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Antes de leer:
Con este Os no pretendo ofender ni aprobar o desaprobar ciertos temas. Es ficción, ¿sí? Y desde el respeto escribo, así que espero respeto también ¿Vio?

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"Let them say it how they want
If i can love you good, it's no one's fault"
-100 Ways; Jackson Wang

A su edad... Quizá convenía no mencionar su edad desde el principio.

Sonrió alzando la copa con el vino más delicioso que probó y era todo lo que podía hacer para no arrojarla contra el carismático Doctor Jung.

«Me tiene que estar jodiendo», pensó.

—Supongo que lo sorprendí al abordarlo esta noche... —dijo el hombre junto a él, quien tuvo el buen juicio de apartarse cuando desvió los ojos rabiosos hasta él; no que lo haga retractarse de lo que dijo anteriormente—. Puedo entender si tienes... dificultades para... si es que...

Sintió una puntada detrás de la mandíbula, producto de la presión de estar apretando los dientes para no soltarle gruñidos al atractivo hombre que lo molestó en la velada. ¿Cómo es que había caído en esta treta de Jung HoSeok?

—No tengo ninguna dificultad en... ningún ámbito —se jactó, enviándole una advertencia con la mirada y deteniéndose en la expresión soñadora que el hombre compuso al oírlo—. Pero debo tener interés en ello, o es una causa perdida antes de iniciar.

Ahí, la decepción cubrió la agraciada vista del hombre. ¿Cómo es que Jung se los conseguía tan guapos? Había que sincerarse este sujeto podría hacer que se le doblen las rodillas si continuaba lamiendo sutilmente el borde de la copa en muestra de lo que es capaz cuando se le ofrece algo que llevarse a la boca. Algo duro, humedecido en la punta y palpitante. Y que no tiene, como debió aclarar, ninguna dificultad de responder. Gracias.

Mas no. No iba a aceptar a un puto enviado por Jung. Tenía dignidad y no estaba desesperado como para aceptar pagar por sexo.

—Como tú, soy bueno en mi trabajo —¿Sería posible que un hombre ronronee? Porque el sonidito de la garganta del hombre lo parecía.

—No lo dudo —TaeHyung no ofendería a un hombre que defiende su trabajo incluso si no lo aprueba—. Aunque, y ruego me disculpes, te desligo del contrato que hayas concertado, gracias.

La mueca de diversión del puto, ¿por qué mejor no le preguntaba el nombre y dejaba de referirse así de él?, porque no. Cualquier atisbo de amabilidad se borró cuando vio a Jung alzar su copa, desde el otro lado del salón, en un brindis engañoso. Al segundo, tuvo a este hombre —que vaya que llevaba bien sobre los huesos ese traje ajustado y de corte recto— diciéndole sin tapujos que quería hacerle...

—¿No quieres, entonces? —consultó nuevamente el puto, ahora sonando ligeramente mimoso. Le empalagó más que el delicioso vino de su copa, y se pasó distraídamente la lengua por los labios persiguiendo el borde de azúcar picante—. Sin que corra a cuenta de nadie, cortesía de la casa.

El hombre cerró uno de sus ojos en un guiño juguetón y casi lo hizo ceder. Pero, de nuevo, sacudió cualquier tentación y se resistió. Entendía el por qué su amigo llegó a estas instancias para animarlo en lo que él creía era una racha de abstinencia sexual. Tal vez llegó tiempo de ser honesto con HoSeok, aunque no era apenas él quien saldría perjudicado si la bocota de su amigo dejaba escapar, como quien dice, al gato de la bolsa.

Escrutó al hombre, buscando no está seguro de qué, y se distrajo viendo los brillantes y saltones ojos, la nariz ancha y la boca delgada. Podía atreverse a más y estudió la mandíbula fuerte y debajo un cuello grueso que incitaba a primitivamente marcarlo. El resto del cuerpo, joven y poderoso como lo evidenciaba esa postura segura con la que lo enfrentaba, simplemente fue demasiado para sus instintos ya achispados por el vino. No era un bebedor, y tampoco un hombre de voluntad férrea, por lo que sacudió su cabeza y centró su mente en la propuesta.

¿Es que daba tanta pena que un puto se ofrecía a consentirlo, y ni siquiera a un módico precio, sino completamente con un servicio gratuito?

Qué patético se sintió, y bordeó con sus labios el filo de la copa queriendo cortarse la lengua antes de decirle algún comentario grosero al puto. Sobre todo, porque el sujeto era guapo y amable; seguramente no intuía cuánto le hería.

—Qué... oferta generosa —carraspeó, logrando que su voz parezca nacer de un tronco viejo—. Pero estoy bien solo, gracias.

«Mentiroso» oyó decir en su mente, y pudo jurar que esa voz entonó casi como el maldito de Jung. Lo peor es que no le faltaba razón. No estaba en absoluto bien. Menos solo. Había llegado un punto en que la soledad, que abrazó desde que se divorció hace cinco años, comenzó a incomodarle. Sobre todo, porque no era una soledad física la que sentía.

Tras el divorcio con Hyejin optó por mantener una vida ligera y sin compromisos. Si bien el fin de su matrimonio no fue violento, apenas un desentendimiento de sentimientos —si es que tenía sentido tal expresión—, no dejó de lastimarle pasar de estar en pareja con alguien que amó en profundidad a encontrarse eligiendo solo el menú de la semana. Había cedido la casa para que Hyejin permaneciera en ella con sus dos hijos menores, y se mudó —otro escenario, aterrador para un adulto mañoso y quisquilloso— a un departamento más pequeño. No era física su soledad en el plano cotidiano, puesto que Taeil, su hijo mayor, sorprendentemente decidió vivir con él. Gesto sorpresivo debido a los diferentes caracteres de padre e hijo, pero apreciado por el adulto tonto que no deja de mimarlo incluso si recibe comentarios sarcásticos y bromas a cambio.

Tampoco su soledad pasaba por conocer a alguien. Había salido con personas, más que nada con hombres desde que se percibió interesado en ellos, y todas fueron —en mayor o menor medida— experiencias satisfactorias. Alucinantes. Sexys y excitantes. Por lo cual, no se preocupó por establecer contacto más allá de un acostón.

—No lo parece —dijo el puto, trayendo a TaeHyung de nuevo al presente—. Te he visto desde que llegaste, ya sabes, para ver cómo acercarme a ti, y no has hecho más que fruncir el ceño y beber pequeños sorbos de un vino que sabe a jarabe para la tos.

Se hubiera ofendido por la apreciación al vino sino hubiera hecho el exacto comentario que hizo su hija que hace poco cumplió los siete años, Taeha, cuando robó un sorbito de su copa en una cena de Navidad. Se regañó por la comparación absurda, ¿cómo es que llegó a siquiera dudar en aceptar la proposición del puto cuando el hombre —si lo admitía— podía ser su hijo?

Aunque, ¿qué podía él alegar escrúpulos?; ciertamente, era el menos indicado...

—Eres un niño —ofreció una sonrisa por primera vez relajada y eso bastó para que el puto relaje sus hombros y se acerque a él, cómplice, y pase un brazo por debajo del suyo para entrelazarlo—. ¿Y eso?

El puto se encogió de hombros, y señaló con el mentón en dirección a Jung, quien compartía una conversación íntima con su prometida. TaeHyung los observó y la puntada, que lo atizó cuando recibió la invitación al compromiso, volvió a clavarse en su pecho. No era feliz reconociendo la envidia y peor era admitiendo que, efectivamente, la soledad estos días lo aterraba como hacía tanto que no.

—Él ha pagado por adelantado —explicó el puto, su voz antes seductora ahora prescindió de esa táctica y se oía más nasal, aunque sin ser realmente graciosa—. Da igual si me quedo o me voy, o si te la chupo en el baño hasta tragarme todo, ¿por qué no aprovechamos que estamos juntos y fingimos que es realmente una cita?

Debía verse ridículo con el rostro caliente por el sonrojo. Aunque suspiró agradecido que esta vez haya medido sus palabras y no volviera a soltarle a las claras todo lo que le haría, con la promesa de que gozaría —cosa que no puso en duda— tanto que caería desmayado.

Cuidadosamente se apartó del agarre. El perfume del acompañante contratado lo envolvió y siendo tan sensible con los aromas prefirió oler su bebida y no aferrarse al cuello del sujeto.

—¿Qué te parece si mejor nos presentamos? Supongo que lo sabes, pero soy Kim TaeHyung —Extendió la mano y el puto la sujetó y la agitó con caballerosidad antes de acercarla a su rostro para besar el dorso—. No es necesario...

—Lo sé —cortó, sonriendo con picardía—. Es que un hombre guapo de tu edad y sonrojado es simplemente encantador.

—¿Sabes mi edad? —¿Por qué Jung era tan desgraciado?

—Kim TaeHyung, bisexual, cuarenta y seis años, divorciado, padre de tres hijos, médico emergencista, le gustan las mamadas y tal vez ser penetrado —recitó con profesionalidad el puto—. Sobre tus preferencias en el sexo estoy siguiendo las sugerencias de mi contratante, por cierto. Oh, y mi nombre es Jeon JungKook.

Vaya si no se veía bonito, palabra que aplicaba a la perfección, el rostro sonriente del puto JungKook. No cuestionó por qué era preciso tanta información sobre él cuando el servicio se limitaba al plano sexual.

Un silencio cómodo, necesario para pensar qué hacer a continuación; TaeHyung sabía que debía mantener distancia de JungKook sino quería tener que soportar a HoSeok y sus burlas. Además pasó toda la velada del compromiso ajeno al resto de invitados y enfrascado en un debate interno que lo mortificaba cuando no daba respuestas positivas.

Decidió entablar conversación con su cita peculiar, porque, de todos modos, no haría daño compartirle su dilema a alguien que conoce del mundo una cara menos honrosa.

—¿Crees que podrías enamorarte de mí?

Para crédito de JungKook, no delató sobresalto o cualquier emoción ante semejante pregunta. Taehyung supuso, y volvió a beber de su vino incapaz de conciliar la idea de que estaba junto a su polvo pago-gratis conversando temas del corazón. Repitió en su fuero interno que no tendría sentido qué un hombre —¿podía ya aceptar que era apenas un jovencito de veintipocos?— que recibe órdenes, ¡y a saber cuáles!, para satisfacer fantasías de sus clientes expresara cuánto le impacta alguna petición. No tendría mucho trabajo.

—¿Es broma? —dijo JungKook tras unos segundos callado, enfocándose en su rostro y asintiendo como si diera solo con la respuesta—. Debe ser una broma, solo mírate...

¿Qué iba a mirar de sí que no haya visto, atormentado, cada día en el espejo? Los años no le cayeron de sopetón al cuerpo, pero paulatinamente mostraron que tampoco serían bondadosos. Por genética, agradece todavía conservar una espesa cabellera, aunque ya plagada de mechas canas; y su piel tersa en la juventud se volvió menos brillante y con ciertas arruguitas de expresión pese a no ser del todo un hombre risueño.

Según Jung, quien era uno de sus amigos cercanos, no tenía que considerar tales evidencias de los años como un aspecto negativo. Al contrario. Y si él medía de acuerdo a los acostones que conseguía tiempo atrás, podía creerse que no era para sentir pena por su apariencia adulta. Sin embargo, era un hombre de cuarenta años —cuarenta y seis, ya acercándose a los cincuenta, ¡por favor!— por lo que la belleza de la madurez como un punto a su favor ya no corría como mentira creíble para él.

—No me refiero a mi aspecto físico —corrigió a JungKook, y se felicitó por no sonar ofendido aunque lo estaba un poco—. Me refiero a que si alguien como tú podría amar a alguien como yo...

—¿Te refieres a un puto amando a un doctor? —Fue turno de JungKook de ofenderse y no hizo esfuerzo por ocultar que lo estaba—. Pues, incluso si te desagrada mi profesión, recuerda que soy un tipo común, tengo sentimientos más allá de que haga de mi cuerpo un negocio.

Sorbió del vino, ¿cuántos pequeños tragos le quedaban antes de renunciar a la farsa de que se divertía en la velada? Lo sentía por su amigo, pero su ánimo no estaba en celebrar. Prometió irse apenas acabe la copa, que aceptó para brindar luego de la cena, y el anuncio formal del compromiso, ya que trajo el coche esta vez. Rechazó el champán porque las burbujas le molestaban en la lengua, prefería el deslizar tibio del vino.

Consideró disculparse, y concluyó que estaba siendo un estúpido con el muchacho —ahora sí lo pensaba como tal, más que nada porque no era su estilo ser tan descortés— que no hacía otra cosa que acompañarlo para que no esté solo.

Pero, otra vez, ¿qué había en esta soledad que lo incomodaba de tal forma que lo hacía reaccionar molesto? No era física, había concluido. Y no es que pudiera hacer algo para resolverlo; pocas chances de hacerlo si no llegaba a una respuesta que le dé paz.

—Lamento cómo se escuchó eso —posó la mano sobre la espalda del muchacho para que caminaran por el salón, ya sintiendo la urgencia de marcharse—. Quise decir, un jovencito como tú, con un hombre viejo como yo

Los músculos de la espalda de JungKook se flexionaron bajo su ropa, lo sintió en la palma, antes de marchar a su ritmo. TaeHyung notó que meditaba la respuesta, tomándose en serio su pregunta, por lo que lo dejó tranquilo.

-Me pasó en la escuela media —contó, y una sonrisa le iluminó el rostro, o tal vez fueran las luces del candelabro por el que pasaban en ese momento—. Mi profesora de esgrima, club del que formé parte, tenía la edad de mi madre —dejó que una risita baja se escurra de sus labios; parecía un niño—. Tuve un tiempo difícil con las hormonas, aunque creo que sí la amé. Ella no era apenas una fantasía de adolescente, era mi amiga e intentó que tome buenas decisiones, supongo que no estaría feliz conmigo. Sí, yo la amé.

No sabía si tomar como válida la experiencia, sobre todo, porque él sabía lo fácil que era sentirse atraído por un profesor o profesora. Y se sintió fatal de oír la nostalgia en su voz, pero nunca fue bueno consolando a nadie, por lo que asintió y dijo:

—Entonces es un sí, podrías amarme aunque tenga la edad de tu padre.

—Claro, ¿por qué no?

—Sí, ¿por qué no? —repitió otra voz y TaeHyung bebió el resto de su vino de un solo trago antes de encarar al recién llegado.

—Porque hay distancias y diferencias que no las salva el amor —contestó, sonando amargo y resentido.

JungKook miró de TaeHyung al otro joven que se acercó a ellos, esperando una presentación al menos. El adulto entre los tres se percató de sus cuestionables modales y los presentó:

—JungKook, te presento a Min YoonGi —vio que este extendía la mano con renuencia y se dirigió ahora a él—. YoonGi, este es mi amigo Jeon JungKook.

Prefirió la etiqueta amigo porque no iba a exponer al puto, no cuando estaba siendo tan agradable compañía.

—¿Min? —preguntó JungKook, sin inmutarse por la evidente molestia del otro muchacho—. ¿Eres el hijo del Director del Hospital?

—Lo soy, pero también soy... —En ese instante, como aparecido del cielo, Jung se acercó a ellos.

—¡Colega! —Llamó Jung HoSeok, su amigo y contratante de putos hermosos, mientras se les unía—. ¿Qué tanto haces que no has venido a conversar conmigo?

Escaneó las expresiones de los tres, siendo TaeHyung la que delataba enojo y vergüenza.

—Doy un par de vueltas, y aunque me divierta la celebración, temo que tendré que retirarme pronto.

—¿Eh? ¿Por qué?

TaeHyung aplacó el impulso de arrojarle la copa ahora vacía al sonriente rostro de su amigo. No viendo caso en mentir, respondió:

—Taeil sale temprano a su viaje —Recordó que no lo había platicado con Jung y agregó—. Viaje de egresado; por diez días van a... —Se le fue de la mente el destino, pero Min YoonGi ofreció la información.

—Tokio, partiremos mañana a media mañana —comentó el muchacho, captando la atención de JungKook y de HoSeok; TaeHyung había hallado mejor observar a lo largo del salón y si sus mejillas volvieron a quemar de sonrojo no lo reconoció.

—Aigoo~, nuestro viaje de egreso fue en el país, ¿te acuerdas, Kim? Fue inolvidable.

—Lo fue —dijo TaeHyung, no queriendo remover los recuerdos tan del pasado, tan de escuela media. Menos si estos incluían experiencias primerizas y torpes.

JungKook platicó sobre su viaje, compartió anécdotas divertidas, pero en esa pequeña reunión solo rio HoSeok. Taehyung apenas curvó sus labios, deseoso de tener más vino que embotarse. Min YoonGi no intentó siquiera mostrar otra mueca que no sea la de enfado —que, francamente, lucía adorable.

Quedó TaeHyung atrapado por casi otra hora en esa conversación que era llevada adelante por JungKook, que parecía haberse olvidado que estaba invitado solo para ofrecerles perfectos orgasmos a TaeHyung, y HoSeok, quien supo notar que su plan no había sido ni sería concretado. Con eso claro, su amigo se encargó de dirigir la conversación a temas más sencillos, alejándolo del incómodo tópico que sostenía TaeHyung con JungKook antes de la interrupción de YoonGi. Este último, se mordía las cutículas, gesto nervioso, en lo que escuchaba con poco interés a los conversadores.

En cierto momento, TaeHyung atrapó los ojos oscuros de YoonGi y el muchacho dedicó una brevísima sonrisa que ocasionó que, de nuevo, quisiera embotarse en vino. También provocó otras reacciones que no estaba presto a enumerar porque no era el lugar ni lo debido.

—... temprano —JungKook codeó discretamente a TaeHyung, que no había despegado los ojos de la menuda figura de YoonGi—. ¿Puedes darme un aventón?

—Sí, claro —Asintió varias veces, y se dio la vuelta para dejar sobre la bandeja de un mozo la copa vacía—. Por supuesto, iré por mi abrigo y... ¿tienes uno también? —JungKook ofreció el botón de reserva del perchero—. Ve y espérame en el pasillo, frente a los elevadores, enseguida te alcanzo.

—Envíale mis saludos a TaeTae —HoSeok le dio la mano, y dijo, culpable—: Lo siento, no pretendí ofenderte, solo...

—Está bien —Dejó el tema por la paz, sonriendole a él y luego guiñandole un ojo a JungKook—. Ha sido un placer.

El sonrojo de JungKook quedó opacado cuando un gruñido bajo de YoonGi los alertó a los tres.

—Iré por mi abrigo también, espérame —mandó, sin aguardar contestación, antes de darse la vuelta y caminar hasta su padre, jefe de HoSeok y de TaeHyung, y platicar con él.

Cuando se reunieron los tres en el elevador, supo TaeHyung que el viaje sería tenso. Y no quiso ser obvio, pero sintió gran alivio cuando pudo dejar a JungKook en el complejo de apartamentos en el que vivía. Parecía bastante humilde, aunque no quiso juzgar demasiado. JungKook se despidió con un beso en la mejilla de TaeHyung, y un guiño a YoonGi, que boqueó irritado y sin tiempo a reaccionar para responderle algo.

Una vez solos, mientras condujo hasta estacionar a calles de su departamento, YoonGi se hizo camino al asiento copiloto, subió los pies descalzos en la guantera. Del traje que llevaba, se había quitado el saco y la corbata de tono gris, dejándose apenas la camisa negra con los primeros botones desprendidos. Su cabello estaba perfectamente peinado hacia atrás, y TaeHyung no se privó de pasar sus dedos por él para despeinarlo.

—No me toques —protestó débilmente YoonGi, aunque se rindió cuando los dedos de TaeHyung masajearon su cabeza y luego bajaron a su nuca para hincarse en ella y atraerlo.

Se chocaron en medio, en un beso tan delicioso como el vino y tan incorrecto como lo dictaban muchas razones. Pero las razones no habían sido preocupación en estos meses que iniciaron sus encuentros, por lo que se extinguieron al primer roce de sus bocas. YoonGi había tomado champán, pero el que se bebió de sus labios el rastro de burbujas fue TaeHyung, deleitándose en un brindis privado.

Apretó más los dedos contra la piel del cuello de YoonGi, causando un quejido del muchacho y que abriese la boca para él mientras lo rodeaba con sus brazos. TaeHyung estrechó a su amante, apremiando a que se mueva del asiento para acercarse lo que sea posible. El beso, como si fuese el primero, como si no hubieran hecho mucho más, los hizo estremecer de contento. Ante la invitación, TaeHyung empujó su lengua para tantear la cálida y húmeda boca. La nariz de TaeHyung rozaba la mejilla suave de YoonGi y casi sonrió cuando recordó cómo el muchacho se enfadaba por su falta de vello —una inseguridad de ser el menor de la relación—; al contrario de él, que había ahora recortado su barba para que hiciera cosquillas allá en las pendientes por las que se pierde cuando tienen oportunidad de encontrarse. Incluso sintiéndose demasiado adulto para estos juegos a escondidas, sabía que no podía alejarse de el muchacho.

Sin embargo, esta noche no es de esas ocasiones donde TaeHyung hace reír y jadear al muchacho que se rinde contra él mientras se deja consumir por el beso demandante. Debe volver a su casa, y, para colmo, debe llevar al amigo de su hijo —este amante suyo que lo hace sentir joven otra vez y... ¿enamorado? Sí, enamorado— con él.

¿Cómo es que se permitió sucumbir a un romance de tal complejidad? ¿Es que no recordó las muchas razones que les recitaban con reproche que esto estaba terriblemente equivocado? ¿Por qué aún así se lanzaba a ello? ¿Y si, como tanto le acojona, no es posible que un corazón joven ame a uno que ya no late tan ilusamente como antes? ¿No sería, acaso, mejor preguntarse cuánto es capaz de amar él al muchacho?

Pero esta última interrogante ya ha sido contestada, y vuelve a responderse a sí mismo cuando suelta esa boca traviesa y desperdiga besitos en todo el rostro, encantado de ser testigo de una mirada desenfocada y una sonrisa honesta.

Y quedó todavía más claro cuando Min YoonGi, de la edad de su hijo, ¡pero qué suerte que no lo es!, confesó:

—Sí es posible enamorarse de ti. Te amo, quiero que nos des una oportunidad —La intensidad de la declaración barrió cualquier temor a la soledad y despejó de dudas al mayor.

Y, aunque no ofreció explicación, el corazón de TaeHyung tomó como ciertas aquellas palabras.

Fin.





Nota:

Es mi primer TaeGi, la verda', fue interesante hacerlo.

Di esa aclaración al principio por si hay susceptibles leyendo que recuerden que la ficción abarca muchos temas y, al menos en mi caso, no los uso para apología, denigrar, ni nada por el estilo.

SamanthaHirszenberg ¿te acuerdas la rifa de OS? Cumplo aquí jaja la consigna que tocó con tu número era "El personaje tiene una cita con alguien y acaba yéndose con otro" y debí improvisar porque soy pésima pal romance. No sé cuándo veas esto, pero ojalá te guste, 💜 ¡di mi mejor esfuerzo!

Y dado que fue escrito del tirón (para que fluya la escritura, ¿vio?) estoy conforme con el resultado.

Mencioné la consigna también por si a alguien le pinta escribir a partir de ese disparador, sí sí.

¡Gracias por leer!

Bye :)

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