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CAPÍTULO TRES
[SUPERMERCADO]




















La conversación que tuvo Edward junto a Krestel y Kylie se repetía una y otra vez en su cabeza, específicamente el momento que mencionaron la muerte prematura de su hija.

Edward sentía la culpa en su interior, se perdió tanto de su hija, sus primeros pasos, sus primeras palabras, sus primeros días en el colegio. Se perdió tanto que también se perdió la noche en que su vida cambió.

— ¿Por qué no lo dijeron? —preguntó Edward llamando por teléfono a Alice.

El olor a medicamentos y sangre se podía percibir aún en la sala de la casa Cullen en Portland.

— Por qué no tenía derecho a saberlo — habló Rosalie del otro lado de la línea. — Nunca pregúntate por ella ¿Alguna vez le llamaste a Kylie en su cumpleaños? ¿Navidad? ¿Día del niño? Nunca estuviste Edward.

— ¡Rose! — regaño Esme a su hija.

— Déjala mamá — la detuvo Edward. Suspiró. — Rose tiene razón, no estuve allí nunca. Me acobarde y escape.

— Hasta que lo reconoces — murmuro Jasper.

La familia Cullen jamás entendió las razones de Edward para abandonar a su pequeña familia, tanto que luchó por adoptar a Kylie junto a Krestel para dejar ir todo en un parpadeo.

—  Bueno hijo, ahora que aceptaste tus errores déjame decirte que fuiste un idiota — hablo Carlisle.

— ¡Carlisle! — reprendió Esme a su esposo.

Las risas de Emmett y Jasper no tardaron en escucharse ante el reclamo de Esme.

— Eres mi hijo, Edward. Y como padre debo decirte cuando estas mal y cuando estas bien, lo que hiciste estuvo muy mal.

El cobrizo agradecía de no tener a su familia enfrente suyo, se sentía como en aquellas veces que veía en películas como le lanzaban tomates a las personas. Su familia le estaba lanzando los tomates ahora.

Esme suspiró. — ¡Edward Masen Cullen! Trae a casa a mi nieta y a tu esposo — regaño Esme.

Edward se había montado en el auto para dar una vuelta sin un rumbo fijo.

— Recuperare a mi familia, Esme — encendió el motor. — Te lo aseguró.

Colgó la llamada.

Durante el transcurso del día logró encontrar donde daba clases Krestel, en un colegio para niños pequeños el cual casualmente tenía una vacante para un profesor de música. Hizo la entrevista y empieza mañana.

Actuar como una persona normal era otra vez agotador. Estacionó el auto afuera del supermercado. Si alguien llega a ver qué no hacia el la despensa comenzarían las sospechas.

Notó a un grupo de joven atrás del establecimiento, con botellas de alcohol e incluso cigarrillos.

— ¿Kyle? — cuestionó Edward al ver a Kyle con un grupo de chicos.

La joven rodó los ojos al escuchar la voz de Edward.

— ¿Lo conoces? — preguntó uno de sus amigos.

— Es mi otro padre adoptivo — respondió Kyle. 

— ¿Él que te abandonó? — cuestionó otro chico.

Edward se acercó hasta donde estaba Kyle y el resto de los chicos, había escuchado los pensamientos de todos ellos y ninguno le agradó.

— Sube al auto, Kyle — hablo con las manos echas puño y mirando el cigarrillo en la mano de su hija. — ¡Ahora!

La joven sonrió intuyendo el porqué se molestó Edward. Dio otra calada al cigarrillo antes de apagarlo, dejó escapar el humo cerca de Edward.

Se subió al auto esperando un gran regaño.

— ¡Adiós muñeca!  — gritó uno de los chicos guiñándole el ojo.

Edward quien caminaba de regreso al auto, escuchó los pensamientos del chico y regresó para darle un empujón.

— Si vuelves a pensar de esa forma de mi hija, pondré una orden de alejamiento en tu contra.

El cobrizo subió al auto con molestia.

En el trayecto el teléfono de Kyle no dejaba de sonar por los mensajes. Le parecía gracioso el papel que ahora Edward intentaba hacer con ella.

Mientras que Cullen, estaba al volante con las manos apretadas que sus nudillos se notaban aún más pálidos. Estaba molesto ¿como era posible que Krestel la dejara sola?

— No te atrevas a decir que es un mal padre — lo señaló Kyle.

Olvidó que podía escuchar sus pensamientos.

— Krestel no sabe que vine aquí — murmuro Kyle. — No digas que es el peor padre del mundo cuando ha sido el mejor que he tenido.

Kyle le dio la espalda a Edward mirando por la ventana. El silencio se formó en el auto.

Por las palabras de Kyle, Edward supo que Rosalie tenía razón. El no podía quejarse, no podía decir. No estaba en su derecho de quejarse cuando jamás estuvo presente, siempre fue Krestel.

Estacionó el auto afuera de la casa de los Carstair.

— Kyle — Edward la llamó antes de que ella bajara. — Se que me perdí toda tu vida, pero ahora quiero intentar ser tu padre, si me dejas hacerlo.

— Las acciones dicen más que las palabras, Cullen — respondió Kyle. — No me prometas algo, mejor hazlo.

Kyle bajó del auto con Edward detrás suyo, Krestel ya estaba afuera esperándoles.

— ¿Qué sucedió? — preguntó Krestel al ver a Kyle.

— Que te lo diga el padre maravilla. — entró a la casa subiendo las escaleras para encerrarse en su habitación.

— La encontré afuera del supermercado con un grupo de chicos fumando y tomando alcohol — acuso Edward.

Krestel se pasó la mano por el rostro. Ya había sucedido un incidente similar hace unos meses, Kyle le prometió dejar a sus amigos con tal de que la sacara de prision. Si, por qué ella terminó en prision durante cuatro horas por sus actos.

— ¡Kyle! — gritó Krestel molestó.

— Primer nombre seguro todo está bien — murmuro Edward.

— En tus sueños, colmillitos — murmuro Kyle bajando las escaleras.

— ¡Milena!

— Segundo nombre, no creo que todo esté bien, Edward — se quejo Kyle.

— ¡Carstair!

— Estas en problemas — habló Edward.

— Tu también, Edward Masen — lo señaló Krestel con su dedo.

Cullen no iba a mentir si decía que aquella escena le parecía completamente graciosa ante sus ojos.

Estaba dispuesto a recuperar la familia que dejó escapar, no sería una tarea fácil, pero si pudo enamorar una vez a Krestel, podría hacerlo una segunda.

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