²

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

'Incompatibles'

O

'érase una vez un muchacho que creía en el horóscopo y los signos, pero sabía de eso tanto como la escritora, por lo que es un conocimiento nulo, apenas conversacional y conveniente a sus situaciones'



No hizo falta voltear a ver el rostro de Park Jimin para saber que este reprobaba su reciente resolución. Pero estaba más allá de preocuparse por lo que le dijese ya. Si había tomado una decisión, no andaría marcha atrás.

–Lo que harás es una completa estupidez –sin embargo, Jimin no era bueno callando lo que pensaba, como si no resistiese su impulso de sinceridad innecesaria.

–No lo entiendes –habló, y su voz misma sonó tan miserable que se estremeció–, la amo, Chim. Esto es por ella, pero también por mí.

Jimin se rascó las pelotas, bien ahí frente a él y a medio shopping antes de menear la cabeza y chasquear la lengua.

–Haz lo que quieras, pero no digas que no te lo advertí.

Y sin que fuese una contradicción –aunque en realidad era más bien una muestra poderosa de lealtad–, Jimin abrió la puerta del local de tatuajes Jeon's T. Tan siquiera sin poner un pie dentro, lo envolvió una densa nube de perfume y lo saludó un rostro familiar que, a juzgar por la reacción de Jimin, que calló y esperó en las sillas junto a la mesa a rebosar de revistas de diseños, no resultaba un encuentro agradable.

–Hola –dijo Seokjin, pero fue más una pregunta que un saludo.

–Hola, bienvenido –respondió el muchacho, abrupto y enrojeciendo cuando pareció notar que estaba siendo grosero. Seokjin lo vio respirar hondo, apretando los labios en una línea fina unos segundos, para luego soltar el aire y sonreír tímidamente–. Pasa, adelante, ¿qué se te ofrece?

–Uhm, sí –se rascó el brazo, nervioso–. Un tatuaje, por favor.

¿Acaso estaba pidiendo un café? Sacudió la cabeza y se relajó. No quería darle más material a Jimin para que lo fastidie. Caminó hasta el mostrador, donde posó los codos antes que un gesto del tatuador le señalase el letrero donde se leía "Por favor, no apoyarse en el cristal del mostrador. Gracias". Se disculpó y saltó hacia atrás. Escuchó a Jimin toser una risa.

–De acuerdo, ¿qué es lo que tienes en mente? –Buscó en un cajón y retiró unas carpetas con folios–. ¿Algún diseño en específico?, ¿quieres ver el muestrario? O puedo dibujar algo para ti de acuerdo a tus sugerencias...

–No, no –lo interrumpió, y armándose de valor, dijo–: quiero tatuarme el nombre de mi novia.

La expresión del tatuador no manifestó ningún grado de burla, como ocurrió con todos a quienes les comentó su deseo. Por lo que Seokjin dejó ir por fin los nervios y sonrió animado cuando el chico, Jeon Jungkook según leyó por encima del hombro en un diploma, abrió las carpetas de folios y le enseñó diversos tipos de caligrafías.

+

(Un año después)

Kim Seokjin no salió de su casa en todo el fin de semana. Humillado, y dolido principalmente, porque encontró a su novia con alguien más. Jimin lo había llamado, diciéndole que era urgente que lo acompañase a una fiesta donde se encontraba su amigo de sábanas, Min Yoongi, y aunque estaba reticente a salir de casa, decidió ser un buen amigo e ir en su ayuda. Cuando llegó, no tuvo que esperar que Jimin lo pusiera en contexto porque entrando en la casa, sintiendo las entrañas saltar ante los altoparlantes resonando en todas partes y las luces mareándolo un poco, la vio.

En retrospectiva, las discusiones que tuvo con Jimin, quien no paraba de decirle que terminase su relación, que no le agradaba ella o que no los veía realmente enamorados, eran apenas una alerta que no quiso ver. Ahora, el nombre Jieun en su antebrazo parece una broma cruel. Aunque, no puede negar, el diseño sea exquisito. Lo trazó con la uña mordida en su ataque de nervios mientras esperaba que su teléfono dejase de sonar. No soportaba ver a su ex sonriendo en la pantalla como si nada hubiera ocurrido. Y estaba muy ocupado hurgando en su cabeza todo momento que vivió con ella, sin otro motivo más que torturar su corazón.

+

No es algo de lo que se enorgullezca, pero tampoco está en plan de negar que sigue cuentas en Instagram de astrología y tarot. También, que revisa su horóscopo religiosamente. Tampoco es que presume un master en interpretar aquellos designios ambiguos, pero le trasmite cierta calma tener palabras que le hablen a él y sus circunstancias momentáneas. De hecho, aunque suele arrojarse por lo que lo que quiere sin reflexionar consecuencias, cuando conoció a Lee Jieun no pudo sino ir a sus fuentes de saber zodiacal.

Por cortesía de Jimin, que con su encanto atraía multitudes que luego sus inseguridades repelían –¡típico libriano!–, tuvo el dato de que Jieun cumplía en mayo 16. Una taurina de tercer decanato. Difícil para mostrar sus emociones, pero una vez conseguían bajar la guardia... Sí, Seokjin fue optimista. Además, en la web del Horóscopo Negro –página que no le falla–, se mencionó su compatibilidad en lo que a sexo se trata.

Para ese momento, Seokjin no vio por qué no intentarlo con alguien tan opuesto a él. Jieun le parecía una muchacha hermosa, más allá de lo que puede decir. Rostro pequeño, ojos calculadores, pero con una suavidad reservada para sus amigos, labios seductores, sobre todo cuando están en un mohín de enfado por alguna de sus bromas. Y un cuerpo que lo hacía delirar si se le quedaba viendo con aquellos jeans ajustados... La deseó a primera vista, el amor llegó después.

Su romance fue tan fogoso que temieron sobrepasarse y fundirse en el otro. No vio Seokjin el peligro y, ambicioso, buscó más. Aquella fuente de placer que halló en la piel de alabastro de Jieun no hizo sino volverlo adicto. Intoxicarlo hasta que su afán de alejarse para buscar otro ligue quedó derribado por una insospechada cantidad de apego que lo llevó a proponerle salir. Como novios.

–¿Haces eso? –Había sonreído Jieun, mientras se aplicaba labial ante el espejo y lo enfocaba por el reflejo del mismo, Seokjin estaba en la cama, derrumbado por un placentero encuentro reciente–; ¿crees que puedas manejarlo?

–Sí, ¿y tú?

La muchacha había dejado caer su pijama, que consistía en prendas tan pero tan delgadas que era casi cómico pensar que cubrirían su exultante desnudez, y unido a él en la cama. Con un beso que despejó cualquier miedo que Seokjin no admitió, respondió a su interrogante.

Y entonces salieron. Se amaron con ese tipo de romance que no parece ostentoso como para mencionar, aunque sí para recalcar que fue genuino y pasional. Dos años después se separaron.

–La he visto esta mañana –comentó Jimin cuando entró a su apartamento sin ser invitado a pasar–, creo que está de verdad arrepentida por lo que hizo.

Lo estaba. Seokjin había conversado con ella. El perdón le había sentado como una patada en la garganta, pero valió para que su enojo se disipe. ¿Cómo podía culparla por no amarlo tanto como al principio? Sí, falló en serle honesto, pero cuando pudo corrigió su fallo –que Seokjin le retrucó con una ácida acusación de "¡lo besaste!"– y le dejó la vía libre para que continúe. El dolor que lo empuja a la cama, la humillación que lo hace evitar espejos, es suyo. No algo que cargarle a cuestas a su ex.

–¿Helado?

Jimin aceptó. Seokjin sirvió dos copones y su atracón le terminó de convencer para actuar a continuación.

+

Según recordaba, la tienda de tatuajes de Jeon Jungkook –que Jimin admitió luego haberse cogido, o ser cogido por él, o ambas opciones–, estaba en el primer piso del shopping. Y cuando ingresó al local y una oleada de perfume a incienso –o alguna sahumación– le asfixió, se tranquilizó. El lugar había redecorado, cambiando la escasa mueblería por un estilo vintage mientras que en las paredes blancas se exponían fotografías del tatuador con celebridades. Reconoció a Sope, un dúo de raperos, y a la solista Hyori.

–Bienvenido a Jeon's T.

–Hola –dijo, con un ánimo algo exagerado que dejó un poco descolocado al tatuador–. Oh, claro, no me recuerdas, soy Seokjin, vine hace meses por un tatuaje...

Si algo tenía a favor Jungkook, le concedió Seokjin, era que no evidenciaba burla. Ni siquiera cuando tenía ante él a alguien que le dejaba en bandeja tomarlo a broma.

–Supongo que sí –los ojos de Jungkook bajaron al suelo y se movieron a un lado, se rascó el cuello unos segundos lo que le permitió a Seokjin ver todos los tatuajes que decoraban la piel del artista de tinta permanente–, creo que te recuerdo. ¿Llevaste un nombre, verdad?

–¡Sí, ese fui!

Jungkook asintió simplemente. Su cabello y aretes se balancearon y, aunque era un poco prejuicioso de su parte, notó lo poco que encajaba el muchacho en el entorno tan pulcramente ordenado. Como si no perteneciese, pero no se distrajo demasiado cuando este le consultó:

–¿Vienes por otro?

Entonces, Seokjin se desinfló. Casi estuvo por recargarse en el mostrador, pero esta vez a tiempo leyó la advertencia. Se sonrojó, sonriendo cuando Jungkook apretó los labios como si hubiera estado a punto de indicarle exactamente eso.

–Al contrario, quiero tapar el nombre –se apresuró a decir, ante el mutismo del chico–, no porque sea feo, es muy bueno tu trabajo, elegante incluso, casi me da pena cubrirlo, pero no tiene sentido que lo exhiba si...

Un piquete de dolor le azuzó el pecho y se rascó sin notarlo. Ahora, la vergüenza se espesó en su lengua y le costó no soltarle a Jungkook, el apacible tatuador, todo lo que se ha estado reservando para sus pensamientos deprimentes del domingo. ¿Qué era esto? ¿Una sesión terapéutica exprés? Bufó, tal vez fuese el incienso, tal vez la expresión serena del tatuador o el hecho de que está enfrentando el cierre de su relación. De un amor que lo arropó y lo elevó hasta lo alto y ahora lo había abandonado allá en la cima para que solo haga el camino de bajada.

–Entiendo.

Y con la misma calma desquiciante, que Seokjin en otro momento y en otra persona hubiera odiado, pero que encuentra reconfortante en el tatuador, procedió a explicarle cómo sería el proceso.

+

Por alguna razón, Seokjin ante más opciones disponía, menos podía decidirse. Sabía que de hecho era una paradoja, pero no recordaba quien la desarrolló así que dejó pendiente la referencia para otra ocasión comentarle al tatuador. Lo que sí dijo fue:

–Eres muy talentoso –apreciando los diseños y notando la expresividad de los dibujos aun cuando fueran meros trazos y líneas–. ¿Cómo lo logras? Si es que... Wow, no puedo dejar de verlos.

–Gracias, es práctica –fue el turno del tatuador para sonrojarse y por fin, ¡por fin!, abandonar la estoicidad y mostrar su contento ante la morisqueta graciosa de Seokjin–, y demasiado tiempo perdido de clases, supongo.

–Mi tiempo de clases lo perdía comiendo o durmiendo, ¿será por eso que mi talento es pasarme en atracones sin salir de la cama?, ¿es un talento válido para Guinness?

–Eh –Jungkook arrugó la nariz–, ¿quizá? No lo sé, tengo por regla no comer en la cama. Detesto las migas y odiaría ensuciar mis sábanas.

Oh, cuánto podría bromear Seokjin sobre ello. Aun así, se contuvo. No era apropiado. Llevaban alrededor de tres días viéndose, luego de que Jungkook le propusiera crear un diseño a gusto, combinando elementos de su elección para que creasen una manga corta que cubriera el tatuaje, pero que también se luciera.

Seokjin se hubiera conformado con un tachón encima del nombre, pero la oferta de verse más rudo, tal como le parecía Jungkook con sus múltiples tatuajes, le atrajo más. No se preguntó si acaso era que le atraía Jungkook, con su cabello largo enroscado en una coleta despeinada, aquella tendencia al color negro y delineador grueso; fue Jimin quien abordó el asunto, a su manera discreta:

–¿Quieres cogértelo? ¡Pero es mi ex! ¿Qué clases de códigos de amistad manejas?

Seokjin había rodado los ojos, hastiado del parloteo de Jimin. Sabía que este no iba en serio, sino que lo provocaba para que al fin admitiese la verdad. Sin embargo, ¿cuál era la verdad? Sí, no hacía falta que le dijesen lo guapo que Jungkook es. Tampoco que le recordasen que ya no tenía por qué llorarle al recuerdo de su relación. O darle a conocer el estado civil del tatuador –soltero hace cinco meses, su última relación fue de apenas el doble de tiempo con Kim Taehyung, un capricorniano con quien tenía alta química zodiacal. Pero no estaba del todo seguro de si de verdad podría hacer una jugada.

–¿Qué te parece?

–Adorable –sonrió ante el boceto de un perro que representaba a su mascota perdida no hace mucho tiempo–, lo extraño, ¿sabes? Era quisquilloso, mordelón, pero era compañía fiel, ¿mmm?

–Lo siento –la mano de Jungkook, con sus dedos manchados de tinta, se posó sobre la suya sobre el mostrador.

Para Seokjin no hubo cosquilleo en el estómago, que era indicador de atracción; ni una pequeña descarga de electricidad, que significaba deseo; apenas sí un calor que se coló en su sistema y lo obligó a apartarse. Pero al ver la mueca de extrañeza de Jungkook, volvió a acercarse, esta vez siendo él quien encerrase la mano del otro. Le dio un apretón juguetón, para disimular el incidente y no delatar que estaba nervioso.

Tal vez sí le gustaba Jungkook, aunque era pronto para admitirlo.

+

La próxima vez que se vieron, Seokjin hizo bailotear una bolsa de gominolas ante Jungkook que arqueó una ceja interrogante.

–Dulces para achuchar al cerebro a que piense mejor.

–Oh, vaya, gracias –el tatuador se comió una buena porción de dulces, dejando sus labios y lengua enrojecidos y apetecibles a simple vista.

Seokjin reparó en ello porque estuvo muy pendiente de esa boca delgadita que sonríe cada vez más ante sus chistes. Y si algo podía ablandar el travieso corazón de Seokjin era el humor. Se había encontrado bromeando y, aunque creyó que no, Jungkook devolvió las pullas hasta que las risas lograron que en su interior florezca algo muy semejante al cariño.

Solo que el cariño, pensaba él, necesitaba de algo más. Sino, sería mera ilusión simpática. Tal vez una proyección suya que atribuye al tatuador cuando este apenas es amable y no corresponde su intención. ¿Pero qué intención sería esa si ni siquiera puede sincerar que le gusta? Por ahora, quiere aferrarse al trato cliente–tatuador. Aunque ni eso basta para describirlos.

–¡Estás jugando conmigo! –Jungkook se tapó la nariz mientras se reía, algo que lo hacía verse tierno y ridículo a la vez–, Jeon, sé serio.

–No es mentira, ¡de verdad le tatué el trasero a Kim Namjoon!

Jimin, como amigo celoso y chismoso que lo acompaña cada que puede, se ahogó con el batido que bebía. Tosió y su rostro fue de un rojo chillón hasta que alzó los brazos y pudo respirar con normalidad. Jungkook, que en lo general ignoraba al chico, se disculpó y le ofreció un poco de agua fresca de la máquina detrás en el estudio. Seokjin vio a su amigo ir detrás del mostrador, haciéndole gestos de ánimo y señalando a Jungkook, antes de perderse en la habitación indicaba. Allí donde estaba la silla –que a Seokjin le recordaba a la de los dentistas– y la instrumental de tatuajes.

–Y supongo que tu modestia te impidió enmarcar una foto y dejárnosla ver a tus demás clientes –asintió cuando Jungkook terminó de colorear un pequeño cuadro referenciando a El principito–, sería una publicidad infalible.

–Calla, fue vergonzoso –Jungkook alineó los lápices con cuidado, dejando a Seokjin impaciente–, además, se ve mejor en mi mesilla de noche.

Abriendo la boca hasta que le crujió la mandíbula, Seokjin se arrojó hacia delante, sosteniendo el hombro de Jungkook cuando dijo:

–¡Necesito ver eso!

–¿No piensas que es muy arrojado de tu parte autoinvitarte a mi cuarto, hyung?

Y aunque retrocedió, meneando la cabeza y aguantando otra estruendosa carcajada, Seokjin supo que no. Que era exactamente eso lo que quería. Y debía, cuanto antes, hacer un movimiento.

+

Como cada vez que requería abordar un asunto importante, Seokjin se dirigió al portal de Horóscopo negro y escribió: Compatibilidad Virgo y Sagitario. Para cuando acabó de leer, se masajeó los ojos y suspiró apesadumbrado. ¡Tan poco compatibles tenían que ser! Si es que no necesitó leer que eran demasiado diferentes, eso saltaba a la vista. Aun así, no insistió en ello. Porque, a la par que se desanimaba por lo que leía, se dio cuenta de cómo la mala experiencia con alguien que también era su opuesto le acobardó.

En consecuencia a lo investigado, al siguiente encuentro, fracasó en no portarse distante. Y es que, también valía decirlo, era tiempo de cubrir el nombre de Jieun. Claro que sería movilizante. Si es que Seokjin podría ser un comediante nato, pero tampoco era un irresponsable afectivo –expresión que había leído en algún lado y que le retumbó en la cabeza hasta hoy–, por lo que tomaba en serio cuanto le ocurría en la cabeza como en el corazón. Y su corazón estaba un poco alicaído, como si latir fuese apenas una obligación y no un deseo urgente por vivir a pleno.

El tatuador no presionó cuando encontró en Seokjin un silencio áspero, pero sí le contestó al oírlo quejarse por lo que hizo tiempo atrás.

–No eres un tonto –defendió con fiereza Jungkook, mientras continuó repasando las últimas líneas en la hoja –. Al contrario, respeto lo que has hecho.

–Pff, claro, ¿qué me vas a decir? No puedes burlarte de mí hasta que me haya ido.

Jungkook levantó la vista, frunciendo las cejas y apretando los labios como si estuviera tentado a gritarle. Aun así, cuando habló, fue suave.

–Te enamoraste, hyung –sonó como si le hablara a un niño y tal vez la actitud de Seokjin lo pareciera– y fue tanto tu amor que creíste que era para siempre, por eso te lo tatuaste. ¿Y qué si terminó? ¿Te hace menos valiente? No lo creo. Amar así, sin pensar en que podría llegar al fin –se rascó la nariz sin notar que se manchó de tinta–, bueno, es un modo genial de amar. Tal vez el único amor que vale la pena buscar.

No se habló por lo que restó la primera sesión de tatuaje, pero Seokjin se ocupó de observar el rostro concentrado de Jungkook. Tanto así, que no dio una sola mirada al nombre de quien ya no habita en su corazón –o sí, pero en un lugar algo apartado del centro.

+

Dolía como la mierda, expresó Seokjin en su fuero interno. Pero cuando regresó al local de tatuajes fingió que era tan valiente como Kim Namjoon que se tatuó el trasero. Aunque, bueno, él no tendría tampoco coraje para grabar en su glúteo una postal del Río Han. A lo sumo, pondría un letrerito que rezase: Entre sin golpear.

–¡Calla! –Regañó Jungkook–, harás que me tiemble el pulso si me río.

–Bien, cierro la boca.

–Qué milagro sería ese –refunfuñó Jimin, que lo había videollamado porque estaba en el trabajo–, oye, levanta el celular que te estoy viendo el escaso vello del pecho.

No estaba de humor para soportar el mal genio de Jimin, que no quería hablar ni una palabra sobre Min Yoongi. Cuando estuviese listo, le contaría al respecto y Seokjin sería más amigo de lo que ahora puede ser:

–Lo siento, se oye borroso, Chim –dijo, mientras maniobraba para cortarle la llamada–. ¡Adiós!

–¡No te atrev...!

Solos, Seokjin dejó el teléfono a un lado. Volvió a concentrarse en Jungkook y en cómo trabajaba dedicado. Un mechón de cabello cayó de la coleta y Seokjin no resistió a tomarlo, con delicadeza para no distraer a Jungkook, y lo llevó detrás de la oreja. Decidido y habiendo avanzado en terreno, jugó con los múltiples pierciengs del muchacho, viendo de reojo cómo Jungkook sonreía nimio.

Tal vez este pequeño momento determinó sus emociones, porque Seokjin dejó ir cualquier temor resiliente en su cuerpo.

–Lo sabes, ¿no? Que me gustas.

Jungkook apagó la máquina tatuadora, dejándola a un costado sobre la mesa con los demás utensilios. Se quitó los guantes y se pasó las manos por el rostro antes de conectar su mirada con la de Seokjin. Lo que vio allí fue una declaración más que honesta, una genuina demostración de sentimientos que alentó a Seokjin a enderezarse en la silla para encarar a Jungkook. Fue un duelo de miradas amistoso, porque ni uno ni otro competía, sino más bien que se invitaron a descubrirse, para que lo que siguiera a continuación no se oscureciera con dudas ni inseguridades.

–También me gustas –respondió Jungkook, y valió para que Seokjin se muerda los labios y asienta encantado de no estar solo en esto.

+

El conocimiento de que se gustaban no alteró la dinámica entre los dos. Por supuesto, a Seokjin se le escapaban algunos comentarios o toques ligeros al otro que, aunque era receptivo, todavía era más profesional para no mezclar su trabajo con sus emociones.

–No es una pregunta retórica, te estoy invitando a una cita.

–Estoy trabajando, hyung –y era cierto, la muchacha que se estaba perforando el ombligo carraspeó para enfatizar lo dicho por Jungkook, pero Seokjin le guiñó un ojo con picardía para obtener su favor.

–¿No está haciendo un día precioso? –comentó la muchacha, ganándose un poco más la simpatía de Seokjin–, he visto que armaron una feria artesanal detrás del shopping, junto al estacionamiento.

–¡Tú adoras las ferias! –Argumentó Seokjin–; y yo adoro estar contigo, ¿qué no ves que es un gran plan?

–No es un plan si se te acaba de ocurrir –protestó Jungkook, que limpió la perforación y la cubrió para evitar que la ropa de la muchacha moviese el piercieng–, puedes retirarlo hoy mismo, pero por consejo diría que lo conserves cubierto por unos días. Ten, el folleto describe los cuidados recomendados.

Una vez la chica se marchó, no sin antes levantar los pulgares a Seokjin de un modo en nada discreto, Jungkook se cruzó de brazos.

–Anda, ¿podemos esperar hasta mañana con la manga?

No era solo por la cita, también era que a Seokjin le dolía el brazo y quería posponer un poco la siguiente sesión. Tenía una baja resistencia al dolor, lo que no le platicó a Jungkook porque quiso preservar su dignidad intacta.

–Es increíble cómo te las ingeniaste para volver cómplice a Hyejin –la clienta, Seokjin no le había entendido el nombre cuando se presentó, pero le había avergonzado preguntar–. Aunque sí, mejor vamos a la feria. Estoy algo cansado hoy y mis ojos escuecen.

Seokjin quiso andar a la mano, pero estarían en público y no era algo prudente por hacer. Aun así, antes de salir sujetó el rostro de Jungkook y vio aquellos ojos enormes y brillantes. Leyó en ellos el agotamiento y se compadeció por Jungkook y su cursado universitario. Él mismo recordaba lo que implicaba, un sacrificio a costa del cansancio mental que pocos valoraban. Como él, que se decantó por meterse a trabajar en el restó de su hermano en lugar de continuar estudiando algo por lo que ya había perdido interés.

–Ni siquiera te has delineado –dijo, acariciando con los pulgares las mejillas de Jungkook y deseando tanto besarlo que evitó ver su boca para no perder la compostura–, ¿no te sientes desnudo?

–Si ese fuese el caso, no te dejaría tocarme así en mi negocio –bromeó Jungkook, y enseguida enroscó los brazos en su cintura para estrecharlo–, ¿vamos?

–Claro.

Se apartaron, no sin que Seokjin bese la mejilla de Jungkook, en un punto tan cercano a sus labios que declaró de por sí sus deseos de moverse hasta completar el camino. Jungkook suspiró, tembloroso, y fue también su manera de decirle a Seokjin que también lo sentía.

Para Seokjin era una novedad esta relación. Y no quería estropearlo. Si algo no se perdonaría sería perder a Jungkook antes siquiera de desmentir a los astros que los designaron incompatibles.

+

Jungkook lo rechazó. Seokjin, por toda respuesta, rio. Una carcajada que llamó la atención de las demás personas en la pista de patinaje.

–Me alegra ver que lo tomes con humor –habló Jungkook cuando notó que se calmó–, lo siento, hyung.

Sí, Seokjin era un poco despistado, pero hasta él había notado y oído que le gustaba a Jungkook. De no estar confiado en esta información, no habría planeado cita tras cita –que ya perdió la cuenta de cuántas iban– y un momento ideal para declararse. Había tenido una sola relación seria –con Jieun, quien ya no está perpetuada en el lienzo de su brazo, pero a quien todavía likea en redes porque no quiere ser el ex resentido– y recibido la lección de la primera: no ser tan sagitariano. Es decir, no ser un aventurero impulsivo.

Por lo tanto, su segunda relación tendría el sustento de una lección previa y, claro está, la carga sentimental que es diferente a la de su primera pareja. A Jieun la amó con la piel hasta que, paulatinamente, aquel placer compartido se fundió en su torrente sanguíneo y trasmutó en una materia consistente muy similar a la lava porque quemó su cuerpo desde el interior. Algunos, sencillamente, le dirían del sexo al amor. Seokjin quería no ser tan críptico y buscar explayarse. Así, podría explicar en adelante lo que sucedía con Jungkook.

Conocer a Jungkook había sido una mera casualidad. Aun cuando Jimin lo haya llevado adrede ahí porque sabía que era un artista impresionante. Seokjin podría haber pasado del tatuador como hizo con cada coqueteo que tuvo durante su periodo de duelo romántico –aunque no fue así con Im Jaebeom, a quien sí se comió enterito–. En cambio, encontró un punto de descanso. Porque eso era Jungkook. Mientras Seokjin iba tropezando con todo lo que encontrase, Jungkook le ofreció un paraje para que detuviera el aluvión de pensamientos y sentimientos que lo atolondraban en su día a día desde que Jieun terminó con él.

Para Seokjin, la estabilidad era un mito. Algo que le contaban a los jóvenes para asustarlos y hacerlos desear no crecer. Por eso, era un adulto un poco peculiar. Creía, con una convicción ganada desde el ser hijo menor, y por ende mimado, que no tenía por qué renunciar a sus pasiones, a su modo avasallante y poco serio de ser. ¿Qué era la adultez? Ni siquiera había cómo responder con una sola definición. Lo mismo aplicaba al amor. Y así, amó a Jieun con todo de sí hasta que se apropió de ese amor y lo volvió parte de él. Y cuando acabó, no supo qué hacer para extirpar aquella masa pegajosa que filtraba a veces de sus ojos y tenía que excusar con reacciones alérgicas o películas de trama triste.

Fue Jungkook quien le enseñó que no tenía por qué deshacerse de ella. Y que, aun cuando esto no se lo dijo, era parte de él. Seokjin era ese amor y lo sería así siempre, hasta cuando cambiase de opinión. O volviese a amar. Jungkook le recordó su propia premisa de crecer siendo lo que es y sin domesticarse a un casillero adulto convencional.

Era un adulto que abandonó la universidad para trabajar porque no tenía pasión, talento o vocación para una profesión real –más allá de comer y dormir que quedó claro que no contaban; era un adulto poco ético porque pretendía al ex sexo putamente delicioso –como lo describió Jimin– de su mejor amigo; y era un adulto que amaba con la imprudencia de un niño, entregado y convencido de los parasiempre y los porsiemprefelices.

–Pero quiero estar contigo y tú... yo creí que también.

–Quiero, solo no estoy listo –un sonrojo arañó las mejillas del tatuador.

También era Jungkook quien le enseñara a ser paciente.

+

La paciencia no era natural de los sagitarios. Aun así, Seokjin estaba dispuesto a conquistar un poco de carácter práctico y no desperdiciar energías cuando, al fin y al cabo, dependía de Jungkook aceptar por fin salir con él. Como novios.

–Sales de un corazón roto y te postulas a otro –le había comentado sin malicia Jimin cierto día–, ¿por qué no tienes más cuidado, hyung?

Seokjin lo envolvió en un abrazo apretado, como si quisiera estrangularlo. Luego, besó la frente de Jimin que enrojeció y le pellizcó el estómago haciéndolo saltar. Su amigo tenía estos modos de cuidarlo un tanto hoscos, y anti libriano, pero así y todo, no querría a nadie más sosteniendo sus miedos cuando no puede con ellos. Después de todo, su amistad tenía una compatibilidad poderosa. Se apoyarán mutuamente y juntos serán capaces de afrontar todo tipo de contratiempos. Así los referían los astros.

–No se trata de eso –buscó cómo explicarse sin sonar patético–, estoy dispuesto a intentarlo. No voy a insultar a Jungkook con mi miedo a ser herido, no lo merece. Ni yo tampoco, ¿no te parece?

Su amigo torció la boca, aunque asintió eventualmente. Un debate en su cabeza debió concluir a favor de Seokjin porque dijo entonces:

–Estaré ahí para ti, de todas formas. Puedo recoger tu miserable existencia si todo se derrumba –sonrió–, aunque también puedo abrazar tu asquerosa faceta enamorada e intentar contagiarme del ánimo. Yoongi estaría menos gruñón si así fuera.

Al final, Jimin le había confesado que Yoongi le pidió salir. Y si Seokjin sintió un poco de envidia porque Jimin aceptó sin pestañear, no fue demasiado como para no compartir la alegría. Su horóscopo lo había anticipado, incluso: una semana para estar entre amigos, divertirse e integrar a su pareja. Solo que Jungkook no respondía sus llamadas y mensajes, y cuando lo visitaba en la tienda –ahora que debían esperar que la manga cure para retocar detalles finales– lo ignoraba. Y de esto también se hizo eco el horóscopo: procure contenerse y hágase un tiempo para hablar profundamente con su alma gemela sobre esos temas o actitudes que últimamente ella tiene y a usted no le agradan.

-Te extrañé –fue lo que dijo Jungkook, cuando Seokjin abrió la puerta de su apartamento.

Y luego un beso. Lo que no debería por qué contar como la mejor experiencia de su vida desde que esa misma mañana encontró un billete en el bolsillo del pantalón que estuvo a punto de lavar. Pero sí. Porque besar es siempre una expresión conmovedora. Depende de qué contexto rodee al beso, a quiénes involucre y la motivación detrás de ello. El beso era el primero desde que se declararon. El beso de Jeon Jungkook, el chico por el que siente que puede sortear astros y estallar constelaciones para que pinten sus ojos de brillos. El beso con motivo del reencuentro y de la aceptación de sus sentimientos, pero también no iban a mentirse: era el preludio.

¿Qué había dicho el horóscopo sobre el amor? ¿Qué de la compatibilidad entre sagitario y virgo? En ese momento, Seokjin mandó al diablo toda especulación zodiacal. No porque de pronto no creyese en ello, sino porque él sabía que esto no funcionaba apenas por la fe en los designios astrales. Lo supo todo el tiempo, pero le gustaba jugar con que mucho de lo que ocurría en su vida no era producto de sus actos y decisiones. No obstante, no quería atribuirle el mérito al presente en que, desnudos y enredados uno en el otro, Jungkook por fin confesó:

–Te quiero –el susurro cosquilleó contra sus labios.

Un virgo con el corazón expuesto, un muchacho de cabellos despeinados que presume un bello sonrojo por el placer febril con que se unieron. En la cama de Jungkook, que apenas los puede contener, pero que no les privó de divertirse retozando y conquistando terrenos en la piel del otro. Exploradores galácticos hallando vida en los suspiros y aterrizando besos en los lunares ajenos.

Un sagitario con el corazón rebosante de dicha, un muchacho de mirada conmovida que presume una sonrisa terriblemente empalagosa y que no se cohíbe porque todavía en su estómago esté la evidencia del clímax de su pareja. En la cama del tatuador, Seokjin encontró que no pudo contenerse y exigió a su cuerpo exprese lo que ha soportado estando lejos cuando su estado natural debía ser siempre allí, yaciendo en el calor del otro.

Movió la mano de Jungkook, quien se dejó hacer como si fuese un muñeco, y la posó en su corazón. Este, palpitó sonatas de amor para el muchacho que sonrió sin entender por qué Seokjin tomó su dedo y comenzó a garabatear en su pecho.

–Lo quiero por escrito... –y Jungkook bajó el rostro para presionar un beso allí, comunicándole a aquel latir atolondrado que no era necesario la tinta para saber que correspondía–, en el trasero.

Porque, después de todo, era Kim Seokjin. ¿Cómo iba a resistir la broma? Y su fortuna fue que Jungkook le apretujó el culo, dando risitas incrédulas por lo anticlimático que era aquella confesión. Aunque no almacenó dudas de que, pese al chiste, esto era sincero. Que lo suyo no estaba escrito en el horóscopo, sino en el modo y la simpleza con que deslizaron en torno al otro y dejaron que el romance los encuentre dispuestos a vivirlo sin que nada dictase cómo.

FIN.










Nota:

Aclaración de interés: no tengo idea de signos, más o menos como Seokjin. De hecho, soy muy como Seokjin en general, aunque comparta signo con JungKook.

¿Fracasé como virginiana? ¿o es porque soy ascendente sagitario? Quizá. ¿Ustedes qué tal con sus signos?

, me pediste comedia, pero me salió con algo de drama y filosofía barata. Espero que igual te guste.

Nada, esto me hizo reflexionar. Mis respetos a quienes se tatuen a alguien que aman aún cuando saben que el amor puede acabar. Y a los que como yo, no lo haríamos, seamos menos críticos, you know?

Los que no sean Simur², sepan que este OS es parte de los regalos por los 500 seguidores. Tardé y tardaré en completarlos porque, you know?, uni y vida se me cruzan y me impiden escribir. Pero cumpliré.

Si llegaste hasta acá: ¡gracias por leer!

:)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro