44 » videocall

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Abrí la laptop tras sentarme en el piso de la sala frente a ella, mi hermana insistió en hacer una videollamada y al parecer fue idea de mi mamá así que no tenía mucha opción.



Miré por las puertas de cristal al patio donde Robert aún seguía intentando hacer que Robin corriera tras una pelota pero ella sólo la miraba rodar sin despegarse de él. Mi novio suspiró diciéndole algo antes de ir por el juguete de nuevo, la pequeña le seguía dando brincos de felicidad desesperándolo. Reí ante la escena.



—¡Hermanita mía!—miré la pantalla donde la llamada parecía haberse iniciado correctamente—¿qué ves tan atenta?



Celeste acercó su rostro a la cámara haciendo que su ojo y parte de su frente ocuparan todo el espacio.



—Nada—respondí frunciendo el ceño pues ahora veía su nariz—Celeste, ¿podrías dejar de hacer eso? Se nota que no te has limpiado la nariz.



—¡Oye!—se quejó alejándose. Usaba su celular y me di cuenta que estaba junto a mi mamá en su cama.



—¡Ay hola!—saludó finalmente entrando en el cuadro.



—Hola...¿porqué suenas sorprendida de que siga viva?—ladeé la cabeza—te recuerdo que Robert no es ningún psicópata.



—No, no. Yo sé que es muy buen muchacho y por eso me preocupa que pase tanto tiempo contigo, vas a terminar volviéndolo loco.



—Okay, número uno—comencé a levantar dedos conforme los dígitos—gracias por la ofensa y número dos, Robert ya está loco por mí así que...



—Ya va a empezar con sus cursilerías—Celeste rodó los ojos negando.



—¿Envidia, querida hermanita?—enarqué una ceja sonriendo desafiante.



—¿De salir con un británico feo rubio teñido?



—CUIDADO—contesté entrando en modo agresivo—que aún puedo enviarte una rata muerta por correo, niña malcriada no planeada.



—¿Cómo que no...?



—NADA—interrumpió nuestra mamá mirándome feo. Aguanté la risa al salirme con la mía—hace rato que llamé Robert me dijo que acomodabas tus cosas. ¿Cómo va eso?



—Ah, ya casi termino. ¿Y adivina qué? Rob también tiene una buena colección de cómics de Batman.



—Par de raritos—dijo Celeste burlona.



—Si, bueno, mientras recogía me salió el hitazo de Lil Timmy Tim sobre estadística.



—¿Es la canción donde Timothée trae los pantalones en las rodillas?—asentí riendo ante el comentario de mi mamá. Celeste permaneció seria—¿qué? Es imposible no recordar su mejor actuación.



Solté una carcajada cubriendo mi rostro. Molestar a mi hermana siempre era divertido para todos, incluso tenía con Tom una especie de pelea interminable parecida. Ella le decía que su símbolo araña parecía una garrapata y él le decía que su estatura era de garrapata. Siempre sabíamos quién era el impostor en Among Us porque se mataban mutuamente a la primera.



Continuamos hablando un poco sobre lo que habían visto en las noticias esa mañana, el virus estaba expandiéndose muy rápido y no se sabía casi nada al respecto. Honestamente me ponía algo nerviosa el que se prologara tanto que no lograría terminar la película de mis sueños.



La puerta de cristal se abrió robándose mi atención. El sol ya se había metido y la temperatura bajó, quizá por eso Rob había decidido entrar detrás de nuestra hija que se perdió en el pasillo seguramente para tomar agua.



Me miró desde allí sin querer interrumpir pero con la mano le llamé para que se acercara a saludar. Con una sonrisa en el rostro se sentó a mi izquierda doblando las piernas.



—Roberto, madre mía, no has huido lejos de Beth—Celeste fingió sorpresa abriendo la boca y levantando las cejas.



—¿Cómo porqué huiría de mi novia a la que tanto quiero y adoro?—me rodeó con su brazo y besó mi mejilla.



Mi mamá sonrió llevándose la mano al pecho enternecida.



—No le digan a Timothée pero eres mi favorito.



—¿Nada más por ser simp?—se quejó la novia del mencionado—esto me huele a corrupción.



—No es su culpa ser tan adorable, hermanita.



—Aparte—añadió él—creo que tengo puntos a mi favor ahora que en esta casa no somos dos, si no tres.



Ojalá pudiera grabar en mi mente para siempre la expresión que tenían en ese momento. Un emoji se quedaba corto.



—¡Tenemos un perrito!—dije tomando en mis manos al animal que recién se acercaba a nosotros—se llama Robin y es niña.



—Anda, saluda a tu abuela y tía—Rob levantó su patita para moverla como si saludara.



—No puede ser, Elizabeth—mi mamá cerró los ojos respirando por fin—casi corría a agradecerle a todos los santos por hacerme el milagro.



—Espera, ¿qué?—parpadeé repetidamente tratando de analizar lo que había escuchado.



Robert soltó una risita que no era de nervios, no, se estaba riendo de mí. Robin brincó a su regazo y él gustoso comenzó a acariciarla.



—Bueno, señora, si lo que usted quiere son nietos podríamos aprovechar estas vacaciones forzadas para ver qué sale y...



—Robert Douglas Pattinson, no sigas—le rogué sintiendo que tomaba el mismo color que la capa de Superman para luego pegar la cabeza a la mesa, intentando huir de la situación.



No sé si estaba hecha un huracán de sentimientos por el hecho de que mi novio le daba detalles de lo que podríamos hacer por las próximas semanas o porque en vez de negarse continuó con el juego. Dios, a veces Robert me confundía mucho.

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