I. Pasa la nota

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Hacer amigos no es sencillo, ser un buen amigo tampoco lo es; la amistad del pequeño Freddy terminaría el día que escribió su primera nota.

Freddy Anderson nunca fue alguien popular, tanto le costaba comunicarse con el resto que comenzó a idear amigos imaginarios para no estar solo. Sus compañeros pensaban que era extraño, pero no lo suficiente como para alejarse del juego que crearía: Pasa la nota.

Las reglas eran simples: la nota debe pasar por la pluma de cada alumno en el salón y volver a Freddy sin ser descubiertos. Si llegará a pasar todos pierden; era sencillo pero para un grupo de niños inquietos, el riesgo y emoción era lo mejor de su día. Al finalizar la clase, Freddy leería en voz alta lo que hubiesen escrito, desde bromas hasta chismes, aquel momento se había convertido rápidamente en el más esperado por los niños y el pequeño Freddy habría conseguido hacer amigos reales, dejando atrás sus días hablando con seres imaginarios.

Aquel día sería como los demás, la profesora dejaría una actividad, momento que Freddy aprovecharía para escribir "¿Alguien conoce una leyenda?" y lo pasaría a su compañera.

Uno a uno los niños escribían con expresiones de diversión y algún que otro dejaba escapar una risa al leer lo que otros habían puesto; no sería hasta que Liliana recibió la nota, que todo cambió.

—¿Es una broma?

Si la maestra escuchó a la niña, no dijo nada. Algo en el ambiente se sentía diferente, tal vez fuera que alguien parecía molesto con lo que se hubiera escrito, pero después de eso nadie pareció emocionado con saber lo que estaba escrito en aquel papel.

Cuando la nota regresó a Freddy, el niño hizo lo que cualquiera haría: pidió permiso para ir al baño y leer la nota. Guardando el papel en su bolsillo, salió del salón.

Ahí estaba, escrito con rojo, y con una caligrafía que no reconoció, una historia que conocía tan bien como el resto de estudiantes de Quarr Rose:

"Todos saben que no debes entrar a la sala de música de la escuela, pues ahí mora el espíritu de José, un pequeño de mejillas regordetas y mirada alegre; el pequeño murió en el lejano año de 1856 cuando, al volver a buscar su clarinete al salón, por accidente presenció el amorío entre el joven profesor de música y el anciano director del colegio. Hay quienes dicen que algo sucedió esa noche y que lo único que queda es una mancha roja en la vieja alfombra como recordatorio de que un día un niño estuvo ahí; aunque no estará solo por mucho tiempo, pues hoy Freddy vendrá a jugar, ¿no es verdad..."

Freddy?

Un murmullo en su oído le hizo gritar y buscar desesperado el origen de aquella voz tan infantil y lúgubre.

—Fue una buena broma chicos, en serio, caí en ella. —comenzó a decir Freddy en voz alta, en medio de una risa incomoda.

"Ven a jugar" se escucha al fondo del pasillo. Una y otra vez, asustando al niño que mira aterrado como el sitio se oscurece con forme el débil susurro se hace más fuerte.

Sin saber que más hacer, Freddy se echó a correr.

Una a una las puertas se cierran, sin permitirle abrirlas. Los gritos y sollozos desesperados del niño se escuchan por todo el pasillo pero nadie vinó a ayudarle.

"Click"

Una puerta finalmente se abrió y el chico no dudó en entrar, cerrando la puerta tras él.

"Freddy, ven a jugar conmigo"

El niño observó, angustiado, el interior del salón. Las lágrimas corrían por sus mejillas cuando se da cuenta de que no debería estar en la sala de música.

"Knock-knock"

Temiendo que le escuchará quien sea que estuviera afuera, Freddy corrió tras el escritorio y se acurrucó junto al mueble, cubriendo su boca con su mano y tratando de dejar de llorar.

Una gota cayó a sus pies, uniéndose lentamente con la enorme mancha roja en la alfombra polvorienta.

—Tus amigos dijeron que querías jugar conmigo, —escuchó a alguien hablar por encima de él —no debiste dejarlos solos...


Las mañanas son la peor parte de la rutina si le preguntas a Jasper, sobre todo si eres el conserje de una escuela tan grande. El día anterior un niño desapareció lo que significa más trabajo para él.

La directora le pidió revisar la sala de música y ahí estaba él, maldiciendo su suerte tan alto como le era posible.

Limpiar la sangre de Freddy no sería problema, seguro ya se abría unido a la mancha en la alfombra, pero realmente detesta tener que despegar los trozos de carne y órganos explotados de un niño que fue arrastrado hacia abajo por un fantasma que aun no entiende que los cuerpos humanos no pueden atravesar el suelo. 

Entre el montón de carne, un trozo de papel llamó su atención. Tomandolo con cuidado leyó "Tu turno, pasa la nota". 

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