Capítulo 3

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Después de hacer el amor, Jonh se quedó un tiempo mirando al techo, pensaba en tantas cosas a la vez que comenzaba a sentirse estresado, por las presiones de todas las deudas, ante la posibilidad de que los recaudadores de Rollan continuaran siguiéndolos, y lo más importante, ¿qué encontrarían en el Cuadrante Omega?

El planeta salvaje al que llegarían ni siquiera estaba registrado en la Base de Datos Planetaria, además de eso, ni siquiera aparecía en los archivos más antiguos, previos a la colonización incluso, era como si Altham lo hubiera enviado a un planeta jamás descubierto. Xirack comenzó a despertar. Lanzando un gemido y estirando sus brazos.

—Hola —saludó ella con voz cansada, extendió sus brazos y lo rodeó completamente, sintiendo el calor que emanaba de su piel y la fuerza de su corazón al latir.

—Hola —respondió volteando a mirarla. Xirack acariciaba los pectorales, pecho y abdomen de Jonh, mientras contaba las cicatrices.

—¿Cuántas tienes? —dudó intrigada, se lo había preguntado varias veces, tal vez pensando que las de él eran muchas más que las de ella.

—No lo sé, perdí la cuenta —respondió suspirando. Mantuvo su mirada clavada en el techo mientras sentía las caricias de Xirack.

—¿Y recuerdas como te las hiciste?

—Algunas...

—¿Qué tal esta? —apuntó a un tajo de al menos diez centímetros que se encontraba en su costado derecho. Jonh hizo memoria, se rascó la nariz e hizo un gesto con los labios.

—Me lo hizo un Grodag en una Carrera de Aerodeslizadores, el desgraciado lanzó un zarpazo y alcanzó a herirme. Supongo que porque su dueño perdió ante mí.

—¿Fue antes de ser Capitán?

—Apenas comenzaba, en esa misión conocimos a Dutch, y él fue quien asesinó al infeliz, se unió después de eso.

—Logró ganar tu confianza ¿eh? —sonrió y él también, colocó su cabeza sobre su pecho—, ¿qué hay de esta? —un pequeño orificio en su pectoral izquierdo.

—Oh, un imbécil me apuñaló en un club, creyó que quería acostarme con su mujer.

—¿Todo fue un malentendido?

—Claro que no... yo recibí la puñalada y fue Marco quién acabó acostándose con ella —rio con algo de nostalgia de recordar semejante escenario. Cuantas anécdotas similares no tenía para contar.

Xirack no dijo nada, apuntó a una línea curva de casi quince centímetros alojada en su pecho. Jonh guardó silencio unos segundos, alzó las cejas y habló.

—Esa... esa me la hizo una chica... una de Dorma Prime, la vi como esclava en el harén de un desgraciado. Ella era muy joven y hermosa, le ofrecí dinero al dueño para que la liberara, pero no accedió —se quedó pensativo unos momentos.

—¿Y qué pasó? —Xirack mantenía su vista en la nada, Jonh Riley suspiró con pesadez.

—Lo maté. —Se quedó callado unos segundos, como si estuviera viviendo aquel momento otra vez—, Marco y Dutch me ayudaron a liberar a las esclavas, pero cuando intenté ayudar a aquella chica: tomó un puñal y me cortó —sonrió tras recordar aquello—. Después pasaron muchas cosas, la chica cambió, se unió a un grupo de Cazarrecompensas y ahora es la mujer más maravillosa del universo. —Xirack miró a Jonh con sus hermosos ojos claros y enternecidos, se acercó a él y le dio un largo beso.

—Y ella está en deuda eterna con quienes la ayudaron a ser libre —se levantó un poco cubriendo su desnudez con la sábana.

—Basta de historias, ¿tienes hambre? —se levantó de la cama y se puso unos pantalones, Xirack asintió con una leve sonrisa en su semblante—. Iré a la cocina, tal vez encuentre algo bueno por ahí.

Salió del camarote y caminó descalzo por la cubierta de su nave hasta llegar a la cabina, la cual estaba vacía, pero la Infinity seguía el curso que Minck otrora había programado. Miró por los cristales la infinidad del espacio, aquel espectáculo silente que lo intrigaba y tranquilizaba a la vez. Miró las estrellas, la oscuridad interminable, era algo hermoso y en cierta forma atemorizante por su sola naturaleza. Siempre que iban de misión era lo que más disfrutaba, estar en el espacio, como si ese fuera su verdadero hogar. Suspiró, avanzó en dirección contraria y bajó al nivel inferior, escuchando música y algo de escándalo, se encontró entonces con todos los hombres pasando el rato entre ellos.

—Capitán, ¿una cerveza? —Marco dejó lo que estaba cocinando y le ofreció una bebida.

Jonh la aceptó y las chocaron. Dutch y Minck jugaban un extraño juego de apuestas, Minck iba ganando. Jonh se acercó a Benjamín, él estaba acomodando sus cosas en un pequeño rincón donde estaba su catre.

—¿Qué tal, niño? —bebió un trago.

—No es muy diferente a donde vivía en San Francisco —respondió aún con cierto atisbo de entusiasmo en sus palabras. El lugar era horrible y Jonh lo sabía, pero aquel chico o era muy impresionable o muy torpe para notarlo, de igual forma él sonrió.

—Bueno, al menos encontraste lugar, por un segundo pensé que Dutch te pondría en la bodega —rio ligeramente.

—Lo pensaba hacer, es pequeño, y cabe perfectamente ahí, ¡carajo! —exclamó golpeando la mesa y haciendo rebotar las fichas, Minck ganó esa ronda, estiró su pequeña y escamosa mano ante él.

—Págame, grandulón —se burló y Dutch colocó dos unidades en la mesa.

¡Pawaladi keh! —masculló contando sus escasas fichas. El extraterrestre volvió a reír.

—¿Con esa boca besas a tu madre?

—Ya cállate y vuelve a acomodar las malditas fichas.

—Claro que sí, será un placer volverte a ganar. Capitán, ¿quiere jugar?

—No, creo que es más entretenido ver a Dutch perder de lejos —sonrió y su artillero se quejó—. Además nunca me gustó el Goshi.

Le dio un trago a su cerveza y caminó hacia su viejo amigo, quien preparaba un extraño animal, parecía una zarigüeya, solo que esa cosa era más grande, con múltiples patas y ojos y sin tanto pelo.

—¿Me puedes decir qué diablos es eso? —aquella criatura le provocó un poco de repulsión. Marco se burló tras ver su rostro, bebió de su cerveza y dijo:

—Es un manjar, Riley. Las monjas del convento donde crecí lo cocinaban seguido, créeme, no hay nada mejor que un Yrov relleno —abrió el estómago del animal y comenzó a sacar sus vísceras, Riley casi vomita de solo verlo.

—Me niego a comer esa cosa —caminó por la cocina y buscó por todas partes hasta que encontró algo de comida chatarra—. Con esto servirá.

—Bueno, más para mí y los muchachos.

—Solo asegúrate de no intoxicar a mi tripulación, ¿quieres? —miró una última vez al animal, ya comenzaba a oler raro.

—A la orden —se rio y Jonh abandonó el nivel inferior. Le siguió con la mirada hasta que se perdió tras cruzar la escotilla, regresó con el animal y continuó destazándolo, a final de cuentas ya sabía a donde iba. Y ciertamente prefería no pensar en ello, el joven mecánico de la Tierra se levantó de su rincón y caminó por el lugar—. ¿Qué opinas, niño? Cumple con tus expectativas.

—Absolutamente, aunque si te soy sincero creo que este lugar está algo desperdiciado, podríamos pasar todos estos trastos a la esclusa o tal vez aligerar la carga, así habría más espacio y podríamos usar esto como una sala de control e ingeniería.

—Oye, oye, despacio —bebió de su cerveza y liberó un quejido—. Cuando tengas tu propia nave podrás hacerle las mejoras que tú quieras, claro, si es que consigues una.

—No creo que sea tan difícil —profirió y Marco sonrió condescendiente pues sabia lo difícil que era apañarse con una—. ¿Que no el Capitán Riley y tú se hicieron con esta robándola?

—Ey, se la quitamos a unos mercenarios —repuso mientras le apuntaba con su cuchillo de cocina—. Además, no fue en lo absoluto fácil, de milagro salimos vivos de esa.

—Siempre dices eso en tus historias.

—Porque casi siempre es así, créeme, chico, conseguir una nave será difícil, por el momento confórmate con la Infinity.

—Claro que sí. Esta nave es como mi bebé, mi grasiento y chatarroso bebé.

—No digas eso frente a Jonh si es que no quieres que te arroje al vacío mientras duermes.

—El Capitán Riley y tú son amigos desde hace mucho tiempo, ¿cómo es que se conocieron?

—Larga historia —acabó de partir al animal, lo arrojó a una olla con algo de agua y vegetales y lo puso contra el fuego—. Tal vez algún día te la cuente —clavó el cuchillo contra la tabla de cortar y alzó la cabeza—, ¿qué hay de ti, cuál es tu historia?

—¿Mi... historia?

—Sí, Jonh te encontró tratando de robar refacciones de la nave, y cuando menos supe ya estabas a cargo de todo el mantenimiento, pero no sé mucho sobre ti.

—Es porque no hay mucho que contar —aseguró—. Nunca conocí a mis padres, crecí en las calles y hacia lo que fuera para sobrevivir, no soy nadie.

—Todos comenzamos siendo nadie, son nuestras acciones las que nos convierten en lo que somos al final.

Formó una leve sonrisa y siguió conversando con Marco y el resto de aquella peculiar tripulación por un rato más. Para ese entonces Jonh ya había llegado a su camarote. Xirack se había dado un baño muy rápido, ya estaba vestida incluso, estaba sentada a orillas de la cama mirando nuevamente las coordenadas y el planeta a donde se dirigían mientras secaba su cabello.

—Conseguí esto —le mostró unas cuantas barras de cereal, y un paquete de galletas, todo hecho en la Tierra.

—Gracias —dijo una vez que Riley le entregó una barra y se sentó junto a ella. Ambos comenzaron a comer en absoluto silencio, otra vez. Lo hacían siempre, cada vez que tenían un ''encuentro'' siempre terminaban presos de un abrumador y largo silencio, como si ambos quisieran evitar de alguna manera el hablar sobre su situación. Y como no hacerlo, se conocían desde hacía quien sabe cuánto tiempo y tan solo hasta hacía un par de meses que empezaron a ser más que simples compañeros de la misma nave.

Luego de ir a una estación espacial y capturar a un par de hermanos prófugos fue que comenzó, lo recordaba bien. Poco después de haberlos capturado tras un enfrentamiento entre naves; Jonh y Xirack estaban en los niveles inferiores, cerca de la esclusa que separaba la nave de los fugitivos de la de ellos. Bromeaban y reían, lanzando chistes mientras que recolectaban su botín de la nave enemiga. Y quizás fue la emoción o la adrenalina que aún no bajaba, pero cuando menos se percató: tomó a su artillera y la besó sin importarle nada, y contrario a lo que imaginó aquella fiera mujer no solo correspondió, sino que lo derribó, acabaron haciéndolo en aquel reducido espacio, después, en su camarote esa misma noche y desde entonces se reunían discretamente en la nave o cualquier lugar para tener un encuentro más.

Aunque para aquellas instancias y con el tiempo avanzado, aquella singular y otrora excitante aventura carnal se había transformado en algo mucho más comprometedor para ambos. Jonh lo sentía, y Xirack ya no podía quedarse callada.

—Jonh... ¿qué está pasando entre nosotros? —lo miró levemente, él le dio una mordida a su barra y tragó.

—¿A qué te refieres? —apartó la mirada y siguió comiendo.

—Me refiero, a lo nuestro, ¿qué se supone que hay entre nosotros? —Jonh miró al suelo una vez más y cuando estuvo a punto de decir algo, la nave se estremeció con fuerza.

En ese instante Riley se levantó de la cama y se encaminó con rapidez hacia la puerta, la abrió y vio a Minck yendo a toda prisa a la cabina.

—Capitán, tenemos problemas.

Toda la tripulación llegó a la cabina una vez que toda la Infinity comenzó a sacudirse de manera más y más violenta. Miraron a través de los cristales como miles de rocas de todos los tamaños cubrían el panorama donde sea que miraran.

—Un gran asteroide debió causar este desastre —comentó Marco, él maniobraba la nave y evitaba todas las rocas que se acercaban.

—¿Podemos ir a velocidad luz? —preguntó Jonh sin despegar su mirada del océano de asteroides.

—No a menos que tengamos la vía despejada —Minck se sentó junto a Marco y comenzó a mover algunos controles en el panel—. Sujétense todos, esto se pondrá bueno —sonrió mientras tomaba el control de la nave.

La Infinity aceleró, y con mucha destreza y habilidad Minck comenzó a evadir a todos los asteroides que pasaban a toda velocidad frente a ellos.

Toda la tripulación estaba inmóvil, habían tomado asientos o se lograban sujetar de alguna saliente de la nave.

—Carajo —exclamó, rápido tecleó unos comandos en el panel y activó las armas, apuntó cuidadosamente contra un gran asteroide y disparó dos misiles de plasma. La piedra estalló en miles de pedazos y la nave atravesó el fuego en un santiamén—. ¡Eso fue increíble, deben admitirlo! —Se carcajeó a todo pulmón sin prestarle atención a todos los asteroides que se aproximaban con rapidez.

—¡Minck! —le gritó Xirack, él volteó despreocupado y miró con indiferencia las rocas.

—Por favor —sonrió modesto, y sin aviso giró la Infinity trescientos sesenta grados logrando pasar en medio de dos asteroides, casi todos salieron volando, Benjamín cayó de espaldas y rodó por la cubierta hasta chocar contra la puerta del camarote de Jonh. Minck parecía disfrutar todo, no dejaba de reír y burlarse sin soltar por un segundo el volante.

—Estás demente... —farfulló Marco Ramírez, él ya se había puesto pálido.

—Gajes del oficio —soltó una carcajada y pasó por encima de otro asteroide, atravesó por debajo uno más y evitó volando de lado uno que no estaba tan grande.

—Oh mierda... —Jonh y la tripulación contemplaron horrorizados como un enorme asteroide aparecía frente a ellos, casi diez veces al tamaño de toda la nave.

—Muy bien, gente, tenemos dos opciones —se rascó la oreja y los miró a todos sin preocupación— O lo atravesamos, bueno, de echo solo podemos atravesarlo —se burló una última vez.

—Sujétense bien —ordenó Jonh mientras abrazaba una saliente. Minck aceleró y a cada segundo el asteroide colosal se acercaba—. Minck...

—Confíe en mí, Capitán —ya estaban a al menos veinte metros de la roca.

—¡Minck! —en ese instante una alarma comenzó a sonar y una grabación repetía impacto inminente sin parar.

—Ya casi —ya estaban a diez metros, Minck seleccionó otro misil—, ¡listo! —disparó, el enorme y pesado proyectil perforó la roca en cuestión de segundos y atravesó todo el asteroide por completo, dejando a su paso un túnel bastante estrecho, Minck aceleró a fondo y la Infinity, al igual que el misil, atravesó el asteroide logrando salir sin ningún rasguño.

—¡Sí! —exclamó Dutch.

—Desquiciado maldito, eres fantástico —dijo Marco volviendo a respirar con tranquilidad.

Todos celebraban y aclamaban la destreza de Minck al pilotar.

—Gracias, gracias, bueno ya que todo terminó y estamos completamente a salvo, les presento su planeta —sonrió, nadie se había percatado, pero el planeta salvaje que había marcado Altham como destino finalmente se mostraba ante todos.

Enorme, de colores verdes y azules claros, muy parecidos a lo que alguna vez fue la Tierra.

—¿Aterrizamos en cuánto? —preguntó Jonh sujetando por el caparazón a su pequeño amigo Minck.

—Diez minutos, tal vez menos.

—Muy bien, prepárense gente, tenemos trabajo que hacer.

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