Capitulo 21

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18 años atrás

—Por favor...por favor...te lo ruego...—imploraba una mujer de cabellos negros y ojos negros.

—...—otra mujer de cabellos castaños y ojos azules mostraba un rostro afligido, más no decía nada.

—Patético.—musito el hombre despectivamente.

El hombre dio una fuerte bofetada en el rostro a la mujer de cabellos negros, quien jadeo de dolor más no dijo nada. La tomo de los cabellos y la hizo levantarse del suelo, haciéndola gemir de dolor por el jalón en su cuero cabelludo.

—Mírate.—la tomó del rostro, plantándola frente a un espejo.—La fabulosa Vinda Rosier, paso de ser una encantadora, misteriosa y poderosa bruja...a no ser más que mi puta.

Vinda Rosier lo miro con odio, pero despues de unos segundos sonrió de lado y dijo algo que hizo que Grindelwald la soltará inmediatamente.

—Igual sigo cargando a tu primogénito, yo te daré un varón. Soy la única, aparte de Ariana, que ha conseguido continuar con un embarazo de tu sangre. 

Durante unos segundos, nadie dijo nada. Ariana Dumbledore estaba en una esquina jugando con los harapos viejos y sucios que vestía. Era una bruja de sangre mestiza, hermana del reconocido Albus Dumbledore y una persona sin estudios, por lo tanto no sabía controlar su magia y a veces explotaba de ella, volviéndola alguien peligrosa e inestable...pero normalmente era el ser más dulce del mundo.

Gellert Grindelwald había sido el mejor amigo y más profundo amor de Albus Dumbledore cuando ambos eran jovenes...hasta que Grindelwald se llevó a Ariana con el para tener un juguete sexual en su búsqueda de las reliquias. 

En el proceso conoció a Vinda Rosier, una mujer elegante, amante de las artes oscuras, sangre pura y poderosa. Su mejor mano derecha...hasta que quedo embaraza de él justo al mismo tiempo que Ariana Dumbledore.

Vinda había creído incrédulamente que Grindelwald solo sería cruel con Ariana, pero cuando supo que ella también estaba embarazada, fue rebajada a ser una esclava más en el castillo Nurmengard.

Ambas vivían ahí en diferentes celdas, una frente a la otra, vestidas con harapos sucios y escasos, recibiendo tres limitadas comidas al día que servían los elfos y siendo utilizadas sexualmente cuando Grindelwald así lo deseaba. 

—¿Cuánto falta para el parto?—cuestionó con interés.

—Dos meses.—indico Vinda.

—Más te vale darme un varón.—dijo con desprecio.—porque esa estúpida no puede darme más que una inútil mujer.

Unas explosiones se oyeron a lo lejos. Por entre la ventana de barrotes de la celda, Vinda contemplo que se trataba de fuegos artificiales. 

—Todavía faltan horas para año nuevo, aún es de mañana, imbéciles.—dijo Gellert con sorna antes de salir de la celda.

En cuanto estuvo segura de que el se había ido, Vinda suspiro. Cuando se había unido a los acólitos de Grindelwald, jamás había esperado que ese sería su destino. Toco su abultado vientre, nunca pensó en tener hijos, en realidad, si no fuera porque su líder la había obligado a continuar con ese peligroso embarazo. No sentía apego hacía ese bebé, pero era su sangre, así que a toda costa se encargaría de que viviera una larga vida. 

Miró a Ariana con cierta pena, era una mujer muy bella y dulce pero completamente loca. No una locura desastrosa, no, más bien de esa locura donde no sabías ni quien eras. Tenía el vientre igual de abultado que ella.

De repente y contra todo pronostico, ambas soltaron un jadeo y abrieron las piernas. Ariana comenzó a llorar desconsolada por el dolor y Vinda hizo lo más posible por acercarse a ella. Una vez estuvo a su lado, la tomo de la mano.

—¡Maldita sea! ¡Se supone que faltan dos meses! 

Ambas soltaron un estremecedor grito que alerto a los elfos del castillo, quienes se aparecieron ahí y jadearon de horror al ver que ambas mujeres estaban tendidas en el suelo con un charco de agua bajo sus cuerpos. 

—¡LLAMEN A GELLERT! ¡YA VIENEN LOS BEBES!—grito Vinda casi llorando del dolor.

No sabía cuanto tiempo había pasado, solo sentía el dolor de las contracciones. Para cuando Gellert Grindelwald se apareció ante ellas de nuevo, Vinda dejó de sentir dolor y Ariana ya había parido hace horas. El cielo oscuro solo se escuchaban dos fuertes llantos, uno recién nacido y otro ya nacido hace horas. Ambos llantos resonaron en el castillo de Nurmengard y Gellert se asomó hasta quedar frente a los dos bebés que eran cargados por los elfos. Los fuegos artificiales volvieron a sonar en el cielo con fuerza.

—Feliz año nuevo.—dijo despectivamente, viendo la hora en su reloj. Miró a los bebés y su mirada se clavo en Vinda.—Tuviste una mocosa.

Dicho esto, se fue.

5 años despues

—Quédate quieta, niña.—ordenó Vinda.

Se encontraban en la única mansión de la familia Grindelwald. La situación para Ariana y Vinda había mejorado considerablemente, pues ahora podían vestir con mejor ropa y comer mejor, pero su estatus como esclavas continuaba. 

—Te amo, mami.—dijo un niño a Ariana.

—Te amo.—pronunció Ariana con cierta dificultad.

Ariana Dumbledore parió un precioso niño de cabellos rubios como su padre y ojos negros como el padre de Ariana, y aunque su locura le impedía reconocer que se trataba de su hijo, su corazón si lo reconocía como tal y lo trataba con mucha dulzura. Vinda Rosier, por otro lado, parió una hermosa niña de cabellos negros como ella y ojos azules como su padre, ella sin embargo, no tenía una relación muy estrecha con su hija.

—Iré con Grindelwald, no olvides llevar tu collar a todo momento. Vamos, Ariana.—ordenó Vinda antes de salir de la habitación tomando a la mujer del brazo.

Ambos niños habían nacido con una maldición familiar y mientras uno no podía salir ante los rayos del sol, el otro no podía salir ante los rayos de la luna, por lo que ambos habían obtenido de su padre un collar . Vinda miro discretamente a sus espaldas mientras  caminaba por los pasilllos sujetando a Ariana. Desde hace tiempo sentía que la vigilaban.

Tocó dos veces la puerta del despacho de Grindelwald, quien dio permiso para entrar a los pocos segundos. Vinda hizo entrar a Ariana junto a ella y quedaron frente al padre de sus hijos, quien rapidamente las amarro con un hechizo.

—Pero...¿qué...?

—¿Creíste que no me enteraría de tus planes, querida?—pregunto Gellert con sorna.—haz estado contando mis planes a Albus.

Estaba dentro de la boca del lobo, Vinda lo sabía, pero quizá el mayor erro de Grindelwald había sido pensar que una bruja como ella se resignaría a ser una sumisa. No, por supuesto que no. Ella quería ser libre y que su hija también lo fuera, por esa misma razón se había vuelto una doble espía para con Dumbledore desde hace tiempo.

—No importa lo que me hagas...el llegara a tiempo. 

—Ya lo veremos.

La pequeña niña veía por la ventana mientras el niño jugaba con una muñeca. Ambos estaban llenos de heridas puesto que el día anterior habían luchado furiosamente contra su padre, quien les hizo la maldición cruciatus tantas veces que aún les sorprendía seguir vivos.

En todo el día no vieron a sus madres y cuando el sol desapareció, una elfina domestica de nombre Suzy apareció con aspecto nervioso. La niña adoraba a la elfina, pues la trataba con mucho cariño.

—Perdónenme, amitos.—dijo la elfina y todo se volvió oscuro para ambos niños.

Para cuando ambos niños volvieron a abrir sus ojos, estaban atados juntos a un enorme poste. Ambos rapidamente miraron a los lados, encontraron a sus madres atadas cada una en un poste distinto.

—¡Libérate, hija! ¡Utiliza tu magia!—ordenó Vinda. Ella obedeció y logró liberarlos a ambos del poste. 

—¡Huya! ¡Huyan!—exclamaba Ariana, quien en sus últimos momentos parecía haber recobrado toda la cordura.

—¡Vamos!—el niño tomo a la niña de la mano y empezaron a correr.

Ella sentía un frío helado recorriendo su cuerpo. Sus pies andaban lo más rápido posible por sobre la maleza del gigantesco jardín. La piel le ardía, los rayos del sol habían empezado a salir hace pocos minutos. Las dos mujeres yacían al inicio del jardín, atadas a un enorme poste de madera se incendiaban bajo las abrasadoras llamas azules de la hoguera.

—¡Corre hija, corre!

—¡LOS VOY A MATAR!—escucharon que su padre gritaba desde la entrada de la mansión.

—¡Corre hijo! ¡Huyan!

El sonido de unos pasos la alertaron. Su cuerpo estaba demasiado cansado, sentía que no podía correr más pero sus piernas continuaban avanzando tan rápido como podían mientras que su brazo izquierdo era jalado con fuerza por el niño a su lado, instándola a seguir corriendo.

—¡MORIRAN IGUAL QUE ELLAS, MALDITOS ENGENDROS!

Giro su rostro, chocando su mirada con la de su verdugo y contemplo como detrás de el, ambas mujeres terminaban por ser calcinadas. Su hermano, a su lado cayo al suelo, un hechizo le había y gritaba retorciéndose de dolor.

Su verdugo se planto frente a ella, luciendo como un precioso ángel caído que en realidad era más bien un demonio, alzó la varita hacia ella, justo cuando ella alzo la mano contra el, y el hombre grito:

—¡Crucio!

Pero la maldición rebotó. La luna había protegido a la niña y ahora era Gellert Grindelwald quien se retorcía en el suelo. Ella nunca sabría lo que podría provocar una magia descontrolada, pero aquella noche se dio una idea al provocar que profundas heridas aparecieran en el cuerpo de su progenitor, haciéndola empapar de sangre vestida en su bata de dormir. 

Un crack sonó detrás de ella y un hombre se planto frente a ella. Lucía muy viejo, con una túnica morada y una larga barba plateada. La tomo del hombro y ella sintió una enorme paz. Dejó de torturar a su padre y todo quedo en silencio.

—Ya estan bien, yo los protegeré.

(...)

—¿Entonces no tienen nombre?—cuestionó Albus Dumbledore, su salvador. Ambos niños negaron.—Bien, a partir de hoy serán Apolo y Artemisa, ¿estan de acuerdo?—ambos asintieron.—ire por algo de chocolate caliente, esperen aquí.

—Gracias.—dijo Artemisa mirando a Apolo.

—¿Por qué?—la miro confundido.

—Ayer cuando él quiso matarme durante el entrenamiento, tu lo distrajiste.—explicó Artemisa.—se supone que uno de los dos debe morir para que el otro sea feliz...la próxima vez, recuerda que es mi turno de salvarte.

—De acuerdo.—concedió el.—No volveré a salvarte la vida, hermanita.

Artemisa volvió a mirar por la ventana. Su vida había cambiado en un dos por tres. Pero así eran los caminos de la vida, algunas veces estabas arriba y otras veces estabas abajo...pero Artemisa no sabía realmente en que punto estaba ahora.

Rezó por el alma de Ariana y Vinda, su tía y su madre. Una mujer loca que amo a su hijo y una mujer que no quería ser madre pero supo proteger a su manera a su hija.

Y ese mismo día, renacieron ambos niños como Apolo y Artemisa.

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