Capítulo 8

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Las noches en el planeta Klim no resultaban muy diferentes que cuando estaba el sol, eran agitadas y demasiado llenas de vida que incluso les recordaba al caos diurno de San Francisco. Mientras que su estrella madre se ocultaba y le abría paso a la oscuridad, el cielo se pintaba con un resplandor verdoso cual aurora boreal, lo cual llenaba de lúgubre luminiscencia sus alrededores y fomentaba a sus habitantes a permanecer despiertos mucho más tiempo.

La tripulación ya había reservado algunas habitaciones en un hotel modesto en una zona poblada de la ciudad. Después decidieron ir a un bar, un establecimiento conocido entre los vendedores del Mercado Carroñero, estaban sentados en una mesa, todos, excepto Lylum.

—¿Y nuestra pasajera? —Marco meneó un par de veces su verdosa bebida y le dio un trago.

—La dejé en la habitación, no creo que este sea un buen ambiente para ella —de igual manera Jonh bebió.

—¿De qué hablas? Si este lugar tiene un ambiente más familiar que... —los gritos de un par de ebrios menguaron todo lo que Marco Ramírez tenía que decir.
El lugar era bastante ''rudo'' ante los ojos de Benjamín, claro que para la tripulación de la Infinity no era algo realmente amenazador. Un lugar sucio, descuidado y con muchas razas y seres de aspecto no muy amigable, inmundicia, pero ya estaban acostumbrados a ella.

—¿Quieres un baile, cariño? —una delgada y medianamente atractiva Madoriana se acercó a Ben, masajeó sus hombros un poco y sonrió. Tenía puesto un atuendo tan ridículamente pequeño que solo cubría su feminidad. Volteó temeroso y se topó directamente con sus senos descubiertos, regresó la mirada con rapidez.

—N-no, gra-gracias —respondió rojo como un tomate. Casi todos los hombres rieron ante eso, por lo cual Benjamín se sonrojó aún más.

—Como quieras... —la Madorian se alejó contoneando sus caderas y mostrando su casi descubierto trasero. Benjamín agachó tanto la cabeza por la pena que Minck no pudo más, y rompió con una carcajada realmente sonora.

—¡Cielos, eso, eso fue patético! No te ofendas, chico —limpió una lágrima tras haber reído tanto y continuó devorando un plato de peculiares semillas.

—Déjalo en paz, Minck —comentó Marco intentando ocultar su risa. Miró hacia adelante, Jonh estaba quieto y silente cual estatua, y mantenía la mirada en el vacío—, ¿qué ocurre, Capitán? —volvió a beber, pero esta vez mostrando un amago de sonrisa.

—Nada —respondió fuera de su catatonía.

—¿Te preocupa nuestra pasajera, no es así? —a cada segundo aquella sonrisa incrementaba un poco más, Xirack volteó a verlo directamente—. ¿Pero para qué pregunto eso? Si todos sabemos cuánto te... interesa, nuestra nueva amiga.

—¿Qué tratas de decir? —prestó atención a su Almirante y entrecerró sus ojos con severidad, a la par que evitaba los ojos de Xirack.

—Nada, nada, solo digo que desde que ella llegó, has estado diferente —acabó con su bebida. Volteó de reojo hacia Xirack y regresó la mirada a Jonh—. Se nota que te preocupa.

Marco conocía a su amigo como la palma de su mano, tal vez por ello no le era difícil ver que actuaba de manera diferente desde que la habían encontrado.

—¿Escuchaste lo qué pasó con la Nerón?

La conversación entre dos sujetos en una mesa vecina captó por completo toda su atención. La tripulación comenzó a escuchar disimuladamente.

—Oí que fue un ataque terrorista, ¿La Unión? —respondió su dudoso compañero: un hombre originario de Klim, con más piezas robóticas que humanas en todo su ser.

—Ni hablar, ni siquiera La Unión hubiera podido hacer eso. Toda la Nerón fue destruida, y sus pasajeros... bueno, creo que decir masacre que se queda corto —bebió rápidamente.

—¿Entonces, si no fue La Unión, quién fue?

—Nadie lo sabe, pero para que haya logrado destruir una base completa de La Federación Estelar —negó repetidas veces—. Debe ser algo grande.

Benjamín pudo ver como el semblante de todos cambió drásticamente, estaban serios, incluso algo preocupados.

—¿Crees que sea verdad? —Marco miró con nerviosismo a Jonh.

—No lo sé, pero si es así, debemos largarnos de aquí en cuanto antes.

Desde hacía bastantes años que La Unión y la Federación Estelar se hallaban en conflicto constante, una lucha de ideales y pensamientos políticos que habían desembocado en innumerables batallas a lo largo y ancho del universo, y si bien La Unión era el organismo para militante más fuerte a nivel universal, no era nada equiparable al poder de la Federación, no era posible que de un día al otro un ejército de terroristas consiguieran hacer semejante escándalo, no, la destrucción de la Nerón debió de ser otra cosa, una amenaza u ataque, o lo que fuera, pero perpetrado por alguien más, alguien de quien todos debían cuidarse. Si aquellas fuerza misteriosa había sido capaz de acabar con una Estación Espacial completa, ¿entonces cuál sería su siguiente movimiento?

Las copas hicieron efecto y el tiempo transcurrió, algunos estaban medianamente borrachos, así que decidieron marcharse hacia su hotel, aun cuando Minck insistía en asistir a una casa de apuestas local. Jonh se negó rotundamente, debían mantener la discreción a toda costa y prepararse para salir de aquel arenero lo antes posible. La cabeza le daba vueltas, tanto por el alcohol como por los pensamientos, avanzó tambaleante entre los pasillos de aquel hotel hasta que escuchó como una puerta se abría.

—¿Jonh Riley? —Lylum había salido de su habitación, temerosa miró a lo largo del pasillo—. ¿Podrías dormir conmigo?

Se estremeció de pies a cabeza, miró levemente a Xirack y pudo ver como negaba con molestia, después simplemente se alejó de ellos dos y se encaminó a su habitación, azotando fuertemente la puerta en el proceso.
Jonh suspiró y se rascó la nuca, caminó hacia la habitación de Lylum y entró.
No había visto mucho del lugar, Minck se había encargado de reservar todo. La habitación, al igual que la mayoría de la arquitectura del lugar era de madera y arena sólida, no muy grande, con una cama matrimonial, un par de sillones púrpuras, un baño un dispositivo de televisión universal y lo más curioso: un gran hueco rectangular que debía funcionar como una especie de ventana y tragaluz.

—¿Por qué quieres que me quede? —se aproximó al hueco y miró las calles, había algunas luces encendidas y personas rondando, pero al estar tan acostumbrado al caos que proporcionaba una ciudad tan grande como San Francisco aquello era realmente pacífico. Volteó a verla, estaba sentada en medio de la cama, y se notaba todo menos tranquila—. ¿Qué tienes? —ella abrió los ojos.

—Nada, solo... —recordó todo lo sucedido con la anciana Lunariam y se estremeció al escuchar su voz en su cabeza—. Quería compañía... estoy algo temerosa aún.

—Oh... está bien —sacó un cigarrillo y lo encendió.

—¿Eso no es malo?

—¿Qué? ¿Esto? —ilustró con el cigarrillo, ella asintió.

—No recordaré muchas cosas, pero estoy segura que eso podría matarte.

—Muchas cosas han intentado matarme —fumó y tras unos segundos escupió el humo—, y aquí sigo.

Lylum se quedó callada un tiempo, igual que él, apagó su cigarrillo y caminó hacia el hueco en la pared y cerró las cortinas que este tenía. No sin antes darle un último vistazo al panorama luminiscente en el cielo.

—Creo que deberías dormir, ha sido un largo día —se acercó en uno de los sillones y se desplomó rendido ante el cansancio.

—¿Qué haces?

—Pues... descansar —respondió con la cabeza colgándole.

—Levántate de ahí, duerme conmigo —Jonh regresó la vista a ella, Lylum levantó su vestido mostrándole su cuerpo desnudo.

—Mierda... —susurró, estaba cautivado, la imagen ante él era algo impresionante.

—Ven —le dijo ya tendida en la cama. Jonh se levantó y se quitó la camiseta. Esta vez fue Lylum quien lo analizó con detenimiento, realmente era alguien muy atractivo en todo sentido. Se quitó los zapatos y se acostó a su lado, sin despegar la mirada del techo—. ¿No te quitarás el pantalón?

—No... es decir, no es apropiado —respondió algo tenso.

—¿Dices que no debería estar desnuda? —algo había en sus palabras y en su mirar, que convencía a Jonh de que lo preguntaba con total honestidad y no buscando otra cosa.

—No... solo, no creo que debamos estar desnudos, al menos no en esta situación —rio ligeramente y ella no pareció entender—, olvídalo, hay que dormir —apagó la linterna que estaba a su lado y se dispuso a descansar.
Pero no podía, cada célula de su cuerpo lo incitaba a voltear, y así lo hizo.

Miró disimuladamente, ella estaba de espaldas, su delgada y sensual figura adornada con sus marcas tribales la hacían lucir como la obra de arte más majestuosa de todas, y el ligero brillo celeste que emanaba de ella lo hipnotizaba por completo. Lylum volteó a verlo, ambos acabaron cara a cara.

—No puedo dormir —dijo ella.

—Yo tampoco —estaba nervioso como nunca antes.

—¿Por qué no puedes dormir, Jonh Riley? —su voz, tan cálida y suave acariciaba sus oídos llenándolos de paz y placer.

—Tengo muchas cosas en la mente ahora mismo...

—Creo que yo también —meditó un poco y colocó su mano en su pecho—. Pero yo, yo siento muchas cosas aquí.

—¿Qué cosas? —preguntó sin apartar la vista de aquellas estrellas que pretendían ser ojos.

—Sentimientos, tengo muchos sentimientos ahora. Puedo sentir como fluyen a través de mi cuerpo y llegan hasta mi corazón —Jonh abrió los ojos con asombro al ver como su pecho comenzaba a iluminarse de un color rosado y brillante—. Puedo sentirlos, pero no expresarlos, creo que porque nunca había sentido antes... ¿tú sientes, Jonh Riley?

—Mucho, más de lo que debería.

—¿Qué sientes? —observó las curvas en su cuerpo y lo atractivos que se notaban sus labios celestes. Tragó saliva y negó ligeramente con la cabeza.

—Inquietud, remordimiento, confusión, y algo que tampoco sabría definir... —miró el resplandor en su pecho y luego sus ojos otra vez.

—Creo que en algún momento lo descubrirás.

—Sí, eso creo.

—Cuéntame, Jonh Riley, ¿cómo es tu hogar?

—¿Mi hogar? ¿Te refieres a mi mundo? —asintió, Jonh lo pensó un poco—. Mi planeta se llama Tierra, es un mundo ubicado en lo que llamamos los humanos como la Vía Láctea, tiene un sol y una luna que nos iluminan de día y de noche, alguna vez fue un mundo verde y azul, lleno de toda clase de ecosistemas y formas de vida de todos los tamaños y formas. Pero ahora es un lugar gris, casi nada de lo que era antes persiste hasta el día de hoy, ahora solo es un cúmulo de ciudades sin fin, donde nada importa realmente.

—Suena feo... —profirió cargada de inocencia, Jonh mostró una sonrisa, se puso boca arriba—, pero tiene sus cosas buenas. Hay algo que se llama nieve, es... agua, pero está congelada, y cae por todas partes convertida en pequeñas partículas que cubren todo de blanco, volviendo los alrededores en algo muy hermoso.

—Eso suena muy lindo.

—Lo es.

—Espero algún día llegar a ver esa nieve.

Jonh guardó silencio, pero la chica frente a él sonrió, mostrándose totalmente ajena de su propio destino.

—Sí, ojalá y algún día puedas verla.

—Buenas noches, Jonh.

—Buenas noches, Lylum...

A la mañana siguiente todos despertaron bastante exhaustos, e incluso algo tensos. La noticia del ataque a la Nerón se había esparcido por todo el universo en cuestión de horas, algunos ya comenzaban a teorizar sobre lo que ocurría. Mientras que otros decían que un gran conflicto estaba por llegar.

Aquello solo fue una sirena de alarma para Jonh, rápidamente mandó a la mayoría de su tripulación a la nave para ver en que podían ayudar, ya que él se había llevado a Benjamín y a Lylum al Mercado Carroñero a buscar algunas piezas de armamento extra para la nave, «Si las cosas se ponen feas más vale estar preparados.» Pensó mientras observaba la maquinaria en cada uno de los puestos. Que Klim no estuviera bajo yugo de la Federación Estelar hacia fácil que el comercio ilícito fuera algo en el día a día de sus habitantes, no solo había armamento táctico y pesado, también había tecnología de dudosa procedencia, Voltex para los viajes luz, incluso equipamiento de grado Stack.

—¿Qué opinas, niño, qué le vendría bien a la nave?

—Bueno, unos cañones de plasma Radorianos no estarían mal, o tal vez un proyector de escudo de fuerza, o que tal una ametralladora Fultaj, he oído que son rápidas y letales.

—Y costosas, necesitamos algo que podamos comprar he instalar con rapidez.

—Una de esas estaría bien —miraron a un puesto del que sobresalía una ametralladora Ballister modelo 89—. No es lo más letal, pero es rápida y eficaz para inmovilizar naves caza.

Jonh observó como a lo lejos un par de sujetos lo miraban, ambos se percataron y siguieron con una aparente y disimulada charla.

—Chico —Ben se acercó, Jonh se aproximó a su oído—. ¿Ves a ese mastodonte y al reptil? No han dejado de mirarnos desde que llegamos.

Ben miró algo aterrado, era un hombre alto, calvo y con barba, un tanto gordo pero muy imponente, y el otro era mucho más pequeño y con la apariencia de un reptil. Un Yeptariano seguramente.

—Y ese idiota nos ha seguido desde hace veinte minutos —a sus espaldas había un humano de cabello rubio y corto con un tatuaje en el cuello.

—¿Qué hacemos? —preguntó nervioso.

—Giramos en el callejón más cercano y entramos en algún local hasta asegurarnos que no nos siguen más.

—¿Jonh Riley? —el gordo y el reptil ya habían llegado hasta ellos. El gordo tomó del hombro a Jonh.

—O podemos improvisar... —se giró ya resignado. Y abrió los ojos al ver el símbolo de un puño dorado sobre un estandarte color vino en su brazo.

—Rollan envía saludos —el sujeto obeso empuñó un objeto metálico y afilado, que se abrió como una flor y comenzó a girar como una cierra. Arremetió contra él, pero alcanzó atrapar el objeto antes de que pudiera cortarlo justo en el abdomen.

—¡Corran! —golpeó justo en el rostro al gordo y este lo liberó. Sin pensarlo Lylum y Ben salieron de ahí, y John los alcanzó, el reptil sacó una pistola y disparó un par de veces, pero no logró darles.

—¡Síganlos! —exclamó el reptil. Los tres matones comenzaron a perseguirlos.

Corrían esquivando y empujando a todas las personas del lugar, pero ellos no se detenían, de vez en cuando volvían a disparar pero no lograban herirlos.
Finalmente acabaron en un callejón algo angosto.

—¡Por ahí! —indicó Jonh al ver un nuevo callejón a su derecha, cuando de este salió el obeso mastodonte. Apuntó un arma contra Ben, pero Jonh se adelantó, sacó su arma y le disparó justo en la mano.

—¡Maldición! —exclamó soltando la pistola. Jonh se giró y disparó contra los dos sujetos que los perseguían, ambos se cubrieron.
Benjamín estaba congelado por el terror, no se movía ni cuando vio al mastodonte levantarse.

—¡Jonh! —el grito de desesperación de Lylum no logró hacerlo reaccionar a tiempo, se giró y recibió un puñetazo al rostro. Cayó soltando su arma.
El lagarto y el sujeto del tatuaje llegaron con Ben, y comenzaron a darle una golpiza. Lylum lloraba por la desesperación y Jonh solo podía ver con impotencia. Dejaron de golpear a Benjamín una vez que se desmayó.

—¿Qué hacemos con ellos? —cuestionó el reptil.

—Llévense a la chica, y maten al idiota —respondió el gordo levantando por el cabello a Jonh y estrellándolo contra el suelo nuevamente. Miró con dificultad como el sujeto del tatuaje la cargaba a la fuerza y como el reptil se acercaba a Benjamín con un puñal en la mano—. ¿Ahora, quién te ayudará, eh? —sacó nuevamente la cierra y la empezó a acercar a su rostro.

—¡No! —gritó ella, y una onda expansiva azotó todo el callejón. El obeso y el reptil acabaron tendidos en el suelo al igual que el hombre del tatuaje.
Jonh se arrastró con rapidez hasta llegar a la cierra, la tomó y apuñaló el cuello del obeso.
Su garganta reventó en un estallido carmesí, el reptil se levantó completamente asustado y con toda la intención de huir, pero Jonh alcanzó su arma y lo asesinó con tres disparos. Se levantó lleno de ira y se aproximó al captor de Lylum, quien ya estaba más pálido que un cadáver.
Se agachó y le propinó una ráfaga de puñetazos que acabaron por dejarlo tan hinchado y morado como una calabaza Astariana.

—Le iba a pagar a Rollan, pero ahora. —Miró a Benjamín en el suelo y a sus dos compañeros muertos—. Ahora iré por él... —se percató de un pequeño aparato circular pegado en su playera—, ya me oíste, imbécil —le habló a la cámara, colocó la pistola en su frente y disparó.

Lylum corrió hacia él y lo abrazó sin dejar de llorar. Jonh emitió un quejido y le regresó el abrazo.

—¿Estás bien? —le preguntó mientras revisaba todas sus heridas.

—Eso creo —levantó su comunicador—. Chicos... Tenemos problemas —avisó, exhausto y adolorido, no esperó una respuesta, se levantó con dificultad y llegó hasta su joven mecánico. Lo cargó en sus brazos y nuevamente siguieron su camino.

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