Capítulo 1

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La Tierra, año 3570.

«Lluvia artificial... lo más deprimente que he visto.» Pensó Jonh Riley mientras consumía su último cigarrillo. Escupió el humo y admiró como las millones de gotas bañaban la ciudad de San Francisco. Aquel panorama tan caótico y desordenado le hizo darse cuenta que ya nada era igual que antes, Jonh recordaba la lluvia, la lluvia real, no la farsa líquida que era dispersada sobre la ciudad a través de una máquina alojada en el cielo.

Tantos conflictos y excesiva contaminación hicieron que finalmente la Tierra se convirtiera en un páramo triste y gris, del cual apenas algunos países y ciudades se habían salvado, pero a un alto costo.

Arrojó la colilla y esta cayó por varios pisos abajo hasta que finalmente logró extinguirse por la humedad de las calles y por las decenas de personas que acabaron por pisarla. Entró nuevamente al bar, no sabía por qué de fumar afuera, sabiendo que adentro lo podía hacer. Tal vez quería ver la ciudad, y sentir la decadencia en aquella sobre urbanizada megalópolis, contemplando sus gigantescos edificios, hoteles, bares, casinos, clubes nudistas, sin mencionar al enjambre de vehículos que convivían en las alturas, todo, todo aquello que le recordaba cada segundo que nada era como lo recordaba.

Avanzó hasta llegar a la barra, se sentó y cerró sus ojos momentáneamente sintiendo el aroma del lugar y como le envolvía como una pútrida fragancia a la cual ya tan acostumbrado estaba.

—¿Lo de siempre? —preguntó el cantinero mientras pasaba un trapo sucio por el mostrador. Jonh asintió, abriendo lentamente sus ojos y encontrándose en el mismo lugar, aun cuando deseaba lo contrario. Después de un viaje largo siempre se ponía nostálgico, era como si extrañase seguir allá arriba, o tal vez ya no se sentía tan bien regresando a casa.

—Lo de siempre —soltó con desgano y bajó la mirada. El cantinero llenó un vaso pequeño con Whisky y se lo entregó, Jonh lo levantó y el hombre frente suyo hizo lo mismo con la botella. Acabó con el líquido de un trago y depositó el vaso nuevamente sobre la barra, sintiendo el escozor sobre su garganta y bajando hasta llegar a su estómago.

El cantinero conocía a Jonh, más por su curiosa elección de bebida que por su reputación como Cazarecompensas. Lo veía una o dos veces a la semana, siempre y cuando no hubiese mucho trabajo, aquel tugurio parecía haberse convertido en su lugar favorito a frecuentar.

—Otro —solicitó con amargura. En ese momento las puertas del bar se abrieron y tres singulares figuras entraron al lugar, Jonh miró de reojo, pero devolvió su vista hacia el frente, acabó con su trago y se levantó—. Gracias, Jim. —Dejó dos unidades efectivas y buscó marcharse del lugar lo antes posible. Se desplazó entre la gente del bar, pero no consiguió eludirlos, pues antes de llegar a la puerta sintió como alguien sujetaba su hombro.

—¿Te vas tan pronto, eh, Riley? —clamó el enorme Boctariano que lo atrapó. Cerró sus ojos y maldijo por dentro. Pronto disimuló y se giró para verlo.

—¡Grondo! Justo iba a verte —sonrió, a pesar del repudio y fastidio que le provocaban aquellos tres. Quien lo sostenía; un gran y fornido Boctariano de toscas facciones, piel grisácea y prominentes colmillos salidos. A su derecha había un Tyzorak, y uno bastante feo, aquella criatura azul y con aspecto de insecto le veía fijamente mientras siseaba y movía sus antenas de manera repulsiva. Y el último a su izquierda, un humano, procedente del Cuadrante Beta, con un ojo robótico y una gran mohicana roja que hacía juego con su mitrada de desquiciado.

—No me digas —volvió a decir el Boctariano ya apretó más su agarre, Jonh soltó un quejido y apartó su obesa mano.

—Escucha, Grondo, dile a Rollan que le daré su pago en cuanto antes, solo necesito un poco más de tiempo.

—Eso dijiste hace tres meses, Riley, por eso Rollan ha subido la tarifa.

Tras eso no pudo evitar abrir los ojos con sorpresa, no llevaba ni un par de días en la ciudad y las cosas ya estaban yendo mal. De no haber sido porque el fugitivo que fueron a cazar ya había sido atrapado y tan solo pudieron llevarse a uno de sus secuaces, la historia hubiera sido muy diferente, seguramente estaría con el resto de su tripulación, festejando como nunca y embriagándose en un club, y no siendo extorsionado.

—¿Cuánto?

—Tres mil unidades.

—¡¿Tres mil unidades?! —reviró atónito y empezó a negar con la cabeza—. Grondo, no tengo ese dinero, no puedo cubrir la cuota.

—Lo sabemos, Riley, por eso Rollan nos mandó para conseguir su pago, de una manera u otra —Grondo sonrió y empezó a tronar su cuello y sus nudillos.

—¿Creías que ibas a escapar de esta, eh Riley? —el insecto se burló, con una voz áspera y un poco aguda. Jonh retrocedió un poco. La música sonaba con fuerza y todos estaban demasiado inmersos en sus asuntos como para prestarle atención a aquellos cuatro.

—Escuchen, amigos, creo que podemos llegar a un acuerdo.

—Esta vez no, Jonh —el Boctariano sujetó firmemente su hombro, Jonh suspiró con resignación, tomó el enorme antebrazo de Grondo con la mano izquierda y le asestó un golpe ascendente directo a la nariz con la derecha. Grondo lo soltó mientras se apretaba la nariz, Jonh Riley remató golpeándolo en el estómago, sujetó su cabeza y le acomodó un contundente rodillazo que lo dejó en el suelo. Volteó a la derecha y pateó justo en el pecho al Tyzorak, arrojándolo contra una mesa.

El chico de la mohicana buscaba sacar su arma con desesperación, pero el miedo entorpeció sus manos, Jonh se adelantó desenfundando su arma y disparando velozmente contra él. El chico de la mohicana cayó al suelo.

La música se detuvo de repente y todos lo miraron al mismo instante.

—¡Lo siento por el desorden, Jim! —se acercó a la barra y dejó un par más de unidades, avanzó torpemente por el lugar evitando los cuerpos y empujando a uno que otro sujeto para llegar a la puerta.

—Ya estoy acostumbrado, ¡ten mucho cuidado, no dejes que confisquen tu nave! —recitó el cantinero mientras contaba su dinero.

Jonh bajó las escaleras del lúgubre edificio, casi tropezando un par de veces en el proceso, la llegada de aquellos tres le había bajado la borrachera, pero su visión seguía borrosa y difusa. Atravesó la puerta del lugar, sintiendo el aire sobre su rostro y el olor de la ciudad, se colocó su capucha y avanzó con rapidez.

La lluvia artificial había incrementado, pero eso no le impedía a la gente transitar las calles como cualquier otra noche.

—Marco, ¿Marco, me recibes? —habló por el comunicador en su muñeca. Escuchó algo de interferencia hasta que una voz se percibió con la nitidez del cristal.

Fuerte y claro, Jonh, ¿qué ocurre? —recitó la voz sobre su oreja.

—Rollan, mandó a sus mascotas por mí, prepara la nave, nos vamos de inmediato —farfulló, soltando el vapor que confería su boca ante el frío alrededor.

Carajo, está bien, apresúrate. —Ambos cortaron comunicación. Jonh avanzó rápidamente entre todas las personas y seres de las calles, chocando y llevándose algún insulto ocasional, lo cual poco le importó, ya estaba metido en suficientes problemas como para tener algo de condescendencia con los transeúntes.

—¡Mierda! —exclamó por lo bajo al ver a otros dos Recaudadores de Rollan al final de una calle. Evitó ir por el camino más concurrido y caminó por una serie de callejones de mala muerte. Se apresuró sin mirar atrás, un par de prostitutas le incitaron a acercarse, él las pasó de largo. Llegó a una esquina tras patear accidentalmente las piernas de un indigente ebrio que dormía tras un contenedor de basura, eso lo espantó, pero siguió su camino por un último y largo callejón. Retiró su capucha y normalizó su paso una vez que vio una figura a la mitad de aquel húmedo y nebuloso callejón, aquella figura lo miró unos instantes y se comenzó a acercar a él.

—Jonh Riley, te he estado buscando —pronunció la figura, era un hombre. Pronto Jonh desenfundó su arma y le apuntó sin pensárselo dos veces.

—Dile a Rollan que le daré su maldito dinero, pero tiene que dejarme tranquilo —amenazó seriamente. Aquel hombre levantó sus manos y se acercó con lentitud.

—Tranquilo, Jonh, no conozco a ningún Rollan —salió de entre las sombras y el vapor, mostrando su rostro una vez que también se quitó su capucha.

—¿Quién eres? —arremetió, hosco y sin dilaciones.

—Mi nombre es Altham. —Era un hombre avejentado, de piel blanca, cabello y barba de color castaño, llevaba puesta una túnica color marrón bastante desgastada, de no haberlo sorprendido así Jonh lo hubiera confundido con un indigente más.

—¿Y qué quieres? —interrogó sin bajar su arma.

—Vengo a ofrecerte un trabajo.

Guardó silencio unos instantes hasta que Riley emitió una pequeña carcajada y lo miró esperando a que dijera algo más o que finalmente sacase su arma y comenzara un tiroteo, lo cual no sucedió.

—¿Qué? —lanzó la pregunta al percatarse de que aquel hombre lo decía en serio.

—En las calles dicen que eres un Cazarecompensas, y uno muy bueno. Necesito que encuentres algo y me lo traigas.

—¿De qué se trata? —bajó su arma.

—Necesito que te dirijas a este planeta ubicado en el Cuadrante Omega y extraigas un objeto de vital importancia. Una vez acabado lo llevarás a estas coordenadas —Jonh tomó un aparato de cristal que le mostró la localización del objeto. Un viaje interestelar de al menos un mes terrestre estándar.

—¿Es una broma? Ese es territorio de los Donthraks, solo un demente entraría ahí.

—Por ello te pagaré cien millones de unidades —dijo, y Jonh lo miró estupefacto, la sola idea de recibir lo que hasta ahora era el mayor pago de su vida lo hacía estremecer.

—No confío en ti, ¿Qué intenciones tienes? ¿Qué ganas tú? Y lo más importante, ¿exactamente qué voy buscar?

—El objeto está ubicado en un planeta salvaje, desconozco su apariencia pero solo puedo decirte que es muy importante para mí y para las personas que trabajo —Jonh intentó hablar pero Altham se adelantó—. No, no puedo revelarte para quién trabajo.

—No lo sé, jamás he hecho una misión sin conocer mucho de mi objetivo.

—Te diré que, te daré cincuenta millones ahora y una vez que traigas el objeto te daré el resto, ¿tenemos un trato? —estiró su mano ante él. Meditó sus palabras, aquello había resultado simplemente increíble, un completo extraño que le había ofrecido una suma exorbitante de dinero por hacer un trabajo del cual no tenía idea de qué trataría, pero lo necesitaba, más que nunca sabiendo que su propia vida estaba en riesgo.

—Trato. —Ambos formalizaron todo con un apretón de manos.

—Una cosa más, Jonh Riley, mi gente cree que no somos los únicos que queremos el objeto, así que ve con cuidado y no confíes en nadie —Jonh asintió un tanto intimidado, comenzó a caminar y para cuando volteó nuevamente, él ya no estaba.

El resto del camino fue tranquilo, no hubo contratiempos, incluso revisó su cuenta bancaria y alguien había depositado cincuenta millones de unidades efectivas de forma anónima, eso le hizo darse cuenta de que la misión era cosa seria. Finalmente llegó al Hangar, un enorme edificio que servía como base y centro de control para todas aquellas personas que se dedicaban a comercio y transporte de índole clandestino. Jonh subió por un elevador hasta llegar al piso 12. Caminó apresurado entre todas las personas que le daban mantenimiento a las cientos de naves del lugar, uno que otro sujeto lo saludó, y más de una vez se llevó una mirada rara por parte de alguien, Rollan lo buscaba y eso ya lo sabían todos. Por lo cual tenía los minutos contados antes de que dieran con él.

El aroma a quemado y aceite inundaban todo a su alrededor, chispas volaban y el incesante ruido de las máquinas y las reparaciones acondicionaban aquel sitio tan hosco. Pasó de largo entre los cargueros y fragatas y demás naves de todos los tamaños y formas hasta que una figura saltó ante sus ojos.

Llegó hasta una gran aeronave de color blanco y pintura naranja un tanto dañada, con dos grandes alerones que alojaban cada uno un par de gigantescas y poderosas turbinas, una gran nave, la nave de Jonh, la Infinity.

—¡Es hora de irnos, gente! —avisó volteando a ver a todas partes como un neurótico. Se escuchó una serie de golpes contra el metal y después un quejido.

—¿Qué? —Xirack fue la primera en objetar, era una chica procedente de Dorma Prime, alta, esbelta, un cuerpo muy atractivo, muy bella, de piel oscura y cabello negro y ondulado que exhibía unos toques de plata a contra luz—. ¿De qué hablas, Jonh? Acabamos de llegar —todos sus atributos solo eran comparados con su carácter firme y su ferocidad en combate.

—¿Bromeas? —desde abajo de la Infinity salió Benjamín Wrax, la más reciente ''adquisición'' de Jonh, un joven mecánico originario de San Francisco, que de no saber que era servicial hasta morir; lo hubiera molido a golpes por haberlo descubierto robándole partes la noche que lo encontró. El muchacho apartó los grandes anteojos que llevaba y acarició su negra cabellera hacia atrás.

—Amigo, ¿de qué hablas? —el último en salir de entre los pliegues de la nave fue Marco Ramírez, la mano derecha de Jonh, un hombre moreno y fuerte que denotaba osadía en cada molécula de su cuerpo fornido—. No pude preguntar hace rato, sonabas agitado, ¿pero qué ocurre?

Jonh miró a la distancia y vio como los hombres de Rollan lo buscaban, preguntándole a cada persona en el Hangar. Apretó los dientes y abrió sus ojos con frustración.

—Les explicaré en el camino, pero ahora hay que irnos —terminó con algo de neurosis en su voz y palmeó el metal del casco.

—A la orden, Capitán —habló Marco y junto a Xirack entraron a la nave.

—Capitán Riley... —Benjamín se acercó temeroso a él.

—¿Qué quieres, niño? —Jonh se concentraba en retirar el anclaje de la nave y verificar que nada estuviera mal.

—Me-me dijiste que podría acompañarlos en la próxima misión que hicieran y... bueno...

—Chico, sé lo que dije, pero esto es muy peligroso, y tú solo eres un niño, no creo que...

—Estoy listo —se paró firme—, Capitán, por favor, lo único que siempre he querido es ser un Cazarecompensas y cruzar el universo en una verdadera aventura.

Jonh alzó discretamente la mirada y encontró a los secuaces de Rollan, se acercaban cada vez más rápido.

—Chico, no lo sé, es muy peligroso —subió por la pequeña escalera y abrió la compuerta de la nave.

—Señor, me necesitan, conozco esta nave de pies a cabeza, si algo le pasa le prometo que lo arreglo en un parpadeo —ilustró chasqueando los dedos, finalmente los hombres de Rollan lo vieron.

—Mierda —exclamó, mirando a los secuaces y luego al chico, suspiró con resignación y se encogió en hombros —. Bien, pero harás lo que yo te diga, ¿entendido? —Benjamín abrió los ojos y sonrió con regocijo.

—¡Sí, Capitán! —saludó formalmente —. Pero, primero tengo que tomar mis cosas y...

—Olvida eso, chico, a menos que quieras que tu única aventura sea la paliza que nos darán ellos —le tendió la mano, rápidamente Benjamín tomó una mochila y entró a la nave.

Jonh atravesó la cubierta y llegó a la cabina, Marco ya estaba en el asiento de copiloto.

—¿Todo listo?

—Así es, Capitán —respondió abrochando su cinturón.

—¿Motores, combustible, armamento?

—Listos, suficiente para llegar hasta Norák y suficiente para hacer explotar Norák —se rio, Marco siempre reía cuando la situación era por demás peligrosa. Tal vez para aligerar la tensión.

—Muy bien, sujétense todos, nos vamos de aquí —Jonh subió lentamente una palanca y las turbinas se encendieron, sujetó el volante de la Infinity mientras los hombres de Rollan disparaban contra el metal de la aeronave.

—Cielos, ¡nos disparan! —exclamó el muchacho tan extasiado que rompía con la tensión del momento.

—Activando el reactor Vóltico —Marco accionó un par de botones y la Infinity comenzó a flotar, y tras apretar un último botón la aeronave salió volando a la velocidad de la luz y se perdió entre las estrellas.

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