34.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Advertencias: capítulos finales y puro fluff.

Antes de seguir con la lectura, este capítulo me llevo unos buenos días escribirlo. Como spoiler, tenemos la narración de una boda y coronación, y había mucha información que debía leer. Por eso, debo aclarar que si bien mi fic puede considerarse de época, me tomé MUCHAS atribuciones al momento de escribirlo, y lo mismo ocurre en este capítulo en torno a estas dos ceremonias narradas, y es que la verdad sea dicha, estas ceremonias en la vida real podían durar DÍAS O, INCLUSO, MESES. Eran muy largas y también aburridas, JAJAJAJAJA, incluían muchos ritos y cosas que realizar. Por poner un ejemplo: el rey no conocía a su esposa hasta el momento de la boda, lol.

Sin embargo, tomé algunos elementos de estas ceremonias y las narré aquí. Hay muchas cosas en idioma coreano, pero básicamente, lo que deben tener en cuenta es lo siguiente:

Chaekbi: ceremonia de coronación.

Chinyeong: ceremonia de matrimonio.

Chijeokui/Jeokui: prenda que viste la reina por encima de las ropas. Básicamente, la túnica roja.

Daesu: la corona que la reina llevaba.

Myeonbok: la ropa ceremonial que los reyes coreanos usaban para estas ocasiones especiales.

Myunryugwan: el sombrero con cuencas que el rey usaba.

Espero que al menos las vestimentas les hayan quedado más claras ahora bfdhsdbsh

ESPERO QUE VOTEN Y COMENTEN MUCHO POR TODO EL ESFUERZO QUE ESTO ME SUPUSO

Los calabozos eran un lugar oscuro y desolador, jamás había estado allí antes y sólo pudo pensar en lo frío que debía ser por las noches. Se encontraban luego de bajar por una escalera que daba paso a un pasillo subterráneo, apenas iluminado por antorchas y, santos dioses, creía haber visto una rata. Soltó una maldición en voz alta antes de pedir disculpas a sus guardias, algo avergonzado por ese pequeño exabrupto.

Los hombres que custodiaban el lugar se inclinaron cuando apareció, con uno de ellos llevándolo hacia la celda más cercana. Allí, acurrucada en una esquina, con las ropas sucias y los ojos hinchados por haber llorado tanto, se encontraba Kim Sojung.

―Espero que estés cómoda, Sojung.

La chica lo observó a través de las rejas y Hoseok la miró con la cabeza ladeada. Sojung se puso de pie, con una cadena tintineando, y se acercó a él. El doncel observó que se encontraba encadenada desde el pie izquierdo, cuya cadena se encontraba enganchada a la pared.

―¿Cómoda? ―una risa desolada―. Yo... ¿Cuándo saldré de aquí?

―Sólo llevas un día encerrada aquí, ¿y ya quieres salir? ―el muchacho enarcó una ceja―. ¿No te sientes feliz con nuestra hospitalidad, Sojung? Luego de lo que hiciste ―su voz se tornó fría―, deberías acompañar al antiguo sacerdote a su muerte. Mañana, a media tarde, lo van a decapitar ―un gesto de desprecio―. O, quizás, a tu doncella Joomi. La colgaron hoy más temprano en la horca.

Observó el temblor que recorrió a Sojung, la forma en que sus manos se agitaron, como sus ojos se llenaron de lágrimas de horror. Hoseok no había querido ir a verla enseguida, pues temía que una parte suya pudiera conmoverse ante lo que veía. Además, necesitó mucho tiempo para procesarlo todo, para poder entender...

Habían matado a su hijo. A su niño. Esa persona frente a él fue una de las principales confabuladoras para deshacerse de su hijo, y lo habían logrado. Estuvo a punto de casarse con su Emperador y, de seguro, iba a estar dispuesta a hacerle la vida imposible. Había matado a su hijo.

Al procesarlo, por supuesto, había roto en llanto mientras Yoongi simplemente lo abrazaba y contenía. El pensamiento lo destruyó en ese momento, y más al pensar en que él podía tener bebés, bebés sanos, y le habían hecho creer que estaba maldito, que los dioses nunca lo bendijeron, que él jamás podría ser la joya de su amor. Así que no había querido visitarla enseguida, tan afectado y con el corazón roto.

Ahora, mientras observaba a Sojung, Hoseok sólo sintió odio e ira, nada de compasión. Ni un poco de compasión.

―¿No quieres acompañarlo? ―preguntó el menor.

―Hoseok...

―No ―siseó con rabia―, no estás autorizada a llamarme por mi nombre. Soy Emperatriz Jung para ti, y a menos que quieras recibir diez azotes, más te vale llamarme por ese nombre.

Silencio tenso a sus palabras. Los ojos de Hoseok brillaban con desafío en una clara señal de atrévete a no hacerlo y vas a pagármelas. Sojung tragó saliva, retrocediendo un paso, como si así pudiera escapar de esa mirada que le lanzaba dagas.

―Emperatriz Jung ―murmuró con debilidad―, mis padres... E-ellos no han venido...

―No están autorizados para verte ―dijo Hoseok―, pero tampoco han pedido hacerlo, Sojung. Están muy avergonzados por lo que has hecho, después de todo... ―una risa sin gracia―, asesinaste al hijo del Emperador. Tus acciones han tensado las relaciones entre Silla y Baekje, casi has hecho estallar una nueva guerra y tu padre ha tenido que arreglar ese desastre.

―No fue mi idea ―trató de defenderse ella, y parecía a punto de llorar―, fue del... del Sumo Sacerdote... Yo no iba a hacer nada, pero él... él me incitó a hacerlo...

―¿Te incitó? ―Hoseok enarcó una ceja―. Por favor, Sojung... ¿A quién quieres convencer? Porque para mí, no hay excusa alguna para tus acciones ―alzó su barbilla―. Mi Emperador me ha dicho que el encargado de tu castigo seré yo. Me ha concedido este regalo, por lo que tu vida está en mis manos.

―E-Emperatriz ―Sojung ahora se veía más pálida, tan fuera de sí, como si no hubiera esperado esas palabras―, por favor... Le... le pido clemencia...

―¿Clemencia? ―aquel pedido lo enfureció más de lo que ya estaba―. ¿Realmente me estás pidiendo clemencia, luego de lo que me hiciste? ¿Luego de haber asesinado a mi hijo? ―las manos de Hoseok picaron, como si tuviera la imperiosa necesidad de golpearla. Recordó cuando golpeó a Tzuyu y la satisfacción que sintió al destrozarle el rostro, y estuvo a sólo segundos de pedir que abrieran la celda para hacer lo mismo con Sojung―. Estuve a punto de pedirle tu cabeza a mi Emperador, a punto de pedir que te decapitaran, que tu cuerpo se lo dieran de comer a los perros y tu cabeza la colgaran. Créeme que todavía pienso en hacerlo.

Sojung rompió en llanto al escucharlo decir eso, incluso se derrumbó en el suelo, arrodillándose y, quizás, esperando poder conmoverlo, ablandar su corazón aunque fuera un poco. Sin embargo, Hoseok no sentía nada de eso, sólo una pequeña satisfacción por verla así. Era lo que se merecía.

―Tu padre ha pedido un poco de compasión ―reflexionó Hoseok por sobre sus sollozos―, y, de alguna forma, estoy en deuda contigo también. Si no hubieras confesado que el Sumo Sacerdote estuvo implicado... ―ella levantó la vista un poco―, ese hombre seguiría confabulando contra mí. Por lo mismo, he decidido perdonarte la vida, Sojung.

Ahora enderezó la cabeza por completo, con las mejillas húmedas por las lágrimas, pero había detenido sus sollozos. A través de la luz que apenas iluminaba el lugar, Hoseok observó esos ojos brillar por la esperanza e ilusión.

―¿De... de verdad, Emperatriz? ―tartamudeó Sojung. Hoseok hizo un gesto de asentimiento con su cabeza―. ¡Mu-muchas gracias, mi... mi Emperatriz!

Tuvo que haberse tragado por completo su orgullo, se dijo el muchacho, al escucharlo hablar sobre el perdón. Sojung podía ser una víbora, sin embargo, parecía estar apreciando su vida por encima de todo.

―¿Cuándo... cuándo saldré de aquí?

La pregunta lo sacó de sus pensamientos. Hoseok parpadeó.

―¿Salir? ―preguntó, su voz recuperando la calma.

―Para irme con mis padres ―dijo ella con una pequeña sonrisa en su rostro, sin notar la expresión del menor―. Prometo no volver aquí, no me atreveré a siquiera aparecerme y no van a saber nada más de mí, así que no debe preocuparse por nada, Emperatriz, usted...

Sin poder evitarlo, incapaz de controlarlo un poco, Hoseok soltó una carcajada que interrumpió lo que decía Sojung. La sonrisa que Sojung había esbozado desapareció por completo, dejando sólo una expresión temerosa y aterrada.

―¿Irte? ―se burló Hoseok, sin poder evitarlo―. ¿Por qué te dejaría marchar, Sojung? No seas tonta, ¿cómo puedes creer eso? He dicho que perdoné tu vida, pero no que no vas a pagar por lo que hiciste ―inclinó su cabeza, ahora meditabundo―. Pensé en decirle a mi Emperador que te enviara al Palacio de la Tierra, sin embargo, luego razoné que no era una buena idea. No, allí podrías buscar alguna forma de vengarte, ponerte en contacto con alguien que te ayude... No me voy a arriesgar a eso.

―No, no ―exclamó Sojung, con la voz temblorosa―. No haré nada contra usted, Emperatriz, ¡no se me pasará nuevamente por la cabeza! Por favor...

―Por supuesto que no ―Hoseok dejó salir una nueva risa―, no soy tan estúpido para dejarte libre por ahí, Sojung. He decidido que te vas a quedar encadenada aquí, en esta celda, hasta tu muerte. No volverás a ver la luz del sol nunca más, ni a ningún rostro conocido, ni a conversar con nadie más... Tal vez, en un par de primaveras más, te vuelvas loca, pero ¿quién realmente se interesará en eso? Has sido despojada de todos tus títulos, de toda tu riqueza, y serás, simplemente... ¿cómo me llamabas? Una pordiosera. Aunque los pordioseros son más dignos que tú, Sojung.

―¡No, Emperatriz! ―gritó ella, volviendo a llorar por lo que estaba escuchando, mientras que el menor la observaba con indiferencia―. ¡Emperatriz, por favor, se lo suplico! ¡No... no sea cruel conmigo, mi Emperatriz!

―¿Cruel? ―una sonrisa inhumana pintó su rostro―. Por supuesto que lo soy, Sojung, ¿qué esperabas de mí? Oh, y eso no es todo ―lamió sus labios, disfrutando por completo lo que estaba viendo―, cada nueva luna llena, por orden mía, vas a recibir quince azotes. Enviaré a un médico que te atienda y cure tus heridas para que no mueras por alguna infección, yo no querría eso por nada del mundo, ¿ves que no soy tan cruel, princesa?

―¡Hoseok! ―chilló, horrorizada y luciendo a punto de desmayarse―. ¡No... no puedes hacerme esto, Hoseok!

―¿Tan rápido perdiste el respeto por tu Emperatriz? ―un ruido de decepción, como si realmente no hubiera esperado eso―. Diez azotes, entonces. Ah ―se giró para marcharse, sólo escuchando sus sollozos de desconsuelo―, y por cada hijo que le dé a mi Emperador, como regalo para ti, recibirás otros quince azotes más. Que tengas una buena vida, princesa Sojung.

Con los llantos y las súplicas de la chica, el doncel caminó de regreso hacia la escalera, despidiéndose de los guardias y pidiéndole a uno que azotara diez veces a Sojung. Subió las apenas iluminadas escaleras, saliendo pronto al exterior para respirar el aire puro y saludando a Wheein y Minji, que le recibieron con una ligera inclinación. Su hermana lo tomó del brazo, como si así pudiera sostenerlo (o sostenerse a ella).

―Emperatriz ―dijo Wheein―, ¿todo está bien?

―Por supuesto ―se puso a caminar, atravesando el patio―. No las hice esperar mucho, ¿cierto?

―Claro que no ―Dawon le sonrió, aunque Hoseok notó la preocupación en sus ojos―. ¿Cómo te sientes? ―preguntó, ahora bajando su voz.

―Un poco cansado ―suspiró el menor―, pero supongo que es normal. Todavía me cuesta creer... ―sintió su labio temblar ligeramente por la idea, por todo lo que había ocurrido sólo el día anterior―. Se está haciendo justicia y es un alivio, noona, aunque no puedo evitar sentirme destrozado todavía por la pérdida de mi bebé. Y tengo miedo...

Dawon le dio un apretón a su mano, diciéndole con ese gesto que entendía sus temores y sustos. Hoseok no había querido platicarlo mucho con Yoongi, considerando que el Emperador se encontraba estresado con el desastre que era el palacio: la situación con el reino Baekje, el hecho de que se habían quedado sin Sumo Sacerdote, el matrimonio...

Yoongi le dijo que en cuatro (bueno, ahora tres) amaneceres más iba a casarse con él, sin embargo, Hoseok sentía algo de miedo. Temía que ese aborto inducido le hubiera dejado estéril y tampoco fuera capaz de darle un bebé a Yoongi. Si él realmente había perdido la capacidad de concebir... Era capaz de matar a Sojung con sus propias manos. El sólo pensamiento le hacía romper a llorar por la ansiedad.

―El Emperador te ama ―le susurró Dawon con una sonrisa afectuosa―, no debes dudar de eso, hermano. Y tú lo amas.

―Con todo mi corazón ―afirmó Hoseok, entrando al pabellón imperial.

―Debes alegrarte, entonces ―ella se veía tan calmada, tan confiada, que de forma inevitable le transmitió un poco de esa tranquilidad―. Ahora vamos a ver tu hanbok de coronación y matrimonio, Hoseok, ¡no sabes cuánto me emociona verte con uno!

No pudo evitarlo y soltó una risa, permitiéndose empujar esos temores lejos de él para concentrarse y enfocarse en lo que estaba diciendo su hermana: iba a casarse. Iba a casarse con el amor de su vida.

Los hanbok que Sojung iba a usar estaban casi terminados, le habían dicho ayer, por si quería usarlos él también, pero Hoseok dijo que no. Sabía que podía verse como un desperdicio de dinero, sin embargo, él no quería vestir algo que iba destinado a otra persona. Además, era su coronación, su boda. Él quería decidir lo que iba a vestir para su coronación y posterior Chinyeong, un evento tan importante para todo el imperio.

Llegaron pronto al pabellón que servía como vestidor, donde ya varias sirvientas y matronas se encontraban, con las tres mejores costureras del Imperio. No tardaron en saludarlo con inclinaciones de respeto, extendiendo las telas más costosas y ricas que poseían, antes de proceder a probar cómo quedaban en su cuerpo.

―Primero, el chijeokui para su coronación, mi estimado Señor ―dijo la costurera Sao, con agujas en sus manos―, rojo como manda la tradición.

―No sé si el rojo sea mi color ―confesó Hoseok.

―Por supuesto que sí ―contestó la costurera Kim, mirándole con cierta reprobación―. Además, mi Señor, también tiene que ir con confianza. Cualquier color se vería horrible en una persona insegura, si me permite decirlo.

Aquello le hizo gracia, riéndose mientras le seguían envolviendo en más y más sedas: primero un rojo más claro, luego uno más oscuro, después uno que parecía burdeo y al final uno más parecido a la sangre. Se decidieron por ese último.

―Faisanes como detalles en el cuello y hacia abajo, en señal del yin y el yang ―comentó la costurera Moon, escogiendo los hilos dorados que usaría para ellos―, patrones circulares en las mangas y bordes, y en el pecho y hombros, el ojongryong, el dragón de cinco garras. Para el yeoldul deung jeogeui, más faisanes con flores de pera blanca y fénix.

―Supongo que el Emperador también tendrá una prenda como esta ―dijo Hoseok, algo mareado con tanta información.

Las tres costureras no se rieron con su comentario. Parecían más estresadas, de ser posible, y Hoseok se sintió un poco mal por estarles dando trabajo extra. Y esa prenda sólo sería para la ceremonia de coronación, que en tres días más. La de matrimonio, sería un día después.

Estuvieron el resto de la tarde con eso, con gente entrando y saliendo de la habitación. Hoseok tuvo que pedir un receso cuando se cansó de haber estado tanto tiempo en pie, aprovechándolo para beber algo de té y así relajarse. Además, las costureras se pusieron a discutir sobre los colores de la daeran chima y la jeonhaenghu chima.

―Ya no quiero casarme ―le susurró a Dawon, que le dio un ligero golpe en el costado.

En ese momento se anunció que tenía una visita. Era la princesa Yeji, que venía junto con Joohyun del brazo. Hoseok se puso de pie para recibirlas, sin pasar por alto los ojos hinchados de Joohyun.

―Emperatriz ―saludó Yeji con voz suave―, esperamos no ser una molestia, pero queríamos venir a ver cómo está yendo todo.

―Horrible ―masculló Hoseok, y la princesa levantó una ceja―, me siento asfixiado. Me han probado tres capas de chima, ¿y puedes creer que debo estar con todas en la ceremonia?

―¿Tres? ―Joohyun, a pesar de su aspecto, enarcó una ceja―. Son cuatro, mi Emperatriz.

―Santos dioses ―exhaló el muchacho, viéndose a punto de llorar―. ¿Tengo opción para echarme hacia atrás?

―Ninguna ―declaró Yeji solemnemente―, provocarás el suicidio de mi hermano si haces eso.

Hoseok quiso reírse, sin embargo, sabía que Yoongi era capaz de eso para convencerlo de casarse con él. Y, si era sincero, él también estaría dispuesto a hacerlo.

Conversaron un poco más hasta que las costureras lo llamaron para que volviera a subirse a la pequeña tarima donde le estaban probando todas las ropas. Sus amigas fueron a sentarse junto a su hermana, poniéndose a opinar acerca de las telas, accesorios y prendas, para desgracia de Hoseok.

Terminaron cuando ya había anochecido. El muchacho se sentía entumecido, pero lo peor fue escuchar que deberían continuar el día de mañana con su jeokui de bodas. Sin embargo, le avisaron que ocuparía menos tiempo, pues reutilizarían algunos colores, como el rojo, y sólo debían agregar otros para combinar. Hoseok sólo asintió con la cabeza, buscando cualquier oportunidad para irse lo más pronto posible de allí.

Salió junto con su hermana y amigas, sólo queriendo ir a acostarse y dormir hasta tarde (lo que, francamente, no iba a ocurrir).

―Princesa ―habló Joohyun, deteniéndolos―, señorita Dawon, espero no ser impertinente, pero me gustaría hablar con el Consorte.

Las dos aludidas observaron a Hoseok, que asintió con la cabeza en una señal afirmativa. Se despidieron del chico antes de retirarse juntas, y Joohyun se adelantó, agarrándole el brazo que el doncel le tendió.

―No deberías sentirte culpable ―le dijo Hoseok―, lo que hizo tu padre...

―Tuve que preverlo ―habló Joohyun, viéndose desolada―, perdón, Emperatriz, ¿cómo no me di cuenta? Él siempre... siempre quiso verme como Emperatriz, pero cuando sus planes no resultaron y me casó con Kim, creí que lo habría olvidado. Creí que, por primera vez, abandonaría su ambición para estar orgulloso de mí.

―Tampoco es tu deber pedir perdón por eso ―le dijo Hoseok con seriedad―, tú no hiciste nada malo, Joohyun. Mi único consuelo es saber que tú no formaste parte de eso. Lo importante, ahora, es que tu embarazo termine bien. Ahora tienes una nueva familia.

Ella asintió, viéndose todavía tan triste y apenada, pero Hoseok sabía que no podía hacer mucho para aplacar esos sentimientos. Debía ser peor para ella, sabiendo que su padre pronto iba a morir de una horrible forma. Incluso temió que ella interviniera en favor de él, que le rogara para perdonar su vida, aunque al final, no hizo nada de eso. Sólo le dio un abrazo cuando se despidieron, preguntándole si podía acompañarlo con las modistas al día siguiente.

Hoseok entró a sus aposentos, donde Bongsun había llegado con la cena recién. Su doncella se había incorporado esa mañana nuevamente a su servicio por deseo propio, sin embargo, él le dijo que no le acompañara ese día, pues seguía un poco preocupado por su estado en general. Cenó y comenzaron a quitarle el maquillaje con las prendas de ropa, cuando tocaron a la puerta de su cuarto. Wheein fue a atender, volviendo a los pocos segundos.

―El Emperador quiere verlo, mi Señor.

―¿No puede dejarme tranquilo? ―se quejó Hoseok infantilmente, poniéndose de pie mientras Minji le ayudaba a colocarse una bata.

No iba a volver por ahora a los aposentos que correspondían a la Emperatriz debido a los últimos hechos, así que ordenó que los remodelaran por completo, lo que iba a tardar varios amaneceres. Mientras, iba a quedarse en ese lugar más pequeño, considerando además que, en realidad, nunca estaba tanto tiempo allí. Sus noches solía pasarlas con Yoongi.

El Emperador ya le estaba esperando, fumando una pipa y con el camisón para dormir puesto. La marca de la herida, ya cicatrizada por completo, brillaba a la luz del fuego, entregándole un aire más atractivo (en opinión del menor). Hoseok le sonrió antes de ir hacia él para abrazarlo, besándole con cariño en la boca y sin importarle el olor y sabor a tabaco.

―¿Me extrañaste? ―preguntó Yoongi.

―Siempre te extraño ―afirmó Hoseok―. ¿Tuviste un largo día, Yoon?

―En extremo ―aseguró el mayor―, pero ahora que estás aquí, conmigo, todo mi cansancio desaparece.

Hoseok sonrió antes de recibir un beso más, suspirando por el placer y deseo cuando sintió las manos agarrándolo de la cintura con delicadeza.

No tardaron en ir a la cama, recostándose uno junto al otro, compartiendo un par de besos más. Hoseok le contó brevemente como había ido su día en general, quejándose largamente sobre el tema de las ropas y rabiando un poco al escuchar que Yoongi vestiría un myeonbok sin mucha pompa.

―Tú eres la joya ―le recordó el mayor, sonriendo de lado―, eres tú quien debe lucirse, Hoseok.

Murmuró un poco más por lo bajo, menos molesto al escuchar esas palabras.

―Mañana vendrá a verme el médico Han ―le dijo Hoseok un poco después―, a revisarme... ―un ligero mohín―. Había dicho que debemos esperar unos meses antes de volver a tener sexo, pero ante la boda, me ofreció volver a revisarme. Si dice que no...

―Seguiremos esperando hasta que te encuentres bien ―le dijo Yoongi con indiferencia―, no debes preocuparte, Hoba.

Pero se preocupaba. Hoseok sabía muy bien acerca de las necesidades de su prometido y, evidentemente, las necesidades del Imperio.

―Yoongi... ―murmuró―, si tú quieres tomar a una concubina... Si deseas llevarte a la cama a una...

―No ―le interrumpió Yoongi―, nada de eso. Sólo te deseo a ti ―se movió para besarlo, callando sus protestas―, sólo deseo a mi Joya más preciosa, a nadie más.

Ni siquiera se esforzó en sacar ese tema otra vez. Hoseok simplemente se dejó llevar por esos dulces y amorosos besos que lo eran todo para él.

Sin las ropas ni joyas ostentosas, habiendo pasado dos días en los calabozos, caído en desgracia y sin nadie que saltara en su defensa, con esas sucias ropas ensangrentadas, el aspecto de Bae Hyunsung ya no era para nada glorioso. Parecía... un simple anciano, y estuvo a punto de causarle compasión a Hoseok. Al menos, hasta que el hombre levantó su rostro y lo observó con odio.

Al parecer, ni siquiera a segundos de morir iba a ignorar un momento para demostrar su desprecio hacia él.

Lo empujaron para que subiera a la tarima donde lo iban a decapitar. El patio de ejecuciones estaba lleno de nobles y sirvientes del palacio, contemplando en silencio al antiguo sacerdote subiendo las escaleras a paso lento debido al dolor. Desde la altura gracias al palco en el que se hallaban, con Yoongi sentado a su lado, Hoseok simplemente observó como arrodillaban al hombre y ponía su cabeza en el tronco de madera.

Había sido enjuiciado el día anterior. Hoseok no asistió, pues no quería estar cerca de ese hombre nunca más, y más que un juicio para oír testigos y probar su inocencia, fue sólo para leer sus crímenes. Lo habían condenado a morir decapitado y su cuerpo sería enterrado en una tumba sin nombre y sin ritos funerarios, mientras que su cabeza sería metida en un saco y colgada desde las murallas del palacio.

Además, los latigazos que Yoongi ordenó se los habían dado también. Hoseok realmente esperaba que siguiera sufriendo incluso después de su muerte.

Yoongi se puso de pie, acercándose a la barandilla del palco y apoyándose en ella. Con un gesto de su mano, ordenó que procediera la ejecución. Hoseok observó la forma en que la espada brilló cuando el verdugo la alzó y, con un limpio golpe, la dejó caer en el cuello del tío del Emperador. Un ruido extraño resonó en el aire antes de que la cabeza rodara por el suelo.

Una sensación de alivio y satisfacción recorrió a Hoseok cuando vio el cuerpo caer, sin vida alguna. Ese hombre jamás podría hacerle daño otra vez, jamás le volvería a poner la mano encima ni a hacer nada en su contra. Esperaba que Yeonma juzgara todos sus crímenes y lo castigara para la eternidad.

El Emperador volvió a él, sentándose a su lado con las facciones de su rostro más relajadas. Hoseok se estiró a besarle en el pómulo, encima de su cicatriz.

―Te amo ―le murmuró―. ¿Voy a tu cuarto más tarde, mi Emperador?

―¿Qué pregunta es esa? ―farfulló Yoongi―. Por supuesto que sí.

―Pronto será nuestra boda. Algunas tradiciones...

―A la mierda las tradiciones ―Yoongi lo dijo en voz baja, agarrándole la barbilla―, sólo necesito a mi bebé.

Hoseok sonrió ante esas palabras, dándole un último beso antes de ponerse de pie. Observó cómo retiraban el cuerpo y agarraban la cabeza de los cabellos para meterla en un saco, antes de inclinarse frente a Yoongi y retirarse. Era hora de su examen médico y, por supuesto, los nervios en su estómago sólo crecían a medida que iba hacia su cuarto.

El médico Han ya le estaba esperando, entrando detrás de él a la habitación. Minji y Bongsun lo ayudaron a desvestirse, quedando en un camisón, mientras Wheein le preparaba un baño una vez todo eso acabara. Se acomodó en la cama, con una sábana para cubrir sus piernas y entrepierna, y como solía ocurrir, desvió la vista al observar al médico colocarse aceite en los dedos.

El médico Han le revisó en silencio unos largos minutos. Hoseok hacía pequeños mohines al sentir los dedos hurgando en él, suaves y cuidadosos, hasta que finalmente el hombre se retiró con aspecto satisfecho.

―Todavía no podrá tener intimidad con el Emperador, mi Emperatriz ―le dijo el médico, yendo hacia la vasija con agua para limpiar sus manos―, pero por lo que pude ver y sentir, está sanando muy bien. En una luna más volveré a revisarlo y, si todo va bien, entonces le levantaré la abstinencia.

Una luna. No era tanto, así que Hoseok se sintió satisfecho también con esa noticia. Sin embargo, no pudo evitar hacer una pregunta.

―Médico ―le dijo, sentándose en la cama―, si yo fuera infértil...

―No, no ―el hombre lo miró con reprobación―. Nada de eso, mi Señor. No debe pensar esas cosas infundadas.

―Pero...

―Los dioses lo han bendecido ―exclamó Han―, y se descubrió la verdad sobre su aborto. Usted, mi Señor, puede concebir. Ahora sólo debe concentrarse en su boda, en nada más.

Asintió con la cabeza y con una inclinación, el anciano se marchó. Wheein le dijo que su baño ya estaba listo.

―El médico tiene razón ―le dijo su doncella―, piense en su boda y coronación, mi Señor, en nada más. Usted, ahora, se merece ser feliz.

Hoseok sonrió ante esas palabras, deseando con todo su corazón que, ojalá, ellos tuvieran razón.

La ceremonia de coronación de la Emperatriz, mejor conocida como Chaekbi, era uno de los rituales más importantes que había en el imperio. La Emperatriz, también llamada ‹‹madre de la nación››, debía recibir todos los honores correspondientes, pues se creía que era enviada por la diosa Dalnim. Por lo mismo, había una serie de pasos que Hoseok debía seguir al pie de la letra.

La noche anterior, fue trasladado al Byeolgung, o el Palacio Independiente, un palacio exterior que no quedaba muy lejos del Palacio Imperial y que servía como hogar personal de la Emperatriz. No solía ser muy usado en general, considerando que los Emperadores solían estar con sus Emperatrices siempre a un lado suyo, pero había ocasiones precisas en que algunas se trasladaron allí, como cuando enviudaban.

Al amanecer, Hoseok despertó y desayunó primero antes de darse un largo baño mientras las costureras llegaban con las ropas para ese día y el siguiente. Sus doncellas lo enjabonaron, lavaron el pelo y perfumaron con delicadeza, antes de comenzar a vestirlo con su chijeokui. Como habían dicho antes las modistas, primero le pusieron las tres capas de ropa correspondientes: las chima, el sokjeoksam y las jeogori, antes de proseguir con la capa de un rojo sangre, la exquisita prenda envolviéndolo con rapidez.

―Es precioso ―comentó Wheein, con los ojos brillando por la emoción―. ¡Le queda perfecto, Emperatriz!

Se miró en el espejo de cuerpo completo y no pudo evitar sonreír por la emoción de lo que veía. Abrió la boca para decir algo, sin embargo, no salió nada de sus labios, conmovido por lo que estaba observando: él envuelto en esas hermosas ropas, dignas de la Emperatriz. Al moverse, los patrones hilados en oro brillaban.

Sorbió por su nariz.

―¡Oh, no llore, mi Señor! ―exclamó Minji―. ¡Tenemos que maquillarlo!

―Son lágrimas de felicidad ―dijo Hoseok, tratando de no derramarlas―. Estoy muy feliz.

Al verse otra vez, sus temores parecieron desaparecer. Él sería Emperatriz. Él iba a casarse con Yoongi y a tener una vida llena de alegría, pasara lo que pasara.

Comenzaron a maquillarlo: le aplicaron polvo en sus mejillas junto con colorete, prosiguiendo con una suave sombra roja en sus ojos y kohl para delineárselos. Mientras hacían eso, Bongsun se encargó de su cabello, acomodándole el daesu imperial adornado con hermosos ornamentos de oro, plata y bronce. Al finalizar, pintaron sus labios de un fuerte rojo que combinaba con el color de sus ropas.

Era pesado, se dio cuenta, pero no imposible de llevar. Se calzó los kkotsin, que quedaban completamente ocultos gracias a la falda, y con ayuda de sus doncellas, salió del pabellón del Palacio Independiente, bajando las escaleras hacia donde estaba el palanquín real que le llevaría hacia el Palacio Imperial. Namjoon y Seokjin eran los encargados de dirigir al grupo, ambos ya en sus caballos.

―Emperatriz ―saludó Namjoon, inclinando su cabeza―, se ve deslumbrante, como siempre.

Sonrió con timidez. Sus guardias personales (y otros más) también le estaban esperando, con nuevas ropas debido a la celebración, y Yoorim le ayudó a subir al palanquín, sentándose entre los cómodos cojines.

La procesión atravesaría los barrios altos de la ciudad, donde la multitud ya se había juntado. Nadie quería perderse el desfile donde iría la Emperatriz y, a pesar de que no pudieran verla directamente, era un espectáculo impresionante. Liderado por ambos guardias, el palanquín de la Emperatriz avanzaba a paso firme, aunque lento, y Hoseok apenas podía mirar hacia fuera gracias a las gruesas cortinas. Sin embargo, eso no impidió que pudiera escuchar los gritos.

―¡Los dioses salven a nuestra Emperatriz!

―¡Bendito sea, nuestra Emperatriz!

―¡Larga vida a la Joya del Imperio!

Limpió sus ojos lo mejor que pudo, esperando no arruinar su maquillaje. Su corazón latía desbocado en su pecho, con la ansiedad haciéndose más y más grande a medida que la procesión avanzaba.

Finalmente, luego de una eternidad, el palanquín se detuvo.

―Emperatriz ―habló Yoorim al otro lado―, ha llegado a su destino.

Abrieron las cortinas y la mano de su amiga apareció. Hoseok la agarró para salir, bajando las escaleras con ayuda, y al levantar la vista, vio las escaleras que se elevaban hacia el pabellón principal del palacio. En la cima, estaba Yoongi vestido en su myeonbok negro, con el baji y el jeogori ocultos gracias al enorme y oscuro gonui, junto con el daedae, el husu, un pyeseul, los colgantes de jade y, en su cabeza, la corona ceremonial, el myunryugwan, de la que colgaban cuentas sueltas. Según la tradición, así el Emperador evitaba ver la maldad.

Sin ayuda, Hoseok comenzó a subir las escaleras. Sabía que el patio debía estar lleno de gente, pero no se volteó a ninguno de ellos, sólo subiendo sin detenerse, sin dudar ni un poco, hasta llegar arriba. A través de las cuentas, observó la sonrisa de Yoongi, que le ofreció sus manos y Hoseok las agarró con firmeza.

El nuevo Sumo Sacerdote empezó a hablar, con Hoseok arrodillándose para recibir las insignias reales que Yoongi le tendía: el edicto real que lo proclamaba como Emperatriz, el sello real boin, el libro de investidura real chaekmun y la túnica myeonbok, que el Emperador acomodó en sus hombros. Hoseok se inclinó ante el Palacio Imperial tres veces, y cerró sus ojos al escuchar las palabras finales.

―Los dioses lo han declarado Emperatriz del Imperio Silla ―habló el hombre con voz fuerte―. ¡Larga vida a la Emperatriz Jung!

―¡Larga vida a la Emperatriz Jung! ―gritó la multitud, y esa palabra resonó tres veces.

Yoongi lo ayudó a ponerse de pie, volteándolo hacia las personas que comenzaron a vitorearlo.

―Larga vida a mi Emperatriz ―le dijo el Emperador, con la voz llena de amor―, observa su gente, mi preciosa Joya. Tú eres, ahora, su Emperatriz.

Hoseok trató de contener las lágrimas nuevamente, sólo apoyándose en Yoongi y sonriendo con emociones y felicidad.

Luego de eso, vino la fiesta de celebración. Para el pueblo Hoseok gestionó que se sirviera carne en distintos lugares y se repartieran monedas de oro, mientras que en el palacio, se llevaron músicos para animar la fiesta. Yoongi presentó oficialmente al doncel frente a todas las familias nobles, con Hoseok recibiendo los buenos deseos para su vida.

―Me siento apretado ―le susurró Hoseok a Yoongi más tarde, cuando estaba atardeciendo y habían acabado de comer―, tengo tantas ropas encima, Yoon...

―¿Quieres que te quite algunas? ―bromeó Yoongi a su oído, y Hoseok le dio un golpe en el costado―. Estás precioso, Hoba.

―Me lo has dicho varias veces ―recordó el menor.

―No me canso de decírtelo ―el Emperador le sonrió, cariñoso―. Mi Joya merece que se lo digan todos los días.

Hoseok se rió, con el corazón henchido por el regocijo y satisfacción.

―Podríamos escaparnos un momento ―comentó Yoongi después, al anochecer y pareció notar que Hoseok tendría que retirarse pronto―, antes de que...

―No, no ―Hoseok sonrió, observando cómo la expresión de Yoongi se volvía enfurruñada―. Hay tradiciones importantes qué seguir, mi Emperador, y como su Emperatriz, debo recordarle lo importante que es seguirlas.

―Las tradiciones dicen que mi Emperatriz debe satisfacerme ―masculló Yoongi.

―Como sigas así, no saldré mañana del Palacio Independiente.

Yoongi se cruzó de brazos, formando un pequeño puchero con sus labios y Hoseok realmente tuvo que contenerse para no inclinarse y darle un beso en la boca. Los últimos días había sido instruido a fondo sobre Chaekbi y Chinyeong, y a pesar de que el doncel no fuera muy fanático de seguir al pie de la letra las tradiciones, tampoco quería pasar por alto las prácticas que los concejeros y familias nobles insistían en seguir. En especial si quería que las relaciones con ellos no fueran tensas y cortantes.

Por lo mismo, cuando fue la hora, se puso de pie junto con Yoongi, y uno al lado del otro, bajaron las escaleras hacia el palanquín que trasladaría a Hoseok hacia el Palacio Independiente, donde pasaría la noche y, al día siguiente, debería prepararse para la ceremonia de matrimonio. Yoongi lo ayudó a subir, aunque Hoseok no pudo resistirse y, antes de cerrar las cortinas, se inclinó para besar al Emperador en el pómulo, donde terminaba su cicatriz.

―Nos vemos mañana, amor mío ―le susurró, y Yoongi le apretó las manos.

El regreso al palacio fue dirigido también por una comitiva y, tal y como ocurrió más temprano, las calles estaban atiborradas de gente que gritó y aplaudió cuando cruzó por allí. Las doncellas lo desvistieron, le quitaron el maquillaje y luego de un té para descansar, se fue a la cama.

La ceremonia nupcial, conocida como Chinyeong, era igual de importante que la de coronación. Una vez despertaron a Hoseok, repitió los pasos del día anterior: desayunó, se dio un baño y procedieron con la vestimenta luego de perfumarlo. Se vistió con otro chijeokui, también de rojo, más claro en comparación al de la ceremonia de investidura, aunque con los mismos patrones y decorados, además de que una de las chima, de azul oscuro, era más visible. Le maquillaron cuidadosamente y, al terminar, acomodaron el daesu en sus peinados cabellos.

―Ojalá tuviera el cabello más largo ―suspiró Hoseok mientras se ponía de pie―, pensaba...

―Su cabello está creciendo, Emperatriz ―le dijo Wheein―, además, así como se ve está precioso.

Hoseok se observó al espejo, observando su rostro despejado, ese bonito maquillaje, los labios brillando por la pintura roja. Estuvo a punto de morderse uno por los nervios, pero logró contenerse a último momento. Fue una suerte, ya que en ese instante apareció el juin, proclamando que el Emperador había llegado.

Así como Hoseok tenía una serie de pasos que seguir, lo mismo ocurría con el Emperador: en el caso de Chinyeong, era él el encargado de ir en busca de su prometido al Palacio Independiente, con una procesión grandiosa y magnífica que la gente común contemplaba igual. Al tratarse del Emperador, por supuesto, las personas que formaban parte del desfile eran más y con cargos importantes: la guardia real, funcionarios del Imperio, Sacerdotes y representantes de familias nobles. Una vez llegara al Palacio Independiente, se haría una pequeña ceremonia en un salón llamado Jeonanrye, donde se entregarían ofrendas a las familias de los novios. En el caso de Hoseok, Dawon serviría como representante; mientras que en el de Yoongi, Yeji sería su delegada.

Cuando el juin le dijo a Hoseok que el Emperador ya se encontraba allí, el muchacho comenzó a rascar el dorso de su mano izquierda en nervios. Parecía más ansioso que el día anterior.

―No debes preocuparte ―le dijo Dawon, que le había acompañado esos días en el Palacio Independiente―, todo saldrá bien, Seokie.

Asintió con la cabeza mientras un sacerdote entraba a la habitación, cargando una copa de vino que le entregó a Dawon. El muchacho tomó aire.

―El día de hoy contraerás matrimonios ―dijo ella con solemnidad, siguiendo los pasos del ritual Jakyerye―, te convertirás en esposo. Los dioses bendigan tu matrimonio y te den una vida llena de felicidad al lado de tu marido, Hoseok.

Hoseok tomó la copa de vino, bebiendo con lentitud mientras la dulce bebida bajaba por su garganta. Tomó valor con eso, y una vez acabó, siguió a Dawon hacia el salón Jeonanrye, donde el Emperador ya se encontraba.

También vestía un myeonbok que, como en la ceremonia anterior, era de negro, sólo que con detalles dorados más exquisitos y finos, además de llevar en su cabeza el myonrugwan. Como dictaba la ceremonia, Hoseok se reverenció primero y luego lo hizo Yoongi, antes de recibir dos copas nuevas de vino, intercambiándolas y bebiendo de ellas. Después se reverenciaron ante sus respectivas familias, entregando las ofrendas y recibiendo las bendiciones respectivas. Finalmente, Yoongi salió primero en tanto Dawon cubría a Hoseok con el myeonbok que le fue regalado el día anterior, acompañándolo hacia el exterior para subir a su palanquín.

―Nuestros padres estarían orgullosos de usted, mi Emperatriz ―le dijo ella mientras iban bajando las escaleras, guardando las distancias como exigían los ritos―, y con esa idea debe quedarse en su corazón. Sea feliz como ellos lo hubieran querido.

Sólo pudo asentir con la cabeza, recibiendo la ayuda de sus doncellas para subir a su palanquín que partió detrás de la litera en la que iba el Emperador. La procesión sería más larga ahora, pues no sólo iban las personas de Yoongi escoltándola, sino también las de Hoseok, con las calles más atiborradas de gente que gritaban los buenos deseos para la pareja.

Llegaron al Palacio Imperial: Yoongi bajó primero y ayudó a Hoseok a bajar de su palanquín en las puertas de entrada al patio. Se posicionaron uno al lado del otro, con sirvientes portando sombrillas para protegerlos del sol y, una vez listos, caminaron al mismo paso, con sus manos ocultas gracias a las mangas del myeonbok. La gente presente estaba inclinada ante ellos, sin levantar la vista en lo que duraba el paseo hacia las escaleras. Recién allí Yoongi le ofreció la mano derecha, que Hoseok agarró con firmeza, y así subieron las escaleras hacia el último peldaño, donde estaba el pabellón principal. Allí, el Sumo Sacerdote comenzó con la ceremonia Dongroe, casándolos ante los dioses y todas las personas.

Para fortuna de Hoseok, fue una ceremonia relativamente corta, pues ya estaba comenzando a sentir hambre. Un pensamiento no muy digno en ese momento, pero ¿qué se le podía hacer?

El ritual como tal terminaba con el intercambio de reverencias, comida y bebidas, y una vez bajaron sus copas, los aplausos y gritos estallaron. Se voltearon hacia la multitud, saludando, y Yoongi lo acercó más a él.

―Emperatriz Jung ―reflexionó el mayor―, ahora ya es un esposo. Mi esposo.

Hoseok sintió la comisura de sus labios subir sin poder evitarlo. Ahora él tuvo que contenerse para no besarlo, pero tal vez fue lo mejor o estallaría en llanto. En ese preciso instante, todo eso se sentía como un sueño muy bonito.

―Y tú mi marido ―le dijo con voz suave―, el amor de mi vida.

La música no tardó en sonar y los recién casados harían el primer baile, que habían practicado sin descanso dos días atrás.

―No quiero que te equivoques ―le dijo Hoseok, sonriendo mientras giraban y tocaban sus palmas, dando vueltas alrededor―, no puedes arruinar mi boda así, Yoongi.

―¿Equivocarme, yo? ―Yoongi enarcó una ceja con petulancia―. Nunca me he equivocado, Joya.

―¿No? ―se acercaron y soltaron, y Yoongi abrió sus brazos, como si quisiera agarrarlo, pero sin tocarlo. Hoseok giró―. Pues yo he visto que te has equivocado mucho, Yoongi...

―Chico atrevido ―gruñó el mayor, sin enfadarse y con una sonrisa más grande.

Luego de eso, mientras más gente bailaba, fueron a sentarse al estrado y a compartir las bebidas y comida, con la música resonando. Se dio paso a los regalos, donde las familias nobles llevaron sus presentes para el matrimonio: ropas, joyas, vinos, soju... Y, al final, los regalos de ambos.

Hoseok le dio a Yoongi un durumagi de seda, de color dorado y rojo, que él mismo hizo apresuradamente desde que supo que iba a casarse.

―No es perfecto ―dijo con su voz temblorosa―, pero...

―Es perfecto para mí ―aseguró Yoongi, sonriendo mientras abrazaba la prenda con cariño―, si mi Emperatriz lo hizo, entonces es más que perfecto para mí.

Estuvo a punto de llorar con eso, pero logró aguantarlo. Aunque de poco le sirvió cuando Yoongi le entregó sus regalos.

―Son dos ―le dijo el Emperador, chasqueando los dedos y Jihyo, la antigua doncella del Emperador, apareció cargando un cojín―. El primero, un cachorro para que te haga compañía, esposo mío. Es un Shih Tzu.

Hoseok soltó una exclamación de sorpresa y felicidad cuando la doncella se inclinó y observó al pequeño cachorro, no más grande que un libro, acurrucado en el cojón. Era de color blanco, con orejas y los ojos enmarcados en pelaje café. Sin poder evitarlo, lo tomó en brazos y acurrucó contra él, acariciándole la cabecita y riéndose cuando sintió las lamidas en sus dedos.

―¡Es perfecto! ―le dijo, sintiéndose tan cálido ante el lindo presente―. ¿Tiene nombre?

―No ―Yoongi le sonreía, viéndose tan satisfecho―, es tuyo, amor, para que lo nombres como desees. En cuanto al otro presente...

Le tendió un pergamino que Hoseok agarró luego de dejar al cachorro, que parecía muy cómodo en sus brazos, sobre sus piernas. Un poco confundido, rompió el sello y extendió el pergamino, leyendo lo que estaba allí escrito.

Había pensado que era un poema. Sin embargo, a medida que leía y leía, sus ojos se llenaron de lágrimas y levantó la vista, aturdido y observando a Yoongi, que lo observaba con gesto tranquilo.

―Yoongi ―era tanta la conmoción que se le olvidó llamarlo por su título―, ¿esto es...?

―Un decreto ―dijo el mayor, asintiendo con la cabeza―, firmado hoy a primera hora de la mañana. Declara el cierre del concubinato imperial.

Parpadeó varias veces, como tratando de procesar lo que acababa de leer. Lo que acababa de escuchar.

―Eso quiere decir... ―trató de hablar, pero al final, su voz se ahogó.

―Mañana temprano, las concubinas serán devueltas con sus familias ―le dijo Yoongi―, y tú, la única persona que va a compartir mi cama, mi Emperatriz.

Hoseok no pudo aguantarlo más. Rompiendo todo protocolo y dejando al pequeño cachorrito en el cojín que Jihyo había tendido a su lado, se arrodilló para abrazar a Yoongi, quebrándose en llanto. El Emperador le devolvió el abrazo por la cintura, dejando que sollozara contra él.

―¿Hablas en serio? ―sollozó sin control alguno―. ¿Realmente lo harás?

―Claro que sí ―le prometió Yoongi―, ya lo he arreglado todo, amor. Lo he venido preparando los últimos días, sólo para ti. Eres el único en mi vida, de ahora y para siempre.

Lloró con más fuerza, sin importarle si se estaba saltando algún rito, si la gente hablaba mal sobre no estar siguiendo los protocolos. En ese momento, lo único que quería era poder abrazar a su amor eterno.

La fiesta duró hasta bien entrada la noche, y cuando ya era de madrugada, se retiraron hacia sus aposentos. Fueron sólo seguidos por sus guardias, pues a pesar de que ellos no pudieran tener sexo como tal, querían pasar un momento de intimidad entre los dos.

Una vez en las habitaciones del Emperador, se observaron a la luz de las velas un segundo, antes de comenzar a besarse, primero lento al inicio para luego transformarse en un beso más apasionado y lleno de amor.

―Mi precioso Hoba ―le murmuró Yoongi, comenzando a desatarle todas las prendas―, mi hermoso esposo...

―Te amo ―le respondió Hoseok entre suspiros y gemidos suaves―, ¿puedo tomarte con la boca esta noche?

―No debes pedir permiso ―el mayor comenzó a besarle el cuello, las ropas cayendo al suelo―, pero primero, deja que yo te consienta y tome...

Quitarse las prendas fue un proceso un poco más largo de lo habitual, considerando la cantidad de ropa que cada uno llevaba encima, en especial Hoseok. Tardaron un largo instante en eso y Yoongi pronto empezó a quejarse y maldecir a los protocolos, aunque una vez quedaron desnudos, se apresuraron en ir hacia la cama.

El Emperador recostó a su esposo sobre las sábanas, que se abrió de piernas y comenzó a gimotear por el deseo y necesidad cuando los labios de Yoongi hicieron un camino de besos desde su cuello, hacia abajo, bajando, bajando...

Lo tomó con la boca, como había prometido. Los labios del mayor agarraron su erecta y enrojecida polla, besando unos largos y agónicos segundos, antes de chupar. Los ojos de Hoseok revolotearon y giraron, sintiendo la caliente cavidad bucal de Yoongi lo hacía llegar el cielo. Arrugó las sábanas bajo él, apenas siendo capaz de contener sus gemidos.

―Yoon... Yoongi... ―tartamudeó, moviendo sus caderas con lentitud, como si quisiera disfrutar de ese toque.

―¿Sí, mi Joya? ―le escuchó murmurar, antes de volver a sentir la lengua acariciándolo.

―Po-por favor...

Una risa ronca y Yoongi lo soltó, pero sólo para hacerlo levantar sus piernas, empujándoselas hacia su pecho.

―Sostenlas ―le ordenó Yoongi―, deja que tu Emperador pruebe a su esposo.

Hoseok ahora no logró ocultar el grito de placer cuando la lengua de Yoongi fue hacia sus nalgas, a la separación entre ellas, y lamió su agujero. Se estremeció y gorgoteó, tembloroso y débil, y Yoongi le agarró el trasero sólo para abrírselo y entrar más profundo en él. La boca del mayor lo besó, y chupó, y después la lengua lo acarició, entrando en él. El menor apenas era capaz de agarrar sus piernas, jadeando y chillando por los suaves y tiernos toques.

Bajo esa constante estimulación no tardó en llegar al orgasmo. Las olas de goce lo sacudieron, arqueando su espalda mientras se derramaba en su pecho y Yoongi, bendito fuera, le alargó el éxtasis lo más posible, enterrando su boca en él lo más posible. Sollozó, tan perdido en esos dulces estremecimientos de placer.

Tardó unos minutos en recuperarse. Yoongi se enderezó, sólo para subirse sobre él y besarle el cuello. Una vez logró que sus piernas dejaran de temblar, decidió arrodillarse ante el mayor.

―¿Puede su Emperatriz adorar a su Emperador? ―preguntó algo jadeante, pero con tono coqueto.

―Puede hacerlo siempre ―autorizó Yoongi.

No fue necesario que se lo dijera de otra forma. Hoseok sonrió antes de besarle en el pecho, bajando, siguiendo con el ombligo, y besarle la polla también. Y, como hizo la última vez, abrió la boca para recibirlo profundamente.

Yoongi gimió, ronco, y le acarició los cabellos antes de agarrárselos. A Hoseok no le importó, sólo ronroneando mientras sentía el peso en su garganta, la forma en que le llenaba, el aroma pesado a sexo y la necesidad de hacer que se derramara en él. Se moría por complacer a su Señor, por hacerlo alcanzar el cielo, por tragar su semilla.

Le agarró la base del miembro para ayudarse, empezando a mover su cabeza, lento al inicio antes de ir más rápido. Los jadeos y gemidos de Yoongi se hicieron más y más erráticos a medida que chupaba, con el sabor a presemen inundando sus papilas gustativas, la saliva goteando por su barbilla, pero santos dioses, ¿qué le importaba? Él sólo quería satisfacerlo, hacerlo feliz, así como él lo hacía feliz.

Pronto sintió la tensión previa al orgasmo y sólo abrió más la boca para recibirlo todo. El esperma de Yoongi cayó en su lengua, en sus labios, un poco más sobre sus mejillas, pero no se movió para no desperdiciarlo. Una vez con la boca llena, sólo lo tragó para luego ponerse de pie y besarlo.

―Te adoro... ―le susurró Yoongi, y Hoseok no dejaba de besarlo, cayendo a la cama, sus manos tocándose sin descanso mientras las estrellas, en el cielo, brillaban.

Una luna después, Hoseok podía decir que Mickey, el perrito que Yoongi le había regalado el día de su boda, era toda una preciosura.

―¿Quién es un buen chico? ―preguntó, acariciándole la barriga mientras el cachorro (que ya estaba un poco más grande) le miraba con la lengua fuera―. ¡Tú, mi chico precioso!

―Emperatriz ―habló Bongsun, interrumpiéndolo en su nube de relajo―, disculpe que lo moleste, pero el médico Han se encuentra aquí.

―Oh ―Hoseok se enderezó, parpadeando antes de hacer un mohín por el disgusto―. Bueno, dile que pase. Supongo que no puedo evitar este examen por mucho tiempo...

Se sentó correctamente en el sofá, bajando el perro al suelo, que comenzó a olisquear todo a su alrededor. Pronto el médico cruzó las puertas, inclinándose ante él.

―Buenas tardes, Emperatriz ―saludó el hombre―, espero que se encuentre bien y lamento arruinarle su tarde, pero...

―Lo sé, lo sé ―se puso de pie y, sin esperar una señal, Minji se apresuró en desvestirlo―. ¿El Emperador sabe de su visita?

―No, mi Emperatriz ―el anciano tuvo la delicadeza de girarse mientras el hanbok caía al suelo―, usted me pidió silencio por ahora.

―Bien, bien ―Hoseok se apresuró en ir hacia la cama, tratando de no lucir ansioso o desesperado. No quería hacerse muchas ilusiones sobre el resultado de esa visita, así que se ubicó como correspondía―. Muchas gracias, médico Han.

―Estoy para servirle, mi Emperatriz.

A veces, Hoseok todavía no terminaba de acostumbrarse a ese apodo. A pesar de que ya había pasado mucho tiempo desde su coronación y boda, aun le resultaba un poco extraño, en especial cuando entraba a una habitación y todos los presentes se inclinaban.

Las cosas habían estado... tranquilas, en general. Luego de su boda, y tres días después, los reyes de Baekje se retiraron sin pedir llevarse a su hija. Hoseok había esperado que, por último, hicieran una petición para liberarla, pero no había ocurrido así. Yoongi le había explicado que habían llegado a otro acuerdo para mantener la paz entre ambos lugares.

―Enviarán a su hijo menor como pupilo ―le explicó mientras paseaban por los jardines―, una vez llegue, yo enviaré a Yeji en su lugar. Ella se casará con el hijo mayor y heredero.

―¿Yeji? ―abrió sus ojos por la sorpresa―. ¿Estaba ella de acuerdo?

―Por supuesto ―Yoongi no se veía demasiado contento tampoco―, pero ella se ofreció para evitar un conflicto mayor. Al fin y al cabo, Yeji también sabe mucho sobre el deber.

Por otro lado, estuvo la situación con el concubinato. Yoongi decidió concertar matrimonios con las concubinas, matrimonios políticos importantes, y así evitar que sus familias se sintieran ofendidas por la expulsión indirecta. Algunos nobles protestaron, por supuesto, pero luego de una larga conversación, un buen compromiso y un dote generoso por parte del Imperio, no se quejaron más. Hoseok se había preocupado mucho ante la situación, sin embargo, Yoongi le dijo que estaba todo bajo control.

―No te preocupes, cariño ―le dio un beso en la boca―, tu Emperador sabrá como solucionar todo.

Así había sido. Con la desaparición del harem y la paz con Baekje, el palacio había estado con mucha calma, lo que era raro para Hoseok.

―Emperatriz ―la voz del médico Han lo sacó de sus pensamientos. Estuvo tan metido en ellos que ni siquiera se percató del examen―, como le dije la última vez, está listo. Puede compartir lecho con el Emperador y, si los dioses nos bendicen, quedar embarazado pronto.

―Oh ―se sentó en la cama, cerrando sus piernas―, ¿está todo bien? ¿No hay ningún problema?

―No ―con lentitud, el anciano acarició su barba―, aunque si me permite decirlo..., le aconsejo abstenerse de que... su intimidad sea muy brusca, mi Emperatriz...

El color estalló en el rostro de Hoseok ante esas palabras. Escuchó las risitas de sus doncellas y no sabía dónde esconderse.

―Bueno, médico Han... ―barboteó, sintiendo su cara más colorada ahora.

―Le enviaré un té hoy en la noche ―añadió el hombre, sin darse cuenta de que lo estaba avergonzando más―, para favorecer a su fertilidad. Asumo que se pondrá en campaña desde hoy con el Emperador.

Más risitas y Hoseok las miró con los ojos entrecerrados. Sus doncellas trataron de disimular, aunque no resultó muy bien.

―Gracias, médico Han.

―Para servirlo, Emperatriz.

Pronto el anciano se retiró y Minji, escondiendo su sonrisa, comenzó a vestirlo otra vez. Mickey se había echado en uno de sus cojines para dormir, pero Hoseok decidió molestarlo y lo tomó en brazos, diciendo que quería ir a caminar.

―Son unas descaradas ―iba regañando a sus doncellas―, ¿cómo se atreven a burlarse de mí?

―No nos burlábamos, Emperatriz ―dijo Wheein, digna―, pero el médico tiene razón, debe evitar ser brusco con el Emperador.

―¿Disculpa? ―farfulló Hoseok, incrédulo.

―A veces, son muy apasionados ―comentó Bongsun.

―¿Apasionados? ―tartamudeó, otra vez con el rostro rojo―. ¡Van a ver, voy a pedir un cambio de doncellas!

El resto de la tarde la pasó en los jardines, tomando té helado, jugando con Mickey y soportando las bromas que le hacían sus amigas. Se unieron los hermanos menores de Yoongi, que le contaron sobre sus lecciones los últimos días, y también apareció su hermana.

―Ya estás en edad de casarte ―le dijo Hoseok, acariciando la barriga de Mickey otra vez. A su cachorrito le gustaba mucho eso.

―¿Casarme? ―se quejó Dawon―. ¿Quieres deshacerte de mí?

―Imposible deshacerme de ti ―bufó Hoseok―, he recibido algunas solicitudes de cortejo, así que más te vale que te vayas preparando, Dawon.

La escuchó refunfuñar, pero la Emperatriz no se inmutó ante eso. Él sabía muy bien que era momento de afianzar su posición.

Cuando llegó la hora de cenar, fue directo a los aposentos del Emperador. Yoongi todavía no llegaba de sus tareas, así que comió y luego les ordenó a sus doncellas que lo prepararan para dormir, despidiéndolas una vez acabaron.

―¿Volvemos en la mañana? ―se rió Wheein―. ¿O a mediodía, mejor?

―¡Fuera, desvergonzadas! ―exclamó Hoseok.

Una vez las puertas se cerraron, corrió las cortinas del dosel de la cama y procedió a quitarse el camisón, quedando completamente desnudo. Santos dioses, tal vez el desvergonzado era él, en especial cuando se colgó unos aretes y colocó collares de oro.

No tuvo mucho tiempo para pensarlo: acababa de recostarse en la cama, cuando las puertas fueron abiertas.

―¿Mi Emperador? ―preguntó, con tono dulce―. ¿Estás muy cansado, mi Emperador?

―¿Hoba? ―escuchó su suspiro, sin poder verlo gracias a la cortina de seda del dosel―. ¿Ya estás acostado? No te imaginas–

Yoongi corrió el tapiz y su voz se cortó cuando lo vio: recostado sobre un costado, sin prenda alguna, sólo con las joyas puestas. Hoseok sonrió.

―Hoy el médico Han me ha dicho que puedo follar con mi amado Emperador ―habló, sin borrar su sonrisa.

―¿Ah, sí? ―los ojos de Yoongi se pusieron más oscuros de lo normal, observándolo de pies a cabeza―. ¿Lo dijo con esas palabras, o tu boca es grosera, Hoba?

―Mi boca es grosera ―Hoseok se movió, quedando ahora boca arriba, apoyado en sus codos, y se abrió de piernas―, pero puedes castigarla después. Por favor, Emperador, necesito que folle a su puta imperial.

No fue necesario que se lo dijera. Yoongi, con un gruñido bajo, le agarró de la cintura y le besó en la boca. Hoseok, entre besos salvajes y sin control alguno, lo ayudó a desvestirse, abriéndose más de piernas al sentir los dedos frotándose en su agujero.

Descontrolados, con el aire caliente entre ellos, con palabras sucias y salvajes, de pronto Hoseok estaba sobre un desnudo Yoongi, moviendo sus caderas y montando tres dedos enterrados profundos en su trasero. Sin embargo, esos dedos no tardaron en ser reemplazados por la erecta y endurecida polla del mayor, con Hoseok ahora saltando para que se empalara lo más posible en él.

―Dioses ―exhaló Yoongi, con el rostro enrojecido y sudoroso, agarrándole las nalgas para separárselas, dándole un par de azotes fuertes―, mierda, santos dioses, Hoba... Vamos, vamos, te encanta montar este trono, ¿cierto, cariño?

―E-Emperador ―jadeó Hoseok, con los ojos llorosos e idos, sollozando mientras el glande empujaba contra su próstata―, por fa-favor, ¡lléneme, mi Emperador!

―Las veces que quieras ―Yoongi también comenzó a mover sus caderas para penetrarlo, arrancándole gritos más escandalosos y fuertes―, todas las noches, todas las mañanas, todos los días, te llenaré y te tendré embarazado, cariño...

Hoseok logró tomarlo dos veces en total, con la segunda vez derrumbándose en la cama debido a la sobre estimulación, con Yoongi eyaculando en él. No se salió enseguida de su ano por petición del menor, que le había suplicado que no lo hiciera para evitar que su semilla se derramara.

―¿Me tomarás todas las noches? ―preguntó un momento después, cuando logró encontrar su voz para hablar.

―¿Todas las noches? ―reflexionó Yoongi―. Por supuesto. No sabes lo mucho que extrañé follarte como los dioses mandan, Hoba.

Le dio un pequeño golpe en el pecho, aunque lo abrazó sin importarle los fluidos, sólo deseando quedarse así, para siempre, con el hombre que amaba.

Dos lunas después, a mitades de verano, el Emperador Min ordenó una celebración y que oro se repartiera por la ciudad para así compartir su felicidad.

Su Emperatriz había anunciado su embarazo.

finalmente tuvimos la boda yoonseok, y mientras la escribía, sólo pude pensar en que nunca más escribiré un fic de época.

AAAAAH SE CREAN

En fin, espero que hayan disfrutado de este capítulo tan limdo <3<3<3<3

Nos queda uno más y el epílogo, en el próximo, veremos más cosas limdas del sopeuwu

¡gracias por leer!


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro