Entre dos aguas

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En las afueras de Nueva Orleans, marzo del 2020

El tiempo funciona diferente en el mundo que existe a la par de lo que vemos. Pero, esta vez, no se trataba de la niebla mental y confusión que se deriva de haber pasado meses bajo tierra. Entre las tantas cosas que Jackson pudo apostar sucederían durante su tiempo fuera, el caos que asomó a principios del 2020 fue anómalo en extremo, inclusive para las predicciones de un revenat.

En algún momento, entre el Reino Mágico y La Ciudad Creciente, el mundo pareció detenerse. Aparentemente, un murciélago decidió dejarse echar a dormir en agua tibia y especias y con el último batir de sus alas, mandó todo a las ventas del infierno.

Al menos, esa fue la explicación que Jax llegó a escuchar en un bar de La Batre, Alabama, tras tres meses bajo tierra. No estaba seguro si era cierto. En el sur, nunca se sabe. No existe tal cosa como la consideración a sensibilidades o, según los políticos de turno, la prensa confiable.

El asunto fue que, entre una cosa y otra, recordó a donde debía ir y por suerte, también se le hizo claro el protocolo.

Cuando se vaga por el mundo sobrenatural sin la bendición de Brigitte del Cementerio, es necesario entrar a Nueva Orleans con recomendaciones. Su plan estaba trazado desde que recuperó su auto y tomó el desvío oeste por la interestatal.

Su viaje errático lo trajo a las inmediaciones de Bayou Savage, al este de Nueva Orleans. El condado, conocido por los locales como la parroquia, es una de esas comunidades de río, cercanas a un santuario de conservación, donde uno que otro que aún se llama a sí mismo criollo vive con orgullo en casas cerca o dentro de los cuerpos de agua.

Jax dejó el auto a la orilla de la carretera. A ningún alma le pasaría por la cabeza robarlo. Como a nadie en su sano juicio se le ocurriría adentrarse en el pantanal a esas horas de la noche.

El canal era bajo, en nada comparable al nivel del que se alcanza en verano. Jax se mojó los dedos en el líquido y lo encontró con un sabor peculiar. El lago Pontchartrain, cuerpo salado, se estaba desbordando en las lagunas y posiblemente no habría mucho que pescar en esas aguas.

—Tampoco el agua está tan salada como para morirse de hambre. De seguro hay cosas interesantes que cazar por ahí—, murmuró en la oscuridad.

—¿Es acaso una oferta, Pelman? —Una voz con timbre juvenil pareció contestar con un eco incierto—. Sabes bien que si vuela, se arrastra o nada, puede acabar en el menú, pero no soy para nada carroñera. Estás a salvo conmigo.

Jackson sonrió de forma plena. Cerró los ojos y levantó la barbilla. Por primera vez en semanas sentía ganas de cruzar palabras con alguien, indiferente de las consecuencias.

—¿A dónde debo mirar para no ofenderte?

—A tu izquierda.

Pelman giró a la derecha con los brazos extendidos de manera afectuosa.

—Tiempo sin verte, Kendra, y vaya que me sorprende... ¿Verte?

La confusión era genuina. No se había equivocado en la fecha, la luz de luna no miente. Y la niña, a pesar de estar cargando un rifle de caza, se veía pequeña y frágil, con apenas un metro cuarenta y nueve separándola del suelo.

—¡Tío Jax! —Podía ser inmortal y con apenas unos treinta y seis años menos de existencia atada a la tierra que Pelman, pero algo dentro de ella se negaba a dejar de ser una adolescente. Corrió hacia Jackson, dejando escapar las palabras entre grititos de alegría—. Por un momento juré que el olfato me estaba empezando a fallar. ¡Estás de vuelta, en Nueva Orleans!

Se abrazó a él con fuerza, dejando que la levantara del suelo, como le era costumbre.

—No seas exagerada, mi niña. Sé que la última vez que nos vimos fue en los años 60, y te disculpo si en esos momentos quedaste confundida, porque todo, absolutamente todo, olía a marihuana y pachuli.

Fue entonces que Jax notó que la oscuridad se había retirado y el río y su acompañante se bañaron en luz de luna. Momentos antes había estado a la sombra de algo, responsable de amplificar la voz de la niña, haciendo que fuera imposible distinguir su procedencia.

—¿Hay algo que deba saber? —Jax no pudo evitar reír y comentar en voz alta—: ¡No me sigas mirando así, Kendra! Me vas a obligar a decir «qué ojos tan grandes tienes».

—Ni se te ocurra seguir con esa broma —advirtió la niña—. Vamos a casa, antes de que me arrepienta de recibirte, o peor, de que se enteren de que estás aquí sin presentarte propiamente. A La Dama no le faltan ojos en todo lugar. Brigitte y yo estamos en paz, y así debemos continuar. Y además, vale la pena que le eches un vistazo a la casa. Estoy haciendo arreglos.

La casa de la puerta este llevaba fácilmente unos doscientos años, enclavada entre dos aguas: los lagos Pontchartrain y Borge. Se había convertido en una de esas propiedades sobre las cuales nadie se molesta en preguntar por papeles.

Mantener la estructura catalogada como clásica, previa a la Guerra Civil, conllevaba una lucha constante contra los estragos del salitre y la humedad. La fachada estaba bajo reparación. Sin embargo, el orden y la pulcritud de los aposentos le daban un toque de dignidad a aquello que se asomaba entre los andamios.

La antesala era sencilla, pero nítida y elegante, con muebles de suaves tonalidades azules. Una cantidad de fotos en las cuales aparecía la niña, desde finales del siglo XIX, descansaban sobre la repisa de la chimenea. En medio de estas, se observaba un guarda joyas que imitaba un árbol de la vida del cual, en una rama, pendía una cadena con un dije de cristal, en forma de hoja, para honrar a Ruth, quien fuera su compañera de vida y guarda mágica.

Jackson sacó una delicada bolsita de organza del bolsillo de su jacket. La misma contenía unas diminutas flores azules de las cuales se podía hacer té. El regalo era para Kendra, pero por costumbre, se presentaba ante la imagen de Ruth, con tal de no dejar escapar el recuerdo del amor que una vez las unió. Kendra no tocaría la ofrenda hasta que pasaran tres días. Mientras el sonido de sus pasos hacía eco en la casa vacía, Jax se alegró de pensar que ese lugar contaba con presencias, pero no podía considerarse habitación de fantasmas. La niña era una de las pocas personas capaz de vivir con los recuerdos sin hacerse esclava de los mismos.

—Tengo que preguntar... —Jackson tomó las menudas manos de Kendra entre las suyas. Con el paso del tiempo y el hecho de que la niña tenía libertad total, ciertas cosas en ella se hicieron evidentes. Por ejemplo, su dedo anular y del corazón ahora se percibían parejos, una de las pocas señales que podía descubrir su naturaleza licántropa. —¿Cómo es que hay luna azul y no estás transformada? Es obvio que no te has deshecho del garou y eres demasiado inteligente como para continuar pactando con Brigitte, para ganar dis que ventajas.

La luna brillaba llena por segunda vez en el mes y los lobos, aun aquellos cuya herencia llega por líneas de sangre, encuentran en ese llamado algo irresistible.

La niña pensó lo que debía decir. El pasar de los años le llevó a entender que Jax era mucho más complicado y delicado que cualquier otra criatura.

Pelman había llegado hasta allí, no solo para visitarla, o hacer preguntas a las que obviamente conocía la respuesta. Su tío Jax olía a algo que nunca antes percibió en el revenant. Por un lado, podía sentir una calma que lo estaba manteniendo en balance, en otro, un miedo a la incertidumbre que estaba escondido bajo su piel. A Pelman le constaba que tenía algo que hacer, pero no sabía si contaría con el valor para cumplir su cometido.

Kendra pesó si arruinar el momento y luego entendió que la odiosa colonia con la que Jackson se había bañado para ocultar su aroma era un grito de ayuda. Se limitó a suspirar. El problema de aparentar por siempre tener dieciséis es que a veces, incluso aquellos que bien conocían su poder, olvidaban la extensión del mismo. Jax necesitaba ver a Brigitte, sabía que su decisión acarrearía consecuencias y simplemente había venido a visitarla, no tanto para pedir su ayuda, pero pensando que sería tal vez la última vez que la viera.

—¡Soy la peor anfitriona! —Kendra se dijo a sí misma, mientras negaba con la cabeza—. Dame un segundo voy a prepararte algo. No sé si es la cercanía a La Dama, o la verdadera razón que te trajo aquí, pero te veo un poco desmejorado. Pasa al comedor. ¡Vas a amar el nuevo ventanal! Puedes ver el canal mayor y el domo de la Inmaculada...

La niña caminó hasta la cocina y permaneció un tiempo preparando un plato. Al regresar, no solo había cambiado su playera por un suéter ancho y oscuro, traía consigo un cuenco de madera con varias tiras de carne. Anunció que se trataba de caimán tartar y agradeció en voz alta que su invitado no la hiciera pasar por el disgusto de tener que cocinar a esas horas de la madrugada.

Jackson estaba jugando con el peligro, comenzando a degenerar. Por razones desconocidas, parecía haber optado por abstenerse por días, meses, tal vez. Si bien es cierto que la resistencia aumenta con el tiempo, el hambre siempre gana y ya era de todos saber lo que Jax era capaz de hacer cegado por ella. Kendra hizo lo posible por guiar su instinto a alimentarse, sin decirlo abiertamente.

Existía también otra posibilidad que considerar: Brigitte había marcado a Jax no una, sino dos veces. Su vuelta a Nueva Orleans no iba a pasar desapercibida. Kendra consideró qué hacer, sin interferir abiertamente con la voluntad del oráculo. Detuvo a Jackson, antes de que este comenzara a probar la carne cruda en el plato.

Se puso en pie y, dando lugar a una transformación parcial, hizo que sus pequeñas manos se deformaran para sacar sus garras. El sonido de los huesos y los tendones ajustándose fue lo único perceptible en ese espacio en donde Jax enmudeció, sorprendido por lo que sospechaba, pero no podía concebir.

Kendra levantó su suéter holgado y clavando sus afiladas garras en su costado, apretó los dientes, los cuales, por un momento parecieron deformar su boca, solo para volver a la normalidad una vez la niña lanzó un pedazo de su propia carne y piel sobre el plato de madera.

—¡Kendra! ¿Qué carajos?

—Hay muchas formas de mantenerse cerca sin ser percibido. Una vez, hace mucho tiempo, heriste a mi garou, cuando el espíritu habitaba en el cuerpo de mi padre. El lobo te ha perdonado, pero lo recuerda. Simplemente, se me ocurrió pensar que puede guardarte, o al menos decirme qué está sucediendo contigo, si llevas dentro de ti algo del espíritu que me habita. Para eso debes consumir lo que acabo de poner en tu plato, sin negarte. Probablemente no vaya más allá de poder ver a través de tus ojos; pero hubo un tiempo en que cuidaste de mí y odio quedar en deuda. Es mi turno de pagar.

La niña tocó el rostro del revenant con lo que volvieron a ser manos ensangrentadas. Su toque fue una caricia devota, limpia. Todo lo que Jackson desconocía necesitaba en ese momento.

—Te adoro, tío Jax, pero sé que te estás forzando a venir aquí. La ciudad es un constante recuerdo de que nada de lo que cae en tus manos está realmente bajo tu control. Eres leyenda, ¿sabes? En el barrio francés llevas el infame título de ser el ejemplo a seguir si se quiere evitar el favor de Brigitte. Pero el hecho de que ella permita que te utilicen como referencia, habla algo de la forma tan extraña en que te ama. De hecho, estoy completamente segura de que te espera. La pregunta es, Jackson... ¿Cuál es la razón de tu regreso? Podrías ser el rey de estas calles, en una ciudad que se ha convertido en intocable para el hombre de Cassadaga, pero aquí vienes de nuevo, a hacer lo mismo y esperar diferentes resultados.

—Odio que me llames Jackson a secas. Me hace recordar que ya no eres una niña. —Kendra sonrió al verlo jugar con el plato, indeciso, con una actitud casi infantil, mientras ella le obligaba a proceder. Entendió por qué extrañaba esa parte de ella que jamás crecería, la que le ponía en contacto con su propia inocencia.

—Corrección. Odias que actúe como tu consciencia. Sin embargo, sabiendo que para tí hacer lo mismo una y otra vez esperando un resultado diferente es un estilo de vida, nada más voy a decir. Me alegra al menos que hayas optado por seguir las costumbres. Para conseguir audiencia con La Dama, alguien que ha sido desechado debe presentarse con una escolta. Como guardián de la puerta este, voy a empeñar mi inmortalidad por ti y a conseguirte pasaje hasta la desembocadura del río. Un último consejo, no dejes de alimentarte. Brigitte es temperamental y llevas su estampa. Aún cuando acceda a verte, puede optar por torturarte. Besos y balas, con La Dama. Pero eso lo sabes mejor que yo.

Mientras hablaba, el timbre de su voz se hizo más grave, la media sonrisa, que en otras circunstancias era encantadora, endureció cuando se asomó una encía que rápidamente se tornó oscura y los incisivos doblaron su largo y grosor. Ojos que en sus mejores días brillaban, aclarando el marrón de sus pupilas, se tornaron ferales, reflejando la poca luz en la habitación. El cambio se detuvo, una vez más en un estado intermedio.

—Ven —pidió de Pelman—. Terminemos esto. El garou no te rechaza, pero le embarga la curiosidad y no puedo permitirle la entrada a destiempo. Arruinaría la armonía que hemos alcanzado en estos años. En tu ausencia he aprendido a enviar al lobo a caminar distancias, algo parecido a una proyección astral. ¡Es fantástico! —Por un momento su voz volvió a adquirir ese timbre de sorpresa y total fe en la gracia que le ganó una vida después de la vida—. El lobo te va a llevar hasta donde toque la sombra del último sauce.

Afuera, el viento se movía entre las copas de los cipreses de norte a sur, creando a la vez pequeñas ondas en la superficie del agua. El ritmo de la noche no se detuvo, a pesar de que cuando algo se aproximaba entre la arboleda desde el oeste, abriendo un espacio entre las ramas finas, moviéndose con la luz de la luna. La sombra que cubría el camino del lago era más alta que los árboles. De vez en cuando, ojos de un intenso topacio parecían seguirle en su camino. Jackson recordó cómo alguna vez los garou de la línea Luzzone fueron la sombra de la muerte. Sonrió, pensando que Kendra logró desbloquear algo más impresionante; el último de los grandes monstruos nacidos de la tierra misma, residuos del espíritu primordial que se niega a morir domado por la civilización o las expectativas de aquellos que erradamente se hacen llamar hombres de fe.

Si algo quedó por decir, Kendra optó por guardarlo. Años atrás, en la cripta, había visto el futuro, y aunque La Dama le mostró lo que era conveniente, el garou vio más allá. Las cosas que el lobo reveló en ese momento no las compartió con nadie, ni siquiera con Ruth.

—Quedas libre, Jackson, para terminar la historia. Es el mejor momento, supongo. El mundo está hecho un caos y a nadie le va a sorprender otra locura. Por más que trates, no puedes deshacerte de ese aroma de magnolias.

Un aullido profundo que encontró eco en los canes de la comarca, le avisó a Brigitte del Cementerio que la niña y los fantasmas de tiempos pasados no habían encontrado falta en Jackson Pelman. Ahora quedaba todo en manos de La Dama.


N/A: Esta casa en Bayou St. John es la inspiración para la casa de Kendra, la dejo por aquí para ponerle una imagen bonita a ArkangelValeria quien después de leer dos capítulos del menú cochino de Jax y Maggie, debe andar odiándome 🤣🤣🤣

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