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Como cada una de las acciones honrosas que realizó en su presencia y las frases provenientes desde su sincero y solitario corazón, los sentimientos de Jae Beom lo marcaron con fuego.

"No dejes que esto termine".

"Confía en mí amor".

De aquella carta logró comprender que a pesar de que el Káiser estaba jugándose todo lo que poseía para mantener viva la llama, ésta podría apagarse si él olvidaba los motivos y desconfiaba de Jae Beom. El príncipe también tenía que poner de su parte, siendo ésto el punto clave de todo, puesto que si se dejaba vencer, Lim estaría sacrificando muchas cosas en vano y por más que haya prometido luchar por ambos en caso de que ocurriese, ¿quién le iba a dar fuerzas a Jae Beom para continuar?

JinYoung debía luchar a su manera, y si fingir que todo había quedado en el olvido era su única alternativa, él iba a hacerlo.
Así, se convirtió en alguien más decidido, más valiente, y sin embargo, nunca se volvió a tocar ese tema.

JinYoung lo sabía, el rey Tuan lo sabía, ambos resguardaban la esperanza. Siendo de índole tan delicada como era, no había por qué forzar las cosas, sobre todo si hacía sentir mal al príncipe. Por más que pensara en el emperador y sólo en él, JinYoung no lo mencionaba. Mantuvo sus pensamientos para sí mismo, sabiendo lo peligroso que era revelarlos, sobre todo cuando estaba comprometido con alguien de poder como Mark Tuan. Sería un infierno para los dos si se supiera que el príncipe le era infiel al rey con esos pensamientos indebidos de amor hacia otra persona. Una condena para él, humillación para Tuan.

El hombre no resultó tan despreciable después de todo. Tuvieron que adaptarse a sus rutinas y acostumbrarse a la presencia del otro, sobre todo porque al ser el futuro rey debía asistir a muchos de los bailes y cenas donde el mayor figuraba como alguien importante. No era molesto cuando estaba acompañado y resultaba práctico que Tuan lo sacara de apuros cuando quería librarse del interés falso de los demás, pero fuera de eso JinYoung lo odiaba casi tanto como el propio rey. Aborrecía las conversaciones sin sentido y los rumores que giraban en torno a él, siendo uno de éstos el que provocó que saliera cuanto antes de aquella fiesta horrible en la que estuvo atrapado durante horas.

Y por primera vez en un largo tiempo, JinYoung se permitió llorar. Por esa noticia desgarradora que contaron en su presencia como si de una cosa banal se tratara, por lo tensa que estaba la situación, por los recuerdos vividos y sobre todo por su corazón destrozado.

En su habitación a oscuras, JinYoung observa los obsequios que el príncipe Buhwakul logró remendar luego de estar semanas enteras trabajando en ello. Los trozos de papel encajaron nuevamente y aunque la cajita musical no emitió sonido otra vez, aún la mantiene ahí, no es como si pudiera deshacerse fácilmente de ella, no con el significado que resguardan los pequeños diamantes incrustados y las notas musicales que sólo él recuerda. Notas de un cariño intenso y correspondido, de un amor que quizás no pudo ser.

Su mente quedó en blanco al escuchar dicha noticia. No sintió nada, su cuerpo no reaccionó hasta que sin saberlo, sus ojos aguados buscaron al rey entre el gentío con anhelo. ¿Dónde estás, Mark? ¿Dónde estás?

"¿Se encuentra bien, príncipe Park?"

Le preguntaron.

No. JinYoung no se encontraba bien. ¿Cómo podía estarlo cuando acababan de decir que el Káiser Lim nunca se presentará más? Que su repentino legado terminó en tragedia y su su último suspiro desapareció sin que nadie lo supiera.

¿Cómo se atrevieron a levantar falsos testimonios? ¿Qué les dio el derecho de hacer tal cosa? El quería intervenir y negar todo pero no podía, no tenía argumentos y su devoción por Lim no bastaba. No tuvo más remedio que mantener la boca cerrada y el corazón en la mano aguantando las habladurías.

Ellos no se daban cuenta de que con sus frases venenosas herían hasta lo más profundo de su ser, que unas simples palabras bastaban para hacer que sus sentimientos fueran puestos a prueba otra vez, que algo pequeño era suficiente para convertirlo en una flor marchita.

Tuan estuvo lejos, muy lejos de él, pero incluso al otro lado del salón sus lamentos silenciosos lograron ser escuchados. El monarca fue hacia JinYoung cuando vio el mensaje de auxilio a través de sus ojos tristes y vacíos.

Ayúdame, sácame de aquí.

Y con la gracia fuerte que el rey Tuan poseía, logró liberarlo del confinamiento, excusándose de retirarse muy temprano ya que Disculpen, caballeros. No me siento dispuesto a celebrar en estos momentos.
En todo el camino hasta su palacio se mantuvo callado y aunque el mayor exigía una explicación a través de su mirada con matices de preocupación, JinYoung no pudo dársela.

No esperó ver a BamBam aguardando por su llegada en las enormes puertas del lugar, con expresión triste y abatido, confirmandole así que lo que escuchó pudo ser verdad.

Se mantuvo fuerte en todo momento, haciéndose la idea de que estaba bien, que estaban equivocados y todo resultaba en una pesadilla pero al final cerró las puertas de golpe y se dejó caer en la cama, donde por fin pudo ahogar sus quejidos dolorosos a través de sus almohadas.

No sabe cuánto tiempo se la pasó de esa manera, con sollozos interminables que escapaban desde su interior lastimado. En algún momento de la noche, sintió la presencia de alguien y unas suaves caricias su espalda.

—Hey, Jin.— murmuró Tuan con suavidad, casi imperceptible entre el silencio y el ambiente a oscuras a excepción de la poca luz que entraba por la ventana. —Lo siento mucho.

Y sólo hasta ese momento, JinYoung se dejó consolar por un abrazo fraternal, tomando con fuerza una mano amiga. JinYoung aprendió de Mark, y el rey aprendió de JinYoung. No imaginó formar una alianza con el hombre ya que tan tirano como era, JinYoung creyó que la amistad no tendría lugar ahí, pero se equivocó. Fue de esas raras amistades en las que no tienes que formalizarlas, ni afirmar o exigir nada, sólo recibes sin darte cuenta.

El mayor se quedó a su lado en todo momento mientras JinYoung daba un último vistazo a las cosas que Jae Beom le dio y el rey le ayudaba a guardarlas nuevamente en la cajita especial.

—¿Qué vamos a hacer, Mark?— su voz se escuchó irreconocible a sus oídos. Tan opaca y sin fuerza.

Aunque se sentía morir lentamente, no podía ignorar lo mucho que también le afecta a Tuan, en cómo su gruesa voz titubea por primera vez desde que lo conoció, y la manera en la que su presencia parecía encogerse minuto a minuto.

—No nos precipitemos. Aún nos quedan unos días.

—Pero, ¿y si esos días se nos acaban?

Tuan cumplió su palabra, otorgó todo el tiempo que estuvo en sus manos hasta que le fue imposible seguir postergando la ceremonia a la que tanto miedo le tenían. Luego de haberlo hecho dos veces, él ya no pudo seguir posponiendo la boda, y ahora el tiempo avanza en una cuenta regresiva. Sólo tienen una semana.

—Hallaremos una solución.

Ellos nunca volvieron a tocar ese tema, hasta entonces. JinYoung lo sabía, el rey Tuan lo sabía, que aquello podía ser una posibilidad. La esperanza que resguardaron entre ellos se iba perdiendo a pasos agigantados porque tal vez, sólo tal vez, Jae Beom no iba a regresar.

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El tiempo puede ser tu aliado, aunque también puede convertirse en un enemigo cruel, en especial cuando te olvidas de la percepción.

Como parte de una broma, los días se van en un abrir y cerrar de ojos, mientras que en las noches parece transcurrir mucho más lento al aferrarse del terrible insomnio que lo ha estado atormentando. A Jae Beom siempre le costó dormir, por la presión de ser el Kaíser que debía tomar el mando, por sus entrenamientos rigurosos, la condena de su propia familia y su auto exilio para el bien del futuro heredero, por todo. Nunca lo admitiría pero pesadillas recurrentes lo acecharon desde joven, en donde uno de sus miedos se hacía cada vez más grande a tal punto de verse atrapado por muy poco.

Un túnel sin salida, completa soledad. En un enorme castillo rodeado de gigantescos muros puntiagudos, Jae Beom aprendió un par de cosas que ni siquiera su padre se atrevió a mostrarle, porque el hombre siempre quiso sacar lo mejor de Jae Beom, siendo su deseo un caso perdido al final. Si bien pudo llegar al trono con la cabeza en alto a pesar de todas esas miradas recriminadoras, él no pudo convertirse en el emperador que haría sentir orgulloso al anterior.

Su padre había hecho de todo para tratar de llevar la fiesta en paz con todos los demás reinos, tanto que incluso la vida se le fue en ello. Quizá vislumbró al futuro Káiser como alguien capaz de remediar las faltas que había cometido y hacer todo lo que no logró, pero Jae Beom hizo todo lo contrario. Como estuvo previsto, se convirtió en Káiser, pero no en uno bueno.
Hizo que el reino floreciera entre el barro y llegó hasta la cima a costa de muchos sacrificios, pero bien sabía que ni con eso podría estar a la altura de su antecesor.

Todas las circunstancias que lo rodearon de pronto fueron una gran influencia en el hombre que estaba a punto de convertirse. Con la edad suficiente y la recién descubierta vida de adulto, Jae Beom se aisló en su castillo de sombras. Enojado con las heridas de su pasado, las que le hicieron sentir desdichado y señalado, se hizo con una coraza impenetrable. Con nadie que brindara calor a su hogar, él ya no tenía por qué preocuparse de fingir que estaba bien. Fue entonces cuando descubrió que era mucho mejor ser temido que amado.

Justo cuando estuvo a punto de dar paso a la resignación, justo cuando la soledad estuvo a punto de comérselo, una luz llegó de la nada y alumbró el final del túnel, aquél que creyó sin salida. Jae Beom no lo planeó, su encuentro con cierto príncipe enemigo cambió absolutamente todo. Sus pensamientos, su vida, las cosas tomaron un giro repentino, tanto que incluso se cuestionó a sí mismo. ¿Qué fue lo que JinYoung había visto en él? Jae Beom estaba tan corroído que resultaba increíble que le mirara con esos brillantes ojos como a un igual, como si mereciera un trato digno. Jae Beom no lograba entender cómo el chico pudo desarrollar un sentimiento de afecto hacia él.

Sólo una noche, sólo bastó una maldita noche para que cayera ante la nobleza de ese hombre. El corazón de JinYoung no conocía el desprecio, ni el odio, creía en el trato gentil, en las nuevas oportunidades, en la bondad. Park JinYoung creía en el amor, una cosa que había corrido el riesgo de ser olvidada por Jae Beom. Había pasado por tanto que su mecanismo de defensa se encargó de hacerle olvidar tal sentimiento, muy innecesario al parecer. ¿Cómo esperaba triunfar y ser grande si no se beneficiaba de los demás?

Oh, cuán desdichado había sido. Jae Beom se dio cuenta de la realidad desastrosa que lo mantuvo atrapado en su propia piel, siendo un prisionero de su propia vida. Su infortunio se creó de los escombros que pertenecieron al pasado pero que a pesar de eso no terminaron por darle forma. Quizá no fue culpa suya, es solo que a veces uno no se da cuenta de su accionar ni del camino que toma, por lo tanto, la falta de amor lo convirtió en un ser monstruoso.

Y fue JinYoung quien le hizo darse cuenta, de que una vida no puede ser llamada como tal si no se tiene amor en ella.

Fue como si volviera a renacer junto con los sentimientos que hervían en su interior, todos y cada uno de ellos en honor al príncipe. Fue esa misma noche en la que descubrió que una nueva oportunidad era posible incluso para alguien como él. Que un alma desdichada puede alojar sentimientos, que los hombres malvados pueden cambiar hasta convertirse en buenos, algunos sólo para la persona correcta.

Jae Beom cambió, sin embargo, mantuvo su nueva forma resguardada y sólo se mostró como tal en presencia de JinYoung, porque era él quien tenía la llave de su alma. Se la entregó casi de manera inmediata sin que el pelinegro supiera del poder que le fue concedido voluntariamente.

Por más que puso resistencia, a los minutos se percató de que sería caso perdido. Jae Beom no podría ganar contra esos ojos almendrados que le miraban con curiosidad risueña, ni contra su voz aterciopelada que se deslizaba a través de sus bonitos labios y le llamaba de maner sutil.

Sería imposible creer que dos personas completamente diferentes logren encajar a la perfección, pero ellos, aún con un mundo de diferencias marcadas lo hicieron. Se conectaron a un nivel desconocido, su lazo se forjó tan fuerte que removió sus entrañas y comenzó a suturar las heridas en sus maltrechos corazones.

El emperador supo que una sola noche no sería suficiente, él iba a necesitar al joven príncipe más de lo que podría imaginarse. No le fue difícil tomar la desición de mantenerlo cerca para sí mismo, al fin y al cabo era conocido por ser impulsivo, aunque jamás había sido tan egoísta como ahora era.

Se siente bien con él, quiere estar a su lado. Quiere ser feliz, ¿por qué no mantenerlo consigo entonces? Por primera vez en mucho tiempo tiene la oportunidad de alcanzar la felicidad, ¿por qué ignorar esa oportunidad entonces?

Él iba a protegerlo de todo y de todos, eliminaría sus tristezas y le mostraría la misma dicha que le estaba brindando sin saber. Le iba a otorgar todo, y si JinYoung se lo pidiera, daría hasta la vida misma.

Porque de él aprendió que incluso los monstruos como él merecen ser amados. Un ser malvado también tiene derecho a amar, y como si de un cuento de hadas se tratara, Jae Beom se enamoró de JinYoung.

Y fue ese amor el motivo de sus luchas, de su coraje y valor. Para él, el amor de JinYoung es todo lo que tiene, lo más valioso e inigualable que existe. Para él lo es, fue lo que lo mantuvo con vida durante todo ese tiempo.

Jae Beom se remueve entre sus sábanas, sintiéndose intranquilo y desesperado.
Apenas llegó a su castillo alrededor de las diez y Jackson lo mandó directo a su alcoba. Él es bueno, es todo un az manejando la espada pero a veces ni siquiera eso le salva de los golpes y las heridas físicas que lo llenan por ahora.

Jae Beom tiene cortes pequeños en las manos, cortes largos en los brazos y la espalda. Tiene uno profundo en el vientre pero el más notorio de todos es el trazo que recibió en el ojo. Unas pulgadas, sólo unas cuántas pulgadas y él probablemente lo hubiera perdido.

Se sentía cansado físicamente, agotado de manera emocional, pero aún estando en un estado como ese, se enfrentó mano a mano con los adversarios. Vaya que luchar con un ojo parcheado y el torso vendado no fue fácil. Ahora le consta más que antes. Probablemente siente el cuerpo tan pesado debido a las horas que logró descansar sin interrupciones. En campo abierto tenía que estar alerta así que sólo dormitaba unos minutos.

Llegó por fin a su castillo y tras unas horas de sueño, era más consciente de lo cansado que estaba. Hizo todo lo posible por quedarse en la cama, pero le era imposible cuando el insomnio le atacaba de esa manera, no habían pesadillas, era sólo la enorme necesidad de ver a su querido príncipe.

Con muchas cosas por hacer todavía, no hallaba sentido en quedarse acostado. Mientras más pronto termine, más rápido podrá ir hacia él. De todas formas ya no puede seguir durmiendo.

Se levantó apresurado, ignorando el dolor en sus músculos tensos. El no podría aguantar mucho así, por lo tanto se metió a la bañera en plena madrugada con el agua congelada. Salió tiritando con los labios morados, pero sintiéndose mejor, la fiebre había desaparecido. Tomó vendas limpias y se las colocó, con años y años de lucha y cientos de heridas recibidas ya lo había dominado muy bien.

—¿Qué rayos estás haciendo?— la repentina aparición del general lo tomó por sorpresa, sin embargo continuó con lo suyo, metiendo dentro de los bolsillos interiores de su saco un pergamino de papiro con el sello de dragón en el centro.

—Preparándome para trabajar.— Jae Beom tomó su espada junto con un parche nuevo y salió de la alcoba, colocándolo mientras avanzaba sin mirar atrás.

—Estás loco, sabes que debes descansar. Esa herida aún no sana.

—Es tarde y tengo que resolver muchas cosas todavía.

—¿Tarde? Es la una de la mañana, Jae Beom. Apenas llegamos. ¿Por qué tienes tanta prisa?

—Sólo quiero terminar con esto de una vez.

Jackson le siguió hasta las mazmorras del castillo sin decir nada más, tan profundas y aparentemente interminables, construidas especialmente para los súbditos que cometían faltas graves. Era su deber como gobernante de esas tierras ver por las sentencias, le gustaba hacerlo personalmente aunque ahora le resultaba una enorme piedra en el zapato.

Los guardias le entregaron los pergaminos a Jackson, él era el encargado de leer los delitos en voz alta para Jae Beom.

—Muy bien, ¿qué tenemos aquí?

—Asesinato. Dos muertos, la esposa e hijo.

—A la horca.

—¿No vas a escuchar su declaración?

—Hoy no estoy para escuchar a nadie.

Ante su tono bravío e irritado, todos se mantuvieron callados. La expresión del general Wang hablaba por sí sola, todos saben que es el único capaz de llevarle la contraria y rechistar en su presencia, así que cuando el hombre asiente sin decir una sola palabra es sinónimo de que nadie está en la posición de cuestionarlo.

Caminaron hacia el siguiente, luego a otro y otro hasta terminar. Entre cada cambio y silencio que se creaba mientras el general anotaba las sentencias, Jae Beom sólo podía pensar en cómo sería su reencuentro con JinYoung. ¿Le recibirá feliz? ¿Le recibirá molesto?

Él no aclaró nada antes de su partida y a pesar de que el rey Tuan debió entregar la carta excusándose con él, no estaba seguro de cómo lo había tomado.

Ha pasado mucho tiempo.

Además, la inseguridad comenzaba a querer apoderarse de él, llenando sus pensamientos con preguntas pesadas y palabras hirientes.

Él tiene nuevas cicatrices, algunas más visibles que otras. ¿Qué diría JinYoung al respecto? Con ese apariencia dura y ahora las marcas de la guerra muy evidentes, temía por su reacción.

—¿Qué hacemos con los sobrevivientes de la batalla? ¿Los harás trabajar como esclavos?

Jae Beom los observó con el ojo sano, la ira creciendo en su interior al saber que no fueron obligados del todo, sino voluntarios que estuvieron dispuestos a conspirar contra su derrocamiento, por lo tanto no tenía por qué arrepentirse de la desición que tomó.

—No hay sobrevivientes por esta vez.

Con el trabajo ya hecho, se dio la vuelta y comenzó a subir las escaleras, directo hacia la salida.

Él estaba seguro del amor que JinYoung le tenía, pero incluso sabiéndolo, Jae Beom temía ser juzgado. JinYoung no lo señaló por su pasado, ni por sus acciones, ¿por qué lo haría ahora?

—Quiero el carruaje listo en este instante.

—¿A dónde irás?— Jackson trataba de igualarle el paso subiendo las escaleras detrás de él.
—¿Qué planeas hacer?

—Voy a ir por mi consorte.

—¿Qué?— en medio del salón principal, sólo se escuchaban sus pasos apresurados y la voz incrédula del general. —¿Tu... Consorte?

No sabía si fue por lo repentino del asunto, o quizás porque estaba en plena madrugada atravesando los salones de su castillo con desespero. El ambiente cambió por completo y su cuerpo se estremeció ante la sensación de haber llamado a JinYoung consorte suyo.

Hizo de todo para pasar tiempo con él a espaldas de los demás y luchó para defenderlo, era de esperarse que quisiera pasar el resto de su vida junto al hombre por el que arriesgó todo lo que tenía. Sin embargo, decirlo por primera vez en voz alta se sintió increíble.

Ahí, sólo con el general de testigo, Jae Beom proclamó sin miedo que el hombre que había elegido era Park JinYoung, futuro Káiser consorte de las tierras prohibidas.

—Es hora de ir por mi príncipe y traerlo a casa.

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Para aquella persona que no tenga clara la definición de consorte: Se le denomina así al esposo o esposa de un monarca soberano, es decir, que el título es adquirido.

Bien, ahora que damos por finalizadas las definiciones tengo un anuncio que dar. El drama en esta historia está a punto de acabar... ¡Por fin! *aplausos, aplausos.

Probablemente éste sea el penúltimo capítulo, así que despídanse del sufrimiento porque cosas felices y bonitas están por suceder.

¿Listos para el gran final?

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