« « Capítulo 4 » »

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En el interior de la casa, la fiesta era bastante animada. No sólo por la música en alto, retumbando en los oídos de todos, sino porque la mayoría de los presentes, exceptuando a los menores de edad —literalmente—, se encontraban ebrios.

Había uno que otro ebrio durmiendo en algún rincón, ebrios que continuaban bebiendo y hablando fuertemente con otros ebrios, había uno que abrazaba una botella de sake y lo llamaba "cariño". También había ebrios que bailaban con la música, moviéndose como si fueran gusanos, y otros cantando felizmente con una letra que parecía como si estuvieran invocando al diablo.

Toshiro se quedó boquiabierto observando el estado de la mayoría. La vergüenza y el sonrojo anteriores se desvanecieron y fueron reemplazados por una sombra sobre sus ojos y una gotita cayendo por su sien. Todo su escuadrón también estaba allí y su estado no era de los mejores que se diga.

Menos mal que esta era una tranquila fiesta de cumpleaños de un adolescente —nótese el sarcasmo—.

—¡Lo atrapé!—exclamó una muy ebria Matsumoto al mismo tiempo que abrazaba fuertemente por la espalda al albino.

Toshiro sintió una vena palpitar en su frente y contó mentalmente hasta treinta antes de calmarse. Intentó quitarse la pegatina de Matsumoto de encima pero la pelinaranja lo abrazaba como a un peluche —sin siquiera haber soltado el vaso con sake en su mano—, sonriendo bobamente con sus mejillas sonrojadas por el alcohol.

—Suéltame, Matsumoto.—le dijo seriamente, tratando de quitarse sus brazos de alrededor de su cuello y cintura.

—Mo~ capitán~—se quejó la ebria teniente, mirándolo con un puchero.—Y yo que *hic* trato de ayudarlo~

Toshiro la miró de reojo como si no le creyera, aunque de hecho así era.

—Si de verdad quisieras ayudarme, entonces deberías hacer tu trabajo.—le dijo el albino, resignándose a no poder quitársela de encima por la fuerza.

Matsumoto rió con fuerza divertida, haciéndose la que no oyó nada.

No mucho después, Ichigo entró a la casa poco después que Rukia, a lo que los más conscientes de los invitados le prestaron atención y voltearon a verlo. Ichigo tenía su rostro lleno de líneas negras al ver el estado de la mayoría de los presentes. Cuando su vista se posó en el albino que "sostenía" a la apenas consciente Matsumoto, su mirada se llenó de cariño.

Toshiro sintió que era observado y volteó a ver quién era, encontrándose con la mirada cálida del Kurosaki. La vergüenza anterior regresó y sus mejillas volvieron a teñirse de un adorable carmesí, a lo que desvió rápida e inconscientemente la mirada, sin saber por qué se sentía nervioso.

Ichigo contuvo una risa, a pesar de que no sería oído por el ruido, ya que no quería que el pequeño capitán creyera que se estaba burlando.

—¡Ahí estabas, idiota!—exclamó una voz molesta y, por sobretodo, ebria.

Renji apareció al lado del pelinaranja y pasó un brazo por su cuello, aplicando fuerza. Ichigo se enfadó con él y le dio un codazo en el estómago, pero al pelirrojo no le importó mucho.

—Deja de fastidiar, Renji, ya estás ebrio.—le espetó Ichigo, mirándolo con el ceño fruncido. La molestia por haber sido interrumpido anteriormente en un genial momento regresó a él, y Renji estaba ganándose su desquite.

Renji lo miró como si no le importara y arrastró por el cuello al pelinaranja, acercándose hasta la mesa de aperitivos. Ichigo le gritaba y le daba codazos mientras llegaban hasta allí.

No pasó mucho para que Yuzu y Karin llegaran con un gran pastel en sus manos, de al menos unos dos pisos, sonriendo felices y viéndose bonitas con sus vestidos. La mayoría de los invitados sonrieron al ver el pastel, delicioso a la vista, y no pudieron evitar que se les cayera la saliva ante el aroma. En cuestión de un par de minutos, los invitados se reunieron alrededor de la mesa, mientras que Ichigo fue puesto frente al pastel con unas velitas ya encendidas.

—¿No creen que ya estoy grande para que coloquen velitas?—preguntó Ichigo a sus hermanas, mirándolas con una sonrisa forzada.

—Por supuesto que no. Las velas son importantes en un pastel de cumpleaños.—dijo Yuzu con una gran sonrisa, sosteniendo un cuchillo en la mano, lista para cortar el pastel.

Karin miró a Yuzu como si le hubiera salido otra cabeza, pero luego suspiró debido a que siempre era lo mismo. En cuanto a Ichigo... pues sintió un escalofrío recorrerle la columna ante el cuchillo alzado, como si fuera una amenaza silenciosa.

Las velas en el pastel jamás habrán de faltar, aunque se caiga el mundo.

Toshiro sonrió imperceptiblemente. Kurosaki realmente tenía una muy buena familia, aunque algo demente, y él sabía apreciar eso. El cuidado con el que trataban —o más bien el Kurosaki mayor— el cuadro de la señora Masaki, sólo demostraba que ella no era muy diferente.

Toshiro puso una expresión triste de la que nadie se percató. Él sabía lo que se sentía perder a una madre, y también sabía que no era fácil superar su partida, sobretodo cuando eras muy apegado a ella.

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Una vez comido su porción de pastel cada quien —algunos repitiendo porque les gustó mucho—, cada uno volvió a lo que hacía antes, viéndose tan felices como si fuera su propia fiesta de cumpleaños. Mientras tanto, Ichigo continuaba tratando de quitarse de encima a un muy ebrio e irritante Renji, y, a su vez, Toshiro buscaba algún asiento donde dejar a la también ebria e irritante Matsumoto.

—Deja de beber, Matsumoto.—le dijo por quinceava vez el albino a su teniente, suspirando de exasperación.

La nombrada sólo rió alegremente, viéndose feliz por quién sabe qué razón, mientras bebía de un rápido sorbo lo que quedó de sake en la botella de su mano. Su sonrisa se borró cuando volteó la botella y la agitó un par de veces, sin ver salir ni una gota. Con un puchero, tomó de la persona de al lado el vaso que tenía en su mano y se bebió el contenido.

—¡Fuaa!—exaló felizmente—¡Tengo que conseguir este sake para llevar! ¡Es realmente *hic* delicioso~!—rió feliz mientras sus mejillas se tornaban más rojizas.

Toshiro llegó con ella a cuestas hasta el sillón de la sala de estar y la ayudó con dificultad a sentarse, sintiendo una venita en su sien a punto de estallar. Con los brazos cruzados sobre su pecho, el joven capitán miró molesto a su irresponsable teniente.

Matsumoto arrojó a un lado el vaso que vació nuevamente y buscó a su alrededor, quitando felizmente otro vaso a otro pobre infeliz que se durmió sin saber que le quitaron su amado sake. Antes de beber contenta el contenido, Toshiro le quitó rápidamente el vaso y lo alejó lo más posible de ella.

—No beberás más por hoy, Matsumoto.—le dijo firme y con seriedad, ya bastante exasperado por su comportamiento.

—¡No~, mi precioso~!—lloriqueó la pelinaranja, estirando sus manos en un intento por recuperar el vaso.

Toshiro la ignoró y llevó aquel vaso hasta la mesa de aperitivos, donde estaban ubicados varios más en una pila, usados y sin usar. Suspirando internamente, Toshiro tomó dos vasos nuevos y los llenó con agua, regresando donde la pelinaranja. Ésta se encontraba refunfuñando con "el capitán es muy cruel", "me ha quitado a mi amado" y "no me sorprendería que quedara 4ever alone~".

Con una mirada oscura y pensamientos homicidas hacia su teniente, Toshiro se acercó hasta el sillón y le dejó uno de los vasos en la mesita ratonera delante suyo, mientras que él se sentaba a un lado en el sillón, a una distancia prudente de ella, con el suyo en mano.

Bebiendo pausadamente el agua, ignoró olímpicamente a la molesta pelinaranja que se quejaba de que quería matarla dándole de beber agua.

Cuánto quisiera él dejarla allí a su suerte e irse lejos de todo el bullicio, pero si no cuidaba a su inconsciente teniente, ve tú a saber dónde acabaría o lo que haría.

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Ichigo suspiró por quién sabe cuánta vez, viéndose tan lamentable. Rukia, que era de las pocas que no estaba ebria, se acercó hasta él y le dio una palmadita de consuelo en el hombro.

—Tranquilo, Ichigo, ya tendrás tu oportunidad. La noche es joven aún.—le dijo la pelinegra con una sonrisa reconfortante.

—Más joven que tú seguro.—murmuró molesto el adolescente.

Rukia tuvo un tic en el ojo.

—¿Dijiste algo?—le preguntó con una sonrisa que parecía dulce pero ocultaba un tinte macabro.

—Que no tanto como tú seguro jaja—le respondió rápidamente con una risita nerviosa, sin mirar a la pelinegra.

—Ah, bueno.—dijo Rukia con una sonrisa tierna, como si nada hubiera pasado, ocasionando que Ichigo sintiera escalofríos.

Ignorando lo más posible a su loca amiga, Ichigo buscó con la vista a cierto albino, encontrándolo sentado en un sillón bebiendo, a tan sólo unos metros de él. Inconscientemente sonrió con ternura, sin poder evitar que su corazón se sintiera tan cálido cada vez que lo veía. Se encontraba tan hermosamente adorable que era imposible no querer observarlo.

Rukia, sintiéndose ignorada, siguió la línea de visión de Ichigo y sonrió pícaramente. Este tonto sí que estaba enamorado y tardó mucho en confesarse ya.

Un rato después, Toshiro se había levantado e Ichigo lo vio irse en dirección al baño. Se sintió tentado de seguirlo hasta allá, pero luego pensó en que el albino probablemente lo convirtiera en una paleta humana y descartó ese pensamiento.

Suspiró nuevamente y se hundió en su asiento, cerrando cansinamente los ojos. Y debido a ello no notó cuando, molesta por la intervención de su capitán, Matsumoto rápidamente se movió de su asiento para cambiar los vasos.

—«No creo que al capitán le moleste beber un poco. Yo creo que lo necesita, jeje~»—pensó alegre la pelinaranja mientras arrojaba el agua de los vasos y los llenaba con sake.

Rápidamente regresó a su lugar en el sillón y dejó el vaso de su capitán en el mismo lugar que antes. La sonrisa triunfal mientras bebía de su copa no pasó desapercibida para Rukia, quien no tenía un muy buen presentimiento de esto.

Unos minutos después, el albino regresó y volvió a su asiento. Se le notaba a leguas su mirada de aburrimiento y melancolía, pero la mayoría no le prestó atención debido a que estaban ocupados durmiendo o quién sabe qué debido al alcohol.

Ichigo abrió los ojos justo para ver eso y su mirada se tornó extrañada al verlo así, para luego volverse algo preocupada. Quería saber qué aquejaba a su amado albino, quería saber qué hacer para aliviar su carga y poder convertirse en alguien en quien él pudiera confiar. Se sentía tan frustrado que no pudo evitar fruncir el ceño.

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Sintiendo una mirada fija en él, Toshiro salió de sus pensamientos y volteó hacia donde sentía esa mirada. Sus ojos chocaron con los de Ichigo y se quedaron mirando uno al otro, sorprendidos de que el uno estuviera viendo al otro.

Recordando lo de horas antes, el rostro de Toshiro se tornó inexplicablemente rojo, sin entender por qué de repente se encontraba tan nervioso. Sintiéndose avergonzado, apartó rápidamente la mirada y tomó su vaso, para luego cerrar los ojos y beberlo nerviosamente de un sorbo.

Mientras Ichigo se había sonrojado también y apartado la mirada casi al mismo tiempo, Rukia se quedó observando al joven capitán con un rostro lleno de pánico.

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Toshiro abrió los ojos sobresaltado y comenzó a toser violentamente, apartando enseguida el vaso de su mano. Sentía su garganta resecarse y quemarle como nunca, provocándole una descontrolada tos que le hacía doler el pecho.

Ichigo, sobresaltado por el sonido, volteó a verlo y se alteró al verlo en ese estado. Rápidamente corrió a su lado seguido de Rukia, quien maldecía internamente una y otra vez a Matsumoto por ser tan inconsciente.

El pobre albino tosía dolorosamente, mientras su rostro se coloreaba de rojo y sus ojos lagrimeaban. Aunque sospechaba del contenido del vaso, ahora mismo eso no le importaba tanto como el ardor en su garganta y el dolor en sus pulmones y su pecho.

Matsumoto recobró un poco el sentido mientras Ichigo y Rukia se apresuraban al albino a darle palmadas en la espalda y un vaso de agua respectivamente, recapitulando un poco en lo que sucedió. Una vez que fue más consciente, la niebla en su mente causada por el alcohol se dispersó rápidamente y se sintió aterrada.

¡Su capitán era intolerante al alcohol! ¡¿Cómo pudo ser tan estúpida?! ¡E incluso dándole una copa entera!

—¡Capitán, lo siento!—exclamó asustada, acercándose al pobre joven que luchaba por toser y respirar.

El alboroto llamó la atención de los conscientes y los ebrios que no estaban dormidos, causando que los observaran. Una vez que vieron el estado del pequeño capitán, más de uno se alteró y se preocupó, dando como resultado que la gente se apresurara a ayudar al albino.

Y para colmo, la capitana Unohana no estaba presente.


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-.- Asco de capítulo pero whe~...
'^.^ Lamento mucho la tardanza pero ya saben:
Inspiración-chan~ '^o^> jeje~

<3 ¿No es lindo~? >w

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