Galica

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"En la dualidad de nuestra existencia, a veces nos encontramos atrapados entre la necesidad de ocultar nuestra verdad y el deseo de iluminar el mundo con nuestras acciones."

Capítulo 14

El sonido del televisor en la sala interrumpió nuestro tranquilo desayuno familiar. Mis padres y mi hermano, cada uno absorto en su propio mundo, levantaron la vista al unísono para ver las imágenes en la pantalla. Un edificio partido en dos, las llamas rugiendo y una multitud asombrada. La noticia hablaba de un extraño suceso en Filadelfia, un hombre en traje y sombrero que había causado estragos.

"Buenas tardes, desde Filadelfia, les traemos un reporte especial sobre un misterioso suceso que ha conmocionado a la ciudad. Un individuo vestido con traje y sombrero ha dejado una estela de destrucción al reducir a escombros un edificio entero. Les mostramos imágenes en tiempo real de los impactantes acontecimientos... 

A pesar de la hipótesis inicial de un posible ataque terrorista, múltiples testigos alegan que el individuo desencadenó un rayo láser desde su mano, literalmente partiéndolo en dos. Además, se informa que una enigmática figura femenina, ataviada con un traje plateado, intervino para detener al agresor. Estas declaraciones inusuales han desconcertado tanto a las autoridades como a la comunidad en general. 

¿Quién es este enigmático hombre que ha dejado tal devastación? ¿Quién es la misteriosa dama que intervino? Mientras tratamos de discernir la verdad detrás de este evento sin precedentes, les mantendremos informados en nuestra emisión especial desde el canal "Novedades al Instante". Por ahora, regresamos con ustedes al estudio central."

Mis pensamientos se enredaron mientras escuchaba las explicaciones confusas y las teorías de los testigos. El mundo parecía haberse vuelto aún más extraño de lo que ya era conmigo en él.

¿Quién era esa enmascarada de traje plateado? 

Me fue imposible en no pensar en la posibilidad de que fuera Monique. No podía afirmarlo, pero tenía la extraña sensación de que todo lo que detonó mis poderes fue en el accidente. ¿Qué si ella le sucedió lo mismo? Y lo más importante, ¿cómo y por qué? 

En ese momento, mi teléfono sonó y lo agarré apresuradamente, sin mirar la pantalla. La voz que escuché me hizo sentir alivio, era Dilan.

—¿Has visto las noticias? —preguntó, su tono lleno de preocupación.

—Sí, qué extraño... —respondí, todavía con la imagen del edificio destruido en la mente.

—¿Crees que puedas ser tú y me hayas omitido que tienes poderes de teletransportación? —preguntó Dilan, sus palabras cargadas de implicaciones.

—No lo sé... —respondí con sinceridad, murmurando por debajo—. Pero no soy una chica enmascarada con traje plateado, y estuve contigo todo el día de ayer. ¿Tienes alguna otra pregunta absurda? Ya suena como mi hermano.

Dilan rió por un momento, aliviando la tensión.

—Bueno, solo quería estar seguro. ¿Me extrañas? —preguntó en un tono más suave.

—Un montón... —susurré, mi voz llenándose de cariño—. Pero ya debo recoger mis cosas e irme al colegio.

Dilan parecía comprender y se despidió con dulzura antes de colgar. 

Sin embargo, había algo que me inquietaba: sí había más personas como yo y con problemas mentales como la del sujeto que partió en dos un edificio, eso solo significaba que habrían más problemas, de los cuales no estaba segura en poder enfrentar Una cosa eran malhechores, armas blancas y de fuego, y otro superpoderes y terroristas. 

Habían pasado meses desde el fatídico accidente, y mi vida había cambiado de formas que nunca hubiera imaginado. Dilan y yo, con cada día que pasaba, compartíamos más, profundizando nuestra relación de novios. A menudo, mientras enfrentaba el crimen, él estaba ahí, listo para rescatarme y ayudarme a escapar de situaciones peligrosas.

La misteriosa chica de Filadelfia, que se hacía llamar "Pellussa", se volvía cada vez más popular. Su nombre estaba en todas partes: en la televisión, los periódicos e incluso la radio. A pesar de que nadie tenía una foto de ella, todos hablaban de su traje plateado y sus hazañas heroicas.

Pellussa y Galica... eran las incógnitas del momento, entre Nueva York y Filadelfia, solo nos conocían por los numerosos testimonios, pero ni una sola cámara nos había captado. 

En el colegio, me estaba yendo excepcionalmente bien en mis clases. Había logrado ponerme al día con todas las asignaciones y recuperar el tiempo perdido debido al accidente. Kyle, por su parte, se había convertido en el novio oficial de Tatiana, lo que significaba que pasaba más tiempo con ella que conmigo, aunque seguía siendo un buen amigo. Parecía que, después de todo, Tatiana era una buena chica, a diferencia de Lana, quien continuaba culpándome de su falta de popularidad y se unió a quienes me hacían la vida imposible: Roxanne, Olivia y Chloe.

En cuanto a Robín, siempre se comportaba como un caballero. No tenía reparos en acercarse a mí en el cafetín o en visitar a mi hermano y a él en el campo de prácticas. 

Dilan solía venir a buscarme al colegio en secreto y siempre y cuando no hubiera traído mi auto. Odiaba tener que hacerlo a escondidas, pero era la única forma de poder pasar tiempo con él sin que nadie se enterara.

Mis clases de artes eran excepcionales. Ahora, no solo permitía que mis poderes se expresaran a través de mis pinturas, sino que también tomaba el control con mis propias manos, guiando el pincel con mi telequinesis y mis emociones. Había decidido estudiar "Artes Plásticas y Pintura" en la universidad, ya que era evidente que había encontrado mi verdadera pasión. El arte me permitía canalizar mis habilidades de una manera hermosa y significativa, y eso me llenaba de satisfacción y emoción por el futuro.

Esa noche, después de recibir la inquietante noticia sobre filadelfia, me encontraba acostada en mi cama, intercambiando mensajes con Dilan desde mi teléfono. Mientras hablaba con él por mensajería, noté que Monique se encontraba conectada en una de mis redes sociales, algo que no pasaba desde la última vez que habíamos hablado. No pude resistir la tentación de escribirle.

Hola, amiga. Necesito hablar contigo.

Monique tardó un poco en responder, y su respuesta dejó entrever cierta distancia.

¿Sí? ¿De qué se trata?

Sí, aunque no quisiéramos admitirlos, nada era igual. 

¿Acaso no puedo hablar con mi mejor amiga? 

Intenté hacerla sentir cómoda.

Sí, claro. Es solo que he estado muy ocupada últimamente.

Me respondió, aunque consideraba que era la peor excusa que una persona podía dar, porque todos la pasábamos ocupados en nuestras propias vidas. 

Bueno, yo también lo he estado, pero si quieres puedo ir a Filadelfia y vernos en persona.

No era mentira. En serio, necesitaba tener la conversación que quería con ella, de una forma más personal. 

Monique accedió, aunque con cierta reticencia.

Está bien, ¿qué te parece si mejor voy yo para allá? Estamos relativamente cerca.

Mucho mejor para mí, por supuesto, aunque no podía negar que me da un poco de nervios volverla a ver y que el cambio se más difícil de afrontar de lo que creía.

Perfecto, no hay problema. Además, tengo algo que contarte, no estoy segura de si estará bien.

Era sobre Dilan, pero eso era otro tema que no iba hablar por el móvil. Monique, con su característico tono sarcástico, bromeó:

¿Qué habrás hecho ahora?

Ella no tenía idea de lo que había hecho. Y sí, sentía que iba a matarme.

Nada malo, al menos no creo que lo sea. Solo te espero mañana a las 13:00 en el Edificio Duth, piso 8, apartamento 10, en la avenida Quinta.

Solo esperaba que pudiéramos entendernos una vez más. 

De acuerdo, nos vemos entonces.

Monique se desconectó, y decidí hacer una videollamada a Dilan. Su rostro apareció en mi pantalla, y no pude evitar sonreír mientras le contaba mis planes.

—Mañana veré a Monique.

Dilan, siempre atento, me preguntó con interés:

—¿Vas a hablar con ella sobre todo lo que ha estado sucediendo?

—Eso espero. Quiero descartar la posibilidad de que aquella chica enmascarada pueda ser ella. Pero, si efectivamente lo es, podría significar que el accidente no fue un simple accidente como se cree.

Dilan frunció el ceño, pensativo.

—¿De verdad crees eso?

—Bueno, es solo una suposición... —arrugué un poco la nariz, algo que solía hacer cuando estaba pensando profundamente—. En fin, debo ponerme a trabajar. Si pasa algo importante, ya sabes que estaré disponible por teléfono.

—¿Necesitas que te busque? 

—No, esta vez no —respondí, no iba hacer mayor cosa en esta oportunidad, o al menos, esos eran mis planes. 

Dilan asintió con comprensión y cariño, enviándome un beso de despedida a través de la pantalla, gesto que hizo que mi corazón latiera un poco más rápido.

Me levanté de la cama, con el peso de la responsabilidad de siempre acechando en mi mente. En silencio, busqué mi traje, cada pieza un recordatorio constante de la dualidad que se había convertido mi vida. El antifaz oscuro cubría mis ojos de un extremo a otro, y las botas ajustadas completaban el traje que me proporcionaba cierta seguridad en el caos que enfrentaba a diario.

La noche estaba tranquila, como si la ciudad durmiera bajo el manto estrellado. Me asomé por la ventana, y, con la práctica que había ganado a lo largo de meses de entrenamiento, me deslicé hacia el asfalto del callejón sin hacer ruido. Aprender a levitar en el aire fue un desafío arduo, pero ahora me permitía recorrer la ciudad por los tejados sin dejar huella alguna, ni poner en peligro el auto de mi hermano.

Además, aquella habilidad era esencial para mantener mi identidad en secreto, pues cualquier rastro de mi ubicación podría ser peligroso, como había descubierto Dilan cuando vio el auto de mi hermano. Y volar no era un opción por ahora. Era una hazaña difícil, más de lo que había creído, porque ameritaba mucho poder mental. 

Saltaba con agilidad por los aires cuando escuché una alarma estridente que rompió la serenidad de la noche. Rápidamente, me dirigí hacia el lugar, y al llegar, me colé por una ventana en la azotea de uno de los edificios cercanos. Los criminales, ocupados en su fechoría, no se percataron de mi presencia hasta que pronuncié unas palabras.

—Pasaba por aquí cuando escuché esta alarma. ¿No es un poco tarde para tanto alboroto?

Sus miradas se clavaron en mí, y uno de los hombres, visiblemente asustado, tartamudeó:

—¡Es... es Galica!

Arqueé una ceja ante el apodo, un nombre que aparentemente me habían asignado después de que Dilan lo mencionara en el periódico. No me molestó, pero me hizo preguntarme por qué Dilan había decidido llamarme así.

—Galica, me gusta ese nombre —susurré, tratando de aparentar sorpresa—. No tenía idea de que me llamaran así.

Claro que lo sabía. De hecho, me había encantado que, justo el nombre que asumieron, fue el mismo con el que Dilan me bautizó. 

Luego, retomé el control de la situación.

—Bueno, creo que es hora de que dejen de hacer lo que están haciendo y se rindan. La policía está en camino.

Claro, tenía un aliado dentro de la policía: Carl. Aunque él era reticente a revelar mi identidad, colaborábamos en secreto para mantener la ciudad segura.

Un hombre enmascarado y musculoso, que hasta ese momento había pasado desapercibido, se adelantó con determinación.

—Para cuando lleguen, tú estarás acabada, y este banco quedará vacío.

Sin previo aviso, sacó su arma y comenzó a disparar. Instintivamente, erigí un muro psíquico que detuvo las balas en su camino, haciendo que cayeran inofensivamente al suelo. Los criminales estaban horrorizados, lo cual me hizo esbozar una sonrisa. Usando los barrotes de seguridad que solían utilizar para las filas en el banco, los arrojé hacia ellos, aprisionándolos de manera efectiva. Me apresuré a quitarles las armas y las municiones antes de que llegara la policía, y, como una sombra, me desvanecí en la oscuridad de la noche antes de que pudieran darse cuenta de mi escape.

En apenas unos minutos, había vuelto a casa y me despojé del traje que era, de alguna manera, una extensión de mi identidad secreta. Un rápido lavado de cara y cepillado de dientes me ayudaron a sentirme más en mi piel habitual, antes de llamar a Dilan.

—¿Estás bien? —preguntó, su voz cargada de preocupación.

—Sí, ayudé a atrapar a unos delincuentes que estaban robando un banco. Todo salió bien, pero parece que ahora tengo un nombre.

Obviamente, mi voz era bastante juguetona, solo para darle un misterio pícaro al asunto.

—¿Oh sí? ¿Y cuál es?

—¡Galica! ¿Qué te parece?

Dilan tomó un momento para considerarlo.

—Hm... "Galica", es extraño y encantador —Su voz seductora, aunque no lo veía, estaba segura que venía acompañada de su sonrisa detrás del móvil. 

—Vamos, sabes que tengo curiosidad por saber por qué me nombraste así.

Dilan comenzó a explicar mientras evocaba el momento en que le rescaté.

—Cuando me salvaste y te oí llamarme "profesor", lo primero que me vino a la mente fue la imagen de un felino, un hermoso y feroz gato naranja. Tu mirada, tu traje, tu cabello rojo intenso... todo me recordó a la gracia y la ferocidad de un gato, y tu poder psíquico simplemente encajó perfectamente. Así que te llamé Galica. Gata-felina-psíquica, eso es lo que significa.

—Vaya, no había pensado en eso. Pero lo que me gusta es que fuiste tú quien me dio ese nombre —admití, sonriendo—. Aunque también me pregunté si era porque parecía amenazadora.

Dilan respondió con sinceridad.

—No para mí.

—Eso solo lo dices, porque sabes que me tienes —respondí, con risillas cómplices—. Pero si fueras un malhechor... la historia sería otra. 

—Quizás... Bueno, creo que deberías descansar. Aprovecha estos días libres que tiene, y cuídate, mi querido pequeña Galica.

—Gran Galica —corregí, y su sonrisa me reconfortó antes de colgar.

Obedecí sus palabras de inmediato y me dejé llevar por el cansancio que me abrumaba. La mañana siguiente llegó antes de lo que habría deseado, y Calev irrumpió en mi cuarto con una urgencia que casi me hizo caer de la cama. Mi molesta sorpresa se manifestó en mi voz.

—¿Por qué entras así sin tocar? —reproché mientras parpadeaba y trataba de enfocar mi vista.

—Debes ver lo que están pasando en la televisión. Además, son las 9:00 de la mañana —anunció con urgencia, dirigiéndose al televisor de plasma en la pared de mi habitación.

Froté mis ojos, aún medio adormilada, y me pregunté qué podría ser tan importante para Calev. Cuando finalmente logré enfocar la pantalla, me di cuenta de que había un subtítulo en las noticias que captó mi atención.

"Cámara de seguridad graba el enfrentamiento de delincuentes en un banco de la ciudad, mostrando a una joven que salvó la noche."

Observé la cinta con asombro, viendo cómo detenía las balas con mi telequinesis y el posterior intercambio de palabras que había tenido con los criminales. La conversación se desenvolvía mientras las alarmas policiales anunciaban mi perfecta desaparición. Una reportera tomó la pantalla y dijo:

"Como pudieron ver en la cinta, una chica conocida como Galica ha estado combatiendo el crimen mientras la ciudad duerme. Al parecer, eventos extraordinarios han estado ocurriendo desde antes del incidente en Filadelfia, donde una misteriosa chica, apodada "Pellussa", ha inspirado a nuevos héroes, o en este caso, heroínas, en una especie de resurgimiento de historietas. ¿Quién será esta nueva heroína? Por el momento, no lo sabemos, pero esperamos obtener más información y conocer mejor a esta chica tan especial. Eso es todo por ahora, desde Novedades al Instante."

Las emociones se agolparon en mi pecho mientras contemplaba las imágenes en la pantalla. El mundo estaba comenzando a conocer a Galica, y las implicaciones de esa revelación me llenaron de inquietud y emoción a partes iguales.

—Es obvio que esa mujer está equivocada —dijo Calev, con el entrecejo arqueado—. Tú habrás sido la inspiración de Pellussa, no al revés. 

Salté de la cama, con la ansiedad bullendo en mi pecho, una sensación de angustia que me atenazó.

—No... no... no. ¡Las cámaras! ¿Cómo no te diste cuenta, Andrea? ¿Y ahora qué vas a hacer? —exclamé en voz alta, mi voz cargada de preocupación y autocrítica. Miré a mi hermano, quien me observaba con el ceño fruncido—. Calev, me han descubierto. ¿Y ahora qué?

—No lo sé, Andrea, pero creo que ya es hora de que des a conocer a esa chica. Claro, mantén tu identidad oculta, como la tal "Pellussa". Mira el lado positivo, te ves sexy en la cinta —respondió él con una sonrisa traviesa.

—Deja de bromear —le reprendí con impaciencia—. ¿Y si me descubren? Lo has escuchado, la gente quiere conocerme aún más, todo por culpa de Pellussa y mi descuido. Si ella no hubiera aparecido en público, nadie estaría tratando de buscarme. Y si hubiera prestado más atención, me habría dado cuenta de las cámaras.

Miré de nuevo el televisor y vi una franja roja que decía: "¿Quién es Galica?". Ofrecían una recompensa de cien mil dólares por descubrir mi identidad. Me quedé perpleja. Estaban locos. Ahora habría un montón de personas tratando de averiguar quién era yo.

Mi teléfono sonó en la mesa de noche y lo recogí, viendo que era Dilan quien llamaba. Contesté con urgencia.

—He visto el noticiero, parece que te han descubierto, chica descuidada —dijo él sin preámbulos, con una nota de preocupación en su voz.

Suspiré y respondí.

—Dilan, ¿qué voy a hacer? Están ofreciendo una recompensa por mi identidad.

—Tranquila, no te encontrarán. Esta ciudad es inmensa, y yo no permitiría que nadie te hiciera daño.

—No lo sé... Debo estar alerta ahora más que nunca.

—¿Quieres que vaya a tu casa y esté contigo?

—Sí, está bien. Ven mientras espero a Monique.

—De acuerdo, estaré allí a las 10:30 A.M.

Colgó, y mi ansiedad se calmó un poco al saber que Dilan estaría a mi lado.

Calev me miraba con preocupación y finalmente habló.

—Creo que deberías empezar a llevar el traje contigo o incluso puesto. No sabes quién podría entrar aquí y buscarlo entre tus cosas. Pero también debes asegurarte de que nadie tome tu bolso o cualquier cosa que lleve el traje. Debes ser más cuidadosa.

Asentí, reconociendo la lógica en sus palabras. Pero, me adversaba tener que ser una copia barata de spider-man. 

—Tienes razón —dije, fastidiada, mordiéndome las uñas del estrés.

—Por cierto, ¿Monique viene? —preguntó, su rostro se iluminó con sorpresa y una sonrisa pícara.

—Sí, se me olvidó decirte.

—Oh... ya veo. Bueno, buscaré a Clear ahora. De haberlo sabido, me habría quedado en casa.

—Oye, eso no es justo, Calev. Tú tienes tu novia, así que compórtate y sal ahora mismo de mi cuarto.

Él sonrió pícaramente y salió.

Me dirigí al baño para lavarme los dientes y tomar una rápida ducha. Después, tomé el traje de Galica y lo coloqué sobre mi ropa, ocultando sus detalles bajo un suéter gris de cuello alto y una falda a cuadros blancos con rayas grises. La licra negra del traje se fundía perfectamente con la falda, ocultando mi piel y dándome un aspecto más casual. Completé el atuendo con unas botas cortas de color gris y me maquillé suavemente, dejando mi cabello largo peinado de forma sencilla. Cuando terminé, bajé al comedor donde mi madre había preparado panqueques.

Durante el desayuno, hablamos sobre mi idea de estudiar Artes Plásticas y Pintura. Mi padre parecía emocionado por mi elección, pero mi madre no estaba tan convencida. A pesar de sus dudas, ella respetaba mi decisión.

Calev, por otro lado, comía rápidamente, ya que se había quedado un poco tarde en buscar a Clear. Salió disparado por la puerta en cuestión de segundos.

Mi padre se quedaría en casa mientras mi madre tenía que ocuparse de algunos asuntos en la tienda. 

A las 10:30 A.M. en punto, sonó el timbre, y corrí hacia la puerta. Dilan estaba parado frente a ella, luciendo una camiseta blanca que le sentaba muy bien, jeans azules y zapatos casuales. Miré nerviosamente a mi alrededor, buscando a mi padre, pero no lo vi. Aprovechando la oportunidad, lo saludé con un beso, y su sonrisa hizo que me sintiera aliviada por haberlo hecho.

Mi padre se acercó para ver quién era, y pareció sorprendido, pero saludó a Dilan de manera cortés antes de hacer una pregunta. No vio nada.

—¿No es usted el profesor de Artes del colegio donde estudiaba mi hija, en Nashville?

De haber tenido algo en la boca, lo hubiera escupido al ver la facilidad con el que lo recordó. Por suerte, nunca había dado un motivo para sospechar cosas que no se debían, así que la pregunta de mi padre no fue acusatoria, sino más bien, de curiosidad genuina.

Dilan respondió amablemente.

—Sí, eso es correcto, señor.

Esperaba que allí acabara todo, pero no, mi padre continuó preguntando.

—¿Y a qué se debe su visita? 

Dilan se preparaba para responder, pero mi padre no lo dejó, y con una sonrisa agregó: 

—Ah, ya veo, mi hija le ha mencionado que quiere estudiar Artes Plásticas y Pintura, y ha venido a darle consejos.

Él asintió.

—Exacto.

Estaba segura, solo usó ese argumento de mi padre para improvisar una explicación que realmente no tenía. Pero la idiota impulsiva había sido yo, que permitió que viniera a mi casa como si no hubiera problemas. Se suponía que estaba ocultando lo nuestro. Era un mal trabajo de mi parte. 

Luego, mi padre indagó más.

—¿Y qué especialidad del arte ha elegido usted?

Dilan explicó:—Bueno, durante mi formación, tuve que estudiar asignaturas relacionadas con las artes plásticas y la pintura, además de participar en varios proyectos prácticos relacionados con esas áreas.

Mi padre pareció satisfecho con la respuesta de Dilan y lo invitó a entrar.

—Entiendo. Bueno, siéntase como en su casa.

Dilan me miró con una sonrisa comprensiva, y yo suspiré aliviada por haber superado el interrogatorio de mi padre.

—Debo ir al supermercado por un momento, cariño —anunció mi padre—. Tu madre me ha pedido que haga algunas compras, así que estaré ausente un rato. Cuídate.

Respondí con una sonrisa tranquilizadora.

—Tranquilo, papá. Hablaré con el profesor Dilan mientras espero a Monique.

—Está bien. Nos vemos luego.

Mi padre tomó las llaves del auto y salió de casa, dejándonos solos a Dilan y a mí.

Nos miramos por un momento. Claramente sentí la tensión y emoción del momento, en especial cuando sabías que estabas sola y era una adolescente enamorada como cualquiera, y lo único que s eme ocurrió decir fue: 

—¿Quieres un poco de café? Estoy segura de que aun queda un poco del desayuno. 

Este me miró risueño, como siempre, y asintió. Corrí hacia la cocina, y le hice un ademán de que se sentara donde quisiera. La casa era de concepto abierto, así que tenía una isla en el centro, con asientos a su alrededor, que semejaba un bar. Y el retos se conectaba con el pasillo hacia las habitaciones, la sala de estar donde estaba en televisor movible y los sofás, y la cocina. 

Y mientras colocaba los vasos sobre el mesón de la isla, Dila y yo nos miramos con complicidad, conscientes de que la conversación que se avecinaba sería de suma importancia.

—Vaya, eso fue un interrogatorio de alto nivel —comentó Dilan con una sonrisa irónica, hablando de mi padre.

Me reí, aliviada de que todo hubiera salido bien.

—Sí, casi siento que mi padre es un agente de inteligencia con todas esas preguntas. Pero al menos no notó nada extraño, ¿verdad? 

Dilan negó con la cabeza.

—No, tu padre no tiene ni idea de lo que realmente estamos haciendo. Eso es una buena señal —respondió. Asentí, mientras el pequeño silencio hacía su momento—. Pero, ahora dime, ¿qué pasa con tu madre y tu padre? ¿Alguna vez te han mencionado algo sobre Galica?

Me mordí el labio inferior antes de responder.

—No, mi madre no suele prestarle atención a las noticias cuando las nota demasiado amarillistas. Está demasiado ocupada con la tienda y su vida para notar cosas como esas. Mi padre, bueno el trabajo es su vida, prácticamente. Sé que lo ha oído y habrá leído algo, pero hasta ahora no ha comentado nada en absoluto.  

—Pero... ¿Crees que sospechen algo sobre ti?

—Imposible —dije, con los ojos abiertos ante esa posibilidad—. Mi madre ni mi padre permitirían que saliera por las noches y corriera peligro.

Dilan asintió, sus ojos llenos de comprensión y preocupación.

—Entiendo lo que dices. A veces, me siento muy preocupado por ti cuando sales a hacer tus cosas de Galica, pero también sé que es algo que necesitas hacer —admitió por primera vez, entendiendo que se preocupara por mí.

Sin embargo, hice una mueca de preocupación también y lo miré fijamente.

—Dilan, sé que es peligroso, y me aterra la idea de que algo malo me pueda pasar. Pero, al mismo tiempo, no puedo ignorar la necesidad de ayudar a la gente y usar mis poderes para hacer el bien. A veces siento que soy la única que puede hacerlo.

Dilan me tomó las manos con ternura.

—Lo sé, Andrea. Y aunque me preocupo mucho por ti, también entiendo que esto es parte de quien eres. No puedo pedirte que dejes de ser Galica, así como tú no puedes pedirme que deje de ser quien soy. Pero prometo estar siempre aquí para apoyarte y protegerte en la medida de lo posible.

Sus palabras me reconfortaron, y sonreí, sintiéndome agradecida por tener a alguien como él en mi vida.

—Gracias, Dilan. Significa mucho para mí tener tu apoyo.

Él me acercó y me abrazó con ternura.

—Eso nunca cambiará, Andrea. Siempre estaré aquí para ti.

Me sentí afortunada de tener a Dilan a mi lado, alguien que entendía mi mundo complicado y estaba dispuesto a ser parte de él. Sabía que no sería fácil, pero mientras tuviera su amor y apoyo, podía enfrentar cualquier desafío que se presentara en mi camino. Al menos, eso era lo que creía...



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