one - room 112 (PRE-IRON MAN)

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chapter i.
( pre-iron man )

nunca quise encender un fuego
nunca quise hacerte sangrar
hoy seré un hombre mejor
estaré bien, estaré bien
i'll be good ─── jaymes young

mansión stark
1998
( punto de vista de tony )

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¡Tony!

Eso era algo que nunca me gustaba escuchar. Mi nombre rebotó en los altos techos de la mansión por la voz crítica y generalmente enfadada de mi padre. Afortunadamente, no era como si él hubiera estado siempre cerca, así que no la escuché demasiado. Wow, hablando de ello. Pensé que lo ignoraría. Como de costumbre. Seguramente atravesaría la puerta de mi habitación con la cara roja y el pelo blanco, haciéndolo parecer una especie de malvado Santa Claus. Si pensaba que iba responder, estaría perdiendo la cabeza o finalmente volviéndose senil.

—¡Baja ahora mismo, Tony! —su voz sonó más enfadada.

Ya, claro, lo que tú digas.

—¡No me hagas arrastrarte fuera de esa cama y tirarte por las escaleras! —amenazó mi padre, y pude escuchar a mamá reprendiéndolo en voz baja.

Resoplé.

Definitivamente estaba perdiendo la cabeza.

—¿Tony? —una voz más suave y amable llamó—. Baja por favor, cariño. Tu padre y yo necesitamos hablar contigo.

Fue la voz de mi madre lo que realmente me hizo rodar sobre mi estómago. Mi cabeza daba vueltas, me dolía el cerebro y aún estaba adormilado. La luz se filtró por las ventanas y me quemó los ojos cuando intenté abrirlos. Mi mano se estiró y chocó contra el despertador en la mesita de noche. Traté de atraparlo antes de que cayera, luego lo dejé sobre mi pecho desnudo para poder leer la hora.

Oh, vamos, ¡son las 7:35 de la mañana!

¿Sabían que ni Dios estaba despierto a esta hora?

¡Estas personas estaban locas!

¡Anthony! —papá rugió.

Rodé y grité con irritación:

—¡Qué ya voy! Tómate las pastillas, ¿quieres?

Gemí cuando me levanté de mi cama y toqué el suelo de felpa. Mis manos se clavaron en el suelo mientras me levantaba, buscando una camiseta para cubrir mi pecho. No quería poner celoso a papá. Que podía decir. Tenía un gran cuerpo y él, bueno, era viejo. Los dorsos de las manos se clavaron en mis ojos mientras bajaba con fuerza los escalones de roble hacia la sala de estar.

Cuando llegué hasta ellos, miré a mi alrededor y lo analicé. Entonces me di cuenta de que acababa de entrar en algo bien gordo. Jarvis, nuestro mayordomo fiel, estaba de pie junto a la pared con una expresión de pura tristeza. Sus ojos se encontraron con los míos y me dio un asentimiento comprensivo. ¿Qué significaba eso? Papá estaba de pie cerca de la chimenea con una mano en la cadera. Tenía un rostro severo y los labios fruncidos, formando una delgada línea. Un hombre con un traje se sentaba en nuestro sofá, mirándome estar de pie en la puerta. Mamá se encontraba cerca del hombre. Tenía las manos en el regazo y su rostro parecía estresado y preocupado. Unos mechones de cabello rubio canoso se caían de su moño generalmente bien recogido y sus ojos marrones parecían muy cansados. Sus dientes mordían su labio inferior y su talón golpeaba contra el suelo. Nunca recordaba haberla visto así antes, y eso puso el temor dentro de mí.

Sabía que esto iba a ser una mierda. Tenía que encontrar una salida. Tenía que hacer esto mejor.

—Está bien, Howard —sonreí mientras me dirigía a mi padre—, ¿qué problema es el que tengo que solucionarte ahora?

Eso no parecía funcionar.

Jarvis dejó escapar un suspiro tranquilo y mamá parpadeó tristemente.

Papá habló con los dientes apretados:

—Los servicios infantiles están aquí.

Por primera vez, estaba realmente confundido.

¿Servicios infantiles? ¿De ahí era ese tipo? ¿Qué tenía que ver eso con nosotros? ¿Conmigo específicamente?

—Vale —dije con el ceño fruncido.

Me preguntaba si podría escapar antes de que se dijera algo más. Afortunadamente, no se habló durante un largo rato, así que tomé eso como mi señal. Me encogí de hombros descuidadamente y me di la vuelta. Mis pies cruzaban desde la alfombra hacia el suelo de roble cuando me detuve una vez más.

—¡Vuelve aquí! —papá gritó, mucho más enojado de lo que debería.

—¡¿Por qué?! —grité exasperadamente, dándome la vuelta.

Entonces, de repente jadeé y una sonrisa se apoderó de mi rostro, dejando ver mis dientes perlados.

—¿Soy adoptado? Por favor, dime que soy adoptado —le rogué sarcásticamente, agachándome un poco—. ¿O acaso estamos hablando de otra cosa? —mis cejas se fruncieron de nuevo—. Dios, no me digas que tengo un hermano ilegítimo que acabas de descubrir.

Jarvis volvió a suspirar. Mamá me miró bruscamente y vi el dolor destellar en sus ojos marrones. Fue entonces cuando me sentí culpable. No por papá. No por las mentiras que había insinuado. Sino por ella. No se lo merecía. Di una débil expresión de disculpa.

—¡Siéntate! —papá seguía gritando—. ¡Este es tu problema, no el mío!

Este hombre necesitaba sus medicamentos, en serio.

Aunque no lo dije. Supuse que había tocado fondo lo suficiente en una sola conversación. Me dejé caer en el sofá entre mamá y el hombre, levantando mis pies para que descansaran en la mesa de café. Nos quedamos en silencio y mis dedos tamborilearon sobre mi muslo mientras esperaba, aburrido. Mamá seguía mordiéndose el labio y papá estaba apretando y soltando los puños. ¿Qué estaba pasando?

—Entonces... —comencé torpemente.

Mamá dejó escapar un suspiro tranquilo. Papá asintió al hombre a mi lado. Mis ojos se giraron para poder mirarle a la cara. Parecía el Grinch. Era extraño. El Grinch se encontró con la mirada de papá y asintió levemente con comprensión.

—Señor Stark —comenzó el Grinch, enfocándose en mí ahora.

—Llámame Tony. Nada de señor Stark —lo corregí rápidamente antes de asentir sarcásticamente a papá—. Él es el señor Stark. Llamarme así sería insultar a mi padre, ¿verdad que sí, papi?

Él solo me miró con el ceño fruncido.

Resoplé.

—Está bien, um, Tony —comenzó el Grinch, claramente no entretenido con lo que todos llamaban mi 'actitud'—, ¿recuerda a Janice Montgomery?

Parpadeé.

Janice Montgomery. La primera y última mujer en la Tierra con la que me casaría. Fue un estímulo del momento. Ya sabes, Las Vegas. Te hace hacer locuras. Además, fue más un accidente que otra cosa. Digamos que mis padres no estaban exactamente contentos de que accidentalmente me casara. Luego, debido a que teníamos diecisiete años en ese momento, los papeles del divorcio no se oficiaron porque pensaron que mentimos en nuestra edad. Se me hizo más fácil, incluso siendo un recuerdo borroso. De todos modos, por lo que recuerdo, ella era la definición literal de la palabra "loco" del diccionario Merriam-Webster. Estaba más loca que usar sandalias del revés. Realmente no funcionó.

—Uh, puede —me encogí de hombros—. ¿Fea, alta, rubia?

Ninguna de esas.

Creo que era realmente hermosa, bastante baja y tenía el pelo rojo brillante.

Papá lanzó un suspiro de irritación.

—Se acuerda. Usted ignoralo.

Me encogí otra vez.

El Grinch continuó:

—Hace poco más de tres años os casasteis con un imitador de Elvis en Las Vegas, ¿se acuerda?

Sonreí.

Los ojos de mamá se cerraron lentamente.

—Bueno, Tony, Janice Montgomery se quedó embarazada de tu hijo.

El mundo parecía dejar de girar. Hubo un zumbido en mis oídos. Un nudo creció en mi garganta. Mi estómago se retorció en nudos. El aire de la sala se sentía cálido y pesado. Mi cabeza mareada. La palabra seguía repitiéndose una y otra vez en mi cerebro.

Hijo. Hijo. Hijo.

No.

Hijo. Hijo. Hijo.

No.

Una nueva palabra se añadió al patrón repetitivo en mis pensamientos.

Tu hijo. Tu hijo. Tu hijo.

¿Mi hijo? ¡¿Mi hijo?! Oh, Dios. Santo Dios. Me estaba a punto de desmayar. Pensé que iba a vomitar sobre la alfombra de 550,000 dólares. Dios. ¡Nunca quise esto! ¡Nunca! ¿Un crío? No. No lo quería. No quería nada de esto. Janice Montgomery tenía razón al guardar este pequeño secreto para sí misma. No quería participar en esta situación. No quería saber nada. Sí, al final iba a terminar vomitando.

—Tony —papá me miró desde el otro lado de la sala.

No lo miré. No podía soportar ver el asco en su rostro. La culpa. La desilusión. Le odiaba. Odiaba a todos en la sala. Odiaba a Janice Montgomery y odiaba a esa pequeña mocosa que decidió saltar sobre mí como una especie de parásito.

—Señor Stark —el Grinch comenzó de nuevo y estaba demasiado aturdido como para preocuparme por corregirlo—, Janice Montgomery se ha dado a la fuga.

Mi cabeza se alzó hacia él.

—¿A la fuga? —repetí, hablando como si fuera estúpido—. ¿Por qué diablos estaría huyendo?

El Grinch miró tristemente a mis padres. Mis ojos siguieron los suyos. Incluso papá parecía dolorido por lo que todos sabían menos yo. ¿Qué hizo esta mujer?

—Señor Stark —repitió Grinch suavemente mientras sacaba con cuidado una carpeta de su maletín—, Janice Montgomery se ha dado a la fuga por esto.

Abrió la carpeta y la extendió sobre la mesa. Parecía haber una gran variedad de fotos y otras hojas con tinta negra. Mis pies cayeron al suelo mientras me inclinaba para echar un vistazo. Palidecí ante lo que se exponía delante de mí. La primera foto era de una pequeña cubierta de hematomas, sangre y cortes, tendida en el fondo de un contenedor de basura. Sentí que todo el aliento abandonaba mi cuerpo mientras empujaba una mano hacia la mesa para evitar caerme. Mamá me tomó del brazo y me abrazó con fuerza, tratando de apoyarme a pesar de que podía verla llorar por el rabillo del ojo.

La siguiente foto que vi era de la misma pequeña en una cama blanca, cubierta con una plétora de lo que solía ser una gasa blanca, ahora manchada de rojo con sangre. El delgado pecho y el estómago de la niña estaban completamente envueltos, mientras que sus diez dedos pequeños parecían hinchados, negros y azules. La carita estaba retorcida de dolor y su boca estaba abierta. Casi podía escuchar el grito agónico en mis oídos. Seguí pasando las fotos una tras otra y mi estómago seguía sintiéndose peor. Finalmente, llegué a una que contenía a alguien que reconocí cuando las palabras 'Se Busca' se extendían sobre su rostro. Lentamente la levanté y miré la que vi.

Una hermosa mujer pelirroja.

Si hubiera podido romperle el cuello en ese segundo, lo habría hecho sin pensar o dudar.

El Grinch comenzó a hablar mientras yo continuaba frunciendo el ceño ante la foto.

—Tiene una niña, señor Stark.

Felicidades es lo que sonó en mi cabeza.

Felicidades, tiene una niña, señor Stark.

Eso es lo que debería haberse dicho.

Algo dentro de mí, algo que nunca antes había sentido, se hinchó en mi pecho. Traté brevemente de descubrir qué era lo que estaba sintiendo. ¿Sorpresa? ¿Lamento? ¿Quizás orgullo? De hecho, sentí lágrimas en mis ojos cuando bajé la foto de Janice y tomé la primera que había visto. Una niña. No podría decirlo. Su pequeño cuerpo estaba tan desfigurado y cubierto de sangre y heridas que era difícil verla con claridad. Me preguntaba cómo sería.

Una niña.

Oh, Dios.

Tenía una niña.

—Janice Montgomery intentó asesinar a tu hija anoche.

Me tomó un momento comprender lo que el hombre acababa de decir. Asesinar. Asesinar. Papá se volvió para mirar a la pared y mamá dejó escapar un sollozo. Jarvis se balanceó ligeramente mientras se quedaba detrás de nosotros. Sentí que la ira me invadía. Nunca me había enfurecido tanto en mi vida. Mis puños se apretaron. Mi cara se puso roja. Mis nudillos comenzaron a ponerse blancos por la fuerza que les estaba aplicando.

Esa mujer hizo sangrar a mi hija.

Esa mujer golpeó a mi hija.

Esa mujer trató de matar a mi hija.

A mi pequeña.

A alguien que creé.

Alguien que me pertenecía.

Alguien que me pertenecía solo a mí.

—Un hombre encontró su cuerpo en el fondo del contenedor anoche e inmediatamente llamó a la policía. Pensó que la niña estaba muerta.

Mis ojos se dispararon hacia su rostro, esperando que confirmara que la niña que nunca tuve la oportunidad de proteger seguía con vida.

—Estuvo en estado crítico toda la noche y los médicos no pensaron que viviría para ver el amanecer —el Grinch me dio una sonrisa triste y asintió—. Pero hace poco me dijeron que su hija es una luchadora.

Mi hija.

Solté un suspiro de alivio y mamá me apretó el brazo.

Papá se dio la vuelta y puso ambas manos a los costados.

—¿Y qué cree que deberíamos hacer ahora?

El Grinch miró de papá a mí antes de preguntar humildemente:

—¿Quiere verla?

Asentí en silencio sin pensarlo dos veces.

Pasó menos de una hora para encontrarme caminando por los largos pasillos del hospital. Mis padres me seguían, Happy, mi conductor y guardaespaldas, esperaba con el coche y Jarvis se quedó en casa. Quería preguntarle a mamá cómo se sentía. Quería saber qué pensaba, pero no había tiempo. Tenía que ver a la niña antes de poder hacer otra cosa. El Grinch y una doctora nos guiaron a través de los muchos giros de pasillos hasta que nos detuvimos frente a una puerta que decía 'Habitación 112.'

Sentí que me palpaban las palmas y, sorprendentemente, estaba nervioso. Yo era Tony Stark. No me podía poner nervioso. Además, la doctora había dicho que la niña estaba inconsciente. Probablemente ni siquiera me vería. Entonces, ¿por qué estaba tan nervioso?

La doctora abrió la puerta y dio un paso atrás para que yo pudiera ser el primero en entrar. Miré por encima del hombro y vi a mamá sonreír. Asentí, permitiendo que mis ojos se encontraran con los de mi padre. No parecía acusador por el momento; se veía casi triste y tal vez comprensivo. Aunque no importaba. No tenía tiempo para él. Tragué saliva e ingresé a la habitación.

Fue entonces cuando la vi.

Lo único que pude pensar por unos segundos fue que era muy pequeña. La cama parecía comerla y estaba enterrada dentro de las sábanas. Su cabeza descansaba sobre una almohada y su cabello castaño, exactamente del mismo tono que el mío, estaba extendido debajo de ella. Sus ojos estaban bordeados de negro y azul. Tenía un corte largo en el pómulo y su labio inferior estaba abierto. Su cuello estaba completamente cubierto de moretones y sus hombros huesudos estaban muy descoloridos. Tenía cortes largos en lo que podía ver de la parte superior de su cuerpo. Hilo fino fue cosido a través de ellas, asegurando que la carne no se abriera. Sus manos parecían tener hilillos de piel. Sus dedos de las manos y pies también estaban descoloridos y algunos parecían rotos. Sus piernas eran de un color pálido, casi morado, y también tenían hematomas y cortes.

Me enfermaba sólo mirarla. No porque no fuera agradable a la vista, sino porque era horrible saber lo que una persona le hacía a otra. Lo que una persona le había hecho a alguien a quien debería haber protegido.

Mis pies me llevaron hacia la niña y no supe qué hacer una vez que llegué a su lado. Estaba dormida y me sentí aliviado, no estaba listo para que me viera todavía y seguramente dormir le quitaba el dolor por un tiempo. Mis cejas se fruncieron un poco mientras estudiaba su rostro. Quería saber cómo era.

Tenía mi nariz, la forma de mi cara y el cabello oscuro que combinaba perfectamente con el mío. Era realmente extraño verme en su cara. Todo era increíble. Nunca había esperado ver a alguien que se pareciera a mí aparte de mis padres. Desearía poder ver de qué color eran sus orbes, ya que estaban ocultos por sus párpados y pestañas. Me preguntaba si eran marrones como los míos o tal vez verdes o azules. No lo sabía y no me importaba. Ella era hermosa. Era perfecta.

Vi como mi mano de veinte años tocaba suavemente la frente de la pequeña de dos. Mis dedos cuidadosamente apartaron su flequillo oscuro. Mi mano se deslizó por su rostro y acaricié suavemente su mejilla, tratando de hacerle saber que estaba a salvo y que tenía a alguien a quien le importaba.

—¿Cual es su nombre? —preguntó mamá suavemente detrás de mí.

Mi mano se desaceleró un poco al darme cuenta de que no sabía el nombre de mi propio hija y que ni siquiera había pensado preguntar.

—Lisa —respondió el Grinch—. Lisa May Montgomery.

Lisa May. No conocía a ninguna Lisa, pero debía parecerse a una. Le quedaba bien.

—¿Estará bien? —cuestionó papá desde un lado con una expresión indescifrable.

Como si le importara.

—No estamos seguros —respondió la doctora en voz baja—. Con la atención y el tratamiento adecuados, vivirá, pero no sin daños, de los cuales conseguiré un informe completo para manteneros informados.

Mis cejas se fruncieron. No quería que esta pequeña criatura tuviera un daño extenso. Quería que pudiera saltar de esta cama, si eso era algo que hacían los niños de dos años, no lo sabía. Solo quería que fuera tan perfecta como lo era para mí. No quería que nada de lo que esa mujer le hiciera trajera consecuencias.

La doctora centró sus palabras en mi padre.

—Señor Stark, desafortunadamente, la atención que necesita su nieta es muy costosa. Se necesitarán numerosas exploraciones, cirugías y medicamentos para que se cure del todo.

—El dinero no es un problema —salté, sin dejar de ver el pecho de mi niña temblar mientras respiraba dolorosamente—. Si ellos no quieren, lo haré yo.

—¿Y con qué dinero lo harás? —papá respondió bruscamente.

Apreté los dientes sin apartar la vista de Lisa.

Papá respondió a las inquietudes de la doctora:

—Pagaremos lo que sea necesario.

Respiré con rapidez.

—Bien. Empezaré con ello ahora mismo —la doctora se dirigió hacia la puerta—. Si me disculpan.

Una vez que estuvimos solos, papá habló:

—Felicidades, Tony, aún tienes una pequeña oportunidad de compensar lo que has hecho pasar a esa niña.

—¡Howard! —Mamá jadeó.

Aparté mis manos de Lisa y las apreté en puños. Me di la vuelta rápidamente y comencé a moverme hacia él, levantando un puño. Mamá jadeó de nuevo y rápidamente entró. Tomó mi muñeca con una mano y apoyó la otra mano sobre mi pecho. Papá me fulminó con la mirada, sin impresionarse por mi amenaza, siempre condenándome.

—¡Cariño, para! Eso no es verdad. Lo que la señorita Montgomery le hizo a esa niña no es culpa tuya.

Mis puños comenzaron a temblar por lo fuerte que los apreté. Finalmente, di un paso atrás y me di la vuelta para mirar a Lisa una vez más. Escuché a mamá acompañar a papá afuera e imaginé que lo iba a regañar. Esperaba que lo matara. La carita de Lisa se contorsionó de repente y las lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Su cuerpo se sacudió e hizo una mueca. Su pequeña boca se abrió para dejar escapar un grito de dolor, pero ningún sonido salió de sus labios. Sentí que mi corazón se detenía mientras veía a la niña luchar contra los monstruos en su cabeza y el dolor en su cuerpo.

Me sentí completamente impotente e inútil y nunca antes me había sentido así.

No me gustaba.

Mis manos tocaron suavemente los hombros huesudos de Lisa mientras trataba de mantenerla quieta para que no se hiciera daño al moverse. Parecía aún más asustada por la sensación de que alguien la tocara. Su boca se abrió más y sus brazos se agitaron, tratando de golpearme y alejarme de ella. Recibí un par de golpes débiles en el pecho antes de finalmente reconocer que esto no iba a funcionar.

—No pasa nada, Lisa —le dije tan claro como pude—. Estás bien ahora. Estás a salvo y vas a estar bien. Estoy aquí —dejó de pelear pero las lágrimas seguían cayendo—. Estás conmigo. Ya estoy aquí para ti, pequeña. Lo siento mucho, Lisa. Lamento no haber estado antes, pero ahora lo estoy. Estás a salvo a mi lado.

Las lágrimas dejaron de fluir y rocé suavemente las últimas. Estaba quieta y sus pestañas revoloteaban como si estuviera soñando. Solté un suspiro de alivio mientras deslizaba su desordenado cabello oscuro detrás de sus orejas. Con cuidado, presioné mis labios contra su frente y mi corazón se aceleró ante el contacto. Era aterrador cuánto me importaba la pequeña que tenía delante. No quería sentirlo. No quería quererla. Pero lo sentía y la quería.

—Estoy aquí, Lisa —le susurré a su cara inconsciente—, papá está aquí.

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nota de la traductora: los capítulos escritos en pasado son los flashbacks de lisa y tony. los que están en presente son el "ahora" de lisa. lo escribo para que no haya ninguna confusión. espero que os haya gustado el primer cap ♥.

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