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Advertencias: fic de época con muchas atribuciones. YoonSeok como pareja principal, pero al ser un fic harem, también existirán otras interacciones. Drama y fluff. 

Hoseok estaba poniéndose el kohl en sus ojos cuando la puerta del cuarto fue abierta, y todas las concubinas saltaron en anticipación.

Él no se movió, demasiado concentrado en que el delineado quedara parejo en ambos ojos, encima del sombreado verde que se hizo antes.

―Deben estar listos en cinco minutos ―anunció el sacerdote―. El Príncipe ha llegado de su expedición el día de ayer y hoy se encuentra listo para verles, concubinas.

Las mujeres a su alrededor chillaron por la excitación, pero Hoseok sólo suspiró, mirando su reflejo en el espejo con aspecto algo deprimido. No se veía tan bonito, se dio cuenta, y ya perdió demasiado tiempo. Joohyun estaba mucho más linda, de seguro sería ella la elegida por el Príncipe.

―¡Qué lindo, Hobi! ―se sobresaltó al escuchar el grito atrás de él, volteándose para ver a Tzuyu, sonriéndole.

Tal vez ella también podría ser elegida, se veía preciosa con esa corona de flores rojas sobre su cabeza.

Hoseok sonrió en respuesta, poniéndose de pie y aplanando las arrugas de su hanbok pastel. La chima era de color celeste claro, mientras que la parte de arriba, el jeogori, era blanco con una cinta rosada alrededor de su pecho en señal de que pertenecía al concubinato real. Al menos, hasta que el Príncipe se casara. Su chima tenía unas bonitas flores bordadas en la parte baja.

―Gracias, Tzuyu ―dijo Hoseok, sonriendo levemente, agarrando los pendientes para colgárselos en sus orejas―. Tú también estás preciosa.

Tzuyu se rió, feliz. El hanbok de la chica era más alegre: la falda era roja y la blusa, azul. Le quedaba muy bonito.

El sacerdote entró unos segundos después, ordenándoles que se pusieran en fila para ir hacia el salón real, donde el Príncipe estaría comiendo con sus padres. Hoseok sintió la excitación en su estómago, que cayó al suelo cuando el hombre le dijo que él fuera al final. Claro, claro.

Llegó al harem último, era el que tenía menos privilegios de todas las concubinas. Además... además, era el único hombre metido en ese lugar.

Tzuyu, Joohyun y Jisoo fueron enviadas al centro, las chicas más bonitas, pero también las mejor acomodadas. Merecían ese lugar de honor. La primera era princesa de Tainan, una provincia que quedaba en otro continente, muy lejos de allí. Jisoo era la hija del primer general del Imperio. Joohyun era una prima del Príncipe –lo que no sería raro si llegaban a casarse, porque muchos Emperadores optaban con eso para mantener el poder en la familia.

De todas las concubinas, Hoseok era el que menos posibilidades tenía para ser elegido, lo sabía todo el mundo, así que, por eso mismo, no era considerado una amenaza por las muchachas del harem. Ni siquiera supo cómo llegó tan lejos... No, realmente lo sabía y tenía más que claro: Hoseok era un doncel.

Los donceles eran muy raros, hombres bendecidos por los dioses con las capacidades de quedar embarazados. Eran muy preciados por eso, así que cada vez que nacía uno, era motivo de orgullo para la familia, porque era sinónimo de vida y buena suerte. Hoseok no lo supo hasta dos meses atrás, cuando fue a hacerse unos exámenes con uno de los médicos de la capital, y le dieron la noticia.

Eran muy escasos, Hoseok era el primero del pueblo donde vivía, un pequeño pueblo pobre, lo que significó un traslado hacia la ciudad, financiado por el Imperio, junto a toda su familia. Y pocas semanas después, se le pidió formar parte del harem del Príncipe Yoongi, para... para entregarle más variedad, según le dijo el sacerdote.

Hoseok terminó aceptando, porque eso traería más orgullo a su familia. Por otro lado, si el Príncipe no le elegía, con toda probabilidad en el palacio concertarían un matrimonio con alguien de allí, aunque fuera un soldado, algo a lo que no podría aspirar si se marchara. Hoseok quería el bien de sus padres y su hermana mayor por encima de todas las cosas, porque siendo sincero, nunca tuvo demasiados planes para él.

Si conseguía un buen matrimonio, ya podía darse por feliz.

Pero eso no significó que no se sintiera algo deprimido por ir último, sabiendo que quizás el Príncipe no le iba a dirigir ninguna mirada. Sabiendo que todos sus esfuerzos por encajar no valieron algo.

Mordió su labio inferior cuando las puertas del comedor fueron abiertas, todas entrando con sonrisas deslumbrantes, pero Hoseok se sentía tan nervioso que no pudo sonreír. Además de que, a veces, no le gustaba su sonrisa.

―El Emperador Min en presencia de ustedes, junto a su hijo mayor, el Príncipe Min Yoongi.

Todas, incluso él, se pusieron de rodillas para hacer la inclinación respetuosa que correspondía, sin levantar la vista, y sintió los nervios atenazando en su estómago otra vez.

―Pueden levantarse ―dijo el Emperador Jongshin, su voz grave―. Tu harem parece tener mucha variedad, hijo.

Mientras se ponía de pie, Hoseok decidió atreverse y mirar de reojo al Príncipe, quedándose encandilado de forma inmediata por lo guapo que lucía. Su cabello era de color negro, con un rostro delgado y de piel pálida, ojos rasgados que se veían oscuros, de labios delgados, pero rosados. Sin embargo, estaba, por supuesto, mirando hacia el centro. No a los extremos.

―¿Cuántas concubinas son? ―preguntó el Príncipe, y Hoseok se estremeció por el tono de su voz.

―Veinte, Príncipe ―se adelantó el sacerdote―, diecinueve mujeres y un hombre, si usted gusta.

Bien, ese era el momento definitivo, en el que el Príncipe le diría si debía quedarse o no. Tal vez no lo elegiría para cortejarlo, pero sí para follárselo. A veces, los Príncipes hacían eso antes de contraer matrimonio, para nadie era un problema. O quizás le diría que no, que ni siquiera le quería para eso.

Los nervios estuvieron a punto de hacerlo vomitar.

―Preséntame a cada concubina.

El sacerdote Bae lo hizo. Una por una, les indicaba que dieran un paso hacia adelante, recitando sus nombres, y que dijeran algo que les gustaba hacer. Probablemente, el Príncipe estaría aburrido para cuando llegara él.

Mientras sus compañeras se presentaban una por una, la mente del chico comenzó a pensar en las posibilidades de ser elegido. Cuando aceptó ser parte de ese lugar, recibió el título de concubino real, que ya era algo grande para él. En caso de que fuera elegido por el Príncipe, daría paso a otra etapa, convirtiéndose en un cortesano, de un rango mucho más alto que el anterior. Eso significaba que el Príncipe lo cortejaría y le daría regalos, además de que podía ser escogido para compartir la cama con él y, en caso de tener sus hijos, serían nobles. Sin embargo, si el Príncipe le favorecía y le escogía de entre las cortesanas para ser su Emperatriz... Aquel era el máximo título que Hoseok podía recibir, pues sería el compañero eterno del Emperador y sus hijos serían los herederos del trono, llevando una vida de lujos y riquezas hasta incluso después de su muerte. La Emperatriz era la joya del Imperio.

Desde que llegó que tenía momentos en los que fantaseaba con ese sueño. Hoseok no poseía muchas esperanzas en ser elegido más allá que ser un concubino, pero al menos ya había llegado lejos.

―Jung Hoseok, doncel ―presentó el sacerdote.

Su único título, en realidad. No gozaba de un buen apellido, no era Príncipe de ningún lugar ni hijo de algún político bien acomodado.

De los nervios, Hoseok se tropezó con la falda de su hanbok, pero no cayó al suelo. Eso sí, el sacerdote le dirigió una mirada de enojo.

Para su fortuna (o desgracia), Yoongi apenas le dirigió una mirada de interés.

―Me... me gu-gusta ba-bailar ―balbuceó Hoseok, tartamudeando su frase y sintiendo sus mejillas cubiertas de rubor.

―¿Un doncel? ―suspiró el Príncipe, volteándose a mirarlo por primera vez y dirigiéndole un ojo crítico―. No luce como el resto de las putas.

Hoseok abrió su boca, atónito, sintiendo que las concubinas detrás de él también soltaban ruidos bajos por la sorpresa. El concubinato real era un lugar de mucho prestigio, ¡todos lo sabían!

―Yoongi... ―comenzó a decir su padre.

―¡Qué grosero!

Hoseok cubrió su boca con ambas manos luego de haber soltado eso, sin pensarlo dos veces.

Tanto el Emperador como el Príncipe, y todo el mundo allí metido, lo miraron con ojos abiertos por la sorpresa de que hubiera hablado fuera de tiempo, cuando no le correspondía. Bajó la vista otra vez y se inclinó.

―¡Lo... lo si-siento! ―soltó, sintiendo el pánico en su cuerpo―. ¡No quería...! ¡Lo siento, Príncipe!

El Emperador soltó unas carcajadas, divertido, pero Hoseok no le hallaba la gracia, ¡fue una gran falta de respeto! Ellos podían ejecutarlo sólo por eso...

―Es nuevo ―se apresuró a decir el sacerdote―, lleva sólo un mes en el harem, no está tan entrenado como el resto de las muchachas. Si quiere, señor, lo podemos devolver a su pocilga.

Sintió como perdía el color de su cara ante las palabras del hombre, temblando porque lo arruinó por completo. Había condenado a sus padres a la desgracia con su desliz, actuó de forma insensata, tuvo que haberse guardado sus pensamientos. El Príncipe podría ser un cretino, pero ¿decírselo a la cara?

―Déjalo ―dijo de pronto Yoongi, repentinamente interesado―. A él, a Tzuyu, a Jisoo, a Sojung y a Joohyun como cortesanos. El resto, seguirán como concubinas.

Hoseok parpadeó, sorprendido todavía, y sintiendo como el alma volvía a su cuerpo. Cortesano. Logró superar la segunda etapa de forma tan torpe, ahora sería cortesano de Yoongi, ¡sería cortejado por el Príncipe! ¡Por ese Príncipe tan grosero!

Aunque suponía que estaba bien, cortesano era un buen lugar. Era mucho mejor que concubino. Yoongi podía llegar incluso a meterse a su cama, aunque no le escogiera. Si se acostaba con él, pero no le elegía, el Príncipe podía optar a buscarle un buen matrimonio por haber tenido tal honor.

Pensándolo mejor, no era tan buen lugar.

Santa mierda, ¿en qué se metió?

Una mirada al Príncipe y vio la mirada maliciosa que le dejó, sabiendo que Yoongi no dejaría pasar su falta de respeto.

Por todos los dioses, estaba condenado.

¡gracias por leer!

Nota del 22/07: iré corrigiendo el fic a medida que lo suba. No sufrirá mayores modificaciones.

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