CAPÍTULO 2: «CHRIS, SU NOMBRE ES CHRIS»

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De camino a casa, Mack y yo estuvimos comentando lo ocurrido en las taquillas con Adams. Mack me había dado la razón en que era un chulo y un engreído. ¡Cómo no iba a tenerla! Se había comportado como un imbécil conmigo y ni siquiera me conocía.

Aquel día, Mack iba a comer en mi casa. Como Chad se había tenido que ir a casa de sus abuelos, se uniría a nosotras en cuanto acabara.

—¿Cómo está Mason? —preguntó Mack a pocos minutos de llegar a casa—. Hace meses que no lo veo —dijo, mirando por la ventana. Mack y Mason se conocían desde pequeños, al final mi mejor amiga había pasado muchas tardes en mi casa jugando a las muñecas o viendo películas ñoñas. Pero Mason comenzó a desaparecer después de la muerte de mi padre, y las pocas veces que Mack venía a mi casa y mi hermano también estaba, se encerraba en su habitación e ignoraba a todo el mundo.

—Bien, ha cambiado mucho estos últimos meses. Ya te lo dije, parece que va en serio —Giré a la derecha y aparqué enfrente de mi casa.

—Espero poder reconocerlo —Bromeó. Aparqué en mi casa y no me sorprendí al no ver el coche de mi madre. Otro día más trabajando.

—¡Mason! ¿Estás en casa? —grité para que pudiera oírme. Dejé las llaves en la entrada y esperé. Nada—. Se habrá ido a la biblioteca a estudiar. O igual está con sus amigos, no sé. —Me encogí de hombros.

—Es igual, ya le veré otro día —Sonrió y caminamos hacia la cocina. Teníamos hambre, y una Abbie hambrienta era peligrosa.

—¡Abbie! ¿¡Eres tú!? —Oí a mi hermano gritar. Escuché cómo bajaba las escaleras estrepitosamente. Dejé los platos sobre la mesa mientras Mack sacaba la lasaña del frigorífico—. Estaba dormido, perdón, no te había... —Se quedó mudo y se detuvo en seco cuando se dio cuenta de que no estaba sola en la cocina. Sus ojos se clavaron en Mack, y la analizó de pies a cabeza con la boca entreabierta.

Mack sonrió de forma amistosa y se acercó a Mason.

—¡Hola de nuevo! Hacía tiempo que no nos veíamos, ¿verdad? —preguntó Mack y le dio dos besos a mi hermano, que seguía estático en el sitio. Un silencio incómodo se instaló en la cocina hasta que mi hermano consiguió que su cerebro de mosquito funcionase lo suficiente como para responder.

—¿Mackenzie? —preguntó asombrado.

—La misma. —Volvió a sonreír.

—Has... —Se aclaró la garganta—. Has cambiado mucho —El tono de sorpresa no abandonaba su voz.

—Sí, me he dejado crecer el pelo —dijo Mack con modestia.

—No, no es eso... —Mason seguía mirándola embobado y aquello era cada vez más absurdo.

—¿Alguien va a ayudarme con la mesa, o me como toda la lasaña yo sola? Sabéis que soy capaz —amenacé. Mason reaccionó y Mack se encargó de sacar unos vasos del armario de la cocina. Pude ver cómo mi hermano le lanzaba miradas furtivas de vez en cuando, aunque ella estaba más entretenida comiéndose con los ojos la lasaña.

Nos sentamos a comer en silencio. Mack disfrutaba feliz de su lasaña, sin embargo, Mason no levantaba prácticamente la vista del plato. ¿Por qué Mason estaba tan raro?

—¿Se puede saber qué narices te pasa? —le pregunté sin rodeos, rompiendo ese abrumador silencio.

—Estaba pensando. —Rio nervioso. ¿Nervioso? Giró la cabeza y centró su mirada en Mack—. Oye, Mack... ¿Qué tal te va? —La observó fijamente. Ella terminó de masticar la lasaña para poder responder.

—Bien, este último año es una mierda porque es el último, pero al menos tengo a Abbie y a Chad. —Sonrió, y me guiñó un ojo. Le sonreí de vuelta con la lasaña a medio masticar todavía en la boca. Mack puso cara de asco.

—¿Chad? —preguntó interesado. Lo miré extrañada, él ya sabía quién era Chad.

—Sí, ¿no te acuerdas de él? —respondí yo—. Ya sabes, Chad, el chico que venía a casa a jugar conmigo, el mismo Chad con el que me he ido de vacaciones —expliqué y metí un bocado de lasaña en la boca. ¿Acaso Mason tenía alzheimer repentino?

—Sí, claro, Chad. Sólo que no sabía que los tres erais tan amigos —dijo receloso. Seguía sin entender su actitud. Parecía que le molestaba hablar de Chad.

—¡Y tanto que amigos! Mack y Chad se llevan muy bien... —Sonreí y miré a mi mejor amiga. Su mirada asesina estaba puesta en mí— A veces siento que soy Joey con Monica y Chandler. —Miré a Mason, pero él seguía observando a Mack. Asintió lentamente repetidas veces. Claramente no había entendido mi referencia a FRIENDS.

Terminamos de comer y recogimos la mesa.

—Nos vamos a mi cuarto —avisé a Mason.

—Vale, pasadlo bien —dijo algo nervioso sin apartar los ojos de Mack—. Estaré aquí un rato, pero luego me tendré que marchar. —Asentí con la cabeza.

—¡Adiós! —se despidió mi mejor amiga. Mason sonrió débilmente y continuó con lo que estaba haciendo.

—¿Es así siempre? —preguntó Mack mientras subíamos las escaleras.

—No, hoy estaba especialmente raro —dije después de cerrar la puerta de la habitación—. Tendrá la regla —bromeé.

Mack y yo nos tumbamos en la cama y cada una se puso a trastear con su teléfono. Aquellos planes eran geniales, no hacer nada, pero juntas.

Apenas una hora más tarde, sonó el timbre de la entrada. Mason ya había abierto la puerta para cuando llegué yo.

—Hola. ¿Tú eres...? —preguntó mi hermano con los brazos cruzados. Chad estaba en la entrada con una enorme sonrisa amistosa.

—Hola, soy Chad, un amigo de Abbie —se presentó—. ¿Mason? —preguntó sorprendido.

—Sí, hola de nuevo —Mason todavía no se había apartado de la puerta para que Chad pudiese pasar. Mantuvo sus brazos cruzados y siguió observándole. ¿Pero qué coño le pasaba?

—¡Pero apártate, imbécil! —Empujé a mi hermano y dejé entrar a Chad. En ese instante, Mack bajó las escaleras y en cuanto le vio, se le iluminó la cara. Chad se quedó plantado en el sitio, observando a Mack con una sonrisa de idiota en la cara.

—Hola... —Sonrió embobada.

—Hola. —Le sonrió de vuelta Chad. ¿Cómo eran tan tontos de no darse cuenta de que se gustaban? ¡Era ridículo!

—No hagáis mucho el gilipollas —nos advirtió Mason. Miró de arriba abajo a Chad y se marchó al salón. En serio, ¿cuál era su problema?

—Creo que no le he caído muy bien —Sonrió Chad, incómodo. Negué con la cabeza y miré en dirección del salón con el ceño fruncido. Mi hermano era idiota.

Nos pasamos toda  la tarde encerrados en mi cuarto. Se suponía que habíamos quedado para estudiar juntos, pero nadie tocó un libro.

—La próxima vez podrías avisar antes de traer gente a casa —me reprochó nada más cerré la puerta de la entrada después de que se marcharan mis amigos. Le miré, recelosa.

—Nunca lo he hecho, no veo por qué iba a empezar a hacerlo ahora —Continué mi camino. Oí cómo mi hermano me seguía.

—Pues porque las cosas han cambiado. No puedes hacer lo que te da la gana —Se cruzó de brazos y me observó. ¿Iba en serio?

—¿Bromeas, cierto? —pregunté, incrédula—. Mira, me alegra que hayas espabilado y madurado. Pero si me apetece traer amigos a casa, lo haré. Me las he arreglado muy bien estos años sola —dije, sin tapujos. Mason apretaba los labios, como si no quisiera decir algo que no debía.

—Eso no es justo, Abbigail... —Odiaba cuando utilizaba mi nombre completo—. Ya me disculpé por eso.

—Y te perdoné. —Suavicé mi tono de voz y busqué las palabras correctas—. Agradezco mucho que te preocupes por mí, pero ya no tengo diez años. —Aquella conversación ya no iba sobre traer amigos a casa, y él lo sabía. Me acerqué a él y le sonreí—. Acudiré a ti siempre que lo necesite, pero no me agobies. No puedo pasar de cero a cien en dos días.

—Perdón, no sé cómo hacer estas cosas —se disculpó, frustrado.

—No te preocupes, yo tampoco —dije, sonriente, haciendo que Mason sonriera también.

—Gracias —dijo, aliviado. Me acerqué a él y le di un abrazo. Besé su mejilla y me alejé de él.

—De nada. Ahora déjame ir para que pueda ducharme. —Me solté de su abrazo—. Tú deberías ducharte también —bromeé mientras me tapaba la nariz y arrugaba la cara.

—Vete antes de que restriegue mi axila maloliente por tu almohada esta noche. —Levanté los brazos en señal de rendición y subí las escaleras riendo.

Aquella noche, pensé en el chico moreno de mi clase de Matemáticas. Adams. Había conseguido que le odiase en tan sólo un día. Eso debía ser un récord. No conseguía entender cómo era posible que tanta prepotencia e irritabilidad cupiese en un único cuerpo humano.

A la mañana siguiente me desperté sin necesidad de alarma. Me sentía con una energía vigorosa, ni siquiera vagueé en la cama como solía hacer todas las mañanas, lo que generalmente me hacía salir tarde de casa.

—Te veo de buen humor —dijo mi hermano al verme entrar en la cocina.

—Lo estoy —confirmé. Me serví el desayuno y me senté a su lado—. ¿Mamá? —pregunté, sin verdadero interés. Podía intuir la respuesta.

—Se ha tenido que marchar pronto. Esta semana ha cogido turno doble —me explicó.

—Como todas, entonces —bufé. Mi madre y yo no coincidíamos casi nunca en casa. Muchas veces se quedaba a dormir en el trabajo porque no tenía tiempo de venir. O ganas—. ¿Qué haces levantado tan pronto si no tienes universidad hoy?

—Tengo una entrevista de trabajo y quería ir con tiempo —dijo, y fue en ese momento en el que me fijé en lo que llevaba puesto. El jersey blanco resaltaba el color miel de sus ojos y llevaba puestos unos pantalones grises oscuros de vestir y unas deportivas blancas nuevas.

—¿Cuál es el trabajo? —pregunté mientras removía mi café.

—Mecánico. Sería el puesto perfecto para la carrera que estoy haciendo —dijo sonriente.

—Mucha mierda, entonces —Sonreí y le di un bocado a mi tostada.

Me lavé los dientes después de desayunar y antes de despedirme de Mason, le di un abrazo y le deseé buena suerte otra vez.

Salí por la puerta y me coloqué la cazadora rápidamente. Para estar en septiembre hacía un frío invernal. Me monté en el coche y me di prisa en poner la calefacción. Froté mis manos y después de unos escasos minutos, me dirigí a casa de Mack. Aunque no llegaba tarde, ella ya estaba fuera esperándome. Como siempre.

—¿Por qué llegas tan pronto? —Se montó en el coche y me observó.

—Hoy me he levantado de un humor excelente. —Sonreí y aceleré. Cantamos al ritmo de la música de camino a casa de Chad, quien para mi sorpresa, también nos esperaba fuera.

—¡Hoy es el día en el que todo el mundo llega pronto, al parecer! —exclamó divertida mi amiga.

—Mi padre me ha despertado a las seis y media de la mañana porque no entendía cómo funcionaba el Adobe Acrobat —se quejó Chad. Mack y yo reímos.

Conduje al instituto mientras charlaba con mis amigos. Sin embargo, me acordé de la conversación que había tenido con Mason, y mi buen humor disminuyó.

—¿Todo bien? —me preguntó Chad.

—Sí, sólo... —Fruncí el ceño—. Mason me ha dicho que mi madre ha vuelto a coger turno doble. Por eso no va a estar en casa esta semana —dije sin apartar la vista del frente.

—¿Tu madre alguna vez duerme en casa? —preguntó Mack, extrañada.

—Si lo hace, yo no me entero —Me encogí de hombros.

—¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ella? —Su pregunta me tomó por sorpresa porque ni yo sabía la respuesta.

—Creo que hace dos meses, antes de irnos de vacaciones —Me detuve en una semáforo en rojo. No quería repetir lo del día anterior.

—¿No la echas de menos? —preguntó cuidadosamente. Mack sabía que era un tema que me desagradaba y que me ponía triste. Había perdido la cuenta de la cantidad de noches que me había pasado en vela, llorando en mi cuarto porque pensaba que mi madre ya no quería.

—Me he acostumbrado a no verla en casa. Las veces que está, tampoco me avisa, así que no me ha quedado otra —expliqué. Mis manos apretaban ligeramente el volante. Odiaba hablar de mi madre.

Llegamos pronto. Los tres agarramos nuestras mochilas y nos bajamos del coche. Entramos en el instituto y cada uno fue a su taquilla. Metí mi cazadora en la mía y me fui a girar a hablar con Mack, pero un cuerpo me impidió verla. Adams. No recordaba que su taquilla ahora estaba entre la mía y la de mi mejor amiga.

—Buenos días, Pinocho —me saludó—. ¿Cuánto te ha costado la rinoplastia? Quevedo te estará envidiando ahora mismo desde su tumba —se burló de mí y sonrió, orgulloso de su broma. Apreté los dientes y respiré hondo. No debía dejar que ese estúpido mermara mi buen humor. Mack se asomó por detrás de Adams con las cejas levantadas.

—¿Pero a ti qué te pasa conmigo? —le pregunté de la forma más desagradable que pude. Apoyé mi peso en una pierna y le miré con los ojos entrecerrados, demostrando que estaba enfadada.

—Burlarme de ti me hace gracia —Se encogió de hombros y sacó un libro de su taquilla. Le fulminé con los ojos y me preparé para contestar, pero el sonido del timbre me interrumpió—. Nos vemos en clase, Pinocho —Sonrió una última vez antes de marcharse. Me quedé parada pensando en lo último que había dicho y después de unos segundos, lo comprendí. Tenía clase de Matemáticas ahora, y no sólo eso, si no llegaba en menos de treinta segundos, el profesor Harris no me dejaría entrar en clase. A pesar de que la idea era tentadora, rebusqué entre los libros de mi taquilla aquel en el que ponía Matemáticas y salí corriendo.

—¡Nos vemos luego, Mack! —grité para que pudiese oírme y la oí reírse. Corrí por todo el instituto, y cuando creía que nunca lo conseguiría, atravesé la puerta de clase justo antes que el profesor. Éste me fulminó con los ojos y movió su bigote de un lado a otro.

—Señorita Williams, ¿algún día tiene pensado llegar a la hora a clase?

-Si yo he llegado tarde, entonces usted también. —Me arrepentí de haber dicho eso en alto en cuanto observé cómo las fosas nasales del señor Harris se abrían y cerraban con fuerza. Estaba enfadado—. Bueno, yo creo que mejor me voy sentando , ¿eh? —Sonreí nerviosa y entré rápidamente antes de que decidiera echarme de clase otra vez. No encontré más sitios vacíos que el que estaba al lado de Adams, el mismo de ayer. Resignada, me senté a su lado.

—Creo que al profesor Harris no le caes muy bien —susurró el engreído. Le miré desinteresada y volví a girar mi cabeza al frente. No quería darle el placer de ponerme a discutir con él. Además, ya estaba bajo el punto de mira del profesor, igual todavía podía aprobar aquella asignatura.

Me mantuve callada mientras el profesor explicaba. Adams intentó hacerme enfadar un par de veces a lo largo de clase, pero decidí ignorarle. El día anterior había empezado con mal pie con el profesor por su culpa y ahora se creía que era una irresponsable y una insensata. Entonces, si ignoraba al zoquete y fingía que no existía, podría tal vez demostrarle que el imbécil sólo era él y que yo quería sacar adelante esta asignatura lo mejor posible.

En cuanto sonó la alarma me levanté y ni me molesté en decir adiós a mi compañero de mesa. Me di prisa en llegar a mi taquilla y sacar los libros de mi siguiente asignatura. Sabía que Adams estaría de camino y no me apetecía encontrarme con él. Ya había tenido suficiente con sus idioteces en clase. Vi a Chad en su taquilla y casi corrí en su encuentro.

—¿Qué haces, Abbie? —me preguntó extrañado.

—A partir de ahora el lugar de reunión va a ser tu taquilla, no las nuestras —le expliqué mi nueva idea.

—¿Y eso? —Chad rio.

—Por el pesado de Matemáticas, y de la taquilla, y bueno, ¡pesado en general! —exclamé, exasperada— Tengo suficiente con tener que aguantarle en clase, mi dosis de la semana está completa —me quejé. Chad se rio de mí y cuando se calmó, cerró la taquilla.

—¿De verdad es tan insoportable? —preguntó divertido. Se apoyó en la taquilla y con una sonrisa, cruzó sus brazos.

—¡Sí, de verdad! Y no es sólo eso, es un creído y un prepotente. Se piensa que puede tratar a todo el mundo como le da la gana. ¡Se cree el rey del mambo! —exclamé, frustrada.

—Ya entiendo, ese tal Adams no es muy buena compa...

—¡Chris! —gritó mi mejor amiga, que acababa de llegar—. Se llama Chris —Me giré sobre mis pies y observé a Mack.

—¿Chris? —Mack asintió—. ¿Y tú cómo sabes eso?

—Estaba sacando los libros de mi taquilla, cuando este chico, Chris, ha llegado. Entonces Britanny se ha acercado y se ha puesto a charlar con él —explicó aceleradamente. Abrí la boca sorprendida y la interrumpí antes de que se quedara sin aire en los pulmones.

—Britanny, ¿la...? —dejé la frase en el aire. Mack asintió con la cabeza.

—La misma. El caso es que yo he fingido que no encontraba algo en mi taquilla como buena actriz que soy para escuchar la conversación. Resulta que Britanny va a hacer una fiesta en su casa este fin de semana y le ha invitado. Sus padres no están en casa en todo el fin de semana porque se van de viaje a la playa —Terminó de explicar.

—¿Todo eso le ha dicho a Chris? —Chad le preguntó divertido.

—Lo de la fiesta se lo he oído a Britanny, aunque en el camino de mi taquilla a la tuya, me he enterado de lo de sus padres. —Se encogió de hombros—. ¡Tenemos que ir a la fiesta! —exclamó, emocionada. Empezó a dar saltitos en el sitio y yo negué con la cabeza.

—Primero de todo, no nos han invitado. Y segundo, paso. —Di por terminada la conversación, pero en cuanto Mack cruzó los brazos y frunció el ceño, supe que ya estaba preparada para objetar.

—No, no, señorita. Tú sabes perfectamente, y puede que más que nadie, que nunca nos invitaría directamente. —Desvié la mirada y observé la punta de mis pies—. La fiesta es para todo el instituto, y me juego el pellejo a que también habrá gente de otros institutos. —En cierta parte sabía que tenía razón, pero es que no quería ir.

—Además, se suponía que ya no ibas a mantener la actitud autista que has tenido este verano. Es hora de que la Abbie de antes vuelva. ¡La echamos de menos! La Abbie fiestera era realmente divertida. —Chad me puso un puchero. Me los quedé mirando unos segundos.

—A lo mejor me muero antes del sábado —dije como excusa. Mack y Chad sonrieron, porque no había dicho que no, y sabían que cuando no decía que no, acababa siendo siempre que sí. Mack me abrazó y saltó en el sitio. Se separó de mí y me miró a los ojos.

—Que sepas que Chris te estaba buscando. —Sonrió y Chad negó con la cabeza.

—Pues que siga buscando. Ahora el lugar de reunión es mi taquilla —dijo sonriendo.

—¿Ah, sí? —Mack miró a Chad, y luego a mí.

—No me gusta que me tomen el pelo, y a Chris parece que le hace mucha gracia. Entonces ya que no va a cambiarse de taquilla, al menos voy a evitar lo máximo estar cerca suyo. Atrás, Satanás. —Bromeé mientras hacía una cruz con mis dedos. Mack se rio y Chad negó con la cabeza divertido.

Sonó la campana para que fuésemos a la siguiente clase. Nos despedimos y cada uno se fue por su camino.

Literatura era mi asignatura favorita y nada me hacía más feliz que tener una clase con la profesora Robinson. Era una señora algo mayor, de unos 65 años. Era rubia y menuda, pero con un gran corazón. La cogí cariño el primer año que me dio clase. Se notaba que le encantaba leer, y enseñar, porque siempre llegaba y salía de la clase con una sonrisa en la cara. Fue la profesora que hizo que me enamorase de la literatura.

Llegué a la clase y entré. Comprobé que faltaba gente por llegar y celebré; así podría escoger el sitio en el que me sentaría. Había unos pocos en las últimas filas, pero en esta clase, preferí sentarme en primera fila. Al cabo de unos minutos, sentí que alguien me miraba fijamente. Empecé a sentirme incómoda, por lo que me giré buscando al acosador. Fue entonces cuando me topé con Chris, que tenía sus ojos puestos en mí. Estaba sentado en la última fila, con los pies sobre la mesa y las manos sobre su abdomen. Al lado había una chica morena, que le hablaba mientras se enroscaba un mechón de pelo en el dedo. Si no fuera por leves movimientos con la cabeza a modo de asentimiento, juraría que Chris no le estaba prestando atención. Justo en ese momento, la chica le cogió de la mejilla para girarle la cara y poder establecer contacto visual. Chris reaccionó instantáneamente y le agarró la muñeca y la miró severamente. No le tuvo que decir algo bonito, porque la chica puso una mueca y se levantó de la silla para cambiarse de sitio. ¿Qué le pasaba a este chico con que lo tocaran?

—Hola chicos, siento el retraso, me han entretenido allá afuera. —La profesora Robinson se disculpó mientras entraba. Reaccioné y me giré, rompiendo contacto visual con Chris. Me fijé que un chico se había sentado a mi lado—. Buenos días a todos. —Wendy sonrió y escribió su nombre en la pizarra—. Me llamo Wendy Robinson, y soy vuestra profesora de Literatura. —Se giró y nos miró—. Espero que pongáis tanto esfuerzo y corazón en esta asignatura como yo. —Me miró y sonreí—. Los asientos en los que estáis sentados serán vuestros sitios hasta el final de curso, así que os voy a dejar algo de tiempo libre para que conozcáis a vuestros compañeros. Mientras yo, voy a intentar entender cómo funciona este reproductor de vídeo —dijo con el ceño fruncido. Se giró y se sentó en la silla del escritorio con el reproductor encima de la mesa. Me giré y miré a mi compañero.

—Hola —Sonreí—. Soy Abbie —me presenté.

—Austin Brown —Sonrió y me tendió la mano. La acepté y me reí. Era castaño, con unos graciosos rizos que tapaban un poco su frente. Sobre su piel pálida se podían observar unas dulces pecas que decoraban su nariz y mejillas. Sus ojos verdes me miraban fijamente y su sonrisa parecía amistosa. Era un chico realmente guapo.

—Creo que te he visto alguna vez por los pasillos, pero no he llegado a coincidir contigo en clase, ¿cierto? —Incliné mi cabeza a un lado.

—En realidad, estuvimos en tercero juntos, en Biología —dijo sonriente. Pues yo no me acordaba de su cara.

—Ah, lo siento, no me acordaba... —me disculpé.

—No pasa nada. Es normal que no te acuerdes de mí. Tú estabas siempre sentada con una chica y no parecías prestar mucha atención a la clase; hablabáis más que el profesor. —Negó con la cabeza, divertido. Yo sonreí un poco avergonzada.

—Sí, Mack puede ser muy habladora... —Culpé a mi amiga.

—Sí, seguro que tu amiga es muy habladora —repitió irónico y se rio, provocando que me riese con él.

—¿Y por qué has escogido Literatura como optativa? —le pregunté cuando nos calmamos.

—Geografía no es mi fuerte, y odio tanto Física como odio Química —Negó con la cabeza—. ¿Tú? —Preguntó interesado.

—Me encanta leer, me encanta la asignatura, y Wendy es mi profesora favorita. Estaría haciendo el imbécil si no hubiese escogido Literatura —Reí.

—Ya veo que tengo una muy aplicada y guapa compañera. Me alegro de haberme sentado en este sitio. —Sonrió amigablemente y yo me sonrojé. Desvié la mirada y miré el suelo. Me acababa de llamar guapa. Austin se me quedó mirando como si esperase una respuesta. ¿Qué debía responder a eso?

—No te pases de listo, no pienso hacer yo todo el trabajo —bromeé y le golpeé el hombro amistosamente. Austin se rio y se sobó el hombro, fingiendo que le había hecho daño.

—¡Auch! Más me vale no hacerte enfadar si no quiero acabar con una parte de mi cuerpo dislocada —dijo bromeando y yo sacudí mi cabeza riéndome. Austin me caía bien.

—¡Chicos! Espero que os haya dado tiempo a conoceros. Ahora, empecemos la clase. —Algunos protestaron y la profesora se rio—. Tranquilos, folks. Es el primer día, así que vamos a ver una película. —La clase aulló de alegría. Sin poder evitarlo, miré sobre mi hombro para ver a Chris. Una rubia hablaba ahora con él. Llevaba puesta una camiseta demasiado escotada para venir al instituto y su moño estaba alto, muy alto. Cuanto más alto el moño, más abierto el...

—Abbie, ¿hay algo interesante ahí atrás que debamos mirar todos? —me llamó la atención la profesora Robinson. Chris dejó de mirar a la rubia y miró al frente, buscándome, pillándome in fraganti. Sonrió, divertido. Me giré rápidamente y miré a la profesora.

—Para nada. Puede seguir con su clase —dije y miré la mesa, completamente avergonzada.

Eso me pasaba por curiosa.


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¡Hola de nuevo! ¿Cómo están mis lectores y lectoras favoritos? Yo ando algo agobiada con la uni, pero qué se le va a hacer :(

¡Quiero oír qué os parece la novela! ¿Qué os parece Chris? ¿Por qué creéis que trata a Abbie de esa manera? ¿Y qué pensáis de Austin? ¿Creéis que Abbie va a ir a esa fiesta, o será como yo y cancelará planes a último minuto? ¡Contadme vuestras suposiciones!

Un besazo a tod@s :))))))

Elsa <3

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