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Adelheid Bernstein es el tipo de pareja con el que no siempre estés de acuerdo.

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Se escucho el portazo por todo el piso de departamentos, quizás en toda la cuadra.

Cansada se dejo caer sentada en la esquina de su casa.

Puede que fuera realmente exagerada pero no quería ir a ese evento del que tanto hablaba Adel, el solo pensar que muchas personas la estarían viendo, juzgando su apariencia, su forma de caminar, de estar parada, de respirar, de existir.

Y es que estar delante de toda esa gente solo le daría miedo, y eso solo la haría llorar.

Escucho algo parecido a maullidos y luego por el marco de la puerta apareció el pequeño Varrel trata de llegar a ella arrastrándose en el piso.

-Ven aquí bebé -tomó al cachorro en brazos y acarició su negruzco pelaje- ¿Debería ir a la dichosa reunión de tu padre?

Obviamente no le respondió, solo se quedó dormido entre sus brazos.

Ahora la cosa era pensar, y eso hizo, pensó qué hacer porque si iba a la reunión esa puede que se divierta o, por el contrario, sea el blanco de burlas y que, por consiguiente, se les tire encima, aunque también estaba la opción de que, al no ir, tu relación podría tener dificultades.

Se levantó, ya decidida con su respuesta para su pareja.

-¿Si? -alejó el auricular del teléfono en cuanto le escucho hablar en alemán, inspiró aire con fuerza y se mordió el puño derecho de su mano.

-Adel, iré contigo.

Palabras certeras que dejaron en claro todo.

Dejaban en claro que dejaría sus problemas de mostrarte en público.

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Parte de una relación es la confianza, bien, ella confiaba que, con lo que sea, Adel estaría ahí.

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