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Personaje: Bernard Girikaran
Ambientada en: Orion no Kikuin
Advertencia: nop.
Nota: nombres en japonés.

└◌───❀*̥˚───◌───❀*̥˚┘


Mi mirada no se despegaba del ordenador, realizando el trabajo que me habían designado. Lo cierto era que tenía la mandíbula apretada y el ceño fruncido, claro indicador de que estaba enfadada. Quería entrar en el sistema y borrar todo, pero no podía.

Una mano en mi hombro me hizo dar un brinco pero al escuchar una risa, esa risa, me relajé. Elevé la cabeza para mirar al peliblanco, que me miraba con una pequeña sonrisa.

—Bernard, no te escuché entrar.

—No me extraña. Siempre te enfocas en el trabajo.

Hice una mueca, bajando la mirada.

—No quiero que se enfade...

Bernard apretó la mandíbula levemente por lo que tomé la mano que había apoyado en mi hombro.

—Ya te he dicho que...

—Querido. —lo corté, frunciendo el ceño. —No sigas esa frase.

Suspiró, posando su mirada azul en mi ordenador. Se quedó un tanto estático.

—¿Estás adelantando trabajo?

—Quiero que estés algo libre para que pases tiempo con Froy.

—Hanan...

—Bernard, es tu hermanito.

Volvió a suspirar, esta vez alzando la mirada al cielo.

—Padre me necesita. —replicó, posando su mirada en mí. —Lo sabes.

—Froy también te necesita, Bernard. —contraataqué, levantándome y caminando hacia la ventana. —Es un niño que necesita a su hermano mayor.

—Hanan...

Me giré a mirarlo.

—Froy quiere ser tan bueno como tú, ¿no te das cuenta?

Hizo una mueca, para luego ladear la cabeza hacia la puerta. Era su padre, llamándolo. Me miró, con expresión derrotada.

—Ve, yo iré con Froy.

—Hanan...

—No voy a dejar a Froy solo en la mansión. —lo corté, frunciendo el ceño con molestia. —Ve con tu padre.

Se me quedó mirando unos segundos. Luego, se acercó a mí y tomó mi rostro entre sus manos.

—No te merezco. —musitó.

—Cállate.

Soltó una pequeña risa, para luego besar mis labios de forma casta. Me dedicó una pequeña sonrisa, para luego girarse sobre su eje y salir de la habitación.

Solté un suspiro, desviando mi mirada a la foto de mi familia en mi mesa. No podía evitar sentirme culpable por dejar a mis hermanitos tanto tiempo solos ahora que nuestra madre había muerto. Papá siempre me sacaba esos pensamientos, diciendo que ellos estaban bien.

Ahora, lo que más me preocupaba, era el pequeño Froy.




(...)




La limusina paró delante de la enorme mansión de los Girikanan. Uno de los mayordomos salió y me abrió la puerta. No dije nada, me limité a salir del coche y caminar detrás de él. Se sorprendió cuando le pregunté por Froy, pero se recompuso con facilidad.

Nada más entrar en la habitación, pude ver al pequeño peliblanco sentado en el sofá, con un balón de fútbol en las manos y mirando al suelo con gesto ausente. Cuando escuchó mis pasos, alzó la cabeza y su mirada azul —igual a la de su hermano— brilló.

—¡Hanan! —exclamó.

Soltó el balón, bajó de un salto y corrió hacia mí. Ya me había agachado a su altura, por lo que me limité a abrir los brazos y recibirlo. No tardó en saltar sobre mí, logrando que me riera.

—Hola, copito, tienes buen aspecto.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó, ansioso.

—He venido a estar contigo. —toqué su nariz con un dedo y él la frunció. —¿Qué te parece eso?

—¿De verdad? —sus ojitos brillaron de nuevo. —¿Mucho tiempo?

—Hasta que te canses de mí.

Soltó un pequeño gritito de emoción, volviendo a abrazarme y escondiendo la cara en el hueco de mi cuello. Me reí, acariciando su pelo con una mano.

—¿Y mi hermano? —me preguntó.

—Ya sabes como es tu hermano, copito. Siempre quiere hacer todo él. —hizo una mueca triste. —Eh, no pongas esa cara. Podemos jugar al fútbol, si quieres.

—¿Enserio?

Era tan bonito ver como sus ojos brillaban de emoción. Froy era la ternura en persona.

—Sí, quiero ver lo bueno que te has vuelto.

Sonrió de oreja a oreja, soltándome y corriendo hacia el balón. Lo atrapó entre las manos y me miró emocionado.

—¡Ya verás! ¡He mejorado mucho!

Me reí, mientras él me tomaba de la mano y me arrastraba al patio. Era increíble como podía corretear tanto cuando sus piernas eran tan cortas. Me recordó a él, y sentí una pequeña punzada en el pecho al pensar que mis hermanitos no pasaban conmigo todo el tiempo que yo quería.

—¡Ya verás! —exclamó.

Soltó mi mano y se alejó unos pasos. Me miró sonriendo y luego comenzó a dar pequeños toques al balón, sin borrar la felicidad de su blanquecino rostro. Se había vuelto mucho más ágil desde la ultima vez que lo había visto patear el balón. Estaba haciendo amagos de regates e incluso trataba de meter giros en el medio.

El balón le dio en la cabeza y la sorpresa invadió su cara. Se echó a reír, sentado en el suelo, luego de haberse caído. Su risa me hizo sonreír y me acerqué a él.

—Has mejorado mucho, copito. —lo halagué.

Dejó de reír y me miró con su sonrisa de oreja a oreja.

—¿De verdad lo crees?

Me agaché a su altura.

—Yo jamás te mentiría, copito.

Volvió a reírse, para luego tirarse hacia mí, colgándose de mi cuello. Me reí con él, mientras lo agarraba para que no acabara en el suelo. Me miraba con aquella brillante sonrisa que me hizo recordar a la primera vez que Bernard me había sonreído de aquella manera. Eran tan iguales, aunque no se dieran cuenta.

—¿Juegas conmigo? —me preguntó, mirándome a través de sus pestañas.

—Pensaba que nunca me lo pedirías.

Lo dejé en el suelo y caminé hacia el balón, elevándolo del suelo. Le di varios toques con el muslo, lo pasé por encima de mi cabeza, le di con el tacón y aterrizó cerca de Froy, quien me miraba con la boca abierta. Me reí y él le dio una patadita al balón para luego correr hacia mí.

No sabría decir con certeza cuanto tiempo estuve jugando con él, pero escuchar su risa, ver su cara llena de felicidad, valía totalmente la pena. Coloqué mis brazos en jarras, viendo como estaba apoyado en sus rodillas y jadeaba, aún así, no borraba su sonrisa.

—Parece que os habéis estado divirtiendo.

Ambos giramos la cabeza al escuchar aquella voz. Me sorprendí al ver a Bernard observándonos con una pequeña sonrisa en su rostro, mientras aguantaba de su chaqueta de traje en su hombro.

—¡Hermano!

Froy salió disparado hacia él, para luego abrazarse a sus piernas. El mayor colocó su mano libre en el pelo de su hermanito, revolviéndolo levemente. El pequeño tenía una enorme sonrisa que hizo que me diera un vuelco al corazón.

—Hijo, ¿por qué no juegas con ellos un rato?

Valentin miraba a sus dos hijos sonriendo, luego de salir del vehículo. Froy no tardó mucho en lanzarse a abrazarlo, mientras el mayor de los Girikanan me miraba. Sonrió, para luego desviar la mirada. Fue cuando me di cuenta de que Bernard se acercaba a mí, con una botella en la mano, luego de haber dejado su chaqueta en una silla.

—Tienes una pinta horrible, querida. —se burló, mientras me tendía la botella.

—Eres un encanto. —murmuré con ironía.

Sonrió, mientras me observaba beber. Casi me reí al sentir una presión en una de mis piernas, bajando la mirada para ver al pequeño peliblanco mirándonos con emoción.

—¿Qué ocurre, copito?

—Hermano, ¿juegas con nosotros?

Froy hizo un pequeño puchero mirando a su hermano mayor. Conocía esa estrategia, los dos demonios que tenía de hermanos la usaban conmigo casi todos los días.

—No sé...

—Juega con ellos, Bernard.

—Padre....

Valentin miraba a su hijo mayor sonriendo.

—Has trabajado mucho hoy, hijo. Te mereces desconectar.

Froy abrió la boca, mientras sus ojos brillaban mucho más que antes. Soltó nuestras piernas y comenzó a dar pequeños botes en el sitio.

—¿Aun tienes energía? —pregunté, sabiendo de sobras la respuesta.

—¡Claro que sí!

El pequeño era medio hiperactivo cuando su hermano y su padre hablaban con él de fútbol. Era más que obvio.

Bernard atrapó el balón y comenzó a dar toques con él, mientras su hermano lo miraba emocionado. Luego de unos segundos se lanzó a jugar con él, y el mayor no dudó en enseñarle a regatear mucho mejor de lo que ya sabía.

—Hanan.

Me giré hacia el padre de ambos, el cual me hizo una seña. Caminé hacia él, sin poder evitar mirar de nuevo a los dos hermanos jugando juntos.

—Gracias.

—¿Ah?

Lo miré confundida.

—Siempre te preocupas por mis dos hijos. —posó una mano en mi hombro. —Te agradezco que cuides a ambos tanto.

—Creo que sabe de sobra que quiero a Bernard. —señalé, entornando los ojos. —Y Froy...no puedo evitar acordarme de mis hermanitos cuando lo veo...

Bajé la mirada al suelo sin poder evitarlo. Estar tanto tiempo sin ellos me hacía doler el pecho.

—Es por eso que he decidido darte unas pequeñas vacaciones.

—¿Ah?

—Hanan, no dejas de ayudarme con Orion y mis hijos. No conozco a alguien tan puro como tú. —me sonrió, haciendo que ladeara la cabeza. —Por eso no puedo evitar fijarme en qué te duele estar siempre lejos de tus hermanos. Quiero que te tomes unos días libres y vayas a casa.

—Pero...

—Nos las arreglaremos sin ti, no te preocupes. Estoy seguro de que tus hermanos y tu padre también te necesitan.

Me mordí el interior de la mejilla derecha, notando como me temblaba el labio inferior.

—Gracias...

—NO tienes que agradecerme nada, Hanan. Ya sabes que puedes pedirme lo que sea.

Asentí y él me dio un suave apretón en el hombro. Miré de nuevo a los dos hermanos, los cuales parecían estar descansando.

El de coleta, el que llevaba años logrando acelerar mi corazón, clavó su mirada azul en mí. Sonrió de forma leve y me hizo un gesto con la mano para que me acercase a ellos. Froy se dio cuenta y comenzó a dar botes emocionado, mientras me gritaba que jugara con ellos.

—La felicidad de un niño pequeño, ¿qué hay mejor que eso? —murmuró Valentin a mi lado.

—Nada. No hay nada mejor.

Caminé hacia ellos, sabiendo que el padre de ambos estaba sonriendo con mi respuesta. Esa era la respuesta de Orion. La búsqueda de la felicidad de aquellos niños que no tenían lo mismo que nosotros. Por eso había decidido ayudarlos con Orion, por mucho que Bernard me hubiera insistido en que no era necesario. Su sorpresa había sido cuando su madre, Irina, había dicho que mi mente era buena para Orion. Y luego añadió algo sobre prometidos.

Nosotros no estábamos prometidos cuando me uní a Orion, ni siquiera ahora. Antes, porque teníamos poco más de diecisiete. Dos años después, Bernard ni siquiera se esforzaba en ocultar nuestra relación a nadie. Y por increíble que pudiera parecer, a su madre le parecía bien. A esa mujer que nada parecía gustarle, aparentemente yo le gustaba para su primogénito. Aunque bueno, me había conocido hacía muchos años atrás.

—¿Qué te ha dicho mi padre?

—Quiere que me tome unas vacaciones. —respondí, robándole el balón y haciendo que me mirase indignado. —Y que vaya a ver a mis hermanos y a mi padre.

—¿Tus hermanos?

Desvié mi mirada hacia Froy.

—Si, copito. Algún día te los presentaré y podrás jugar con ellos. ¿Qué te parece?

—¿Enserio? —volvió a dar botes a mi alrededor. —¡Es genial! —dejó de darlos y me miró preocupado. —¿Y si no les gusto?

Me agaché a su altura.

—Te adorarán. —le apreté suavemente una mejilla, haciendo que se sonrojara. —Eres adorable, copito.

Soltó un chillido indignado, como cada vez que le decía eso y nos robó el balón. Bernard se echó a reír, mientras sacudía la cabeza.

—No supera lo de ser adorable.

—Bueno, es como tú. —señalé, logrando que me mirase. —Tu también eras adorable cuando tenías su edad.

—¿Era?

Sonreí de lado, mientras él alzaba una ceja.

—Ya no lo eres, lo siento.

—¿Cómo dices?

Me reí, sabiendo que fingía ofenderse.

—Tu hermanito te ganó en eso, querido.

Soltó el aire de forma exagerada, mientras se llevaba la mano al pecho, donde estaba el corazón. Aún así, se le escapó una pequeña carcajada que trató de cortar.

—Traicionado por mi propio hermano.

Froy giró la cabeza para mirarnos, confundido.

—¿Ah?

—Nada, tu hermano es un poco exagerado.

—¿Qué yo soy un exagerado?

—Lo eres, querido.

—Parecéis mamá y papá. —señaló Froy, sonriendo de lado. —¿Cuándo os vais a casar como ellos?

Ambos lo miramos, creo que tratando de ocultar nuestra sorpresa.

—Somos muy jóvenes, copito.

Bernard me miró de reojo, mientras su hermano parecía confundido.

—¿Hay una edad para casarse?

Me dejó a cuadros.

 ¿De verdad tenía cuatro años ?

—No, no la hay. —respondió Bernard por mí. —Pero creemos que es muy pronto.

—Ah, pero os casaréis algún día, ¿verdad?

Me agaché a su altura.

—Puede.

Froy sonrió, para luego abrazarme, casi tirándome al suelo. A veces era demasiado enérgico y me tomaba por sorpresa, como en esa ocasión.

—Tú ya eres mi hermana mayor. —me susurró.

—Copito...

Sonrió ampliamente, entrecerrando los ojos y marcando sus pequeños hoyuelos. Bernard nos observaba con curiosidad, seguramente quería saber que era lo que su hermanito me había dicho.

—Eres un encanto, Froy.

Se echó a reír, mientras se encogía de hombros, para luego volver a patear el balón con alegría. Bernard se acercó a mí y rodeó mis hombros con un brazo mientras ambos observábamos al pequeño peliblanco.

—Tu hermano es increíble.

—Sí. —soltó un suspiro. —Lo es.


¡Hola, hola! ¿Qué tal estáis? Espero que bien.

Tenía ganas de hacer un One Shot de Bernard, la verdad. Al principio no sabía si me caía bien o mal, pero es que en el fondo es un amor. Y Froy... Bueno, es que de pequeño es una monada.

Estoy subiendo de Orion porque junto con Ares son las que tengo más reciente. Pero también habrá de la original y de las temporadas de Go.

¿Qué os ha parecido? ¿Os ha gustado?

¡Nos leemos en comentarios!

~ I 👑


|Publicado|:08/02/2021

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