What if...?

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El siguiente what if está dedicado especialmente a babesope, ¡espero que pases un hermoso cumpleaños, bebé! Muchas gracias por haber llegado a mi vida, hacerme feliz, estar allí para mí y soportar mi humor retorcido y grosero. Te amo mucho, corazón de melón 💜

Este what if es MUY largo, son más de 10mil palabras. Acá vamos a retroceder MUCHO, al capítulo en que Hoseok iba a pasar la noche con el padre de Yoongi. Esto se base en la pregunta ¿Qué habría pasado si Hoseok hubiera pasado, efectivamente, esa noche con el Emperador?

Como vamos a retroceder tanto, Hoseok tendrá una personalidad más temerosa y miedosa por obvias razones: la edad y que se vio obligado a algo que no quería. Además, el padre de Yoongi igual se saldrá un poco del canon, pues será más caprichoso e individualista. Y, obviamente, Yoongi tendrá mucha ira guardada. 

Recalco, es un WHAT IF, y como sólo es un capítulo, obviamente las cosas avanzarán más rápido y sin tantos detalles. 

Otras advertencias: abuso, golpes y palabras de humillación. Muerte de un personaje al ir terminando el capítulo. NO es muy angst, es más bien drama todo.

Hoseok miró su reflejo en el espejo mientras la criada, detrás de él, le sacaba las joyas y retiraba el maquillaje, pues aplicaría uno más suave para esa noche.

―Tiene bonito rostro, Cortesano ―señaló la criada―, ahora entiendo por qué pasará la noche con el Emperador.

El chico trató de sonreír a su reflejo, bromear y decir que era un gran honor, pero sólo podía sentir el pánico crecer a medida que pasaban los segundos. El Emperador lo había despachado sólo media hora atrás para que se arreglara, enviándolo a un cuarto adjunto al suyo y con una criada que le desvistiera.

A esas alturas, ya le había quitado casi toda la ropa, quedándose sólo con un camisón blanco y largo y que cubría hasta por encima de los tobillos. Era, después de todo, ropa de cama.

Esa idea hizo que el terror volviera a estallar, tentado de salir corriendo lejos de ese lugar. La idea de quedar a solas, con el Emperador, de pasar la noche con él, le provocaba rechazo, a pesar de que no se lo hubiera dicho así al hombre. Cuando escuchó su ofrecimiento, no sintió ni emoción ni felicidad, sólo un gran miedo de lo que pudiera ocurrir.

Y, aún así, sólo sonrió con educación, se puso de pie e inclinó.

―Será un gran honor, su Alteza ―le dijo, y su voz, sorprendentemente, no tembló―. Yo estoy para complacerlo en lo que usted desee.

El Emperador no se veía convencido, pero Hoseok no quería ofenderlo de ninguna manera. A pesar de llevarse bien con él, de haber entablado una buena relación, eso no significaba que las cosas no pudieran cambiar. En un abrir y cerrar de ojos, si metía la pata, podría ganarse el rechazo del Emperador, o peor aún, la muerte. Hoseok no quería desconfiar, pero desde lo ocurrido con la joya, sabía que debía irse con más cuidado con todo el mundo, debía ser más precavido y escrupuloso.

Y no podía rechazar una orden indirecta del Emperador. Eso estaba fuera de toda opción.

A pesar de que esa opción implicara que su relación con Yoongi se arruinara. No era idiota y no se haría ilusiones, pues tenía claro que, apenas el príncipe se enterara, se ganaría su total repudio. Con toda probabilidad, lo sacaría del concubinato y lo expulsaría del Palacio Imperial, a menos que Hoseok se ganara los favores del Emperador con lo que fuera a ocurrir esa noche.

Cualquier opción podía desencadenar en un caos para Hoseok, pero ¿cuál era la alternativa que debía tomar? Ya se había decidido por una, pero lo único que sentía era pavor y un asfixiante miedo de lo que pudiera ocurrir.

―Está listo, Cortesano Jung ―la criada se inclinó antes de salir.

Hoseok se quedó sentado, congelado y sin saber qué hacer. Al cruzar las puertas a un lado suyo, las que conectaban con los aposentos del Emperador, ya no podría echarse hacia atrás sin quedar humillado y provocar un desastre aún más grande.

Finalmente se puso de pie, cuando decidió que ya no podía hacerlo esperar más. No quería enfadarlo y provocar su ira. Jamás vio al Emperador enfadado, sin embargo, sabía que era de temer.

Tocó la puerta para anunciar su llegada, y al no recibir respuesta, entró con una expresión titubeante. La mayoría de las velas habían sido apagadas, excepto unas pocas, que hacían que el cuarto tuviera una luz un poco más baja de lo normal. Allí, vio al Emperador sentado en la cama, también con su propio camisón, con el cabello suelto y sin la corona.

Hoseok lo encontraba guapo. En su juventud, tuvo que haber sido muy atractivo, de seguro tuvo muchas pretendientes que aspiraban a tener una mirada de él. Y Hoseok lo tenía delante suyo, a pesar de la edad, seguía viéndose atractivo. De alguna forma, concluyó que podría hacerlo si imaginaba que quien lo hacía era Yoongi. Después de todo, ambos se parecían en varios rasgos.

―Mi Emperador ―dijo, inclinándose con elegancia―, lamento haberlo hecho esperar.

―No te preocupes ―respondió el hombre―. ¿Quieres una copa de vino? Servirá para relajarte.

Hoseok sonrió educadamente, asintiendo con la cabeza, a pesar de no ser muy fanático del vino. Aunque, tal vez, por esa ocasión sería necesario tomarlo, después de todo, mientras más borracho estuviera, las cosas ocurrirían con mayor rapidez.

El Emperador agarró una de las copas de oro, sirviéndole vino y ofreciéndoselo. Hoseok se acercó, aceptando la copa y llevándolo a su boca. Casi sin pensarlo mucho, se bebió todo el contenido de golpe, y cuando se dio cuenta de eso, sintió sus mejillas coloradas en vergüenza.

Frente a él, el Emperador lo contemplaba con una ceja enarcada.

―Pe-perdón ―tartamudeó―, no pretendía... No quise ser grosero, su Alteza.

―Jamás te vi tan nervioso ―comentó el Emperador―, ni siquiera cuando nos vimos por primera vez, el día que te presentaron. ¿Ocurre algo, Hoseok?

El doncel bajó la vista, sin saber qué responder exactamente en ese momento. Estaba sintiendo mucho miedo y ansiedad, y en lo único que podía pensar bien, era en que quería estar con Yoongi. Quería abrazarlo y besarlo, y hacerle saber que sólo lo amaba a él, a nadie más.

Fue peor cuando el hombre le agarró las manos, atrayéndolo más cerca de él.

―Estoy nervioso, mi Señor ―admitió Hoseok, tratando de no tensarse―, es que... es que jamás he compartido intimidad alguna con ningún hombre ―dijo, medio verdad y medio mentira.

El Emperador hizo un ruido con su boca, empujándolo más contra sí mismo, y de pronto, Hoseok estaba sentado en el regazo del hombre. El muchacho quería saltar y correr lejos de allí, pero sabía que eso estaba fuera de opción.

―No tienes que estar nervioso ―dijo Jongshin con amabilidad, agarrándole de la barbilla―, seré amable contigo.

Hoseok no tuvo tiempo para responder, pues el Emperador se inclinó y atrapó su boca en un beso agresivo y salvaje. Su primer instinto era echarse hacia atrás, sintiendo su estómago revuelto cuando la lengua entró en su boca, pero el agarre en su cintura era firme y, de pronto, Jongshin le agarró desde la nuca.

De ahí todo transcurrió demasiado rápido para Hoseok. Las manos del Emperador no tardaron en levantarle el camisón, quitándoselo, y Hoseok sólo cerró los ojos una vez quedó desnudo, sin querer mirar al hombre que lo estaba tocando. A pesar de que había dicho que sería amable, Hoseok sentía sus manos ásperas y un poco agresivas, en especial cuando sintió los dedos empapados en aceite entrando en él.

Hoseok mordió su labio inferior, sus manos temblando mientras se sostenía de los hombros del Emperador. Jongshin le estaba susurrando algunas cosas, pero Hoseok sólo quería que se callara, que no dijera nada, porque le estaba haciendo más difícil el imaginarse que era Yoongi quien le estaba tocando. Yoongi. Su Yoongi. Yoongi, quien ya debía saber dónde estaba él y debía encontrarse enfurecido. Yoongi ya no volvería a tocarlo nunca más.

La idea casi le provocó llanto, que salió en un gimoteo ronco. El Emperador tuvo que haberlo confundido con un gemido de placer, porque no tardó en entrar en él y ahora Hoseok tuvo que tapar su boca para no quebrarse más de lo que ya se sentía.

El ronco gemido de Jongshin hizo que se estremeciera, antes de sentir el espeso líquido en su interior. Miró al techo para alejar las lágrimas de sus ojos, a pesar de que algunas habían terminado por caer de sus mejillas.

―Voy a pasarte a mi harem ―declaró Jongshin―, temprano en la mañana, vas a mudarte al pabellón de mis concubinas.

―¿Lo... lo disfrutó, mi Emperador? ―preguntó Hoseok, sin querer mirarlo a la cara mientras su alma caía a sus pies ante su declaración. Él no quería pecar de ingenuo, de estúpido, sin embargo, aun había tenido la esperanza...

―Claro que sí ―un suave beso en su barbilla―, eres un chico espectacular, Hoseok. Tal vez... ―otro beso, ahora en la boca―, no lo había considerado antes, pero ahora, un hijo contigo sería un sueño.

La sola idea provocó que su estómago se revolviera, aunque trató de ocultar el asco con una risa que, en sus palabras, sonó más bien a un sollozo. El Emperador no lo notó o, quizás no le importó, porque volvió a besarlo.

El resto de la noche no pudo dormir. No era sólo que se sentía un poco adolorido, sino el hecho de que no podía dejar de pensar en Yoongi. En su Yoongi. En lo que había hecho, lo que había provocado y lo que iba a pasar en el futuro, porque ahora... Las palabras del Emperador eran una sentencia para él. Ya no sería más concubino de Yoongi, ahora pasaría al concubinato del Emperador y, por los dioses, había mencionado hijos. Hijos...

Se levantó y corrió al baño, con el estómago más revuelto, aunque no vomitó nada. Se quedó allí, acuclillado, hasta que rompió a llorar en silencio.

Fue una fortuna que, al ir a buscar sus cosas al pabellón de Cortesanas, sus compañeras ya se hubieran marchado a sus actividades diarias. Así que fue a ordenar sus cosas más importantes, y cuando se encontró con las joyas que Yoongi le regaló, se puso a llorar nuevamente.

―Concubino Jung.

Se volteó para ver a Seokjin bajo el umbral de las puertas, observándolo con gesto inexpresivo. Hoseok no dijo nada, aunque sintió el color en sus mejillas por la vergüenza que lo golpeó.

―El Príncipe Heredero quiere verlo. Sígame ―dijo Seokjin, volteándose y no esperó a confirmar que estuviera detrás de él, simplemente siguió caminando.

Hoseok no había ido acompañado, pues el Emperador simplemente le dijo que tendría todo el día para mudarse y que le esperaba para la noche. Hoseok se retiró con una sonrisa titubeante, y una vez quedó a solas, se borró prácticamente de golpe.

Por lo mismo, Hoseok fue detrás de Seokjin. Consideró en tres segundos si evitar lo máximo posible a Yoongi, pero al final, decidió que no serviría de nada. Además, debía ser... Debía tener algo de decencia luego de lo que hizo. Se suponía que él era el concubino del Príncipe, su corazón le pertenecía a Yoongi, y aun así... Aun así, terminó revolcándose con el Emperador. No era más que una zorra, como había dicho el Sumo Sacerdote.

El camino fue hecho en silencio tenso. Lo más probable es que Seokjin estuviera también molesto con él, y la idea fue algo desoladora.

No tardaron en llegar a los aposentos del Príncipe Heredero y los guardias le abrieron las puertas. Hoseok apretó sus manos en puños, entrando con la vista baja y notando, por el rabillo de su ojo, a Yoongi sentado en el sofá.

―Príncipe Heredero ―saludó, inclinándose en señal de respeto.

―¿Es cierto que pasaste la noche con mi padre?

No le sorprendió que no lo saludara, que fuera directo al grano. Sin embargo, eso no quitó que le doliera.

No contestó enseguida, mordiendo su labio inferior. Sintió a Yoongi levantarse e ir hacia él, pero aun así, no quiso alzar la mirada.

De pronto, unas manos bruscas le agarraron la mandíbula y lo obligaron a mirar hacia arriba. La mirada de Yoongi refulgía en ira y Hoseok sintió las lágrimas formarse en sus ojos, aunque no porque doliera, sino por la forma en que lo observaba. No sólo ira, sino también dolor y decepción.

―Lo... lo si-siento...

―¿Lo sientes? ―escupió Yoongi―. ¿Qué es lo que sientes? ¿Haberte acostado con mi padre? ¿Ser parte ahora de su concubinato? ―le apretó ligeramente las mejillas―. Te lo dije, Hoseok, te lo pedí. Te dije que no quería que te quedaras a solas con él y te lo pregunté qué harías si él te ordenaba que lo complacieras.

Hoseok lo recordaba, pues había sido muchos amaneceres atrás, luego de los latigazos que recibió. Él le había quitado importancia, quiso tranquilizar a Yoongi diciéndole que eso básicamente no iba a ocurrir.

Pero ocurrió.

—Perdón ―sollozó Hoseok.

―¿Sabes qué es lo peor? ―Yoongi lo miró de abajo hacia arriba―. Que siento el insano placer de follarte como la puta que eres para quitarte toda esencia de ese hombre.

El insulto tuvo que haberlo espantado, tuvo que haber hecho que su llanto aumentara. Sin embargo, Hoseok de pronto tuvo una retorcida idea en su cabeza. Una idea que no pudo controlar.

―Entonces, ¿por qué no lo haces, Yoongi? ―dijo en un susurro―. Quítame toda su esencia, mi Príncipe. Fóllame como una puta y toma lo que es tuyo por derecho.

Yoongi se congeló ante esas palabras, su boca abierta en un gesto sorpresivo. Hoseok no tuvo tiempo para echarse hacia atrás, para decir que no hablaba en serio, pues el Príncipe tiró de él para besarlo con salvajismo, posesión y rudeza. Las manos fueron a su cintura casi de inmediato, sujetándolo cuando sus piernas temblaron sin control alguno. El beso se sentía distinto a los recibidos anteriormente, pues Yoongi se caracterizó por su delicadeza cuando le besaba antes; sin embargo, ahora había un evidente toque duro y lascivo. En especial cuando esas manos comenzaron a luchar por abrirle el hanbok.

—Eres una zorra, Hoseok —siseó Yoongi al alejarse. Seguía con los ojos oscurecidos, aunque ahora no por la rabia, sino por el deseo feroz—. ¿Seduciendo a un padre y luego a su hijo? Jamás había visto tal atrevimiento.

—No seduje jamás a tu padre —jadeó Hoseok—, al único que quiero seducir es a ti, mi Príncipe, mi Emperador.

El nuevo beso fue más salvaje. Entre la bruma del deseo y la lujuria, Hoseok tuvo el breve pensamiento de echarse hacia atrás, de decir que debía detenerse, pues lo de ellos era imposible. Ahora él pertenecía al concubinato de su padre, no a Yoongi. Si llegaban a descubrirlo, le iban a cortar la cabeza y su familia caería en desgracia.

Sin embargo, no podía detenerse. No cuando las manos de Yoongi deslizaron sus ropas hacia abajo y comenzaron a tocarlo, haciendo que su piel ardiera como si lo quemaran. La lengua de Yoongi delineó sus labios antes de entrar a su boca, y se movieron hacia la cama, quitándole el camisón y quedando desnudo. Hoseok tuvo que aguantar sus gemidos para que no se escucharan hacia fuera.

—Cierra esa boca de prostituta barata, Hoseok —ronroneó Yoongi, bajándose el baji y la ropa interior, mostrando su polla erecta, hinchada, dura y gorda. Hoseok lamió sus labios; no era la primera vez que la veía, aunque ahora se le hizo más deseable—, dioses, ¿tanto la quieres realmente? ¿No te bastó tener anoche la polla de mi padre, ahora deseas la mía?

—Sólo quiero la tuya —sollozó Hoseok—, la de nadie más, sólo la tuya, mi Señor...

—Te follaré tan fuerte que, cuando vuelvas a estar con mi padre, sólo desearás que sea yo el que te esté metiendo la polla en tus entrañas.

Hoseok pensó que bromeaba. Pensaba que no se lo estaba diciendo en serio, sin embargo, pronto se dio cuenta de que lo estaba diciendo sin mentira alguna. Le puso las piernas en sus hombros, entrando profundo en su agujero previamente estirado por los dedos, y no le dio tiempo para que se acostumbrara, empezando a embestirle con agresividad, sus testículos golpeando el culo de Hoseok con cada nuevo golpe. Yoongi tuvo que taparle la boca para que no gritara, y Hoseok no pudo evitar que su excitación aumentara al darse cuenta de lo que estaba pasando. Del hecho de que Yoongi se lo follaba como si fuera una prostituta de un burdel barato.

A Hoseok no le importaba. En ese momento realmente no le importaba.

El orgasmo, ese orgasmo que no estalló la noche anterior, con el padre de Yoongi, lo golpeó con fuerza y provocó que arqueara su espalda, curvando los dedos de sus pies y su mirada perdiéndose en el techo. Yoongi le alargó el éxtasis con sus embestidas, hasta que él también terminó por correrse dentro de su culo, llenándolo con su esencia.

—Mierda —jadeó Yoongi—, mierda, Hoba... —una risa ronca—, lo que acabamos de hacer...

—Sólo te quiero a ti —pudo hablar por fin Hoseok, con su voz quebrada por la agitación—, a nadie más, mi Príncipe. Tu padre...

—Mi padre es el Emperador —Yoongi le acarició la mejilla en un gesto pensativo—, y no se le puede decir que no. Si él te desea... —un mohín de desprecio—, pero no te desea más que yo. Te enviaré un té más tarde, para que lo bebas y no quedes embarazado. No quiero que tengas ningún hijo de él, Joya.

—¿Yoongi...? —Hoseok parpadeó ante lo que significaba.

—Vamos a ser discretos —Yoongi le acarició el labio inferior antes de metérselo en la boca. Hoseok chupó casi en automático—, yo te buscaré para reclamar lo que es mío, lo que siempre ha sido mío —el Príncipe todavía no se salía de su interior, por lo que Hoseok sintió cómo volvía a endurecerse.

—Si nos descubre... —murmuró Hoseok, pero no quitó a Yoongi de encima, sólo le agarró de la mejilla con cariño.

—No nos va a descubrir —Yoongi se inclinó para besarlo—, yo me encargaré de todo, mi Joya más hermosa.

Hoseok no respondió, su voz ahogándose en nuevos gemidos temblorosos.

Los nuevos aposentos eran mucho más grandes y exquisitos que los anteriores, sin embargo, Hoseok no tuvo demasiado tiempo para pensarlo, pues enseguida notó las malas miradas dirigidas a él por parte de las concubinas imperiales y, en especial, de la Concubina Imperial Im Jinah. El doncel simplemente la pasó por alto y fue a instalarse al lugar que le habilitaron y comenzó a prepararse para visitar esa noche al Emperador. En especial, para quitarse cualquier rastro de Yoongi.

Yoongi había propuesto... Había establecido, básicamente, que ellos serían amantes. Que él lo quería como amante. Cada vez que lo pensaba, Hoseok lo encontraba más peligroso y terrible, y aun así, no se había negado. No pensó siquiera en negarse, porque a pesar de que sonara hipócrita, él sólo quería... Su corazón sólo latía por Yoongi, por nadie más. Él sólo amaba a su Príncipe, era el dueño de su corazón y el amor de su vida. Hoseok nunca había querido... Él nunca quiso que el Emperador le mirara de otra forma, le quisiera de esa otra forma.

Mientras unas doncellas le ayudaban a prepararse con el hanbok, la Concubina Imperial se le acercó con gesto resuelto. Era la favorita del Emperador y, además, la madre de Jongin y Dahyun, los hermanos pequeños de Yoongi. Era una mujer muy hermosa, alta y de cabello castaño, con ojos brillantes y sonrisa encantadora. Hoseok sabía que, además, era la que más aspiraba a convertirse en nueva Emperatriz.

—Concubina Imperial —saludó con respeto, sabiendo que lo mejor sería no cruzarse en su camino. Ella era más peligrosa por el simple hecho de tener muchos años siendo la favorita del Emperador y, además, poseer una pequeña corte a su alrededor. A eso se le sumaba el hecho de que tenía, por supuesto, dos hijos del Emperador.

—Concubino Jung —dijo ella, observándolo de pies a cabeza—, he escuchado que has obtenido la gracia del Emperador, muchas felicitaciones por eso.

—Muchas gracias, Concubina Imperial.

—Y espero que nos llevemos bien —una sonrisa curvó el bello rostro de la mujer. Sin embargo, Hoseok no encontró que fuera amistosa, sino... amenazante—, y, por supuesto, no sea tan estúpido para cruzarse en mi camino.

La intimidación no fue ninguna sorpresa, era lo que se esperaba. Al fin y al cabo, esas mujeres debían ser peor que sus antiguas compañeras, en especial la Concubina Imperial, que prefería quitarse a cualquiera que se atreviera a molestarla. Provenía de una familia poderosa, sabía Hoseok, y tenía mucho respaldo y protección. Si Hoseok había esperado llegar a convertirse en Emperatriz, eso ahora se veía más lejano que nunca.

—Por supuesto que no, Concubina Imperial —dijo con tono bajo—, no me atrevería jamás...

—Porque yo he sido la favorita de mi Emperador por muchas primaveras —le interrumpió ella, orgullosa y altiva—, y eso no cambiaría porque un chiquillo como tú lo haya embaucado.

Hoseok mordió su labio inferior, conteniendo la respuesta ácida que estaba empujando en su lengua: y si era tan favorita, ¿por qué todavía no era Emperatriz? Sin embargo, fue sensato y no dijo nada. Además, estaba algo cansado como para iniciar una discusión sin sentido, pues su cadera dolía ligeramente gracias a la fuerza con la que Yoongi se lo folló.

Qué estupidez. El pensamiento lo calentó demasiado, y quizás Yoongi tenía un poco de razón con él: debía ser sólo una zorra. La zorra de su Príncipe.

—No aspiro a que eso cambie, mi Concubina Imperial —dijo, tratando de que su voz sonara estable.

Ella volvió a mirarlo de arriba hacia abajo, con su expresión llena de desprecio, antes de marcharse sin decirle otra palabra. Hoseok sólo suspiró. Santos dioses, ¿en qué se había metido?

Para Yoongi, el pensamiento era algo parecido. Mientras esperaba a su padre, observó sus manos, recordando brevemente la forma en que una se cerró en la cintura de Hoseok mientras lo embestía, en tanto la otra presionaba su boca para callarlo. Se había dado cuenta de lo mucho que gemía Hoseok, chillaba como una puta escandalosa y estuvo a punto de ahogarlo con una almohada para callarlo un poco.

Oh. No debía estar pensando en eso.

Fue una fortuna que su padre apareciera en ese momento. El Emperador no se veía sorprendido de verlo allí, y Yoongi tuvo que contenerse para no irlo a golpear. Las ganas no le faltaron.

—Príncipe Heredero —saludó su padre.

—Emperador —Yoongi se obligó a quedarse en su lugar.

—¿Hay algo que necesites?

Una sonrisa sarcástica curvó su rostro, a pesar de que su mirada se endureció.

—Por favor, Emperador, no sea hipócrita —alzó su barbilla—, usted sabe muy bien por qué estoy aquí.

—Por Hoseok.

—Por mi concubino —la rabia se filtró en su voz—, porque él era mío y usted tuvo el atrevimiento de tocarlo, de quitármelo.

Su padre fue a sentarse y Yoongi, otra vez, tuvo que controlarse. Él siempre había sentido respeto, amor y cariño por su padre, para él era una de las personas más importantes de su vida y un modelo a seguir. Sin embargo, ahora sólo había odio e ira, y ese amor se esfumó con rapidez una vez se enteró de lo que había ocurrido. Ni siquiera había cólera hacia Hoseok, sino que todo estaba dirigido a su padre, porque el que tenía el poder allí era uno sólo, y no era su doncel.

—¿Quitártelo? —su padre enarcó una ceja—. Todo en el Imperio me pertenece, Príncipe Heredero, desde el grano de arroz más pequeño, hasta las montañas más altas en la frontera. Y, por supuesto, el concubino Jung también es de mi propiedad.

—No —siseó Yoongi, más enojado ahora—, no, ¿es qué no te da un poco de vergüenza? ¡Tiene diecisiete primaveras, y tú...! —Yoongi sintió la repulsión en la boca de su estómago.

—Príncipe.

—¡Tienes más de cincuenta! —su mano tembló—. ¡¿No te da un poco de asco?!

A Yoongi sí. Y podía imaginarse que a Hoseok también. El doncel no se lo había dicho, pero Yoongi tenía muy claro que Hoseok no podía decirle que no al Emperador. Nadie podía decirle que no a una orden del Emperador.

Los ojos de su padre se oscurecieron por la ira ante sus palabras, aunque Yoongi no sintió ni un poco de miedo.

—¡Fuera de aquí! —ordenó su padre—. ¡No te atrevas a aparecerte de nuevo, a menos que sea para pedir disculpas por tal falta de respeto!

—¡Te morirás esperando eso! —gritó Yoongi—. ¡No pienso perdonarte jamás lo que me has hecho, ¿está claro?! ¡Te atreviste a tocar al concubino que más quiero, a mi concubino favorito, te atreviste a quitármelo! ¡Eso los dioses no te lo van a perdonar jamás!

—¡Min Yoongi! —espetó el Emperador, más enfurecido—. ¡No tienes ningún derecho a hablarme así!

—¡Tú no tenías ningún derecho para quitarme a Hoseok! —Yoongi retrocedió, no por miedo, sino para no lanzarse a darle un golpe—. ¡Desde ahora no eres más mi padre, porque un padre jamás le haría esto a su hijo!

No se quedó a esperar su respuesta, volteándose e ignorando el llamado del Emperador. Ni siquiera esperó a que le abrieran las puertas, simplemente las abrió de golpe y salió por ellas, apretando sus dientes mientras trataba de contener el dolor en su corazón por la traición que había recibido.

Su padre le traicionó de la peor forma. Le había quitado a Hoseok, a su Hoseok, y lo obligó a hacer esa... esa asquerosidad. Ni siquiera tuvo la decencia de preguntarle, de avisarle antes, sólo hizo lo que quiso sin pensar un poco en las consecuencias. ¿Qué clase de persona hacía eso? Yoongi no lo entendía, no era un poco justo.

Esa ligera culpabilidad que llegó a sentir más temprano, luego de lo que había hecho con Hoseok, se esfumó en casi de inmediato. No, esa sensación desapareció sólo para que otra emoción, una insana emoción de venganza, lo impactara. Hoseok tenía razón: él tomaría lo que era suyo por derecho.

Hoseok se sorprendía de lo rápido que podía pasar el tiempo y lo sencillo que era manipular a un hombre que le declaraba amor.

Miró el techo con gesto ausente, pensando en lo monótono que era visitar al Emperador, abrirse de piernas a él y acostarse para que se lo follara. Siempre era lo mismo, nunca variaba la posición, y Hoseok tenía que hacer un gran esfuerzo para no lucir aburrido.

Como ahora.

Oyó el gemido y el Emperador levantó la vista. Hoseok le sonrió y acarició la mejilla antes de recibir un beso dulce, y luego siguió moviéndose contra él. Bastaron un par de embestidas más para que Jongshin se corriera en su interior. No se comparaba para nada en las ocasiones en que Yoongi lo atrapaba y se lo follaba con fuerza y salvajismo, haciéndolo gemir con descontrol.

Atrapaba. Sonaba como si el pobre Hoseok fuera una inocente presa, cuando no era así. Sólo la noche anterior, en una de esas extrañas noches en que el Emperador no le llamaba, Hoseok se escapó de sus aposentos para colarse en los del Príncipe, arrodillándose para chuparle la polla mientras su amante cenaba.

El recuerdo provocó que se excitara, aunque trató de aplacarlo ya que sabía que no obtendría mucho placer con el Emperador. Ya había reparado en que todo terminaba cuando el hombre acababa.

—¿Quiere que lo deje solo, mi Emperador? —preguntó unos segundos después, cuando Jongshin se quitó de encima.

—No, me gusta pasar las noches contigo —dijo el Emperador, y Hoseok trató de esconder su disgusto. Él había pensado en ir donde Yoongi para que se lo follara hasta hacerlo ahogarse en su saliva—, ¿se te ha pasado la tristeza por lo de la cena? El Príncipe Heredero ha estado más irascible estos días.

¿Irascible? Que palabra tan amable para referirse a la rabia de Yoongi. Hoseok sabía que no estaba dirigida hacia él realmente, pero en uno de esos momentos íntimos con el Príncipe, éste le dijo que le iba a tratar de manera fría y despectiva frente a todos para no levantar sospecha alguna. A Hoseok le costó acostumbrarse en un inicio y, por supuesto, le provocaba un poco de dolor, pero cuando estaban a solas... Yoongi era dulce y tierno con él.

Hoseok había creído que el capricho del Emperador con él pasaría en algunos amaneceres, sin embargo, no había sido así. Ya habían pasado cuatro lunas desde que pertenecía al harem del Emperador, y era llamado por él de manera constante. Demasiado constante. Hoseok pasaba por alto las miradas que la Concubina Imperial le dirigía cada día, no obstante, no podía pasar por alto que, de diez noches con el Emperador, él estaba pasando ocho. Y no sólo eso, sino que también lo invitaba a muchas partes: a pasear por los jardines, a salir a cabalgar, a ir de caza, a algunas cenas con sus hijos...

Esa tarde, por ejemplo, lo llevó a una cena familiar. El Emperador (y el mismo Yoongi) le dijo que su relación con su hijo mayor estaba demasiado tensa, por no decir rota, y si no fuera porque era una orden, Yoongi no se aparecería por esas cenas. Todo se tornaba más retorcido cuando veía que Hoseok estaba allí.

—Bienvenido, Príncipe... —empezó a decir Hoseok.

—Te he dicho varias veces que no me hables, puta —espetó Yoongi.

—Yoongi —dijo su padre con la mandíbula tensa—, no te atrevas a hablarle otra vez así a Hoseok.

—Entonces que tu zorra no se atreva siquiera a mirarme —siseó el Príncipe—, a mí no me interesa cualquier cosa que salga de la boca embaucadora del doncel.

Hoseok tocó el brazo del Emperador cuando vio que veía a punto de estallar e iniciar una discusión.

—No se preocupe, mi Emperador —dijo con tono suave—, las palabras del Príncipe Heredero no tienen peso sobre mí.

La mirada de Yoongi se volvió más enfadada, sin embargo, Hoseok tenía que ser sincero consigo mismo: le gustaba enojarlo para que, al momento de tener sus encuentros, se lo follara hasta hacerlo llorar.

—Ya me he acostumbrado a los insultos del Príncipe Heredero, mi Emperador —dijo Hoseok con tono dulce—, no tiene que molestarse con su hijo.

—Por supuesto que me molesto —replicó el Emperador, y Hoseok calló. Había notado que, si le replicaba a Jongshin, se enojaba casi de inmediato—, él te debe respeto porque eres mi concubino y eres importante para mí.

También yo era importante para tu hijo y te atreviste a... a esto, pensó, pero mantuvo la suave sonrisa en su rostro.

—No se angustie, mi Señor —Hoseok se inclinó para darle un beso dulce en la mejilla—, las cosas van a mejorar, se lo aseguro. Ahora, por favor, descanse.

Un suspiro de placer salió de los labios de Jongshin.

—¿Qué haría sin ti, Hoseok?

—Es usted muy dulce conmigo, mi Emperador —se rió Hoseok.

—Es porque te adoro, Joya hermosa.

No era lo mismo, no era remotamente parecido a cuando Yoongi se lo decía, se lo susurraba.

Esperó a que el Emperador se quedara dormido, sin estar apresurado, y cuando supo que ya estaba completamente en el mundo de los sueños, se puso de pie y se vistió con el camisón y una bata. Al salir, dijo que iba a limpiarse a sus aposentos y se marchó a paso apresurado, sin esperar una respuesta. Fue hacia sus aposentos y, al cerrar la puerta, se dirigió a una de las paredes y presionó una de las maderas para abrir un pasadizo que Yoongi le había enseñado cuando el Emperador le entregó esos cuartos.

—Hay muchos caminos secretos en el palacio —le dijo Yoongi—, y mi padre no los conoce. Una gran suerte que este conecte con los míos, ¿no, Hoba?

Hoseok creía que estaba todo encaminado a ser de Yoongi, sólo de Yoongi. Agarró una vela para iluminar el breve camino hacia los aposentos del Príncipe Heredero, y no tardó en llegar allí.

—Yoongi —susurró, y el mayor levantó la cabeza de los pergaminos que estaba leyendo.

—Hoba —Yoongi se puso de pie—, llegas tarde.

—Sí —Hoseok soltó la bata, quedando sólo en el camisón—, tuve que esperar a que se quedara dormido, mi amor.

Yoongi lo agarró de la cintura para besarlo en la boca. Hoseok suspiró en el beso, acariciándole los hombros, y la situación no tardó en tornarse salvaje y apasionada. En especial cuando, al levantarle el camisón y agarrarle las nalgas, Yoongi gruñó.

—¿Ni siquiera te limpiaste antes de venir aquí? —masculló, aunque no sonaba enfadado, sino... Santos dioses, sonaba absolutamente excitado—. Eres una zorra, Hoseok. Acostándote con el Emperador y luego viniendo por su hijo...

—Pero sólo te quiero a ti —gimió Hoseok—, a nadie más, Yoon...

—Por supuesto que sólo quieres mi polla —se rió Yoongi—, no esa vieja y flácida polla de un anciano...

Hoseok no tuvo que reírse, pero no pudo evitarlo mientras era empujado a la cama, con la boca de Yoongi besando ahora su cuello. No fue necesario que le preparara demasiado, pues Hoseok seguía estirado y húmedo, así que pronto Yoongi estaba embistiéndolo salvajemente, devorándole la boca sin control alguno.

—Esto es lo que sí quieres —jadeó Yoongi entre besos—, a un verdadero hombre que te folle como corresponde, ¿no es así? A ningún viejo en ti...

Hoseok gimió mientras el chapucero ruido resonaba en la habitación. Antes, se había preocupado de que los guardias pudieran escuchar el escándalo, pero Yoongi le dijo que no tenía que preocuparse de nada, pues sus hombres le eran fieles a él. Aun así, trataba de controlarse para no gritar tan escandalosamente.

—Vamos, dilo, cariño, dilo...

—¡So-sólo quiero tu... tu polla, Yoongi! —jadeó Hoseok—. ¡Ni-ninguna más, sólo a ti te... te quiero!

—¿Piensas en mí cuando él está tocándote, follándote?

—¡S-sí! —aceptó Hoseok—. Él... él no me da orgasmos como tú me los das...

—Pequeña puta golosa.

Hoseok amaba eso, amaba cuando Yoongi se lo jodía, lo besaba, lo acariciaba. Era tan distinto, tan apasionado y enloquecido por él, como si no pudiera detenerse, como si tuviera la necesidad de que sus manos siempre estuvieran en él. Lo era todo para Hoseok.

Yoongi se encargó de quitarle todo rastro del Emperador, besándole en todas partes, provocándole dos orgasmos y que su cabeza se nublara por el placer. Incluso, luego de correrse por última vez, se permitió acurrucarse contra él, abrazándolo y suspirando.

—Te amo —le dijo Hoseok—, te amo sólo a ti, a ti, a nadie más.

—No sabes la rabia que siento cuando te veo con él —murmuró Yoongi, besándole los cabellos—, tengo que contenerme para no asesinarlo, Hoba.

—Deberías hacerlo —soltó Hoseok sin pensarlo, antes de tapar su boca con fuerza—. No, no quise decir eso...

Yoongi lo observaba con expresión indescifrable, no viéndose realmente ofendido por lo que había dicho, a pesar de que era horrible. Y, aunque lo fuera, Hoseok lo había pensado muchas veces: si el Emperador moría, entonces él sería libre. Quizás podría ser de Yoongi como correspondía, tal vez no aspirar a casarse con él, pero sí a no tener que ocultar su amor por el Príncipe.

—Lo que hizo mi padre fue una traición —dijo Yoongi con voz ronca y grave—, te tocó, te arrebató de mis brazos por su capricho. Todavía lo llamo como padre, pero él hace mucho que dejó de serlo —le agarró la barbilla con fuerza—. Lo voy a matar, Hoseok, sin embargo, necesito tu ayuda para poder hacerlo.

—Yoongi —Hoseok abrió sus ojos con fuerza—, lo que me estás diciendo es traición.

—Puede ser —Yoongi seguía viéndose tranquilo, casi indiferente—, aunque no me importa, Hoseok. No pretendo matarlo tampoco a sangre fría.

Hoseok debería haberse sentido horrorizado. Debería haberle dicho que había perdido la cabeza, que estaba loco, porque lo que le estaba diciendo era realmente desquiciado. Era... era un crimen.

No obstante, Hoseok se quedó en silencio.

—Una vez él esté muerto —prosiguió Yoongi—, yo asumiré como Emperador y te tomaré como Emperatriz, Hoseok.

—No van a estar de acuerdo —le dijo Hoseok—, el Concejo dirá que no, van a decir que debes mandarme al Palacio de la Tierra, con las concubinas de tu padre.

—Lo van a decir, claro —Yoongi le dio un beso—, pero yo los mandaré al infierno, porque tú eres mío por derecho, siempre has sido mío, y nadie puede quitarme lo que me pertenece. Menos mi padre.

Estaba loco. Yoongi estaba absolutamente loco.

Y él también debía estarlo por la respuesta que le dio.

Aunque, quizás, el más loco era el Emperador cuando, tres amaneceres después, le dio un anillo de regalo.

—Lo he decidido —dijo Jongshin, mientras Hoseok veía el jade brillar—, vas a casarte conmigo.

Hoseok levantó la vista bruscamente. Aunque su reacción no fue tan desastrosa como la de Yoongi, que quebró una taza cuando la estampó contra el suelo.

—¡¿Qué?! —espetó Yoongi—. ¡¿Pretendes casarte con esta ramera?! ¡Has perdido la cabeza!

—Hermano —susurró Yeji, que tampoco estaba tan de acuerdo con la relación entre Hoseok y su padre, pero era más discreta—, vamos, fuera.

—¡Te lo dije! ―Yoongi soltó una carcajada sarcástica mientras se marchaba—. ¡Qué divertido, me follé a mi propia madrastra!

Hoseok soltó un grito ahogado por lo dicho, mientras que el Emperador arrugaba el ceño. Yeji terminó llevándose a Yoongi, que no les dirigió otra mirada, y se quedaron a solas, con la comida servida.

—Emperador... —tartamudeó Hoseok, temiendo que Jongshin pudiera descubrir...

—No pienses en lo que Yoongi ha dicho, Hoseok —suspiró el Emperador—, lo único que quiere es sacarme de mis casillas. Santos dioses... —frotó su frente—, como ese chico siga así, voy a empezar a criar a Euijin como el Príncipe Heredero.

Cualquier sentimiento de culpabilidad desapareció con esas palabras, alarmándose ante su significado. No. Claro que no, el único futuro Emperador era Yoongi, nadie más.

No lo dijo, sin embargo. No quería levantar las alarmas en el Emperador.

—Mi Señor —dijo luego de unos segundos—, decir eso, que quiere que nos casemos...

—Oh, verdad —ahora la expresión en el rostro del hombre se relajó—, ya lo he decidido y lo anunciaré más tarde, en el Concejo. Tú mismo lo dijiste antes —le agarró la mano para besársela—, dirigir de un imperio es agotador y necesito a alguien que me apoye en todo momento. Creo que serías una gran Emperatriz, Hoseok.

Quiso sonreír ante lo que significaba, ante el hecho de que ese sueño, esa idea que venía teniendo desde hacía varias lunas, pudiera cumplirse al fin. Sin embargo, no era como él lo había imaginado: en esos sueños, Yoongi era siempre quien se encontraba a su lado.

—Mi Emperador —habló, y su voz tembló por los nervios—, no creo que sea lo más sensato. La Concubina Imperial es más apta para ese cargo, y a mí puede dejarme con el título de la Cortesana Im.

—¿Qué estás hablando? —preguntó el Emperador, y sonaba molesto, enfadándose con él—. Yo hago lo que desee, Hoseok, y te tomaré como esposo. Está decidido.

—Pero mi Emperador —ahora su barboteo fue más desesperado—, la Cortesana Im le ha dado dos hijos, ¡sería una falta de respeto enorme hacia ella! Usted sabe que es una mujer con poder, además, no puede enemistarse con su clan, ella...

No pudo seguir. No cuando el Emperador lo abofeteó, volteándole la cara. Hoseok se calló, su mejilla ardiendo por el impacto, tan sorprendido por lo repentino que fue.

—No te atrevas a seguir —espetó Jongshin—, acá el Emperador soy yo y tomaré las decisiones que estime más convenientes, Hoseok. Como me vuelvas a decir qué es lo que debo hacer, voy a castigarte. Ahora, calla y come.

No le quedó más que obedecer, aguantando las lágrimas de angustia y dolor. El resto del desayuno transcurrió en silencio.

La sorpresa fue nula cuando, al ir al concubinato más tarde, la Concubina Imperial se le acercó con los ojos hinchados y rojos.

—¡Zorra de mierda! —gritó ella, y Hoseok retrocedió un paso—. ¡¿Cómo te atreves a quitarme lo que me pertenece, puta descarada?!

Hoseok creyó que lo iba a matar, se podía ver en su expresión que era lo que más quería hacer en ese instante. No obstante, Namjoon se interpuso entre ambos. El Emperador le había ordenado a su mano derecha ser guardia personal de Hoseok.

—Disculpe, Concubina Imperial —dijo con amabilidad—,no se atreva a tocar al prometido del Emperador.

—¡Quítate, Kim! —ordenó la mujer, más enfurecida al escucharlo decir eso—. ¡Yo debería ser la prometida del Emperador, no ésta puta de mierda!

Hoseok deseaba que las cosas hubieran sido distintas. Él no quería estar entremedio de todo ese embrollo, recibiendo un título que no deseaba y ganándose esa enemistad con aquella mujer. Sabía que no tenía la apariencia digna de una Emperatriz, que se veía todavía como un muchachito, y le espantaba lo que había declarado el Emperador: iba a casarse con él. Con un hombre que le doblaba la edad.

Náuseas grandes aparecieron y revolvieron su estómago.

—Será mejor que vaya a sus nuevos aposentos, prometido Jung —le dijo Namjoon al ver su aspecto descompuesto.

¿Nuevos aposentos? ¿Iba a mudarse? ¿Y su... su camino secreto hacia los aposentos de Yoongi?

—¡Vas a arrepentirte, perra bastarda! —le gritó la Concubina Imperial al verlo marcharse—. ¡Vas a arrepentirte el haberte cruzado en mi camino!

No tenía duda alguna de que esa amenaza iba muy en serio. Hoseok sólo apretó sus dientes para no estallar en llanto, aunque más tarde, una vez estaba en sus nuevos aposentos, sólo y sin compañía, no pudo evitarlo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas por la zozobra y desasosiego, pensando en lo solo que se sentía ahora. Su vida había cambiado de manera brusca esa fatídica noche y era como si ahora fuera un pájaro enjaulado en una hermosa prisión. Ni siquiera pudo visitar a sus padres y hermana en Chuseok, pues el Emperador le negó el permiso aludiendo a que no quería tenerlo lejos en las festividades imperiales. Lo peor fue que, al verlo triste, lo obligó a estar casi todo el día en su compañía y pasar las noches con él.

Hoseok... Hoseok sentía demasiada repulsión, apenas podía soportar que ahora le tocara. Odiaba en especial cuando derramaba su esencia en él y debía poner una sonrisa en su rostro, como si realmente no le importara. Hoseok no quería nada de eso, él lo único que deseaba era estar con Yoongi. Ya ni siquiera quería ser su Emperatriz, sólo deseaba poder amarlo como correspondía.

Le enviaron tres doncellas para atenderlo de ahora en adelante, pero Hoseok no tenía cabeza para recibirlas y fingir estar bien. Las echó de sus aposentos, aunque su alma cayó a sus pies cuando Namjoon apareció.

—El Emperador quiere verte —le comunicó el guardia.

Hoseok ni siquiera lo pensó.

—Dile que no tengo ganas —contestó, limpiando sus mejillas con cuidado. La que había recibido la bofetada más temprano estaba hinchada todavía.

—Concubino Jung...

—Dile que me duele la cabeza, que me siento mal, ¡invéntale algo! ¡No quiero ir! —terminó gritando, ya con los nervios perdidos por el dolor y la tristeza.

No esperó a escuchar su respuesta, cerrándole bruscamente y sólo queriendo que ese horrible día acabara lo más pronto posible. Pero no tuvo suerte. Él se había dado cuenta de que no tenía nada de suerte, en especial cuando las puertas de su habitación se abrieron y entró el Emperador con expresión furiosa.

—¿No tienes ganas? ¿Qué faltas de respeto son estas? —le espetó el Emperador, agarrándolo del cuello con fuerza. Hoseok jadeó ante el doloroso apretón—. ¡A mí no me niegas nada, Hoseok!

Fue brusco y violento, como no lo había sido antes. Hoseok ni siquiera fue capaz de fingir una sonrisa por el dolor, llorando en todo lo que duró y pidiéndole perdón por su actuar. Lo único bueno fue que estaba tan enojado con él, que una vez acabó se retiró y lo dejó sollozando en las sábanas. Si antes tenía la impresión de que estaba sucio, ahora era peor: se sentía inmundo y asqueroso.

—Hoba.

El suave susurro lo sacó de sus pensamientos deprimentes. Se enderezó sólo para ver a Yoongi, congelado, en una pequeña entrada en la pared derecha, una puerta trampa. Hoseok quiso sentirse feliz al verlo, pero sólo le provocó más lágrimas por el aspecto que debía tener: el labio roto, la mejilla hinchada y el cuello moreteado, además de ese sucio líquido blanco en sus muslos.

—¿Te ha golpeado? —preguntó Yoongi, yendo hacia él, y sin importarle cómo estaba, lo abrazó con fuerza—. ¿Se atrevió a golpearte, Hoba? Santos dioses...

Escuchar esas palabras logró que llorara con más fuerza en sus brazos, tratando de encontrar un poco de consuelo en el agarre sobre él. No era mucho, sin embargo, era lo único que podía tener en ese instante luego de lo que había pasado. Fue una fortuna que hubiera usado esas palabras y no otras más fuertes y condenatorias, que de seguro lo harían quebrarse más de lo que ya estaba. Él no se había imaginado hasta ese momento que el Emperador lo hubiera... lo hubiera mancillado de tan cruel forma.

—No quiero casarme con él —le susurró con voz ahogada—, no... no quiero que me siga tocando...

—Lo sé, amor, lo sé —un beso en su frente—. Ha perdido la cabeza, Hoba...

No, claro que no. Eso era lo peor: que seguía siendo un hombre sensato y en sus cabales.

Se quedaron así largos minutos y Yoongi lo consoló hasta que estuvo más calmado. Lo limpió con cariño y luego acurrucó en las sábanas.

—Debemos ser más cuidadosos —le dijo Yoongi—, no podremos vernos tanto ahora porque habrá más gente a tu alrededor —otro beso cariñoso—. Te traje esto.

Hoseok observó como sacaba de sus ropas un frasco pequeño, no más grande que un dedo, y con un fino polvo violeta en su interior. Yoongi se lo entregó.

—Mi padre pagará por lo que nos ha hecho —aseguró Yoongi—, tienes que verter un poco, sólo un poco, en sus bebidas, especialmente en el vino. El veneno podrá matarlo enseguida si viertes la mitad, pero una muerte repentina será muy sospechosa y podrían descubrir el veneno después. Pero si se lo das poco a poco, va a enfermar y a morir en menos de una primavera.

—Yoongi —susurró Hoseok—, es... es tra-traición... Si me descubren...

—No lo van a hacer —prometió Yoongi—, tampoco es necesario que lo hagas todos los días. No quiero que te arriesgues y prefiero que sea lento, para no levantar sospecha alguna. Sólo un poco de polvo —insistió—, y no lo pruebes o siquiera lo toques tú. Es acónito y es muy, muy tóxico, amor.

Hoseok pensó en decirle que no, en insistirle en que era arriesgado. Pese a lo difícil que sería, cuando su mejilla hinchada presionó la almohada y el dolor estalló, cualquier duda desapareció. Agarró el frasquito y lo guardó. Yoongi le limpió las lágrimas una vez más.

—Va a pagar lo que te hizo —le repitió—, todo lo que nos ha hecho, lo va a pagar, mi Joya más preciosa.

Ese fue el consuelo que Hoseok más necesitaba en ese instante. Se lo repitió los siguientes días, en especial cuando estaba con el Emperador, que ni siquiera preguntó por sus heridas y moretones visibles. Aunque quizás era lo mejor, pues cuando se encontraron con Yoongi, no tardó en lanzar uno de sus comentarios ácidos ahora a su padre.

—No puedo creer que le hayas golpeado, Emperador —dijo Yoongi—, entiendo que sea tu puta, ¿pero golpearlo de esa forma? Qué vergüenza más grande.

—Desaparece de mi vista —espetó el Emperador, antes de mirar a Hoseok—, y tú, cubre tu rostro.

Así lo hizo. Los ojos de Yoongi refulgieron de ira, pero no dijo nada, pues poco después comenzó un Concejo al que Hoseok tuvo que asistir. Qué humillante, pensó, con todas las miradas puestas en él. Lo miraban como si fuera un ladrón, aunque quizás lo era. Le había quitado el puesto a la Concubina Imperial.

—El clan de la Concubina Im no está contento, mi Señor —dijo el Sumo Sacerdote, que lo había dejado en paz cuando pasó al concubinato del Emperador. Ahora, sin embargo, se veía molesto—, consideran esto como una gran humillación.

—Es mejor que rectifique y se case con la Concubina Imperial —dijo uno de sus Concejeros—, y si lo desea, al Concubino Jung le da ese título.

Todos ellos hablaron a favor de esa petición. Hoseok deseó que el Emperador aceptara, les hiciera caso, cediera con eso. No obstante, esa ilusión desapareció cuando escuchó su respuesta.

—Si fuera todavía un príncipe, si no llevara años gobernando, lo habría aceptado —dijo el hombre con firmeza—, pero ahora, con más de cincuenta primaveras, no tengo un deber marital qué cumplir. Tengo siete hijos, todos sanos y fuertes, con un Príncipe Heredero capaz de asumir cuando yo muera —inclinó su cabeza hacia Yoongi, que hizo un mohín de desprecio—. Así que deseo pasar el resto de mi vida con un esposo joven, hermoso y fértil. Si Hoseok tiene otros hijos míos, me hará feliz, pero si no los tiene, no es tema para mí.

Bajó la vista para ocultar sus ojos lagrimosos ante la declaración. Quizás no era intención del Emperador hacerlo sonar tan despectivamente, pero hablaba como si él fuera sólo... sólo una ramera que servía para satisfacerlo sexualmente. Que esa era su misión ahora: casarse con él para tenerlo así siempre disponible.

No pareció ser el único en interpretarlo así.

—Mi Emperador —dijo con amabilidad otro Concejero—, no es necesario que se case con el doncel si sólo lo quiere para follarlo. Es su concubino y para eso está.

Estuvo a punto de estallar en llanto, por lo que se forzó a respirar varias veces para no hacerlo. Hasta quiso ponerse de pie y salir de allí, pero se obligó a permanecer en su lugar.

—Quiero casarme con él porque así lo deseo yo —replicó el Emperador—, y mis deseos van a cumplirse. No quiero escuchar ninguna protesta más.

Todos obedecieron, incluso Yoongi, cuya mirada era más molesta al retirarse. Hoseok acompañó al Emperador a sus aposentos, escuchándolo hablar en silencio y apenas hablando. No quería quedarse a solas con él, no luego de lo que había ocurrido y el miedo que sentía, pero no podía escaparse.

—Nos casaremos en siete amaneceres más —le dijo el hombre a la cena—, mañana vendrán modistas a prepararte.

—Bueno, mi Emperador —contestó Hoseok, tomando valor para hablar—. Yo... me preguntaba por mis padres. ¿E-ellos podrán venir?

—Claro —Jongshin acarició su barba—, tus padres deben estar presentes en la ceremonia de casamiento. Les enviaré una invitación para que vengan a quedarse una temporada aquí.

—Muchas gracias, mi Emperador —Hoseok trató de sonreírle—. ¿Quiere un poco más de vino?

Ante el asentimiento, se puso de pie para recoger la copa del Emperador e ir por la jarra de vino. Sus manos temblaron cuando sacó el pequeño frasquito y vertió un poco de polvo dentro de la copa antes de rellenarla con vino. El Emperador bebió todo sin una señal de sospecha.

Los siguientes días transcurrieron con más rapidez de la que hubiera deseado. Hoseok estuvo muy atareado con todo, yendo de un lugar hacia otro por los arreglos de la coronación y boda. Apenas tenía algo de descanso, y aun así, encontró un espacio para poder verse con Yoongi.

—Tengo miedo —susurró, apoyando su cabeza en el pecho desnudo de Yoongi.

—No debes tenerlo —aseguró Yoongi—, yo voy a cuidarte y protegerte siempre.

Lo único bueno fue cuando sus padres y hermana llegaron, abrazándolo con fuerza. Fue tanta la emoción que Hoseok estalló en llanto al verlos, aferrándose a su padre por lo mucho que los extrañaba. Ellos lo felicitaron por su compromiso y trató de fingir alegría, pues tampoco quería preocuparlos, no cuando su prometido era el Emperador. Hoseok no quería provocar su ira, por lo que se mantuvo sonriendo gran parte de los días, hasta que llegó la coronación y boda.

—Dioses, como te amo.

Hoseok mordió el hombro de Yoongi para ahogar el grito de placer de su boca, moviendo sus caderas al ritmo de las embestidas. Yoongi le besaba el cuello antes de subir a su oreja, susurrándole esas palabras antes de atrapar su lóbulo con los labios y chupar. Un escalofrío recorrió a Hoseok por la sensación.

Ese día había sido la coronación. La tradición dictaba que primero era eso, la coronación y luego la boda, y el debía estar esos días, hasta la boda, en el Palacio Independiente, sin el Emperador. Hoseok pensó que Yoongi no se aparecería, sin embargo, se había colado en sus aposentos pasada la medianoche, vestido como un guardia. Hoseok no tuvo que haberse excitado, pero verlo con esas ropas provocó que se le lanzara encima casi de inmediato.

—Mi preciosa Emperatriz de cabellos brillantes —le susurró Yoongi, embistiendo sin descanso en su agujero. Hoseok tenía una pierna apoyada en el trasero de Yoongi, ayudándolo con el movimiento—, mi amor de sonrisa de corazón y ojos como el sol...

—Mi esposo —jadeó Hoseok, con el orgasmo construyéndose—, mi único esposo, mi verdadero esposo...

El primer revolcón fue así, dulce y tierno. El segundo fue más salvaje y sucio, con Yoongi tomándolo boca abajo ahora, con su culo levantado y su cabeza ahogada entre los almohadones para reprimir los gritos.

—¿Qué diría el Emperador si viera como su hijo se folla a su Emperatriz? —le dijo Yoongi al oído antes de azotarlo con fuerza—. Mierda, como me encantaría ver su cara...

—Yoongi —gimió Hoseok con la voz rota—, más, más...

—Por supuesto, amor —Yoongi se rió en su oído—, todo por mi pequeña y hermosa puta.

Yoongi se quedó en su cama, entre sus piernas, hasta que amaneció. Hoseok le dio un último regalo de despedida cuando se arrodilló para tomarlo con la boca, tragando toda su esencia, y luego tuvo que correr a limpiarse para que no descubrieran el semen derramado en sus piernas y vientre.

La boda fue rápida y pasó casi sin pena ni gloria para Hoseok. Tuvo que ignorar la mirada de la Concubina Imperial y luego fingir sonrisas ante las falsas felicitaciones que muchos le dieron.

—Príncipe Heredero —dijo el Emperador cuando Yoongi se les acercó a dejar su regalo—, no quiero escuchar más tus comentarios impropios. Hoseok ahora es tu Emperatriz.

Yoongi inclinó la cabeza con indiferencia.

—Aunque la puta se vista con seda, puta queda —dijo con tono ácido y cruel.

El Emperador enrojeció por la ira y Hoseok le dio la mano, negando con la cabeza. No se sentía herido, pues Yoongi tenía razón: él era la puta de Yoongi aunque vistiera esas ropas exquisitas.

—Ignórelo, mi Emperador —le dijo suavemente—, el Príncipe Heredero está borracho.

Humor pintó el rostro de Yoongi, pero se marchó sin otra palabra hacia ellos.

Pronto se acostumbró a esa nueva posición de poder. No era demasiado diferente a ser concubino, reflexionó nueve amaneceres después, sólo que ahora la gente le hablaba de manera distante y sin mirarlo a los ojos. Y, claro, todos obedecían sus órdenes. Habría sido disfrutable si no hubiera tenido que seguir compartiendo sus noches con el Emperador.

—Le pediré al médico Han que te prepare un té —le dijo una noche, mientras cenaban—, me preocupa que no estés embarazado todavía, Hoseok.

El doncel bebió de su vino con calma. Había aprendido, poco a poco, a mantener sus expresiones a raya.

—Pensé que no era un tema que quedara embarazado, mi Emperador —dijo con una sonrisa ligera.

—No lo es —afirmó Jongshin—, pero me preocupa que no lo hayas quedado todavía, Hoseok. Y cada vez pienso más en que debes ser hermoso cargando un bebé —le agarró la barbilla—. Quiero un hijo y vas a dármelo.

No era una petición ni un favor. Era una orden.

—Por supuesto, mi Emperador —contestó Hoseok—. ¿Quiere más vino?

Esta vez procuró echarle un poco más de acónito a la bebida.

—¿Un hijo? —se rió Yoongi luego de que se lo contara—. ¿Ese anciano decrépito será capaz de dejarte embarazado con su vieja y flácida polla? —Hoseok comenzó a mover sus caderas, montándolo entre gemidos—. ¿De quién quieres un hijo, perra?

—¡De... de ti! —gimió Hoseok—. ¡Sólo de ti!

—Eso es lo único que quieres —siseó Yoongi—, que te deje embarazado una, dos, tres veces, ser sólo mi zorra...

Una luna después del matrimonio comenzaron los síntomas en el Emperador. Hoseok había notado que estaba comiendo menos, como si tuviera menos apetito, mientras que su cara había perdido color. También se cansaba más rápido y no duraba tanto, notó, hasta el punto de que en el sexo apenas podía ponerse erecto y, si lo hacía, se corría casi de inmediato.

Hoseok no debería irritarse, sin embargo, su apetito sexual era grande gracias a Yoongi. Sólo la noche de la celebración de su primavera dieciocho, se escabulló para montar al Príncipe Heredero sin descanso alguno. Maldito fuera Yoongi.

Luego vinieron las náuseas y vómitos. La primera vez que vomitó, Hoseok tuvo que ayudarlo a volver a la cama mientras llamaba al médico Han, con el Emperador casi inconsciente. En el breve lapso en que el médico no llegaba, Hoseok agarró la copa de vino del Emperador, echándole agua y vertiendo el líquido en una planta para así limpiarla.

—¿Será algo que comió? —preguntó con aspecto preocupado—. Él estaba bien hace un momento...

—Tiene algo de fiebre —dijo el médico Han, tomándole el pulso— y la garganta hinchada. Podría ser una alergia o... —una mirada de sospecha—, veneno...

—¿Veneno? —Hoseok palideció—. ¿Cómo? ¿Quién querría envenenarlo?

—¿La comida pasó por un catador antes?

—¡Claro! —Hoseok agarró la mano del Emperador—. Por los dioses, mi Emperador...

El médico Han le dio algunas infusiones y el Emperador durmió el resto de la noche de un tirón. A la mañana siguiente, volvía a verse mejor, aunque algo cansado.

—Es mejor que se quede en la cama, mi Emperador —dijo Hoseok con cariño—, no tiene que preocuparse por nada, yo le voy a cuidar y atender.

—Tengo muchas cosas qué hacer —suspiró el Emperador.

—Lo sé, pero no le hará bien salir —Hoseok se inclinó a besarle la frente—, lo importante es que se mejore y recupere sus fuerzas.

Yoongi le había dado instrucciones muy claras respecto a cómo proceder de ahora en adelante. Suspendió el veneno por algunos amaneceres, los suficientes para que el Emperador se recuperara y anduviera mejor para así levantar cualquier sospecha. Una vez lo consideró suficiente, volvió a usarlo.

—¿Será la edad? —preguntó Yeji la segunda vez que cayó enfermo, ahora más grave: hubo no sólo vómitos, sino que también diarrea y un desmayo—. Mi padre ya no es un hombre joven...

Hoseok trató de no sonreír irónicamente ante esas palabras. ¿Era necesario que las dijera en voz alta? Él sabía muy bien que su esposo no era un jovencito, no como su Yoongi, que rebozaba juventud y fuerza.

—Va a mejorar —aseguró Hoseok, poniéndole un paño frío en la frente para bajar su fiebre—, mi Emperador tiene la fuerza necesaria para salir adelante, ya verás.

Así fue. Como antes, sacó la dosis de veneno y, aunque se recuperó, el Emperador quedó muy maltrecho. Caminaba a paso lento ahora y Hoseok siempre lo llevaba del brazo, además de que solía pedir que las sesiones del Concejo fueran más breves para no agotarlo. Dormía más de lo normal, también, y ya ni siquiera trataba de tomarlo por las noches.

Las miradas, de manera inevitable, se voltearon hacia Yoongi. El Príncipe Heredero empezó a dirigir algunas sesiones y, mientras el Emperador descansaba, se habló de su matrimonio.

—Joohyun es la candidata por excelencia, mi Señor —habló el Sumo Sacerdote en ese Concejo. Hoseok debía ir para luego informar al Emperador, y mantuvo su expresión tranquila—, ha sido preparada desde niña...

—Jisoo también lo ha sido —replicó el general Kim, su padre—. Las princesas Kim y Chou podrían aportar con alianzas, además.

—Es muy pronto para hablar de matrimonio —dijo Hoseok con el ceño ligeramente fruncido, tratando de no verse celoso—, mi Emperador tiene, además, derecho a opinar.

—Es mi matrimonio —espetó Yoongi—, y usted, Emperatriz, no tiene nada qué decir. Yo decidiré con quién casarme.

—Como tu Emperatriz...

—Tiene que ir a cuidar de mi padre —le interrumpió el Príncipe Heredero, y la discusión quedó allí.

Hoseok, por supuesto, fue a verlo más tarde. Se arrodilló entre sus piernas y lo tomó con la boca, antes de subirse en su regazo y montarlo.

—No te casarás con nadie más —le dijo entre gemidos, rebotando sin descanso—. ¡Soy yo tú único esposo, Yoongi!

—Claro, por supuesto —gimió Yoongi—, mi única Emperatriz eres tú, Hoba, mi precioso Hoba...

La tercera decaída del Emperador pareció ser fulminante. La primavera había llegado hacía poco y decidieron salir a dar un paso, el médico Han recomendó aire libre, pero mientras estaban descansando en el pabellón, con Hoseok sirviéndole un té, el Emperador empezó con nuevos vómitos y obnubilación. Tuvieron que llevarlo a sus aposentos entre dos guardias, con Hoseok rompiendo en llanto por la angustia. El médico Han le dio un poco de láudano para que pudiera descansar luego de que Jongshin se quejara por los dolores.

—Habrá que ver cómo evoluciona —dijo el anciano hacia Hoseok, que no dejaba de llorar—, pero Emperatriz, debería estar preparado para lo peor...

—¡No! —sollozó Hoseok—. ¡No, mi Emperador no va a morir!

Hubo muchas visitas los siguientes amaneceres. Las concubinas del Emperador aparecieron, incluso la Concubina Imperial, que lo miró con odio.

—Es tu culpa —le siseó ella—, desde que estás con él que ha caído enfermo. ¿Lo estás envenenando, puta descarada?

Hoseok chasqueó su lengua y la abofeteó. Ella retrocedió, sorprendida.

—Soy tu Emperatriz y me debes respeto —le dijo con furia—. ¡No te atrevas a ofenderme otra vez o voy a ordenar que te encierren en los calabozos!

La concubina Im parecía a punto de golpearlo, pero Namjoon, que estaba allí, se interpuso con gesto frío. A la mujer no le quedó más que retroceder, mirándolo con desprecio una vez más. Hoseok iba a tener que deshacerse de ella, y una idea apareció en su cabeza.

El Emperador ahora dormía casi todo el día, y si estaba despierto, solía quejarse por el dolor. Decía que todo le dolía, incluso el hecho de estar acostado, y la comida debían servírsela casi siempre en forma de papilla. Hoseok bajó la dosis del veneno, que se lo daba ahora en agua, para que la muerte fuera lenta y menos fulminante. Yoongi le dijo, unas noches atrás, que ahora eso era suyo: la vida del Emperador estaba en sus manos y podía decidir cómo deshacerse de él luego de lo que le había hecho.

Eran pocas las personas que lo atendían, siendo él la persona principal que se encargaba de limpiarlo con un paño frío, de alimentarlo y cambiarle la ropa. Ya ni siquiera podía ir al baño, y aunque era repulsivo, en especial con el olor a enfermedad que empezó a emitir, Hoseok lo limpiaba sin duda alguna. No podía ir mucho con Yoongi para no levantar sospecha alguna, aunque no fue tan necesario, no cuando el Príncipe Heredero apareció por un pasadizo secreto una noche en que Hoseok quedó solo.

—Están esperando a su muerte —dijo Yoongi con gesto indiferente—, ya saben que pronto va a morir.

—Está agonizando —Hoseok comenzó a desvestirse, dejando que sus ropas cayeran al suelo—, pero ¿has venido a hablar de tu padre o a cumplir tu derecho conmigo?

—Puta caliente —Yoongi sonrió.

Hoseok lo era realmente, debía serlo, porque el hecho de que Yoongi lo estuviera follando así, con él apoyado en la madera del pie de la cama, observando directamente al Emperador inconsciente, provocó que su agujero se apretara alrededor de la polla del Príncipe. Yoongi pareció notarlo, porque aceleró sus embestidas.

—Mírate, tomándome frente a tu esposo moribundo —jadeó Yoongi—. No sabía que la Emperatriz podía ser una puta tan insaciable.

Hoseok ni siquiera sintió un poco de vergüenza, sus paredes anales ordeñando cada gota de la polla de Yoongi.

Hubo una pequeña mejora al día siguiente. El Emperador despertó e incluso fue capaz de hablar, y Hoseok le agarró la mano. Seguía con las ropas de la noche anterior, sin haberse limpiado, con el esperma derramado en su agujero.

—Vas a mejorar —le dijo Hoseok con ternura—, lo sé. Mi Emperador es un hombre fuerte.

—Ya no me siento tan fuerte —aceptó el Emperador—, casándote con este hombre viejo... Me has hecho feliz, Hoseok.

—Usted me ha hecho feliz a mí —aseguró Hoseok, besándole los nudillos—. Ya verá, todo irá bien ahora.

No fue así, por supuesto. Ese breve momento de lucidez le duró el día y, luego, volvió a caer en la inconsciencia y los dolores. Tres amaneceres después, se anunció su muerte: Min Jongshin, Emperador de Silla, murió de un infarto al corazón.

Esa misma noche, el cuerpo de la Concubina Imperial fue hallado colgado de una viga, pues se suicidó por el dolor de la pérdida del Emperador.

Los funerales no tardaron en organizarse. Hoseok lo veló los días correspondientes en compañía de los hijos del Emperador y dirigió la procesión hacia la tumba donde descansarían los restos de su marido.

—Tendrás que ordenar tus cosas para el Palacio de la Tierra —le dijo Yeji cuando la ceremonia acabó, con los ojos rojos e hinchados.

—Lo sé —Hoseok suspiró, apesadumbrado—, partiré después de la coronación del Príncipe Heredero.

—No sé si él te querrá allí —Yeji mordió su labio inferior—, con lo que te odia...

Hoseok no respondió, encogiéndose de hombros con gesto tranquilo.

La coronación fue la siguiente luna. Sin el Emperador, Hoseok pasaba casi todas sus noches siendo tomado por Yoongi, que ahora dejaba marcas en todo su cuerpo sin descanso alguno. Yoongi estaba insaciable y a Hoseok no le importaba, dejando de beber los tés que estuvo consumiendo para no quedar embarazado.

En el primer Concejo luego de que asumiera como Emperador, y el que se suponía debía ser el último de Hoseok, Yoongi dio su anuncio.

—Voy a casarme —dijo con calma—, ya lo he decidido —sonrió, mirando a Hoseok—. Me casaré con la Emperatriz Jung.

Los gritos de escándalo no se hicieron esperar. Hoseok se forzó a no sonreír, mientras escuchaba los reclamos, las protestas, sin embargo, no importaba nada más. Lo único que importaba es que ahora nadie lo iba a separar de Yoongi. 

Hoseok había, finalmente, reclamado lo que era suyo por derecho. 

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