Epílogo

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Llave del auto, el teléfono y una última mirada frente al espejo bastaron para que el hombre, que desde hacía seis meses había regresado a Seúl, decidiera abandonar su apartamento. En un periodo de pausa, mientras volvía a instalarse en su ciudad, disfrutaba de poder tener tiempo para él, para hacer todo lo que no se le permite entre rodajes.

Gracias a la reservación que había podido hacer en la LouiVui Maison Seoul, Taehyung podía deambular por el lugar buscando el mejor regalo que le pudiese dar a su mejor amigo. Después de todo, no todos los días Hoseok se casaba. Ya habían pasado cinco años desde que él abandonó Corea del Sur, evidentemente, muchas cosas cambiaron durante ese período de tiempo, mas no dejó de ser una noticia sorprendente para él cuando el pelirrojo le contó que tenía una relación.

A decir verdad, no fue la relación en sí aquello que le sorprendió, más bien el nombre de su pareja fue lo que le dejó en shock. No iba a mentir, le costó varios minutos procesarlo y pudo ver cuánto le costó a Hoseok decírselo, pero la emoción que vio en su rostro rápidamente le hizo feliz. El mayor necesitaba una persona así en su vida, alguien que lo amase incondicionalmente y le brindase todo lo que en su vida no tuvo. Por este motivo, terminó alegrándose de saber que su mejor amigo, se iba a casar con uno de los mejores hombres que se cruzó en su vida, Jeon Dongun.

— No puedo hacer esto... — Murmuró tomando su teléfono en la mano para marcar un número. Pasaron varios segundos antes de obtener una respuesta.— Esto es una llamada de urgencia.

— ¿Qué ocurre? — La voz al otro lado de la línea calmó visiblemente su ansiedad mientras miraba todas las opciones que tenía frente a él.

— El regalo de bodas de Hoseok, no sé qué escoger. — Suspiró escuchando al contrario reír. — Jungkook, esto es serio.

— Sí, lo sé. — Mencionó acomodándose en su silla para prestarle atención a Taehyung. — ¿Dónde estás?

— Estoy en LouiVui Maison ahora mismo y frente a mí tengo varios artículos exclusivos, pero no sé qué escoger.

— Es un regalo de bodas, Tae, no su cumpleaños.

— No estoy seguro de que un accesorio de lujo sea lo que se deba regalar en una boda.

— Si tienes una mejor idea ven aquí y ayúdame.

— Encontrémonos en LuxHome. — Rio al escuchar el suspiro de alivio por parte de Taehyung. — Estaré allí en cuarenta minutos aproximadamente.

— ¿En serio vas a salir del trabajo para ayudarme a escoger el regalo?

— ¿Qué otra opción me queda? Es eso o que mi nuevo padrastro y padre se queden sin regalo.

— Eso sonó bien raro. — Se carcajeó Taehyung mirando varias pulseras que le recordaban demasiado a Hoseok. — Terminaré con lo que estoy haciendo aquí y nos vemos en un rato. Por favor, puntualidad.

— ¿Me estás diciendo a mí que llegue puntual? ¿Tú?

— ¿Qué? Yo tampoco soy impuntual, fueron dos veces las que llegué tarde y porque estaba trabajando. Si no recuerdas, señor Jeon, usted llegó de imprevisto a Londres la primera vez que llegué tarde, necesitaba tiempo para procesarlo y arreglarme. Ir del estudio al punto de encuentro no fue tarea fácil. La segunda vez, me encontraba cansado, recién llegaba aquí a Corea y me estaba adaptando al cambio de horario, me quedé dormido apenas terminamos la sesión de fotos. — Por un momento, no dijo nada, se detuvo a escuchar la forma en la que el menor luchaba por aguantar la risa. — ¿Qué es tan divertido?

— Nada, apresúrate.

La llamada se terminó al segundo siguiente, arrancando una frustrada sonrisa de los labios de Taehyung. Por una razón que conocía muy bien, su ánimo siempre mejoraba después de intercambiar palabras con Jungkook, aunque fuesen simples, a través de llamadas, mensajes o viéndolo tres segundos, todo surtía un efecto positivo que lo acompañaba por el resto de su noche y día.

Viendo a la mujer que se le acercó, señaló varias cosas para llevarse, lo cierto era que después de incomodar tanto y lograr una aceptación tan exclusiva, no le parecía prudente irse sin comprar nada. Con sus bolsas en una mano, caminó hacia su vehículo, hizo varias fotos que le envió a Jungkook y rio al recibir de vuelta una foto de Jungkook también sentándose en el auto.

— No me respondió. — Jungkook musitó casi con un puchero mientras dejaba su teléfono de lado para poder centrarse en el timón y conducir con cuidado.

A la hora acordada, el pelinegro se estacionaba frente al LuxHome, notando al castaño mirando entre su reloj y teléfono continuamente. Una vez más, no pudo evitar sonreír, y es que algo que la amistad con Taehyung le ofrecía eran constantes sonrisas, momentos en donde podía relajarse y ser simplemente Jungkook. Su trabajo, su procedencia y familiares quedaban de lado cuando estaba con él, sin filtros o pretensiones. Eso era algo que siempre habían tenido, conocían desde el lado más oscuro hasta el más claro de cada uno.

Acercándose con el movimiento de un mar calmo y feliz, el pelinegro estiró sus manos para agarrarlo por sorpresa. Los años habían pasado, de cierta forma fueron envejeciendo juntos, ya había pasado una década desde que se conocieron, mas todavía guardaban una infantilidad comedida y divertida cuando se encontraban en un mismo espacio. Desde finales de sus veinte hasta finales de sus treinta... Podría parecer que el tiempo no había pasado en lo absoluto, pero cuando se miraban lo que habían alcanzado, cuánto habían crecido como profesionales y personas, se desestimaba este hecho, el tiempo si pasó, pero la esencia permanecía.

— ¿Eres tonto? Casi se me cae el teléfono. — Taehyung se volteó para mirarlo, contagiándose con la sonrisa que le brindaban, perdiéndose en su mirada antes de recapacitar y desviar la vista hacia otro lugar. — ¿Qué hay aquí que debamos comprar? Este centro comercial está lleno de departamentos de artículos de lujo para el hogar, pero Dongun y Hoseok tienen todo lo que se pueda necesitar en una casa.

— Lo que le regalaremos serán cosas diferentes, como a mi padre le gustan las buenas bebidas y Hoseok ahora lo acompaña en su pasatiempo, yo he mandado a elaborar una bebida personalizada para ellos, incluso el empaquetado y el cristal, todo llevará sus nombres, así como fecha en la cual se conocieron. Una bebida es para tomar cuando deseen y la otra para añejar.

— Me parece genial ese regalo, ¿pero eso que tiene que ver conmigo?

— Aquí hay una persona que hoy está haciendo una exposición de sus obras en este mismo sitio, Namjoon me sugirió su trabajo y la verdad es que me gustó mucho. He organizado una reunión con él para que puedas solicitarle una pintura también personalizada de la pareja. Puedes darle la idea, ya que tienes buen ojo para el arte. Miras su trabajo, te inspiras, encargas tu regalo y pasas un buen momento. ¿Cuántos pájaros matamos con un solo tiro?

Taehyung se limitó a elevar las comisuras de sus labios. En esos momentos tenía la difícil tarea de suprimir algo más que simples instintos, era ese deseo intenso de tomarle las manos, de ser abrazado por él, de besarlo, de hacer todas cosas que en el pasado hicieron. Su amistad era genial, sana, jamás hablaban de lo que una vez fueron o del anhelo romántico y sexual que se escondía debajo de sus pieles. Sus miradas muchas veces los delataron, pero ninguno dio un paso que pudiese poner en peligro eso tan íntimo que habían creado.

Ambos intentaron ver a otras personas, pero ninguno volvió a tener una relación. En un comienzo porque no estaban en el mejor estado mental para afrontar un compromiso de tal magnitud, después, no tenían tiempo y luego, ninguno parecía demasiado entusiasmado en tener algún tipo de relación seria. Si bien se liberaron en esos años, fueron discretos sobre ello, pero no por otras personas, sino porque cada uno, como individuo, no vieron valor en aquello experimentado.

El artista había hecho de aquel centro comercial una galería de arte, era un santuario de creatividad, un refugio donde las emociones se materializaban en lienzos. Unas luces tenues iluminaban el espacio, proyectando un resplandor etéreo sobre las vibrantes obras de arte que adornaban las paredes. Ahí, entre esa multitud de entusiastas del arte, esos dos hombres paseaban uno junto al otro, sus pasos sincronizados con un ritmo compartido.

Jungkook y Taehyung, antaño amantes y ahora amigos íntimos, encontraban consuelo en el cautivador mundo del arte. Habían pasado incontables horas explorando museos y galerías tanto en Corea del Sur como en cualquier otro país que coincidieron. Hicieron de esto su pasión compartida, fomentando una profunda conexión que trascendía el tiempo, los recuerdos y la distancia. Hoy, mientras deambulaban por la exposición, una vez más se creó una tensión ya conocida entre ellos, un reconocimiento silencioso de las emociones persistentes de las que no se atrevían a hablar.

En el aire se respiraba un entendimiento tácito cuando se detuvieron frente a un cuadro especialmente fascinante. Sus colores danzaban y se arremolinaban, evocando una sensación de cruda emoción que resonaba en lo más profundo de sus almas. Se quedaron inmóviles, con las miradas clavadas en el lienzo, pero sus pensamientos consumidos por la atracción magnética que los unía.

Por momentos, quedó relegado a una última prioridad la verdadera razón por la que habían ido allí. Bueno, en apariencia, porque si bien Jungkook deseaba ayudarlo a encontrar un buen regalo de boda tras escucharlo batallar con esto, lo cierto era que había pensado invitarlo a ver esa exposición mucho antes. Namjoon le había hablado maravillas después de ir junto a Jimin a una exposición del mismo artista en Hong Kong durante su luna de miel. Desde entonces, pensó en mostrarle a Taehyung su trabajo.

Mientras absorbían la belleza de la obra, el amor parecía fluir nuevamente en el aire, tangible y palpable. Los envolvió como un delicado abrazo, agitando sus corazones con una mezcla de nostalgia y añoranza. El silencio entre ellos contenía miles de palabras no dichas en el presente, porque en varias ocasiones si llegaron a expresarlas; sus deseos no correspondidos ocultos bajo capas de amistad y experiencias compartidas.

Las yemas de los dedos de Jungkook temblaron ligeramente cuando se estiró para trazar los contornos de una pincelada, su tacto se detuvo en el lienzo. Esta vez fue él quien sintió un leve escalofrío recorrerle la espalda, su corazón anhelaba algo más que una simple amistad. Al igual que sucedía con Taehyung, el leve miedo y la incertidumbre lo retenían, inseguro de cómo abordar el tema, temeroso de poner en peligro el vínculo que habían reconstruido cuidadosamente.

Taehyung, con los ojos fijos en el cuadro, sintió la atracción magnética que había entre ellos, el deseo tácito que latía bajo la superficie. Le dolía el corazón por el peso de las emociones no expresadas, el amor que sus corazones se negaba a olvidar. Lo único que deseaba era salvar la distancia que los separaba, reavivar la llama que una vez ardió con tanta fuerza, pero ahora, correctamente.

Primero sus miradas se cruzaron y se produjo entre ellos una silenciosa comprensión. En ese momento compartido, reconocieron la profundidad de su conexión, la historia inacabada que yacía latente en sus corazones. La obra de arte, un intrincado tapiz de colores y emociones, reflejaba la complejidad de sus propios sentimientos, instándoles a enfrentarse a la verdad no dicha. Fue ahí que sus dedos se rozaron, entrelazándose lentamente hasta que sus manos parecían hacer una.

Pero, por el momento, permanecieron en silencio, inmersos en el ensueño del arte que les rodeaba. Siguieron explorando, y cada cuadro encendía una chispa de inspiración y un destello de esperanza. El amor que compartían, aunque implícito, pintaba trazos invisibles en sus almas, susurrando promesas de un futuro que aún estaba por llegar, cada vez más cerca.

A medida que pasaban de una obra de arte a otra, su conexión se hacía más fuerte y sus corazones latían al unísono. La exposición de arte, símbolo de creatividad y expresión, actuó como catalizador, despertando emociones nada dormidas — pero sí controladas — que llevaban mucho tiempo enterradas.

En aquel espacio sagrado, donde el amor y el arte se entrelazaban, juraron en silencio encontrar el valor para abrir sus corazones una vez más. Anhelaban el momento ideal, el equilibrio perfecto entre vulnerabilidad y fuerza, para enfrentarse a los deseos no expresados que yacían latentes en su interior.

Hasta entonces, se deleitarían con la belleza de la obra de arte, con su amor flotando en el aire, tejiendo un intrincado tapiz de posibilidades. Las palabras no dichas quedarían en suspenso, como pinceladas a la espera de ser desveladas, hasta que llegara el momento de dar el paso y abrazar el amor que nunca se había desvanecido del todo.

+++

— ¿Cómo superaste tu nerviosismo cuando eras tú quien estaba en mi posición? — Hoseok preguntaba imitando esa acción de Taehyung, lamiéndose instintivamente sus labios como si quisiera desgastarlos. — Tengo un nudo horrible en mi estómago.

— Te tuve a ti, tú me ayudaste a pasar por ese momento. A diferencia de ti, me gustaba mi esposo y estaba ansioso por lo que el matrimonio me ofrecería, pero no estaba perdidamente enamorado como lo estás tú ahora. — El pelirrojo bajó su mirada y su mejor amigo se acercó con el último accesorio que debía colocar en su camisa. — Hoy creo que estoy más feliz que cuando me casé yo, sé que tú estás feliz, que amas a ese hombre y que él te ama a ti. Merecías lo mejor en tu vida y Dongun también merecía vivir un amor como el que tú le brindas.

— Gracias. — Taehyung lo miró confundido, logrando que el mayor sonriera. — Cuando en el pasado estabas con él, con Jungkook, pude ver que quizás yo también merecía algo mejor. Creo que la razón por la cual me gustó Jungkook fue porque me gustaba lo que él te ofrecía, ver a un hombre dispuesto a dar tanto por amor en la actualidad es tan raro. — Sonrió con cierta nostalgia. — Fue gracias a ti que lo conocí a él, que luego mi camino se cruzara con el de Dongun.

— Soy genial, ¿no es así? — Hoseok negó con su cabeza y Taehyung rio, ambos disfrutando de esa amistad que había superado tantos obstáculos a pesar de todas las adversidades. — Te adoro, Hobi.

— Yo te amo. — Ambos se abrazaron durante largos segundos. — Vamos, estoy listo para casarme.

El sol brillaba en el pintoresco jardín donde se celebró la boda. En el aire flotaban suaves melodías que añadían un toque de romanticismo al ambiente. Entre los invitados, se encontraba un grupo de amigos bien cercanos, encabezados por Jimin, Namjoon, Yoongi y Seokjin. Este último, por momentos, se giraba para controlar que todo estuviese en orden, incluyendo a su hija y a su esposa. Si bien Chungha había conocido a alguien más y ya no formaba parte de lo que ellos tenían, su amistad seguía estando presente.

Taehyung y él actualmente se toleraban, se saludaban por cortesía, pero ambos sabían que ellos jamás serían amigos o familia. Sin embargo, no querer matarse mutuamente era más que un simple adelanto. Para Jungkook esto fue tan importante como el hecho de que su padre los hubiese perdonado a Taehyung y a él. Dongun también mantenía distancia de Taehyung, pero era agradable poder estar todos en un mismo espacio después de todos esos fatídicos sucesos.

En esa boda, dos hombres que no eran los recién casados, permanecían abrazados, con los ojos entrecerrados por una mezcla de expectación y nerviosismo. Mientras estaban allí, con las manos estrechadas, los recuerdos de su historia comenzaban a desvanecerse frente a la creación de nuevas memorias. Las innumerables noches de risas, lágrimas y promesas susurradas seguían ahí, pero con tonalidades completamente diferentes. Los besos tiernos, los momentos de pasión robados después de aquella dolorosa despedida que les había obligado a separarse volvían a renacer.

El destino había tejido sus intrincados hilos una vez más, reuniéndolos en esta ocasión trascendental. El padre de Jungkook, erguido y orgulloso, intercambió votos con el mejor amigo de Taehyung, sus sonrisas irradiaban pura felicidad. Fue una celebración de amor y unidad, un testimonio de la belleza impredecible de la vida.

Cuando los recién casados hicieron el brindis y todos alzaron sus copas, los ojos del peinero se encontraron con los del castaño y, en ese instante, una ola de comprensión pasó entre ellos. Las dudas que aún quedaban cuando dos semanas atrás fueron a la exhibición se disiparon. Los años de separación les habían permitido crecer como individuos, enfrentarse a sus propios demonios y despojarse de las inseguridades que una vez habían plagado su relación. ¿Qué más debían temer? Ahora, con un nuevo sentido de sí mismos y claridad, estaban listos para abrazar la posibilidad de un futuro juntos.

— Tae... — El corazón de Jungkook latía con fuerza en su pecho mientras respiraba hondo, con la voz llena de vulnerabilidad. — Tae, te he echado de menos, — confesó, con las palabras llenas de emoción. — Estos últimos años me han enseñado el verdadero significado del amor y el perdón. Me he dado cuenta de que mi amor por ti nunca se desvaneció por completo.

Todo el ruido que pudiesen haber estado escuchando desapareció. Eran Taehyung y él, nadie más. Los ojos del castaño brillaban con lágrimas, su voz apenas superaba un susurro.

— K-Kook... — Sonrió, pero sus trémulos labios apenas podían mantenerse firmes para compartir el mensaje de su cerebro y corazón. — Yo también te he echado de menos. — Respondía con una voz llena de nostalgia y esperanza. — Los dos hemos crecido, hemos aprendido de nuestros errores. Pienso que este momento, esta reunión de amor, es una señal de que estábamos destinados a encontrar el camino de vuelta el uno al otro.

Las palabras fluían cual cascada, el peso del pasado y la esperanza de un futuro entrelazándose. Sabían que no sería un viaje fácil, que su amor requeriría trabajo, paciencia y un compromiso inquebrantable. Pero ya no tenían miedo. Con una suave sonrisa, Jungkook alargó la mano y enjugó una lágrima que se le había escapado al mayor.

— Aprovechemos esta oportunidad, Tae, — espetó con voz decidida. —Construyamos un amor fuerte, honesto y resistente. Juntos, podemos superar cualquier obstáculo que se nos presente, siempre que hablemos y escuchemos, que nos comuniquemos y queramos luchar, podremos hacerle frente a todo.

Los labios de Taehyung se curvaron en una sonrisa radiante mientras asentía, una sensación de serenidad lo invadió. Esas palabras parecían un sueño hecho realidad, jamás creyó volver a escuchar a Jungkook hablarle de ese modo, que volviese a existir la oportunidad de un nosotros.

— Estoy preparado, Kook, — susurró, con una voz llena de certeza inquebrantable. — Creo en nosotros. Démosle a nuestro amor la oportunidad que se merece.

Mientras se abrazaban, el mundo a su alrededor parecía desvanecerse, dejando solo el eco de sus corazones latiendo al unísono. En ese momento, supieron que su viaje, aunque lleno de retos, sería extraordinario. Por fin estaban listos para embarcarse en un nuevo capítulo, con su amor reavivado y fortalecido por el paso del tiempo.

Cuando se unieron a la jubilosa multitud una vez más, lo hicieron cogidos de la mano, ganándose varias miradas y sonrisas. Abrazaron el futuro con el corazón abierto y una fe infrangible. El amor les había vuelto a unir, y ahora les tocaba a ellos crear una historia de amor que resistiera el paso del tiempo.

+++

— ¿Sabes que no puedes raptarme de esta forma? — La protesta de Jungkook perdía total seriedad ante las carcajadas que compartían.

Recién estaba regresando del país nipón, supuestamente, su chofer lo recogería para llevarlo a Jeon's Entertainment. Sin embargo, la persona que lo recibió fue otra. Se trataba de un Kim Taehyung pobremente disfrazado para no ser reconocido. Su atuendo parecía estrafalario y aun así, lucía elegante y atractivo para el pelinegro que se apresuró a abrazarlo una vez que estuvieron dentro del vehículo.

— No te estoy raptando, simplemente te estoy pidiendo prestado. — Rebatió acercándose para pegar su rostro al contrario, esperando un beso que no tardó en llegar. Entre risas, unieron sus labios reiteradas veces sin ir más allá. — ¿Me permites conducir?

— No te estoy deteniendo. — Jungkook se reía, acariciando la castaña cabellera con la yema de sus dedos.

— Me lo estás poniendo difícil, si no salimos de aquí ahora, alguna cámara captará al empresario Jeon Jungkook besándose con el actor Kim Taehyung a la salida del aeropuerto. ¿Cuál crees que sea el titular?

Con renuencia, Jungkook se dispuso a alejarse, pero justo en ese momento, su labio inferior fue atrapado por los dientes traviesos de Taehyung. Resopló, pero terminó riendo, estirando sus manos para hacerle cosquillas y zafarse de él.

La primera parte del trayecto se resumió en manos entrelazadas, Taehyung conduciendo y Jungkook atendiendo algunas llamadas telefónicas. No obstante, ya en Seul, cuando el empresario vio que no se dirigían a su casa, comenzó a mirar hacia los alrededores para ver hacia dónde se dirigía el mayor.

— ¿A dónde vamos?

— A un lugar.

— Eso es obvio, ¿podrías argumentar esa escueta respuesta? Porque la verdad es que no me has dicho nada. ¿Qué lugar?

— Un lugar. — Taehyung rio y Jungkook bufó volviendo a tomar su teléfono en la mano. Sin embargo, cuando Taehyung se desvió por una intersección que rápidamente reconoció, dejó su teléfono de lado.

El sol proyectaba sus rayos dorados sobre las familiares calles, insuflando vida a la zona residencial donde se habían forjado y olvidado muchos recuerdos. Dos hombres, que una vez habían compartido un amor que trascendía el tiempo, estaban ante una casa que tenía un profundo significado en sus corazones. Era el lugar que un día llamaron hogar a pesar de haber sido comprado para una finalidad diferente, un santuario de amor, risas y sueños compartidos.

La puerta principal les hizo señas para que se acercaran; su pintura estaba recién renovada y en un tono de gris más oscuro, pero su encanto no había disminuido. Cuando salieron al porche, les invadió una oleada de nostalgia, cada paso resonaba con las memorias de un pasado que creían perdido. La casa era un testimonio de su viaje, un recuerdo del amor que había renacido, más fuerte y resistente que nunca.

Al entrar en el umbral, les recibió un torrente de remembranzas. Las paredes parecían susurrar sus secretos, las habitaciones resonaban con ecos de risas y promesas susurradas. El salón, antes adornado con sus pertenencias, ahora estaba vacío, esperando a ser llenado con nuevos recuerdos.

— Tae...

El nombrado se giró para observarlo, elevando su mano libre para acariciar su rostro, inclinándose para depositar un casto beso en su mejilla.

Recorrieron la casa, rozando con los dedos las superficies pulidas, como si se reencontraran con un amigo perdido. La cocina, antaño centro de exploración culinaria, comidas compartidas y desbocado sexo salvaje, conservaba el tenue aroma de sus platos favoritos. El dormitorio, donde sus cuerpos se habían entrelazado en apasionados abrazos, conservaba los restos de sus susurradas declaraciones de amor. Los gemidos, el sudor, el calor de su compañía, todo estaba impregnado en ese lugar.

El jardín y la terraza, eran un remanso de serenidad y solaz, habían sido cuidados con esmero por su nuevo propietario, que ahora era uno de los hombres que se encontraban ante él. Las flores florecientes y las hojas danzantes hablaban de esperanza y renovación, reflejando el renacimiento de su propio amor.

Mientras permanecían juntos, con las manos suavemente entrelazadas, se maravillaron de la casualidad del destino. Jungkook, quien había vendido la casa en el pasado, nunca había imaginado que volvería a pisar ese suelo sagrado. Taehyung, quien que había regresado a su tierra natal solo para tropezar con la oportunidad de enfrentar a esas personas que compartían su sangre, estaba lleno de una mezcla de gratitud e incredulidad.

Gracias al dinero que le entregó Chungha junto a otros activos que había utilizado para invertir en la creación de su propia agencia, pudo permitirse adquirir esa vivienda. Él había pasado sin más por esa calle y se sintió atraído por el cartel que anunciaba la venta. No lo pensó demasiado, simplemente compró la casa que Jungkook una vez declaró de ambos. Esta vez, fue él quien pudo comprarla, con su propio dinero y sin rendirle cuenta a nadie del gasto. Dongun siempre fue espléndido y no le preguntaba mucho, pero de todas maneras, esa compra se sintió diferente en muchos niveles.

La casa, antaño un recipiente de sus sueños comunes, representaba ahora un nuevo comienzo, un lienzo en blanco sobre el que pintar su futuro. Eran conscientes de los riesgos, de la posibilidad de que persistieran las sombras de sus errores pasados, pero aceptaron la oportunidad con el corazón abierto y un renovado sentido del compromiso.

— Esta vez me gustaría regalarnos esta casa para convertirla en nuestro verdadero hogar. — Jungkook lo miraba todavía entre sorprendido y emocionado. — Quiero que aquí sembremos y recojamos los frutos de nuestra relación, de nuestro amor.

— Eres una cosita demasiado increíble. — Mencionó atrayéndolo fuertemente para un beso profundo que se rompió gracias a la emoción de Taehyung por comentarle todas sus ideas.

Juntos empezaron a imaginar la casa transformada, impregnada de su amor y sus aspiraciones. Planearon las reformas, discutieron los colores, la disposición de los muebles y el jardín que cuidarían juntos. En las paredes ya no resonarían los fantasmas de su pasado, sino la promesa de un futuro compartido, testimonio de su crecimiento, su perdón y su amor duradero.

Cuando salieron al exterior, el cálido sol los abrazó nuevamente, proyectando un resplandor dorado sobre sus rostros. El mundo parecía contener la respiración, como si esperara el amor que volvería a llenar las paredes de esta querida casa. Sus corazones estaban llenos de esperanza, sabiendo que esta vez superarían juntos los retos, fortalecidos por las lecciones aprendidas en el pasado.

Con las manos entrelazadas y los corazones alineados, esperaban el amanecer de un nuevo capítulo. La casa, que una vez fue símbolo de su separación, se había convertido en los cimientos sobre los que reconstruirían su amor; su propio santuario en donde sus almas encontrarían consuelo y sus corazones, un verdadero hogar.

— ¿Qué te pareció? — Preguntó Taehyung viendo a Jungkook mirar aquel lugar con más emoción que años atrás cuando lo llevó ahí por primera vez. — ¿Por qué no dices nada?

— Porque una vez más te las has arreglado para dejarme sin palabras. — Musitó, volteándose para tomar su mano y tirarlo hacia él, fundiendo sus labios en un beso suave. — Muchas gracias, mi amor.

— Mi amor... — Taehyung saboreó esas palabras como no pudo hacerlo en el pasado, ahora llegaban a él de manera diferente, alterando cada una de sus células. — Dios, Jungkook... — Sollozó, pero ese sollozo se vio interrumpido por un nuevo carrete de besos.

Entre besos, miradas y algunas sonrisas, sus cuerpos abrazados fueron caminando lentamente hacia el interior de la casa. No había nada en donde una vez fue su salón, motivo por el cual tuvieron que continuar la travesía hacia la segunda planta. Ahí había una cama temporal que Taehyung había colocado para las pocas veces que durmió allí. Sin embargo, Jungkook los guió hacia el balcón de la habitación, permitiendo que la naturaleza fuera testigo de un momento único.

Por primera vez desde que ellos se conocieron, su intimidad sexual no se veía empañada por mentiras o secretos, se pertenecían mutuamente, sin la sombra de cualquier pareja. Oficialmente, eran pareja, no amante, no amigos con beneficio, tampoco eran dos extraños ahogando el candente deseo de saciar sus orgasmos. Estos eran Jeon Jungkook y Kim Taehyung, dos hombres que se amaban y complementaban, que tuvieron que esperar poco más de una década para verdaderamente disfrutar de la libertad que ahora gozaban.

Con mayor de sol bañando a acanelada piel de Taehyung, con sus ojos color avellana, pareciendo más claros de lo que comúnmente era, Jungkook abrazaba su cintura y contemplaba su esbelta figura.

Bajo una mirada tan familiar y conocida, después de haber experimentado tanto, de conocerlo en su forma más íntima e incluso vulgar, Taehyung se sentía extremadamente nervioso. Habían pasado años desde la última vez que él estuvo con Junhkook, desde que cualquiera de ellos tuvo un encuentro que pudiese considerarse íntimo con alguien más. Era como si estuviese completamente desnudo a pesar de llevar toda su ropa puesta.

Para sorpresa de nadie, este estado en donde ambos permanecían completamente vestidos no duró demasiado. Entre besos y sutiles mordidas alrededor del cuello de Taehyung, el menor susurró palabras que lo obligaron cerrar los ojos para contener el gemido y la ansiedad.

— Tae, como mi pareja, ¿me permites hacerte el amor por primera vez? — Las palabras del aludido murieron en su garganta, no pudo responder a eso verbalmente. Fue el asentimiento con su cabeza lo que le indicó al pelinegro que le estaban dando autorización. — Bebé, me conoces, usa tus palabras conmigo.

— Quiero que me hagas el amor en nuestra casa, que esta sea la primera vez de muchas en donde nuestros cuerpos puedan fundirse como si fuesen uno solo. He añorado tanto este momento que no existe forma para que yo no te dé mi autorización. Ambos deseamos esto de un modo loco y casi infame podría decir. ¿Sabes cuánto he extrañado tus caricias, tus besos, tu pene, nuestros gemidos? No tienes una maldita idea, Kook. Así que sí, te permito hacerme el amor de todas las formas posibles y sin contención.

— Maldición, eres una cosita enloquecedora. — Con sus dedos fundiéndose en su castaña cabellera, lo atrajo a un nuevo beso.

Sus lenguas se entrelazaban sin antesala, se recorrían, intercambiaban saliva y saludaban con esmero. Con agilidad, las manos del menor fueron despojando al cuerpo contrario de sus ropas hasta dejarlo completamente desnudo bajo el resplandor del atardecer. El cielo naranja y dorado realzaban su silueta, el color de su piel y de sus ojos.

Esa residencia le brindaba la privacidad necesaria para estar desnudos al aire libre, pero siempre quedaba ese deje de preocupación, la posibilidad de ser vistos por alguna persona. Sin embargo, al dejar de lado todas las preocupaciones en que el pasado rara vez consideraba, ambos se miraron fijamente y sonrieron.

— Cinco pasos atrás. — El pedido casi orden de Jungkook fue seguido de inmediato.

Ya Taehyung no llevaba piercing en el pene, continuaba pulcramente depilado, su cuerpo tenía varios kilogramos más. Sus brazos estaban marcados con bastante músculo, su abdomen, no tanto. Sabía que debido a su trabajo y los papeles que le tocaban, Taehyung podía tener pesos inconstantes, pero fisicamente, para Jungkook él siempre luciría perfecto.

— ¡Vírate! — Su voz fue firme, pero baja. — Ese es un trasero perfecto.

— Yo lo sé, pero si te acercas podrás admirarlo mucho mejor. — Mencionó recuperando el control que lo caracterizaba, riendo, moviéndose sensualmente de un lado a otro. — ¿Estás seguro de que desde ahí puedes ver esta perfección de trasero que tengo yo?

— Eres una cosita perversa y descarada. — Musitaba Jungkook eliminando la distancia que los separaba.

— Jungkook. — El nombrado, un poco sorprendido por su tono se detuvo antes de llegar a él. — En el baño hay lubricante, mejor tenerlo a la mano.

— No te muevas de ahí. — El mayor sonrió mientras asentía, viendo de soslayo como Jungkook corría hacia el baño y regresaba. — Siempre tan preparado y eficaz.

— Tienes que admitir que tu novio es el mejor.

— Lo eres. — Eso fue todo lo que Jungkook respondió acercándose a él para hacer de sus manos un collar alrededor de su cuello. Con suavidad y dulzura, lo atrajo para un beso profundo que iba subiendo de niveles con cada chasquido, con cada mordida o succión. — Esto también fue algo que extrañé mucho.

Taehyung iba a bromear, pero su cuerpo fue inclinado hacia la baranda del balcón, dejando su trasero y espalda a merced del pelinegro. Disfrutaba su proximidad, el calor de su cuerpo opacando al sol, quemando más que el sol. No pudo evitar cerrar los ojos al sentir la respiración ajena sobre su cuello, sus labios sobre sus hombros, la lengua recorriendo sus clavículas, húmeda y luego seca cuando la saliva se perdía en su piel. Sus dientes arañando la espalda, sus manos acariciando su trasero.

Por el centro de su espalda, por toda su columna vertebral, Jungkook fue depositando besos, susurrando palabras ininteligibles para él, pero que de algún modo podía comprender. Era como un rezo de agradecimiento, sus deseos y pensamientos verbalizados contra su piel.

Se afianzó con fuerza cuando el menor separó sus glúteos y volvió a cerrar los ojos con un gemido gutural cuando este besó esa zona de su cuerpo. Ensimismado, Jungkook contempló cada pequeña arruga ir uniéndose como si quisieses formar una flor más oscura que el resto de la piel expuesta. Flor tímida que cerraba sus pétalos cuando el aire la golpeaba y que volvía abrirse cuando su lengua la humedecía, cuando succionaba con fuerza en busca de un néctar único.

— K-Kook...

— Lo sé, ha pasado mucho tiempo desde que tu cuerpo vibró al borde del precipicio placentero al que suelo llevarte. — Musitó, cerrando él los ojos. — Será una nueva experiencia para los dos, bebé.

Una larga lamida fue desde los testículos hasta el trasero de Taehyung y de regreso. Lamió, succionó y penetró aquella arrugada zona con su lengua, permitiendo que la saliva de su boca se escurriera sin retracción. Cuando se separó, el choque de la brisa erizó cada vello del cuerpo de Taehyung. Su miembro parecía estar al borde de desbordarse y ni siquiera habían comenzado apropiadamente.

Un dígito embadurnado de lubricante llegó para abrirse paso entre los tensados pliegues, un segundo llegó a apoyarlo en su labor y por último, un tercero también se les unió, recordándole al castaño lo que estaba a punto de vivir. Sintió el toque en su próstata y el gemido contenido explotó. Si bien no podía ser vistos, no estaba seguro sobre no poder ser escuchados, pero no le importaba.

Jungkook giró su cuerpo para que pudiese verlo, necesitaba ver sus reacciones, desde su rostro hasta la manera en la cual su abdomen se contraía cada vez que amasaba la protuberancia en su interior. De su miembro erecto estelas de semen caían, no obstante, el menor estaba renuente a desperdiciar tan sagrado elixir. Su boca lo rodeó, su lengua lo acarició y la penetración en su interior por esos benditos dedos lo fue precipitando a un orgasmo que todavía no quería tener, pero contra el cual tampoco podía luchar. Sus dedos se aferraron a los negros cabellos del menor y, sin poder contenerse, osciló sus caderas al ritmo que le dictaban hasta que sus piernas temblaron y su abdomen se tensó avisándole del inminente orgasmo.

Y fue así que Jungkook sintió tiras húmedas bajando por su garganta, batalló un poco, pero lentamente se fue ayudando a bajar todo.

— Maldición... — Jadeó el mayor tirando de él para que se elevara y así poder besarlo. — Saca tus dedos.

— No. — El mayor intentó protestar, pero la explosión de su propio sabor contra sus papilas gustativas le hicieron callar.

Los dedos que mantenían su interior abierto, luchando para que no se cerrara demasiado después del orgasmo, abandonaron su cuerpo únicamente cuando algo más llegó para relevarlos de su trabajo. Sin un látex de por medio, sin prisa, sin tapujos, la goteante polla del hombre que él amaba lo fue abriendo lentamente. Podía sentir una nueva versión de esos preciosos piercings que él una vez le regaló, el frío metal tocando todos los puntos exactos de su interior. Un camino sin retorno y sin pausa, fue suave, mas no se detuvo hasta que fue completamente abrazado por esas paredes tibias, fuertes y húmedas.

Su propia respiración se cortó, pero los besos de Taehyung le devolvieron la vida. Una de sus piernas rodeaban su cintura, sus dedos se aferraban a su espalda logrando que las recortadas uñas se clavaran en su piel. Todo se sentía mejor que ir al cielo, sus movimientos parecía traer el cielo hacia ellos, tal vez el infierno, seguían sin estar seguros sobre eso, pero lo que sí podían asegurar era lo divinamente delicioso que el encuentro físico de sus cuerpos se sentía después de tanto tiempo.

Tras muchos años de añoranza y separación, volvían a encontrarse abrazados haciendo el amor libremente. Su amor, antes ardiente y apasionado, había resistido la prueba del tiempo y la distancia que los había mantenido separados. En ese momento, tras cada embestida, gemido o jadeo que los acompañaba, con sus cuerpos entrelazados, no buscaban una exclusiva conexión física, sino un reencuentro emocional y espiritual más profundo.

Sus manos exploraron curvas y contornos familiares, trazando las líneas de los recuerdos grabados en su piel. La calidez de su tacto encendió una cascada de emociones, cada sensación evocadora de una época en la que su amor era desinhibido y libre.

— Te amo tanto, Kook, jodidamente tanto...

Las lágrimas de Taehyung comenzaron a descender abrumado por las emociones, pero su pareja no lo dejó a la deriva. Sus dedos se entrelazaron, una promesa silenciosa de apreciar este reencuentro y no dejarlo ir.

— Mírame, Tae. — El nombrado así lo hizo, mordiendo su propio labio, con el castaño cabello cayendo sobre su frente y ojos. — Este amor ahora será permanente, lo cuidaremos, lo atesoraremos y hasta que el universo así lo decida, ame entregaré completamente a ti. Soy tuyo, somos nuestros, somos uno y somos dos a la misma vez. — Fuerte y profundo, lo penetró en su lugar, tirando de su cadera para que sus pieles chocaran, para que su trasero golpeara su pelvis. — Te amo, cosita maravillosa. — Susurró sobre su cuello, logrando que ambos riesen.

Cuando sus labios se encontraron en un tierno beso, brotaron años de anhelo y sentimientos contenidos que se canalizaban a través de miradas, penetraciones, succiones y besos que iban desde lo obsceno y lascivo hasta lo puro y dulce. Fue una danza de deseo y vulnerabilidad, de entrega al poder de su amor. Sus lenguas bailaron sincronizadas, redescubriendo el sabor y la textura que habían perseguido sus sueños. Era un lenguaje de intimidad que únicamente ellos compartían, un lenguaje que lo decía todo sin una sola palabra.

Así, gritando al mundo sus sentimientos de la forma más arcaica, Taehyung llegó a un clímax del cual le costó bajar, porque una vez más, Jungkook no lo liberó. De algún modo, su pene no tenía tanto para dar, pero continuaba erecto. Entre sudor y besos, el menor los llevó hacia la cama en la que se dejaron caer. Con el frasco que también llevaron, se acomodó lo suficiente como para darle a su pareja la vista más prodigiosa de él, preparándose para ser tomado.

En todos esos años, esa fue la primera vez que Taehyung lo vio prepararse a sí mismo tan dispuesto, sin que él le pidiese por día que le permitiese perderse en su interior. Vio los dedos de Jungkook ir estirándolo, pero no pudo mantenerse al margen, se acercó hacia él, colando también sus dedos, haciendo que Jungkook casi gritase por la repentina expansión.

— ¿Por qué eres tan perfecto? — Taehyung indagó mordiendo su pecho.

— Porque únicamente alguien perfecto podría estar con una cosita tan maravillosa como tú. — Su mano se estiró para sostener la mandíbula ajena y atraerlo a un beso. — Entra en mí, bebé.

— ¿Sabes que el mayor soy yo?

— Sí, pero eternamente serás mi bebé. — Taehyung rodó los ojos y luego se rio entre besos, guiando su miembro hacia el palpitante y cálido interior de Jungkook.

Se movían juntos, en perfecta armonía, como si nunca se hubieran separado. El ritmo de su amor era una sinfonía de pasión y ternura. Cada jadeo y cada gemido rememoraba sus vidas desde que se conocieron hasta que se reencontraron en Londres; las pruebas y tribulaciones que habían superado y del amor que nunca se había apagado del todo.

En lo más profundo de su conexión, sus ojos se encontraron. Allí vieron el reflejo de su pasado juntos, el dolor y el crecimiento que les habían dado forma como individuos. Pero, lo que es más importante, vieron el presente, un alentador futuro lleno de amor y comprensión. Fue un momento de profunda comprensión, una afirmación de que merecía la pena luchar por su amor. Este instó a Taehyung a moverse más rápido, a ir más profundo con cada movimiento en una promesa física. Le agradecía por la nueva oportunidad y se agradecía a sí mismo por haber logrado llegar hasta ese punto, permitiéndose experimentar algo tan maravilloso como era hacer el amor con la persona que amaba y vivir con ella.

Mientras sus cuerpos temblaban de placer, sus corazones se regocijaban en el reencuentro de sus almas. Era un amor que había resistido tormentas, había trascendido el tiempo y había resurgido más fuerte que nunca.

— Me voy a venir, Kook, córrete conmigo, por favor. — Rogó uniendo sus frentes. — Mi amor... — Suspiró. — No, mejor aguanta unos segundos más.

— Joder. — Jungkook sintió como su interior iba llenándose lentamente de esa sustancia que tan bien conocía. — Tae... — El nombrado, una vez que se terminó de venir, salió apresuradamente y volvió a sentarse a horcajadas sobre su cuerpo, empalándose para también recibir todo lo que el pelinegro tenía que depositar en su interior. — Maldito loco, te amo.

Los dos se dejaron caer en la cama entre besos, mientras yacían entrelazados, con los cuerpos húmedos de sudor, les invadió una sensación de paz inigualable.

En ese momento, mientras disfrutaban del resplandor de su reencuentro, recordaron cada acto físico podía volverse la manifestación de ese amor que había resistido la prueba del tiempo, un amor que había triunfado sobre la distancia y la adversidad.

Allí, tumbados y abrazados, sabían que por fin estaban en casa. No importaba lo que les deparase el futuro, lo afrontarán juntos, con su amor como faro de esperanza y fortaleza.

Así fue como su amor infame se transformó dentro del vasto tapiz de las historias de amor, la suya era una hebra extraordinaria: una que había capeado tormentas, tropezado y caído, pero que de algún modo había encontrado la fuerza para levantarse de nuevo. Eran dos hombres que habían conocido las profundidades de la pasión junto a la agonía del desamor, y ahora se encontraban en el precipicio de un nuevo comienzo.

Atrás quedaban los restos de su tumultuoso pasado, sustituidos por una sensación de claridad y madurez que únicamente el tiempo y la introspección podían aportar. Las cicatrices de sus errores anteriores no habían desaparecido, pero se habían transformado en recordatorios de su resistencia y de las lecciones que habían aprendido.

Habían decidido empezar de cero, embarcarse en un viaje de amor una vez más, armados con el conocimiento de su pasado y el compromiso de crear algo diferente. Esta vez, construirían su amor sobre cimientos sólidos: confianza, respeto y comunicación abierta.

Con el corazón lleno de esperanza e inquietud, se sumergieron en el proceso de redescubrimiento. Se tomaron el tiempo necesario para entenderse de verdad, explorando los entresijos de sus almas y aceptando sus vulnerabilidades sin miedo ni juicios. A través de conversaciones nocturnas y risas compartidas, desvelaron las capas de su verdadero yo en una relación amorosa y no únicamente de amigos.

Su amor floreció como una delicada flor, alimentado por su recién descubierta comprensión y su inquebrantable devoción. Celebraron las victorias más pequeñas, cada paso adelante reforzaba su creencia en la posibilidad de un amor sano, hermoso y único.

Juntos forjaron nuevos recuerdos, pintando sus días con momentos de ternura y aventuras compartidas. Se deleitaron con las sencillas alegrías de la vida cotidiana: un beso robado por la mañana, una comida compartida preparada con amor y el consuelo de saber que podían confiar el uno en el otro.

Honraban su individualidad a la vez que celebraban su unión, reconociendo que sus diferencias no eran obstáculos, sino hilos vibrantes que tejían un rico tapiz de su existencia compartida. Se animaron mutuamente a crecer, a perseguir sus sueños y a explorar las profundidades de sus propias pasiones, sabiendo que un amor sano requería el espacio para que ambos individuos florecieran.

Y así, caminaron de la mano por una senda que una vez temieron que se les cerrara para siempre. El amor que habían construido sobre las cenizas de sus errores pasados irradiaba como un faro, iluminando sus vidas con calidez y alegría. Se convirtieron en un testimonio viviente del poder transformador del perdón, la resiliencia y la fe inquebrantable en la posibilidad de las segundas oportunidades.

Su historia de amor no era la convencional, pero era la suya: una historia de redención, de curación y de la extraordinaria capacidad del corazón humano para amar y ser amado. Y al embarcarse en este nuevo capítulo de sus vidas, sabían en el fondo de sus almas que su amor único y hermoso tenía el poder de desafiar todas las probabilidades, de reescribir la narrativa y de inspirar a otros a abrazar el valor de empezar de nuevo. Fueron infames que se volvieron honrados, un amor infame que se tornó ético, profundo y único.

¡Hola mis infames! ¿Cómo están? Con este epílogo, cerramos con broche de oro esta historia. Ha llegado el momento de decirle adiós, pero espero que se hayan entretenido y que, pese a todo, lo hayan disfrutado. Gracias por haberle dado una oportunidad. ¿Nos vemos en el futuro?

Estoy segura de que así será, al menos veré a algunos de ustedes en mis otras historias. Manténganse saludables, desde Alemania hacia cualquier rinconcito del mundo en el cual se encuentre, Miris les envía un abrazo y un gigantesco beso.

LORED

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