Capitulo uno ✓

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Una chica en Nunca Jamás



Narrador omnisciente

El gran Peter Pan deleitaba a los niños perdidos con su flauta quienes disfrutaban saltando y jugando con barrotes. Cuando vió a cierto rubio de gran estatura acercarse apresurado, desapareció el instrumento mágico y se dirigió hacia él.

—Conozco esa cara, ¿qué sucede? —cuestionó reconociendo el rostro confuso y serio de su mano derecha, Félix.

—Tenemos una visita bastante peculiar, Pan —respondió con un semblante serio que luego cambió por uno de confusión al notar que su líder no entendía a lo que se refería—. ¿No lo has sentido?

—¿Cómo que una visita? —comenzaba a molestarle las vueltas que daba el rubio para comentarle lo sucedido, a él le gustaba que se le dijera las cosas de manera directa.

—Tendrás que verlo por tí mismo —habló preocupado aumentando la incertidumbre en Pan y luego lo guió hacia donde se encontraba el problema.

«¿Qué fué lo que no pude sentir?», pensaba el de ojos verdes como la esmeralda.

Él debería saber todo lo que sucedía en la isla, pues era el dueño.

Se adentraron en medio del bosque, llegaron hacia un pequeño círculo en dónde no había árboles. Gracias a la luz de la luna, Pan pudo observar cómo Félix se acercaba hacia algo blanco en el suelo, era un vestido, era... una chica.

Se acercó y lo confirmó, era una chica con un vestido, mas bien parecía una gran manta atada a su alrededor con extraña perfección. Tocó suavemente la tela de su vestido, era de suave seda. Tenía zapatos de cuero, para Pan esto significaba que la muchacha tenía una buena posición social. Estaba aparentemente dormida. No se podía apreciar con tanto detalle su rostro debido a la oscuridad.

—Quizá paguen mucho por ella, debería conservarla —dijo más para sus adentros.

—¿Qué vamos a hacer con ella?

—Luego, Félix. Antes debo saber por qué no supe de su llegada —estaba confundido, sus cejas juntas lo confirmaban. Él debía saberlo todo—. ¡Sombra!

Al cabo de unos segundos apareció su sombra quien al parecer tampoco se había enterado de la llegada de la chica misteriosa.

—Veo que traes un juguete —habló con su escalofriante voz, al menos así la percibían los asustadizos.

—No lo sabías —asumió y se sumió en sus propios pensamientos.

—Yo no la traje, ni tampoco sabía que estaba aquí hasta ahora —respondió intentando parecer relajado, pero no podía engañar a Pan. La sombra no entendía lo que sucedía y eso atemorizaba a todos. 

Si la sombra, quien había cuidado de Nunca Jamás tantos siglos, no sabía lo que ocurria... entonces ¿quién lo haría?

—Entonces cómo... —La chica comenzó a moverse, estaba despertando. La atención de los tres estaba en ella por completo, cada uno iba creando sus propias conclusiones—. ¿Quién eres?

—¿Quién eres tú? —se puso de pie y sacudió su ropa con sus manos—. Perdónenme, estoy un poco desorientada. Debió ser el viaje.

—Responde mi pregunta, ¿quién eres? —exigió él, ella lo observó de pies a cabeza. Aquello solo lo hizo sonreír con picardía—. ¿Te gusta lo que ves?

—¿Quién te crees, jovencito? —le preguntó e hizo una mueca de rechazo demostrando cierta superioridad.

¿Quién se creía esta chica para hablarle así? No lo sabemos, Pan no lo sabía y se preguntaba lo mismo una y otra vez. Jamás le había sucedido algo parecido.

—Yo soy el dueño de esta isla —se acercó con intenciones de intimidarla.

Ella comenzó a caminar a su alrededor observándolo de pies a cabeza de nuevo.

Ambos se miraban desafiantes. Parecían estar ellos solos, ignoraban al pobre Félix y a la sombra.

Ella se detuvo de golpe, se encontraba detrás de Pan y luego este comenzó a sentir su respiración detrás de su cuello. Se acercó a su oído.

—Malcolm —dijo en un susurro con seguridad en su voz como si lo reconociese, pero él podría jurar que jamás la había visto. De inmediato se volteó y la acorraló en un árbol que se encontraba cerca con sus manos en su cuello.

—¿Quién... —se acercó peligrosamente a su rostro y susurró con un tono amenazante— eres tú?

Su cuerpo se tensó, pero no se quejó de la fuerza que Pan ejercía en su cuello, iba contra su orgullo.

—¿Te sorprende que sepa de tu pasado? —habló con dificultad, Félix se encontraba a un lado observando la escena con mucha cautela al igual que la sombra—. Conozco tu vida.

El rubio y la sombra intercambiaron miradas confusas. La conversación les resultaba interesante.

—¿Cómo? —interrogó tratando de controlarse, la chica le ponía los pelos de punta—. Responde si no quieres morir en tu primer día en esta isla.

El aire apenas llegaba a los pulmones de la muchahca misteriosa. Sin embargo en ningún momento se mostró débil ante él.

—No visi-taría un lu-lugar del cual no con-ozco su historia —dejó de presionar con tanta fuerza y la chica comenzó a dar grandes bocanadas de aire como si el oxígeno fuese a acabarse pronto—. Que no te sorprenda..., eres famoso en el bosque encantado.

Ella tenía razón, era conocido en aquel lugar y tenía que admitir que la chica era valiente. Pero si esa valentía hacía que le faltase el respeto a Pan, le costaría la vida. Al menos así pensaba él.

—Mi nombre es Peter Pan, ya no soy Malcolm, ¿has entendido? —ella asintió y él finalmente la soltó—. Ahora dime tu nombre.

—¿Cuál de todos ellos? —cuestionó indiferente, Pan alzó una ceja y sonrió tratando de reunir toda la paciencia que podía tener, y era escasa—. He tenido muchos nombres a lo largo de mi vida —se excusó.

Pan sonrió con ironía.

«¿Se está burlando de mí?», se preguntó.

—Dinos al menos el de nacimiento —Félix intervino. Su líder lo miró y luego a la chica esperando una respuesta.

Ella los miró con desconfianza.

—Hazel —soltó, y apenas lo hizo los ojos de la sombra brillaron con más intensidad que de costumbre y se acercó hacia ella rápidamente aunque no pareció causarle temor—. Oh, hola.

La sombra la inspeccionaba como si quisiese estar seguro de algo, como si su nombre le pareciera conocido de algún lado.

Hazel, en cambio, se veía relajada con la presencia de la sombra tan cerca de ella.

El líder y su mano derecha se miraban uno a otro con extrañeza.

—¿Qué sucede? ¿qué tiene la chica?

—Tú... —señaló la sombra.

¿Acaso la conocía? Dudas como esta rondaban por la cabeza de Peter.

—Creo que te confundes... sea lo que seas —se defendió.

La sombra se alejó volando. Su actitud fue algo fuera de lo normal. Eso jamás le había sucedido, luego hablaría con Pan, de seguro tendría que aguantarse los reproches de su dueño.

—Félix, llévala al campamento —ordenó.

El obediente niño perdido iba a tomar el brazo de Hazel. Sin embargo, esta se quitó al instante y un poco molesta.

—Escúchame —se puso enfrente del rubio—. Me tocarás si yo te doy mi permiso, me mirarás si así te lo pido y no me hablarás si yo no te lo exijo —advirtió—. Yo puedo caminar sola, ahora, si quieren que vaya con ustedes caminen y yo voy a su lado.

—Uy, se enojó su alteza —carcajeó Félix con cierta burla en sus palabras.

—Ignoraré tu actitud por esta vez —sentenció con seriedad—. Félix, guíala o acompáñala al campamento —sonrió de manera poco amistosa y desapareció en una nube verde.






Félix

Pan se había ido y yo me quedé con Hazel. Esa chica sí que era extraña.

—¿Me guiarás o tengo que averiguar dónde queda su campamento de niños perdidos? —escupió con sarcasmo mirándome desde muy abajo, pues era más pequeña que yo.

Era pequeña, si. Pero tenía veneno en su boca.

—Jamás creí que una dama hablase así —le respondí mientras caminaba hacia el campamento con ella a mi lado. Me detuve de repente—. ¿Cómo sabes de los niños perdidos?

—Eres estúpido o solo estás jugando, ¿no dije acaso que conozco la historia de este lugar?

Y se le fué la fachada de princesa educada.

—¿Con esa boca besas a tu príncipe?

—No tengo un príncipe, yo jamás me he enamorado ni una sola vez en mi larga vida —respondió mientras me seguía—. Se han enamorado de mí, sí. Obviamente.

—Eres muy joven para decir eso.

Era extraña. Su forma de hablar, su actitud, incluso su forma de caminar. Tan recta, pero relajada. Orgullosa y de poca paciencia.

—¿En serio? ¿Y cuántos años tienes? —dijo alzando ambas cejas, si hubiese alzado una sola diría que se parecía a Pan en cuanto a su actitud. Ambos desafiantes y altaneros.

—Tengo diecisiete.

—Aww, eres un beb...

—... desde mil quinientos... o tal vez mil seiscientos... —la interrumpí esperando su sorpresa como la de todos, siempre se sorprendían cuando los niños perdidos mencionabamos la edad que recordabamos tener decadas atras. Ni siquiera sabemos cuantos siglos llevamos aquí.

—Aww, sigues siendo un bebé —ladeó su cabeza y me miraba como si fuera un niño, pese a ser una cabeza y media más alto que ella.

—¿No te sorprende?

—Soy m... —los gritos de los niños perdidos la hicieron detenerse y sonreír ampliamente.

—¿Emocionada?

No me respondió y se adentró al campamento sin quitar su sonrisa. Los chicos la veían un tanto extrañados, estaban estáticos observándola de pies a cabeza.

—Hola, soy Hazel —se presentó con una pequeña reverencia, ¿siguen haciendo eso?—. ¿Qué hacían?

Acababa de presentarse amablemente sin un insulto de por medio y además con una sonrisa. Empezaba a creer que el problema eramos Pan y yo. Hasta con la sombra era amigable.

Los chicos no hablaban. Era comprensible, no era común ver una chica en Nunca Jamás, eso también era comprensible, no son hábiles, no saben luchar, siempre hay que salvarlas del peligro y siempre lloran.

—¡Es una chica! —habló un adolescente bastante sorprendido.

—¡Tenemos una nueva mamá! —dijo uno de los más chicos—. ¿Quieres jugar con nosotros, nueva mamá?

La contemplaron esperando una respuesta.

—¡Por supuesto que sí! —sonrió, parecía encantarle la idea de ser la nueva mamá como si para eso hubiese venido.

Al instante comenzaron a saltar y gritar alegres. Hazel saltaba con ellos, continuó así unas dos horas, hasta que aparentemente se cansó.

—Félix —llamó mi atención, dejé de afilar mi cuchillo y la miré—. ¿Dónde voy a dormir?

Iba a responder, pero alguien me interrumpió.

—En el suelo, como todos —apareció Pan detrás de ella—. ¿O prefieres la jaula?

Yo solo intercalaba mi mirada entre los dos. No habían empezado bien las cosas, y no parecían estar dispuestos a arreglarlo.

—Prefiero eso —señaló un intento de litera que colgaba de un árbol, allí descansaba y nos vigilaba Pan durante el día.

—No.

—Sí —contradijo.

Pan se detuvo a pensar. Estaba seguro de que no sería algo divertido para Hazel.

—Bien, sube como puedas, yo me iré a dormir —se volteó dispuesto a irse.

—¿Dónde duermes tú? —lo detuvo.

—En mi cabaña.

—Entonces quiero tu cabaña —exigió y cruzó sus brazos.

—Tú ya escogiste —dijo con una sonrisa, muy astuto—. ¡A dormir!

Los chicos obedecieron y comenzaron a prepararse para dormir.

Antes de que Hazel hablara, Pan desapareció en una nube verde.

—Maldito —se quejó en voz baja y se dirigió al árbol dispuesta a treparlo, eso me sorprendió, pero decidí hacer lo mismo que los otros chicos.

Me acomodé un poco y ví cómo Hazel ya estaba acomodándose para dormir allí arriba.

Tenía la sensación de que era un diferente a las otras chicas. Pero no sabía si aquello era bueno o malo. Juzgarla sin conocerla sería un error, las apariencias engañan... ¿pero y si ella aparentaba aparentar algo que no era?










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 (Este capítulo está editado. Nuevos lectores, tienen suerte, han llegado en un buen momento. Antiguos lectores que regresaron a leer, les mando un abrazo enorme y espero que puedan disfrutar mejor este fanfic. Que sea un fanfiction no significa que deba estar mal escrito)

Por cierto, votando o comentando me haría saber que te gustó el capítulo o que te gusta la historia.
Besos, y espero que la sombra se los lleve a Nunca Jamás.

Dato: me encanta que comenten

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