La noche

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Uno

Me persigue la noche. Sus manos serenas recorren mi espalda. Temo que se manchen con el sudor frío. Volteo la mirada, no hay nada. Sé que mi perseguidor es carente de forma. Sé que puede matarme. Diosa, que no sea este mi último suspiro. Dejo a tus pies la esperanza.

Mi pueblo duerme hasta la madrugada. Sus rostros apacibles de niños. Están hambrientos. Les propongo juegos, perseguir las hojas. No me hacen caso, saben que es una farsa.

Comida, comida, comida.

Hambre, hambre, hambre.

Los niños son esqueletos

al igual que sus padres.

La noche nos persigue, hay sudor frío en nuestras espaldas.

Sus manos son espuma, sus garras nos trasportan. Anhelamos la calidez del sol, no lo hemos visto desde que la noche nos tomó. Nos domó, nos acarreó. ¿Cuántos kilómetros habremos recorrido? Pesan mis pies, carezco de alivio. El hambre azota.

El hambre flota, es nube negra carente de lluvia. Nuestra boca seca espera la tumba.

Dos

Tiembla la luna

como el cuerpo de una vieja,

como el cuerpo de mi madre.

La noche se expande,

hace hambre.

Deseo carne.

Veo rostros errantes.

Hoy cenaré,

clavaré el cuchillo

sin que alguien me pare.

Palpita. Tun, tun, tun. Palpita,

hace eco entre los árboles.

Veo negra la sangre.

La oscuridad es cobijo.

Me escondo entre interrogantes.

Si ella me ha concebido

y yo soy su hijo,

tengo derecho a sobrevivir este castigo.

Perdóname, diosa.

Tengo hambre.

Mastico su carne.

Me duelen los dientes.

Mastico, mastico, mastico.

Las manos mugrosas,

petricor amargo.

¿Qué he hecho?

No importa. No importa.

He llenado un vacío.

He sobrevivido.

Una noche más,

es suficiente.

En mis manos el pecado.

¡Es tu culpa, diosa!

La plaga nos has mandado.

¿Qué te hemos hecho para merecer este castigo?

¡Mira mis manos! Hay manchas negras en mi ropa.

La luna me juzga, no es bondadosa.

No comprende el martirio,

no comprende el hambre.

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