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CAPÍTULO UNO
[DOS EXTRAÑOS]















Edward Cullen jamás se imaginó volver a Portland, ni mucho menos estar conduciendo por la carretera para volver a la ciudad que alguna vez lo vio ser feliz.

Probablemente haber escuchado a Alice que debía ir a Portland era una mala idea. Pero ver la insistencia en su rostro, y el como Rosalie ya le tenia las maletas en el auto.

Era una buena estrategia de intervención por parte de sus hermanas, aún cuando quería oponerse, necesitaba un respiro, pero también sabía que tenía cosas inconclusas en la ciudad.

Doblo en la esquina para dirigirse hacia aquel vecindario que conocía, aquel en el que vivió durante una década.

Las dudas surgieron en su cabeza, ¿ellos lo perdonarían? ¿Le dirían algo? Estaba consciente que lo correrían, que no lo querían presente en su vida luego de años sin verlo.

Las dudas se disolvieron al verlo a él, allí estaba, vivo y siguiendo con su vida como si no existiera.

Krestel Carstair se encontraba cortando el césped de su casa, no tenía clase ese día, sus alumnos del colegio estaban en una excursión en el acuario.

Krestel se había convertido en un maestro en un kinder, adoraba dar clase así como adoraba a su hija, su no tan pequeña Kylie.

Aquellas rosas las plantó junto a su hija, entre ambos las cuidaban, fue una tarea difícil convencer a Kylie, pero al final lo hizo, ella debía aprender a controlar su magia.

Krestel levantó la vista encontrando enfrente un auto desconocido, pero el conductor era bastante conocido.

Edward salió del vehículo al ser descubierto por Krestel, se acercó a donde estaba su viejo amigo.

— Hola Krestel — saludó Edward.

— ¿Qué haces aquí, Cullen? — preguntó Krestel cruzándose de brazos. — ¿A qué viniste?

— Me gustaría ver a mi hija, quiero ver a Kyle — dijo Edward con miedo de la reacción de Krestel.

Podía ser inmortal, pero ni todos sus años de vida le preparaban para estar enfrente de su ex pareja pidiéndole ver a su hija, y menos cuando era un hereje: un brujo y un vampiro.

— ¿Tú hija? — preguntó Krestel con una risa. — Si mal no recuerdo tu te fuiste hace dos décadas. Ni una llamada, una nota, una visita, nada, desapareciste de la faz de la tierra sin dar una señal, estamos mejor sin ti. Kylie no te necesita.

Krestel movió su mano causándole un dolor de cabeza a Edward. El cobrizo cerró sus ojos al sentir el dolor que su ex pareja le estaba proporcionando.

Tal vez debió escuchar más a Rosalie cuando le dijo que era una mala idea visitarlo esperando que todo fuera como hace tiempo.

Carstair abrió su mano soltando a Edward de aquel dolor, solo quedó la sensación de piquetes.

— Será mejor que te marches ahora — ordenó Krestel. — Kylie está por llegar del colegio y no quiero que te vea aquí.

— También en mi hija...

— Legalmente ya no — respondió el brujo cruzándose de brazos. — Carlisle Cullen me ayudo a que Kylie fuera solo mi hija.

Edward se marchó tras escuchar sobre la traición de su familia, no podía culparlos, había abandonado a su pareja y a su hija hace tanto tiempo que jamás se imaginó volver a estar en esa casa.

El cobrizo subió a su auto bajo la mirada de Carstair quien permaneció allí hasta que lo vio irse.

Una hora más tarde, Edward se estacionó nuevamente cerca de la casa de Krestel, vio como una chiza de cabello rubio castaño se acercaba a la casa siendo recibida por Krestel. El Cullen no pudo evitar sentir culpa al ver como padre e hija se llevaban tan bien, se había perdido tanto.

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