía mantener allí un rato más.

—¿Quién es Renata?

—Mi representante—Le dio otro sorbo y Valentina miro sus labios. Juliana pareció notarlo porque le sonrió.

¿Por qué su sonrisa la estaba afectando últimamente?

Antes solía odiar esa sonrisa. Ahora... sentía cosas extrañas. Mierda, había sido mala idea haber aceptado ir a comer con ella. Pero tenía curiosidad sobre su dieta y sobre su día a día en general.

—¿Odia los tatuajes?

—Renata odia todo lo que no venda mi imagen. Cuando decidí salir del closet casi le da un ataque, por suerte mis patrocinadores no tuvieron ningún problema. Digamos que, hemos cambiado un poco la estrategia—Puso cara pensativa—Bueno, supongo que un tatuaje le va de maravilla a mi imagen de chica mala ¿no? Además, luego vendrá uno para la espalda—Levantó ambas cejas.

Valentina le dio un sorbo a su agua con gas.

—¿Eso no te hace sentir aún más presión, Juliana? Todo el tema de la imagen o los patrocinadores...

—Oh si—Asintió—Pero estoy acostumbrada, pequeña.

—De todas formas, aunque lo estés, supongo que a veces sentirás que te supera.

Juliana la miró de forma penetrante.

—Supongo que si—Valentina hizo unas anotaciones—¿No podemos tener una conversación normal sin que anotes cosas?

—No estamos en una cita, Juliana. Ya sabes para lo que estoy aquí—Levantó la vista y la vio sonriendo divertida.

—¿Te gustaría ir a una cita conmigo, pequeña Carvajal? —Susurró colocando ambos codos sobre la mesa, para acercarse más y mirarla de esa forma que hacía que el corazón de Valentina latiera con fuerza.

—Ya te dije que no me...

—...gustan las chicas—Asintió—Pero también te dije que no lo sabrías hasta que lo probaras.

—Si voy a probarlo no va a ser contigo, Juliana.

—¿Por qué no? —Su voz se escuchaba raposa—¿Te da miedo de que te guste?

Valentina decidió seguirle el juego y acercó su rostro.

—¿Y qué tal si es a ti la que te gusta? —Valentina notó que Juliana miraba sus labios y luego sonreía.

—A mí ya me gustan.

—Hablaba de que puedo gustarte yo.

—¿Quién dice que no me gustas ya?

Valentina sintió que su corazón dejaba de latir y que unas cosquillas invadían su estómago ante esa declaración.

Escucharon el carraspeo del camarero que traía sus platos y Valentina intentó calmarse. Juliana solo estaba jugando, solo estaba intentando meterse bajo su piel... no podía dejarla. Apostaba que la morena ni siquiera solía ir a citas.

Miró la comida de la morena y abrió los ojos como platos.

—¿Te vas a comer todo eso?

Allí había de todo: carbohidratos, proteínas, verduras... no podía creer que alguien pudiera comerse todo eso.

—Tu mírame—Sonrió la morena comenzando a devorar mientras Valentina intentaba aun calmarse y hacia hueco para su pequeña hamburguesa.

Estaba disfrutando de sus papas cuando el móvil de Juliana comenzó a sonar. Valentina pensó que la morena haría lo de siempre: miraría quien era y decidiría que no valía la pena contestar. Probablemente lo hacía con la mayoría de "sus chicas". Pero la vio frunciendo el ceño con preocupación y contestar enseguida.

—¿Hola?... sí, soy yo, dígame, Doctor Guerra—Juliana dejó el tenedor a un lado limpiándose las manos mientras escuchaba a su interlocutor—No, no... voy saliendo hacia allí ahora mismo—Se puso de pie sacando un montón de billetes para dejarlos sobre la mesa.

—¿Juliana? —Pero la morena ya estaba caminando hacia la salida.

Valentina miró la comida a medio terminar y se levantó llevándose las papas para el camino. Se subió al auto y vio que Juliana estaba algo alterada.

—¿Qué pasa? —Preguntó, pero la morena puso el auto en marcha sin decir una palabra, así que Valentina no quiso presionarla.

Se concentró en sus anotaciones y notó que Juliana iba a una gran velocidad, esquivando autos mientras su ceño seguía fruncido.

No fue hasta que estuvieron delante de un gran edificio cuando Juliana apretó con fuerza el volante y luego se giró para ver a Valentina.

—Puedes quedarte en el auto si quieres. Sin embargo, no voy a impedir que vengas conmigo... solo te pido discreción con lo que estás a punto de ver, Valentina. Esta es una parte de mi vida que no suelo mostrarle a nadie.

Valentina asintió seria y la siguió dentro del lugar. No sabía por qué se la estaba mostrando a ella. Esperaba que no fuese solo por el proyecto... esperaba que fuese porque Juliana estaba comenzando a confiar en ella.

"Clínica de salud mental y de larga estancia San Diego CA"

Pudo leer en el letrero y se sintió intrigada.

Juliana caminó por los pasillos como si supiera el camino de memoria y llegaron hasta una zona en la que una puerta de metal dividía el pasillo.

—Valdés... Guadalupe Valdés—Anunció al hombre que estaba allí y este asintió, Valentina fue tras ella pero el hombre la detuvo—Está bien, David, viene conmigo—La miró de reojo. Parecía preocupada y estresada a partes iguales.

Llegaron hasta una puerta desde donde se escuchaban gritos.

Juliana entró sin dudar y la vio hablando con un hombre de color, que vestía una bata blanca y parecía estarle explicando algunas cosas. Una mujer estaba en el fondo, intentando golpear su cabeza con la ventana mientras dos enfermeras trataban de impedir que se hiciera daño.

—Señora Valdés, por favor... —Decía una de las mujeres.

Y entonces Valentina lo entendió.

Esa era la madre de Juliana. La recordaba por la fotografía, aunque ahora estaba algo diferente.

La mujer era igual de alta y esbelta, y no parecía mayor de los cuarenta años. Su pelo estaba lleno de canas, pero era largo y sedoso. Y Valentina pudo ver exactamente de quien había heredado su belleza.

No podía ver su cara porque estaba de espaldas a la puerta, pero escuchó al doctor decir que se había roto la frente y que no habían podido curarla aún.

—¡Me lo ha dicho! ¡Me lo ha dicho! —Exclamaba la mujer intentando soltarse del agarre de las enfermeras.

—Mamá...—Juliana se acercó enseguida—Mamá soy yo, Juliana—Las enfermeras se apartaron—Mamá, mírame...—Intentó cogerla del brazo, pero Lupe le dio un manotazo—¡Mamá! —La cogió de los hombros.

—Juliana me ha dicho que estaría allí afuera, en la ventana, ella...

—Mamá, estoy aquí... mírame, aquí—Le habló con firmeza, pero con un tono de voz que Valentina no le había escuchado en todos esos días. Era una mezcla de cariño, con dolor... un dolor muy intrínseco que si no era los suficiente agudo, no serias capaz de escuchar.

Pero que estaba allí. Valentina podía palparlo. Ese dolor que te consume en silencio... que te destroza desde adentro hasta que sale a la superficie y es demasiado tarde.

—Ella... ella...

—Mamá—Repitió—Estoy aquí, tu hija está aquí.

—¡No! —Intentó pegarse otra vez contra la ventana, pero Juliana la abrazó con sus fuertes brazos—¡Juliana! ¡Juliana! —Gritaba y lloraba, hasta que se quedó sin fuerza.

Valentina podía ver la desesperación en el rostro de la nadadora, pero se mantuvo firme. La vio tragando hondo y cerrando los ojos.

—Shhh—Le susurró—Estoy aquí, mamá... estoy aquí.

—¿Juliana? —Lupe se separó mirándola y Juliana asintió, pasando sus dedos por la herida que tenía en la frente—Juliana los hombres... los hombres...—Señaló.

—Está bien, mamá. Los hombres ya no están.

—¿Te hicieron daño?

—No, no me hicieron daño, estoy bien.

—Bien... bien. Deberías ir a vestirte, pronto tienes práctica. No querrás llegar tarde. Te haré tu merienda.

Valentina sintió ganas de apartar la vista. Aquello era demasiado personal... era un lado de Juliana que nunca imaginó... que nunca pensó ver. Mirarla observando a su madre con tanto amor... hacía que le doliera el pecho.

—Por supuesto. Pero antes dejarás que esta señorita te cure la frente ¿sí?

La mujer asintió un poco más calmada sentándose sobre la cama que estaba también manchada de sangre. Juliana se acuclilló junto a ella sosteniéndole la mano mientras la enfermera hacía su trabajo.

—A veces es la única que puede calmarla—Le comentó la otra enfermera a Valentina, que seguía en la puerta.

—¿Tiene ataques muy seguido?

—No, y generalmente no son tan fuertes—Siguió susurrando—Pero es lo que tiene esta enfermedad ¿sabes? Te va consumiendo...

Valentina estuvo muy tentada a preguntar que enfermedad era. Aunque por supuesto que ya se hacía una idea. Pero le pareció una falta de respeto para Juliana y su intimidad, así que no lo hizo.

Siguió observando como esa engreída y odiosa nadadora, besaba con cariño la mano de su madre mientras le hablaba en un tono calmado y amoroso. Haciéndola reír un poco.

La mirada de Lupe se veía perdida por momentos. Como si estuviera allí solo físicamente. Pero eso no detenía a Juliana que seguía allí calmándola con suaves caricias sobre su mano.

—Listo—Anunció la enfermera que había estado cuidándola—Has sido muy valiente, Lupita.

La mujer se quedó allí sentada y la rubia se dio cuenta de que su mano temblaba, no lo había notado antes. Juliana cogió ambas manos y dejó otro beso.

—Mamá...—Pero parecía haberse perdido en su propio mundo. Juliana miró al doctor—¿Qué ha pasado con la medicación?

—Hemos tenido que cambiarla, pero ya hemos dado con la dosis adecuada, no te preocupes.

La nadadora se puso de pie, el cambio en su expresión fue evidente.

—¿Qué no me preocupe? Vengo y encuentro a mi madre con sangre en la frente...

—Ha sido un accidente.

—Pago una cantidad enorme de dinero para que la cuiden porque yo no puedo hacerlo por mi profesión y por la universidad—Sus ojos estaban llenos de furia, pero Valentina también podía notar el miedo.

—Señorita, Valdés—Comenzó a decir el doctor, cuyo apellido era "Guerra" ya que lo ponía en la bata—Cuidamos a todos nuestros pacientes porque sabemos que sus familiares dejan una gran responsabilidad en nuestras manos, pero tiene que entender que estas cosas a veces ocurren... usted misma sabe cómo suelen ser los ataques de su madre.

Juliana cogió aire intentando calmarse.

—Hacia mucho que no tenía alucinaciones...

—Generalmente estas se dan al inicio de la enfermedad, pero a veces aparecen luego. Tomaremos medidas.

—No quiero que la mantengan sedada, no les pago para eso.

—No será el caso. Pero comprenderá que en este caso es necesario—La morena asintió—Gracias por venir, ha sido de mucha ayuda.

Miraron a Lupe que estaba recostada luego de que le inyectaran algo para calmarla.

—¿Va a seguir pasando?

—Me temo que sí.

—¿Cuántos años más le quedan...? —Su voz se quebró.

—No lo sé, Juliana. Esta enfermedad tiene una esperanza de vida de unos cinco o seis años... pueden ser más—Juliana asintió otra vez y se acercó a la cama.

Lupe la miró somnolienta.

—Volveré luego ¿sí? Se buena...—La mujer pestañeó y luego se quedó dormida.

Juliana salió de allí sin mirar a Valentina y esta no supo que hacer más que seguirla.

Cuando salieron Juliana se subió sobre el capó del auto con la mandíbula apretada.

—Joder, daría lo que fuera por un cigarro ahora mismo.

Valentina se abrazó a si misma mirando su precioso perfil. Todo había sido muy intenso, pero definitivamente luego de ver todo eso, no podía evitar mirar a Juliana de forma diferente. Al final no tenía la vida tan perfecta que ella creía... y tampoco era alguien egoísta y sin corazón.

Juliana Valdés seguía siendo una caja de sorpresas.

—¿Estás bien? —Le susurró sentándose a su lado.

—Siento que hayas tenido que ver eso—Le respondió aun mirando al frente.

Valentina negó.

—No tienes que disculparte por nada.

Estuvieron así en silencio durante unos minutos. Valentina solo quería que se sintiera acompañada. Ni siquiera quería preguntarle cosas, como buena estudiante de psicología. Sabía que Juliana debía estar sintiendo muchas cosas y debía dejar que procesara todo.

—Tiene Demencia con Cuerpo de Lewy—La escuchó decir de repente—Es una enfermedad degenerativa de la mente...

—Sé lo que es—Asintió Valentina—Oye, no tienes que contarme nada. No esta vez. Lo entiendo.

Y la morena se sobresaltó cuando sintió la mano de Valentina sobre la suya. Sus dedos eran largos y cálidos. Sintió su corazón latir de prisa al ver ambas manos juntas y al sentir su roce.

Levantó la vista y vio a Valentina mirándola con un entendimiento que nunca esperó encontrar. Podía perderse en ese azul para siempre. Podía dejar que la rubia la mirara de esa forma durante toda su vida y sería algo fantástico...

—No siento vergüenza—Dijo—Solo... es muy difícil. Por eso no te lo conté...

—Está bien, Juliana. Lo entiendo, de verdad—Valentina apartó su mano y Juliana se sorprendió al darse cuenta de que ya echaba de menos su contacto.

¿Qué le estaba haciendo esa rubia?

Deseaba su contacto, deseaba su mirada... deseaba tantas cosas.

Se quedaron un rato más allí en silencio, hasta que Juliana fue capaz de conducir y llevar a Valentina a casa.

****

Eva tuvo ciertos problemas para coordinar a la hora de introducir la llave de casa, pero finalmente lo había logrado. Luego de que acabara su turno en el videoclub, había decidido salir con algunos amigos que hacía mucho no veía... y había terminado bastante perjudicada. En realidad, había descubierto que estando borracha no tenía que pensar en según qué cosas. Lo cual era lo único que quería.

No había visto a Juliana desde la pelea en la fiesta y no sabía qué hacer. Era demasiado orgullosa como para ir a disculparse y obviamente Juliana tampoco lo haría. No tendría por qué. Bueno, quizás borracha como estaba ahora sí que sería capaz... pero ya estaba en casa y lo único que quería era tirarse en la cama. Ya hablaría con la morena y la camelaría con sexo oral.

O no...

Estaba subiendo las escaleras cuando escuchó voces.

—Yo que sé, fue un día algo extraño—Estaba diciendo Valentina a Sara.

—Te has ido por muchas horas.

—Ya...

En ese momento León entró con algunos papeles en la mano.

—Hola, cariño—Saludó a Valentina—¿Cómo va ese proyecto?

—Fantástico —Eva puso los ojos en blanco y entonces Elena también apareció.

—¿Necesitas algo? ¿Dinero... lo que sea?

—Estoy bien, mamá. Pero en unos días viajaré con Juliana a Arizona. Tiene una competencia allí. Sara vendrá conmigo.

—Me parece bien, pero cuídate mucho ¿vale? —Le dijo Elena con preocupación—Por cierto León, ¿Eva ha llegado?

—No lo sé ¿Has visto a tu hermana?

—No...

León bufó.

—Siempre hace lo mismo. ¿Qué le cuesta hacer una llamada telefónica?

—Es una irresponsable.

—Mamá...—Intentó decir Valentina.

—¿Qué? Sabes muy bien como es.

—¿Alguna vez se han parado a pensar porque Eva es así?—La rubia mayor se dejó caer en las escaleras para escuchar aquello—Eva los ha necesitado mucho más que yo y ni siquiera se han dado cuenta...

—¿De qué estás hablando, Valentina?

—De que también es su hija y en lugar de llamarla irresponsable, podrian incentivarla como hacen conmigo.

—Tú no necesitas que te incentivemos. Lo haces por ti sola.

—Pues háganlo con ella. Porque es muy inteligente y lo saben. Simplemente no ha tomado las mejores decisiones...—Suspiró—Quizás deberían pensar ustedes por qué. Vamos, Sari—Eva se puso de pie y subió a toda prisa antes de ser descubierta.

Entró en su habitación con todo dándole vueltas y se tumbó sobre la cama, preguntándose si todo había sido producto de la borrachera o si ella de verdad había escuchado a su hermana menor diciendo esas cosas y... defendiéndola.

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Mini maratón 💙

Esta historia NO me pertenece es una adaptación realizada con la AUTORIZACIÓN de su autora Buttonupjuno

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