La Joven Perdida

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La niebla cubría todo el paisaje que se hallaba delante de él y por mucho que intentará avanzar sólo conseguía dar pequeños pasos.
Entonces una voz femenina sonó a su espalda:

–Aún sigues perdido, Jace Velaryon.

El aludido se dio la vuelta de inmediato sin creer lo que acababa de oír... O mejor dicho a quien acababa de oír.

Sin embargo ahí estaba frente a él, con su vestido azul y su cabello blanco suelto mirándole con melancólicos ojos azules.

–Helaena...

Cuando el curso de la guerra se torno incierto, su tío Aegon decidió mandar lejos de la ciudad a ella y sus hijos pese a las súplicas de la propia Helaena de que no lo hiciera o al menos no al destino que él tenía pensado

"Pero él no hizo caso a sus palabras, nunca lo hacía, pese a que se ve que ella ya había demostrado ser una soñadora...", pensó Jace con tristeza.

Tan sólo dos semanas después de haber dejado Desembarco, la Reina Consorte fue hallada muerta a golpes a un lado de la carretera por los propios soldados Hightower que la esperaban junto con todos sus escoltas degollados y el príncipe Jaeharys con la cabeza fracturada

Según oiria el propio Jace tiempo después Helaena seguía sosteniendo entre sus brazos el cuerpo amoratado e hinchado de su hijo menor, Maelor

¿Jaehaera? Superviviente sólo gracias a qué se había logrado ocultar a tiempo y bien de los bandidos.

Cómo leyendole los pensamientos, la figura, Helaena se acercó a él con la misma expresión que antes.

–Tantos años y sigue pesandote el pasado por todos aquellos a los que sientes que no pudiste proteger...

Jace mascullo cerrando brevemente los ojos antes de susurrar.

–Y tengo razones para hacerlo, falle y gente querida mía sufrió e incluso murió por ello...

–Era una guerra Jace y la gente siempre sufre en las guerras. Sólo te pido que ahora protejas a mi hija, protegela de la felina disfrazada de cordero...

A medida que esas palabras eran pronunciadas la figura de Helaena se fue desvaneciendo para desesperanza de Jace.

–No, Hel, no te vayas tan pronto... Quiero decirte que no te merecías...

Pero ella ya había desaparecido. Su corazón se hinchó de tristeza ante la visión del paisaje nuevamente vacío.

Fue entonces cuando sintió la mano cálida en su hombro y para cuando se giró de nuevo se encontró con otras figuras familiares que le llenó de una nostalgia aún más fuerte.

Los seis estaban tal cómo él los recordaba durante la última vez que los viera.

Harwin, Luke, Joffrey y Rhaenyra unidos en un abrazo grupal junto con Rhaenys y Laenor que se mantenían algo más separados de ellos pero igualmente formaba parte visible de la estampa.

–Hijo mío - resonó la voz grave de su madre - Debes hacerle caso a tu tía... Céntrate en el presente y el futuro...

Jace no contestó sino que se limitó a intentar caminar hacia ellos sin embargo las piernas le fallaron para frustración suya.

–Madre... Sólo dime que no me odias, que entiendes que si intenté salvarla...

Sus ojos se humedecieron rápidamente al hablar.

–Oh Jace... - Ahora sus voces resonaron en conjunto delante de él-
E l único que siente aquí odio hacia ti eres tú mismo...

Sus voces se fueron alejando también haciendo qué él intentará de nuevo ir hacia ellos con desesperación.

–!!No, no me dejéis, no...¡¡
!!LUKE, MADRE, ABUELA, LAENOR... PADRE, POR FAVOR¡¡

Siguió suplicando durante varios segundos más antes de notar el tirón suave en su hombro derecho seguido de la voz de Baela:

–Jace, vamos, despierta

Él así lo hizo con los ojos todavía brillantes y rojos. Tardó unos momentos todavía en recuperar la compostura mientras su esposa le abrazaba con comprensión.

–Está bien, solo era una pesadilla.

Jace jadeo una última vez antes de que su respiración finalmente se estabilizara.

Baela mientras le contemplaba en silencio a la par que le secaba delicadamente los ojos.

–¿Puedo preguntar?...

Jace sacudió la cabeza mientras suspiraba.

–Mejor más tarde, Bae.

Ella asintió comprensiva antes de recostarse de nuevo, esta vez con las manos apoyadas en su vientre hinchado

Ese gesto logró animarle un poco.

–Lamentó haberte despertado, los Dioses saben que teniendo un nuevo pequeño dragón en camino lo último que necesitas es ser despertada en medio de la noche

Su susurro era de genuina disculpa sin embargo Baela emitió una ligera risa antes de hacer un gesto de rechazo con su mano derecha mientras mantenía la izquierda sobre su vientre.

–No te preocupes por mi, ya sabes que no es necesario

Jace finalmente sonrío de nuevo ante su comentario antes de acercarse más a ella

–Tú descansa igualmente. Para la mañana necesitaremos muchas fuerzas.

Baela suspiró antes de asentir.

Ella aún tardó bastante en dormirse pero aún mucho menos que él.

La imagen de su hermana Visenya persistia en su mente. Su risa, su modo de tararear, etc.

Pero aún más importante:

Ella no estaba entre la gente que le había recibido dentro de su sueño...

Todo Desembarco del Rey estaba inmersa en una gran celebración.

La confirmación oficial del compromiso nupcial entre el Príncipe Viserys y la Princesa Jaehaera era no sólo un motivo de dicha sino también de alivio dado que suponía un cierre definitivo al sangriento capítulo que se diera entre ambas ramas de la familia hacia una década

Además las princesas mellizas Rhaenyra y Laena cumplían su séptimo día del nombre y el propio Lord Cregan Stark había acudido junto con su primogénito Rickon

Al inicio de la guerra Jace le había prometido a Lord Cregan casar a una de sus futuras hijas con Rickon llegado el momento apropiado y el ahora rey pensaba realmente cumplir su promesa, por lo que ambas familias habían acordado que la princesa Laena y heredero de Invernalia se conocieran y establecieran una buena relación previamente a formalizar el compromiso nupcial.

Una festividad para todo el reino... Incluidos para los que tenían como objetivo renacer de las cenizas como Lady Cersei Lannister y Lady Myrcella Baratheon.

El invierno sin duda había llegado para ellas, primero con la muerte del padre de Myrcella, Robert, en un accidente de caza.

Luego, apenas dos años después, el hermano mediano de Myrcella, Joffrey, había muerto también por rotura de cuello al caerse de un caballo.

Aquello en verdad había devastado mucho más a Cersei que a Myrcella, pues Joffrey había sido siempre un niño cruel que disfrutaba, sólo por poner un ejemplo, poniendo hierros calientes bajo la almohada de la silla donde se sentaba su tío Tyrion o colocando arañas venenosas dentro de la ropa de las septas. En ambos casos Myrcella aún recordaba los gritos de las víctimas de su difunto hermano, y siendo honesta en el primer caso a ella no le sorprendería en lo absoluto que después de escuchar a su propio sobrino reírse de su "broma", la bofetada que Tyrion le diera se hubiera escuchado desde varios kilómetros.

Luego su hermano menor Tommen... Simplemente se había marchado, abandonado el hogar tanto paterno cómo materno,dejando apenas algunas notas de despedida.

Y por último sus primos, los hijos de Borros, sencillamente las había desterrado de Bastión de Tormentas. Nunca habían tenido una relación especialmente cercana pero Myrcella confiaba en que la relación familiar bastará para que ellos tuvieran empatía, al menos hacía ella.

Pero pues se ve que se había equivocado.

Eso es lo que las había llevado a ese momento, a estar en Desembarco del Rey, aprovechando que todas las grandes familias estaban presentes para obtener una nueva oportunidad... Incluso si la única manera de conseguirlo era a través del matrimonio con algún lord.

Myrcella ignoró el bulto que se le formó en la garganta ante esa idea mientras ella y su madre aguardaban pacientemente de pie ante las puertas  del salón del trono.

–Sé sonriente y cándida - susurraba Cersei dentro del oído de su hija.

Myrcella asintió de manera calmada, casi resignada. Despertar la simpatía de la familia real, o su interés al menos, sin duda era el primer paso para su objetivo.

La joven Baratheon paseó su mirada por las paredes a su alrededor a modo de combatir tanto su aburrimiento cómo su nerviosismo mientras a la vez toqueteaba su collar de cuentas.

Todas ellas estaban decorados con estandartes de color negro con dibujos de dragones rojos de tres cabezas en el centro. Un recordatorio sutil pero a la vez clara del poderío de los Targaryen-Velaryon.

¿Cómo será volar en un dragón? ¿Realmente te hará sentir mucho más cerca de los dioses que de los hombres?... Se preguntaba Myrcella a la vez que su mirada seguía centrada en los estandartes.

–Lady Cersei Lannister y Lady Myrcella Baratheon - La voz de del guardia real anunciandolas ante los reyes cortó de raíz sus pensamientos.

Su madre la sostuvo de manera firme por el brazo mientras las dos entraban en el salón.

Cersei había hecho confeccionar para Myrcella un elegante vestido rosa especialmente para la ocasión mientras ella por su parte llevaba un vestido color burdeos complementado por un peinado trenzado.

"Sé sonriente y cándida", esas palabras resonaron fuertemente dentro de la cabeza de Myrcella mientras madre e hija reverenciaban ante el Trono de Hierro

–Sus Majestades, cuánto honor es para nosotras el ser recibidas por ustedes. Que los Siete les den una larga y próspera vida por igual - La voz ensayadamente cortés de Cersei resonó a lo largo del salón mientras el Rey Jacaerys y la Reina Baela las observaban en silencio de manera atenta hasta que la consorte finalmente habló:

–Que los Siete os den a ambas una larga vida también, Lady Lannister y Lady Baratheon. Podéis levantaros.

Así lo hicieron y Myrcella dirigió la vista hacia delante suya. La Reina Consorte estaba sentada en otro trono situado al lado de su marido con un vientre de embarazo ya prominente a través de su vestido negro y a su lado se encontraban las princesas Rhaenyra y Laena llevando también los colores tradicionales de su familia paterna así como Lord Corlys Velaryon, Ser Addam Velaryon, su hermano Alyn Velaryon junto a su esposa Lady Rhaena Targaryen, los príncipes Aegon y Viserys y la Princesa Jaehaera.

Entendiendo que era su momento de actuar, Myrcella dio un paso adelante mientras hablaba:

–Sus excelencias, mi bienamada madre y yo hemos decidido otorgarles a las princesas los regalos más dignos que les hemos encontrado

Alzó la ligera caja de madera que sostenía antes de abrirla y mostrar un ordenado fardo de ropa que se hallaba entre sus manos ante la sorprendida mirada de todos los presentes,especialmente de las princesas.

Rhaenyra y Laena miraron de soslayo a sus padres antes de que ambos les diera permiso para ir a dónde Myrcella y que Rhaenyra agarrara entonces la caja con una sonrisa genuina de gratitud.

–Muchas gracias, Lady Baratheon. La Casa Targaryen y Velaryon no olvidará este gesto.

El rey no ocultó su satisfacción al escuchar la perfecta declamacion cortés de su heredera.

Myrcella le devolvió la sonrisa a la pequeña princesa, un gesto mutuo de afabilidad... Hasta que la joven Baratheon sintió algo raptando por su pierna. Al dirigir la vista hacia su pierna Myrcella vio entonces que se trataba de una araña.

Una enorme y peluda araña negra.

El grito de Myrcella retumbo a lo largo del Salón del Trono seguido del ruido estrepitoso cuando la joven, al echarse hacia atrás, tropezó con su propio vestido lo que causó que se cayera de bruces contra el suelo.

Las risas disimuladas no tardaron en aparecer en contraste con la actitud de las princesas que se apresuraron en tenderle las manos para ayudarla a levantarse.

–¿Os encontráis bien? - Susurró Rhaenyra a lo que Myrcella asintio escuetamente mientras por el rabillo del ojo veía cómo la princesa Jaehaera tomaba con las manos a la misma araña negra que la había asustado.

–Lo lamento, debe de haberse escapado mientras no estaba atenta... - se disculpó la princesa con la mirada semibaja

Myrcella asintió con un suspiro ya de resignación.

–No pasa nada, los accidentes ocurren.

Jaehaera la miró en silencio durante unos segundos, pareciendo algo insegura sin embargo finalmente asintió también antes de volver a su anterior posición con su araña todavía en manos.

Myrcella se dio la vuelta hacia su madre quien la esperaba con expresión escrutadora, haciendo que su hija sintiera el peso de su vergüenza cómo una piedra en su estómago.

El murmullo que escuchó mientras salían del salón no ayudó tampoco:

–Una leona sin colmillos asustandose de una araña...

Risas siguieron al comentario mientras Cersei y Myrcella abandonaban finalmente el lugar.

El maestre examinaba atentamente el fardo de vestidos puestos sobre la mesa con Jace y Baela a su lado. Después de unos segundos el hombre dio por concluida su tarea girandose entonces hacía los monarcas.

–No veo ningún rastro de veneno ni nada peligroso en las telas, Majestades. Yo diría que pues pueden estar tranquilos.

–Entendido. Muchas gracias Maestre Orwyn.

El maestre asintió con una reverencia antes de marcharse.

–Menos mal, nuestras hijas habrían estado desoladas de no haber podido disfrutar de estos vestidos - comentó Baela sardonica.

Jace sonrío ligeramente antes de palpar dos de los vestidos.

–La verdad es que son tejidos muy elegantes... Y caros. Tal parece que los leones quieren ganarse de nuevo nuestro favor cómo sea.

Baela suspiró ante su comentario. Después de que la guerra concluyera, los Lannister se habían visto en una situación realmente precaria debido a su antigua posición cómo uno de los mayores partidarios del Bando Verde. Muchas voces dentro del nuevo Consejo Real aconsejaron a Jace desterrar a los hermanos varones supervivientes, Jaime y Tyrion, al muro cómo ejemplo a seguir.

Sin embargo la situación daría un giro de 180 grados cuando en la coronación de Jace el propio Jaime Lannister no sólo le había jurado lealtad de buena gana sino que voluntariamente se había ofrecido para ingresar en la Guardia Real.

Hasta Corlys, siempre tan estoico, habia abierto los ojos por la sorpresa en ese momento.

Y por supuesto Jace no había podido rechazar semejante oportunidad.

Luego su hermano Tyrion se había hecho con el control de Casterly Rock:
"Yo también me uniría a la Guardia Real, Majestad, pero me temo que no soy apto..", habia dicho el hombre señalandose a su propia escasa altura.

Luego estaba Lady Cersei, la hermana melliza de Ser Jaime, esposa de Robert Baratheon, el único hermano de Lord Borros... O mejor dicho su viuda.

–En realidad parece más bien que es la leona quien necesita ganarse el favor de otra familia poderosa... - Apunto Baela en un susurro - Por lo que he oído Lady Cersei y sus hijos no tienen ya el favor de Bastión de Tormentas.

Jace frunció el ceño al escuchar ese comentario.

–¿Ah no? ¿Y sabes porqué?

Baela se encogió de hombros.

–Sólo he oído los típicos rumores, ya sabes. En cualquier caso, ¿Qué opinión te merecen nuestras invitadas?

Jace exhalo hondo mientras meditaba su respuesta.

–Aún no estoy seguro sobre Lady Cersei pero su hija parece una muchacha muy encantadora... Aunque le debemos una disculpa por poner a prueba sus cuerdas vocales sin querer.

Baela exhibió otra sonrisa irónica.

–Sí, la verdad es que eso es culpa mía por no ayudar a Jae a vigilar bien a sus mascotas.

Un toque en la puerta interrumpió su conversación.

–Adelante - Dijo Jace.

La puerta se abrió y Ser Addam entró en la habitación.

–Majestad, he oído que me ha mandado llamar.

Baela dirigió una mirada escrutadora tanto a Addam como a Jace y el rey se aclaró la garganta.

–Así es. Entra por favor.

Addam así lo hizo cerrando la puerta tras de si y esperando pacientemente a que Jace iniciará la conversación.

Jace tomó una larga respiración, este no era un tema fácil para él pero debía confrontarlo y él lo sabía.

–Anoche pensé en ella. En Visenya.

El silencio se instaló en la habitación a medida que Addam y Baela miraban fijamente a Jace con una mezcla de empatía y preocupación.

–No soy ningún ingenuo, soy totalmente consciente de que lo más probable es que mi hermana esté muerta. Sin embargo aún si es así, quiero saber entonces dónde está enterrada o al menos averiguar lo que le ocurrió... Es por eso que he decidido reiniciar de nuevo su búsqueda. Sólo que esta vez será algo diferente. Y es que ahora la recompensa para quien de con el paradero de la princesa Visenya Velaryon será 500 dragones de oro y un puesto de confianza dentro de la corte.

Myrcella se encontraba paseando por los jardines de la Fortaleza Roja llevando aún el vestido rosa con el que se habia presentado ante los reyes.

"Menudo desastre he hecho, haciendo el ridículo en mi primer día", pensó mientras desfloraba una rosa.

–No creo que a la Reina le guste que masacrees de esa forma sus flores favoritas - la sobresalto una voz masculina a sus espaldas.

Ella se giró rápidamente.

–¿Tío Jaime? ¿Qué haces aquí? - preguntó ella al verle haciendo que el caballero sonriera.

–He oído que causaste buena impresión en el Salón del Trono y quería felicitarte - Replicó Jaime en su habitual tono ligero.

–Oh, si con "buena impresión" quieres decir que he quedado como una bufona, si, supongo que en efecto así ha sido... - Replicó ella acariciando de nuevo entre sus dedos las cuentas negras y escarlatas de su collar.

Jaime gruño.

–¿Lo dices por ese incidente con la araña de la princesa? Más bien deberían dar gracias a que no la matarás de un golpe cómo sin duda muchos habrían hecho...

–Bueno en ese caso me alegró de no ser cómo ellos.

Replicó Myrcella mientras dejaba en el suelo la rosa para empezar a andar al lado de Jaime.

Él la miró con una sonrisa de orgullo.

–Lo sé, y luego yo también me alegro de ello.
Sabes, habrá muchos invitados distinguidos en la recepción que se celebrará esta noche.

–Sí, Madre me ha hablado de ello. Quiere que esté aún más radiante ahora, ser un buen foco de atención cómo mínimo.

–Hmmm... Lógico. Sabe que eres merecedora de un buen partido y quiere asegurarse de que en efecto lo obtengas.

Myrcella reprimio una mirada de desasosiego ante esas palabras, un gesto ya habitual en ella.

–Tío Jaime... Hay algo que me gustaría que supieras...

Él lanzó una carcajada al oírla.

–No me lo digas, ya le has echado el ojo a algún muchacho, ¿no es así? Algo lógico también...

–No quiero casarme - le interrumpió ella de manera más súbita de lo que ella misma pretendía.

La actitud jovial de Jaime se desvaneció.

–¿Qué quieres decir con que no quieres casarte, Cella?

–Pues... Que no se me hace atractiva la idea de estar con ningún hombre.  Ni tan siquiera siento deseos de enamorarme de alguno, no... Sencillamente no es para mí.

El silencio se instaló en el sitio hasta que Jaime lanzó un largo suspiró mientras se pasaba la mano por el pelo.

–Ay Cella...

Un ruido de pasos metálicos resonó cerca de ellos haciendo que él resoplara fastidiado.

–Lo lamento pero tengo que irme. Hablamos más tarde, ¿de acuerdo?

Myrcella asintió resignada.

–Lo entiendo. Aquí estaré.

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