Epilogo

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Al atravesar la barrera hacía el anden 9 3/4, la gente inmediatamente volteaba a verlos con emoción y curiosidad. La cuadrilla avanzó siendo liderados por una hermosa mujer de veintinueve años que cargaba una bebé de dos años y que se detuvo justo a lado de la entrada del tren, girándose a ver a los cuatro pequeños frente a ella.

—Albus, cuida a los niños y salúdame a tu abuelo.—ordenó con serenidad.

—Sí, mamá.—asintió el niño.

Albus tenía ya trece años e iba a empezar a cursar su tercer grado, mientras que Harry, Cassiopeia y Lyall empezaban su primer año. Los cuatro niños sonreían emocionados por iniciar su vida estudiantil en Hogwarts, practicar la magia y, sobre todo, por crear nuevas aventuras juntos, tal y como sus padres las vivieron en sus años.

—Bien, Lyall lleva el mapa del merodeador, Harry la capa y Cassie la hermosa personalidad para reducir el enfado de los profesores. Mucha suerte.—sonrió James.

—Adiós, cachorros.—Sirius revolvió el cabello de los tres y abrazo a su hija.—háganle bromas a quienes se quieran acercar a Cassie.

—¡Papá!

—Te amo, cachorrita.—se lanzó a abrazarla y llenarla de besos.

—Papi.—Cassie miro a Remus.—dile que me suelte.

—Canuto, deja a la niña.—Remus los separo con una sonrisa divertida y todos rieron.

Remus Lupin y Sirius Black tenían una relación desde hace ocho años, donde incluso se casaron en una ceremonia muy pequeña y privada con solo los más cercanos, siendo Artemisa y James sus padrinos de boda. Era una relación bastante extraña, pero se complementaban perfectamente, pues Sirius era un dramático que causaba problemas y Remus el centrado que controlaba su drama y arreglaba las cosas. Pero lo más importante es que se amaban y amaban a sus hijos.

—Tu también ven acá, cachorro.—Sirius abrazo ahora a Lyall.—conquista chicas y fastidien a Minie, pero también cuídenla, eh.

—Si, papá.—dijo Lyall con una sonrisa.

—¡Ahora vengan con el tío Bambi!—exclamo James abriendo los brazos y Lyall y Cassie corrieron a abrazarlo, mientras que Albus y Harry se despedían de Sirius y Remus.

—Cuídense, cachorros.—dijo Sirius abrazando a Harry y despues a Albus.

—No se metan en problemas muy graves y saquen buenas notas.—dijo Remus con una sonrisa.

Una vez que todos se hubieron despedido, las miradas de los cuatro niños recayeron sobre la joven mujer con la bebé en brazos. Ella enarco una ceja en alto y la bebé la imito. 

—Mami Arte, Vinda se parece demasiado a ti.—bromeo Albus. 

La pequeña Vinda Ariana Potter de dos años, era una copia exacta de Artemisa, lo cual enorgullecía a su padre, James Potter. Artemisa y James se habían casado hace cinco años en una ceremonia privada y donde el mismo Albus Dumbledore fue quien los casó. Había tenido que pasar mucho tiempo para que Artemisa se sintiera en paz consigo misma y cuando lo consiguió, decidió al fin dar un nuevo paso en su relación con James, casándose. 

Nadie que los conociera podía negar que el matrimonio Potter era uno de los más sanos, divertidos y agradables de todos. Artemisa no había cambiado mucho su forma de ser, seguía siendo a veces muy callada, serena y fría, pero también era un poco más amable. James, por otro lado, seguía siendo el mismo chico risueño, confiado, bromista y juguetón. 

Ambos matrimonios habían vivido juntos en la cabaña de Artemisa desde aquella noche en que ella les confesó su pasado. Crearon su propia familia entre los cuatro y criaron a los cuatro niños con todo el amor que podía existir, teniendo tres figuras paternas y una sola, pero muy valiosa, figura materna.

Los cuatro niños continuaron mirando a Artemisa, quien los miraba con serenidad pero con confusión interna, sin comprender que es lo que esperaban de ella. No fue hasta que Harry sonrió y se abrazó a su cintura, que ella comprendió que deseaban que fuera cariñosa un rato.

—Te voy a extrañar mucho, mamá.—murmuró Harry contra su abdomen.—¿Puedo escribirte?—pregunto mirándola a los ojos.

—A diario si ese es tu deseo.—dijo Artemisa con una pequeña sonrisa, acariciando su cabello.—ten un buen año, mi pequeña snitch. Te amo. 

Harry se separo de ella, sonrojado pero feliz. Albus dio un paso al frente y también se abrazo a su cintura, pero al ser mayor quedo a la altura de Vinda, a quien le sonrió y dio un beso en el cachete.

—Te amo, mamá. Te amo, Vinda.—dijo Albus besando a ambas.

—Te amo, Albus.—lo miró a los ojos.—Apolo estaría muy orgulloso de quien eres. Cuídate y diviértete. 

En cuanto Albus se alejó con los ojos aguados por las palabras de su tía, Lyall corrió y se engancho con fuerza a Artemisa, quien revolvió su cabello con ternura.

—Gracias por todo, madrina. Te amo.

—Tú madre estaría muy orgullosa, cariño. Te amo.

Artemisa le dio un beso en la frente y ahora fue Cassiopeia, quien lentamente se acerco a ella. La niña tenía los colores de los Black, pero definitivamente quien hubiera conocido a su madre, sabría que era idéntica. 

—Prometo sacar excelentes calificaciones, mamá.—prometió Cassiopeia con una sonrisa.

—Una nota no define tu inteligencia, Cassie.—dijo Artemisa.—pero si es lo que quieres, esta muy bien. 

—Te amo, mami Arte.

—También te amo, Cassie.

Se dieron un fuerte abrazo y los niños subieron al tren, metiéndose al primer compartimiento y abriendo la ventana para hablar con sus padres.

—¿Qué pasa si quedo en Slytherin?—pregunto Harry, genuinamente preocupado.

—Nada.—sonrió James.—Solo te desheredo y me regresas la capa.

—No es malo ser un Slytherin, Harry.—intervino Artemisa. —no quiero que tengan ninguno de ustedes esos prejuicios. Mi hermano, el padre de Albus, fue un Slytherin y es la persona más valiente que conozco. El sombrero los mandara a donde crea indicado. 

El silbato sonó y el tren comenzó a avanzar. Los niños agitaron las manos, emocionados, despidiéndose de sus padres. Los adultos también agitaron las manos y pasados unos segundos, el tren desapareció.

—Se han ido.—suspiró James con tristeza.—bueno, ¡aún me queda mi princesita!—se giro emocionado a ver a Vinda, quien le dirigió su mejor mirada fría al estilo Artemisa.

—Felicidades, cornamenta. Tu hija es una copia de tu esposa.—se burlo Sirius.

—Tan siquiera sabemos que ella será tranquila.—opino Remus con una sonrisa.

—Eso si es que no quiere conquistar el mundo.—dijo Artemisa como quien no quiere la cosa, emprendiendo camino de regreso a casa.

—Ay no...—murmuraron los tres.

(...)

El viaje a Hogwarts fue maravilloso para los niños, ver el gigantesco castillo mientras atravesaban el lado negro fue encantador y pasar al sombrero seleccionador fue excitante. Para cuando Harry paso, Cassiopeia y Lyall ya estaban en la mesa de Gryffindor junto a sus nuevos amigos Hermione y Ron, y junto a Albus. 

—¡Gryffindor!—sentenció el sombrero.

La mesa de Gryffindor explotó en sonoros aplausos y Harry corrió a sentarse junto a sus hermanos y amigos. Pasada la ceremonia de selección, el banquete dio inicio y Harry sintió una fija mirada en su nuca. 

Al girar el rostro, se encontró con que en la mesa de profesores había una mujer vestida completamente de negro, lo que hacía contraste con su palida piel y su flameante cabello rojo.

—Es la profesora Evans.—le comunico Albus.—es bastante amargada. Da pociones.

La profesora y Harry compartieron una mirada. Harry había dejado de ver a su madre a los cuatro años, cuando esta se canso de la indiferencia de su hijo. No la había vuelto a ver desde entonces y ahora comprendía porque su madre le pidió que se comportara con todos los profesores.

Cortó la conexión visual girando el rostro, no iba a entretenerse en errores del pasado que no le competían, estaba ahí para iniciar su nueva vida y hacer sentir orgullosos a sus padres.

A James y Artemisa Potter.



FIN

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro